Relojes circadianos y resistencia a la insulina
La resistencia a
la insulina en hígado, músculo y tejido adiposo es un proceso fisiopatológico
central en el desarrollo de la diabetes mellitus tipo 2 (DMT2). Las principales
complicaciones de la DMT2 son retinopatía, enfermedad renal crónica,
neuropatía, enfermedad vascular periférica e infarto de miocardio. El aspecto
central en la prevención y tratamiento de la resistencia a la insulina es la
modificación del estilo de vida. La segunda etapa es la medicación con drogas,
como la metformina, que disminuyen la glucosa sanguínea. Si es necesario, el
control glucémico puede incluir medicación adicional, como sulfonilureas,
inhibidores del co-transportador sodio-glucosa 2 (SGLT2), agonistas del
receptor del péptido similar a glucagón (GLP-1) o insulina inyectable. Los
factores circadianos incluyendo el tiempo de exposición a la luz, actividad
física, ingesta de alimentos y el ciclo sueño-vigilia, también son importantes
para la prevención y tratamiento de la resistencia a la insulina. El sistema
del tiempo circadiano de los mamíferos comprende un reloj central en el núcleo
supraquiasmático (NSQ) del hipotálamo y relojes periféricos en otras regiones
cerebrales y tejidos a través del cuerpo, incluyendo músculo esquelético,
tejido adiposo e hígado. El NSQ recibe una proyección directa de la retina, vía
por la cual la luz ambiental sincroniza el ritmo del NSQ de aproximadamente 24
horas con el ritmo exacto de 24 horas del ambiente. La señal entrenada del NSQ
es enviada vía señales neurales y hormonales a los relojes periféricos.
El mecanismo molecular del reloj central y
los relojes periféricos se basa en asas de retroalimentación
transcripción-translación (TTFL), las cuales están presentes en casi todas las
células del cuerpo humano. La TTFL
involucra a los genes período (PER1, PER2 y PER3), criptocromo (CRY1 y CRY2),
ARNTL (también conocido como BMAL1), CLOCK (o su ortólogo NPAS2) y los genes
que codifican los receptores nucleares REV-ERB (NR1D1 y NR1D) y ROR (RORA, RORB
y RORC). La señal rítmica producida por este reloj molecular tiene un período
de aproximadamente 24 horas, el cual es un período circadiano. El período del
sistema circadiano endógeno no es exactamente de 24 horas como el ritmo del
mundo exterior, por lo que debe ser “reseteado” cada día. La luz ambiental es
el más importante dador de tiempo (“zeitgeber”) para resetear el marcapaso
central, alcanzando el NSQ mediante de una conexión directa de las células
ganglionares de la retina, intrínsecamente fotosensibles, a través del tracto
retinohipotalámico. Los restantes relojes en el sistema circadiano dependen
principalmente del NSQ para el entrenamiento con el ciclo luz-oscuridad del
mundo exterior. El NSQ envía su señal del tiempo a los relojes de los tejidos
periféricos a través del sistema nervioso autónomo, señales hormonales
(incluyendo melatonina y cortisol), modulación de la temperatura corporal y
señales conductuales como actividad física e ingesta de alimentos. Como los
relojes periféricos reciben información luminosa directa, son también sensibles
a otros “zeitgebers”. Este escenario es especialmente cierto para relojes
periféricos en tejido metabólicos como hígado, tejido adiposo blanco (TAB),
tejido adiposo marrón (TAM), páncreas y músculo, los cuales usan las señales
metabólicas que resultan de la ingesta de alimentos para su entrenamiento.
En humanos sanos, la tolerancia a la glucosa
depende del momento del día de la ingesta de glucosa, con mayor tolerancia en
la mañana que en la tarde. Este ritmo diurno de la tolerancia a la glucosa es
parcialmente mediado por el ritmo diurno de la sensibilidad a la insulina. Más
aún, la tolerancia a la glucosa dependiente del tiempo en individuos sanos es
mediada fuertemente por el ritmo de la sensibilidad a la glucosa de las células
β del páncreas (esto es, secreción de insulina inducida por glucosa). Un
estudio reciente demuestra que el ritmo diurno en la tolerancia a la glucosa es
regulado fuertemente por el sistema circadiano, separado de las influencias de
los cambios conductuales y ambientales. Consistente con estos datos, la
influencia circadiana endógena sobre la tolerancia a la glucosa resulta de una
respuesta de la célula β más fuerte en la mañana.
