Biología de la resistina
En el año 2001, la
resistina fue descrita por primera vez en ratones como una pequeña proteína
circulante expresada y secretada específicamente por adipocitos (adipose-tissue-specific
secretory factor, ADSF). Los niveles plasmáticos de resistina aumentan
marcadamente en modelos de ratones de obesidad genética o inducida por dieta.
Sobre la base de estos datos, la resistina ha sido propuesta como un potencial
enlace entre obesidad y diabetes e implicada
en el desarrollo de resistencia a la insulina. En el ratón, el gen de la
resistina es expresado casi
exclusivamente en adipocitos blancos y células sanguíneas. Esta observación
indica que la resistina puede actuar a
través de un mecanismo paracrino. La
resistina es producida durante la diferenciación de los adipocitos y antagoniza
los efectos de la insulina disminuyendo
la captación de glucosa en adipocitos, células musculares y otros tejidos. En
varios estudios con modelos de ratones, la resistina ha sido identificada como
una proteína asociada con inflamación pulmonar, por lo que ha sido llamada
proteína encontrada en la zona inflamatoria 3 (FIZZ3). Adicionalmente, en
ratones, la resistina se encuentra predominantemente en la forma α-hélice y en la circulación puede encontrarse como
proteínas de alto peso molecular (HMW) y bajo peso molecular (LMW).
En humanos, células sanguíneas
mononucleares, macrófagos y células de la médula ósea son la fuente primaria de
la resistina circulante. En el tejido adiposo humano, la producción de
resistina refleja predominantemente la secreción por células inflamatorias no
adipocitos residentes en ese tejido. En
menor extensión, la resistina se observa en hipófisis, hipotálamo, células
epiteliales del tracto gastrointestinal, glándulas adrenales, músculo
esquelético, páncreas, bazo, células trofoblásticas de la placenta y tejido
sinovial. Las condiciones inflamatorias están asociadas con incremento en los
niveles circulantes de resistina. La expresión y secreción de resistina en
células mononucleares son inducidas por estímulos inflamatorios, lo cual
incrementa los niveles circulantes de resistina, creando un círculo vicioso,
donde la resistina aumenta la inflamación.
La resistina ejerce efectos biológicos a
través de mecanismos endocrinos, paracrinos y autocrinos en un amplio rango de
procesos fisiológicos y patológicos. La
implicación de la resistina en la
función del sistema cardiovascular y en el cáncer, particularmente en la
diseminación de metástasis, es de especial interés clínico, Sin embargo, estos
roles de la resistina son pobremente entendidos. Por otra parte, la resistina
está involucrada en el control de los niveles sanguíneos de glucosa, el
metabolismo de lípidos, la regulación de las células somatotropas de la hipófisis y el centro de
la saciedad en el hipotálamo, la modulación de células del sistema nervioso
central, la síntesis y secreción de
citoquinas pro-inflamatorias y la diferenciación de monocitos en
macrófagos. La resistina también afecta
la contractilidad cardiaca, la actividad de células de músculo liso, la
permeabilidad endotelial, la función renal y la remodelación ósea.
La resistina humana es codificada por un gen
(RETN) que se localiza en el cromosoma 19p13.3. El precursor de la resistina es
una molécula de 12,5 kDa (108 aminoácidos) con el 59% de secuencia idéntica con
su contraparte murino. La resistina es miembro de las moléculas similares a
resistina (RELM), una familia de pequeñas proteínas ricas en cisteína con
actividad similar a la de las hormonas que inician procesos inflamatorios. En
humanos, la resistina muestra un cambio conformación reversible dependiente de
concentración, el cual es considerado como responsable de sus actividades
fisiológicas y patológicas. Normalmente, la concentración plasmática de
resistina en humanos varía de 7 a 22 ng/ml. Adicionalmente, se han reportado
varias isoformas de resistina que resultan de “splicing” alternativo. La
resistina humana se encuentra principalmente en dos conformaciones diferentes:
un oligómero con peso molecular de 660 kDa y un triméro con peso molecular de
45 kDa, los cuales biológicamente son más activos en humanos que en ratones y
cruciales para las propiedades pro-inflamatorias de la resistina (promueven la
secreción de factor de necrosis tumoral (TNF) e interleuquina (IL) 1β, -6, -8 y
-12, la generación de especies reactivas de oxígeno (ROS) y la inhibición de eNOS). La resistina también
estimula la liberación de la proteína quimiotáctica de monocitos-1 (MCP-1) y la
activación del factor nuclear kappa B (NF-κB).
