Elementos traza y homeostasis ósea
El metabolismo óseo es definido por la
interacción entre los osteoclastos que determinan la resorción ósea y los osteoblastos que aseguran la formación de
hueso. El predominio de la actividad osteoclástica evocada por enfermedades sistémicas,
así como por el estado nutricional, acelera la pérdida ósea e incrementa el
riesgo de fracturas. En este contexto, la importancia de los elementos traza en
la regulación ósea está bien establecida. Mientras boro, cinc, cobre, flúor, hierro,
magnesio, manganeso y selenio, tienen efectos osteo-protectores, cadmio,
cobalto y plomo son tóxicos. Sin embargo, el efecto de altas
concentraciones de ciertos
elementos osteo-protectores (por
ejemplo, flúor) es cuestionable. Un déficit de elementos protectores,
frecuentemente debido a baja ingesta en los alimentos, así como la alta
exposición a elementos tóxicos (por ejemplo, en áreas altamente industriales)
puede provocar serias enfermedades
incluyendo osteoporosis.
El boro estabiliza membranas celulares y
modula mecanismos de transporte de membrana. Adicionalmente, tiene efectos
anti-inflamatorios, antineoplásicos e hipolipidémicos. El boro activa la
producción de 1,25(OH)2D3 en el riñón y por consiguiente
incrementa la mineralización ósea. La ingesta adecuada de boro es beneficiosa
para la microarquitectura trabecular ósea y la fuerza cortical ósea. El boro
está presente en agua, tierra y plantas (incluyendo vegetales, frutas y
nueces). Es bien tolerado cuando se administra por vía oral y medible en todos
los tejidos. La ingesta diaria de boro en adultos usualmente es alrededor de 1-2 mg. La dosis
diaria recomendada para apoyar la buena salud ósea es de 3 mg.
El cinc es conocido por su rol en la
regulación del crecimiento, el desarrollo neuronal y la inmunidad. El cinc
influye positivamente en la fuerza, la flexibilidad y la arquitectura del
esqueleto en animales. El efecto anabólico óseo de este elemento ha sido
documentado por un incremento en la expresión de osteocalcina y en la actividad
de la fosfatasa alcalina (FA). Un
estudio reciente reporta efectos beneficiosos del cinc sobre parámetros biomecánicos óseo en ratas.
Las mujeres postmenopáusicas con osteoporosis tienen niveles circulantes
significativamente bajos de cinc. Asimismo, los adultos mayores tienen niveles
circulantes significativamente bajos de cinc y baja densidad mineral ósea. El
efecto protector del cinc sobre el hueso es complejo. El elemento es un
estimulador del crecimiento a través de
la activación de enzimas que apoyan la síntesis de ADN, ARN y
proteínas. El cinc incrementa la actividad osteoblástica y promueve la síntesis
de colágeno. Por otra parte, el cinc inhibe la resorción ósea y por lo tanto
dirige la remodelación ósea en favor de la formación de hueso. Adicionalmente,
la deficiencia de cinc en ratas incrementa los niveles de hormona paratiroidea
(PTH) como consecuencia de la inhibición de la absorción intestinal de calcio.
Más aún, el cinc estabiliza la membrana de
mastocitos. Sobre la base de estudios in vitro y las observaciones en pacientes
con osteoporosis senil se ha propuesto una hipótesis sobre el rol del
hipoparatiroidismo evocado por la deficiencia de cinc, desgranulación de
mastocitos, liberación de heparina e incremento de la actividad de la
prostaglandina E2. La heparina y la prostaglandina E2 son
cofactores de la PTH, lo cual intensifica el efecto directo de la deficiencia
de cinc sobre la resorción ósea. El cinc tiene un efecto beneficioso sobre la
integridad ósea a lo largo de la vida. Animales recién nacidos expuestos a
deficiencia de cinc tienen reducida la producción de IGF-I, un factor
importante para iniciar una explosión de
crecimiento. Sin embargo, la disminución de la síntesis de IGF-I también
deteriora los huesos de los adultos mayores y contribuye al desarrollo de
osteopenia y alteración de la
microarquitectura ósea. Por lo tanto, la suplementación de cinc parece tener un
rol importante en el tratamiento y prevención de la osteoporosis senil. El cinc
también protege al esqueleto de los alcohólicos. La administración de cinc en
ratas expuestas al alcohol incrementa la formación de hueso y el volumen de
hueso trabecular. El cinc también reduce los efectos negativos de elementos tóxicos
como el plomo o el cadmio sobre los osteoblastos. El cuerpo humano
contiene 2-3 g de cinc y su pérdida
diaria promedio (aproximadamente 0,1%) normalmente es cubierta por la ingesta
dietética. Sin embargo, no siempre es así y aproximadamente 25% de la población
mundial está en riesgo de deficiencia de cinc, especialmente adolescentes y
mujeres postmenopáusicas. Mientras la ingesta diaria mínima recomendada de cinc
es 12 mg, para incrementar la densidad ósea se recomienda una ingesta diaria de
15 mg. Sin embargo, es de hacer notar que la administración prolongada de dosis
muy altas de cinc puede provocar toxicidad crónica de cinc, particularmente si
el paciente también tiene deficiencia de cobre.
