Envejecimiento adrenal y respuesta al estrés
El envejecimiento
normal está asociado con múltiples cambios endocrinos, incluyendo los
relacionados con la estructura y función de las glándulas adrenales. Los
cambios morfológicos de la glándula adrenal que ocurren durante el envejecimiento
están asociados con alteraciones en la producción hormonal como, por ejemplo,
un gradual y sostenido incremento en la secreción de glucocorticoides y una
disminución en los niveles de andrógenos adrenales. El incremento en los
niveles circulantes de cortisol en individuos viejos es de particular interés
debido al impacto del cortisol en varios sistemas, incluyendo la cognición, y
la relación inherente entre el estrés crónico, el cortisol elevado y el envejecimiento.
El estrés es un factor constante en la vida moderna. La respuesta al estrés en
organismos sanos ayuda al mantenimiento del balance de las funciones
biológicas, u homeostasis, cuando se enfrentan a retos fisiológicos o
psicológicos. La respuesta al estrés normal involucra varias cascadas de respuestas
adaptativas del sistema nervioso central y el sistema neuroendocrino que
facilitan la homeostasis y, en última instancia, la supervivencia. Como parte
integral de la respuesta al estrés, se activan circuitos neurales que
relacionan regiones cerebrales responsables de las funciones sensoriales y
motoras para la percepción y la respuesta motora ante el agente estresor,
respectivamente, así como intrincadas actividades autónomas, neuroendocrinas,
cognitivas y conductuales. Mientras la activación de estos circuitos neurales
es considerada parte de la respuesta al estrés normal, el estrés crónico puede desregular estos
circuitos y respuestas, lo cual resulta en alteración de la función de estos
sistemas.
El sistema de la respuesta al estrés
comprende componentes centrales y periféricos. De estos, el eje
hipotálamo-hipófisis-adrenal (HHA) ha sido definido como un elemento primario
en la respuesta al estrés. Mientras el sistema estrés ha sido ampliamente
estudiado, la magnitud y complejidad de las diversas interacciones entre sus
componentes primarios se mantienen elusivas. Las células nerviosas en el núcleo
paraventricular (NPV), las cuales secretan hormona liberadora de corticotropina
(CRH) se proyectan hacia el cerebro anterior a regiones responsables del alerta
y las funciones simpáticas. A su vez, el NPV recibe fibras catecolaminérgicas a
través de un haz noradrenérgico procedente
del locus ceruleus y el sistema simpático central. La CRH es liberada en el sistema porta
hipofisario, para estimular la liberación de hormona adrenocorticotropa (ACTH)
por la hipófisis. Mientras la liberación de CRH y la estimulación de los
centros simpáticos son parte de un asa de retroalimentación positiva, la
liberación de ACTH es parte de un asa de retroalimentación negativa que ejerce
un efecto inhibidor sobre la secreción de CRH. La ACTH liberada en la circulación
sanguínea actúa sobre la corteza adrenal, lo cual resulta en la liberación de
cortisol. El cortisol, a su vez, ejerce retroalimentación negativa a nivel de
la hipófisis y el hipotálamo. La activación aguda y crónica de los componentes
del sistema estrés y el eje HHA está asociada con las consecuencias directas sobre
la actividad e integridad de otros sistemas fisiológicos, incluyendo los
involucrados en la reproducción, crecimiento e inmunidad. La evidencia
acumulada sugiere que el estrés crónico puede acelerar el envejecimiento. Sin
embargo, no está claro si las alteraciones estructurales y funcionales en el
cerebro envejecido, con la concomitante disminución en la retroalimentación
mediada por glucocorticoides, contribuyen a la hipersecreción de cortisol que
se observa en la vejez, o si esto está relacionado a cambios funcionales en la
glándula adrenal.
