Cocaína y receptor sigma-1
La conducta de
búsqueda de alimento involucra factores periféricos y centrales, de los cuales
la grelina es uno de los más relevantes. La grelina es sintetizada
principalmente en el estómago, pero su acción endocrina es ejercida en corazón,
tracto gastrointestinal (TGI), páncreas y cerebro, entre otros sitios. La
grelina, la hormona del “hambre”, actúa a través del receptor GHS-R1a,
el cual pertenece a la familia de receptores acoplados a proteína G (GPCR). La
dopamina, uno de los principales neurotransmisores en el cerebro, es un factor
clave en los circuitos neuronales en los cuales ocurre la expresión neuronal
del GSH-R1a. La dopamina también es clave para las acciones de una
variedad de drogas de abuso, en particular cocaína. Las tribus de Sur América
usaron la cocaína para aumentar la resistencia y suprimir el apetito, lo cual
indica una larga historia de uso de la cocaína sin entender completamente los
mecanismos de acción. Los estudios
recientes demuestran que un receptor atípico, sigma-1 (σ1R), de
función fisiológica desconocida, es una pieza clave en las relaciones entre la
cocaína y las conductas de búsqueda de alimento.
La cocaína, además de actuar inhibiendo
transportadores de dopamina en las neuronas, es capaz de interactuar con
receptores sigma-1 y sigma-2. El rol fisiológico de los dos receptores es
desconocido y tampoco están relacionados estructuralmente a pesar de tener el
mismo nombre (sigma). El receptor sigma-1 exhibe características como (i) capacidad
para unir cocaína en concentraciones fisiológicamente relevantes, (ii) modular
la función de los GPCR. Los datos de los estudios en ratones indican que el
tratamiento con drogas sintéticas que actúan sobre receptores σ2
disminuye algunos de los efectos inducidos por la cocaína y que los
antagonistas del receptor contrarrestan la estimulación de la locomoción
inducida por cocaina. Sin embargo, la investigación sobre el receptor σ2
es aun preliminar para establecer una relación sólida entre el receptor y los
mecanismos de adicción. Uno de los
aspectos relevantes derivados de los estudios recientes, es el avance en el
entendimiento sobre cómo el consumo de cocaína reduce la conducta de búsqueda
de alimento. Aparentemente esto se debe a interacciones directas con el
receptor de grelina. Por otra parte,
está bien establecido que las acciones de la cocaína mediadas por σ1R
en el SNC dependen de las interacciones moleculares con dopamina y GPCR. El
diseño de drogas que impiden la interacción de la cocaína con el σ1R
persigue reducir la conducta de búsqueda
de alimento.
El más notable y aceptado efecto de la
cocaína es el incremento en los niveles
extracelulares de dopamina en varias regiones del sistema nervioso central
(SNC) que provoca una marcada activación de los receptores de dopamina. Estos y
muchos otros receptores neuronales pertenecientes a la familia de GPCR usan al
cAMP como segundo mensajero. La información tomada de la guía de farmacología
de la British Society muestra propiedades atípicas de los receptores sigma:
ellos no usan cAMP ni cualquier otro segundo mensajero como iones calcio o
inositol-3-fosfato. Como los σ1R no están acoplados a ninguna señal
de transducción conocida, la guía indica que “solamente hay un modesto traslape
farmacológico y ninguna convergencia estructural con los GPCR”. Por otra parte,
compuestos estructuralmente diferentes pueden unirse a los σ1R en
sitios intracelulares. En efecto, la unión de una droga que aparentemente actúa sobre receptores
opioides sugiere que los σ1R pertenecen a la familia de receptores
opioides. El análisis de la estructura 3D revela una inserción atípica en la
membrana y la estructura oligomérica (trimérica) de estos receptores.
El compuesto SKF-10047 exhibe actividad
psicomimética, pero carece de unión selectiva a receptores opioides μ o κ.
Aunque desde el principio se consideró que el compuesto podía unirse a un nuevo
receptor opioide, su efecto no fue bloqueado por los antagonistas no selectivos
de receptor opioide. En efecto, el SKF-10047 se une a σ1R cuyo
clonaje demuestra que no tiene los siete dominios transmembrana de los GPCR. En
espera de detalles más precisos sobre su rol fisiológico, el σ1R es
considerado un modulador pluripotente capaz de interactuar con diferentes
proteínas específicas (por ejemplo, proteína de unión a inmunoglobulinas (BiP)
y/o compuestos de la maquinaria de transducción de señal. El σ1R
puede interactuar con receptores de una variedad de hormonas/neurotransmisores
y modular su expresión en la superficie celular y/o función. La investigación
sobre el σ1R ha adquirido una creciente importancia por su potencial
como blanco para combatir el dolor neuropático. La evidencia indirecta también demuestra
que el σ1R está involucrado en desórdenes neurológicos como la
depresión. Adicionalmente, se reporta una correlación entre una mutación en el
σ1R y el progreso de la esclerosis lateral amiotrófica juvenil.