El cobre es un cofactor catalítico que, en
forma oxidada y reducida, afecta el estado redox en el cuerpo. La homeostasis
balanceada de cobre es de importancia
para el crecimiento del esqueleto durante la niñez y la salud ósea en la
adultez. Su deficiencia puede resultar en alteración del metabolismo de glucosa
y colesterol, la producción de energía y la contractilidad miocárdica. Por otra
parte, niveles aumentados de cobre han
sido detectados en relación con algunas
enfermedades (por ejemplo, la enfermedad de Wilson) y con la formación de placas en la enfermedad de Alzheimer. El
cobre juega un importante rol en la
regulación del crecimiento óseo y el
desarrollo del esqueleto. Asimismo,
induce la formación de canales de lisina en colágeno y elastina a través de la
activación de la lisil oxidasa. Como cofactor de enzimas antioxidantes, remueve
radicales libres que causan la activación de
osteoclastos. Adicionalmente, el cobre inhibe directamente la resorción ósea
osteoclástica, incrementa la fuerza ósea
y ayuda a mantener el estado óptimo
de la calidad del hueso. En la vejez, la disminución fisiológica en la
absorción gastrointestinal puede inducir deficiencia de cobre. La ingesta
diaria recomendada de cobre en adultos para una adecuada calidad ósea es
0.9 mg.
El rol del flúor en el mantenimiento de la salud ósea es controversial. El efecto
positivo es documentado por algunos estudios in vitro. La exposición de células osteoblásticas MG-63 al flúor por
una semana incrementa la migración de estas células, promueve la diferenciación
de células y estimula la
concentración de fosfatasa alcalina
(FAL) en el medio. El flúor estimula la osteoblastogénesis por la ruta Wnt canónica. En ratas, la
administración de flúor incrementa la expresión
de ARNm de FA y Runx2, lo cual es bloqueado por DKK-2, un inhibidor del
receptor de Wntβ-catenina. En vivo, el
efecto directo del flúor sobre la formación de hueso se intensifica por la
sobreproducción de somatostatina. Sin embargo, el tratamiento con flúor, aunque
incrementa la masa ósea, no influye en la fuerza ósea. Por otra parte, la
exposición a niveles excesivos de flúor
causa fibrosis esquelética (y dental)
acompañada con manifestaciones de complicaciones gastrointestinales y
neurológicas. Algunos autores explican los efectos perjudiciales del flúor
sobre el esqueleto por una sobreproducción de PTH y la activación de la
resorción ósea. Las fuentes de flúor en
el ambiente son el fluorite, la fluoroapatita y la criolita, así como compuesto
de origen antropogénico como la quema de carbón o las industrias que fabrican
ladrillos. El flúor de los alimentos es soluble, 90% es absorbido en el tracto
gastrointestinal y secuestrado principalmente en los huesos y los dientes. La variabilidad de la ingesta de flúor en
poblaciones heterogéneas es alta, variando de valores bajos a valores tóxicos. La
exposición al flúor puede ser cuantificada en orina y suero.
El hierro es un nutriente clave necesario
para la integridad del esqueleto. El
hierro, como cofactor enzimático, estimula la síntesis de matriz ósea vía
activación de la lisil hidroxilasa. El hierro también activa la
25-hidroxicolecalciferol hidroxilasa y apoya la mineralización de la matriz
ósea a través de la vitamina D. Las ratas con severa deficiencia de hierro
tienen el esqueleto pobremente mineralizado, cambios patológicos en la microarquitectura
del hueso trabecular y disminución de la
fuerza ósea. Adicionalmente, la deficiencia severa de hierro está asociada con
disminución en los marcadores bioquímicos de formación de hueso. El efecto
protector del hierro también ha sido demostrado en estudios clínicos de pacientes con anemia por deficiencia de
hierro. En mujeres pre-menopáusicas con deficiencia de hierro, la resorción
ósea domina sobre la formación de hueso.
Por otra parte, el ion férrico,
en exceso, activa la diferenciación osteoclástica, probablemente a través de la
activación de macrófagos derivados de la medula ósea. El estrés oxidativo puede
jugar un rol en este proceso. Por lo tanto, el efecto protector o destructivo
del hierro sobre el hueso depende de la concentración en el tejido óseo. Este
fenómeno también se ha observado con otros elementos traza. Hasta el presente
no se ha establecido una ingesta óptima de hierro con respecto a la densidad
mineral ósea.
