Rol de las incretinas en la regulación de la saciedad
y las náuseas
Hambre, saciedad,
náuseas y vómitos son puntos del espectro de la conducta de ingesta de alimento.
Asumiendo que la ingesta de alimento comienza con la necesidad de energía, el
hambre es claramente un afecto negativo, a menudo referido como dolor de hambre.
Sin embargo, si los ingredientes de la comida son apetitosos rápidamente hay
una respuesta hedónica positiva. En la medida que la comida progresa, varios de
sus componentes (por ejemplo, composición de macronutrientes, pH, osmolaridad y
volumen total) dan origen a las señales de saciedad derivadas del tracto
gastrointestinal (GI) liberadas por células endocrinas especializadas. Estas
señales de saciedad son transmitidas al cerebro vía nervio vago a través de una
acción humoral directa. Si el animal responde apropiadamente a estas señales,
la saciedad eventualmente será activada y la finalización de la comida podría
provocar un modesto estado de afecto positivo. Los humanos, en el ambiente
obesogénico que prevalece en la sociedad, pueden superar las señales internas
de saciedad con la inclusión de alimentos altamente apetitosos para continuar
comiendo. Si el consumo de comida continúa se retarda la finalización de la
ingesta pasando de un afecto negativo/positivo a la sensación de llenura que
fácilmente puede causar náuseas y vómitos. Muchas drogas anti-obesidad están
diseñadas para desviar esta conducta de ingesta imitando las señales de
saciedad y/o los sistemas neurotransmisores involucrados en la saciedad. Por tanto, no es sorprendente que náuseas,
vómitos y eventos adversos relacionados con el trato GI están entre los efectos
colaterales más prevalentes en las farmacoterapias anti-obesidad.
Las náuseas y los vómitos están entre los síntomas
más frecuentes en las enfermedades y los tratamientos relacionados con
desórdenes metabólicos, con un severo impacto negativo sobre el balance
nutricional, la calidad de vida y el pronóstico de la enfermedad. El vómito y
la náusea son grandemente controlados por el sistema nervioso central (SNC).
Tres núcleos críticos son: el núcleo del tracto solitario (NTS), el área
postrema (AP) y el núcleo motor dorsal
del vago en el cerebro anterior que es esencial para la ingesta de alimentos,
la función cardio-respiratoria y la motilidad GI. Los significativos avances en
los últimos 20 años culminaron con el desarrollo de los blancos antieméticos
clásicos: el receptor de serotonina tipo 3 (5-HT3R) y el receptor 11 de
neuroquinina 1 (NK1R). Actualmente, el antagonista de 5-HT3R, ondansetron
(Zofran), y el antagonista de NK1R, aprepitant (Cinvantin), son tratamientos
prescritos para náuseas y vómitos inducidos por quimioterapia.
Desafortunadamente, estos antagonistas 5-HT3R y NK1R resultan subóptimos en
muchas enfermedades y estados fisiológicos que pueden presentar náuseas y
vómitos (por ejemplo, cáncer, diabetes, fibrosis quística, embarazo),
sugiriendo que hay otros sustratos neurales involucrados en el control de
náuseas y vómitos. En este contexto, los descubrimientos recientes indican un
rol del receptor del péptido inhibidor gástrico (GIPR) en el complejo dorsal
del vago con relación al procesamiento de náuseas y vómitos.
El GIP es una hormona liberada por las
células enteroendocrinas del intestino delgado durante la ingesta de alimento.
Conjuntamente con el péptido similar glucagón 1 (GLP-1), estas dos hormonas
incretinas tienen un rol importante en las células β de los islotes
pancreáticos aumentando la secreción de insulina para regular los niveles de
glucosa postprandial. Mientras las farmacoterapias con el sistema GLP-1 han
sido usadas ampliamente para el tratamiento de la diabetes tipo 2 (DT2) y la
obesidad, el uso de análogos de GIP como monoterapia aún produce algunos
hallazgos controversiales en estudios pre-clínicos y clínicos. Inicialmente,
los análogos GIP no eran recomendados como monoterapia para el tratamiento de
diabetes u obesidad debido a la percepción de un efecto muy débil, en parte
debido a hallazgos que sugerían resistencia a GIP en la condición diabética y a
resultados incongruentes de sus efectos
en la hipofagia y la reducción de peso
de peso corporal. Sin embargo, actualmente hay evidencia convincente que el
incremento en la secreción de insulina con la administración de GIP exógeno es mediado a través de la activación
directa de los GIPR en las células β pancreáticas. Adicionalmente, los estudios
demuestran que la señal GIPR tiene acciones positivas en hueso (por ejemplo,
promoviendo la densidad mineral e inhibiendo la reabsorción ósea), modulación
de la termogénesis (vía acciones directas sobre el tejido adiposo marrón),
influencias directas en el metabolismo de lípidos (modulando el almacenamiento
de lípidos y la lipólisis en el tejido adiposo blanco) y contribuyendo al nivel
óptimo de la secreción postprandial de glucagón vía acciones directas en las
células α del páncreas.