El reloj central en el NSQ no solo
sincroniza los relojes periféricos, también afecta múltiples procesos que
influyen en el ritmo diurno del metabolismo de la glucosa, incluyendo los
ritmos fisiológicos ciclo-vigilia, ingesta de alimentos, secreción de hormonas,
sensibilidad a la insulina y gasto de energía. El NSQ controla el ritmo diario
del ciclo sueño-vigilia a través de sus conexiones con áreas hipotalámicas como
la zona subparaventricular, el área preóptica ventrolateral y el hipotálamo
dorsomedial. El NSQ presumiblemente
también tiene un rol directo en el control de la ingesta de alimentos, el cual
aumenta a través de la regulación del ciclo sueño-vigilia pues la ingesta de
alimentos requiere un estado de vigilia. El control circadiano de la ingesta de
alimentos puede ser mediado a través de conexiones neuroanatómicas directas
entre el NSQ y el núcleo arcuato del hipotálamo, el cual está involucrado en la
ingesta de alimentos, y conexiones indirectas entre el NSQ y áreas involucradas
en aspectos del sistema recompensa de alimentos. Adicionalmente, el
NSQ controla los ritmos diarios de liberación de varias hormonas que afectan la
tolerancia a la glucosa. En primer lugar, el eje HHA es regulado vía conexiones
del NSQ al núcleo paraventricular (NPV), lo cual resulta en el ritmo diario de
secreción del glucocorticoide cortisol,
con un pico antes del inicio del período de actividad. El cortisol afecta la
señal insulina y reduce la secreción de insulina. En segundo lugar, el ritmo
circadiano de melatonina, la cual afecta
la secreción de insulina, orquestado a través de conexiones del NSQ vía NPV y
columna intermedio lateral con la glándula pineal. En tercera lugar, el ritmo
diurno de hormona de crecimiento, la cual antagoniza la acción de la insulina
en hígado y músculo, parcialmente regulado por el NSQ a través del control del
ciclo sueño-vigilia. Más aún, los estudios de lesiones del NSQ en roedores
demuestran que el NSQ controla el ritmo
diurno de la sensibilidad a la insulina en todo el cuerpo humano. El reloj
central es responsable de la regulación circadiana de múltiples componentes del
gasto de energía como el ciclo sueño-vigilia, la termogénesis inducida por
dieta, el gasto de energía en reposo y, al menos en roedores, la actividad del
TAM.
La glucosa entra al cuerpo a través del
tracto gastrointestinal (TGI). Las células intestinales del TGI contienen un
reloj molecular que es sincronizado por señales que resultan de la ingesta de
alimentos. El reloj intestinal regula la motilidad intestinal y la absorción de
nutrientes. El ARNTL regula la expresión de transportadores de glucosa en la
membrana y así asimila la captación de monosacáridos con el período habitual de
ingesta de alimentos. Las disacaridasas del borde en cepillo, incluyendo la
sucrasa, exhiben un ritmo circadiano en su actividad, pero el mecanismo de
regulación de esta actividad circadiana aún no está claro.
El músculo esquelético humano tiene un reloj
molecular autónomo. Los datos de roedores demuestran que el NSQ sincroniza el
reloj del músculo esquelético, pero las señales que resultan del ejercicio
físico y la ingesta de alimentos también están involucradas en la
sincronización. Los genes CLOCK y ARNTL regulan la sensibilidad a la insulina
en el músculo a través de cambios en los niveles de proteínas y la
translocación a la membrana del transportador de glucosa sensible a insulina
GLUT4, así como a través de la
modulación de la ruta de señalización de la insulina vía expresión de la
desacetilasa SIRT1. Más aún, el reloj muscular regula la sensibilidad a la
insulina vía desacetilación de histonas de genes metabólicos por la HDAC3.
Consistentemente, el tejido muscular humano exhibe un ritmo diurno en la
sensibilidad a la insulina con mayor sensibilidad en la mañana que en la tarde,
así como un ritmo diurno en la capacidad oxidativa mitocondrial con un pico en
la tarde.