Del examen crítico de las numerosas teorías
propuestas para explicar el proceso de envejecimiento, emergen dos categorías
que no son mutuamente excluyentes: (1) teorías basadas en la noción que el
envejecimiento es programado; (2) teorías basadas en la idea que el
envejecimiento está relacionado con la acumulación de daño en una amplia gama
de tejidos. La teoría de la senescencia celular/telómero apoya la idea de un
reloj biológico y sugiere que hay una limitada replicación de las células
normales. La senescencia celular puede ser disparada en respuesta al estrés a
través de diferentes mecanismos, incluyendo mutaciones en la señal, daño del
ADN por radicales libres, o replicación. La senescencia replicativa a partir del daño de los telómeros, resulta
después de cada división celular y puede ser revertida a través de la
activación de la telomerasa, una enzima que ayuda a regenerar los telómeros. En
la senescencia inducida por estrés, la hipótesis es que el ADN presenta
alteraciones debidas a estresores extrínsecos y procesos intrínsecos, vía
mutaciones de las enzimas reparadoras, como resultado de la disfunción y
posterior envejecimiento. La teoría de la regulación de genes apoya la noción
que los genes son responsables de la vida y la muerte. Esta teoría ha sido
apoyada por los hallazgos que demuestran que algunos genes son responsables
de la longevidad disminuyendo la señal
similar a insulina y que la vida podría ser regulada, en parte, por la
expresión de genes como las sirtuinas, una familia de genes
anti-envejecimiento. Otras teorías, como la teoría inmunológica, apoyan la idea
que hay un deterioro de la función normal del sistema inmune a través del
envejecimiento, con el consiguiente aumento
de la vulnerabilidad a las enfermedades infecciosas y la muerte. La
teoría del envejecimiento por estrés, algunas veces referida como teoría
hormonal, apoya la noción que los efectos acumulativos del estrés y el ambiente
estresante provocan disrupción de la función celular normal, daño celular y,
eventualmente, envejecimiento.
La frecuencia de condiciones y enfermedades relacionadas con el estrés
como desordenes de ansiedad, resistencia a la insulina, depresión, enfermedad
cerebrovascular y otros aumenta radicalmente a lo largo de la vida.
Adicionalmente, las diferencias individuales en la vulnerabilidad y resistencia
al estrés y las patologías relacionadas con el estrés pueden ser atribuidas en
parte a la heterogeneidad del proceso de envejecimiento. Las rutas de
señalización primarias que responden al estrés incluyen insulina/IGF-1, TOR y
sirtuinas. Los cambios en el grado de nutrientes o el número de estímulos
estresantes resultan en alteraciones en estas rutas de señalización, lo cual
altera la función mitocondrial y la actividad metabólica, vía proteoestasis y
circuitos de mantenimiento. La evidencia disponible sugiere que la disminución de la respuesta al estrés y la integración
de varios componentes de la respuesta al estrés pueden contribuir al
envejecimiento y a las enfermedades relacionadas con la edad.
La glándula suprarrenal pesa aproximadamente
5 g y consiste en dos estructuras, anatómica y químicamente, distintas: una
región interna, o médula, que contiene células cromafines que producen
catecolaminas y una región externa, o corteza, que es importante para la
síntesis de esteroides. La médula recibe inervación simpática, mientras la
corteza es regulada por hormonas de la hipófisis. La corteza se divide en tres
zonas: reticularis (aproximadamente 7% de la masa de la glándula), glomerulosa
(15%) y fasciculada (50%), donde cada zona secreta hormonas diferentes. Todas
las células adrenocorticales contienen cantidades excesivas de lípidos, principalmente
en la parte externa de la zona fasciculada. Las dos zonas internas (fasciculada
y reticularis) producen cortisol y hormonas sexuales, incluyendo
dehidroepiandrosterona (DHEA). El cortisol y sus derivados son conocidos como
glucocorticoides debido a que estimulan la gluconeogénesis, aumentan la presión
sanguínea y regulan la inflamación. La zona cortical externa (glomerulosa)
produce aldosterona en respuesta al sistema renina-angiotensina. La médula
adrenal constituye el 28% de la glándula, es rodeada por la corteza y está
hecha por cordones densamente inervados
formados por células adyacentes a los
senos venosos que contienen gránulos. Las células de la médula derivan del
sistema nervioso y producen
catecolaminas (adrenalina, noradrenalina y dopamina), las cuales son liberadas
en la circulación sanguínea. La médula
de la glándula adrenal es considerada un componente importante del sistema
nervioso simpático y tiene dos tipos primarios de células: células que secretan
adrenalina (90%) y células que secretan noradrenalina (10%). Aunque no es
esencial para la vida, la médula adrenal ayuda significativamente al organismo
a responder al estrés a través de la secreción de adrenalina y noradrenalina,
las cuales incrementan la frecuencia cardiaca y convierten glucógeno en glucosa
en el hígado, entre otras acciones.
La exposición a un estímulo estresante
resulta en la activación del eje HHA y el sistema alerta/simpático, los cuales
comprenden componentes, centrales y periféricos, del sistema estrés. De la
variedad de factores que son producidos y liberados en la respuesta al estrés,
los mediadores del eje HHA, particularmente los glucocorticoides, son críticos.
