Glucocorticoides, tejido adiposo y estrés
Los
glucocorticoides constituyen uno de los componentes claves de la respuesta al
estrés. Los glucocorticoides actúan por mecanismos genómicos (y posiblemente no
genómicos) para promover la gluconeogénesis en el hígado, la proteólisis y la
movilización de aminoácidos en el músculo esquelético y la lipólisis en el
tejido adiposo. Todos estos procesos
aumentan la disponibilidad de glucosa y, por consiguiente, incrementan la energía
circulante. Los glucocorticoides son secretados por células de la zona
fasciculada de la glándula adrenal, generalmente (pero no exclusivamente) como
resultado de la activación central del eje hipotálamo-hipófisis-adrenal (HHA).
Las neuronas del núcleo paraventricular (NPV) del hipotálamo en respuesta a
estímulos psicológicos o fisiológicos, liberan hormona liberadora de
corticotropina (CRH) y otros péptidos como arginina vasopresina (AVP) en la
circulación porta hipofisaria. Estos péptidos viajan por los vasos porta hacia
la hipófisis anterior, donde promueven la secreción de hormona
adrenocorticotrópica (ACTH), la cual viaja por la circulación sistémica hasta
la corteza adrenal, donde promueve la síntesis y liberación de glucocorticoides
(cortisol en humanos, corticosterona en ratas y ratones) en la circulación
sistémica y así poder tener acceso a blancos periféricos en los cuales regulan
la liberación de energía.
La señal glucocorticoide se lleva a cabo a
través de los receptores mineralocorticoide (MR) y glucocorticoide (GR), los
cuales interactúan con el esteroide y lo trasladan al núcleo donde se unen a
los elementos de respuesta para promover
o inhibir la expresión de genes. Estas acciones son genómicas y los cambios en
la expresión de genes o de proteínas pueden tomar horas para manifestarse. En
consecuencia, los efectos movilizadores de energía de los glucocorticoides son
considerados como una “segunda respuesta” para continuar la producción de
energía (si es necesario) o reponer la energía consumida por la respuesta
inicial al estrés. Las propiedades biofísicas de MR y GR favorecen al GR en la
acción de los glucocorticoides relacionada con el estrés. El MR tiene alta
afinidad por los glucocorticoides y se une extensamente a ellos con niveles muy bajos de hormona circulante,
incluyendo los observados en el nadir del ritmo circadiano. Por el contrario,
el GR se une extensamente a los glucocorticoides solo con niveles muy altos de
hormona, como ocurre bajo condiciones de estrés. MR y GR proporcionan un amplio
rango dinámico de niveles de glucocorticoides y por lo tanto, pueden transmitir
señales mediadas por bajos y altos niveles de glucocorticoides. Mientras los
sitio de reconocimiento de ADN de MR y GR son idénticos, los ligandos y las
regiones de transactivación son diferente, lo cual proporciona un amplio rango
de genes afectados. Por otra parte, hay evidencia que sugiere que al menos
algunas de las acciones del MR son funcionalmente opuestas a las del GR en
varios tejidos, incluyendo aquellos
responsables de la regulación metabólica (cerebro y tejido adiposo). Es
importante considerar la evidencia emergente de acciones no genómicas de los
glucocorticoides. En cerebro (hipocampo), el MR unido a membrana puede promover
la excitabilidad celular, un efecto que es opuesto a las acciones genómicas
mediadas por el GR. También hay evidencia de la rápida inhibición de la
liberación de ACTH por la hipófisis y de la excitabilidad del NPV mediada por
receptor unido a membrana. Los efectos de retroalimentación rápidos pueden ser
demostrados en el NPV donde los glucocorticoides se unen a receptores de
membrana y rápidamente inhiben la excitación presináptica de las neuronas CRH
(vía producción y liberación de endocanabinoides). Esto es una primera línea de
defensa que permite a la respuesta al estrés limitar la liberación de ACTH. Sin
embargo, los efectos de retroalimentación también pueden ser mediados por GR en
sitios extra-hipotalámicos, incluyendo hipocampo, corteza prefrontal y cerebro
anterior (núcleo del tracto solitario). Hay también evidencia de la acción
directa de los glucocorticoides en la hipófisis con altas dosis circulantes, lo
cual sugiere retroalimentación endocrina directa. Los datos recientes indican
que la señal GR en el tejido adiposo también juega un importante rol en el
control del eje HHA.
