La ruta de
señalización hormona de crecimiento/factor de crecimiento similar a insulina
1(GH/IGF1), también referida como eje somatotrópico, ha sido extensamente
implicada en el proceso de envejecimiento. La atenuación de esta ruta de
señalización reduce la incidencia de enfermedades relacionadas con la edad y
extiende la supervivencia en modelos de roedores. Esta ruta también parece ser
relevante para el envejecimiento humano. Las mutaciones funcionales en el receptor
de IGF1 (IGF1R) que resultan en atenuación de la ruta IGF1 son comunes en
hombres centenarios, mientras las mujeres nonagenarias con bajos niveles de
IGF1 tienen mayor supervivencia. Los bajos niveles plasmáticos de IGF1 han sido
asociados con protección contra el daño cognitivo en la décima década entre
mujeres. El rol del IGF1 en el sistema nervioso central (SNC) es un área de investigación
controversial, con evidencias que relacionan al IGF1 con efectos favorables,
perjudiciales e indiferentes sobre la
función del SNC y el riesgo de enfermedades.
El cerebro es expuesto a dos fuentes de
IGF1, endocrina y autocrina. La regulación de la producción endocrina de IGF1, primariamente bajo el control de pulsos de GH secretados por la hipófisis
en respuesta a la hormona liberadora de GH (GHRH) y la ghrelina, consiste en
una clásica asa de retroalimentación negativa. La GH se une al receptor de GH para
estimular la producción de IGF1 principalmente en el hígado y el incremento en
los niveles circulantes de IGF1 resulta en un aumento en la unión con los IGF1R
en la hipófisis y el hipotálamo para inhibir la secreción de GH y GHRH,
respectivamente. El IGF1 derivado del hígado comprende aproximadamente 70% del IGF1 circulante total y atraviesa la
barrera hemato-encefálica (BHE) en el plexo coroideo vía IGF1R y proteína
transportadora de proteína relacionada con el receptor de lipoproteína de baja
densidad (también conocida como megalina).
En la vida temprana, el IGF1 es abundantemente expresado en el SNC y es
esencial para el desarrollo cerebral normal. El rol crítico del IGF1 autocrino
en el desarrollo neuronal es evidenciado por los hallazgos que demuestran que
los niños con mutaciones que resultan en pérdida global o insensibilidad al
IGF1 manifiestan microcefalia y deficiencia cognitiva. Por el contrario, los
niños con mutaciones que resultan en
deficiencia de -o resistencia a- la GH
frecuentemente presentan capacidad cognitiva normal, lo cual sugiere que la
producción autocrina de IGF1 en el cerebro puede ser preservada en estos
individuos. En la circulación, la mayor
parte del IGF1 es inactivo porque se une a proteínas ligadoras de IGF (IGFBP),
con la IGFBP3 como la más abundante. El IGF1 ejerce su acción en los tejidos a
través de la unión con el IGF1R en la superficie celular, aunque también se une
al receptor de insulina pero con muy baja afinidad. La unión del IGF1 al IGF1R
inicia una compleja cascada de señalización intracelular que incluye la
fosforilación de moléculas sustratos de receptor de insulina (IRS) y la
posterior activación de las rutas fosfoinositido 3-quinasa-proteína quinasa B
(PI3K-Akt) y proteína quinasa activada
por mitogenos (MAPK) que regulan entre otros efectores la actividad del blanco
de rapamicina (mTOR) y la translocación del Forkhead box O (FOXO). La señal a
través de estas rutas influye en la autofagia, el crecimiento, la resistencia
al estrés y el estrés oxidativo.