Normalmente, después de la exposición a un estresor, los glucocorticoides
actúan sobre el cerebro para restaurar la homeostasis fisiológica y conductual.
Los glucocorticoides producen respuestas adaptativas ejerciendo efectos en
varios sitios centrales y periféricos además de sus efectos sobre las actividades
neuronales como excitabilidad, plasticidad, neurogénesis, muerte neuronal y
respuestas conductuales. El asa de retroalimentación negativa mediada por el
cortisol es una parte crítica de la
respuesta adrenal al estrés que actúa para terminar la activación del eje HHA.
El cortisol ejerce su efecto vía interacción con receptores intracelulares que
muestran alta afinidad por el ligando. Dos tipos de receptores para esteroides
adrenales han sido identificados en el cerebro y la hipófisis y han sido implicados
en el control por retroalimentación negativa asociada al estrés del eje HHA. El
tipo I o receptor mineralocorticoide (MR) parece mediar y regular la influencia
tónica de los glucocorticoides sobre las funciones cerebrales a nivel basal. La
activación del tipo II o receptor glucocorticoide (GR) juega un rol importante
a través de la supresión de la
retroalimentación negativa de la
respuesta al estrés. Cambios en el aprendizaje y la memoria, así como el
incremento en la ansiedad están asociados con la activación del GR. Estos
cambios funcionales son anatómicamente codificados en distintas regiones y
estructuras neurales. El hipocampo (HC)
y la corteza prefrontal (CPF) son inhibidores de la actividad del eje
límbico-HHA y la amígdala activa la respuesta al estrés. Los elevados niveles
de glucocorticoides alteran la plasticidad sináptica en el HC y la adquisición
de memoria dependiente del HC. Los receptores GR y MR son expresados
abundantemente en HC, CPF y amígdala. Por otra parte, MR y GR tiene funciones
opuestas en la regulación de la neuroplasticidad sináptica en el HC durante la
respuesta al estrés. La activación de MR puede ser un prerrequisito para la
plasticidad del hipocampo, mientras el GR puede ejercer un efecto inhibidor
sobre la plasticidad.
Las funciones fisiológicas disminuyen
gradualmente durante el envejecimiento, incluyendo una reducción en la
actividad del eje HHA, el cual es fundamental para la homeostasis, actuando
como un regulador de la respuesta al estrés. Durante el proceso multifactorial
de envejecimiento, el patrón secretor de las adrenales, especialmente de la
corteza adrenal, muestra alteraciones cualitativas y cuantitativas que
probablemente contribuyan a la patogénesis de los desórdenes relacionados con
la edad, particularmente la disminución en la cognición. Varios estudios
sugieren que el envejecimiento está relacionado con la pérdida de balance entre
dos procesos fundamentales, daño y reparación. Este deterioro gradual de la
función es modulado por el sistema estrés y el debilitamiento de las rutas
normales de reparación, como reparación del ADN, metabolismo mitocondrial y
proteoestasis. En humanos, el envejecimiento se caracteriza por un incremento
en la secreción adrenal de glucocorticoides y una disminución en la síntesis de
andrógenos adrenales (DHEA y su ester sulfato DHEAS disminuyen
significativamente durante el envejecimiento). La reducción en los niveles de
andrógenos con la simultánea elevación de cortisol plasmático revela una
disociación del patrón de secreción adrenal.
El patrón de secreción por la corteza adrenal muestra varias
modificaciones con la edad. Las concentraciones de cortisol aumentan con
patrones de secreción irregulares y un perfil circadiano aplanado con un mayor
nadir en la tarde y la noche y un nivel pico más temprano en la mañana.
Adicionalmente, hay una retroalimentación negativa disminuida sobre la
secreción de cortisol debida a la alteración de la sensibilidad del eje HHA.
Esta atenuación de la retroalimentación negativa puede estar asociada con
varios factores, como componentes vasculares, reducido número de receptores GR
en el cerebro, diferencias de la concentración de cortisol en el líquido
cerebroespinal y alteraciones en el aclaramiento de cortisol en la barrera
hematoencefálica. Los mayores niveles de cortisol y la disminución de la
sensibilidad del eje HHA generalmente están relacionados con disminución del
estatus cognitivo, demencia de causa degenerativa y vascular, depresión y
ansiedad. Por otra parte, la 11β-hidroxiesteroide deshidrogenasa tipo 1 (11β-HSD1),
la cual transforma cortisona en cortisol activo, aumenta su actividad durante
el envejecimiento, afectando la disponibilidad de cortisol en los tejidos. Como
hormona catabólica, los elevados niveles de cortisol, están relacionados con
características clínicas de debilidad como pérdida de peso, disminución de la
masa muscular y anorexia. Por el contrario, los bajos niveles diurnos de
cortisol están asociados con longevidad. El cortisol tiene efectos
neurotóxicos, estimula la degeneración neuronal a través del incremento de la
susceptibilidad al daño metabólico y vascular, reducción de la longitud de las
dendritas y muerte celular. Esto probablemente contribuye a la ocurrencia de
enfermedades neurodegenerativas relacionadas con la edad.