El mecanismo que subyace a la adicción de
drogas es mediado por σ1R. Los estudios pioneros sobre la unión de
cocaína a σ1R se llevaron a cabo en 2001. Los ensayos de competición
en estudios de unión de radioligandos
demostraron que la K1 de cocaína es 2,3 µM en el ratón y 2,9
µM en cerebro de rata. Estos valores son similares en membranas de cerebro de
ratón, confirmando que en concentraciones “fisiológicas” después de la
exposición a cocaína, la droga se une σ1R. Sobre la base de estos resultados,
se propuso que los σ1R son blancos para combatir la adicción a la
cocaína. Un estudio más reciente demuestra que la administración de cocaína a
ratones reduce la unión de un radioligando en una proporción similar en las 20 regiones cerebrales analizadas por
autoradiografía cuantitativa. La reducción promedio de unión específica después
de la administración i.p. de 100 µmoles/kg de cocaína fue 54%. Es de notar que
el σ1R es expresado en todas las regiones del cerebro en un rango de
2-4 fmoles/mg de tejido. Un avance
significativo en la investigación sobre adicción de drogas es la demostración
de un enlace entre σ1R y la ruta
de la proteína quinasa activada por mitogeno (MAPK). Sin embargo, el
receptor por sí mismo o a través de la unión a cocaína no puede conducir
señales que impacten directamente sobre la ruta de señalización. Lo más
probables es que la cocaína unida al σ1R produzca cambios
conformacionales en los GPCR que están en contacto directo con el σ1R
en la superficie celular. El σ1R interactúa directamente con los
receptores de dopamina y la cocaína es unida a –y afecta- la estructura y
función del complejo σ1R/receptor de dopamina. Las interacciones de
σ1R y receptores de dopamina o heterómeros que contienen receptor de
dopamina regulan indirectamente la conducta de búsqueda de alimento.
Los estudios pioneros sobre el rol del σ1R
en los efectos de la cocaína demostraron que un ligando sintético, NPC16377,
protege contra los efectos conductuales de la cocaína. El NPC16377 no muestra
efectos colaterales notables y su eficacia es bastante marcada, por ejemplo,
previene totalmente el desarrollo de sensibilización a la cocaína y reduce
significativamente las convulsiones por cocaína sensibles a diazepam. Sus
efectos son bastante selectivos; no es un ligando del receptor NMDA y no es
eficaz contra estímulos discriminativos disparados por otras drogas. Resultados similares se han obtenido usando
compuestos con diferente estructura química que reducen la hiperlocomoción y
las convulsiones inducidas por cocaína y son capaces de unirse al σ1R,
pero no a otros receptores. Otros ligandos de σ1R como el rimcazole
y la panamesina han sido examinados con relación a la actividad locomotora y
las convulsiones inducidas por cocaína en ratas. Mientras la panamesina reduce
las dos acciones de la droga, el rimcazole incrementa el tiempo total de las
convulsiones y la actividad locomotora evocadas por cocaína. Los autores
concluyen que el subtipo σ2R está involucrado en los efectos psicomotores estimulantes de la cocaína mientras el
subtipo σ1R participa en las convulsiones inducidas por cocaína. Un
fenómeno común de los ligandos de σ1R examinados es la reducción en
la sensibilización inducida por psicoestimulantes, no solo a la cocaína sino
también a la metanfetamina.
El σ1R impacta las rutas de
señalización que se originan en los GPCR y también la función de canales
iónicos. Estas interacciones funcionales generan las alteraciones conductuales
y neuroanatómicas que provocan la adicción a la cocaína. Un aspecto relevante a
considerar es cómo el σ1R puede afectar la señal dopaminérgica. Por
ejemplo, la señal mediada por receptor de dopamina D1 y la
producción de inositol 1,4,5 trifosfato (IP3) inducida por cocaína
han sido estudiadas en neuronas disociadas del núcleo accumbens (NAc). El
principal hallazgo es que la movilización de calcio producida por la
administración de IP3 es aumentada por la cocaína de una manera
dependiente de σ1R. La cocaína no solo incrementa los efectos de
agonistas sobre los niveles de cAMP sino que también altera la cinética de la
ruta de MAPK. Los receptores D1 y σ1R interactúan y el
efecto de la cocaína sobre la señal dopaminergica es dependiente de σ1R,
un hecho que ha sido confirmado en ratones σ1R KO.
