Vitamina D y obesidad
La prevención de
la obesidad es uno de los más importantes problemas de la ciencia médica
actual, pues la tasa de prevalencia en el mundo alcanza niveles de pandemia. En
2010, las complicaciones relacionadas con sobrepeso y obesidad resultaron en la
muerte de al menos 4 millones de personas, en el deterioro de la calidad de
vida de 4% de la población cada año y 4% de la población desarrolló algún tipo
de discapacidad. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), el
sobrepeso y la obesidad afectan a 43 millones de niños menores de 5 años en el
mundo y esta cantidad podría aumentar a 60 millones en el año 2020. La
prevalencia de deficiencia e insuficiencia de vitamina D en pacientes con sobre
peso y obesidad varía desde 5,6% en Canadá hasta 96,0% en Alemania.
En años recientes ha aumentado el interés
por estudiar el rol de la vitamina D en el cuerpo humano. Esto se debe al hecho
que actualmente la vitamina D no solo es conocida por sus efectos sobre el hueso (calcémicos), sino que
también hay evidencia de nuevos efectos en otros tejidos (no calcémicos). En el
enfoque contemporáneo, la deficiencia de vitamina D está asociada con
incremento en el riesgo de diabetes mellitus, hipertensión arterial,
insuficiencia cardiaca, enfermedad arterial periférica, infarto agudo de
miocardio, varias formas de cáncer, enfermedades inflamatorias y autoinmunes,
disminución de las defensas inmunes e incremento de la mortalidad. La vitamina
D juega un rol esencial en la regulación de la homeostasis de la glucosa, los
mecanismos de secreción de insulina y la inflamación asociada con obesidad. Las
mujeres embarazadas, las personas de color (alta pigmentación de melanina en la
piel), los niños y adultos obesos y los niños y adultos que practican la
abstinencia de la exposición directa al sol son especialmente de alto
riesgo. Estos datos son el resultado de
entender que la vitamina D no es una vitamina en la interpretación clásica, sino
una prehormona esteroidal con acción autocrina, paracrina y endocrina, la cual
en el cuerpo humano, a través de procesos enzimáticos, es consistentemente
transformada en un metabolito biológicamente activo que afecta varios órganos y
tejidos a través de efectos genómicos y no genómicos.
En los niños, la obesidad no es definida por
un umbral estándar como en los adultos, las medidas son comparadas con una
población de referencia. El diagnóstico de obesidad en niños usualmente está
determinado por el cálculo del índice de masa corporal (IMC). Los valores de
IMC son graficados en cartas de crecimiento específicas de edad y sexo. Los
Centers for Diseases Control definen el sobrepeso entre 85-95 percentil y la obesidad con un
percentil mayor o igual a 95. La OMS por su parte define el sobrepeso entre
85-97 percentil y la obesidad mayor o igual al percentil 97. Cuatro países son líderes en obesidad infantil
en el mundo: Grecia, USA, Italia y Méjico. La mayoría de niños y adolescentes
con sobrepeso y obesidad viven en países
económicamente desarrollados. Por ejemplo, se estima que 39% de los niños en Norte
América presentan sobrepeso u obesidad. Sin embargo, en los últimos años, se
observa un incremento en la prevalencia de obesidad en niños en los países con
niveles económicos medios y bajos. En Europa, países como Bulgaria, Croacia,
República Checa, Hungría y la Federación Rusa tienen una prevalencia de
obesidad (incluyendo excesivo peso corporal)
en niños y adolescentes en el rango de 14,4-19,2% entre los varones y
11,8-17,6 entre las hembras.
La insuficiencia de vitamina D y la excesiva
acumulación de grasa tienen efectos negativos mutuos como resultado de
excesivos procesos metabólicos y disminución de la actividad de la α-hidroxilasa,
la enzima clave en la biotransformación de calciferol en un hígado infiltrado
de grasa, lo cual resulta en acumulación de formas inactivas y disminución de
la biodisponibilidad de vitamina D. En la obesidad, la vitamina D afecta la
secreción de insulina, la sensibilidad tisular a la insulina y la inflamación
sistémica. Los efectos directos y paracrinos de la vitamina D provocan la
activación del receptor de vitamina D (VDR) en las células β pancreáticas, la
expresión de CYP27B1 y la síntesis local de 1,25(OH)2D (calcitriol).