En la periferia, los glucocorticoides juegan
un rol integral en la distribución de los depósitos de energía. GR y MR son
densamente expresados en órganos periféricos y, durante la respuesta
fisiológica normal al estrés, las acciones agudas de los glucocorticoides
movilizan la energía que se encuentra almacenada en hígado, músculo esquelético y tejido
adiposo. El resultado es un incremento
en la disponibilidad de sustratos para la oxidación mitocondrial (glucosa,
aminoácidos y ácidos grasos libres) y un adecuado aporte de combustibles para
el cerebro. Sin embargo, las elevaciones crónicas de glucocorticoides no solo
provocan la movilización de la energía almacenada sino también aumentan el
almacenamiento de lípidos en los
adipocitos, particularmente en el tejido adiposo visceral. La mejor evidencia
clínica de esto es el síndrome de Cushing, el cual se caracteriza por altos
niveles de glucocorticoides endógenos que provocan obesidad central, debilidad
muscular, hiperlipidemia, intolerancia a la glucosa y otras anormalidades. En este sentido, está claro que los niveles
de glucocorticoides elevados crónicamente representan un reto energético,
particularmente cuando se mantienen elevados por un tiempo prolongado. Otro
ejemplo de perturbación de la señal glucocorticoide y la ritmicidad circadiana
es la depresión. Hay, actualmente, evidencia de las consecuencias metabólicas
de la depresión sostenida. Por lo tanto, no es sorprendente que la regulación
por retroalimentación negativa de los glucocorticoides pueda involucrar a
órganos periféricos relacionados con la homeostasis energética y que son
impactados por la hormona.
Las señales fisiológicas y fisiopatológicas
de los glucocorticoides en el tejido adiposo son bastante complejas. Por una
parte, los glucocorticoides actúan localmente para estimular la formación de
células grasas y facilitar el almacenamiento de energía, mientras por otra
parte, movilizan la energía almacenada. Más aún, la señal glucocorticoide
impacta grandemente la función endocrina del tejido adiposo, así como también
su medio inflamatorio. La cantidad de glucocorticoides en la circulación y el
tiempo de exposición (en términos de estado de desarrollo y duración) determinan
el impacto del esteroide sobre el tejido y contribuyen a la diversidad de las
acciones de la hormona. GR y MR son expresados en el tejido adiposo y
las diferentes acciones de estos receptores subyacen a la complejidad de las
acciones de los glucocorticoides en el tejido adiposo.
En el tejido adiposo, los lípidos son
almacenados en forma de triglicéridos, los cuales están compuestos por tres
ácidos grasos adheridos al glicerol. Los glucocorticoides, agudamente, actúan
en el tejido adiposo para estimular la hidrolisis de triglicéridos en ácidos
grasos libres (AGL) y glicerol, un proceso conocido como lipólisis. La
administración de glucocorticoides exógenos o la inducción de su producción
endógena estimulan la liberación de ácidos grasos (y glicerol) por los
adipocitos, lo cual incrementa sus niveles circulantes. Esto es particularmente
ventajoso durante los retos energéticos directos como el ayuno y el ejercicio
que requieren la movilización de la energía almacenada. En estos casos, los
elevados niveles de glucocorticoides endógenos ejercen acciones lipolíticas en
el tejido adiposo para satisfacer la necesidad de un aporte de energía
adicional en cerebro y músculo. El proceso por el cual ocurre la lipólisis es
gobernado grandemente por enzimas lipasas, como la lipasa sensible a hormona
(LIPE) y la triglicérido lipasa de tejido adiposo (ATGL), cuya transcripción y
expresión son reguladas por los glucocorticoides. La alteración del GR del
adipocito provoca reducción de la expresión de LIPE. También es clave para las
acciones de movilización de energía de los glucocorticoides en el tejido
adiposo, su participación en la homeostasis de la glucosa a nivel del tejido.