Los mecanismos por los cuales la resistina
ejerce sus efectos biológicos son entendidos solo parcialmente. El principal
rol fisiológico de la resistina puede ser la modulación de las respuestas
inflamatoria, inmune y auto-inmune. En macrófagos humanos, la resistina induce
citoquinas pro-inflamatorias y promueve la expresión de moléculas de adhesión
celular, incluyendo la molécula de adhesión celular vascular-1 (VCAM-1), la
molécula de adhesión intercelular-1 (ICAM-1) y la MCP-1; así como también la
expresión del ligando de quimioquina (dominio C-C) 2 (CCL2), con lo cual
contribuye a la quimiotaxis y al reclutamiento de leucocitos en el sitio de la inflamación. Durante la
inflamación patológica, la liberación de resistina por monocitos/macrófagos es
incitada por citoquinas pro-inflamatorias como proteína C-reactiva (CRP), IL-1,
IL-6, IL-12 y TNF-α (a través de la activación de NF-κB) o por otros estímulos
pro-inflamatorios, como peptidoglucanos y endotoxinas. En los vasos sanguíneos,
la resistina dispara la proliferación de músculo liso vascular y la disfunción
endotelial, promoviendo la adhesión endotelio-monocito y la infiltración de
monocitos. Más aún, la resistina puede activar directamente el sistema
complemento.
El receptor de resistina es aún desconocido.
Sin embargo, algunos autores sugieren que los efectos pro-inflamatorios de la
resistina pueden ser mediados por su unión al receptor similar a toll 4 (TLR4).
Otros autores sugieren que la decorina (DCN) podría actuar como un receptor de
resistina en el ratón. Otros potenciales candidatos a receptor de resistina
son: el receptor orfan similar a tirosina quinasa-1 (ROR-1), el receptor del
factor similar a insulina-1 (IGF-1R) y la proteína asociada a adenil ciclasa 1
(CAP1). Específicamente, la resistina unida a CAP1 podría provocar un
incremento de cAMP intracelular, aumentando la actividad de la proteína quinasa
A (PKA) y el NF-κB y, en última instancia, promover la producción de citoquinas
inflamatorias. Varias cascadas de señalización intracelular son disparadas por
la resistina: la señal NF-κB vía
activación de PI3K/AKT, la cascada adenil ciclasa/cAMP/PKA, el sistema MAP
quinasa (MAPK), el canal de calcio tipo L
sensible a voltaje con entrada de
calcio y activación de la fosfolipasa C (PLC) que provoca la liberación
de calcio de compartimentos intracelulares como el retículo endoplásmico.