En el cerebro, la producción autocrina de
IGF1 alcanza un pico durante el desarrollo. Por otra parte, la producción endocrina de IGF1 y la llegada
de IGF1 al cerebro se mantienen altas durante los primeros años y alcanzan un
pico durante la pubertad, un período que coincide con rápida proliferación celular y
crecimiento lineal. En la tercera década, la producción de IGF1 cae
abruptamente y continúa disminuyendo con la edad. La caída de la producción
endocrina de IGF1 ha sido atribuida a la disminución en la amplitud y
frecuencia de los pulsos de GH que se observa en el envejecimiento, debido al
menos en parte a la disminución de la unión de
ghrelina al receptor secretagogo de GH (GHSR), lo cual resulta en bajos
niveles de secreción de GH en individuos
viejos. La limitada evidencia sugiere que concomitantemente con la disminución
en los niveles sistémicos de IGF1, la
producción local también disminuye con la edad, a pesar del hecho que la
producción cerebral de IGF1 es independiente de la regulación de GH. En efecto,
las observaciones en modelos de roedores demuestran que la transcripción de
IGF1R incrementa con la edad en hipocampo y regiones corticales del cerebro,
posiblemente como una compensación para preservar la señal del IGF1 cerebral en
condiciones de menor disponibilidad de IGF1. Sin embargo, esta respuesta es inadecuada para restaurar los niveles de
IGF1 de animales viejos en comparación con animales jóvenes. Además de la disminución
en los niveles locales y sistémicos de IGF1 con la edad, hay alguna evidencia
que el cerebro envejecido puede ser
resistente a la señal IGF1. La disminución de la producción autocrina y
endocrina de IGF1 con la edad está asociado
con un incremento en el riesgo de
declive cognitivo y enfermedades que
afectan al cerebro.
El declive cognitivo, el cual en su forma
más progresiva, puede ser caracterizado por una alteración cognitiva leve o
demencia, secundario a causas como isquemia cerebral y enfermedad de Alzheimer
(EA), posee un peso significativo para una creciente población de individuos.
Los estudios en humanos y roedores han revelado una correlación positiva entre niveles
de IGF1 y cognición. Sin embargo, esta observación no siempre es consistente
entre sexos, con hallazgos significativos limitados a hombres o mujeres en los diferentes estudios. Por otra parte,
algunos estudios reportan una relación inversa entre IGF1 y capacidad cognitiva
entre hombres de 60 o más años. En roedores, los estudios en ratas machos
viejos demuestran una disminución de células en el hipocampo, una región
importante para la adquisición de memoria. La administración
intracerebroventricular (icv) de IGF1 en esas ratas restaura significativamente
la neurogénesis en el hipocampo y la memoria espacial.
La EA se caracteriza por un declive
progresivo en la memoria y una pérdida de funcionamiento independiente, tiene
un peso significativo para adultos mayores, sus familiares y el sistema de
salud. Aunque el IGF1 ha sido
investigado extensamente en los pacientes con EA, la mayoría de estudios
tienen resultados controversiales. Un estudio prospectivo demuestra una
asociación inversa entre los niveles basales de IGF1 y el riesgo de EA,
mientras el análisis en pacientes con EA reporta bajos niveles de IGF1 asociados con progreso
más rápido en el declive cognitivo. Por otra parte, algunos estudios señalan que los niveles de IGF1 no
siempre son indicativos de acción, especialmente en cerebros envejecidos y
enfermos, donde ocurre resistencia al IGF1. Los estudios en animales tampoco
están libres de controversia. Algunos
estudios sugieren que la deficiencia relativa de IGF1 confiere protección
contra el progreso de la EA. Por el contrario, otros estudios relacionan la disminución
en IGF1 relacionada con la edad con deficiencia metabólica cerebral en modelos
de ratones con EA y el tratamiento con IGF1 confiere protección contra los
efectos tóxicos de los péptidos amiloides en las neuronas del hipocampo. Si la
resistencia cerebral al IGF1 es una característica patológica o una adaptación
protectora es aún incierto. Muchos procesos y rutas de señalización son impactados por el IGF1, lo cual podría
tener efectos beneficiosos o perjudiciales sobre el SNC e influir en el envejecimiento
cerebral, el declive cognitivo y la EA. Ciertamente, el IGF1 está relacionado
con la neurogénesis, el crecimiento axonal y dendrítico, la sinaptogénesis, la mielinización y la
supervivencia neuronal. Por otra parte, el incremento de la señal IGF1 podría
afectar la macroautofagia, un proceso celular que confiere protección a las
neuronas contra la EA. Este proceso es disfuncional no solo en el
envejecimiento sino también en las enfermedades degenerativas relacionadas con
la edad como la enfermedad de Parkinson (EP) y la EA esporádica y familiar.