El TAB contiene un reloj circadiano
autónomo sincronizado por el NSQ y las
señales que resultan de la ingesta de alimentos. Los adipocitos de roedores
tienen ritmicidad circadiana en la captación de glucosa. En línea con esta
observación, en el TAB aproximadamente 25% del transcriptoma muestra variación
diurna incluyendo rutas involucradas en la regulación de la captación de
glucosa. Los datos de roedores indican que el ritmo diurno de la sensibilidad a
la insulina en el tejido adiposo podría ser el resultado de la regulación
circadiana del receptor de la proteína ligadora de retinol STRA6. Adicionalmente,
CLOCK y ARNTL regulan la expresión de enzimas claves en la regulación de la
lipólisis como la lipasa de triglicéridos del tejido adiposo (ATGL), lipoproteína
lipasa (LPL) y lipasa sensible a hormonas (HSL). El TAB de ratones también
muestra un ritmo diurno en la captación de glucosa. En humanos, los estudios reportan una ritmicidad diurna en
la captación de glucosa en el TAB con actividad pico antes del despertar.
El hígado contiene un reloj autónomo que es
sincronizado por el NSQ a través de señales autonómicas y endocrinas. El reloj
del hígado también responde fuertemente a la ingesta de alimentos y regula
varias rutas involucradas en el control del metabolismo de glucosa y lípidos.
El reloj hepático es esencial para el mantenimiento de la euglucemia a través
de la sincronización de los ritmos diurnos en la gluconeogénesis y la
exportación de glucosa con el período habitual de ayuno. La represión de la
gluconeogénesis durante el estado alimentado es mediada por la interacción de
CRY (que tiene su pico de expresión diurno durante el estado alimentado) con el
receptor glucocorticoide y la señal del receptor acoplado a proteína G. El
resultado de estas interacciones es la represión de la expresión de genes de
etapa limitante de la gluconeogénesis. Adicionalmente, la supresión de la
gluconeogénesis mediada por insulina depende parcialmente de la degradación de
FOXO1 mediada por CRY. De acuerdo con esta información, es posible especular
que el reloj hepático contribuye a los ritmos diurnos en el contenido hepático
de glucógeno y la sensibilidad hepática a la insulina que se observa en
individuos sanos. Además de la regulación de la gluconeogénesis, el reloj
hepático regula el ritmo diurno en la dinámica mitocondrial. Por lo tanto, el
reloj hepático está involucrado en la regulación de la oxidación mitocondrial
de glucosa y ácidos grasos, lo cual protege al hígado contra el estrés
oxidativo durante el ayuno.
La presencia de un reloj circadiano ha sido
demostrada en islotes pancreáticos de
roedores y humanos. El reloj pancreático es sincronizado al ciclo luz-oscuridad
por señales derivadas del reloj central en el NSQ que incluye señales
neuronales autonómicas, liberación de melatonina, liberación de
glucocorticoides y temperatura corporal. En ratas, CLOCK y BMAL1 activan la
transcripción de genes involucrados en la biosíntesis de insulina, el
transporte de insulina y la secreción de insulina estimulada por glucosa. En
línea con esta observación, la disrupción del reloj pancreático causa una
secreción de insulina defectuosa. En
islotes pancreáticos humanos, el reloj pancreático controla la secreción
de insulina.
La resistencia a la insulina de hígado, músculo
y tejido adiposo, inicialmente compensada por un incremento en la secreción
de insulina, es una característica temprana
en el desarrollo de la DMT2. Además de la resistencia a la insulina, la
insuficiencia de la célula β también contribuye al desarrollo de DMT2. La
resistencia a la insulina en músculo esquelético se caracteriza por una
reducida captación de glucosa estimulada por insulina como resultado de la
disminución de la señal de insulina y la translocación de GLUT4. Como el
músculo esquelético es responsable de la mayor captación de glucosa en el
estado postprandial, la resistencia a la insulina contribuye a elevar los
niveles plasmáticos postprandiales de glucosa y a disminuir la tolerancia a la
glucosa. El principal rol del hígado en el mantenimiento de la homeostasis de
la glucosa es la producción endógena de glucosa cuando los niveles plasmáticos
de glucosa e insulina son bajos. En condiciones normales, la producción
endógena de glucosa es fuertemente suprimida por la insulina. En la resistencia
hepática a la insulina, la producción endógena de glucosa no es suprimida a
pesar de los altos niveles plasmáticos de insulina y por tanto contribuye a
elevar los niveles de glucosa a través del incremento de la gluoconeogénesis y
la disminución de la captación de glucosa. La insulina también suprime la
lipogénesis y la producción de VLDL en el hígado y, por lo tanto, la
resistencia hepática a la insulina también se caracteriza por una elevada
secreción de VLDL. El rol de la resistencia a la insulina del tejido adiposo en
el desarrollo de la DMT2 es más indirecto que el del músculo y el hígado. La
insulina suprime la lipólisis en el tejido adiposo y los pacientes con DMT2 se
caracterizan por niveles plasmáticos elevados de ácidos grasos libres. Los tejidos
como el músculo y el hígado toman los ácidos grasos libres circulantes
adicionales, lo cual contribuye a la acumulación ectópica de lípidos. La
acumulación ectópica de grasa por si misma
contribuye fuertemente al desarrollo de resistencia a la insulina en
músculo e hígado.
