Fluido uterino en embarazo
La relación entre el embrión y el útero
durante el embarazo temprano ha sido intensamente estudiada por varias décadas pues
es considerada clave para el establecimiento del embarazo. Más de 50% de las
pérdidas gestacionales ocurren durante el embarazo temprano. Un ambiente intrauterino adecuadamente
regulado es responsable del
establecimiento del embarazo y la disrupción de la homeostasis del fluido uterino (en términos de volumen y/o
contenido molecular) durante este proceso puede causar implantación anormal del
embrión y pérdida del embarazo. Durante
esta ventana de tiempo crítica, la comunicación entre el embrión y el
útero, antes y durante la
implantación, es susceptible a las
condiciones maternas, cuya alteración (por ejemplo, por estrés o variaciones
nutricionales) puede representar una causa importante de desarrollo embrionario
defectuoso y enfermedades de inicio en
la adultez, concepto conocido origen de salud y enfermedades en el desarrollo
(DOHaD). Antes y durante la implantación del embrión, el fluido uterino es el
medio líquido que conecta al embrión flotante y el útero, y tiene el potencial
para transferir información vital entre el embrión y el útero. Estudios
recientes reportan nuevas formas de comunicación entre el embrión y la madre a
través del manejo y/o intercambio de vesículas extracelulares (VE) y ARN
móviles, transportadores de información recientemente identificados en el
fluido uterino.
Antes de la fertilización, el pH y la
osmolaridad del fluido uterino son esenciales para la migración normal de los
espermatozoides y la fertilización, y su regulación puede ser importante para
la selección de espermatozoides y podría
ser útil en la fertilización in vitro (FIV). Después de la fertilización, el
fluido uterino es regulado dinámicamente
y tiene un rol esencial en el transporte, desarrollo e implantación del
embrión. Los estudios en roedores indican que el fluido uterino es regulado
hormonalmente durante el período de peri-implantación. Por ejemplo, después del
transporte del embrión a la posición intrauterina correcta, hay una rápida
disminución en el volumen de fluido uterino que facilita el proceso de cierre luminal
que “encierra” físicamente al embrión y facilita su adherencia al útero. El
tiempo apropiado de este drenaje de
fluido es esencial para el inicio normal
del embarazo. La falla en este proceso, la cual
se puede manifestar a través de
la acumulación anormal de fluido (debida
a factores hormonales o no hormonales) en la cavidad uterina causa retardo en
la implantación del embrión y altera la
localización intrauterina normal de la implantación del embrión al tiempo que
provoca mayor riesgo de pérdida del embarazo durante la gestación media. En la
práctica clínica, el estricto control del volumen de fluido uterino es mantenido durante la transferencia del
embrión en la FIV. Ciertas condiciones patológicas, como el hidrosalping,
pueden causar bajas tasas de implantación y embarazos durante la FIV. El carácter adverso del exceso de fluido en la cavidad
uterina humana es causado por sus efectos “tóxicos” (por ejemplo, factores
inflamatorios) o “mecánicos” (por ejemplo, estrés en la pared) o ambos. Estos
efectos alteran la calidad del desarrollo del embrión e interfieren con su
adherencia en la pared uterina.
Las VE, estructuras unidas a membrana
liberadas por las células, emergen como importantes mediadores de
comunicaciones intercelulares y han sido estudiadas intensamente en el contexto
de enfermedades como el cáncer. Las VE contienen varias macromoléculas,
incluyendo proteínas, ADN y ARN no codificantes (ncARN) que son capaces de
inducir comunicación célula-célula en el cuerpo. Las VE llamadas uterosomas se
encuentran en el fluido uterino y participan en la maduración de
espermatozoides, la reacción acrosomal, la capacitación prematura y la
fertilización. Las VE que transportan proteínas y ácidos nucleicos móviles se
encuentran en el fluido uterino antes de la implantación del embrión y
representan una nueva forma de comunicación endometrio-embrión durante el
embarazo temprano en oveja, ratón y humanos. Las VE derivadas del embrión y el
compartimento uterino intercambian la información facilitada por el ambiente
del fluido uterino y pueden promover la
implantación en ovejas y humanos. Además de la comunicación embrión-útero, las
VE también median la comunicación entre la masa de células internas (MCI) y el
trofoectodermo (TE) del blastocisto. Por ejemplo, las proteínas laminina y
fibronectina derivadas de la MCI interactúan con integrinas localizadas en la
superficie del trofoblasto, facilitando la migración de células trofoblásticas
a través de la activación de la quinasa c-JunN-terminal y la quinasa de
adhesión focal.