Si bien la captación de glucosa circulante por el tejido adiposo es
relativamente menor en comparación con el hígado y el músculo esquelético, los
adipocitos juegan un rol significativo en este proceso por medio del
transportador de glucosa-4 (GLUT4), el cual es regulado por los
glucocorticoides. Las acciones colectivas de los glucocorticoides para aumentar
la lipólisis y atenuar la captación de glucosa en el tejido adiposo provocan un
incremento en la disponibilidad de energía.
Las acciones de los glucocorticoides para
almacenar más que para movilizar energía a nivel del tejido adiposo involucra
la formación de nuevas células grasas (adipogénesis) y el crecimiento de las
células grasas existentes (hipertrofia). Con relación a la adipogénesis, los
glucocorticoides son requeridos para la diferenciación de preadipocitos en
adipocitos maduros. Más aún, actualmente
hay evidencia que la influencia de los
glucocorticoides sobre la adipogénesis también involucra al MR. Consistente con
su rol de facilitar el almacenamiento de energía en el tejido adiposo, los
ratones con sobre expresión de la enzima 11β-hidroxiesteroide deshidrogenasa-1 (11β-HSD1) que convierte cortisona en
cortisol, expresan niveles aumentados de glucocorticoides y depósitos de
energía y los ratones que carecen de esta enzima exhiben el fenotipo opuesto.
Los glucocorticoides tienen la capacidad única para incrementar el flujo de
lípidos en el tejido adiposo. Por tanto, es razonable considerar que el efecto
neto de los glucocorticoides en el almacenamiento y la movilización de energía
en el tejido adiposo depende de la demanda por los sustratos energéticos que
son liberados.
La función del tejido adiposo es mucho más
compleja que simplemente servir con
sitio de almacenamiento de lípidos. El tejido adiposo es también un órgano
endocrino que secreta hormonas y citoquinas, colectivamente referidas como
“adipoquinas”. Estas adipoquinas son producidas por varios tipos de células del
tejido adiposo, incluyendo los adipocitos, y los glucocorticoides impactan
en su secreción. Una de las adipoquinas
más estudiada es la leptina, la cual es secretada por el tejido adiposo en
proporción directa al nivel de adiposidad. Los elevados niveles de glucocorticoides
incrementan los niveles circulantes de leptina. La leptina, a su vez impacta la
secreción de glucocorticoides por la glándula adrenal. Otra hormona liberada
por el tejido adiposo es la adiponectina cuyos niveles se correlacionan
inversamente con el nivel de adiposidad y hay evidencia que los
glucocorticoides modulan la secreción de adiponectina. A su vez, la
adiponectina modula al eje HHA (despolariza
neuronas del NPV). Por otra parte, en el tejido adiposo, los
glucocorticoides reducen la expresión de citoquinas inflamatorias y esto ocurre
en las células no adipocitos del tejido adiposo.
Los factores metabólicos pueden influir en
el control de la reactividad del eje HHA. Por ejemplo, una señal metabólica
periférica (sucrosa) puede revertir casi completamente la hipersecreción de ACTH y la adrenalectomía
aumenta la expresión de CRH en el NPV, lo cual sugiere que, además de los
glucocorticoides, otros factores pueden controlar
al eje HHA. En este sentido, se ha postulado que los efectos inhibidores sobre
el eje HHA son mediados por señales periféricas que llegan al cerebro a través
de aferentes vagales o mensajeros metabólicos circulantes. Estudios recientes sugieren que el adipocito
puede ser altamente sensible a los glucocorticoides. El tejido adiposo expresa
abundantes GR y MR y el aumento local de glucocorticoides puede incrementar el
tamaño del adipocito y causar dishomeostasis de glucosa. El aumento de la
producción de glucocorticoides también genera marcados cambios en la lipólisis
del adipocito que resultan en incrementos de AGL circulantes. Los
glucocorticoides exógenos también son efectivos para incrementar los depósitos
de grasa, particularmente en la grasa mesentérica. La evidencia acumulada
indica que el GR de los adipocitos es crítico para el control de la respuesta a
estresores psicogénicos.
El GR de los adipocitos dispara una cascada
de señalización que culmina con la inhibición del eje HHA a nivel del cerebro.
Un posible mecanismo involucra la liberación de las adipoquinas leptina y
adiponectina. La leptina inhibe las
respuestas del eje HHA a través de acciones en el NPV. Por el contrario, la
adiponectina parece activar las neuronas del NPV. La regulación neural puede ser
mediada por ramas del nervio vago o el sistema nervioso simpático. Ambas
divisiones neurales inervan al tejido adiposo, en particular las aferentes
vagales juegan un rol en la integración metabólica. Hay evidencia que sugiere
que el nervio vago está involucrado en la regulación del eje HHA. La estimulación vagal de alta
frecuencia puede incrementar la secreción de corticosterona en la rata. Por el
contrario, la vagotomía disminuye la secreción de corticosterona. Sin embargo,
quizá el mejor candidato para la acción adiposa sobre el eje HHA es la
lipólisis regulada por glucocorticoides. La evidencia acumulada sugiere que los
productos de la lipólisis, los AGL, en el cerebro pueden modular el peso
corporal. Los AGL pueden inhibir la respuesta del eje HHA al ejercicio en
humanos. Los estudios en animales sugieren que el estrés puede aumentar la
liberación de AGL en animales obesos, un efecto atribuido a la sensibilización
de receptores β3-adrenérgicos por los glucocorticoides. Por otra parte, un
estudio reciente sugiere que el PPARγ, un potencial receptor para AGL, es
expresado en el hipotálamo y modula las respuestas al estrés del eje HHA. La
pérdida de la lipólisis en el tejido adiposo reduce la producción de AGL que
sigue al estrés, lo cual resulta en disminución de la activación de las
señales inhibidoras del eje HHA, mediadas posiblemente por el
PPARγ. Las respuestas de los glucocorticoides
a los AGL son diversas en magnitud y direccionalidad. Entonces, mientras
los AGL pueden jugar un rol en la regulación del eje HHA, esto puede ser
sometido a modulación por el contexto metabólico del organismo.
En conclusión, el estrés y el metabolismo
están estrechamente relacionados y la señal glucocorticoide es un componente
importante de esta relación. La
secreción de glucocorticoides y la
activación del eje HHA son procesos dependientes del estrés. El impacto del
estrés es sobre una necesidad inmediata: conseguir glucosa. Esto representa un
escenario donde la respuesta apropiada a la situación es necesaria y el control a nivel del eje HHA
es clave. El control por retroalimentación es un mecanismo que involucra al
cerebro, la hipófisis y la periferia. La participación del tejido adiposo en
este proceso es un excelente ejemplo de las propiedades reguladoras y contra
reguladoras de los glucocorticoides como mensajeros metabólicos y del estrés. El efecto agudo de los glucocorticoides es
sinérgico con otros sistemas del estrés (sistema nervioso simpático) para
aumentar la lipólisis. Los AGL liberados por los adipocitos no solo constituyen
una potencial fuente de nutrientes, sino también una señal al cerebro para reducir la
secreción de glucocorticoides. La señal grasa-cerebro puede ser mediada por
mecanismos neurales, liberación de adipoquinas o incremento de la lipólisis. En
el tejido adiposo, los glucocorticoides pueden promover la lipólisis, facilitar
la diferenciación/crecimiento de
adipocitos, movilizar energía y
restaurar energía durante el balance energético negativo.
Fuente: Kloet AD,
Herman JP (2018). Fat-brain connections: adipocyte glucocorticoid control of
stress and metabolism. Frontiers in Neuroendocrinology 48: 50-57.
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