Envejecimiento de células beta pancreáticas
La senectud
celular es definida como el paro irreversible de proliferación. En los años 60,
Hayflick y colaboradores encontraron que los fibroblastos diploides de
humanos normales entran en un estado irreversible de no división después
de un cierto número de divisiones, el cual fue referido como el “limite
Hayflick”. Desde entonces, han sido identificados múltiples tipos de senectud
celular incluyendo senectud replicativa, senectud inducida por oncógeno,
senectud inducida por daño del ADN, senectud inducida por estrés oxidativo,
senectud inducida por quimioterapia, senectud asociada a disfunción mitocondrial,
senectud inducida epigenéticamente y senectud paracrina. Sin embargo, aún se
desconoce si todos estos tipos de modelos de senectud ocurren in vivo.
En general, las células senescentes se
caracterizan por agrandamiento del tamaño celular, aumento del contenido
lisosomal y regulación al alza de la actividad β-galactosidasa en un pH cercano
a 7,0. La senectud celular es establecida y mantenida por al menos dos rutas de
supresor de tumor, los ejes p53/p21 y p16Ink4a/proteína de
retinoblastoma (Rb). El eje p53/p21inicia el proceso de senectud, mientras el
p16Ink4a mantiene la activación del estado de senectud. En cultivos
de células, la senectud ocurre como un mecanismo defensivo para resolver daños
celulares, provocando un paro transitorio del ciclo celular. En este caso, las
células pueden reingresar al ciclo celular una vez que el estrés ha sido
resuelto. Sin embargo, el prolongado estrés celular (>4 días) provoca
senectud permanente. Una vez que ha cesado la división celular, las células
senescentes muestran amplios cambios en la estructura de la cromatina
(referidos como focos de heterocromatina asociados con la senectud, SAHF) y en los
perfiles de expresión de genes, los cuales sinérgicamente provocan un
metabolismo celular altamente activo y una secreción masiva de citoquinas (TGF-β,
IL-1a, -1b y -6), quimioquinas (IL-8, CXCL1), factores de crecimiento (FGF y
HGF) y proteasas (MMP-1, -3 y -13), colectivamente definidos como fenotipos
secretores asociados a la senectud (SASP). Adicionalmente, las células
senescentes manifiestan pérdida de la expresión de laminina B1, pero los
mecanismos relacionados y el significado no son muy conocidos. El SASP es una
característica que exhiben casi todas las células senescentes y es iniciado
principalmente por las rutas NF-κB y p38MAPK, mientras es mantenido por IL-1α
de una manera autocrina. La composición del secretoma asociado con la senectud
varía dependiendo del tiempo de senescencia, el inductor de la senectud y el
tipo de célula. Dos distintos secretomas
han sido descritos hasta el presente y la señal NOTCH1 juega un rol principal
en el cambio de la composición del secretoma. Durante el estadio inicial de la
senectud, la actividad NOTCH1 fluctúa dinámicamente, lo cual dispara un
secretoma rico en TGF-β para suprimir el secretoma pro-inflamatorio asociado
con la senectud a través de la inhibición de la señal C/EPBβ. Sin embargo, en
la senescencia sostenida, el TGF-β reprime
la transducción de la señal NOTCH1, lo cual a su vez contribuye a la segunda
onda de inducción de senescencia y, por consiguiente, cambia el secretoma rico
en TGF-β por uno pro-inflamatorio.
La senectud representa un fenómeno
programado que facilita el desarrollo embrionario de los mamíferos y la maduración funcional de la célula β pancreática
después del nacimiento. El acoplamiento de caracteres de la senectud incluyendo
p16Ink4a, p19Arf y p15Ink4b aumenta en las
células β durante el envejecimiento disminuyendo la capacidad de regeneración. Los estudios en roedores y humanos revelan que
la recuperación y plasticidad de las células de los islotes pancreáticos
disminuye en los ratones cuando se alcanza un año de edad, y que la población
de células β humanas es establecida definitivamente a la edad de 20 años, excepto por la existencia de una
pequeña población de “células β vírgenes”, la cual es funcionalmente inmadura. Estos hechos son
una reminiscencia de la senescencia de las células β con la edad. Generalmente
las células β senescentes exhiben mayor tamaño celular (~14µm) que el normal
(~12µm) y se pueden caracterizar por la regulación al alza de la expresión de
Cdkn2a/1a (codifica a p16Ink4a y p21, respectivamente) y moléculas
anti-apoptosis (Bcl-2, -xl y -w). La
composición específica del secretoma asociado a la senectud ayuda a distinguir
a las células β senescentes de otros tipos de células. Las características de
la célula β senescente existen en modelos de diabetes tipo 1(DT1) y diabetes
tipo 2 (DT2) de múltiples maneras, lo cual indica que la célula β senescente es
regulada dinámicamente en diferentes contextos celulares.