Entre las moléculas contenidas en las VE,
los ncARN son de particular interés por sus funciones en la regulación genética
y epigenética. Los estudios de VE circulantes (exosomas) han revelado que
contienen diferentes tipos de ncARN, incluyendo microARN (miARN), pequeños ARN
derivados de tARN (tsARN), ncARN largos (lncARN) y ARN circulares (circARN),
muchos de los cuales han sido sugeridos como potenciales herramientas diagnósticas y de investigación para estadios
tempranos del cáncer, predicción de metástasis órgano-especificas, calidad del
semen, enfermedades ginecológicas, o embarazo temprano. Es concebible que los
perfiles de ncARN en el fluido uterino son representativos de múltiples
funciones y que tienen el potencial para ser usados como biomarcadores. Más
aún, los ARN en las VE pueden ser transferidos del útero al embrión para regular el desarrollo del TE y el
crecimiento de la placenta.
El fluido uterino humano contiene una
compleja población de miARN derivada de células epiteliales endometriales cuyo
análisis ha sugerido que estos miARN tienen blancos potenciales en rutas
biológicas que son altamente relevantes para la implantación del embrión,
incluyendo rutas de adhesión célula-célula y factor de crecimiento endotelial vascular (VEGF). Por ejemplo, el
miR-30d asociado a exosoma es secretado por el endometrio humano en el fluido uterino y puede ser tomado por
el TE del blastocisto, lo cual resulta en la regulación hacia arriba de genes que codifican integrina beta 3
(Itgb3), integrina beta 7 (Itgb7) y cadherina 5 (Cdh5), proteínas involucradas
en la adhesión del blastocisto. Estos hallazgos han facilitado la construcción
de un modelo que describe la intrincada interacción entre el embrión y el
endometrio a través del fluido uterino, donde las VE actúan como
intermediarios. Adicionalmente, el flujo de información entre el sistema
materno y el embrión vía VE y ARN
móviles proporciona la posibilidad de mecanismos por los cuales la información
del ambiente materno puede ser transferida al embrión e influir en su salud.
La hipótesis DOHaD sugiere que ciertos
factores del estilo de vida de la madre como la exposición ambiental y la
condición nutricional, pueden afectar el desarrollo embrionario (“programación
fetal”) y resultar en desordenes metabólicos en la progenie y predisposición a
enfermedades en la vida postnatal. La evidencia acumulada demuestra que la
información epigenética contenida en los gametos parentales puede ser
transferida a la progenie. Durante el periodo de pre-implantación, el embrión
en desarrollo en el útero puede ser
perjudicado por regulación epigenética y cambios en la expresión de genes
representativos de las condiciones no sanas de la madre, lo cual puede resultar
en efectos a largo plazo sobre el bienestar de la progenie. Por ejemplo,
estudios en ratas demuestran que el estrés nutricional de la madre durante el
periodo de pre-implantación puede cambiar el desarrollo del blastocisto y
resultar en hipertensión postnatal. Estos estudios apoyan la hipótesis que la
alteración del ambiente de pre-implantación del embrión puede generar
efectos a largo plazo en el bienestar de la progenie, posiblemente vía
mecanismos epigenéticos durante el desarrollo. La explicación de esta situación
puede estar en el fluido ambiental que conecta a la madre con el embrión, pues
el desarrollo embrionario en la pre-implantación ocurre en el tracto reproductivo
materno, donde el embrión está completamente inmerso en el fluido uterino hasta
antes de la implantación. Esta es una ventana de tiempo crítica durante la cual
el desarrollo del embrión puede ser regulado o afectado por moléculas activas
en el fluido uterino. La composición del fluido uterino es sensible a las
condiciones maternas. Por ejemplo, una dieta baja en proteínas altera la
composición de aminoácidos en el fluido uterino, lo cual induce respuestas
adaptativas en el embrión a nivel
celular y molecular para estabilizar el crecimiento fetal. Por el contrario,
estos mismos mecanismos compensatorios pueden inducir enfermedades de inicio en
la adultez como hipertensión arterial y desordenes metabólicos. Un estudio
reciente de fluido uterino humano reporta que, mientras la composición de 18
aminoácidos fue relativamente estable a través de los diferentes ciclos y
edades reproductivas femeninas, la composición del fluido uterino fue más
sensible a las variaciones dietéticas. Entonces, la dieta materna en la
periconcepción puede afectar el desarrollo embrionario antes de la implantación
vía fluido uterino, el cual actúa como mediador.
Dada la complejidad de los contenidos
moleculares del fluido uterino, las alteraciones reportadas en la composición de aminoácidos
del fluido uterino debidas a cambios en la dieta materna pueden
representar solamente la “punta del iceberg”; otras importantes moléculas, como
proteínas solubles y ncARN, también pueden provocar cambios sutiles pero
significativos que influyen en el desarrollo del embrión. Es posible que
algunos de estos cambios en el fluido uterino se originen en el plasma, debido a la
permeabilidad vascular, mientras otros se pueden originar en VE transportadas
activamente o anormalmente en la sangre o fluidos corporales adyacentes. El contenido
de las VE no solo refleja las condiciones nutricionales de la madre, también
puede incluir otras condiciones deletéreas como inflamación, estrés o
exposición a contaminantes ambientales que pueden afectar el desarrollo
embrionario y el crecimiento fetal
normal vía mecanismos epigenéticos. Por otra parte, recientemente se ha
demostrado que las VE en el tracto reproductivo masculino transportan pequeños
ARN (tsARN) a los espermatozoides durante la transición epididimal y estos
tsARN pueden trasmitir el fenotipo metabólico paternal a la progenie. En este
contexto, es posible que las VE en el fluido uterino trasmitan indicadores
adquiridos maternalmente al embrión en desarrollo, codificados en la forma de
pequeños ARN y/u otros transportadores de información epigenética.
En el estadio de blastocisto, el embrión
comprende la MCI (contribuye a la formación del feto) y el TE (contribuye a la
formación de la placenta), los cuales pueden ser afectados adversamente. El
impacto sobre la MCI puede afectar la trayectoria del desarrollo fetal y
provocar predisposición a enfermedades en la progenie vía un “efecto mariposa”,
en el cual un efecto pequeño inicial (por ejemplo, en la expresión de genes) es
amplificado a través del desarrollo y causa efecto a largo plazo en la
progenie. Esto puede ocurrir vía cambios transcripcionales o ser regulado vía
cambios epigenéticos, como metilación de ADN o modificaciones de histonas. Por
otra parte, el compartimento TE de un blastocisto está en contacto directo con
el fluido uterino, por lo que puede ser afectado por efectores activos
contenidos en el fluido. Aunque el TE no contribuye directamente al cuerpo
fetal, las perturbaciones pueden influir profundamente en el desarrollo placentario y la salud en la adultez. Los estudios en
ratones demuestran que una dieta materna baja en proteínas puede reducir el
nivel de aminoácidos de cadena ramificada en el fluido uterino y alterar el
perfil de expresión de genes relacionados con el transporte de nutrientes. Estos
cambios en la expresión de genes aumenta la capacidad de invasión del
trofoblasto para compensar la malnutrición, aunque tal respuesta puede provocar
también exceso de crecimiento y predisposición a patologías cardiovasculares
como hipertensión arterial. Los estudios en
animales y humanos indican que la función normal de la placenta es de
importancia central para la salud fetal.
Por ejemplo, en ratones, el consumo excesivo de fructosa o la deficiencia de
folato en la madre causan riesgo metabólico o defectos del tubo neural en las
crías vía programación placentaria
defectuosa. En este contexto, la hipótesis actual sostiene que el fluido
uterino que contiene VE y transporta indicadores maternos, puede ser capaz de impactar la salud de las crías a través de
un eje VE-TE-Placenta-feto finamente regulado.
El fluido uterino también contiene otros
componentes importantes, como iones y proteínas, muchos de los cuales son
secretados por las glándulas uterinas. La mezcla de secreciones uterinas es referida como “leche uterina”, la cual
contiene iones esenciales, proteínas (por ejemplo, citoquinas como el factor
inhibidor de leucemia (LIF) e interleucina 1β), quimioquinas como CXC, enzimas
como la convertasa de proproteína 5/6 (PC5/6), factores de crecimiento como el
VEGF y hormonas requeridas para el desarrollo embrionario, el establecimiento
de la receptividad endometrial y la implantación. Entonces, las glándulas
uterinas constituyen una fuente de factores moleculares en el fluido uterino
capaces de guiar interacciones embrión-útero normales. La fuerza iónica del
fluido uterino normal, y por consiguiente, la osmolaridad y el pH son
controlados por la actividad de canales iónicos. Además de los iones, muchas
proteínas secretadas en el fluido uterino están involucradas en la regulación
de las interacciones embrión-endometrio. Una de estas proteínas, LIF, el primer
factor derivado de las glándulas endocrinas descubierto, es esencial para la implantación del embrión.
Otras proteínas solubles del fluido uterino, incluyendo factores de
crecimiento, citoquinas, quimioquinas, moléculas de adhesión tienen funciones
importantes en el desarrollo embrionario temprano y la implantación.
El fluido uterino puede ser una fuente no
invasiva para diagnóstico clínico. El
perfil proteómico del fluido uterino ha sido usado para predecir las
condiciones uterinas que favorecen una fertilización in vitro exitosa y también
para identificar las diferencias moleculares entre un endometrio normal y uno que es propenso a abortos recurrentes.
Esto refleja el potencial diagnóstico del fluido uterino. Adicionalmente, el
examen de los perfiles de lípidos, aminoácidos, metabolitos y ADN/ARN,
particularmente cuando son usados en combinación, puede proporcionar poderosas
herramientas para explorar los aspectos
funcionales del ambiente intrauterino de
una manera segura y eficiente. Por otra parte, aunque todavía no está
demostrado en humanos, el perfil proteómico del fluido uterino puede
reflejar el sexo de un embrión en
bovinos y tiene el potencial para ser implementado en prácticas de FIV.
En conclusión, el espectro funcional del
fluido uterino se ha expandido considerablemente. Nuevas moléculas como vesículas
extracelulares y ARN móviles han sido detectados en el fluido uterino de
especies animales y humanos. Estas moléculas conjuntamente con iones y
proteínas aseguran la homeostasis del
fluido uterino y facilitan las interacciones embrión-madre. Adicionalmente,
estas moléculas pueden transportar información del ambiente materno al embrión
vía fluido uterino, generando efectos epigenéticos a largo plazo en la progenie
a través de programación embrionaria y placentaria. Entender cómo la salud
materna (por ejemplo, nutrición, estrés o exposición a químicos) puede influir en el ambiente del fluido uterino, el cual a
su vez puede influir en el desarrollo del embrión, es de mucha importancia para
los humanos cuyos embriones son expuestos al fluido uterino por un período de
tiempo más extenso que en los roedores.
Fuente: Zhang Y
et al (2017). Uterine fluid in pregnancy: a biological and clinical Outlook.
Trends in Molecular Medicine 23: 604-614.
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