Una perspectiva autofágica del envejecimiento
La autofagia es un
proceso catabólico en las células eucarióticas por medio del cual componentes
intracelulares y material extracelular incorporado son manejados en los
lisosomas, donde ocurre su degradación. Desde su descubrimiento, la autofagia
ha sido asociada con el mantenimiento de la homeostasis celular así como con el
proceso de control de calidad citoplasmático. La desregulación de la autofagia
está relacionada con una diversidad de procesos patológicos o fisiológicos como
desordenes neurodegenerativos, infecciones y enfermedades metabólicas. Varios
estudios demuestran que la autofagia puede ser selectiva en sus procesos de
degradación de los componentes intracelulares. En este contexto, tres tipos de autofagia
han sido identificados: macroautofagia, microautofagia y autofagia mediada por
chaperona (AMC). La macroautofagia (o
simplemente autofagia) comienza con la extensión de una membrana especializada,
conocida como fagoporo, derivada del retículo endoplásmico (RE), las
mitocondrias y el aparato e Golgi. El
fagoporo engloba las moléculas y los organelos
a ser eliminados, formando una vesícula de doble membrana llamada
autofagosoma. Los autofagosomas se fusionan con los lisosomas y el material
secuestrado es degradado y liberado en el citoplasma. En la microautofagia, el
lisosoma secuestra directamente los componentes citoplasmáticos a través de una
invaginación de la membrana lisosomal. Por otra parte, la AMC es un proceso que
involucra el transporte directo de los componentes citoplasmáticos a través de la
membrana lisosomal vía proteínas chaperonas. La AMC es un evento altamente
regulado y degradativo que involucra al HSC70 (complejo de proteína de shock
térmico 70) y la multimerización del receptor LAMP2A (proteína de membrana
asociada a lisosoma tipo 2A). No todas las proteínas son capaces de ser
sustrato de AMC. Las proteínas para ser degradadas por AMC deben contener un motivo KFERQ en su
secuencia de aminoácidos, el cual es necesario para unirse a la proteína
chaperona HSC70. El sustrato y el complejo HSC70 pueden unirse a un dominio
citoplasmático de 12 aminoácidos del LAMP2A. La multimerización de LAMP2A es
necesaria para la translocación de
sustratos en la luz lisosomal. El HSC70 citoplasmático es liberado del complejo
multimérico y entonces una chaperona HSC90 (localizada en la luz de la membrana
lisosomal) interactúa con LAMP2A, estabilizando durante el proceso de
translocación del sustrato. Una chaperona luminal HSC70 es requerida para finalizar
el proceso de translocación y una vez internalizada, la proteína es degradada
por las enzimas lisosomales.
La autofagia puede ser inducida por una
variedad de estresores, y la restricción de nutrientes es uno de los mayores
estímulos, capaz de activar rápidamente el proceso autofágico con la
concomitante inhibición de la síntesis de proteínas. Los estudios en levaduras
y mamíferos han caracterizado al menos 40 genes relacionados con la autofagia
(Atg) que codifican proteínas que participan en la autofagia. Adicionalmente,
la ruta autofágica canónica incluye la inactivación del complejo blanco de
rapamicina de mamíferos 1 (mTORC1), provocando la fosforilación y activación
del complejo similar a quinasa Unc-51 (ULK1/2) con la consiguiente activación de
otros miembros del complejo ULK como FIP200 y ATG13. Otro importante complejo que es activado es el
BECLINI, en el cual el VPS34, uno de sus miembros, es trasladado a las
membranas de RE y produce altos niveles de fosfatidilinositol-3-fosfato, el
cual es necesario para el reclutamiento de otros efectores como el WIPI2b. Este
efector interactúa y recluta ATG16L, el cual se une al complejo ATG5-ATG12 para
generar el complejo ATG5-ATG12-ATG16L. Este complejo es requerido para la unión
a lípidos de la LC3 (proteína de cadena liviana asociada al microtúbulo) porque
determina donde la LC3 será conjugada y activada como LC3-II. Más aún, la ATG3
(una proteína similar a E2) está asociada con LC3-1 y se une al complejo a
través de ATG12, provocando la conjugación de LC3-I con fosfatidiletanolamina
para generar LC3-II. La LC3-II está presente en las membranas interna y externa
de los autofagosomas y es necesaria para la extensión del fagoporo, envolver
las partículas y cerrar la vesícula para
formar el autofagosoma. Adicionalmente, la partícula es capaz de unirse a
moléculas receptor/adaptador como p62, NDP52 y NIX. Estas proteínas contienen
una región para interactuar con LC3 (LIR) que permite el reconocimiento de los
elementos a ser atrapados por el fagoporo y eliminados de una manera
autofágica.
