Prolactina en el metabolismo
La prolactina
(PRL) es una hormona peptídica secretada por las células lactotropas de la
hipófisis anterior y su nombre se debe a su rol en la producción de leche
durante la lactancia. Sin embargo, la PRL ejerce otras acciones biológicas,
incluyendo efectos sobre la osmorregulación, crecimiento y desarrollo, función
inmune, cerebro y conducta, angiogénesis, endocrinología y metabolismo.
Consistente con la diversidad funcional de la PRL, sus receptores (PRLR) se
encuentran en muchos tipos de tejidos y células y, en humanos, la hormona circula en niveles que son similares en mujeres y hombres
(ligeramente mayores en mujeres), aunque aumentan significativamente durante el
embarazo y la lactancia. No obstante, el rol de la PRL en hombres no está muy
claro. En roedores, los niveles de PRL en las hembras son similares a los de mujeres
y hombres, pero los machos exhiben niveles significativamente menores.
Los efectos metabólicos de la PRL han sido estudiados
predominante sobre la base de considerar a la PRL solamente como una hormona
diabetógena. Consistente con esta idea, la hiperprolactinemia fisiológica
durante el embarazo promueve resistencia a la leptina, hiperfagia, adiposidad y
el estado de resistencia a la insulina necesario para el aporte materno de
nutrientes para el desarrollo fetal. En esta línea, la hiperprolactinemia
patológica debida a prolactinoma ha sido relacionada con obesidad, tolerancia a
la glucosa alterada y resistencia a la insulina en hombres y mujeres. Sin
embargo, la noción de PRL como hormona exclusivamente diabetógena ha sido
rebatida por trabajos clínicos y experimentales recientes que demuestran que
los bajos niveles circulantes de PRL están asociados con alteraciones
metabólicas, mientras los niveles circulantes normales y por arriba del umbral
convencional de hiperprolactinemia (25 µg/l) promueven la homeostasis
metabólica en enfermedades metabólicas derivadas de diabetes y obesidad.
Las células lactotropas comprenden 15-25%
del número total de células de la hipófisis anterior en ambos sexos. La PRL
madura humana tiene una masa molecular de 23 kDa y comprende 199 aminoácidos,
arreglados en una estructura terciaria de cuatro alfa hélices antiparalelas,
una estructura similar a la de hormonas filogenéticamente relacionadas, como la
hormona de crecimiento y el lactógeno placentario. La secreción de PRL está bajo
control inhibitorio por parte del
sistema dopamina (DA) tubero-infundibular (TIDA) del hipotálamo. La PRL, a su vez, actúa sobre el hipotálamo para promover la
secreción de DA. Los niveles circulantes de PRL muestran una media de 9,9 µg/l
en mujeres y 8,4 µg/l en hombres, los cuales son considerados normales
(fisiológicos), mientras los niveles >25 µg/l convencionalmente son
definidos como hiperprolactinemia. No
obstante, diferentes condiciones fisiológicas (estrés, ejercicio, ritmos
circadianos, estimulación por estrógenos, hipoglucemia inducida por insulina,
etc.) elevan transitoriamente los niveles circulantes de PRL (arriba de 90 µg/l).
Más aún, durante el embarazo y la lactancia, los niveles circulantes de PRL
pueden alcanzar valores >200 µg/l. La mayor parte de la PRL circulante es
liberada por la hipófisis anterior; sin embargo, la PRL también es producida en
sitios extra-hipófisis, incluyendo cerebro, próstata, células inmunes, piel y
tejido adiposo.
Los altos niveles de PRL estimulan la
ingesta de alimentos y la ganancia de peso corporal a través de la inducción de
resistencia a la leptina en el hipotálamo en mujeres pero no en hombres. Estos
efectos sexualmente dimórficos se presentan en el escenario de altos niveles
lactógenos (PRL y lactógeno placentario) que ocurre durante el embarazo,
conjuntamente con resistencia a la leptina, hiperfagia, ganancia de peso
corporal, aumento de la adiposidad, expansión de células beta y resistencia a
la insulina para promover la disponibilidad de nutrientes, el desarrollo y la
supervivencia fetal. Durante la lactancia, el estado metabólico más demandante
en los mamíferos, la PRL actúa conjuntamente con otras hormonas y mecanismos
locales en la glándula mamaria para promover adaptaciones metabólicas. La PRL
dirige los precursores de la leche (glucosa, aminoácidos y lípidos) hacia la
glándula mamaria para la producción de leche. En efecto, la PRL promueve la
movilización de lípidos del tejido adiposo a la glándula mamaria en asociación
con la reducción de la captación y síntesis de lípidos en los adipocitos y el
incremento en la producción de lípidos en la glándula mamaria y aunque no hay
resistencia a la insulina sistémica, si ocurre en el tejido adiposo para
suprimir la lipólisis. Los efectos de la PRL en el embarazo y la lactancia han
sido considerados “diabetógenos”; sin embargo, hay una respuesta homeostática u
homeorética a las demandas metabólicas especiales de la unidad madre-feto. En
este contexto, la PRL es esencial para la expansión de células beta que ocurre
durante el embarazo, y ratones hembras que carecen de PRLR en las células beta,
desarrollan diabetes gestacional. Más aún, bajos niveles circulantes de PRL
durante la gestación son un factor de riesgo para el desarrollo de diabetes
postparto, lo cual indica que la PRL es necesaria para la homeostasis metabólica
durante el embarazo.