Aproximadamente 60% del magnesio del
organismo es almacenado en el esqueleto. El magnesio es parte integral de los
cristales de apatita, en donde es liberado en el curso de la resorción ósea. Es
un cofactor de enzimas importantes para el metabolismo de calcio, lípidos,
proteínas y energía. La deficiencia de magnesio está asociada con enfermedades
gastrointestinales o renales, anemia y
diabetes. Los niveles bajos de magnesio alteran la excitabilidad cardiaca y la
función neuromuscular. La deficiencia de magnesio a menudo se encuentra en
alcohólicos, pacientes con enfermedad de Alzheimer y adultos mayores con
hipertensión y accidentes cerebrovasculares. En el esqueleto, el magnesio apoya
la producción de hidroxiapatita y la mineralización de células estromales de la
medula ósea. Asimismo, apoya la síntesis de 1,25(OH)2D3
en el riñón. La deficiencia de magnesio vía hipocalcemia eleva la síntesis de PTH
y por consiguiente la actividad de los osteoclastos. La liberación de
citoquinas pro-inflamatorias como factor
de necrosis tumoral α (TNFα) e interleuquina1 pueden jugar un rol en este
proceso. Entonces, la deficiencia de magnesio acelera la pérdida ósea y
disminuye la formación de hueso, provocando la disminución del volumen
trabecular y la alteración de la microarquitectura ósea. El magnesio parece ser
un elemento importante para el desarrollo del pico de masa ósea y la integridad del esqueleto adulto. Los
estudios clínicos indican que la ingesta suficiente de magnesio incrementa la densidad ósea en adultos
jóvenes. El efecto protector de la alta ingesta de magnesio sobre la calidad
ósea ha sido documentado en mujeres jóvenes. No obstante, existen algunos datos alarmantes
sobre efectos negativos de los niveles elevados
de magnesio sobre el esqueleto. La hipermagnesemia altera la relación
calcio/magnesio, lo cual puede provocar defectos en la mineralización ósea y la
diferenciación de los osteoblastos. Por otra parte, la deficiencia
subclínica de magnesio ha sido reportada
en muchas poblaciones debido a la relativamente baja ingesta de micronutrientes
concentrados en vegetales verdes, nueces o granos. La absorción de magnesio
también varía con otros elementos de la dieta, como fosfato, el cual forma
complejos insolubles con el magnesio. La ingesta diaria recomendada de
magnesio necesaria para la salud
ósea en jóvenes menores de 30 años de
edad es de 400 mg, en adultos mayores es de 320 mg y 420 mg para mujeres y
hombres, respectivamente. En la práctica, la suplementación de magnesio es requerida en todo sujeto con bajos niveles
de magnesio.
El manganeso es un elemento traza esencial
que juega un rol en el metabolismo de lípidos y carbohidratos. En
concentraciones fisiológicas, el manganeso tiene un significativo efecto
protector óseo. En el esqueleto, el manganeso modula positivamente la relación
RANKL/OPG en el proceso de formación de hueso, determinando el grosor del área
de hueso trabecular. El manganeso acelera el crecimiento (al menos
parcialmente) vía activación de la síntesis de somatomedina. El efecto
protector directo de los estrógenos sobre el metabolismo óseo se intensifica
con la deposición de manganeso. Estudios con espectrofotometría encontraron una
asociación positiva entre niveles
plasmáticos de manganeso y densidad
mineral ósea y una correlación negativa entre manganeso plasmático y número de fracturas en mujeres
postmenopáusicas. Estos resultados sugieren que el manganeso tiene un efecto protector sobre la salud ósea en
mujeres hipoestrogénicas. Sin embargo, el manganeso también puede ser tóxico en
humanos. Con una vida media de 8-9 años, el manganeso se acumula
sustancialmente en los huesos. La sobreexposición prolongada al manganeso con
el correspondiente incremento en los niveles sanguíneos, puede provocar
disfunción dopaminérgica que se manifiesta como enfermedad de Parkinson. La
ingesta diaria recomendada de manganeso
es 1,8-2,3 mg.
El selenio es un nutriente esencial
necesario para la salud de animales y humanos debido a una fuerte acción
antioxidante que protege a las células (incluyendo a las del esqueleto) del
daño oxidativo. Es conocido que la deficiencia de selenio activa la resorción
ósea. Los efectos perjudiciales sobre la microarquitectura ósea han sido documentados en ratones y sobre
la densidad mineral ósea y el
crecimiento en ratas. En humanos sanos, el estatus de selenio se correlaciona
negativamente con el recambio metabólico
en el hueso y positivamente con la densidad ósea. El efecto del selenio sobre
el esqueleto se explica por su mecanismo antioxidante. En bajas condiciones antioxidantes, los
osteoclastos producen grandes cantidades de ROS, lo cual activa la resorción
ósea. El tratamiento con selenio restaura la capacidad antioxidante en las
células óseas e inhibe el eje NFκB-RANKL y la diferenciación de osteoclastos.
