Corazón, lípidos y hormonas
El corazón humano es el órgano de mayor
consumo de energía por masa en el cuerpo; aproximadamente 6 kg de ATP, 20 veces su propio peso, son
consumidos en el miocardio cada día. En condiciones fisiológicas, el corazón es
considerado un omnívoro metabólico que genera su energía a partir de lípidos,
glucosa, aminoácidos, cuerpos cetónicos y lactato, dependiendo de la
disponibilidad y demanda. Sin embargo, la mayor parte de la energía usada por el miocardio deriva
de la oxidación de ácidos grasos (AG). La captación de AG por el corazón está determinada primariamente por los
niveles circulantes de AG libres que entran en el miocardio por difusión pasiva
y transporte activo. En el estado de reposo, aproximadamente 70-90% de los AG
que entran en los cardiomiocitos son rápidamente usados para síntesis de ATP, mientras
solo 10-30% de AG son almacenados
en el pool intracelular de lípidos del miocardio (MYCL). El MYCL puede ser
usado como una fuente de energía
rápidamente disponible. Solamente 10-40%
de la demanda cardiaca de energía en condiciones fisiológica es cubierta por la oxidación de piruvato
derivado de la glucólisis y la oxidación de lactato. El transporte de glucosa
en el miocardio es mediado por transportadores de glucosa (GLUT),
principalmente GLUT4 y, en menor extensión, GLUT1. La expresión de GLUT4 es
estimulada por la insulina y la activación de la proteína quinasa activada por
AMP (AMPK). La sobrecarga de carbohidratos puede ser almacenada como glucógeno
en el miocardio, pero en comparación con el músculo esquelético, los depósitos
de glucógeno en el corazón son bastante pequeños, lo que indica que los
depósitos intracelulares de lípidos pueden jugar un rol más importante en los casos de incremento de demanda de
energía. Los flujos de AG y glucosa interactúan uno con otro en el miocardio,
donde la tasa de oxidación de AG es el principal regulador de la glucólisis y
viceversa.
Con relación al almacenamiento de lípidos en
el corazón, el MYCL representa un importante pool de sustratos para mantener el
metabolismo energético en los casos de
incremento de la demanda energética. Adicionalmente, el recambio de energía y
el metabolismo de MYCL pueden adaptarse rápidamente a los cambios de los
sustratos circulantes. Por ejemplo, dependiendo de la duración y la
severidad de la restricción
calórica, los elevados niveles
circulantes de AG durante el ayuno prolongado inducen un incremento en el MYCL,
mientras la disminución de AG plasmáticos después de la inhibición
farmacológica de la lipolisis en el tejido adiposo se acompaña de una disminución de aproximadamente 50% del
contenido del MYCL en sujetos jóvenes, delgados y sensibles a insulina. Estos cambios en los depósitos intracelulares
de lípidos están asociados con alteraciones de la función cardiaca. En este
contexto, el incremento en los depósitos del MYCL se relaciona con una
disminución de la función diastólica del ventrículo izquierdo (VI) durante el
ayuno prolongado y la disminución aguda del contenido del MYCL se acompaña con
una reducción de la función
sistólica del VI. Estudios recientes
reportan una disminución de aproximadamente 50% en la captación de AG libres en
los cardiomiocitos después dela inhibición de la lipólisis en tejido adiposo, seguida por un incremento de
seis veces la captación de glucosa que compensa la carencia de energía debida a
la reducción de la beta oxidación. Sin
embargo, estos cambios adaptativos son
insuficientes para cubrir los requerimientos cardiacos de energía, por lo que
se acompañan con una disminución del gasto cardiaco.
A pesar de la importancia del MYCL para el mantenimiento de la función
cardiaca en situaciones de incremento de
la demanda de energía y la rápida adaptación a las fluctuaciones en las
concentraciones de sustratos circulantes, el exceso depósito de lípidos resulta
en esteatosis cardiaca seguida por fibrosis
y disfunción diastólica de VI debida
a glucolipotoxicidad. Debido al desbalance en la captación y
disponibilidad de sustratos y a la oxidación de sustratos se produce una
acumulación de intermediarios no oxidativos del metabolismo de AG en los
cardiomiocitos que resulta en esteatosis cardiaca. La acumulación de
intermediarios tóxicos, particularmente diacilglicerol y ceramidas, induce
estrés oxidativo, incremento de la producción de especies reactivas de oxigeno
(ROS) y daño oxidativo de la integridad de la membrana celular, disfunción de
organelos y desregulación de la expresión de genes.
En humanos, el incremento en MYCL y la
esteatosis cardiaca están independientemente asociadas con alteración de la
función diastólica en pacientes que sufren diabetes tipo 2. Más aún, en
ausencia de hipergulucemia y dislipidemia, la obesidad está relacionada con acumulación de lípidos y
disfunción diastólica en el corazón. Adicionalmente, el MYCL incrementa en adultos mayores y se correlaciona con la disminución relacionada con la edad de la función diastólica, pero no solo el
MYCL sino también la grasa pericárdica puede ser importante en el desarrollo de
insuficiencia cardiaca. En sujetos metabólicamente sanos, la grasa pericárdica,
pero no el MYCL, está asociada con la función sistólica del VI. Es de hacer
notar que el MYCL y la grasa pericárdica son depósitos de lípidos de origen completamente diferente, pues la grasa
pericárdica refleja obesidad visceral torácica, pero no acumulación
intracelular de lípidos.
Los efectos de la insulina sobre el MYCL se
deben en parte a su acción sobre los AG,
la regulación de la lipólisis y la síntesis intracelular de triglicéridos. Sin
embargo, en ausencia de AG circulantes, un incremento en los niveles de
insulina, debido a hiperglucemia inducida por una infusión constante de
glucosa, aumenta significativamente el MYCL
en sujetos sanos. Estos cambios se acompañan con un marcado incremento
en la función sistólica del VI, pues la insulina es un potente activador del sistema nervioso simpático. La fase
inicial (10 días) de terapia con insulina en los pacientes con diabetes
mellitus tipo 2 provoca un aumento en
MYCL y un incremento significativo en la masa miocárdica. Esto es mediado por
un aumento de la captación miocárdica de glucosa debido a la promoción de la
translocación de GLUT4, lo cual induce un “switch” en la utilización de
sustratos de AG a glucosa generado por la acetil-CoA carboxilasa (ACC) e
inhibición de la carnitina
palmiotoiltransferasa-1 (CPT-1). La CPT-1 controla la etapa limitante de la
captación y oxidación de AG
mitocondrial. Adicionalmente, la insulina ejerce un efecto estimulador directo
sobre la ACC y por lo tanto suprime la
oxidación de AG mitocondrial en
presencia de hiperglucemia, lo cual promueve la acumulación ectópica de lípidos
en el corazón. En el corazón, la resistencia a la insulina como tal no está asociada con incremento del MYCL en franco contraste con el hígado y el músculo esquelético. Por
lo tanto, la resistencia a la insulina no es causa de acumulación ectópica de
grasa en el corazón, y la esteatosis
cardiaca en la diabetes tipo 2 puede representar un estadio final después de una alteración de
larga duración en el metabolismo de glucosa y lípidos. Por el contrario, en
hígado y músculo esquelético, la alteración en la acción de la insulina para
regular la homeostasis de glucosa y
lípidos y la acumulación ectópica de
grasa en estos órganos representan las etapas iniciales de la resistencia a la
insulina.
Las hormonas tiroideas ejercen efectos
prácticamente en todos los órganos, incluyendo al corazón. Los cambios
hemodinámicos en pacientes hipotiroideos incluyen bradicardia, disminución del
gasto cardiaco, aumento de la resistencia vascular y disminución de la tasa de
llenado diastólico. El hipotiroidismo
está relacionado con
alteraciones del metabolismo de lípidos.