Hace aproximadamente 30 años, el
descubrimiento de GLP-1 (7-36), un compuesto similar al GLP-1 humano pero
resistente a la degradación enzimática por la dipeptidil peptidasa IV, permitió
inicialmente la producción de exendin-4
(Ex4, exenatide), un agonista del receptor de GLP-1 (GLP-1R) humano.
Posteriormente, otro agonista de GLP-1R, liraglutide, fue introducido en el
tratamiento de la diabetes y la obesidad. Los efectos beneficiosos en la
glucemia y el balance energético de Ex4 y liraglutide inspiraron la creación de
una segunda generación de agonistas de GLP-1R para el tratamiento de la DT2, la
cual incluye a dulaglutide y semaglutide. Estos desarrollos superaron
sustancialmente los beneficios de los
agonistas GLP-1R de la primera generación, incluyendo acciones hipoglucémicas
de larga duración y mayor pérdida de peso corporal. Sin embargo, los agonistas
GLP-1R de primera y segunda generación
todavía son acompañados por efectos colaterales incluyendo náuseas y
vómitos.
Una significativa proporción de los efectos hipofágicos de los agonistas
GLP-1R son mediados por receptores localizados en el SNC, particularmente en
AP/NTS. Este sitio del cerebro anterior también es responsable de las náuseas y
los vómitos como efectos colaterales de la administración sistémica de
agonistas de GLP-1R. A pesar de los comentarios en sentido contrario, estos efectos no son transitorios o insignificantes
y provocan la discontinuación del tratamiento en 6-10% y la reducción de la dosis en 15% de los
pacientes con DT2. En números conservadores, aproximadamente 20% de los
pacientes con DT2 no pueden beneficiarse completamente de la terapéutica GLP-1
existente. Por tanto, atenuar los efectos adversos de los agonistas GLP-1R sin
afectar la acción sobre las células β pancreáticas o los circuitos de la
saciedad no solo permitirá una mejor aceptación por los pacientes sino también
puede permitir una mayor tolerancia terapéutica
de mayores concentraciones de
agonistas GLP-1R y potencialmente aumentar la pérdida de peso
y el control glucémico.
La activación de GIPR puede tener efectos
antieméticos sorprendentes, como se describe en un estudio reciente. Este
hallazgo puede contribuir en parte a la explicación que la combinación de
agonistas GIP y GLP-1 tienen resultados prometedores en modelos preclínicos y
estudios clínicos, proporcionando mayor pérdida de peso y mejor control
glucémico que los agonistas GLP-1R solos. En un estudio con monos, el
co-agonismo GIP/GLP-1 ha demostrado ser superior en la reducción de los niveles
de glucosa sanguínea y en el incremento de insulina plasmática en comparación
con dosis equimolares de liraglutide. El estudio también reporta una
disminución en la incidencia de eventos adversos con el co-agonismo en
comparación con la monoterapia GLP-1. Estos datos apoyan el hallazgo reciente
que el agonismo GIPR es suficiente para bloquear los eventos eméticos de los
agonistas GLP-1R. Los mecanismos que median las acciones anti-eméticas de los
agonistas GIPR no son conocidos a pesar del reciente hallazgo de neuronas que
expresan GIPR en varios núcleos del SNC involucrados en el control de la homeostasis
energética, incluyendo AP y NTS. La activación de GIPR puede contrarrestar los
efectos perjudiciales del GLP-1 vía modulación directa del circuito AP/NTS.
Dada la naturaleza inhibidora de las neuronas que expresan GIPR, en algunos
estudios se especula la existencia de una red local inhibidora en el cerebro
anterior caudal que podría ser explotada vía activación de GIPR para reducir
las náuseas y los vómitos mediados por GLP-1R en el cerebro anterior.
En conclusión, descubrimientos recientes apoyan
las potenciales ventajas terapéuticas de terapias combinadas de los sistemas
GIP y GLP-1. Uno de los hallazgos más sorprendente es que el agonismo GIPR
puede tener propiedades antieméticas. Como las náuseas y los vómitos son los
efectos colaterales más comunes de la farmacoterapia con GLP-1, la capacidad
del agonismo GIPR para reducir los efectos colaterales inducidos por los
agonistas GLP-1R, pero conservando (si no aumentando) la acción sobre la
pérdida de peso y el control glucémico, puede ofrecer una nueva era en el
tratamiento de la obesidad y la diabetes.
Fuente: Hayes MR
et al (2021). The role of GIP in the regulation of GLP-1 satiety and nausea.
Diabetes 70: 1956-1961.
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