Endocanabinoides y conducta alimenticia
La regulación central de la conducta
alimenticia es indispensable para la vida de animales y humanos, los cuales consumen
energía a través de los alimentos para ejercer funciones esenciales. Una red de
circuitos neurales asegura el aporte constante de energía y proporciona una
conducta “pro-alimentación” dirigida a que, en condiciones de plenitud de
alimento, la ingesta de energía domine sobre el gasto de energía y el exceso de
energía sea almacenado para ser usado cuando el alimento sea restringido o no
esté disponible temporalmente. En el cerebro, los endocanabinoides (EC), como
el 2-araquidonoilglicerol (2-AG) y el araquidonoiletanolamina (AEA), interfieren
con la regulación central de la conducta alimenticia a través de la activación
del receptor canabinoide tipo 1 (CB1), acoplado a proteína G. Desde tiempos
inmemoriales, los extractos de cannabis son usados con propósitos
recreacionales, pero actualmente está claro que no solo las propiedades
psicotrópicas sino también los efectos estimulantes del apetito de los EC, son
mediados por la activación del CB1. Sin embargo, los mecanismos moleculares y
celulares que subyacen a la señal central CB1 en el control de la conducta
alimenticia aún no son completamente claros. Los receptores CB (CB1 y CB2)
pertenece al sistema endocanabinoide (SEC) que incluye además a los EC como
ligandos intrínsecos de los CB y a las enzimas que sintetizan e hidrolizan a
los EC. Estas enzimas controlan los niveles de EC temporalmente y espacialmente
para garantizar una señal CB1 funcional en el cerebro, específica de región y
tipo de célula.
La señal CB1 central, además de la
alimentación, modula otras funciones y conductas fisiológicas. El CB1 se
localiza principalmente en los terminales presinápticos para suprimir la
liberación de neurotransmisores como GABA o glutamato. En principio, la
promoción farmacológica aguda de la señal CB1 central puede evocar la ingesta
de alimentos y representa una potencial propuesta para tratar la anorexia. Sin
embargo, recientemente se descubrió que solamente la administración de bajas a
moderadas dosis de agonistas CB1son capaces de incrementar la ingesta de alimentos
en ratones, mientras la administración de moderadas a altas dosis disminuye la
ingesta de alimentos. En esto, la hipofagia es inducida por una reducción de la
transmisión GABAergica mediada por CB1, mientras la hiperfagia es estimulada por
la supresión de la conducción glutamatérgica disparada por el CB1. Este
hallazgo fundamental en ratones puede explicar los resultados contradictorios
de diferentes estudios clínicos sobre el uso de agonistas CB1 en el tratamiento
de la anorexia en humanos. Por otra parte, el bloqueo del CB1 por rimonabant,
un agonista inverso de CB1, generalmente suprime el hambre e induce hipofagia,
pero desafortunadamente resulta en efectos psiquiátricos colaterales en
humanos. Asimismo, agentes alostéricos dirigidos contra CB1 como hemopresina o
pregnenolona pueden aportar medicaciones con una significativa mejoría en el
perfil de efectos colaterales.
El
CB1, como receptor acoplado a proteína G, no es expresado exclusivamente en la
membrana plasmática sino también en la membrana externa mitocondrial. El CB1
mitocondrial, al interferir con el complejo I de la cadena respiratoria, promueve
los efectos inducidos por amnesia de los agonistas CB1 en el hipocampo. Los
efectos de los canabinoides sobre la ingesta de alimentos son transmitidos vía
adaptaciones mitocondriales inducidas por CB1, pues la inducción de la ingesta
de alimentos por agonistas CB1 depende de la expresión de la proteína desacopladora
2 y la formación de especies reactivas de oxigeno (ROS) en el hipotálamo. Aproximadamente 15% de receptores CB1 en el
cerebro están asociados con mitocondrias de los terminales pre y
postsinápticos. Sin embargo, el CB1 es más abundantemente expresado en la
membrana plasmática y cantidades significativas de CB1 en el cerebro anterior
son activadas constantemente, internalizadas y recicladas. Más aún, la
expresión funcional de CB1 también se observa en la membrana plasmática postsináptica.
En el curso de la obesidad inducida por dieta, la orexina A reprime neuronas
proopiomelanocortina (POMC) promotoras de saciedad en el núcleo arcuato (ARC) del
hipotálamo a través de la activación por EC de CB1 postsinápticos en las
neuronas POMC.