Esto incluye elevaciones en los niveles
de LDLcolesterol y disminución de los
niveles de HDLcolesterol, lo cual tiende a normalizarse con la suplementación
con tiroxina. Estos cambios se deben a
efectos importantes de las hormonas
tiroideas sobre varias enzimas claves del metabolismo de lípidos que resultan
en un incremento del riesgo de enfermedades cardiovasculares en los pacientes
hipertiroideos. Las hormonas tiroideas estimulan el gasto de energía a través
de la promoción del desacoplamiento
mitocondrial y la inducción de la
termogénesis. Adicionalmente, en modelos animales, se ha demostrado que la
triyodotironina (T3) actúa directamente sobre la captación y oxidación de AG
libres en el miocardio. La disminución del metabolismo energético en el cuerpo
durante el hipotiroidismo resulta en una
disminución de la oxidación de lípidos, a pesar que la lipólisis en el tejido
adiposo no es alterada. La combinación de incremento de aporte de sustratos a través de elevados niveles circulantes de lípidos y
disminución de la oxidación de lípidos podría estar relacionada con la
disminución de los depósitos de MYCL en
los pacientes con hipotiroidismo. Los efectos sobre la síntesis de ATP pueden
ser secundarios a la esteatosis cardiaca, probablemente mediados por la
lipotoxicidad cardiaca, pues al menos en músculo esquelético, las hormonas
tiroideas no incrementan directamente la síntesis de ATP, pero manejan el
recambio de energía por desacoplamiento mitocondrial e incremento de la
termogénesis. Por lo tanto, en los sujetos hipotiroideos la alteración en el
metabolismo de lípidos y la disfunción mitocondrial en el corazón pueden jugar
un rol importante en el desarrollo de enfermedades cardiacas. Más aún, el
hipertiroidismo y la activación del
sistema nervioso simpático exhiben
muchos efectos cardioestimuladores incluyendo taquicardia e incremento
de la contractilidad lo cual resulta en
un aumento de la demanda metabólica. La
evidencia reciente sugiere que la 3-yodotironamina, un derivado descarboxilado de la T4, modula la activación de los
receptores α2A-adrenérgicos
por la noradrenalina. Adicionalmente, varios componentes del receptor
β-adrenérgico son modulados por la actividad de las hormonas tiroideas.
Los disturbios metabólicos en los pacientes
que sufren de excesiva producción de hormona de crecimiento (HC) (o acromegalia),
son similares a los de la resistencia a la insulina, esto es, hiperglucemia,
hiperinsulinemia e hipertrigliceridemia. Por el contrario, la deficiencia de HC
no tratada exhibe muchas características
del síndrome metabólico, incluyendo obesidad visceral, hipertensión y
dislipidemia. La evidencia reciente sugiere que los efectos biológicos de la HC sobre el metabolismo de sustratos a
través de la estimulación directa o indirecta de la producción del factor de crecimiento
similar a insulina I (IGF-I) son complejos. La HC actúa directamente como
promotora en la señal lipolítica. Por el contrario, la HC también puede
promover la síntesis y almacenamiento de lípidos a través de la inducción de IGF-I, el cual
estimula las rutas de señalización de la insulina. En el tejido adiposo, la HC
es una importante mediadora de la lipólisis y actúa directamente sobre la lipasa sensible a hormona y aumenta
la respuesta a la actividad β-adrenérgica,
lo cual puede explicar la alta concentración plasmática de TG que se observa en
los pacientes con acromegalia. Además de estos efectos metabólicos que
contrarrestan la acción de la insulina y promueven el desarrollo de resistencia
a la insulina, la HC y el IGF-I incrementan la capacidad oxidativa mitocondrial
en animales y humanos y por consiguiente promueven el gasto energético en el
cuerpo. Estos efectos también contribuyen
a un fondo ateroesclerótico en el estado de exceso de HC y por lo tanto pasivamente
promueven el desarrollo de enfermedad cardiovascular. Por otra parte, los
cardiomiocitos expresan receptores para HC e IGF-I. La estimulación de estos
receptores induce hipertrofia cardiaca y afecta la contractilidad cardiaca. Sin
embargo, los depósitos MYCL disminuyen en la acromegalia, lo cual sugiere que
el exceso de HC representa una condición única
de bajo contenido ectópico de lípidos a pesar de estar acompañado de hiperlipidemia,
hiperinsulinemia e hiperglucemia. Aun no se ha determinado si esto se debe al
incremento de la oxidación de lípidos
promovido por HC e IGF-I o a
alteraciones en el metabolismo hepático de lípidos, es decir,
lipogénesis de novo y lipólisis. Con relación a la morfología cardiaca, la masa
miocárdica de VI, el grosor de la pared y el volumen diastólico final aumentan
significativamente en la acromegalia activa. Sin embargo, estos cambios no están relacionados con alteraciones
metabólicas o incremento de la acumulación ectópica de lípidos.
La muerte por enfermedad cardiovascular,
incluyendo insuficiencia cardiaca, enfermedad de arteria coronaria y
tromboembolismo cardiaco, es una de las causas de mortalidad en los pacientes
con síndrome de Cushing. En parte, el incremento de la mortalidad
cardiovascular es mediado por factores de riesgo metabólicos comunes de la
ateroesclerosis, incluyendo obesidad visceral, hipertensión, dislipidemia y
resistencia a la insulina. Además de estas complicaciones metabólicas, las
cuales aceleran el desarrollo de ateroesclerosis y enfermedad de arteria
coronaria, en el síndrome de Cushing también es alterada la morfología y la
función cardiaca. Las anormalidades en la morfología del VI están asociadas con
una disminución de la función sistólica y alteraciones del llenado diastólico.
No está claro porque hay hipertrofia de los cardiomiocitos a pesar de la atrofia muscular generalizada que se
observa en el hipercortisolismo debida
al aumento del catabolismo de proteínas. Los receptores glucocorticoides (GR)
son expresados en el corazón, por lo tanto el exceso de cortisol puede ejercer
efectos directos sobre el miocardio.
Adicionalmente, el cortisol potencia la acción de las catecolaminas y el
sistema renina-angiotensina en el corazón y puede mediar indirectamente la
toxicidad cardiaca. Por otra parte, la esteatosis hepática es común en los
pacientes con enfermedad de Cushing. El hígado graso afecta el metabolismo energético del
miocardio en hombres jóvenes no diabéticos. En los pacientes con esteatosis
hepática y diabetes mellitus tipo 2, los signos de alteración de la función
diastólica del VI son detectados más tempranamente que en los pacientes que sufren solo diabetes
tipo 2.
En conclusión, las enfermedades endocrinas
afectan los depósitos de grasa en el corazón de muchas maneras. En varias
enfermedades endocrinas, el exceso de hormona resulta en alteración de la
acumulación de lípidos y el metabolismo
energético en el miocardio, lo cual
puede resultar en cardiomiopatía
específica de enfermedad. Estas alteraciones en la carga ectópica de
lípidos del miocardio puede ser, al
menos en parte, secundaria a la dislipidemia, comúnmente presente en la resistencia a la insulina, el estado
hipotiroideo o el hipercortisolismo,
pero también se observan en ausencia
de niveles circulantes de AG libres
elevados. Sin embargo, en el exceso de HC, hay una reducción en el contenido
ectópico de lípidos en el corazón, a pesar de los elevados niveles
circulantes de lípidos.
Fuente: Wolf P
et al (2017). Heart, lipids and hormones. Endocrine Connections 6: R59-R69.
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