El envejecimiento involucra una gradual
disminución en todas las funciones humanas, incluyendo el deterioro adrenal. La
inevitable secuela clínica incluye alteraciones en la composición del cuerpo
como disminución de la densidad mineral ósea, pérdida de masa muscular e
incremento de la masa grasa. Estos cambios también pueden estar relacionados
con los ajustes en el sistema endocrino en el envejecimiento. Específicamente,
a través del envejecimiento, el incremento de los niveles de cortisol causa
varios efectos sobre múltiples sistemas y cambios adversos en las personas
viejas. Esto puede ser clínicamente correlacionado con declive cognitivo,
sarcopenia, osteopenia u osteoporosis y atrofia de la piel. El exceso de
cortisol durante el envejecimiento contribuye a la inhibición de la formación
de hueso a través de la estimulación de la apoptosis de osteoblastos y
osteocitos, la extensión de la vida de los osteoclastos y la supresión de la
formación de nuevos osteoblastos. Adicionalmente, el cortisol afecta
significativamente el metabolismo de la glucosa. Las elevadas concentraciones
de cortisol están asociadas con resistencia a la insulina, aumento de la glucosa en ayuno y mayor riesgo
de desarrollar diabetes. Por otra parte, hay evidencia que los efectores del
eje HHA, particularmente los glucocorticoides, pueden influir en la función
inmune. En general, los elevados niveles circulantes de cortisol durante el
estrés crónico o el envejecimiento ejercen efectos inmunosupresores y
anti-inflamatorios. Asimismo, el proceso de envejecimiento y el estrés crónico
han sido asociados con alteración de la función cerebral. El estrés psicológico
parece ser un aspecto crítico en la promoción del envejecimiento biológico y el
inicio de enfermedades relacionadas con la edad. El HC, la CPF y la amígdala
son regiones cerebrales interconectadas implicadas en el estrés. El estrés
induce cambios conductuales profundos en paralelo con cambios estructurales y
plásticos en estas áreas. El HC sirve como una importante conexión entre la
corteza cerebral y el hipotálamo, regulando en parte, el ritmo diurno de
cortisol. El HC tiene un efecto inhibidor sobre la actividad del eje HHA, sirve
como blanco central de las hormonas del estrés y es extraordinariamente
vulnerable al estrés. Una función clave de la CPF es el almacenamiento
transitorio y la manipulación de información para guiar la conducta posterior.
La disfunción de la CPF forma parte de varios desórdenes psiquiátricos. En
contraste con el HC y CPF, los cuales disminuye de volumen después del estrés
crónico, la amígdala aumenta de volumen, lo cual está asociado con un
incremento de la ansiedad. Los elevados niveles de glucocorticoides asociados
con estrés crónico han sido implicados en alteraciones de la memoria espacial,
la función del HC y el estatus
cognitivo.
En conclusión, el envejecimiento normal resulta
en cambios en la secreción adrenal de glucocorticoides, particularmente un
incremento en los niveles circulantes de cortisol. Los niveles crónicamente
elevados de cortisol también afectan la respuesta al estrés provocando una
alteración en la capacidad de recuperación frente al estímulo estresante. El
envejecimiento y el estrés crónico afectan el cuerpo a través de mecanismos
relacionados con la función de los glucocorticoides. La cronicidad del proceso
de envejecimiento, particularmente en relación con alteraciones en la
estructura y función de la glándula adrenal, y el estrés pueden ser
perjudiciales para la salud del individuo. La evidencia disponible sugiere que
la sinergia de envejecimiento y estrés crónico, a través de su efector común
cortisol, puede afectar adversamente la función de numerosos sistemas vitales,
provocando cambios neurales y cognitivos, osteopenia, diabetes mellitus,
obesidad visceral e inmunocompetencia alterada, entre otros.
Fuente: Ylallouris
A et al (2019). Adrenal aging and its implications on stress responsiveness in
humans. Frontiers in Endocrinology 10:54.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario