Obesidad metabólicamente sana
Desde los años
setenta del siglo XX, la prevalencia global de obesidad casi se ha triplicado en adultos y ha
aumentado dramáticamente en niños y adolescentes. La obesidad contribuye a una
reducción de la expectativa de vida de aproximadamente 20 años debido al
incremento de la mortalidad por enfermedades no comunicables, incluyendo
enfermedad cardiovascular ateroesclerótica (ECVA), diabetes tipo 2 y ciertos
tipos de cáncer.
De acuerdo con la Organización Mundial de la
Salud, la obesidad es definida como “la acumulación anormal o excesiva de grasa
que representa un riesgo para la salud”. En contraste con el concepto que la
obesidad solamente representa un factor de
riesgo para enfermedades, la World Obesity Federation declaró que la
obesidad por sí misma es una enfermedad crónica, progresiva. Esto ha sido
justificado por un modelo epidemiológico que considera la fisiopatología de la
obesidad, una interacción de factores ambientales (disponibilidad y
accesibilidad a alimentos ricos en energía, bajos requerimientos para actividad
física), con susceptibilidad genética, resultando en un balance energético
positivo y alto peso corporal. Los mecanismos que promueven la ganancia de peso
y un alto peso corporal aun en contra de las intervenciones de pérdida de peso,
apoyan el concepto que la obesidad es una enfermedad más que una decisión. Sin
embargo, han surgido dificultades para definir lo que es una enfermedad. Si una enfermedad fuera simplemente lo
opuesto de salud, el concepto de “obesidad sana” podría ser una contradicción
en términos. El término obesidad sana es una ilustración de la noción que la
salud es contexto-dependiente, y si las personas se consideran a sí mismas
enfermas depende de una variedad de factores. Adicionalmente, la definición de
una enfermedad puede cambiar con el tiempo como resultado de las expectativas
de salud, debido a mejores herramientas diagnósticas y a otras razones sociales
y económicas. En este contexto, la definición de obesidad como una enfermedad
podría tener un fuerte impacto en el individuo y la sociedad.
Un enfoque pragmático para reducir los
costos médicos y socioeconómicos asociados con el tratamiento de la obesidad
podría ser priorizar aquellos pacientes que se beneficiaran más con las
intervenciones de pérdida de peso. Este tratamiento de la obesidad estratificado por riesgos requiere mejores
herramientas para medir el riesgo de morbilidad y mortalidad relacionado con la
obesidad. En muchas guías de tratamiento de la obesidad, el diagnóstico de
obesidad y las decisiones de tratamiento se basan en el índice de masa corporal
(IMC) ≥30 kg/m2 a pesar de la
incapacidad del IMC para precisar el riesgo cardiometabólico o definir la masa grasa total y central abdominal. En cualquier
IMC, la variación en comorbilidad y factores de riesgo para la salud es
considerablemente alta. Los datos observacionales demuestran que un subgrupo de
individuos con obesidad puede estar protegido de enfermedades cardiometabólicas
relacionadas con la obesidad o pueden tener un riesgo significativamente menor
del estimado a partir de la asociación
positiva entre IMC y riesgo cardiometabólico. Este subfenotipo ha sido descrito
como obesidad metabólicamente sana (OMS)
y se caracteriza por la ausencia de anormalidades cardiometabólicas, incluyendo
resistencia a la insulina, tolerancia a la glucosa alterada, dislipidemia e
hipertensión arterial a pesar de la excesiva acumulación de la grasa corporal.
El concepto de OMS ha sido desarrollado a
partir de las observaciones de Jean Vague en los años cincuenta que los
individuos con obesidad tienen una diferente predisposición a la diabetes y la
ateroesclerosis, lo cual podría estar relacionado con la distribución de grasa
corporal. Desde entonces, la OMS ha sido descrita en observaciones clínicas y
epidemiológicas, estudios prospectivos y estudios de intervención. Actualmente,
está bien establecido que hay personas con obesidad que no exhiben
complicaciones metabólicas y cardiovasculares en un determinado lapso de
tiempo. Sin embargo, es motivo de debate si la OMS representa un fenotipo
distinto y estable y si tiene relevancia
clínica para la predicción de diabetes tipo y riesgo de enfermedad
cardiovascular. El concepto de OMS puede servir como un modelo para entender
mejor los mecanismos que relacionan a la obesidad con las enfermedades
cardiovasculares.
Hasta el presente no hay una definición
unificada de OMS. A pesar del consenso general que un IMC≥30 kg/m2
es un prerrequisito para la definición de OMS, más de 30 definiciones
diferentes de salud metabólica son usadas en los estudios clínicos. La OMS ha
sido frecuentemente definida por la ausencia de desorden metabólico y
enfermedad cardiovascular, incluyendo diabetes tipo 2, dislipidemia, hipertensión
arterial y ECVA en una persona con obesidad. Sin embargo, hay una gran
variación entre los investigadores con respecto a los criterios de
clasificación de OMS y los valores de corte específicos para cada parámetro, aun
cuando algunas anormalidades
cardiometabólicas han sido aceptadas en la categoría de OMS. La heterogeneidad
de las definiciones de OMS representa una importante limitación para la
interpretación de los estudios que reportan un amplio rango de asociaciones
entre OMS, enfermedades cardiovasculares, mortalidad y riesgo para enfermedades
metabólicas. Estas imprecisiones en la definición de OMS pueden implicar que la
OMS no representa a un subgrupo distinto, determinado biológicamente, de
individuos con obesidad. Los datos más recientes sugieren que el fenotipo OMS
no es una condición cardiometabólicamente benigna, para justificar el argumento
que la OMS tiene relevancia muy limitada como un blanco de salud pública y que
no debe ser tratada de manera diferente
a la obesidad con diabetes tipo 2 y/o enfermedades cardiovasculares.
La necesidad de estandarizar criterios de la
OMS ha dado lugar a diversos proyectos. A partir de los datos reportados en
estos estudios, recientemente surgió la propuesta de definir la OMS en adultos
con base en el diagnóstico de obesidad (IMC≥30 kg/m2) y los criterios:
triglicéridos en suero ≤1,7 mmol/l (≤150 mg/dl), concentraciones de
HDLcolesterol en suero >1,0 mmol/l (>40 mg/dl) en hombres o
>1,3 mmol/l (>50 mg/dl) en mujeres, presión arterial sistólica ≤130
mgHg, presión arterial diastólica ≤85 mmHg, ningún tratamiento antihipertensivo
como un indicador alternativo, glucosa sanguínea en ayunas <5,6 mmol/l
(<100 mg/dl), ningún tratamiento con agentes que disminuyen la glucemia. Esta
definición de OMS es más práctica que las que usan criterios de sensibilidad a
la insulina (por ejemplo, clamps euglucémico-hiperinsulinémico, HOMA-IR,
Matsuda-index) o inflamación sistémica (por ejemplo, proteína C reactiva, CrP).
En contraste con los orígenes del concepto de OMS (el cual podía incluir
pacientes con hipertensión o diabetes tipo 2), las definiciones más recientes
excluyen los individuos con algún criterio de síndrome metabólico.
La obesidad, además de enfermedades
metabólicas (por ejemplo, diabetes tipo 2, dislipidemia, enfermedad hepática
grasa) y enfermedades cardiovasculares (por ejemplo, hipertensión arterial,
infarto de miocardio, shock) está asociada con osteoartritis, depresión, alteraciones cognitivos y algunos
tipos de cáncer (por ejemplo, mama, ovario, próstata, hígado, riñón, colon),
los cuales tienen un impacto o reducen la calidad de vida. Por tanto, el
diagnóstico de obesidad debe ser una indicación para iniciar tratamiento aun en
aquellos individuos sin anormalidades cardiometabólicas en el momento del
diagnóstico.
La prevalencia de OMS muestra una gran
variación debido a la carencia de definiciones estandarizadas de este
fenotipo. Dependiendo de las
definiciones usadas, la prevalencia de OMS muestra un rango de 4,2-13,6% en una muestra aleatoria de población adulta
china. Un meta-análisis reciente de 12 cohortes encontró una prevalencia de 35%
de OMS con diferencias regionales significativas. En general, la OMS es más
prevalente en mujeres que en hombres y disminuye con la edad. En los países
europeos, la prevalencia de OMS en mujeres varía entre 7% en Finlandia a 28% en
Reino Unido, mientras en hombres varía desde 2% en Finlandia hasta 19% en
Italia. En niños y adolescentes, la OMS puede ser una condición más
frecuentemente observada. En Canadá, la prevalencia de OMS en hembras y varones
con edades entre 8 y 17 años es de 21,5% cuando se consideran factores de
riesgo cardiometabólico (presión arterial, lípidos en suero, glucosa) y 31,5%
si se aplican los parámetros de
resistencia a la insulina para definir la OMS. En niños y adolescentes de
Corea, la prevalencia de OMS varía entre 36,8% (para una definición basada en
factores de riesgo cardiometabólico) y 68,8% (para criterios de resistencia a
la insulina). Independientemente de las definiciones usadas y las variaciones
regionales y de género, la OMS no parece ser una condición rara.
A pesar del debate acerca de las
implicaciones clínicas de la OMS como un diagnóstico, la obesidad sin
anormalidades cardiometabólicas proporciona un modelo humano único para
estudiar los mecanismos que relacionan los factores que promueven la ganancia
de peso y la acumulación de grasa con las complicaciones cardiometabólicas
relacionadas con la obesidad. En los últimos años, se han identificado
mecanismos biológicos y características fenotípicas que diferencian a los
individuos con OMS de aquellos con obesidad metabólicamente no sana (OMNS). En
un estudio reciente, el alto contenido de grasa en el hígado y la adiposidad
predominantemente abdominal (incluyendo obesidad visceral) fueron relacionados
con OMNS, mientras mayor sensibilidad a la insulina, mejor secreción de insulina,
buena salud cardiorrespiratoria y baja masa grasa subcutánea fueron asociadas
con un fenotipo OMS. Sin embargo, admitir estas asociaciones no responde la
pregunta si -y cuales fenotipos- pueden causar o reflejar una protección contra
anormalidades cardiometabólicas en la OMS. En este contexto, recientemente se
ha demostrado que una alta masa grasa en el tronco en mujeres postmenopáusicas
con peso normal está asociada con un incremento en la incidencia de enfermedad
cardiovascular ateroesclerótica (ECVA), mientras un mayor contenido de grasa en
las piernas predice menor riesgo de ECVA. Estos datos apoyan la noción que la
distribución alterada y ectópica de grasa (por ejemplo, hígado, depósitos de
grasa visceral, músculo esquelético) es un fuerte determinante de salud
metabólica a medida que aumenta la masa grasa. La alterada distribución de
grasa con incremento en la deposición de grasa visceral y hepática y baja masa
grasa en las piernas puede ser el resultado de una expansión alterada de los
depósitos de tejido adiposo subcutáneo sano. La OMNS puede ser el resultado de
una incapacidad del tejido adiposo subcutáneo para expandirse en una situación
de balance energético positivo crónico. La grasa ectópica y la alteración de la
función del tejido adiposo pueden provocar resistencia a la insulina sistémica,
lipotoxicidad y un estado pro-inflamatorio y, por tanto, jugar un rol causal en
la transición de OMS a OMNS.
Los individuos con OMS sensible a insulina
se caracterizan por concentraciones
altas en suero de adiponectina y neuregulina 4 y concentraciones bajas de CrP, progranulina, chemerina,
fetuina-A, proteína ligadora de retinol-4 (RBP4), dipeptidil peptidasa-4 (DPP4)
en comparación con individuos con obesidad resistente a insulina. Las señales
del tejido adiposo incluyen hormonas peptídicas (adipoquinas), células inmunes
y metabolitos, los cuales específicamente o como un patrón contribuyen al
desarrollo de diabetes tipo 2, enfermedad hepática grasa, disfunción endotelial
y enfermedades cardiovasculares. En un estudio reciente, el análisis de 12 moléculas
de señalización demostró que adiponectina,
proteína ligadora de ácidos grasos del adipocito, chemerina y factor de
crecimiento de fibroblastos (FGF) 21 muestran las más fuertes asociaciones con
los parámetros de salud metabólica.
La importancia de la función del tejido
adiposo en la determinación de los fenotipos de obesidad es apoyada por los
datos de estudios en animales transgénicos. Por ejemplo, ratones con una sobre
expresión transgénica de adiponectina se
asemejan al fenotipo OMS humana con sensibilidad a la insulina preservada y
poca grasa hepática y muscular a pesar de la obesidad. El incremento en la
actividad física y la preservación de la adecuada función cardiorrespiratoria
son intervenciones bien establecidas para reducir el riesgo de diabetes tipo 2
y ECVA. Tanto en niños como en adultos, una mayor actividad física y una
adecuada función cardiorrespiratoria son reconocidas como un importante
correlato del fenotipo OMS.
Los individuos en programas de tratamiento
de larga duración de la obesidad pueden
experimentar ciclos de pérdida de peso y reganancia de peso acompañados por
cambios del fenotipo OMNS a OMS y regreso a OMNS. Estas transiciones entre
estatus metabólicos que también han sido identificadas en niños y
adolescentes, no son específicas de la
obesidad. Un balance energético crónicamente positivo requiere de la expansión
del tejido adiposo para almacenar el exceso de energía. El tejido adiposo
responde a las altas demandas de almacenamiento incrementando el número de
adipocitos a través de adipogénesis a
partir de células precursoras (hiperplasia) y a través de la hipertrofia de los
adipocitos. Si la expansión de los depósitos de grasa sanos (por ejemplo, grasa
subcutánea de las piernas) y la capacidad del tejido adiposo para responder al
exceso de la ingesta de energía con hiperplasia son alteradas, puede
desarrollarse la disfunción del tejido adiposo, la cual se caracteriza por
depósitos de grasa ectópicos (hígado, depósitos de grasa visceral abdominales,
páncreas, músculo esquelético) y una secuencia de hipertrofia de adipocitos,
hipoxia, vascularización inadecuada, estrés de tejido adiposo, infiltración de
células inmunes, apoptosis y aumento de la producción de proteínas de la matriz
extracelular profibróticas que contribuyen a la fibrosis. La disfunción del
tejido adiposo provoca la liberación de señales proinflamatorias,
diabetogénicas y aterogénicas (por ejemplo, adipoquinas, ácidos grasos por
aumento de la lipólisis, células inmunes y metabolitos), las cuales pueden
contribuir al daño del órgano (hígado, músculo esquelético, páncreas, vasos
sanguíneos) y al desarrollo de OMNS. Por el contrario, la expansión sana del
tejido adiposo provoca OMS a través de un incremento en la capacidad de
almacenamiento del tejido adiposo y la secreción de adipoquinas beneficiosas (por ejemplo,
adiponectina, FGF21, leptina). Los individuos con OMS pueden encontrarse en
cualquier edad, pero al aumentar la edad la prevalencia de OMS es
consistentemente menor. La menor prevalencia de OMS en mujeres postmenopáusicas
en comparación con mujeres premenopáusicas y una transición de 30% de OMS a OMNS sugieren que los cambios en las
hormonas sexuales pueden jugar un rol en la transición de OMS a OMNS. Ahora
bien, la transición de OMNS a OMS no necesariamente es una vía de una sola
dirección, los estudios longitudinales demuestran que la salud metabólica no es
una condición estable, no depende solamente del estatus de obesidad y se deteriora
con el envejecimiento.
La obesidad incrementa significativamente el
riesgo de desarrollar diabetes tipo 2 y enfermedades cardiovasculares. Debido a
que el mayor riesgo caediometabólico en los individuos con obesidad puede ser
mediado por anormalidades metabólicas (glucosa elevada, perfil lipídico
alterado) y cardiovasculares (hipertensión arterial, factores aterogénicos
circulantes), se ha postulado que los individuos con OMS están protegidos
contra diabetes tipo 2, ECVA y toda causa de mortalidad. Por tanto, la OMS
podría ser considerada una “condición
benigna” considerando que los meta-análisis de estudios prospectivos
demuestran consistentemente que la OMS está asociada con una incidencia
significativamente baja de diabetes tipo 2 y enfermedades cardiovasculares. Por
otra parte, está demostrado que los individuos con OMS pueden desarrollar las
complicaciones cardiometabólicas de la obesidad con mayor retardo que los
individuos con OMNS. Sin embargo, la noción que la OMS es un fenotipo benigno de
obesidad ha sido rebatida por los datos de grandes estudios epidemiológicos y
meta-análisis que demuestran que los individuos con OMS tienen un mayor riesgo
de ECVA, enfermedad cerebrovascular, insuficiencia cardiaca, eventos
cardiovasculares, diabetes tipo 2 y toda causa de mortalidad en comparación con
los individuos delgados metabólicamente sanos. Aún no está muy claro si (y en
que extensión) la acumulación de grasa por si misma incrementa la grasa
visceral y ectópica y/o si el grado de
salud respiratoria y actividad física son los principales contribuyentes de las
diferencias en el riesgo cardiometabólico. Hay una fuerte evidencia, a partir
de estudios epidemiológicos, que la obesidad independientemente de otros factores de riesgo cardiometabólico, incluyendo,
altos niveles de LDL-colesterol, tabaquismo o diabetes, incrementa el riesgo de
enfermedades cardiovasculares. Entonces, aunque la OMS está asociada con un
riesgo significativamente menor que la OMNS, no protege contra la enfermedad
cardiometabólica y, por tanto, no debe
ser tratada como una condición benigna.
El incremento en el riesgo de diabetes tipo
2 y enfermedades cardiovasculares en individuos con OMS así como el riesgo de
transición a OMNS claramente justifican que el tratamiento de la obesidad
también está indicado en las personas con OMS. El tratamiento de la obesidad no
necesariamente tiene como foco la pérdida de peso, mejorar la salud
cardiometabólica puede ser un mejor
blanco del tratamiento que la extensión de la pérdida de peso. En este
contexto, el Edmonton Obesity Staging System (EOSS) sugiere una clasificación
de la obesidad basada en la evaluación clínica de la salud y el estatus
funcional. Para un individuo con OMS sin alteraciones funcionales (EOSS estado
0) evitar más ganancia de peso podría ser recomendable, pero los beneficios de
un programa agresivo de pérdida de peso son considerados marginales. Una
moderada pérdida de peso de aproximadamente 10% puede ser suficiente para
cambiar un fenotipo de obesidad con anormalidades cardiometabólicas en OMS. El
tratamiento temprano de la obesidad también debe ser recomendado para
individuos con OMS como la mejor ayuda para preservar la salud cardiometabólica
y para prevenir que en el curso natural de la OMS se convierta en OMNS con el
envejecimiento.
Para una persona con obesidad, es muy
difícil activar y mantener un peso corporal normal con intervenciones
conductuales. La cirugía bariátrica no siempre es confiable, indicada o deseada
por los pacientes. Por tanto, es más realista convertir la obesidad
cardiometabólicamente no sana en OMS. Si una pérdida de peso clínicamente
significativa no se puede alcanzar con una combinación de déficit de energía,
aumento de la actividad física y apoyo conductual, el siguiente paso podría ser
agregar farmacoterapia. Actualmente hay cinco medicaciones (Orlistat,
Phentermine, Lorcaserin, Naltrexone, Liraglutid) aprobadas para el manejo de la
reducción de peso corporal en los Estados Unidos, tres (Orlistat, Naltrexone,
Liraglutid) de los cuales han sido aprobados en la Unión Europea. Estas
farmacoterapias causan pérdida de peso a través de diferentes mecanismos de
acción, con eficacia variable y efectos colaterales específicos. En general,
las farmacoterapias de la obesidad deben ser usadas para hacer que los pacientes cambien las conductas
alimenticias y apoyar estrategias de tratamiento no farmacológicas, pero
también pueden contribuir a mejorar varios aspectos de la salud
cardiometabólica. Además de la pérdida de peso, la mayoría de farmacoterapias
de la obesidad mejoran al menos algunos de los parámetros que definen la salud
metabólica.
En conclusión, OMS es un concepto derivado
de observaciones clínicas que indican
que un subgrupo de aproximadamente un tercio de las personas con obesidad no
exhiben anormalidades cardiometabólicas. El riesgo de desarrollar enfermedades
cardiometabólicas es menor en personas con OMS que en las personas con OMNS. Aunque
no hay una definición clara, glucosa y parámetros del metabolismo de lípidos
normales, además de ausencia de hipertensión arterial, usualmente sirven como
criterios para el diagnóstico de OMS. Los mecanismos biológicos que subyacen a
la OMS son: menores cantidades de grasa ectópica (visceral e hígado), mayor
deposición de grasa en las piernas, expansibilidad del tejido adiposo
subcutáneo, sensibilidad a la insulina y función de las células β pancreáticas conservadas y buena función
cardiorespiratoria. La OMS es un fenotipo transitorio con una prevalencia
particularmente alta en mujeres premenopáusicas y frecuencias más bajas con el
aumento de edad, lo cual puede convertir a la OMS en OMNS durante el curso natural
de la obesidad. El tratamiento de la obesidad debe ser recomendado también a
individuos con OMS debido a que el riesgo de desarrollar enfermedades
cardiopulmonares es mayor que en los individuos delgados metabólicamente sanos.
Fuente: Blüher M
(2020). Metabolically healthy obesity. Endocrine Reviews 41: 1-16.
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