La resistina activa la transcripción de
genes pro-inflamatorios, citoquinas y quimioquinas vía NF-κB, contribuyendo a
la proliferación de células de musculo liso vascular (VSMC) y causando
disfunción endotelial. La estimulación
de células sanguíneas mononucleares sanguíneas periféricas (PBMC) con resistina
resulta en la translocación dependiente de dosis de las subunidades p65 y p50
del NF-κB del citoplasma al núcleo. La ruta NF-κB juega un rol clave en la
osteoclastogénesis y es considerada una ruta especialmente importante para la
remodelación ósea inducida por resistina, el incremento en la expresión de
resistina inducida por hiperglucemia, el desarrollo de resistencia a la
insulina, la estimulación de citoquinas pro-inflamatorias en macrófagos y PBMC
y la disfunción endotelial. Otro mecanismo por el cual la resistina estimula la
producción de citoquinas pro-inflamatorias es la fosforilación y la posterior activación
de proteínas de transducción de señal, p38, JNK y ERK. La resistina, a través
de la activación de ERK1 y ERK2, induce la proliferación de células de músculo
liso de arteria coronaria humana, impactando los eventos de la estenosis
vascular. La resistina también genera estrés oxidativo, el cual es un mecanismo
clave para activar la ruta de señalización MAPK e inhibir la expresión del gen
de la eNOS. Asimismo, la resistina reduce la biodisponibilidad de NO induciendo
la proliferación de VSMC y causando disfunción endotelial. A su vez, la reducción
de la biodisponibilidad de NO provoca alteración de la vasodilatación, aumento
de la incidencia de trombosis, permeabilidad vascular, angiogénesis y adhesión
celular. En conjunto, estos eventos contribuyen a la ateroesclerosis, la
promoción del daño endotelial y la
inflamación de vasos sanguíneos y tejidos perivasculares, acelerando el
inicio de enfermedades cardiovasculares.
La resistina está implicada en un amplio
rango de procesos fisiológicos y patológicos como ateroesclerosis, enfermedades
cardiovasculares, hígado graso no alcohólico, osteoporosis, cáncer, asma,
enfermedad de Crohn, enfermedad renal crónica, enfermedades metabólicas,
diabetes mellitus tipo 2 (DMT2) y enfermedades autoinmunes (lupus eritematoso).
Más aún, los datos recientes demuestran que los altos niveles de resistina
pueden provocar insuficiencia renal. La evidencia reciente indica que la
resistina tiene un rol en la obesidad, el síndrome metabólico (SM) y la DMT2,
aunque la resistina podría tener efectos opuestos en comparación con otras
adipoquinas. Por ejemplo, la adiponectina, una adipoquina secretada
principalmente por el tejido adiposo blanco, facilita los efectos de la
insulina sobre los hepatocitos y mejora el metabolismo de la glucosa y los
ácidos grasos. Los altos niveles de resistina están asociados con bajos niveles
de adiponectina, lo cual antagoniza el rol protector de la adiponectina, promoviendo
la inflamación y enfermedades como el SM. La asociación entre resistina y
obesidad es más fuerte en mujeres que en hombres, aunque algunos estudios
reportan resultados opuestos. La dieta y el ejercicio físico disminuyen los
niveles de resistina, lo cual típicamente se acompaña con una reducción del
índice de masa corporal (IMC) y la masa grasa. Entonces, aunque la resistina
humana no deriva de célula grasa, la proteína está asociada con la obesidad y
responde a los cambios en la masa de tejido adiposo.
La resistina ejerce sus efectos
glucorreguladores estimulando la producción hepática de glucosa. En este
contexto, la resistina disminuye la
expresión del receptor de insulina y la actividad de la enzima glucógeno
sintetasa al tiempo que incrementa la actividad de la enzima glucógeno
fosforilasa. El resultado es un menor contenido de glucógeno en el hígado
debido a la atenuación de la glucogénesis y el incremento en la glucogenolisis.
Los componentes del SM están
interrelacionados a través de la hiperinsulinemia subyacente y la
inflamación, en las cuales la resistina juega un rol importante. Los estadios
iniciales del desarrollo de SM –pero no el SM ya establecido- pueden estar
asociados con altos niveles de resistina. Esto puede deberse a un mayor estado
inflamatorio en los estadios iniciales del SM. La resistina también contribuye
fuertemente al inicio de la DMT2, la cual es un factor de riesgo adicional para
una mayor morbilidad y mortalidad en sujetos obesos. Los altos niveles de
resistina incrementan la incidencia de hipertensión arterial en mujeres sin DMT2 y están
relacionados con infarto de miocardio y eventos isquémicos recurrentes. Sin
embrago, los mayores niveles de resistina se encuentran en pacientes con DMT2 y
se correlacionan positivamente con las complicaciones de la diabetes
gestacional y las enfermedades cardiovasculares.