La dopamina es uno de los principales
neurotransmisores en el cerebro, y sus acciones, mediadas por receptores
dopamina, son relevantes para el control motor e importantes en los circuitos
recompensa disparados por drogas adictivas. Los estudios electrofisiológicos
demuestran que los registros intracelulares en neuronas del NAc disparados por
5-hidrroxitripitamina o por dopamina son afectados por cocaína. La droga en
dosis de 1-30 µM afecta la hiperpolarización mediada por receptores D1
y la despolarización mediada por receptores D2, pero es más efectiva
para alterar las acciones de la 5-hidroxitripitamina. Por otra parte, el
heterómero formado por receptores de dopamina D1 y de histamina H3
es necesario para la ruta de señalización MAPK y la cocaína altera la función
del heterómero a través del σ1R, lo cual refleja la ocurrencia de un
complejo macromolecular constituido por receptores D1, H3
y σ1 cuya estructura y función son alteradas en presencia de
cocaína. La cocaína, a través de
receptores σ, también afecta la
señalización de otros heterómeros que contienen receptor de dopamina como el
heterómero receptor de adenosina A2A y receptor dopamina D2
(A2AR-D2R). Tomando en cuenta los datos sobre los
mecanismos moleculares de las acciones de la cocaína, se ha propuesto la
hipótesis que la droga altera significativamente las interacciones alostéricas
que ocurren en los complejos de homo- y heteroreceptores, especialmente en
aquellos que contienen receptores de dopamina.
Una región clave para el establecimiento de
la conducta de adicción es el NAc y la cocaína incrementa la expresión de los
complejos A2AR/D2R y D2R/σ1R en el
NAc. Un significativo porcentaje de neuronas del NAc expresan receptores
dopamina D1 y D2. La hipótesis más aceptada es que 10-20%
de las neuronas en el NAc expresan ambos receptores y forman complejos
heteroreceptores que desvían la transmisión dopaminérgica de la ruta de
señalización dependiente de cAMP hacia una ruta dependiente de Ca2+.
Como el incremento de dopamina en el NAc es fundamental para la adicción y una
cantidad significativa de neuronas expresan los dos receptores dopamina, se ha
propuesto que los complejos heteroreceptores D1/D2 son
importantes para el establecimiento de la conducta de búsqueda de cocaína. En
línea con esta hipótesis, estudios recientes demuestran que la disrupción del
heterómero D1/D2 tiene profundas consecuencias en
animales tratados con cocaína.
Uno de los factores comunes en la adicción
de drogas es el involucramiento de la ruta MAPK. Muchas de las drogas de abuso
y también compuestos naturales con efectos psicoactivos tienen un impacto sobre
la ruta. Más aún, la activación de la ruta MAPK contribuye a los cambios plásticos
inducidos por drogas de abuso. La activación de la ruta MAPK es necesaria para
establecer una asociación entre consumo de droga y preferencia condicionada de
lugar (PCL). La unión de cocaína al σ1R impacta sobre los mecanismos
de transducción de señal que se originan en PGCR y regula la ruta MAPK. En la
amígdala, la cual también es afectada por la adicción a cocaína, la
administración aguda o crónica de la droga produce diferentes patrones de
expresión de genes que se correlacionan con la fosforilación de la quinasa
regulada por señal extracelular (ERK). Drogas estructuralmente diferentes como
el tetrahidrocanabinol (THC) o la cocaína incrementan la fosforilación de ERK
en diferentes regiones del cerebro.
Los datos sobre la fisiología de las orexinas/hipocretinas
y la farmacología del receptor orexina sugieren que los receptores orexigénicos
tienen un potencial terapéutico en los desórdenes de la alimentación y la adicción a drogas. Esta hipótesis se
basa parcialmente en el hecho que la farmacología del receptor orexina acoplado
a proteína G tiene múltiples facetas variando desde la activación de proteínas
G hasta la regulación del flujo de iones. La conducta de búsqueda de cocaína
involucra al área tegmental ventral y a varios mediadores como orexina-A y
hormona liberadora de corticotropina CRH). Nuevamente los receptores
relacionados con los efectos de la cocaína tienen la posibilidad de formar
heterómeros cuya función es afectada por la droga. Como ejemplo relevante, el
CRH1R interactúa con el receptor orexina OX1R, y la interacción resulta en la
regulación de la liberación dendrítica de dopamina en el área tegmental ventral.
El σ1R también interactúa con los complejos heteroreceptores que sensibilizan
las células a los efectos excitadores de CRH y orexina-A.
