Endocrinología de los opioides
El opio es
adquirido en la forma de látex seco a partir de la semilla de la amapola
(Papaver somniferum). Los alcaloides de opio naturales y las drogas
sintetizadas a partir de él son descritos como “opiatos”, mientras todos los
químicos naturales o sintéticos que se unen a receptores de opioides son
incluidos en el término “opioides”. Las principales clases de opioides incluyen
opiatos naturales (alcaloides en la resina de la amapola, principalmente
morfina, codeína y tebaína), esteres de morfina (morfina diacetato o diamorfina
(heroína)), opioides semi-sintéticos (producidos a partir de opiatos naturales
o esteres de morfina: hidromorfona, hidrocodona, oxicodona, oximorfona,
buprenorfina), opioides completamente sintéticos (fentanil, petidina, metadona,
tramadol) y péptidos opioides endógenos producidos en el cuerpo (endorfinas,
encefalinas).
Los opioides ejercen sus acciones uniéndose
a receptores acoplados a proteína G y su
activación produce un rango de diferentes efectos. Hay muchos tipos de
receptores opioides pero los tres principales son µ, κ y δ (que son sensibles a naloxona), mientras el
receptor nociceptina, con efectos que no son revertidos por naloxona, fue
descubierto en 1994. Los opioides usados en la práctica clínica tienen varias
indicaciones y son presentados principalmente como agentes analgésicos,
mientras la heroína es usada como una droga recreacional debido a sus efectos
eufóricos (uso ilícito). Los opioides más comúnmente disponibles (morfina, codeína,
fentanil, y sus derivados, así como
metadona, tramadol y petidina) son primariamente agonistas de receptores µ,
mientras buprenorfina y pentazocina son agonistas/antagonistas mixtos. La
pentazocina actúa como un agonista parcial sobre receptores κ y δ y como un
antagonista del receptor µ, mientras la buprenorfina tiene actividad agonista
parcial sobre receptores µ y nociceptina y actividad antagonista sobre
receptores κ.
El uso de opioides ha crecido
considerablemente en las últimas dos décadas; entre 2000 y 2014, aumentó 216%
en USA y 210% globalmente haciendo del consumo de opioides una real epidemia
global. En 2014, USA usó alrededor de 69% del aporte mundial de opioides, indicados
por un amplio rango de profesionales de
la salud incluyendo médicos del dolor, médicos familiares, cirujanos ortopedas,
anestesiólogos, psiquiatras, especialistas en medicina física y especialistas
en rehabilitación. Los datos de la UK Clinical Practice Research Datalink
confirman un aumento significativo en las prescripciones de opioides
(buprenorfina, fentanil, morfina y oxicodona) entre 2000 y 2010; la mayoría
administrados a pacientes sin cáncer; en este reporte el número de consumidores
de opioides aumento de 9479 a 53666 durante el periodo del estudio. Adicionalmente, la prescripción de opioides
de larga acción en pacientes con dolor crónico no canceroso está asociado con
un riesgo significativamente elevado de mortalidad en comparación con
anti-convulsivantes analgésicos o dosis bajas de antidepresivos tricíclicos. Por otra parte, los opioides exógenos pueden
tener varios efectos sobre el sistema endocrino con potenciales secuelas para
los pacientes.
