Microbiota intestinal y hormonas tiroideas
La microbiota
intestinal juega un rol prominente en la homeostasis gastrointestinal y puede
representar un factor contribuyente adicional a los desórdenes tiroideos. La
influencia de la microbiota intestinal sobre la depresión, las enfermedades
neurodegenerativas, las enfermedades intestinales inflamatorias y el cáncer está bien establecida. Varios
hallazgos, incluyendo la composición de la microbiota intestinal en pacientes
con desórdenes tiroideos, el prominente metabolismo de hormonas tiroideas por
la microbiota intestinal y el hecho que ratas libres de gérmenes tengan
tiroides más pequeña que las ratas normales, apoyan la hipótesis que la
microbiota intestinal juega un rol importante en la función tiroidea del
huésped. La microbiota intestinal puede explicar porque la prevalencia de
bocio, la cual ha sido asociada con la captación insuficiente de yodo, no se
correlaciona con la baja excreción de yodo en algunos países como la India y
porque en otros países como Japón, el hipotiroidismo es más prevalente en áreas
ricas en yodo que en las áreas pobres en yodo. Hay diferentes niveles donde la
microbiota intestinal podría actuar sobre la función tiroidea. La región, la
dieta (aporte de yoduro), la obesidad, la edad, las hormonas sexuales y las
enfermedades autoinmunes (EAI) influyen en la composición de la microbiota
intestinal. Recíprocamente, la microbiota intestinal ha sido relacionada con la
prevalencia de EAI, influye en los niveles de estrógenos y yoduro y afecta la
obesidad. La microbiota intestinal también influye en la circulación
enterohepática de hormonas tiroideas, la biodisponibilidad de levotiroxina
(L-tiroxina) y el metabolismo de la droga anti-tiroidea propiltiouracilo (PTU).
Los desórdenes tiroideos usualmente están
relacionados con el agrandamiento localizado (nódulos) o general (bocio) de la
glándula tiroides. Además de la disposición genética, los factores de riesgo
comunes para los desórdenes tiroideos son la insuficiencia de I-, la
edad y el sexo. La severa deficiencia de yodo está relacionada con el
hipotiroidismo, la deficiencia débil a moderada de yodo causa el crecimiento
autónomo multifocal de la tiroides y el exceso de yodo está asociado con
autoinmunidad tiroidea. La deficiencia de hierro y selenio también son causas
de desórdenes tiroideos, principalmente hipotiroidismo. Los niveles de hormona
estimulante de la tiroides (TSH) aumentan con la edad, pero la disfunción
tiroidea parece ser más prevalente en la población de mediana edad. Las
diferencias sexuales que se observan en la población de mediana edad disminuyen con el incremento de la edad.
Las EAI en general, y particularmente aquellas que afectan la glándula
tiroides, son diagnosticadas más frecuentemente en mujeres que en hombres.
Los productos microbianos, particularmente
ácidos grasos de cadena corta (AGCC), pueden servir como fuente de energía para
los enterocitos y, conjuntamente con las hormonas tiroideas, aumentan la
diferenciación de enterocitos y la fuerza de las uniones estrechas
intercelulares. Una alteración de la composición de la microbiota en el
intestino, por una parte, promueve el desarrollo de EAI por varios mecanismos
incluyendo la generación de auto-antígenos por modificación post-traslacional de
proteínas, activación del receptor similar a Toll 4 por lipopolisacáridos
(LPS), inducción de un cambio de células
“helper” tipo 1 (Th1) a tipo 2 (Th2), reducción de la integridad de las uniones
intercelulares e inducción de cambios transcriptómicos, proteómicos y
metabólicos. La tiroiditis de Hashimoto (TH) y la enfermedad de Graves (EG) son
las principales causas de hipotiroidismo e hipertiroidismo, respectivamente.
Aunque ambas son EAI, los procesos inmunológicos involucrados son diferentes. La
TH se caracteriza por la presencia de células T autoreactivas y anticuerpos
contra tiroperoxidasa y tiroglobulina que provocan la destrucción de la
glándula tiroides. La principal característica inmunológica de la EG es la presencia de anticuerpos circulantes
contra el receptor de la TSH. Por tanto, es posible que el rol de la microbiota
intestinal también sea diferente. En ambas EAI tiroideas, la severidad de la
enfermedad no se correlaciona con los niveles de anticuerpos. Más aún, la
depresión y la ansiedad en la EG no están relacionadas con la función tiroidea
o la autoinmunidad tiroidea, porque es conocido que los metabolitos microbianos
actúan sobre el sistema nervioso central y pueden provocar las diferentes
manifestaciones.
La composición de la microbiota intestinal
parece jugar un rol importante en la susceptibilidad de los ratones a la EG.
Por otra parte, los estudios en humanos reportan mayor abundancia de Prevotellaceae
y Pasteurellaceae en los pacientes con EG mientras Enterobacteriaceae,
Veillonellaceae y Rikenellaceae disminuyen significativamente en comparación
con los controles. La diversidad de especies de la microbiota intestinal en
pacientes hipotiroideos es mayor que en los sujetos sanos. El bajo recambio
celular, el bajo potencial redox y el mayor tiempo del tránsito intestinal han
sido propuestos como las principales razones para la mayor diversidad de la
microbiota en el colon. Aunque la alta diversidad ha sido interpretada como
positiva para la salud humana, también pueden presentarse efectos negativos
como incremento del catabolismo de proteínas, disminución de la conversión de
polifenoles, secreción de mucus y recambio celular. Por otra parte, el
incremento en el metabolismo del triptófano promueve la formación de derivados
índoles anti-inflamatorios. La microbiota intestinal también influye en el
progreso y curso de la enfermedad. Los ratones con oftalmopatía de Graves
tienen en su intestino niveles disminuidos de Bacteroidetes y cantidades
aumentadas de firmicutes. Dado que la TH
y la EG usualmente comienzan antes de la menopausia, un rol de los estrógenos
en la modulación de la microbiota intestinal puede ser considerado. Durante la
perimenopausia, los niveles de progesterona disminuyen más que los niveles de
estrógenos y la relación estrógenos/progesterona aumenta. La microbiota
intestinal puede afectar los niveles de estrógenos reciclando estrógenos
secretados a través de la actividad de la β-glucuronidasa y la producción de
metabolitos estrogénicos.
La captación de I- tiene lugar
principalmente a través del simporter sodio/yoduro (NIS), el cual es regulado y procesado de una manera tejido
específica y muestra localización celular variable. La expresión de la proteína
NIS funcional ha sido demostrada en glándula salival, estómago y glándula
mamaria. Aunque el NIS está localizado en la parte apical de la membrana
plasmática de células gastrointestinales, en los demás tejidos está localizado
en el lado basolateral. La captación de I- por el NIS
gastrointestinal es regulada por la concentración intracelular de I-.
En el intestino, el transportador Na+/multivitamina, el cual está
relacionado con el NIS, y une I- con menor afinidad, también
transporta I-. Otro mecanismo para acumular I- involucra
al transportador de fibrosis quística (CFTR), el cual transporta Cl-,
pero contribuye con el transporte de I- en una pequeña proporción. La producción de hormonas tiroideas es
influenciada por la presencia de bociógenos en los alimentos. El tiocianato y
el perclorato compiten con la captación de I- por el NIS a través de
inhibición competitiva. Más aún, ácidos húmicos, nitratos, fluoruros, hidróxido
de aluminio, sulfato ferroso y sucralfate interfieren con la captación de I-,
mientras la soya, el fenobarbital, la amiodarona, la fentoína, la
carbamacepina, la rifampicina, el propranolol y los glucocorticoides
interactúan con la organificación de yoduro y el metabolismo de hormonas
tiroideas. La captación de I- tiene lugar principalmente en estómago, duodeno y yeyuno, donde la
población microbiota es menor que en el colon. No obstante, la captación de I-
disminuye en pacientes con gastritis atrófica, quienes a menudo presentan colonización
por Helicobacter pylori. La enfermedad intestinal inflamatoria es también una
causa de mala absorción de I-, lo que sugiere que la microbiota del
tracto gastrointestinal superior juega un rol en la captación de I-.
La aplicación médica de altas dosis de yoduro, por ejemplo agentes de contraste
que contienen I-, pueden afectar la microbiota intestinal. La
toxicidad puede ser causada por la unión del I- a los aminoácidos
Tir e His en la membrana externa de la bacteria y por oxidación de los
componentes del citoplasma y la membrana.
El selenio (Se), el hierro (Fe) y el zinc
(Zn) son minerales que apoyan la función tiroidea. La glándula tiroides
contiene la mayor cantidad de Se por mg de tejido en el cuerpo. Varias
proteínas involucradas en el metabolismo tiroideo contienen Se, específicamente
glutatión peroxidasa tipo I, II y III, desyodasas de yodotironinas (D1, D2, D3) y tioredoxina reductasa. La
tiroperoxidasa contiene Fe en el centro activo y el Zn aumenta la actividad de
la D2, la enzima que convierte la T4 en T3 activa. La disfunción tiroidea está
relacionada con niveles anormales de estos minerales. Las madres con bocio
tienen niveles de I-, Se y
Fe más bajos que los controles sanos. La
deficiencia de Zn reduce los niveles plasmáticos de TSH, T4 y T3, los
individuos hipotiroideos frecuentemente presentan bajos niveles plasmáticos de
Zn. La relación entre Zn y metabolismo tiroideo es recíproca porque el
hipotiroidismo induce deficiencia de Zn y la insuficiente suplementación de Zn
causa hipotiroidismo. Estos minerales tienen roles prominentes en la microbiota
intestinal. Las bacterias compiten con el huésped por el Se. Los microbios residentes
del colon metabolizan Se, el cual no es absorbido por el huésped en el tracto
gastrointestinal superior. El Se incrementa la diversidad microbiana con un
relativo aumento de Bacteroidetes y una disminución de Parabacteroidetes. El Se
de la dieta se relaciona positivamente con la abundancia de Bifidobacterium
adolescentis en el intestino y promociona el crecimiento de este género.
El Fe es absorbido como Fe2+
principalmente en el duodeno donde el pH es ácido (pH 6,0). En el colon, la
disponibilidad de hierro absorbible es baja, pero la microbiota puede
incrementar la disponibilidad y absorción por el huésped disminuyendo el pH a
través de la producción de AGCC. Las bacterias poseen varias proteínas con alta
afinidad por Fe, los sideroforos (principalmente enterobactina), para facilitar
la captación de Fe. La expresión de enterobactina es particularmente alta en
cepas de bacterias patógenas. En humanos, la suplementación de hierro
incrementa los grupos Enterobacteriaceae y Bacteroidetes y disminuye los grupos
Lactobacillaceae y Bifidobacteria. Esto ha sido interpretado como la acción de
la inflamación en la promoción del microbioma y es acompañada por la
disminución de butirato y propionato y el aumento de la producción de lactato y
formato. Por otra parte, la suplementación de Zn en humanos tiene efectos
positivos en la prevención de la diarrea, previniendo el crecimiento de
Escherichia coli y promoviendo el crecimiento de cepas probióticas como
Lactobacillus spp. Lactobacillaceae y Bifidobacterium spp se correlacionan
negativamente con el Fe de la dieta y positivamente con Se y Zn.
La microbiota intestinal puede producir una
variedad de neurotransmisores (serotonina, dopamina, noradrenalina, GABA) y
regular el eje hipotálamo-hipófisis. Por ejemplo, la dopamina puede afectar la
función tiroidea porque inhibe la secreción de TSH y, por tanto, las ratas
libres de gérmenes tienen mayores
niveles de TSH que las ratas controles. La dopamina también inhibe la actividad
de la hipófisis anterior. Aunque la captación de dopamina en el intestino en
general es baja, la pequeña cantidad podría tener una función reguladora.
La T4 es el principal producto de secreción
de la glándula tiroides y puede ser metabolizada de diferentes maneras. Además
de la desyodación por la acción de D1 y D3, la T4 puede ser conjugada a sulfato
(T4S) o glucuronido (T4G) y la actividad desyodasa de la microbiota intestinal
es comparable a la de los mamíferos. Los
niveles de T4S son bajos en plasma,
orina y bilis porque la degradación por la D1 ocurre rápidamente. La T4G es
rápidamente secretada en la bilis y puede ser desconjugada por la microbiota
intestinal y posteriormente reabsorbida por el huésped. Alternativamente, la
T4G puede unirse a bacterias para su almacenamiento y posterior liberación. La
T4 no conjugada también puede unirse a bacterias en el intestino. La T3 también
es conjugada y excretada como sulfato y glucurónido. La T3S sirve como
reservorio de yodotironina, especialmente en tejidos fetales. La T3S excretada
puede ser recuperada por acción de sulfatasas bacterianas en el intestino. Las
bacterias, como Escherichia coli, pueden servir como reservorio intestinal de
T3 y prevenir las fluctuaciones en los niveles de hormonas tiroideas. Sin
embargo, conviene tener en consideración que hasta el presente, la existencia
del ciclo enterohepático de hormonas tiroideas después de desconjugación y
almacenamiento en el intestino solamente ha sido demostrado en ratas.
Los metabolitos bacterianos que circulan en
la sangre incluyen ácidos biliares secundarios producidos por la microbiota
intestinal a partir de sales biliares
(ácidos biliares primarios conjugados con glicina o taurina) secretadas por el
huésped. Muchos de los géneros presentes en el intestino humano producen ácidos
biliares secundarios, pero el género Clostridium es considerado el más activo.
Los ácidos biliares secundarios son absorbidos pasivamente en el colon y causan efectos sistémicos. La
prevalencia de ácidos biliares primarios y secundarios en la sangre es diferente
en hipo- e hipertiroidismo. En el hipotiroidismo, el ácido biliar secundario
ácido deoxicólico es dominante, mientras en hipertiroidismo, el ácido biliar
predominante es el ácido quenodeoxicólico. Los mayores niveles de ácidos
biliares secundarios en el hipotiroidismo pueden ser resultado del hecho que el sobre crecimiento bacteriano en el
intestino delgado es común en los
pacientes con hipotiroidismo. Los ácidos biliares secundarios son capaces de
regular la D2 intestinal y los LPS inhiben la D2 intestinal y la D1 hepática y
también disminuyen la expresión de receptor de hormonas tiroideas en el hígado.
La relación entre el tracto gastrointestinal
y la glándula tiroides a través del “síndrome tirogástrico” fue postulada en la
década de los años 50. Posteriormente, fue reportada la identificación de
anticuerpos anti-tiroideos en pacientes con anemia perniciosa (gastritis
atrófica metaplástica autoinmune). La coincidencia de ambas enfermedades puede
ser explicada por el origen embrionario común de las células foliculares
tiroideas y las células de la mucosa gástrica debido a que la glándula tiroides
se desarrolla a partir de células intestinales primitivas. Ambas células
muestran capacidad para captar I- y expresan peroxidasas similares.
Por otra parte, una composición específica de la microbiota intestinal podría
predisponer los individuos a ambas enfermedades. La composición específica
podría ser la reducción de Lactobacillaceae y Bifidobacteriaceae.
En conclusión, una alteración de la composición
de la microbiota intestinal incrementa la prevalencia de la TH y la EG. La
microbiota intestinal influye en los niveles de hormonas tiroideas regulando la
captación de I- y la degradación y el ciclo enterohepático de
hormonas tiroideas. Por otra parte, hay una pronunciada influencia de minerales
sobre las interacciones entre el huésped y la microbiota intestinal,
particularmente Se, Fe y Zn. Es posible también que la composición de la
microbiota intestinal, la cual difiere en las diferentes partes del tracto
gastrointestinal, favorezca el desarrollo de enfermedades tiroideas
autoinmunes.
Fuente: Fröhlich
E, Wahl R (2019). Microbiota and thyroid interaction in health and disease.
Trends in Endocrinology & Metabolism 30: 479-490.
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