En altas dosis, el selenio induce apoptosis
de osteoclastos maduros. Adicionalmente, el selenio aumenta la defensa
antioxidante de los osteoblastos. A través de estos mecanismos, el selenio
modula el recambio metabólico óseo en favor de la formación de hueso. La dosis
diaria recomendada de selenio es 55µg.
El cadmio es un elemento extremadamente
tóxico que se encuentra en grandes concentraciones en áreas industriales. El
progreso de la industrialización ha
incrementado el riesgo de la contaminación con cadmio, el cual no puede ser
destruido en la naturaleza. En altas concentraciones, el cadmio induce estrés
oxidativo, el cual causa metilación de ADN, alteración de la diferenciación y
proliferación celular, inhibición de la reparación del daño de ADN y
desestabilización del genoma. En otras palabras, el cadmio es un fuerte elemento carcinogénico. Más aún,
cuando se administra por un largo período de tiempo, el cadmio provoca fibrosis
pulmonar y desordenes renales. El cadmio también daña seriamente la masa y
calidad ósea. Un estudio con un grupo de aproximadamente 3000 mujeres
postmenopáusicas reporta una asociación
negativa entre la ingesta de cadmio y la
densidad mineral ósea y una relación positiva con el riesgo de fracturas. Esto está
de acuerdo con el resultado de otro estudio, en el cual mujeres con
osteoporosis severa tienen concentraciones plasmáticas de cadmio
significativamente mayores que las mujeres controles. El cadmio tiene un
impacto negativo sobre el crecimiento. La exposición al cadmio durante el
embarazo influye negativamente en el tamaño del feto. El mecanismo del efecto
perjudicial del cadmio sobre el esqueleto no es completamente claro. Estudios
in vitro demuestran que la exposición prolongada de osteoblastos al cadmio
induce disrupción del citoesqueleto y acelera la apoptosis celular. Otro
estudio reporta valores bajos de densidad mineral ósea y altos valores
urinarios de β2-microglobulina, un indicador de disfunción
tubular, en mujeres expuestas por mucho
tiempo al cadmio en áreas contaminadas. La disfunción tubular (probablemente
como consecuencia de la activación del factor de crecimiento fibroblástico 23)
parece ser la causa fundamental del desbalance calcio-fosfato en los sujetos
expuestos al cadmio. Sin embargo, un estudio reciente demuestra que la
influencia negativa del cadmio sobre el esqueleto es independiente del efecto
tubular. En vivo, el cadmio aun en
concentraciones moderadas inhibe la formación de hueso y estimula la resorción
ósea. En concentraciones tóxicas, el cadmio degrada la matriz de colágeno e
inhibe su mineralización. El efecto perjudicial del cadmio sobre el metabolismo
de elementos traza beneficiosos para el esqueleto como cinc, cobre, hierro,
magnesio, manganeso y selenio también debe ser tomado en cuenta.
El cromo tiene un efecto potencialmente
perjudicial sobre la salud ósea vía estrés oxidativo. Este elemento reduce la
supervivencia de los osteoblastos y disminuye la relación OPG/RANKL
(principalmente debido a la estimulación de la formación de osteoclastos). El
desbalance en la remodelación ósea que favorece la resorción puede contribuir
al deterioro de la salud ósea.
El plomo se acumula en los huesos por mucho
tiempo y daña la osteoblastogénesis. El efecto perjudicial de la exposición
prolongada al plomo sobre la fuerza ósea
ha sido demostrado en humanos y animales. Mujeres con alto contenido de
plomo en su esqueleto tienen corteza delgada en los huesos y baja densidad
mineral ósea. Más aún, la densidad mineral ósea se correlaciona negativamente
con los niveles urinarios de plomo.
En conclusión, la integridad del esqueleto es
afectada positivamente por ciertos elementos traza (boro, cinc, cobre, flúor,
hierro, magnesio, manganeso y selenio) y negativamente por otros (cadmio, cobalto
y plomo). La deficiencia o exceso de estos elementos influye en la masa ósea y
la calidad ósea en adultos, niños y adolescentes. Por otra parte, algunos
elementos protectores pueden ser tóxicos bajo ciertas condiciones, dependiendo
de la dosis (concentración plasmática), duración de tratamiento e interacciones
entre elementos individuales. Por ejemplo, la alta ingesta de flúor daña la
integridad ósea. El efecto positivo o negativo de los elementos traza depende
de la influencia de factores
ambientales externos (nutrición) e internos (absorción y metabolismo de estos elementos, disposición
genética, edad y género).
Fuente: Zofkova I
et al (2017). Trace elements have beneficial, as well as detrimental effects on
bone homeostasis. Physiological Research 66:391-402.
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