Andrógenos y anemia
Los efectos
reguladores de los andrógenos sobre la hematopoyesis han sido reconocidos desde
los primeros años del siglo XX. La castración de ratas machos causa anemia, la
cual es reversible después del tratamiento con andrógenos. Por otra parte, la
evidencia acumulada indica que los hombres tienen mayores niveles de
hematocrito (Hct) cuando se comparan con mujeres. Las mujeres pre-menopáusicas
no muestran mayores niveles de Hct que las mujeres postmenopáusicas pero
incrementan el Hct en respuesta a la suplementación con hierro. El abuso de
andrógenos puede mejorar el rendimiento de atletas competitivos, parcialmente a
través de un incremento en el VO2 máximo (capacidad de transportar
oxígeno en la sangre mediada por hemoglobina (Hb)), a expensar de un mayor
riesgo de trombosis arterial y venosa. Asimismo, las mujeres que sufren
endocrinopatías hiperandrogénicas como
hiperplasia adrenal congénita y síndrome de Cushing, pueden exhibir una
relativa eritrocitosis.
La testosterona (T), el principal andrógeno
circulante en el hombre, es una hormona esteroide sintetizada en las células de
Leydig del testículo a partir del colesterol, con acción biológica mediada a través de la unión y activación del receptor de
andrógenos (AR). En muchos tejidos, la T puede ser convertida, por la enzima
5α-reductasa, en su forma más potente dihidrotestosterona (DHT). Desde 1935,
cuando fue aislada la T, diferentes preparaciones de T han sido desarrolladas,
incluyendo varias formas de esteres de T de larga acción como T enantato, T
cipionato y T undecanoato. En 1970, surgieron varios grupos de andrógenos
sintéticos como 17α-alquil andrógenos, 1-metil andrógenos y nandrolona. Como la
mayoría de los 17α-alquil andrógenos tienen efectos hepatóxicos no son opciones confiables para la terapia de
reemplazo de andrógenos. Sin embargo, algunos de estos andrógenos (como danazol
y estanozolol) así como algunos 1-metil andrógenos (como metenolona) han sido
usados para tratar la anemia aplástica y la anemia debida a mielofibrosis. A
diferencia de la T, la nandrolona (19-nor testosterona) es metabolizada por la
5α-reductasa a un metabolito mucho más
débil, 5α-dihidronandrolona (DHN), con acción anabólica. Debido a este efecto
anabólico, la nandrolona puede ser usada en ciertas indicaciones clínicas como
quemaduras severas, caquexia asociada a
HIV y enfermedad pulmonar obstructiva crónica. Desafortunadamente, esta
acción anabólica hace a la nandrolona y sus derivados (como la Trenbolona)
sustancias atractivas para el abuso con el propósito de aumentar el rendimiento
físico.
Los estudios en animales y humanos sugieren
un efecto estimulador directo e indirecto de los andrógenos sobre la
eritropoyesis, aunque el mecanismo exacto de tal relación es pobremente
entendido. La administración de andrógenos resulta en un incremento en la masa
de células eritroides, las unidades formadoras de colonias para eritrocitos
(CFU-E) y la producción y secreción de eritropoyetina (EPO), mientras la
privación de andrógenos causa una reducción de los índices de células rojas
sanguíneas debida a la reducida proliferación de precursores eritroides en la
médula ósea. Los andrógenos son convertidos en 17-ceto-esteroides capaces de
incrementar la síntesis de mARN en el núcleo causando la diferenciación de
células que no responde a la EPO en células que si responde a EPO. Más aún, los andrógenos aumentan la
captación de glucosa, lo cual resulta en glucolisis, transcripción de genes y
síntesis de mARN en las células eritroides.
La T puede incrementar el Hct a través de la
inhibición de la secreción de hepcidina, el principal péptido regulador del
hierro en el organismo, provocando un
aumento de hierro disponible, pero también puede aumentar la incorporación de
hierro en las células rojas sanguíneas y, por tanto, mejorar su supervivencia.
Por otra parte, el hallazgo de niveles aumentados de factor de crecimiento
similar a insulina 1 (IGF-1) en los individuos que reciben andrógenos sugiere
una potencial relación entre los andrógenos y el IGF en el manejo de la
proliferación y diferenciación de células progenitoras eritroides. El efecto de
la T sobre la eritropoyesis es más pronunciado durante la pubertad, con los
niveles prepuberales de hemoglobina (Hb) similares en hembras y varones, pero
con incremento en los varones después de los 13 años al aumentar la
concentración de T. Los adolescentes con pubertad retardada tienen niveles de
Hb similares a los de hembras y varones prepuberales, pero el tratamiento con T
normaliza los valores con los observados
en varones puberales.
Antes del desarrollo de la terapia con EPO,
los andrógenos eran la única opción para el tratamiento de la anemia
relacionada con la enfermedad renal crónica (ERC) en hombres. Los pacientes con
ERC pueden tener alteraciones de
densidad mineral ósea, masa muscular, niveles de energía, calidad de vida y función sexual, con
consecuencias cardiovasculares adversas, especialmente en personas diabéticas.