La secreción de insulina y la sensibilidad de los tejidos a la insulina son
mecanismos dependientes de Ca2+, mientras la vitamina D regula las
concentraciones intracelulares de Ca2+ y su paso a través de las
membranas. Adicionalmente, la vitamina D afecta positivamente la expresión de
receptores de insulina en células periféricas y contrarresta la respuesta
inmune sistémica a través de la modulación de la expresión y actividad de
citoquinas.
La influencia del tejido adiposo sobre el
metabolismo de la vitamina D, por una parte, y su rol patógeno en los
mecanismos de desarrollo de la obesidad, por otra parte, están estrechamente
relacionados y representan procesos mutuamente dependientes. Numerosos estudios
reportan que las concentraciones de 25(OH)D (calcifediol) pueden disminuir en
la obesidad. Sin embargo, no hay consenso sobre porque los niveles de
calcifediol disminuyen en los individuos obesos. El punto de vista más popular
es que el tejido adiposo absorbe la vitamina D soluble en grasa. Algunos datos
disponibles revelan que las concentraciones plasmáticas de 25(OH)D muestran una
fuerte correlación inversa con el volumen de grasa y una débil correlación
inversa con el IMC. Otra hipótesis explica que las concentraciones de 25(OH)D
bajan por el hecho que las personas obesas tienen un estilo de vida sedentario
y son menos activas físicamente, lo cual disminuye la exposición al sol y la
síntesis endógena de vitamina D. Otras
hipótesis señalan que el metabolismo de vitamina D y la síntesis de 25(OH)D son
alterados por el desarrollo de esteatosis hepática en la obesidad y que los
altos niveles de leptina e IL-6 alteran la síntesis de 25(OH)D.
En la medida que el peso corporal aumenta y
el balance energético es positivo, la cantidad de tejido adiposo aumenta y
cambia su distribución, composición celular y funciones. Un incremento en el
volumen del tejido adiposo del cuerpo resulta en cambios fisiológicos,
hipertrofia de adipocitos (no hiperplasia), depósitos ectópicos de grasa,
hipoxia y estrés crónico, lo cual eventualmente provoca alteraciones en la
secreción de adipoquinas. La hipertrofia del adipocito juega un rol clave en la
pérdida de la sensibilidad a la insulina. Los adipocitos hipertróficos secretan
factores pro-inflamatorios (leptina, Il-6, IL-8) al tiempo que disminuye la
producción de adipoquinas sensibles a la insulina (adiponectina, IL-10). Las
adipoquinas son sintetizadas por los adipocitos y afectan el metabolismo de
carbohidratos y grasas. Los estudios in vitro han demostrado que el Ca2+
y el calcitriol regulan la expresión de adipoquinas en el tejido adiposo
visceral y la vitamina D tiene un efecto modulador sobre la expresión de los
genes responsables de la secreción de leptina y adiponectina. Los estudios
conducidos en niños obesos, con deficiencia de vitamina D o sin
insuficiencia de vitamina D, revelan un
efecto directo del calcitriol que eleva los niveles de adiponectina, lo cual
sugiere influencias mutuas de la vitamina D y la obesidad en niños. De acuerdo
con la mayoría de autores, las adipoquinas (leptina, adiponectina) son
importantes predictores de alteración de la sensibilidad a la insulina, lo cual
indirectamente disminuye la gluconeogénesis en el hígado, aumenta el transporte
de glucosa en los músculos, se correlaciona con la reducción de vitamina D y
muestra una relación inversa con la resistencia a la insulina.
El tejido adiposo es heterogéneo y contiene
precursores de adipocitos (preadipocitos), terminaciones nerviosas, vasos
sanguíneos y leucocitos. La obesidad está asociada con una gran cantidad de
macrófagos en la fracción vascular estromal del tejido adiposo. La migración de
macrófagos ocurre como resultado de la alteración en la función del tejido
adiposo y la elevada concentración de ácidos grasos libres. La producción de
las proteínas quimioatrayente-1 e integrina α-4 por los adipocitos promueve la
adhesión de macrófagos a la pared endotelial y su posterior paso a través de la
barrera endotelial para acumularse en el tejido adiposo visceral. La proteína
LTB4, otro quimioatrayente, es producida por los adipocitos como resultado del
exceso consumo de energía y promueve la
acumulación de neutrófilos en el tejido adiposo. Los macrófagos que migran al
tejido adiposo se diferencian de una manera dependiente del volumen de tejido
adiposo y por consiguiente de la concentración de adipoquinas generadas en el
tejido adiposo. El exceso de tejido graso está asociado con la transformación
(diferenciación) patológica M1 de macrófagos. La clásica transformación M1 de
macrófagos se desarrolla bajo la influencia de células “helper” T1 e
interferón γ. Los macrófagos M1 secretan los factores pro-inflamatorios TNF-α e
IL-1β y tienen un gran potencial fagocítico y bactericida. Por el contrario,
las células Th2 secretan
IL-4. IL-10 e IL-13 y promueven la transformación de macrófagos a través de la
ruta M2. Los macrófagos M2 tienen efectos anti-parasitarios, promueven la
reparación y remodelación tisular y secretan el mediador anti-inflamatorio
IL-10. La acumulación de macrófagos M1 en el tejido adiposo y su actividad
inflamatoria, conjuntamente con un balance alterado de citoquinas pro- y
anti-inflamatorias, es un elemento clave en la patogénesis de diabetes mellitus
tipo 2, desordenes cerebrovasculares e hígado graso no alcohólico en los
pacientes con obesidad.
La resistencia a la insulina asociada a la
obesidad es acompañada por niveles elevados de citoquinas pro-inflamatorias
como TNF-α, IL-6 e IL-1β. Las citoquinas pro-inflamatorias activan rutas
inflamatorias intracelulares, lo cual resulta en la activación de la quinasa
terminal Jan N-1 (JNK1) y la inhibición de la quinasa inhibidor de factor
nuclear kappa-B - subunidad β (IKK-β).
Los productos de la activación de estas citoquinas intracelulares disminuyen la
sensibilidad a la insulina de los receptores y, por tanto, disparan la
resistencia a la insulina. La activación de
quinasas en la obesidad demuestra la interrelación de procesos
metabólicos e inmunes en el tejido adiposo. JNK1 e IKK-β son las quinasas
activadas por la respuesta inmune mediada por receptores similares a Toll (TLR)
que pueden ser estimulados por lipopolisacáridos (LPS), peptidoglucanos y otros componentes
microbianos. JNK1 e IKK-β son las rutas de señalización intracelular que
promueven resistencia a la insulina. La activación de alguna de estas rutas
resulta en la fosforilación de residuos serina en el receptor de insulina,
contrarrestando los efectos de la
insulina. La IKK-β también fosforila al inhibidor del factor nuclear kappa-B
(NF-κB), lo cual provoca su traslado al núcleo donde se une al ADN y activa
mediadores inflamatorios. La JNK1 también es capaz de estimular la
transcripción de genes inflamatorios en combinación con la proteína factor de
activación de transcripción-1 (AP-1). La sensibilidad a la insulina promueve la
activación del receptor de ácidos grasos ω-3 (GPR120), el cual inhibe a JNK1 e
IKK-β. El receptor activado por proliferador de peroxisoma-γ (PPAR-γ) también
aumenta la sensibilidad a la insulina afectando a los factores NF-κB y AP-1 y
por consiguiente la expresión de genes inflamatorios.
La vitamina D, sintetizada en la piel o
ingerida con los alimentos, entra en la circulación sistémica y tiene dos
reacciones de hidroxilación. La primera reacción de hidroxilación tiene lugar
en el hígado formando 25(OH)D, la segunda hidroxilación ocurre en el riñón
formando 1,25(OH)2D. Este metabolito activo (calcitriol) interviene
en los efectos clásicos (calcémicos) y en los efectos no-calcémicos. El
calcitriol afecta los riñones regulando el sistema
renina-angiotensina-aldosterona (RAAS), modula la inmunidad innata y adquirida,
ejerce efectos sobre el tejido adiposo y las células β pancreáticas, altera la
sensibilidad a la insulina de las células y mejora el perfil de lípidos. Como resultado de su influencia
sobre el páncreas, particularmente sobre las células β, la expresión de
receptores de insulina aumenta y la sensibilidad a la insulina es incrementada.
En el tejido adiposo, la vitamina D aumenta las concentraciones de
HDLcolesterol, promueve cambios en el perfil adiposo e incrementa los niveles
de leptina. La vitamina D tiene un importante efecto no calcémico, modificando
el riesgo de diabetes mellitus tipo 2 y alterando el perfil de secreción de
adipoquinas mientras no disminuye ni afecta el peso corporal. La vitamina D
afecta la función de la proteína calbindina y actúa como modulador de la
liberación de insulina estimulada por despolarización, redistribuyendo el
calcio intracelular. La vitamina D tiene un efecto sobre la sensibilidad a la
insulina a través de varios mecanismos: estimulando la expresión de genes
sensibles a la insulina e interactuando con el receptor VDR localizado en el
núcleo celular. El resultado es un incremento en la actividad transcripcional
del gen del receptor de insulina sin cambios en su afinidad. El calcitriol
también puede aumentar la sensibilidad a la insulina activando al PPAR-γ. La
insuficiencia de vitamina D también provoca elevación de la concentración de
hormona paratiroidea, disminución de la sensibilidad a la insulina, activación
de la lipogénesis y un incremento en la masa grasa. La vitamina D
indirectamente afecta la resistencia a la insulina a través del RAAS.
El calcitriol después de unirse al VDR forma
un heterodímero con el receptor retinoide X (RXR) y se traslada al núcleo,
donde este complejo interactúa con regiones del ADN específicas, llamadas
elementos de respuesta a la vitamina D. Por interacciones adicionales con
proteínas correguladoras, el complejo VDR-RXR regula aproximadamente 3% del
genoma humano. El VDR, miembro de la super familia de receptores de
hormonas esteroides, tiene un rol esencial en la modulación de la respuesta
inmune y la inflamación. El complejo vitamina D-VDR controla la secreción de insulina
por las células β. El VDR es expresado en el tejido adiposo subcutáneo, el
tejido adiposo visceral y los adipocitos de la glándula mamaria. El calcitriol inhibe la inflamación crónica
que resulta de la obesidad a través de la inhibición de las citoquinas
pro-inflamatorias IL-1β, IL-6, IL-8 e IL-12, lo cual reduce la actividad inflamatoria en los adipocitos.
El calcitriol reduce la inflamación en el tejido adiposo visceral, pero no
reduce la inflamación en el tejido adiposo subcutáneo. En los individuos
obesos, la reducción de actividad de la proteína quinasa activada por AMP
(AMPK) está asociada con inflamación del
tejido adiposo. La AMPK aumenta la expresión de sirtuina 1, mediante el incremento de la relación
NAD/NADH, y disminuye la infiltración de macrófagos y la inflamación en el tejido adiposo, ambos
efectos son claves en la prevención de la obesidad y la disfunción metabólica
relacionada con la obesidad. El calcitriol también ejerce efectos
anti-inflamatorios mediados por la inhibición del NFκB y la ruta de
señalización de la proteína quinasa activada por mitogenos (MAPK).
Adicionalmente, el calcitriol reduce la expresión de los TLR, proteínas
transmembrana que disparan la cascada de reacciones que provocan la activación
del TNF-α. El calcitriol tiene un efecto
sobre la regulación de NFκB, el principal factor de transcripción para el TNF-α, también bloquea la
diferenciación de células dendríticas e
inhibe la proliferación de linfocitos.
En conclusión, el excesivo peso corporal
resulta en acumulación de tejido adiposo, alteración de la función del
adipocito, desarrollo de hipertrofia del adipocito y alteración del patrón de
secreción de adipoquinas. Estos cambios resultan en migración y transformación
de macrófagos y en el desarrollo de inflamación del tejido adiposo. Como
resultado de la inflamación, la síntesis de citoquinas pro-inflamatorias
(TNF-α, IL-1β, IL-6) aumenta y se desarrolla resistencia a la insulina. La
vitamina D, a través de su metabolito bioactivo 1,25(OH)2D, tiene un efecto inhibidor sobre la expresión
de los genes responsables de la secreción de leptina y adiponectina, al tiempo
que inhibe la inflamación a través de la disminución de la producción de
citoquinas pro-inflamatorias. La insuficiencia de vitamina D resulta en el
desarrollo de inflamación en el tejido adiposo infiltrado con macrófagos y
linfocitos.
Fuente: Zakharova
I et al (2019). Vitamin D insufficiency in overweight and obese children and
adolescents. Frontiers in Endocrinology 10:103.
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