La EP es un desorden degenerativo progresivo
que se caracteriza clínicamente por temblor, rigidez y bradiquinesia, y
patológicamente por la destrucción de neuronas dopaminérgicas en la sustancia
negra. A menudo, la EP se acompaña con disfunción cognitiva y
neuropsiquiátrica, así como también acumulación de cuerpos de Lewis en el cerebro, incluyendo a la α-sinucleina
entre otras proteínas. Lo cual sugiere que el proceso degenerativo también
compromete a otras áreas del cerebro. El IGF1 circulante ha sido propuesto como
biomarcador de la EP. Los niveles significativamente elevados de IGF1, sin
elevación concomitante de los niveles de GH, han sido detectados en pacientes
con EP estables con tratamiento en comparación con controles sanos. Los mayores
niveles de IGF1 se han encontrado en individuos con EP de corta duración. Los
pacientes con EP no solo manifiestan elevaciones plasmáticas de IGF1 sino que
también tienen niveles elevados de IGF1 en el líquido cerebroespinal, lo que
sugiere que el IGF1 circulante cruza la BHE en los pacientes con EP. Sin
embargo aún se mantiene sin resolver si la EP está asociada con elevaciones de
niveles sistémicos o autocrinos de IGF1, o ambos. Los niveles plasmáticos de
IGF1 también han sido estudiados en
asociación con otros síntomas de
la EP. Los pacientes con EP tienen
aproximadamente seis veces mayor riesgo de desarrollar demencia en
comparación con la población general. Algunos estudios reportan que los mayores
niveles de IGF1 protegen contra el declive cognitivo asociado con EP. Por otra
parte, la administración central y periférica de IGF1 resulta en
neuroprotección en modelos de animales con EP.
Está bien establecido que el IGF1 es
requerido para el desarrollo cerebral normal, pero su rol en el envejecimiento
cerebral es menos claro. Aunque la evidencia de modelos de roedores sugiere que
las intervenciones para elevar el nivel de IGF1 en el cerebro son beneficiosas
para que el cerebro envejezca sanamente, los estudios en humanos o modelos de
enfermedades no son consistentes. Después del desarrollo de la vida temprana,
el SNC cambia las prioridades de crecimiento y expansión por la de preservación.
Entonces, mantener la misma señal robusta de IGF1 a través de la vida puede ser
contraproductivo e incluso perjudicial porque el IGF1 atenúa rutas que
promueven la preservación celular a través de la resistencia al estrés, la
reducción del estrés oxidativo y la proteoestasis. Como el envejecimiento es el
mayor factor de riesgo para los desordenes neurodegenerativas que son
acompañados por depósitos anormales de proteínas como la EA y la EP, el declive
fisiológico en IGF1 que acompaña al envejecimiento puede tener un rol protector contra estos desordenes
promoviendo un ambiente que favorece el aclaramiento de proteínas
disfuncionales y el mantenimiento celular. Por otra parte, los adultos mayores
pueden beneficiarse de elevaciones
temporales de IGF1 en condiciones de daño neuronal agudo, donde la
neurogeneración tiene prioridad sobre el mantenimiento. Esta hipótesis es
apoyada por el hallazgo que modelos animales de
EA se benefician con los reducidos niveles de IGF1. La resistencia al IGF1 a nivel de IGF1R en el cerebro que acompaña a
ciertas enfermedades podría explicar las elevaciones compensatorias en los
niveles circulantes de IGF1.
En conclusión, el IGF1 juega los roles de
buen actor y mal actor en el cerebro dependiendo de las circunstancias. La
función del IGF1 en el SNC difiere a través de la vida y las condiciones
patológicas. El IGF1 ejerce sus efectos beneficiosos en el cerebro estimulando
la neurogénesis, la sinaptogénesis, el crecimiento de las neuritas y la
mielinización, y promoviendo la supervivencia celular. Esto procesos son
importantes durante la vida temprana para un adecuado desarrollo y crecimiento
del cerebro, mientras durante el envejecimiento, contribuye a reparar el tejido
neural dañado. Por otra parte, los efectos adversos del IGF1 sobre el cerebro
incluyen la generación de especies reactivas de oxígeno y la inhibición de la
autofagia y la respuesta al estrés. La inhibición de estas funciones resulta en
acumulación de restos celulares, lo cual es característico de condiciones neurodegenerativas asociadas con la edad como
EA y EP.
Fuente: Gubbi S et
al (2018). IGF1: the Jekyll and Hyde of the aging brain. Journal of Molecular
Endocrinology 61: T171-T185.
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