La primera prueba que el sistema circadiano
puede estar involucrado en la fisiopatología de la resistencia a la insulina
ocurrió en 1960 con la observación de un
ritmo alterado en la tolerancia a la glucosa en
pacientes con DMT2. Más tarde,
las observaciones que incluyeron el desarrollo de síndrome metabólico en
ratones con mutaciones del gen Clock, el descubrimiento que la ingesta de
alimento en la fase circadiana equivocada causa obesidad en los ratones y la
observación que las alteraciones circadianas resultan en disminución de la
tolerancia a la glucosa en humanos dieron lugar a la hipótesis de disrupción
circadiana. Modelos de tejido pancreático, hepático, muscular y adiposo de
ratones transgénicos y “knockout” han
proporcionado soporte a esta hipótesis. De acuerdo con la hipótesis de la
disrupción circadiana, la salud metabólica es óptima cuando los diferentes
ritmos diarios incluyendo los ritmos conductuales ayuno-alimentación y
sueño-vigilia, ritmos hormonales y del sistema nervioso autónomo y ritmos del
reloj central y relojes periféricos, oscilan en sincronía uno con otro. Por el contrario, la mala alineación entre
ciertos componentes de este sistema puede resultar en disrupción circadiana y
el desarrollo de resistencia a la insulina y DMT2.
En línea con los estudios de mutaciones de los genes reloj en
roedores, las mutaciones humanas en
varios genes reloj contribuyen a la susceptibilidad genética a obesidad,
resistencia a la insulina y DMT2. Los estudios observacionales han demostrado
asociaciones entre polimorfismo de nucleótidos en ARNTL y DMT2, entre
haplotipos específicos de CLOCK y obesidad, entre polimorfismos en CRY2 y elevada
glucosa en ayuno y entre polimorfismos en el gen circadiano NR1D1 y obesidad.
Inspirados por estos hallazgos, varios investigadores exploraron las
interacciones gen-conducta y demostraron que las interacciones entre dieta y
mutaciones de genes reloj afecta la glucosa en ayuno, la resistencia a la
insulina, el peso corporal y la DMT2.
La luz de día es el principal sincronizador
del reloj central. Nuestro moderno estilo de vida, sin embargo, se caracteriza
por reducida exposición a la luz durante el día y mayor exposición a la luz durante la
noche. Estos cambios en el estilo de vida tienen un sustancial efecto sobre la
alineación del tiempo circadiano con el día solar. En varios modelos animales,
los investigadores han demostrado que la luz nocturna altera los ritmos diurnos
de ingesta de alimentos y locomoción, causando obesidad y reducción de la
tolerancia a la glucosa en ratones. En línea con estos hallazgos, los estudios
observacionales en humanos han demostrado correlaciones de la exposición a la
luz en la noche con obesidad y DMT2. Bajo condiciones controladas de ingesta de
alimentos y actividad física, la luz ambiental brillante reduce la sensibilidad
a la insulina de manera dependiente del tiempo en individuos sanos. En
pacientes con DMT2, la luz brillante matutina incrementa los niveles de glucosa
en ayuno y postprandial. En ratas, los efectos de la luz ambiental dependientes
de la longitud de onda sobre la tolerancia a la glucosa, con luz blanca y verde
-pero no con luz azul y roja- reducen la
tolerancia a la glucosa.
La melatonina es secretada por la glándula
pineal y muestra un pronunciado ritmo circadiano. Durante el período de
oscuridad, los niveles plasmáticos de melatonina son altos y la secreción de
melatonina es agudamente suprimida por la exposición a la luz. La melatonina
incrementa la secreción de insulina en cultivos de islotes pancreáticos
humanos. Por el contrario, la administración de melatonina en mujeres sanas
disminuye agudamente la tolerancia a la glucosa, un efecto que es dependiente
del gen del receptor de melatonina MTNR1B. El rol de la señal melatonina en la
fisiopatología de la DMT2 es aun motivo de debate. Por una parte, existe una
asociación entre niveles reducidos de melatonina y la incidencia de DMT2 y, por
otra parte, una publicación sugiere que el incremento de la señal melatonina en
las células β puede reducir la secreción de insulina en humanos.