Además de la degradación, la autofagia o
parte de su maquinaria, puede mediar una muerte celular regulada, llamada
muerte celular dependiente de autofagia (ADCD), aunque también puede participar
en otros tipos de muerte celular. A pesar del hecho que la muerte celular
regulada de células malignas es un mecanismo pro-supervivencia a nivel del
organismo completa, puede provocar degeneración tisular y pérdida de función, y
esto puede reducir la capacidad del individuo viejo.
El envejecimiento, evento natural que ocurre
en todos los organismos vivos, puede ser definido como un deterioro de las
funciones celulares debido al daño acumulado en el tiempo. Los organismos vivos
tienen diferente longevidad, lo que indica que la evolución ha jugado un
importante rol en la regulación y flexibilización del envejecimiento entre las
especies. A pesar del concepto generalmente aceptado que el envejecimiento es
un proceso multifactorial, varias teorías tratan de explicarlo a través de un
simple cambio predominante relacionado con la edad. Una teoría popular es la “Teoría
Estocástica” que sugiere que el envejecimiento resulta de la acumulación de
daño. Esto puede deberse a fuentes
externas o internas a lo largo del tiempo, además de una insuficiencia en la
capacidad de reparación. Otras teorías
apoyan la idea que el envejecimiento es un proceso regulado, principalmente por
el código genético, como la longitud del telómero, el número de divisiones que
una célula somática puede tener (“límite Hayflick”) y la regulación
espacio-temporal de la expresión de genes. Por otra parte, la Teoría de los Radicales Libres (o Estrés
Oxidativo), la cual propone que una acumulación de especies reactivas de
oxigeno (ROS) cusa un daño oxidativo de las biomoléculas con el consiguiente
declive de la función celular. Un considerable cuerpo de evidencias apoya esta
teoría, que puntualiza el incremento en el nivel celular de ROS durante el
envejecimiento debido a una mayor producción y a la concomitante falla de los sistemas antioxidantes.
Varios modelos animales han contribuido al
entendimiento de como la alteración de la autofagia y la homeostasis redox
puede resultar en enfermedades relacionadas con la edad. De la misma manera,
numerosos estudios de ablación genética o inducción de genes autofágicos han
revelado la importancia de este proceso en el envejecimiento. La sobre
expresión de Atg5 en ratones aumenta el proceso de autofagia y las propiedades
antienvejecimiento. La vida media también aumentó, lo cual sugiere la
importancia de la autofagia en longevidad de los ratones. Otro estudio revela
que el aumento del receptor CMA puede prevenir el envejecimiento a nivel
celular y de órgano. Adicionalmente, los ratones que sobre expresan Atg5
demuestran una mayor resistencia a la obesidad relacionada con la edad y aumentan la sensibilidad a la insulina.
Otra relación entre aumento de la autofagia y extensión de la vida ha sido
reportada en humanos centenarios excepcionalmente sanos, quienes tienen niveles
aumentados de BECLINI, en comparación con personas jóvenes. El “knockout” de
genes Atg esenciales es letal en ratones. Específicamente, ratones Atg5 o Atg7
KO presentan neurodegeneración o anormalidades tisulares. Por otra parte, con
el aumento de la edad, incrementa la incidencia de cáncer, probablemente debido
al declive de los procesos homeostáticos y al aumento de la acumulación de
moléculas potencialmente peligrosas como ROS y agregados de proteínas. La
autofagia tiene un rol dual en la tumorigénesis, con acciones tanto en la
supresión como en la progresión del tumor.
Las ROS, metabolitos del oxígeno molecular
durante la respiración celular, son muy reactivas debido a que poseen un
electrón no apareado. Las mitocondrias son los mayores productores de ROS y al
mismo tiempo el organelo más afectada por ellas. Para evitar los efectos
perjudiciales de las ROS, existen dos procesos importantes: mitofagia y sistema
antioxidante. Las ROS mitocondriales pueden disparar la ruta autofágica en el
ayuno por la activación de Atg4, y esto a su vez provoca la degradación
autofágica de mitocondrias (mitofagia) para reducir los niveles de ROS
limitando el número de mitocondrias por célula. Adicionalmente, la hipoxia y el
ejercicio también pueden disparar la autofagia dependiente de redox, lo cual
sugiere que las ROS pueden regular la respuesta autofágica a varios estresores.