El envejecimiento y el estrés
(hiperglucemia, respuesta inflamatoria, daño viral y resistencia a la insulina)
pueden contribuir a la senescencia de la célula β pancreática. Los estudios han
demostrado que el envejecimiento causa cambios en la accesibilidad a la
cromatina de la célula β provocando alteraciones significativas en el perfil de
expresión de genes. No obstante, la asociación de fenotipo senescente con
cambios epigenéticos y transcriptómicos de la célula β durante el
envejecimiento ha sido poco explorada. La evidencia emergente demuestra que las
fuentes y los niveles de daño del ADN aumentan con la edad a medida que
disminuye la capacidad de reparación de ADN, predisponiendo a las células β a la detención del ciclo celular y la
respuesta al daño de ADN asociado con la senescencia. La erosión del telómero
relacionada con la replicación celular está asociada directamente con la
limitación de la duración de la vida. Hay datos que apoyan que un telómero
corto altera la función de la célula β y participa en la destrucción de células
β en las etapas tardías de la DT2. Más aún, el análisis proteómico revela que
las células β manifiestan una discrepancia significativa en términos de la
expresión de marcadores de envejecimiento (por ejemplo, IGF1R) en un mismo
islote pancreático, lo cual sugiere que las células β exhiben una considerable
heterogeneidad en el envejecimiento.
La hiperglucemia es otro disparador de la
senescencia de las células β pancreáticas. Las células β mantienen la
homeostasis de la glucosa sanguínea controlando apropiadamente la secreción de
insulina de acuerdo con los cambios en tiempo real de los niveles sanguíneos de
glucosa. La hiperglucemia sostenida puede inducir la senescencia de las células
β a través de múltiples mecanismos como la activación de la quinasa 1, la
activación de la proteína quinasa activada por mitogenos (MAPK) y la
“sobrecarga glucolítica” (caracterizada por un incremento en el flujo metabólico
a través de la glucólisis y la
disminución de la proteólisis de la hexoquinasa) mediada por disfunción
mitocondrial. A diferencia de otros tipos de células, las células β manifiestan
una relativa baja capacidad antioxidante y, por tanto, son más susceptibles al
estrés oxidativo y al estrés de retículo
endoplásmico (RE). La excesiva producción de sustancias reactivas de oxígeno
(ROS) altera la dinámica mitocondrial (fisión y fusión), provocando defectos en
la cadena transportadora de electrones, desbalance bioenergético y alteración
de la homeostasis del calcio mitocondrial, lo cual dispara la senescencia de
células β.
El incremento en síntesis de proteínas,
estrés oxidativo, mutaciones de genes y glucolipotoxicidad puede causar estrés
RE en las células β pancreáticas. El estrés RE participa activamente en la
senescencia de células β, pero los mecanismos moleculares no están claros. Los
virus, especialmente enterovirus, causan daño del ADN celular. Estudios
recientes demuestran que los islotes pancreáticos infiltrados con células
inmunes se caracterizan por un incremento en la frecuencia de la respuesta al
daño de ADN y la expresión de marcadores de senescencia en pacientes con DT1 y
modelos de DT1 en roedores, lo cual indica que la senescencia de células β
inducida por daño del ADN puede jugar un rol crítico en los estadios iniciales
de la diabetes autoinmune. Los datos existentes apoyan que la respuesta
autoinmune en DT1 y la inflamación crónica en DT2 contribuyen a la senescencia
de células β, posiblemente a través de estrés RE, daño de ADN y otras rutas de
señalización. Por otra parte, la resistencia sistémica a la insulina acelera la
senescencia de células β durante el envejecimiento. Colectivamente, durante el
curso del envejecimiento y la progresión de la diabetes, múltiples factores y
rutas de señalización inducen la senescencia de células β, provocando cambios
en la función de estas células y la homeostasis metabólica sistémica.