Los opioides, endógenos y exógenos, modulan
la función gonadal primariamente activando receptores de opioides ε en el
hipotálamo. Esto provoca la reducción de la liberación o la disrupción de
la pulsatilidad normal de la secreción de hormona liberadora de
gonadotropinas (GnRH) y, por consiguiente,
la reducción de la liberación por la hipófisis de hormona luteinizante
(LH) y, en menor extensión, de hormona
estimulante del folículo (FSH), y de testosterona o estradiol por las gónadas. Los opioides también pueden inhibir
directamente la liberación de gonadotropinas por la hipófisis. La
hiperprolactinemia ocasionalmente causada por los opioides puede contribuir a
su efecto supresor en el eje hipotálamo-hipófisis-gónadas (HHG). Los opioides
también tienen efectos directos sobre las gónadas, incluyendo disminución de la
producción de esperma, fluido intersticial testicular y testosterona
intra-testicular. Los efectos a largo plazo del uso de opioides sobre el estatus gonadal han sido
estudiados extensamente y reportan una prevalencia de hipogonadismo inducido
por opioides entre 21% y 86%. Este
amplio rango es atribuido a la heterogeneidad de los estudios (diferencias en
las poblaciones estudiadas, variaciones en el tipo, dosis, ruta y duración de
la administración de los opioides, potencial impacto de dolor, otros síntomas y
medicaciones concurrentes y posibles diferencias en la edad de los pacientes). Los
estudios iniciales que involucran principalmente a los adictos a la heroína y los
pacientes que reciben metadona indican una reducción de los niveles de
testosterona en hombres asociada con una reducción de LH y/o FSH. La
disminución de testosterona ocurre a las pocas horas de la administración del
opioide. En un estudio de 13 hombres que recibían acetilmetadol, la reducción
significativa de los niveles de testosterona ocurrió 4 horas después de la
ingestión de la droga y los niveles de testosterona retornaron a los valores de
la línea de base 48 horas después del
uso de acetilmetadol. En mujeres adictas a la heroína, amenorrea y galactorrea
pueden estar presentes.
El hipogonadismo también está presente en
hombres y mujeres que reciben opioides (oral, transdermal o intratecal) para el
dolor canceroso y no canceroso. Los efectos sobre el eje HHG comienzan tan
pronto es ingerido el opioide y los cambios hormonales se relacionan con la
dosis recibida. Las manifestaciones clínicas resultantes incluyen disfunción
eréctil, disminución de la libido, infertilidad, fatiga, depresión, oleadas de
calor y sudoraciones nocturnas en hombres y disminución de la libido, amenorrea
u oligomenorrea con anovulación en mujeres premenopaúsicas. En mujeres
postmenopaúsicas, los niveles de LH y FSH pueden disminuir. La prevalencia de
hipogonadismo es mayor en hombres que en mujeres que toman opioides orales para
el dolor crónico no canceroso. En pacientes premenopaúsicas con dolor crónico,
la supresión de LH puede ser menos profunda cuando los opioides son
administrados oralmente/transdermalmente en comparación con la ruta intratecal.
Por otra parte, el uso crónico de opioides de larga acción está asociado con
una mayor probabilidad de deficiencia de andrógenos en comparación con el uso
crónico de opioides de corta acción.
El manejo del hipogonadismo inducido por
opioides incluye la descontinuación o la reducción de la dosis del opioide y la
consideración de terapias alternativas para pacientes con dolor crónico. Cuando
estas medidas no son viables, se recomienda considerar la terapia de reemplazo
de hormonas gonadales, la cual tiene efectos beneficiosos según reportan varios
estudios. En un estudio de nueve hombres (con edades entre 44 y 75 años) que
recibían morfina epidural para dolor crónico no oncológico, el tratamiento con
gel de testosterona por 12 meses demostró mejoría en la dimensión sexual en la
escala de síntomas y en el índice mental del cuestionario SF-36. Los pacientes
también reportaron crecimiento del pelo
corporal y mejoría del apetito y sus niveles de antígeno prostático específico
se mantuvieron en los límites normales. En otro estudio, 16 hombres (con edades
entre 34 y 55 años) con deficiencia de andrógenos inducida por opioides fueron
tratados con parches transdermales de testosterona durante 24 semanas y
reportaron mejoría de los síntomas de la deficiencia de andrógenos, de la
función sexual y de los niveles de hemoglobina y hematocrito.
Los opioides suprimen la actividad del eje
hipotálamo-hipófisis-adrenal (HHA) principalmente en el nivel
hipotálamo-hipófisis inhibiendo la secreción de hormona liberadora de
corticotropina (CRH) y vasopresina en el hipotálamo y por consiguiente
reduciendo el efecto de estas hormonas
sobre la liberación de hormona corticotropa (ACTH) por la hipófisis anterior y
de cortisol por la corteza adrenal. Los receptores involucrados no son completamente
conocidos, pero los receptores κ son
considerados como el tipo predominante, aunque también han sido implicados los
receptores δ. Sin embargo, la creciente evidencia de insuficiencia adrenal
secundaria en pacientes que reciben agonistas
del receptor µ sugiere un potencial rol de este tipo de receptores en la
regulación del eje HHA inducida por opioides (morfina, hidromorfona, metadona,
tramadol, diamorfina, fentanil y loperamida actúan predominantemente a través
de receptores µ). Los opioides también tienen efectos directos sobre las glándulas
adrenales, independientemente de su efecto en la unidad
hipotálamo-hipófisis; la administración
de naloxona en pacientes con desconexión hipotálamo-hipófisis provoca mayores
niveles de cortisol (pero no de ACTH) y la β-endorfina suprime la producción de
cortisol estimulada por ACTH en células aisladas de la corteza adrenal humana. La administración simple de varios opioides
(morfina, heroína, buprenorfina, remifentanil) en sujetos normales resulta en
la supresión de la secreción de ACTH y glucocorticoides, bloqueando la
respuesta hipófisis-adrenal a la CRH y disminuyendo la repuesta del cortisol al
estrés psicosocial o quirúrgico. Las
mujeres tienen una mayor sensibilidad a los antagonistas de receptor de
opioides en comparación con los hombres, lo cual sugiere diferencias sexuales
en el sistema opioide endógeno. En este contexto, durante la fase luteal del
ciclo menstrual de la mujer incrementan los niveles plasmáticos de cortisol
inducidos por naltrexona en comparación con los niveles en la fase folicular
temprana. Adicionalmente, la diamorfina
tiene un efecto supresor agudo sobre el eje HHA en adictos dependientes de
heroína. Por otra parte, en los adictos a heroína, hay una alteración del ritmo
circadiano del cortisol con niveles bajos de cortisol en la mañana. El dolor
crónico ha sido asociado con pérdida de la variación diurna de cortisol
sanguíneo, menores niveles de cortisol sanguíneo en la mañana y de cortisol
libre en orina de 24 horas. Más aún, en un estudio de 20 pacientes con dolor
crónico que recibían morfina oral (60-120 mg/día), 50% de ellos desarrollaron hipoadrenalismo. La función
alterada del eje HHA de los consumidores de opioides mejora o se normaliza
después de la descontinuación o de la reducción de la dosis de la droga.
En modelos animales, la administración aguda
de opioides estimula la secreción de hormona de crecimiento (GH), pero la
administración crónica no tiene efecto estimulador. Los estudios sobre las
rutas y los mecanismos involucrados en los efectos de los opioides sobre la
secreción de GH indican que varios tipos de receptores de opioides (µ, κ, δ)
están implicados. El tratamiento de ratas con antisuero contra hormona
liberadora de hormona de crecimiento (GHRH) inhibe la respuesta estimuladora de
varios tipos de opioides. Adicionalmente, los opioides ejercen un efecto
inhibidor sobre la liberación y acción de somatostatina. En humanos, hay
efectos estimuladores agudos de los opioides sobre la secreción de GH que se
relacionan con la dosis administrada. El tratamiento con opioides (morfina e
hidromorfina) por vía intratecal
disminuye significativamente los niveles de factor de crecimiento similar a
insulina-1 (IGF-1). Por otra parte, los
pacientes con dolor crónico que reciben opioides por vía oral no tienen niveles
anormales de IGF-1. El género, el tipo de opioide, la ruta de administración y
la dosis son factores que influyen en la acción de los opioides sobre la
secreción de GH.
Los opioides pueden tener un efecto
estimulador sobre la secreción de prolactina (PRL) mediada por receptores µ, κ
y δ en el hipotálamo. La administración aguda (oral o intravenosa) de morfina
incrementa los niveles de PRL en hombres sanos y mujeres postmenopaúsicas. En
mujeres, los esteroides sexuales pueden alterar los efectos inducidos por los
opioides sobre la secreción de PRL. En el uso crónico de opioides los efectos
son variables, los niveles de PRL son altos en sujetos adictos a los opioides y
en fumadores de opio. Más aún, los opioides orales para el dolor crónico incrementan
los niveles de PRL. La hiperprolactinemia inducida por opioides puede provocar
ginecomastia dolorosa, galactorrea e hipogonadismo. La bromocriptina ha sido
usada exitosamente en los casos de hiperprolactinemia inducida por opioides. La
frecuencia de hiperprolactinemia y el impacto de la dosis, la ruta y el tipo de
droga no han claramente establecidos.
En la mayoría de estudios con animales, los
opioides tienen un efecto inhibidor sobre la secreción de hormona estimulante
de la tiroides (TSH), el cual se observa principalmente con dosis
farmacológicas. En humanos, sin embargo, la administración intravenosa aguda de
morfina en voluntarios normales provoca un incremento significativo en los
niveles circulantes de TSH e incrementa la respuesta de la TSH a la estimulación con hormona liberadora de
tirotropina (TRH). En el uso crónico de opioides, no se observan diferencias en
los niveles basales de TSH y hormonas tiroideas. Sin embargo, los fumadores de
opio tienen bajos niveles de TSH en comparación con voluntarios sanos.
Los opioides afectan la secreción de arginina
vasopresina (AVP) a través de receptores µ y posiblemente receptores κ. La
administración aguda de opioides puede provocar un aumento en los niveles de
AVP. La administración de fentanil en infusiones intravenosas incrementa los
niveles plasmáticos de AVP en voluntarios sanos de una manera dependiente de
dosis. La administración extradural de morfina seis horas después de una
cirugía produce un incremento en los niveles plasmáticos de AVP. Los estudios
sobre el impacto de los opioides
exógenos sobre la secreción de AVP en humanos son confusos por las diferencias
en el estatus de los fluidos de los sujetos,
así como también por los efectos colaterales de los opioides, incluyendo
hipotensión y nauseas, las cuales pueden estimular la secreción de AVP.
Los opioides exógenos tienen un impacto
negativo sobre la salud ósea. El hipogonadismo inducido por opioides así como
también la acción directa de estas drogas sobre la formación de hueso son
potenciales contribuyentes. Los osteoblastos expresan receptores para opioides
y estas drogas inhiben el crecimiento de los osteoblastos. Adicionalmente, los opioides inhiben la
producción de osteocalcina en los osteoblastos. Los hombres consumidores crónicos
de heroína tienen densidad mineral ósea
significativamente menor que los sujetos sanos de la misma edad. En otro
estudio, 50% de los hombres y 21% de las mujeres consumidores crónicos de
opioides orales tenían osteopenia. Por otra parte, en un estudio de control de
casos usando la UK-based General Practice Research Database se encontró una
clara relación dosis-respuesta entre el uso de opioides y el riesgo de
fracturas, particularmente en las semanas iniciales de administración de drogas.
La recomendación general es descontinuar el opioide, si es posible, y el
tratamiento de la osteoporosis u osteopenia.
En conclusión, los opioides exógenos tienen
efectos sobre múltiples niveles del sistema endocrino. El hipogonadismo es la
consecuencia más reconocida (prevalencia 21-86%) del uso de opioides. Aunque
menos frecuente, la deficiencia de cortisol también ha sido demostrada. Los
datos sobre el impacto de los opioides en los niveles de GH y TSH son menos claros y a menudo confusos,
mientras la hiperprolactinemia puede ser ocasionalmente detectada. Los niveles
de AVP pueden aumentar en los pacientes que reciben estas drogas. De particular
importancia es el impacto negativo de los opioides sobre la salud ósea con
reducción de la densidad mineral ósea y aumento del riesgo de fracturas.
Fuente: Fountas A
et al (2018). Endocrinology of opioids. European Journal of Endocrinology 179:
R183-R196.
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