Con relación al segundo proceso, el sistema antioxidante consiste de varias enzimas
y moléculas que reaccionan con las ROS y las neutralizan. La sobre expresión de
catalasa en ratones extiende la duración de la vida y reduce la cantidad total
de ROS, reforzando la Teoría de Radicales Libres del Envejecimiento. Más aún,
estos ratones muestran una reducción de las patologías relacionadas con la
edad. Por otra parte, las ROS están implicadas en la proliferación y
supervivencia bajo ciertas condiciones. Recientemente, ha surgido un nuevo
concepto en el campo del envejecimiento, llamado “hormesis”, según el cual
dosis bajas de un estresor pueden mejorar la respuesta celular a una condición
perjudicial en el futuro. Esto podría
incrementar el tiempo de vida y la función celular. En este contexto, bajos
niveles de ROS pueden ser beneficiosos porque disparan la respuesta
homeostática, pero el aumento desproporcionado puede provocar daño o
envejecimiento. Desde una perspectiva autofágica, si el aumento en los niveles
de ROS y la disminución de la mitofagia ocurren simultáneamente, provocan envejecimiento.
En los últimos años, el envejecimiento es
visto como un proceso activo y altamente regulado. Los cambios relacionados con
la edad a nivel celular incluyen un incremento en ROS, pérdida de la
proteoestasis, inestabilidad genómica y acortamiento del telómero, entre otros.
La autofagia juega un rol importante en algunas de estos cambios del
envejecimiento, en la salud y la enfermedad. La proteoestasis es una de las
principales funciones de la autofagia en los tejidos normales. El desbalance de
la proteoestasis debido al envejecimiento provoca agregación de proteínas,
acumulación de proteínas defectuosas y disfunción celular, entre otros. La
carbonilación debida a estrés oxidativo es uno de los cambios que provocan
pérdida de la proteoestasis. Para evitar la muerte o disfunción celular, se
activan numerosos procesos homeostáticos, principalmente la autofagia y el
sistema ubiquitina-proteasoma (UPS). Dado que la autofagia es considerada uno
de los más importantes procesos homeostáticos intracelulares, una alteración o
deterioro de esta ruta puede afectar el funcionamiento celular normal,
incluyendo una variedad de enfermedades y la disminución de la fisiología
celular normal. Los autofagosomas y lisosomas disminuyen de una manera
dependiente de la edad en músculos, corazón y otros tejidos. Más aún, el
receptor CMA ha sido implicado en la remoción de proteína oxidada y
potencialmente dañina a través de la degradación lisosomal directa. La UPS está
implicada en la degradación de proteínas defectuosas así como proteínas de corta y larga vida por su ubiquitinización. Este
proceso es activado gracias a tres proteínas que secuencialmente activan la
ubiquitina (E1), la transferencia a una segunda enzima (E2) y la unión de la
ubiquitina a una molécula blanco (E3 ligasa), la cual eventualmente alcanza el
proteasoma para la degradación. La inhibición de la actividad proteasómica
altera la proliferación celular y acorta el tiempo de vida, reforzando la
importancia de una correcta proteoestasis en el envejecimiento sano y la
longevidad.
Varios estudios sobre enfermedades
degenerativas relacionadas con el envejecimiento y la autofagia reportan
acumulación de ROS, proteínas defectuosas y organelos dañados, con el
envejecimiento como principal factor de riesgo. Esta acumulación interfiere con
el tráfico axonal y aumenta la neurotoxicidad. La autofagia y el daño de
receptores CMA alteran la correcta degradación de los agregados de proteínas y
la remodelación de dendritas y axones, disminuyendo la plasticidad neuronal. En
la enfermedad de Parkinson (EP), los agregados citoplasmáticos son formados por
α-sinucleína y ubiquitina (cuerpos de Lewy) en neuronas dopaminérgicas de la
sustancia negra, provocando su muerte. De la misma manera, la enfermedad de
Alzheimer (EA), se caracteriza por la acumulación intracelular de proteína tau
y β-amiloides (A-β) derivados de la proteína precursora amiloide. Esta
formación de agregados altera la función celular, provocando la muerte celular.