El ciclo de la célula β es manejado por la
actividad de Ciclina D1/2-CDK4 y regulado a la baja por p16INK4a
inhibidor de CDK4. Está demostrado que la expansión de células β es un proceso
dependiente de la edad y que la replicación de células β es mucho más robusta
en ratones jóvenes que en animales viejos. Una vez que el p16Ink4a
es específicamente expresado, las células β pancreáticas muestran el fenotipo
senescente comprometiendo la regeneración celular.
La implicación del envejecimiento en la
regulación de la síntesis/secreción de insulina y la homeostasis de la glucosa
ha sido reconocida desde los años 80. Utilizando rata Fischer, un modelo animal
de envejecimiento, los investigadores encontraron que el envejecimiento no
tiene efecto sobre la transcripción del mARN de proinsulina, pero altera casi
la mitad de la síntesis de proinsulina estimulada por glucosa. La disminución
de la síntesis de proinsulina puede provocar la reducción de la secreción de
insulina nueva. Dado que el peso pancreático, el contenido total de insulina,
el tamaño de los islotes y el contenido promedio de insulina por islote no
cambian, las alteraciones en la transducción de señal que siguen a la
estimulación con glucosa durante el proceso de envejecimiento podrían ser un
factor crucial. Los estudios con potenciación dependiente de tiempo de
liberación de insulina en ratas envejecidas confirman que las células β de los
islotes pancreáticos pierden la sensibilidad a los secretagogos durante el
proceso de envejecimiento. La síntesis y secreción de insulina en sujetos
envejecidos son moduladas por múltiples
factores como el marcador de senescencia proteína-30 (SMP-30), un factor
independiente de andrógeno involucrado en la síntesis de vitamina C que
disminuye durante el proceso de envejecimiento para alterar la secreción de
insulina estimulada por glucosa (GSIS). Otro fenómeno notable es que las
células β senescentes manifiestan un nivel basal de insulina similar al del
fenotipo célula β inmadura. Por otra parte, el envejecimiento causa disfunción
mitocondrial en la célula β principalmente a través de desórdenes del complejo
I/II seguido por una reducción de la actividad del canal KATP y un
incremento en la entrada de Ca2+ que ocurre como una estrategia
compensadora y, por consiguiente,
aumenta la exocitosis de insulina.
Los estudios más recientes indican que la
célula β senescente puede ser afectada por células pancreáticas proximales,
concretamente células acinares, y otros factores hormonales. La expresión de
arginasa II en las células acinares aumenta durante el proceso de
envejecimiento y el incremento en la liberación de TNF-α por las células
acinares induce disfunción y apoptosis de células β. Como una célula β senescente puede estar
diseminada entre las células β adyacentes, existe la posibilidad de una
interacción entre las células β y los otros tipos de células pancreáticas,
regulando, por tanto, a la célula β senescente. Por otra parte, la hormona
tiroidea (T3) interviene en la maduración funcional de la célula β a través de
la inducción de MafA y aumenta la senescencia celular activando directamente a
p16Ink4a a través de los receptores de hormona tiroidea tipo A (THRA) y tipo B
(THRB). Asimismo, los ratones con deficiencia de receptor de hormona de
crecimiento (GRH)/gen de proteína ligadora muestran hipoinsulinemia, mayor
sensibilidad a la insulina y prolongación del tiempo de vida aun cuando son más
pequeños en tamaño, mientras la inserción del gen Igf1 bajo el control de un
promotor de insulina puede revertir este fenotipo, confirmando que el
IGF1R es un marcador de envejecimiento y
que el envejecimiento puede ser regulado hormonalmente.