Estas alteraciones generalmente tienen un origen multifactorial, pero también
ocurren durante el hipogonadismo. Los bajos niveles de T son prevalentes entre
los pacientes con ERC y puede contribuir a la anemia renal. Aproximadamente dos
terceras parte de hombres que reciben hemodiálisis tienen niveles plasmáticos
de T en el rango hipogonadal, lo cual resulta en anormalidades en todos los
niveles del eje hipotálamo-hipófisis-testículo. Las concentraciones de T se
correlacionan inversamente con la mortalidad cardiovascular, así como con
marcadores de inflamación en pacientes con enfermedad renal en estado terminal
dependientes de diálisis. Aun en aquellos pacientes con enfermedad renal no
dependientes de diálisis, los bajos niveles de T están asociados con mayor mortalidad. El hecho que el
hipogonadismo sea una causa bien establecida de anemia y de respuesta reducida
a la EPO en hombres con ERC puede sugerir un posible rol para terapia con T
como un adyuvante o una alternativa a la EPO en algunos hombres con anemia
relacionada con ERC. La terapia con andrógenos puede potenciar la efectividad
del tratamiento con EPO y reducir la dosis mínima de EPO necesaria para mantener un nivel
satisfactorio de Hb en los pacientes que reciben hemodiálisis.
La anemia en la vejez puede aumentar el riesgo
de morbilidad y mortalidad en hombres.
En un estudio retrospectivo de hombres mayores de 65 años admitidos con infarto
de miocardio agudo, los niveles bajos de Hct se asociaron con un incremento en
la mortalidad mientras el tratamiento de la anemia mejoró la tasa de mortalidad.
El incremento de la edad per se es un
factor de riesgo para el desarrollo de anemia, pues la prevalencia de anemia
aumenta dramáticamente después de los 50 años y afecta al 20% de hombres
mayores de 85 años. Varias causas de anemia en la vejez han sido reportadas,
incluyendo factores nutricionales, anemia de ERC, pérdida de sangre,
mielodisplasia de médula ósea, las cuales son responsables de anemia en aproximadamente 2/3 de la
población, mientras en el restante 1/3 la anemia es inexplicable. Actualmente,
la base fisiopatológica de la anemia por
envejecimiento es incompletamente entendida y el término anemia “inexplicable”
es aún un diagnóstico común en hombres viejos. El hipogonadismo y el
envejecimiento pueden causar anemia, sarcopenia y osteoporosis.
Un análisis de los datos del European male
aging study (EMAS) revela que el hipogonadismo primario (HP) está fuertemente
relacionado con el envejecimiento pero no con la obesidad, mientras el
hipogonadismo secundario (HS) se relaciona con la obesidad, independientemente
de la edad. En la mayoría de hombres viejos, el “hipogonadismo funcional”
refleja la carga fisiológica de obesidad, inflamación y anormalidades del eje
hipotálamo-hipófisis-gónada. Sin embargo, no está claro si este efecto es
adaptativo, mala adaptación o neutro. El EMAS también reporta que 1-2% de la
población general de hombres viejos puede mostrar un cuadro clínico de
hipogonadismo de inicio tardío que se caracteriza por bajos niveles de T y
niveles aumentados de gonadotropinas, atribuidos a insuficiencia testicular
primaria relacionada con la edad. Los
hombres con elevados niveles plasmáticos de hormona estimulante del folículo
(FSH) y niveles normales de hormona luteinizante (LH) y T pueden tener reducción
de la espermatogénesis con producción
normal de los andrógenos testiculares. En algunos hombres, una desregulación
compensada de la función gonadal (“hipogonadismo compensado”) se caracteriza
por niveles plasmáticos aumentados de LH con niveles normales de T, lo cual
refleja un estado de deterioro de la salud relacionado con la edad con una potencial progresión a hipogonadismo
primario. Mientras el HS orgánico
(FSH+LH bajo o normal) es bioquímicamente indistinguible del efecto de una
enfermedad no gonadal, el HP puede ser fácilmente diagnosticable aun en casos de enfermedad aguda o crónica. El
HP es causa de anemia entre la población de adultos mayores. Entonces, los
hombres viejos con HP y anemia constituyen un grupo homogéneo que puede ser
fácilmente diagnosticado.
En los pacientes con hipogonadismo y
diabetes tipo 2, la terapia con T suprime la hepcidina e incrementa
marcadamente la Hb, la EPO, y la expresión de receptores de ferroportina y
transferina. En un estudio del National Institute of Health (NIH) en hombres
mayores de 65 años, el tratamiento con T incrementó los niveles de Hb al menos
1,0 g/dl en 52% de los hombres con
hipogonadismo y una causa conocida de anemia. Más aún, en 64 hombres con anemia
inexplicable, la Hb mejoró al menos 1,0 g/dl.
En conclusión, el hipogonadismo puede
impactar negativamente la salud de los hombres y agravar la morbilidad y
mortalidad. Los andrógenos ejercen un efecto estimulador sobre la
eritropoyesis. La terapia con andrógenos tiene potencial para tratar la anemia
de la ERC en hombres con hipogonadismo como adyuvante de la EPO.
Fuente: Al-Sharefi
A et al (2019). Androgens and anemia: current trends and future prospects.
Frontiers in Endocrinology 10: 754.
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