El CB1 también es expresado en astrocitos y
juega un importante rol en la neuroinflamación y en la neurotransmisión. El
soporte energético de las neuronas dependiente de astrocitos involucra al CB1
puesto que la acumulación de glucógeno astroglial inducida por la leptina depende
de la señal CB1. Los estudios con análisis estructural reportan la presencia de
CB1 en astrocitos localizados en la vecindad de las sinapsis en el ARC. Más
aún, los astrocitos a través de la señal leptina controlan activamente los
circuitos neuronales de la alimentación en el hipotálamo.
Los centros homeostáticos de la alimentación
están localizados en el hipotálamo y el tallo cerebral caudal, mientras los
centros hedónicos de la alimentación relevantes para los aspectos de
palatabilidad y recompensa de los alimentos están localizados en el sistema
mesolímbico. Aunque ambos sistemas de
control anatómicamente se localizan en áreas cerebrales diferentes,
funcionalmente se encuentran interconectados uno con otro. Los altos niveles de
expresión de CB1 en el hipocampo o los ganglios basales son atribuidos a los
efectos de los EC sobre la formación de la memoria y el movimiento, mientras los
bajos niveles de CB1 en los núcleos hipotalámicos o el tallo cerebral caudal se
relacionan con funciones significativas en la regulación de la conducta
alimenticia. En este contexto, los
distintos grupos de neuronas hipotalámicas procesan señales de nutrientes
circulantes y detectan hormonas metabólicas como leptina, insulina o grelina.
Las neuronas hipotalámicas son afectadas directamente por los EC y la infusión
de agonistas CB1 en distintos núcleos hipotalámicos induce agudamente la
ingesta de alimentos.
La señal CB1 hipotalámica interfiere con la
transmisión de la señal de hormonas metabólicas. Mientras la supresión de la
ingesta de alimentos por leptina se correlaciona con bajos niveles
hipotalámicos de EC, la ingesta aguda de alimentos disparada por grelina se
acompaña con un incremento en los niveles hipotalámicos de EC y depende de la
señal CB1 en el núcleo paraventricular (NPV). Sin embargo, el control de la
alimentación en el NPV mediado por CB1 es más complejo que lo que se pensaba anteriormente.
En el marco del paradigma ayuno/re-alimentación, el bloqueo del CB1 local en el
NPV incrementa la hiperfagia en ratones hambrientos y aumenta los efectos
hiperfágicos de la grelina en animales alimentados. Entonces,
los EC hipotalámicos representan neuromoduladores locales involucrados
activamente en los circuitos hipotalámicos de la alimentación de acuerdo con el
estado prandial del animal. En la obesidad inducida por dieta, el desbalance en
los niveles hipotalámicos de EC y la señal CB1 defectuosa son consecuencia de
la resistencia central a la leptina. En el hipotálamo lateral (HL), el CB1 está
involucrado en el control fisiológico de las neuronas que producen hormona
concentrante de melanina (MCH) y orexina-A. En la obesidad inducida por dieta,
los EC en el HL promueven hiperfagia a través de la remodelación de la
organización de los impulsos sinápticos de las neuronas orexina-A.
En el ARC se pueden distinguir al menos dos
poblaciones neuronales con efectos opuestos sobre la conducta alimentaria: las
neuronas proteína relacionada con el agouti/neuropéptidoY (AgRP/NPY) que promueven
agudamente la ingesta de alimentos y las neuronas POMC que manejan el inicio
gradual de la saciedad. El bloqueo sistemático de CB1 por rimonabant reduce los
niveles de NPY, lo que indica que las neuronas AgRP/NPY son controladas por EC
locales. Las neuronas AgRP/NPY no contienen CB1, el cual se encuentra en los
terminales GABAergicos que inervan a las neuronas AgRP/NPY. Entonces, en el ARC,
los EC locales pueden promover la ingesta de alimentos a través de la
desinhibición retrograda de neuronas de neuronas AgRP/NPY. Sin embargo, las
neuronas POMC también son afectadas por EC a través de CB1 pre y
postsinápticos. En ratones alimentados, los agonistas CB1 rápidamente
convierten a las neuronas POMC de promotoras de larga duración de la saciedad en
disparadoras agudas de hambre. En la obesidad inducida por dieta, la orexina-A
reprimen neuronas POMC mediante la señal EC constitutiva en los CB1
postsinápticos de las neuronas POMC. Por otra parte, las neuronas que liberan
glutamato en el ARC que expresan receptores de oxitocina han sido identificadas
como parte integral de una ruta ARC-NPV de saciedad. Asimismo, hay evidencia
que las células dopaminérgicas del ARC controlan recíprocamente la actividad de
las neuronas AgRP/NPY y POMC. Este hallazgo reviste mucha importancia en la
homeostasis alimentaria controlada por CB1 porque la dopamina modula los
aspectos recompensa de los alimentos principalmente a través de las
proyecciones dopáminérgicas del área tegmental ventral (VTA) al núcleo
accumbens (NAc) y la señal CB1 modula la señal dopaminérgica en NAC y VTA para
regular los aspectos hedónicos de la alimentación.
La señal CB1, además del VTA localizado en
el tallo cerebral rostral, también interfiere con la actividad funcional de
núcleos del tallo cerebral caudal como el núcleo parabraquial, el núcleo motor
dorsal del vago y el núcleo del tracto solitario. En estos sitios, el CB1
básicamente controla las preferencias alimentarias como la digestión de
alimentos ricos en grasas. Por otra parte, las neuronas hipotalámicas AgRP/NPY
y POMC no solamente son afectadas directamente por la ingesta dealimentos sino
que también responde rápidamente a la detección sensorial del alimento
disponible. Entonces, las neuronas hipotalámicas no solo transmiten las señales
internas que causan hambre o saciedad sino que también reciben información externa
sobre el alimento (vista, olfato y gusto) y reaccionar rápidamente para
transmitir aspectos motivacionales sobre la alimentación generados a través del
sistema mesolímbico. El procesamiento de las sensaciones alimentarias como
señales olfatorias o gustativas involucra la señal CB1 como se ha demostrado en
ratones en ayuno que incrementan la detección de olor dependiente de CB1 en el
bulbo olfatorio.
Las enzimas involucradas en la biosíntesis o
degradación de EC también inducen adaptaciones en las conductas alimenticias.
Por ejemplo, la degradación del 2-AG en ácido araquidónico y glicerol es
controlada por tres diferentes serina-hidroxilasas, mientras la
monoacilglicerol lipasa (MAGL) es responsable de 85% de la degradación de 2-AG,
las hidrolasas alfa/beta (ABHD) 6 y 12 son responsables de 5% y 10% de la
degradación de 2-AG, respectivamente. La carencia de ABHD6 en el hipotálamo
ventromedial resulta en el bloqueo de la respuesta alimenticia inducida por el
ayuno. Los EC no se almacenan en vesículas sinápticas, son producidos por demanda
a partir de precursores lípidos. La mayoría de EC tiene una vida media relativamente
corta porque son atraídos por las enzimas que degradan EC para terminar la
señal EC y por diferentes clases de enzimas que transforman los EC en otra
clase de moléculas de señalización como las prostamidas. El hecho que los EC
pertenezcan a la familia de ácidos grasos poliinsaturados los convierte en
sustratos atractivos por la oxidación enzimática por lipooxigenasas (LOX),
ciclooxigenasas (COX) y citocromo p450.
Los EC, además de los CB, también actúan
sobre otros receptores acoplados a proteína G, incluyendo GPR18, GPR55 y
GPR119. Estos receptores son potenciales candidatos a CB, pero su relevancia en
la regulación de la alimentación no ha sido muy investigada. Sin embargo, las
señales GPR18 y GPR55 parecen estar involucradas en procesos de disfunción
metabólica. Adicionalmente, los EC como el AEA actúan sobre el receptor potencial
transitorio (TRP) vanilloide 1. Más aún, varias enzimas involucradas en la
biosíntesis de EC dan origen a mensajeros lípidos con estructura similar a EC
pero que no se unen a -ni activan- CB1. Por ejemplo, la oleoiletanolamina (OEA)
y la palmitoiletanolamina (PEA), lípidos relacionados con el AEA, se unen a los
PPAR, los cuales son bien conocidos por su contribución en el control del metabolismo
de glucosa y lípidos.
En conclusión, los EC son mensajeros lípidos
que modulan una variedad de procesos fisiológicos y modifican la generación de
conductas específicas. El receptor CB1 representa la molécula blanco más
relevante de los EC. Una de las principales funciones de la señal CB1 central
es mantener la homeostasis energética del cuerpo. Los EC funcionalmente
interactúan con neurotransmisores en las redes neurales que controlan el
metabolismo energético y la conducta alimenticia. La promoción de la señal CB1
puede incrementar el apetito y estimular la alimentación, mientras el bloqueo
de CB1 suprime el hambre e induce hipofagia. Estudios recientes han revelado la
localización subcelular del CB1 y la función de los EC en neuronas y células gliales
de regiones cerebrales que forman parte de los circuitos neurales que controlan
la conducta alimenticia. Las rutas alternativas de los EC que no son manejadas
por la activación de CB1 también contribuyen al control de la conducta
alimenticia.
Fuente: Koch M
(2017). Cannabinoid receptor signaling in central regulation of feeding
behavior. Frontiers in Neuroscience 11:293.
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