La DT1 se caracteriza por la progresiva
destrucción de células β a partir de la respuesta autoinmune. Un estudio
reciente demuestra que en los pacientes con DT1 existe una subpoblación de
células β senescente, la cual recluta activamente células autoinmunes,
indicando un rol importante de las células β senescente en el progreso de la
DT1. En ratones con DT1, las células autoinmunes inician la peri-insulitis (el
reclutamiento de células inmunes autoreactivas en la periferia de los islotes)
con destrucción de células β desde las 3-4 semanas hasta las 8-10 semanas,
mientras la enfermedad progresa después de las 10 semanas, lo cual causa insulitis invasiva
acompañada por la masiva destrucción de células
β y severa hiperglucemia. Las células β senescentes se acumulan con el
progreso de la DT1, exhiben daño del ADN y fenotipos senescentes inducidos por
estrés. En los casos de humanos con DT1,
las células β muestran algunas características distintivas. (1) En las células
β humanas, el p16Ink4 es más un marcador senescente relacionado con la edad que un
marcador relacionado con la DT1. Por el contrario, la expresión de p21 aumenta
en donadores no-diabéticos autoanticuerpos-positivos y donadores DT1 recientemente diagnosticados,
lo cual indica que p21 es un marcador senescente relacionado con la DT1. (2) El
secretoma senescente en DT1 humana se caracteriza por la expresión de IL-6 y
serpina-1. (3) La heterogeneidad entre islotes es obvia en términos de los
niveles de expresión de marcadores senescentes.
La DT2 es una enfermedad asociada con el
envejecimiento que se caracteriza por resistencia a la insulina sistémica y
disfunción metabólica en múltiples órganos y tejidos e incluye dos fases, la
fase de prediabetes y la fase temprana
de diabetes. La prediabetes puede mantenerse por muchos años y se
atribuye a la compensación de células β (aumento de la masa de células β). La
falla en la compensación provoca la segunda fase que se caracteriza por muerte
de células β, disminución de los niveles circulantes de insulina e
hiperglucemia prolongada. En la prediabetes, la hiperglucemia relacionada con
resistencia a la insulina, la dislipidemia y la inflamación incrementan la
demanda de insulina, lo cual provoca la expansión de células β para secretar
más insulina. Para entender los efectos
de la senescencia de células β sobre la patogénesis de la DT2, hay que tomar en
cuenta el envejecimiento y los factores de estrés incluyendo hiperglucemia,
hiperlipidemia e inflamación crónica. Las células β envejecidas se acumulan con
la edad y exhiben GSIS alterada. Es de notar que la resistencia a la insulina
puede exacerbar el proceso senescente de células β. Por otra parte, la
senescencia paracrina acelera la acumulación de células β senescentes y
promueve actividades SASP, lo cual a su vez exacerba la resistencia a la
insulina sistémica y aumenta la pérdida de compensación de células β, acoplado
con la progresión de prediabetes al estadio inicial de diabetes.
Colectivamente, la senescencia de células β es un contribuyente común de la DT1
y la DT2 relacionada con el envejecimiento.
En conclusión, la senescencia celular es
crucial para el crecimiento y desarrollo en los estadios tempranos de la vida y
es disparada por múltiples estresores endógenos y exógenos. Específicamente, la
senescencia promueve la maduración funcional de la célula β incluyendo un
incremento en la captación de glucosa, la capacidad mitocondrial de oxidación y
el número de mitocondrias. Sin embargo, la senescencia sostenida está asociada
con limitaciones relacionadas con el envejecimiento y el desarrollo de
enfermedades. Por tanto, la senescencia está involucrada en la regeneración de
células β, la secreción de insulina y el desarrollo de la diabetes. Durante el envejecimiento, las células β
senescentes alteran la expresión de genes relevantes para la identidad de la célula β y las
funciones celulares. Los estudios en ratones sobre la senescencia genética
revelan que la prolongada senescencia deteriora la función de la célula β
seguida de muerte celular. Más aún, durante el curso del proceso natural de
envejecimiento, las células β de islotes humanos son sensibles a la apoptosis
inducida por glucosa. Dado que las células senescentes son resistentes a la
apoptosis, el efecto de las células senescentes depende principalmente de sus
actividades SASP incluyendo senescencia paracrina y quimiotaxis, lo cual puede
explicar la destrucción de células β y la disminución de la masa de células β
asociada a hiperglucemia.
Fuente: Li N et al
(2019). Aging and stress induced β cell senescence and its implication in
diabetes development. Aging 11: 9947-9949.
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