En varios estudios, la resistina es
considerada una causa mayor de ateroesclerosis y enfermedades cardiovasculares,
incluyendo insuficiencia cardiaca y eventos cardiacos isquémicos. Más aún, la
resistina está involucrada en las rutas moleculares de la angiogénesis, la
migración de trombosis, la proliferación
VSMC y el incremento en la expresión de MCP-1 y VCAM-1 en células endoteliales
vasculares, indicando un posible mecanismo por el cual la resistina puede
contribuir a la ateroesclerosis. El Health ABC Study demostró una asociación
entre los niveles de concentración de resistina y eventos de enfermedades
cardiovasculares como la insuficiencia cardiaca en adultos mayores. En
cardiomiocitos de rata adulta, la sobre expresión de resistina reduce la contractilidad
y las velocidades de contracción y relajación. En experimentos in vitro, los
macrófagos promueven la calcificación de la válvula aortica a través de la
producción de citoquinas con eventos pro-calcificantes directos sobre las
células intersticiales valvulares. Los adultos mayores con altos niveles de
resistina tienen aumentado el contenido de calcio valvular y mayor densidad de
macrófagos.
La resistina tiene un efecto anoréxico que
provoca disminución de la masa corporal e incremento de enzimas lipogénicas y
citoquinas pro-inflamatorias en el hígado. En varios estudios, los niveles
plasmáticos de resistina se correlacionan positivamente con los niveles de
triglicéridos y apoproteína B (APO B) e inversamente con los niveles de
lipoproteína de alta densidad colesterol (HDLc) y apoproteína A1 (APO A1).
Otros estudios indican que la resistina juega un rol activo en la génesis de
placas ateroescleróticas, provocando daño focal en los vasos sanguíneos y
lesiones isquémicas, incrementando el riesgo de trombosis. La resistina media
la disfunción endotelial a través de la liberación de endotelina-1 (ET-1), la
expresión de VCAM-1, ICAM-1, receptores de factor de crecimiento de endotelio
vascular (VEGFR), metaloproteinasas de la matriz (MMP) y MCP-1; la resistina
también reduce el factor asociado al receptor de TNF-3 (TRAF3),
un inhibidor clave de la señal CD40 en células endoteliales. Posteriormente, la
disfunción endotelial incrementa la expresión, producción y liberación de
resistina. In vivo, la resistina incrementa el tamaño, la progresión, la
desestabilización y la vulnerabilidad de
la placa ateroesclerótica. Los resultados de los estudios clínicos indican una
relación entre los niveles plasmáticos de resistina y la presencia y severidad
de la enfermedad de arteria coronaria.
La resistina emerge como un factor capaz de
modular la función renal. En primer lugar, los altos niveles de resistina se
correlacionan positivamente con reducción de la función renal. Más aún, altos
niveles de resistina se encuentran en pacientes con insuficiencia renal crónica
y/o asociada con complicaciones clínicas. En varios estudios, los niveles plasmáticos
de resistina son altos en adultos mayores con enfermedad renal crónica
avanzada, particularmente en pacientes que reciben hemodiálisis. Por otra
parte, la resistina juega un rol en la patogénesis del hígado graso no
alcohólico y la esteatohepatitis no alcohólica. En varios estudios, la
resistina circulante se correlaciona positivamente con los grados de esteatosis
hepática y con la presencia y severidad de la inflamación y la fibrosis. La
resistina también puede estar asociada con cirrosis hepática, los niveles de
resistina aumentan en los estadios avanzados de la cirrosis hepática. En los
pacientes con pancreatitis aguda, los niveles de resistina se correlacionan con
la severidad de la enfermedad, la necrosis del tejido y las complicaciones
clínicas.
En el hueso, la resistina es expresada
principalmente por los osteoblastos maduros. Los resultados de los estudios in
vitro demuestran que la resistina incrementa la osteoclastogénesis mientras
induce una débil diferenciación de pre-osteoblastos en osteoblastos. Los
niveles elevados de resistina han sido detectados en pacientes con artritis
reumatoidea (AR), osteoartritis (OA) y artritis psoriásica. Los elevados
niveles de resistina en pacientes con OA indican el rol catabólico de la
resistina. Adicionalmente, la resistina puede ser detectada en las
articulaciones inflamadas de pacientes con AR y OA. En plasma y líquido
sinovial, los niveles de resistina son elevados después de lesiones articulares
traumáticas. La resistina incrementa la expresión de MMP-1, MMP-13 y ADAMTS-4
en condrocitos articulares humanos. La resistina puede estimular la síntesis de
citoquinas inflamatorias como IL-6 y TNF-α, así como también de PGE2. Por otra
parte, la resistina estimula la degradación de proteoglucanos e inhibe la
producción de colágeno tipo 2 en cartílagos humanos.
La producción de resistina ha sido observada
en el hipotálamo, donde modula la conducta alimentaria y la ingesta de
alimentos e inhibe la liberación de neuropéptidos. Los niveles de resistina
están alterados en el líquido cerebro-espinal de pacientes con enfermedad de
Alzheimer (EA). La resistina también provoca disfunción mitocondrial, la cual
está asociada con el proceso de EA. Fisiológicamente, la resistina estimula el
metabolismo mitocondrial y los altos niveles de resistina reducen el potencial
transmembrana mitocondrial, provocando daño mitocondrial irreversible. Los
monocitos y las células inmunocompetentes, típicamente presentes en las placas
de la EA, incrementan la concentración de resistina. Un estudio in vitro
reciente demuestra que la resistina induce resistencia a la insulina a través
del TLR4 y el incremento de la señal insulina contribuye a la EA. Más aún, la
resistina, al aumentar la inflamación, promueve el desarrollo de SM y
desordenes cardiovasculares, los cuales son factores de riesgo para la EA.
El envejecimiento es un proceso biológico
complejo y multifactorial definido como disminución dependiente de edad, o
progresivo con la edad (gradual), en la función fisiológica intrínseca después
de la madurez, provocando un incremento en la tasa de mortalidad. Con el envejecimiento aumenta la prevalencia
de anormalidades metabólicas. Estas anormalidades incluyen obesidad,
dislipidemia, hipertensión arterial y resistencia a la insulina, provocando un
mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares. En particular, los adipocitos
modulan la actividad de pre-adipocitos,
células endoteliales y monocitos/macrófagos debido a que incrementan la
producción de citoquinas pro-inflamatorias (IL-1β, IL-6, IL-8, IL-10 y TNF-α),
hormonas (leptina, adiponectina, resistina), ácidos grasos libres no
esterificados, PAI-1 y angiotensinógeno.
Esto provoca inflamación, la cual media muchos aspectos del envejecimiento. En
este complejo cuadro de alteraciones metabólicas relacionadas con la edad, los
niveles de resistina también muestran un incremento relacionado con la edad. En
los adultos mayores, la resistina aumenta en todas las situaciones de
inflamación.
En conclusión, la resistina es una pequeña
proteína secretada que regula el metabolismo de la glucosa en los mamíferos.
Los altos niveles de resistina inducen resistencia a la insulina y ejercen
efectos pro-inflamatorios. En este contexto, la resistina juega un rol importante
en varias enfermedades metabólicas, inflamatorias y autoinmunes. Recientemente,
la resistina ha sido incluida entre las características del envejecimiento
debido a su rol mediador en la inflamación, la disfunción mitocondrial, la
apoptosis y la reducción de la actividad del tejido adiposo.
Fuente: Acquarone
E et al (2019). Resistin: a reappraisal. Mechanisms of Ageing and Development
178: 46-63.