Adicionalmente, las placas Aβ) extracelulares secretadas por los autofagosomas
pueden interrumpir la comunicación intercelular, otra característica del
envejecimiento. Otras enfermedades neurodegenerativas implican alteraciones en
el proceso autofágico. En estos casos, la carencia de una adecuada degradación
por la autofagia promueve la agregación de varias proteínas y el consiguiente mal funcionamiento del
transporte axonal. Con relación a las enfermedades metabólicas y la autofagia,
es bien conocido que los depósitos de amiloide en los islotes provocan diabetes
tipo 2 en humanos debido a las propiedades amiloidogénicas del polipéptido
amiloide de los islotes humanos (hIAPP). Por otra parte, la sarcopenia se
caracteriza por una progresiva pérdida de masa y fuerza muscular gracias a un desbalance entre producción y degradación
de proteínas. La disminución de la autofagia relacionada con la edad promueve
la sarcopenia porque la acumulación de proteínas interfiere con la función
normal de las miofibrillas y una exacerbación de la autofagia puede resultar en
estrés celular y muerte celular.
La mitofagia, un proceso involucrado en la
degradación autofágica de mitocondrias, es necesaria en la diferenciación
normal de ciertos tipos de células como los eritrocitos, en la embriogénesis, la
respuesta inmune, la programación celular y la muerte celular. La mitofagia es
requerida no solo para remover mitocondrias deñadas, sino también para promover
la biosíntesis de nuevas mitocondrias, apoyando el control de calidad
mitocondrial. Dado que las mitocondrias están involucradas en la bioenergética
y la producción de ROS, la mitofagia juega un rol importante en la homeostasis
celular. La disminución de la autofagia se observa en animales viejos y esto
contribuye al fenotipo envejecido. La mitofagia es disparada por la exposición
citoplasmática de proteínas de la membrana externa mitocondrial (MOM), las cuales tienen un
dominio LIR, y es regulada por varias proteínas como NIX y BNIP, entre otras.
La activación de NIX está asociada con un incremento en la degradación
mitocondrial. La proteína NIX tiene un dominio LIR que se une a LC3 una vez que
es activado por fosforilación. Adicionalmente, PINK1 y PARKIN han sido
involucradas en el desbalance que dispara rutas involucradas en la activación
de proteínas pro-apoptosis de la familia Bcl2 como BAX y BAK, lo cual resulta
en un daño de las proteínas MOM y la consiguiente liberación de citocromo C y
SMAC (second mitochondrial-derived activator of caspace) al citoplasma,
activando la ruta apoptósica intrínseca a través de la caspasa 9. La disrupción
de la mitofagia, y por tanto de la homeostasis redox, puede producir diferentes
patologías cardiovasculares.
La respuesta celular a la privación de
nutrientes implica alguna clase de sensor intracelular, capaz de disparar los
correspondientes mecanismos de supervivencia. Varias rutas de señalización
relacionadas con nutrientes convergen en mTOR (mammalian Target Of Rapamycin),
el cual dispara la respuesta a cambios en factores de crecimiento, energía, glucosa
o aminoácidos. La quinasa mTOR es capaz de relacionar las condiciones
ambientales con la reproducción y el mantenimiento somático, influyendo en el
tiempo de vida individual. La proteína p62, adaptadora autofágica, estabiliza la actividad del complejo mTORC1
en la superficie de los lisosomas.
Debido a que la autofagia es un mecanismo catabólico, puede estar
implicada en el metabolismo celular y sistémico. La respuesta al estrés
metabólico podría ser comprometida por
una disminución en la actividad autofágica. La hiperactivación de mTOR ha sido
reportada en varias enfermedades como obesidad, síndrome metabólico y diabetes
tipo 2, lo cual apoya la importancia de la regulación de la autofagia y las
rutas sensoras de nutrientes. Dado que el mTOR es capaz de “sensar” el estado
nutricional de la célula, se propone que podría jugar un rol importante
en la terapia de restricción calórica (RC). La ruta de señalización mTOR
media la extensión del tiempo de vida por RC. En efecto, la pérdida de peso ha
sido sugerida como prevención para una variedad de enfermedades relacionadas
con la edad.
Varios estudios recientes demuestran que la
autofagia o moléculas relacionadas con la autofagia actúan como factor de
seguridad de la estabilidad genómica,
directamente (modulación de la reparación del ADN) o indirectamente (actuando
como una respuesta homeostática). La autofagia emerge como importante proceso
en el mantenimiento del genoma. En este contexto, la deficiencia de autofagia
provoca inestabilidad genómica bajo condiciones de estrés metabólico. La
proteína p62 ha sido implicada en la inestabilidad genómica en varios estudios.
La acumulación de p62 provoca la activación de la respuesta al daño del ADN.
Por el contrario, la sobre expresión de p62 (o deficiencia de autofagia)
suprime dicha respuesta por interacción inhibidora directa con la RNF168, una
importante E3 ligasa para la ubiquitinización de histonas H2A y la respuesta al
daño del ADN.
Los cambios epigenéticos debidos a factores
externos o internos manejan varios procesos, incluyendo al desarrollo y el
envejecimiento. En “stem cells” musculares y hematopoyéticas, diferentes
modificaciones de histonas ayudan a establecer el estado de quiescencia con la
edad. Además, las alteraciones epigenéticas
provocan diferentes respuestas en el envejecimiento y la longevidad en
modelos de ratones. Los macrófagos de ratones viejos tienen hipermetiladas las
regiones promotoras LC3 y Atg5, en comparación con ratones jóvenes, promoviendo
el declive de la autofagia en el envejecimiento. El polifenol natural
resveratrol es un inductor autofágico que ejerce su acción a través del
receptor de inositol 1,4,5-trifosfato (IP3R) y por disminución de la
acetilación de proteínas. El balance entre los diferentes grados de acetilación
de proteínas es importante para la autofagia. Los altos niveles de acetil-CoA,
la cual sirve como donadora de grupo acetil, promueven la hiperacetilación de
histonas, regulan a la baja la expresión de Atg y, por tanto, inhiben la
autofagia y acortan la duración de la vida. Por el contrario, la desacetilación
de proteínas relacionadas con el metabolismo, activa la autofagia. Otro
inductor autofágico, espermidina, es una poliamina estudiada como agente
anti-envejecimineto. La espermidina, como el resveratrol, puede inducir cambios
en la acetilación y desacetilación de proteínas que promueven rutas autofágicas
vía señal de quinasas dependientes de AMP.
Los telómeros son secuencias repetitivas
específicas en el extremo de los cromosomas, la telomerasa es la polimerasa
especial involucrada en la elongación de esta zona protectora y es altamente
regulada de una manera espacio-temporal. En cada ciclo celular, el telómero se
acorta provocando la vulnerabilidad del extremo del cromosoma. El acortamiento
del telómero puede causar inestabilidad genómica que contribuye a enfermedades
relacionadas con la edad. La respuesta autofágica evita la inestabilidad
genómica y la disfunción telomérica y, por tanto, promueve la supervivencia
celular. Por otra parte, la senescencia
celular puede ser inducida por daño del ADN, acortamiento del telómero u otras
señales de estrés, con la consiguiente detención del ciclo celular. Varios
estudios proponen que el tipo de autofagia, el momento exacto cuando actúa y el
lugar donde ocurre pueden definir el rol pro o anti-senescencia de la
autofagia. Otra importante
característica del envejecimiento es el agotamiento de stem cells con la
consiguiente disminución del potencial de reparación tisular. La autorenovación
es importante para mantener la población de stem cells a través de la vida. En
el envejecimiento disminuye la actividad de las stem cells. La autofagia es
necesaria para la preservación y quiescencia de las stem cells hematopoyética.
En conclusión, el envejecimiento involucra
varios hechos que promueven el
desarrollo de una variedad de desórdenes como enfermedades neurodegenerativas,
cardiacas, metabólicas y cáncer. Estas características relacionadas con la edad
involucran un gradual incremento en la producción de ROS, inestabilidad
genómica, disminución de antioxidantes, reparación de ADN y sistemas
proteostáticos. La autofagia como un proceso homeostático, juega un rol importante en el mantenimiento de la
fisiología celular y para evitar cualquier daño que eventualmente podría
aparecer. La actividad autofágica
disminuye con la edad, lo cual contribuye a la acumulación de macromoléculas y
organelos dañados durante el envejecimiento. Rapamicina, resveratrol y
espermidina son inductores autofágicos clínicamente disponibles que podrían
mejorar el envejecimiento y los desórdenes relacionados con la edad.
Fuente: Barboza MC
et al (2019). Hallmarks of aging: an autophagic perspective. Frontiers in Endocrinology 9: 790.
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