Las condiciones que inducen
hiperprolactinemia patológica incluyen enfermedades (prolactinoma,
hipotiroidismo, disfunción hepática y otros) y medicaciones (antipsicóticos,
antidepresivos, procinéticos, estrógenos y otros). La presencia de prolactinoma
eleva los niveles de PRL a valores >200 µg/l y frecuentemente está asociada
con ganancia de peso y obesidad. El índice de masa corporal (IMC), la
resistencia a la insulina y síndrome metabólico (SM) son reducidos después de
la terapia con agonistas de DA para disminuir los niveles de PRL. Sin embargo,
la mejoría no siempre se manifiesta en los niveles de PRL y se asume que la
terapia con DA por sí misma tiene efectos metabólicos beneficiosos. En modelos
animales, la evidencia para los efectos perjudiciales de la hiperprolactimenia
severa sobre el metabolismo es sólida. La disrupción selectiva de los
receptores D2 de DA en las células
lactotropas de la hipófisis anterior o la expresión transgénica de la subunidad
beta de gonadotropina coriónica que eleva marcadamente los niveles circulantes
de PRL están asociadas con hiperfagia, ganancia de peso corporal y masa grasa,
esteatosis hepática, intolerancia a la glucosa y resistencia a la
insulina.
El concepto de bajos niveles circulantes de
PRL como síndrome clínico apareció por primera vez en 2009 en asociación con la
disfunción sexual en la cual pacientes masculinos con niveles plasmáticos de PRL <7 µg/l muestran un mayor riesgo de
SM, mientras una menor incidencia de eventos cardiovasculares ocurre con
niveles altos de PRL (12-35 µg/l). Los niveles de PRL son más bajos en las pacientes con síndrome de ovarios
poliquísticos (PCOS) que en mujeres sin la enfermedad e inversamente asociados
con signos de SM y con resistencia a la insulina. En el embarazo, los niveles
bajos de PRL predicen un mayor riesgo de incidencia de prediabetes y diabetes
postparto.
Tres estudios publicados en 2013 apoyan la
noción que bajos niveles de PRL (<7 µg/l) tienen un impacto negativo sobre
la población general. Dos de ellos en adultos demuestran una asociación inversa
entre niveles de PRL y prevalencia de diabetes tipo 2 (DT2) y regulación a la
glucosa alterada. Estos estudios han sido extendidos y confirmados en
diferentes poblaciones. El tercer estudio involucra niños (edad promedio 10,7
años) y reporta que los bajos niveles de PRL ocurren en obesidad y son un
factor de riesgo para el desarrollo de SM. Por otra parte, los niveles de PRL
en rango fisiológico están asociados con sensibilidad a la insulina en hombres
y mujeres y un estudio prospectivo en mujeres reveló que los niveles de PRL
entre 15-25 µg/l están asociados con menor riesgo de DT2. Recientemente, un
estudio que involucra más de 8000 mujeres revela que altos niveles fisiológicos
de PRL (entre 15 µg/l y 35 µg/l) están asociados con menor riesgo de
desarrollar DT2. Otro estudio revela que en hombres y mujeres con enfermedad
hepática grasa no alcohólica (NAFLD),
los niveles circulantes de PRL son más bajos que en los controles, y aún
más bajos en los pacientes con esteatosis hepática severa comparados con
pacientes con enfermedad moderada.
Los datos experimentales apoyan un rol
activo de la PRL en la homeostasis metabólica y la protección de disfunción
metabólica asociada a obesidad en hombres y mujeres. Los niveles circulantes de
PRL son bajos en modelos animales de obesidad, resistencia a la insulina y
diabetes. El tratamiento con PRL en ratones diabéticos reduce los niveles de
glucosa y, en roedores obesos, mejora la resistencia a la insulina y el hígado
graso mientras promueve una expansión saludable del tejido adiposo. Por el
contrario, la carencia de señal PRL (en ratones que carecen de PRLR) resulta en
una exacerbación de resistencia a la
insulina, hígado graso y adiposidad. En un modelo animal de diabetes inducida
por 90% de pancreatectomía, el tratamiento con PRL (los niveles circulantes de
PRL alcanzaron 43 µg/l) disminuyó la producción hepática de glucosa y mejoró la
sensibilidad a la insulina sistémica. Por el contrario, una dosis alta de PRL
(los niveles circulantes de PRL alcanzaron 205 µg/l, similar a una hiperprolactinemia
patológica) alteró la sensibilidad a la insulina sistémica. En otro estudio,
ratones transgénicos con hiperprolactinemia crónica (>4000 µg/l) mostraron
alteraciones metabólicas severas. Estas observaciones indican que los niveles
“adecuados” de PRL son necesario para promover y mantener la homeostasis
metabólica. Los efectos beneficiosos de la PRL pueden ser atribuidos a acciones
en los tejidos metabólicos claves: células beta pancreáticas, hígado, tejido
adiposo e hipotálamo.
La PRL promueve la proliferación de células
beta en el páncreas y la secreción de
insulina, previene la apoptosis de células beta y es requerida para la
ontogénesis del páncreas durante el período perinatal. En el hígado, la PRL
modula el metabolismo de lípidos, previene la enfermedad hepática grasa y
regula la sensibilidad a la insulina. En el tejido adiposo, la PRL regula el
metabolismo de lípidos y promueve la formación de nuevas células, mientras
previene la hipertrofia de adipocitos. Más aún, la PRL es esencial para la
formación y actividad del tejido adiposo marrón en ratones recién nacidos. Los
efectos metabólicamente beneficiosos de la PRL ocurren directamente sobre los
tejidos blanco a través de varios mecanismos moleculares que activan la ruta de
señalización canónica del PRLR (es decir, Janus kinasa-2 y señal de
transducción y activación de la transcripción). El efecto de la PRL sobre la sensibilidad
a la insulina sistémica es mediado, al menos en parte, por acciones centrales
sobre el hipotálamo. Los efectos sobre el hipotálamo provocan señales vagales
que incrementa la sensibilidad a la insulina en el hígado. La infusión de PRL
en los ventrículos cerebrales de ratas 90% pancreatectomizadas, estimula la
sensibilidad a la insulina en el hígado, inhibe la apoptosis de células beta y
reduce el peso corporal y la adiposidad por mecanismos que involucran un
incremento en los niveles de DA y de la señal leptina en el hipotálamo.
Entonces, los efectos positivos de la PRL sobre el metabolismo involucran
acciones centrales y sistémicas.
Hay una ventana relativamente amplia entre
los niveles de PRL considerados normales (rango 1-25 µg/l) y la hiperprolactinemia
sintomática (usualmente >100 µg/l). Los valores entre 25 µg/l y 100 µg/l,
fuera de embarazo y lactancia, pueden ocurrir en respuesta a estímulos
transitorios, como hipoglucemia inducida por insulina, estrés, ejercicio
intenso, picos circadianos y otras situaciones no claras que pueden estar
asociadas con alguna causa fisiopatológica aparente (como hipotiroidismo,
prolactinoma, medicación, etc.). En modelos animales de diabetes y obesidad, el
tratamiento con PRL alcanza niveles circulantes de 40-80 µg/l y contrarresta
alteraciones metabólicas, y, en humanos, los niveles de PRL en el rango normal
alto y >25 µg/l y cercanos a 40 µg/l están asociados con menor prevalencia
de enfermedad metabólica. Por tanto, es razonable pensar que los niveles de PRL
en el rango de 25 µg/l y 100 µg/l son beneficiosos para la homeostasis
metabólica. Entonces, la ocurrencia de estos niveles en ausencia de causas
patológicas puede representar una respuesta fisiológica a un incremento en la
demanda metabólica. Sobre la base de estas observaciones, algunos
investigadores han sugerido definir los niveles de PRL en este rango, en
ausencia de otras explicaciones, como “prolactinemia transitoria incrementada
funcionalmente homeostática” (HomeoFIT-PRL). Debido a la clasificación actual
de niveles de PRL >25 µg/l como hiperprolactinemia, los pacientes con
niveles de PRL en este rango frecuentemente son excluidos de los estudios que
evalúan niveles de PRL asociados con enfermedad metabólica, pero son precisamente
estos pacientes los que deberían ser investigados.
