Roles emergentes de las mioquinas
Las mioquinas son
definidas como citoquinas y otros péptidos que son producidos, expresados y
liberados por fibras musculares esqueléticas y ejercen efectos autocrinos, paracrinos y
endocrinos. Las mioquinas median la comunicación entre los músculos
esqueléticos y otros órganos, incluyendo cerebro, tejido adiposo, hueso,
hígado, intestino, páncreas, lecho vascular y piel, así como también en el
mismo músculo que las produce. Hasta hoy, han sido identificadas más de 650
mioquinas, aunque la función biológica ha sido descrita solamente para el 5% de
todas las mioquinas conocidas. Algunas mioquinas son responsables de mediar el
aporte de energía en relación con el ejercicio. Las mioquinas también están
involucradas en la proliferación, diferenciación y regeneración del músculo
independiente de ejercicio. Durante el ejercicio, las mioquinas median la interacción
del músculo con otros órganos. Adicionalmente, algunas mioquinas tienen efectos
anti-cáncer.
Algunas mioquinas como miostatina, decorina,
interleuquina 6 (IL-6) y factor inhibidor de leucemia (LIF) ejercen su efecto
en el mismo músculo esquelético y están involucradas en la regulación de la
masa muscular. La miostatina, el primer factor derivado del músculo considerado
como mioquina, es miembro de la superfamilia del factor de crecimiento
transformante-β (TGF-β) y regula negativamente la miogénesis de una manera
autocrina. La decorina es una mioquina regulada por el ejercicio y actúa como
antagonista de la miostatina. Los niveles circulantes de decorina aumentan en
respuesta al ejercicio en humanos mientras el entrenamiento al ejercicio reduce
los niveles de miostatina en musculo y sangre. La citoquina IL-6 juega un rol
importante en la miogénesis. La IL-6 producida por los miotubos estimula la
proliferación celular de una manera paracrina. El LIF es miembro de la superfamilia de IL-6 y
tiene múltiples funciones biológicas. El LIF estimula la proliferación de
células satélites. IL-6 y LIF activan la señal mTORC1 en los miotubos.
La IL-6 también trabaja de manera paracrina
ejerciendo efectos metabólicos en el músculo. Está bien documentado que la IL-6
incrementa la captación basal de glucosa y la translocación del transportador de
glucosa GLUT4. Adicionalmente, la IL-6 incrementa la captación de glucosa
estimulada por insulina en humanos sanos. El efecto de la IL-6 sobre la
captación de glucosa in vitro es mediado por la activación de la proteína
quinasa activada por AMP (AMPK). Varios estudios han descrito que la IL-6 puede
aumentar la oxidación de ácidos grasos en el músculo vía activación de la AMPK.
El factor neurotrófico derivado del cerebro (BDNF) también es expresado en
músculos esqueléticos humanos, pero no es liberado a la circulación. El BDNF es
una mioquina capaz de aumentar la activación de
AMPK y, por tanto, la oxidación de lípidos de una manera autocrina y
paracrina. Varios estudios han identificado a la musclina como un factor
inducido por el ejercicio que promueve la biogénesis mitocondrial en músculo
esquelético de ratones. La evidencia reciente demuestra que la musclina es
capaz de abolir la atrofia muscular relacionada con cáncer.
El ejercicio físico tiene
efectos positivos sobre la función cognitiva y la salud cerebral, disminuye el
riesgo de demencia y juega un rol en el tratamiento de la enfermedad. En
general, la actividad física disminuye la tasa de declive cognitivo en personas
sanas y en personas con desórdenes neurodegenerativos. Más aún, el ejercicio
físico tiene un impacto positivo sobre el estrés, la ansiedad y la depresión.
Múltiples estudios demuestran que un estilo de vida activo está asociado con el
aprendizaje, la memoria, las funciones ejecutivas, el lenguaje y la
inteligencia. La actividad física también tiene efectos beneficiosos sobre el
apetito y el sueño. El ejercicio influye sobre el hipocampo más que sobre
cualquier otra parte del cerebro. Los estudios en roedores y humanos demuestran
que el ejercicio incrementa el volumen del hipocampo y el flujo sanguíneo en
esta parte del cerebro. En particular, el ejercicio influye en la neurogénesis
en el girus dentado e incrementa la plasticidad sináptica. El hallazgo que la
contracción muscular es “sensada” por el cerebro sugiere que factores
periféricos inducidos por el ejercicio pueden estar involucrados en la
interacción entre los músculos en actividad y la función cerebral.
Los hallazgos recientes sugieren la
existencia de un asa endocrina músculo-cerebro, la cual al menos en parte,
puede ser mediada por señales mioquinas. Otros posibles mediadores incluyen
metabolitos, ARN no codificantes, respuestas hormonales y enzimas musculares
con impacto sobre compuestos circulantes. En este contexto, el BDNF juega un
rol dominante mediando los efectos del ejercicio sobre el hipocampo. Los
estudios en humanos demuestran que el BDNF es liberado por el cerebro durante
el ejercicio. El BDNF es un factor de crecimiento para el hipocampo y está
involucrado, por ejemplo, en la supervivencia celular y el aprendizaje. Otros
estudios proponen que las mioquinas irisina y catepsina B (CTSB) pueden
atravesar la barrera hematoencefálica (BHE) y provocar un incremento en la
expresión BDNF en el hipocampo y estimular
la neurogénesis. La irisina es una mioquina dependiente de PGC-1α conocida por
su efecto “marronizante” sobre el tejido adiposo blanco. Cuando la irisina es
sobre expresada en neuronas corticales primarias, provoca un incremento en la
expresión de BDNF. El ejercicio incrementa la expresión de CTSB en musculo y
plasma de ratones, monos y humanos.
Los niveles elevados de IL-6 acompañan a la
obesidad y la diabetes tipo 2. Sin embargo, la IL-6 también tiene efectos
metabólicos beneficiosos. Los estudios en humanos demuestran que los niveles
fisiológicos de IL-6 tienen muchos efectos positivos, incluyendo un aumento de
la captación de glucosa estimulada por insulina, la lipólisis y la oxidación de
lípidos. La IL-6 también retarda el vaciamiento gástrico y ejerce efectos sobre
el control de la glucosa postprandial. Durante el trabajo muscular, la IL-6 es
producida por el músculo esquelético y liberada en la sangre. La liberación de
IL-6 provoca un aumento exponencial de su concentración circulante en humanos. Las
altas concentraciones sistémicas de IL-6 pueden pasar la BHE y ejercer efectos
centrales sobre el apetito. La IL-6 derivada del músculo esquelético, inducida por el ejercicio de larga duración y
alta intensidad, puede inhibir el apetito.
Las mioquinas están involucradas en la
regulación del metabolismo de lípidos en relación con el ejercicio y la
evidencia reciente sugiere que algunas mioquinas también tienen la capacidad
para inducir la marronización del tejido adiposo blanco (TAB). Los estudios en roedores demuestran que la
IL-6 puede aumentar la lipólisis y la oxidación de grasas a través de un
mecanismo que involucra la activación de la AMPK. El ejercicio provoca una
reducción de la masa de tejido adiposo visceral, un efecto que es abolido por
el bloqueo del receptor de IL-6. El bloqueo del receptor de IL-6 también causa
la abolición de la pérdida, inducida por ejercicio, de la grasa cardíaca.
La irisina es una mioquina con capacidad
para “marronizar” el TAB en ratones. La expresión de PGC-1α en el músculo
esquelético estimula un incremento de FNDC5 en la membrana, la cual es clivada
y secretada como irisina. Los estudios demuestran que la irisina estimula la
expresión de la proteína desacoplaadora 1 (UCP1) en el tejido adiposo marrón
(TAM). Otra mioquina con efectos
marronizantes es la proteína similar a meteorina (Metrnl), un factor circulante
derivado del músculo esquelético inducido después del ejercicio. La Metrnl
estimula la expresión de genes asociados con la termogénesis en el tejido
adiposo beige y también mejora la tolerancia a la glucosa y estimula el gasto
de energía. Durante el ejercicio, hay otros factores circulantes con potencial
para inducir la marronización como el ácido β-aminoisobutírico, no clasificado
como mioquina pero secretado por los miocitos. Más aún, el ácido
β-aminoisobutírico tiene efectos marronizantes sobre los adipocitos humanos.
Adicionalmente, dos hepatoquinas juegan un rol en la marronización del TAB
inducida por el ejercicio. El factor de crecimiento fibroblástico 21 (FGF21) y
la folistatina son liberados por el hígado humano durante el ejercicio y su
liberación es controlada por la relación glucagón/insulina. Existe evidencia
que el FGF21 y la folistatina pueden inducir la marronización de células del
TAB.
El músculo esquelético y el hueso están
íntimamente relacionados durante el crecimiento y desarrollo y el desuso y/o
atrofia muscular resulta en osteoporosis. Los estudios en ratones demuestran
que la inhibición de la miostatina
provoca un incremento en la masa ósea. La miostatina reduce la formación de
osteoclastos y la destrucción ósea. Entonces, mientras la miostatina es un
regulador negativo del hueso, es un regulador positivo de la resorción ósea. El
factor de crecimiento similar a insulina (IGF-1) tiene un efecto positivo sobre
la formación de hueso. El IGF-1 derivado del músculo esquelético puede actuar
sobre los osteoblastos que expresan el receptor de IGF-1 y promover la
formación de hueso. La osteoglicina es una mioquina que inhibe la migración de
mioblastos durante la miogénesis. Otras mioquinas afectan positivamente (IGF-2,
IL-15) o negativamente (TGF-β) el metabolismo óseo.
Para mantener la homeostasis de la glucosa
durante el ejercicio, la captación de glucosa en el músculo esquelético es
acompañada por un incremento en la producción hepática de glucosa. Los
mediadores de la producción endógena de glucosa incluyen un incremento en la
relación glucagón/insulina en la circulación porta, adrenalina y noradrenalina,
pero estos factores solos no pueden satisfacer el rápido incremento en la
producción de glucosa. Las células musculares son capaces de producir un
componente humoral que contribuye a la producción hepática de glucosa. La IL-6
derivada del músculo esquelético juega un rol en la producción hepática de
glucosa durante el ejercicio en humanos. Adicionalmente, las elevaciones agudas
de IL-6 estimulan la secreción de GLP-1 en las células L del intestino y las
células β pancreáticas, lo cual aumenta la secreción de insulina. Este hallazgo
sugiere que la IL-6 está involucrada en un asa endocrina que protege contra las
alteraciones de la homeostasis de la glucosa. Más aún, la IL-6 retarda el
vaciamiento gástrico, el regulador más significativo de la glucemia
postprandial. Por otra parte, estudios recientes indican las fibras musculares
tipo I y tipo II impactan diferencialmente la secreción de insulina en la
diabetes tipo 2, a través de la secreción de mioquinas específicas. Mientras el
TNF-α puede inhibir indirectamente la función de las células β y la IL-1β está
involucrada en el daño de las células β, La IL-6 regula positivamente la masa
de células β estimulando la proliferación celular y previniendo la apoptosis
inducida por estrés metabólico. Por tanto, el incremento en la producción de
IL-6 inducido por el ejercicio puede estar involucrado en la protección de la
masa y función de células β pancreáticas.
El envejecimiento está asociado con
numerosas alteraciones, incluyendo cambios en la piel. El ejercicio mejora los
cambios en la piel asociados con la edad en ratones y humanos. El ejercicio
regula la expresión muscular de IL-15 a través de la AMPK. La eliminación de la
AMPK muscular provoca debilitamiento de las estructuras de la piel, mientras
las inyecciones de IL-15 reproducen algunos de los efectos antienvejecimiento
del ejercicio. Este hallazgo apoya la idea que el ejercicio retarda el
envejecimiento de la piel a través de un mecanismo que involucra a la IL-15
derivada del músculo esquelético.
Durante el ejercicio, los músculos trabajan
como un órgano inmunorregulador con impacto sobre el tráfico de leucocitos y la
inflamación. Durante el ejercicio, leucocitos y neutrófilos son movilizados a la circulación sanguínea.
Con el ejercicio de alta intensidad y de larga duración, la concentración de
linfocitos cae por debajo de los valores de pre-ejercicio mientras el número de
neutrófilos continua aumentando. El
efecto del ejercicio agudo sobre linfocitos y neutrófilos es mediado por la
adrenalina, pero la reducción post-ejercicio en el número de linfocitos y el
continuo incremento en el número de neutrófilos son mediados por la adrenalina
y el cortisol. Hay algunas indicaciones que el aumento del cortisol inducido
por el ejercicio es mediado por IL-6. Por otra parte, en humanos, el ejercicio
puede inducir efectos anti-inflamatorios. El incremento agudo de IL-6 inducido por el ejercicio estimula un
ambiente anti-inflamatorio sistémico. La IL-6 promueve un incremento en la
producción de las citoquinas
anti-inflamatorias, antagonista del receptor de IL-1 (IL-1ra) e IL-10. El
IL-1ra inhibe la transducción de la señal IL-1β y la IL-10 inhibe la síntesis
de TNF-α. Los efectos anti-inflamatorios de larga duración inducidos por el
ejercicio son facilitados a través de la reducción de la grasa abdominal. La
carencia de ejercicio provoca la acumulación de grasa visceral y por
consiguiente una red de enfermedades crónicas. El ejercicio al disminuir la
masa grasa visceral y cardíaca disminuye las moléculas inflamatorias a través
de un mecanismo que involucra un incremento de IL-6.
Los estudios epidemiológicos sugieren que la
actividad física reduce el riesgo de al menos 13 tipos diferentes de cáncer.
Las personas que son físicamente activas después del diagnóstico de cáncer de
próstata, cáncer colorectal y cáncer de
mama tienen una mayor tasa de supervivencia que las personas físicamente
inactivas que sufren de los mismos tipos de cáncer. Es obvio que muchos
canceres son acompañados por inflamación crónica de bajo grado sistémica y que
tal inflamación puede manejar la progresión del tumor. Por tanto, el efecto
anti-inflamatorio del entrenamiento físico puede mediar algunos de los efectos
protectores del ejercicio sobre el desarrollo del cáncer. Los hallazgos en
ratones indican que la IL-6 puede tener un rol en la mediación de los efectos
anti-cáncer. Adicionalmente, varios estudios han demostrado un potencial rol de
otras mioquinas incluyendo oncostatina M, irisina y SPARC (secreted protein
acidic and rich in cysteine) en la supresión del crecimiento del cáncer de mama
y colon.
En conclusión, el músculo esquelético
produce y secreta cientos de mioquinas que ejercen su efecto de manera
autocrina, paracrina o endocrina. Los avances recientes demuestran que el
músculo esquelético produce mioquinas en respuesta al ejercicio, lo cual permite
la comunicación entre el músculo y otros órganos, incluyendo cerebro, tejido
adiposo, hueso, hígado, intestino, páncreas, vasos sanguíneos y piel, así como
comunicación en el mismo músculo. Aunque solo para unas pocas mioquinas se
conoce una función específica en humanos, se ha identificado que los roles
biológicos de las mioquinas incluyen efectos sobre, por ejemplo, la cognición,
el metabolismo de glucosa y lípidos, la marronización del tejido adiposo
blanco, la formación de hueso, la función de células endoteliales, la
estructura de la piel y el crecimiento tumoral. Esto sugiere que las mioquinas
pueden ser biomarcadores útiles para monitorear la cantidad, intensidad y modo
de ejercicio que es suficiente para inducir respuestas fisiológicas y metabólicas
específicas en personas con, por ejemplo, cáncer, diabetes o enfermedades
neurodegenerativas.
Fuente: Krogh
Severinsen MC, Pedersen BK (2020). Muscle-organ crosstalk: the emerging roles
of myokines. Endocrine Reviews 41: 594-609.
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