La grelina es un péptido que controla la
ingesta de alimentos y la homeostasis energética. Su acción es mediada por
receptores específicos que reciben una variedad de denominaciones como receptor del péptido liberador de
hormona de crecimiento o receptor
secretagogo de hormona de crecimiento. El receptor de grelina pertenece a la
familia GPCR y hasta ahora solamente se ha identificado un tipo de receptor
(GSH-R). En humanos, el receptor de grelina contiene 388 aminoácidos y siete
dominios transmembrana y es conocido como GSH-R1a para diferenciarlo
de la variante GSH-R1b, el cual contiene 289 aminoácidos y carece
del quinto y el sexto dominio transmembrana. Los dominios transmembrana son
requeridos para el acoplamiento a la proteína G heterotrimérica, por tanto, la
señal grelina no puede originarse a
través de receptores GSH-R1b. La variante truncada del receptor de
grelina funciona como modulador de la
expresión y señalización de GSH-R1a en la superficie. En efecto, el
GSH-R1b es expresado en las mismas células que el GSH-R1a
y ambos receptores interactúan para formar unidades de señalización. El GSH-R1b influye negativamente
en la acción de la grelina reduciendo la expresión en la superficie de
receptores de grelina acoplados a proteína G funcionales y por interacciones
alostéricas que reducen la eficacia de la hormona.
El sistema de señalización grelina juega un
rol clave en la interfase del control homeostático del apetito y los aspectos
hedónicos de la ingesta de alimentos, así como también en los circuitos
mesolímbicos dopaminérgicos involucrados en la señal recompensa. El receptor de
grelina puede establecer interacciones con otras proteínas. En efecto, el
receptor grelina establece interacciones directas proteína-proteína con una variedad de GPCR como, por
ejemplo, receptores de dopamina, melanocortina, prostanoides,
serotonina, somatostatina y neurotensina. Aparentemente, cualquier cosa que
afecte la señal mediada por el receptor D1 puede a su vez afectar las acciones
de la grelina.
La adicción y los desórdenes de la
alimentación (bulimia, anorexia) tienen un control central que involucra
circuitos recompensa en el cerebro. Esto provoca influencias bidireccionales:
por una parte, la historia previa de alimentación descontrolada predispone a la
conducta adictiva, mientras el cese de la exposición a drogas de abuso provoca
actividades que proporcionan recompensa, incluyendo la ingesta de alimentos
sabrosos. Este hecho refleja un círculo vicioso en el cual la ganancia de peso
que sigue a la abstinencia de cocaína secundariamente causa un distrés que
puede hacer a un paciente más propenso a recaídas. Los hallazgos recientes
apoyan el concepto que el receptor de la hormona del “hambre”, grelina, GSH-R1a,
interactúa directamente con el σ1R en neuronas del SNC. Los
resultados proporcionan evidencia que el efecto anoréxico de la cocaína es
mediado por receptores de grelina, ambos compuestos son claves en el control
central de la ingesta de alimento/energía. La interacción GSH-R1a/σ1R
cualitativamente crea nuevas estructuras de orden superior, con propiedades de
señalización alteradas. Teniendo en cuenta la estructura trimérica del σ1R se
ha propuesto un modelo para la interacción σ1R-GSH-R1a.
El modelo predice que el dominio transmembrana 1 (TM1) del GSH-R1a
participa en la interacción, pero el TM7 no participa.
La cocaína en una dosis fisiológicamente
relevante es capaz de incrementar la expresión de σ1R en la membrana
plasmática. Las moléculas que actúan como agonistas σ1R tienen el
mismo efecto, confirmando la especificidad. Por otra parte, la cocaína y los
agonistas σ1R incrementan la co-localización de los receptores GHS-R1a
y σ1R en la superficie celular. Estos hallazgos confirman la
hipótesis que la cocaína unida a receptores σ1 puede afectar la
señal mediada por receptor de grelina. La transducción de la señal grelina en
neuronas que expresan GHS-R1a provoca la activación de la ruta MAPK.
Esta señal, es decir, la fosforilación de ERK disparada por la activación del
GHS-R1a es inhibida por antagonistas del receptor de grelina y por
la cocaína y agonistas σ1R. Por tanto, tanto la señalización
dependiente de proteína G como la independiente de proteína G se ven
comprometidas por la unión de la cocaína al σ1R.
En conclusión, el uso de cocaína está
asociado con una disminución en la ingesta de alimentos, con una reversión
después que el uso de la droga es discontinuado. Los hallazgos recientes
demuestran que el receptor de grelina
GSH-R1a interactúa directamente con el receptor sigma-1 (σ1R),
el cual es un blanco de la cocaína. El σ1R tiene un rol clave en la
regulación de la transmisión dopaminérgica y las acciones mediadas por grelina
en el SNC. Por tanto, el σ1R es un regulador neuroendocrino general
que interactúa directamente con GPCR neuronales. La unión de la cocaína al σ1R
bloquea la conducta de búsqueda de alimento disparada por la grelina. Estos
hallazgos sugieren un mecanismo común en la adicción a drogas y los desórdenes
de la alimentación.
Fuente: Aguinada D
et al (2019). The sigma-1 receptor as
key common factor in cocaine and food-seeking behaviors. Journal of Molecular Endocrinology 63:
R81-R92.