Los estudios epidemiológicos y
experimentales demuestran que el ritmo sueño-vigilia afecta el riesgo de
desarrollar resistencia a la insulina.
Los estudios prospectivos han demostrado que los individuos que duermen
períodos cortos y los que duermen períodos largos tienen mayor riesgo de
desarrollar DMT2, con una duración optima de sueño de 7 a 8 horas por noche. La
interpretación de los estudios epidemiológicos, sin embargo, debe hacerse con
precaución. Los investigadores están de acuerdo en que la pobre calidad del
sueño incrementa el riesgo de obesidad y DMT2. En línea con este hallazgo, los
pacientes con apnea obstructiva del sueño tienen mayor riesgo de desarrollar
DMT2, lo cual podría ser mediado por un incremento en la ingesta de alimentos
y/o una disminución de la actividad física, entre otros mecanismos que alteran
el sueño. Los estudios en humanos
reportan disminución de la tolerancia a la glucosa y la sensibilidad a la insulina
después de cinco noches de pérdida parcial de sueño (4 horas por noche) en
individuos sanos en condiciones controladas de ingesta de alimentos y actividad
física. Otros estudios demuestran que la supresión experimental del sueño de
ondas lentas resulta en disminución de la sensibilidad a la insulina en
individuos sanos. Los mecanismos propuestos para los efectos de la restricción
de sueño y los disturbios del sueño sobre la sensibilidad a la insulina
incluyen alteración del balance simpático-vagal e incremento en los niveles
circulantes de catecolaminas o cortisol. En condiciones de ingesta de alimentos
ad libitum, el incremento en la ingesta de alimentos, como resultado de la
restricción de sueño o disturbios del sueño, contribuye a la disminución de la
sensibilidad a la insulina. En pacientes con apnea obstructiva del sueño y
DMT2, el pobre control glucémico se correlaciona con la severidad de la apnea.
La hipótesis que la disrupción circadiana
contribuye al desarrollo de resistencia a la insulina en humanos es apoyada por
los siguientes hallazgos: disminución de la tolerancia a la glucosa causada por
alteraciones circadianas experimentales en humanos; la asociación entre
polimorfismos de los genes reloj humanos y resistencia a la insulina; los
efectos observados experimentalmente con la exposición a luz en la noche y los
disturbios del sueño sobre el metabolismo de la glucosa; y la asociación del
sueño de corta duración, sueño de larga duración y baja calidad del sueño con
resistencia a la insulina. Por lo tanto, es probable que los disturbios del
ritmo del reloj central y los relojes periféricos contribuyan a la
fisiopatología de la resistencia a la insulina a nivel tisular. Más aún, la disrupción circadiana puede
causar alteraciones del flujo de
nutrientes. Por ejemplo, una mala alineación entre producción hepática de glucosa, captación muscular de glucosa e
ingesta de carbohidratos podría contribuir a elevar los niveles de glucosa, y
un desbalance entre el almacenamiento de lípidos en el TAB, la oxidación de
lípidos en el TAM y la producción hepática de lípidos podría contribuir a la
acumulación ectópica de lípidos.
En conclusión, el sistema circadiano es
responsable de la coordinación diaria de muchos procesos, incluyendo el ritmo
diario del metabolismo de la glucosa en humanos. El reloj central regula
ingesta de alimentos, el gasto de energía y la sensibilidad a la insulina.
Estas acciones son coordinadas con relojes locales periféricos. Por ejemplo, el
reloj periférico en el intestino regula la absorción de glucosa, los relojes en
músculo, tejido adiposo e hígado regulan la sensibilidad local a la insulina y
el reloj en el páncreas regula la secreción de insulina. La mala alineación de
los diferentes componentes del sistema circadiano y los ritmos diarios del
ciclo sueño-vigilia o la ingesta de alimentos como resultado de factores
genéticos, conductuales o ambientales pueden contribuir al desarrollo de
resistencia a la insulina. Específicamente, las mutaciones de los genes reloj,
la exposición a ciclos luz-oscuridad artificiales y los disturbios del sueño son factores que
pueden contribuir a la disrupción circadiana.
Fuente: Stenvers
DJ et al (2019). Circadian clocks and insulin resistance. Nature Reviews
Endocrinology 15: 75-89.
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