Dos de las preguntas claves que deben ser clarificadas son: (1) determinar
cuáles factores regulan a la baja los niveles de PRL en DT2 y otras
enfermedades metabólicas y (2) qué hace que la PRL aumente por arriba del
umbral superior en circunstancias asociadas con la salud metabólica. En la obesidad,
hay una disminución de la secreción de PRL en 24 horas y una reducción de la
respuesta a estímulos secretores de PRL, como hipoglucemia inducida por
insulina, hormona liberadora de tirotropina (TRH) y serotonina. En una aparente
contradicción, en la obesidad, ocurre una reducción de la acción dopaminérgica
hipotalámica y dado que la PRL es inhibida tónicamente por la DA, se podría
esperar un aumento en los niveles de PRL; sin embargo, ocurre lo opuesto y se
observan niveles bajos de PRL en obesidad y enfermedad metabólica. Entonces,
las alteraciones de los niveles de PRL en la enfermedad metabólica puede ser el
resultado de una disfunción del eje hipotálamo-hipófisis.
El hecho que el agonista del receptor D2 de
la DA bromocriptina sea una droga antidiabética (Cicloset, aprobado por la FDA)
que disminuye los niveles circulantes de PRL contradice la propuesta que los
niveles elevados de PRL son beneficiosos en enfermedades metabólicas. La razón
para esta controversia puede estar relacionada con los efectos de la DA sobre
el metabolismo que son independientes de PRL. Los estudios preclínicos han
demostrado que los niveles hipotalámicos de DA están disminuidos en la obesidad
y la DT2 y coinciden con bajos niveles circulantes de PRL. Por otra parte, un
estudio reciente demuestra que la bromocriptina promueve la tolerancia a la
glucosa en ratones con obesidad inducida por dieta con deficiencia de PRL. Los estudios en
animales y humanos indican que la bromocriptina actúa a nivel hipotalámico para
inhibir la excesiva actividad simpática,
la producción hepática de glucosa y la lipólisis en el tejido adiposo, lo cual,
a su vez, mejora la sensibilidad a la insulina y la tolerancia a la glucosa. La
PRL actúa sobre neuronas DA especificas en el núcleo arqueado del hipotálamo
para promover la secreción de DA. Estas poblaciones neuronales no solo modulan
la secreción de PRL sino que también regulan la actividad de otras neuronas en
el núcleo arqueado que están involucradas en el metabolismo, como neuronas
orexigénicas y anorexigénicas. Entonces, es posible que los altos niveles
circulantes de PRL potencien el efecto protector de la bromocriptina combinando
la acción indirecta de la PRL sobre neuronas con función metabólica, a través
de la activación de neuronas DA del hipotálamo, con los efectos beneficiosos de
la PRL en tejidos metabólicos periféricos.
En conclusión, la evidencia clínica y
experimental indica que los efectos de la PRL sobre el metabolismo dependen de
los niveles circulantes de la hormona. La hiperprolactinemia fisiológica en
embarazo y lactancia es una respuesta homeostática que ayuda a sostener la
demanda metabólica de la unidad madre-feto. Sin embargo, la hiperprolactinemia
patológica como resultado de prolactinoma produce alteraciones metabólicas
perjudiciales. En el otro extremo del
espectro, los bajos niveles de PRL son perjudiciales para la homeostasis
metabólica y representa un factor de riesgo para DT2, mientras los niveles
medios-altos de PRL con un rango normal y niveles de PRL en la zona
HomeoFIT-PRL (entre niveles normales e hiperprolactinemia sintomática) son
protectores contra la enfermedad metabólica. La PRL actúa sobre páncreas,
hígado, tejido adiposo e hipotálamo para mantener y promover la homeostasis
metabólica. Los efectos beneficiosos de la PRL sobre el metabolismo son
mediados por acciones sistémicas y centrales que pueden involucrar el incremento en la secreción de DA; por tanto,
drogas que elevan la acción de la DA y los niveles de PRL tienen un potencial
terapéutico en el tratamiento de la obesidad y la DT2.
Fuente: Mascotela
Y et al (2020). Time for a new perspective on prolactin in metabolism. Trends
in Endocrinology and Metabolism 31: 276-286.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario