Envejecimiento y tejido adiposo
La obesidad
exacerba la inflamación relacionada con
el envejecimiento, altera la respuesta a
la insulina y contribuye a la fisiopatología de enfermedades que frecuentemente
se observan en la vejez. Mientras el aumento de peso corporal y la adiposidad
acompañan al envejecimiento, la redistribución del tejido adiposo al
compartimento visceral abdominal es también de gran relevancia. Estos cambios
ocurren por varias razones incluyendo la disminución de testosterona en hombres
y de estrógenos en las mujeres postmenopáusicas, y alteraciones en la
celularidad y la función del tejido adiposo subcutáneo. La actividad del tejido
adiposo marrón disminuye con la edad como resultado de una reducción de la
descarga de la inervación simpática y la regulación al alza del factor de
transcripción FOXA3. Adicionalmente, el incremento en la deposición de lípidos
en el tejido adiposo abdominal está asociado con un mayor riesgo de
enfermedades crónicas. La capacidad de los adipocitos para amortiguar los
lípidos de la dieta disminuye con la edad y los lípidos son depositados en el
hígado y los músculos esqueléticos, lo cual contribuye a un estado de
inflamación de bajo grado, resistencia a la insulina y síndrome metabólico.
Estos cambios en la función y distribución del tejido adiposo durante el
envejecimiento afectan la síntesis de hormonas derivadas del tejido
adiposo, o adipoquinas, que regulan
muchos procesos fisiológicos incluyendo la inflamación.
El término “inflamaenvejecimiento” describe
la inflamación de bajo grado crónica en ausencia de infección manejada por
señales endógenas que acompañan al envejecimiento. En este escenario, el sistema inmune innato
es activado por la acumulación de daño celular causado por especies reactivas
de oxigeno (ROS). Este estado inflamatorio incrementa el riesgo de enfermedad
cardiovascular, diabetes tipo 2, artritis y otras enfermedades que comprometen
la calidad de vida en la vejez. Un estado crónico de inflamación de bajo grado
también se observa en sujeto con exceso de adiposidad. En estas condiciones, la
inflamación es iniciada por la incapacidad del tejido adiposo para amortiguar
los lípidos de la dieta, lo cual resulta
en lipotoxicidad mediada por la deposición ectópica de lípidos en el hígado y
los músculos esqueléticos. La lipotoxicidad en estos tejidos aumenta la
producción de ROS y activa quinasas serina treonina como c-jun N-terminal quinasa (INK), IκB quinasa
(IKK) y la proteína quinasa C (PKC). Estos eventos provocan disrupción de la cascada
de señalización del receptor de insulina y promueven resistencia a la insulina.
Adicionalmente, los metabolitos lípidos bioactivos, diacilglicerol y ceramidas,
se acumulan e impactan negativamente la función y biogénesis de las
mitocondrias. Estos eventos están asociados con el desarrollo de esteatosis
hepática y disfunción muscular y pueden disparar el desarrollo de sarcopenia.
Los mayores depósitos de tejido adiposo
incluyen los compartimentos visceral, subcutáneo, médula ósea y perivascular.
Estos depósitos tienen diferentes funciones. Por ejemplo, el tejido adiposo
visceral amortigua los lípidos de la dieta almacenando el exceso de calorías en
la forma de triglicéridos. La energía almacenada es liberada en respuesta a la
actividad física y el déficit calórico para proporcionar combustible para las
funciones fisiológicas en el estado postprandial y durante el ayuno. El
compartimento subcutáneo proporciona aislamiento, protección y sirve como
depósito de energía a largo plazo. La
función del tejido adiposo de la médula ósea es pobremente entendida pero este
tejido reemplaza a las células hematopoyéticas durante el envejecimiento y es
la fuente más abundante de adiponectina en humanos y ratones. El tejido adiposo
perivascular, que rodea arterias grandes y pequeñas y venas, regula la termogénesis
y el tono vascular. El tejido adiposo marrón está asociado con la vasculatura
cervical, supraclavicular y mediastinal superior en humanos. La deposición de lípidos en varios depósitos
de tejido adiposo es gobernada por las
hormonas sexuales, la localización de los receptores de las hormonas
sexuales, las catecolaminas y la actividad de los triglicéridos y las
lipoproteínas lipasas.
Los hombres tienen un menor porcentaje de
grasa corporal que las mujeres y tienden a depositar más tejido adiposo en los
compartimentos visceral, abdominal y subcutáneo que las mujeres
pre-menopáusicas. El tejido adiposo
visceral representa 6-20% de la grasa total del cuerpo y la acumulación de
grasa en este depósito está asociada con un mayor riesgo de síndrome metabólico
y enfermedad cardiovascular. Esta es la característica principal del patrón
androide de deposición de tejido adiposo, la cual se debe a las diferencias en
los niveles de las hormonas sexuales, testosterona y estrógenos, y la expresión de sus receptores en los
depósitos de tejido adiposo. En general, la masa de tejido adiposo aumenta con
la edad en respuesta a un balance calórico positivo crónico, la disminución de
actividad física y una menor tasa metabólica basal. En hombres, el incremento
en la masa grasa ocurre predominantemente arriba de la cintura con la expansión
de los compartimentos visceral abdominal
y subcutáneo, lo cual ha sido atribuido a la disminución de los niveles de
testosterona. Los niveles de testosterona en varones alcanzan un pico durante
la pubertad, comienzan a disminuir 1% anual entre los 20 y 30 años y alcanzan
su nadir después de los 70 años. Además
de la disminución en la síntesis de testosterona, también disminuyen la
testosterona fisiológicamente disponible, la testosterona libre y la
testosterona unida a albúmina como consecuencia del incremento en los niveles
de la globulina ligadora de hormonas esteroides (SHBG), la cual se une a la
testosterona y previene su contribución al metabolismo de lípidos en el
adipocito. En el tejido adiposo visceral humano, la testosterona aumenta la
lipólisis e inhibe la incorporación de lípidos.
En mujeres pre-menopáusicas, el tejido
adiposo está distribuido predominantemente en el compartimento subcutáneo
gluteal femoral y está asociado con menor riesgo de enfermedad cardiovascular
en comparación con la deposición de grasa abdominal. Esto se debe a la
expresión del receptor de estrógeno alfa (ERα) en el tejido adiposo subcutáneo
gluteal femoral que media la actividad de la lipoproteína lipasa y la
acumulación de triacilglicerol en los adipocitos de esta región. Después de la
menopausia, los niveles de estrógenos disminuyen en la mujer y aumenta la
relación andrógeno a estrógeno. En consecuencia, hay una redistribución de
lípidos al compartimento de tejido adiposo visceral y un incremento en el
riesgo de enfermedad cardiovascular, hipertensión arterial y diabetes. La
relación andrógeno a estrógeno es también elevada en mujeres pre-menopáusicas
con síndrome de ovarios poliquísticos (PCOS). En esta condición, la redistribución de lípidos también es evidente con un incremento en la
adiposidad visceral abdominal y en el riesgo de enfermedad cardiometabólica.
Además de los cambios en el tejido adiposo blanco con la edad, ocurre una
disminución en la actividad del tejido adiposo marrón.
Un cambio notable en la distribución del
tejido adiposo asociado con el envejecimiento y la obesidad es la pérdida de
tejido adiposo marrón cuya función disminuye con el paso de los años. La
energía es liberada en la forma de calor a partir de los lípidos almacenados en
el tejido adiposo marrón con la regulación al alza de la proteína desacopladora
1 (UCP-1). Un potencial mecanismo detrás de la pérdida de tejido adiposo marrón
involucra al factor de transcripción FOXA3, el cual aumenta con el
envejecimiento y la obesidad visceral. La ablación de FOXA3 protege contra el
desarrollo de obesidad y resistencia a la insulina en ratones envejecidos. Otro
mecanismo propuesto asociado con la disminución de tejido adiposo marón es una
reducción de la inervación simpática. El tejido adiposo marrón es activado y
reclutado para generar calor por el sistema nervioso simpático. La edad puede
afectar la producción de adipoquinas por el tejido adiposo marrón. Estas
adipoquinas regulan la diferenciación de los precursores de adipocitos y a
factores que promueven la termogénesis.
El tejido adiposo está compuesto por
adipocitos maduros, preadipocitos, células mesenquimales y varios tipos de
células que forman la fracción vascular estromal incluyendo células endoteliales vasculares,
células de músculo liso, fibroblastos y diferentes tipos de células inmunes.
Los adipocitos maduros almacenan el exceso de calorías en la forma de
triacilglicerol para proporcionar energía al huésped en condiciones de balance
energético negativo. Durante la ganancia de peso, el tejido adiposo se expande
con un incremento en el número (hiperplasia) y el volumen (hipertrofia) de los
adipocitos. La expansión de adipocitos por hiperplasia está asociada con sensibilidad
a la insulina y control metabólico, los cuales son características de los
adipocitos subcutáneos. Por el contrario, la expansión del tejido adiposo por
hipertrofia de los adipocitos está
asociada con reducción de la capacidad de almacenar triacilglicerol, deposición
ectópica de lípidos, alteración de la sensibilidad a la insulina, necrosis de
adipocitos, polarización de macrófagos que asumen un fenotipo M1 y
reclutamiento de monocitos y otras células inmunes de la circulación en
respuesta a la elaboración de quimioquinas como CCL2 y CXCL5. El envejecimiento
tiene un significativo impacto sobre la capacidad de almacenamiento de lípidos
y la distribución del tejido adiposo en humanos. El porcentaje de grasa del
cuerpo aumenta con la edad debido principalmente al incremento en la expansión
del tejido adiposo visceral. Mientras esto se debe primariamente a un balance
energético positivo crónico, también es influenciado por un cambio en el
almacenamiento de lípidos del depósito de grasa subcutáneo al depósito
visceral. La reducción en la capacidad de
almacenamiento y la función del tejido adiposo subcutáneo ocurre a
través de la disminución de la función de las células progenitoras y la
acumulación de células senescentes de tejido adiposo. Las células mesenquimales
son células progenitoras que se encuentran en la fracción vascular estromal y
se diferencian en preadipocitos y eventualmente en adipocitos maduros. La
población de células progenitoras de tejido adiposo envejecido tiene función
reducida y alterada la capacidad para incorporar lípidos y diferenciarse en
preadipocitos. Adicionalmente hay una acumulación de células senescentes que
carecen de la capacidad para dividirse en respuesta al estrés metabólico. Estas
células senescentes expresan marcadores como p16, p21, caveolina-1 y
β-galactosidasa asociada a la senescencia (SA-β-gal). La secreción de
mediadores bioactivos producidos por estas células está caracterizada por un
incremento en IL-6 e inhibidor del activador de plasminógeno (PAI-1). Otros
factores que contribuyen a la
senescencia celular incluyen el acortamiento del telómero y la disfunción
mitocondrial.
El envejecimiento está asociado con una
disminución de la función del sistema nervioso autónomo, lo cual disminuye la
capacidad para responder a estímulos ambientales e internos. Estas alteraciones
en la función del sistema nervioso autónomo incluye la pérdida de proyecciones
nerviosas, alteraciones del balance parasimpático-simpático en los órganos
viscerales y reducción en la respuesta de los receptores. Un ejemplo notable es
el impacto del envejecimiento sobre la lipólisis inducida por catecolaminas en
el tejido adiposo visceral. Bajo los controles metabólicos normales, la
noradrenalina liberada por los nervios simpáticos induce la lipólisis de los
triglicéridos almacenados en los adipocitos del tejido adiposo visceral. La
noradrenalina es metabolizada por la enzima monoamina oxidasa A, la cual es
expresada en tejido adiposo y macrófagos asociados con neuronas simpáticas. En
el tejido adiposo de humanos envejecidos, la entrada y degradación de
noradrenalina aumenta en los macrófagos asociados a neuronas simpáticas. En
esta circunstancia, la expresión de transportadores de noradrenalina
dependientes de sodio (SLA6A6) y monoamina oxidasa A aumentan con el
envejecimiento, lo cual resulta en mayor
aclaramiento de noradrenalina y reducción de la lipólisis en los adipocitos
viscerales. Estos cambios están asociados con expansión del tejido adiposo
visceral, alteración de la sensibilidad a la insulina y disminución en el
número y la función de los adipocitos subcutáneos.
El tejido adiposo es la glándula endocrina
más grande en el cuerpo humano que secreta cientos de moléculas bioactivas.
Entre estas hormonas están las adipoquinas, proteínas secretadas por los
adipocitos y células del estroma vascular, que tienen profundos efectos sobre
varias funciones fisiológicas incluyendo apetito y saciedad, adipogénesis,
reproducción, homeostasis de la glucosa, gasto de energía e inflamación. El
impacto del envejecimiento sobre la secreción de adipoquinas es influenciado
por los cambios asociados con la edad en la distribución del tejido adiposo, la
composición celular, la inflamación local,
las hormonas sexuales y la diferenciación celular. Estos efectos alteran
el balance de los niveles locales y sistémicos de adipoquinas pro y
anti-inflamatorias. En general, la expansión del tejido adiposo visceral por
hipertrofia está asociada con un incremento en las adipoquinas proinflamatorias
y una disminución en los mediadores anti-inflamatorios. Con el envejecimiento,
casi todos los niveles de adipoquinas están elevados en comparación con
individuos jóvenes con el mismo porcentaje de grasa corporal.
La leptina es una adipoquina proinflamatoria
conocida por su rol en el apetito, la saciedad y el gasto de energía. La
leptina es producida por el tejido adiposo,
circula en la sangre en proporción a la masa grasa total, informa al
cerebro del estatus de los depósitos periféricos de energía y contribuye a la
defensa contra la ganancia de peso. Por
ejemplo, cuando los niveles de tejido adiposo disminuyen con la pérdida de peso
se reduce la cantidad de leptina que alcanza los núcleos hipotalámicos que
controlan la homeostasis energética. En respuesta a una menor cantidad de leptina,
aumenta el apetito y por consiguiente
incrementa la ingesta de alimento. En la medida que aumenta la ingesta
de energía, los niveles de lípidos del tejido adiposo aumentan, se restauran
los niveles circulantes de leptina y disminuye el apetito. La obesidad es un
estado de exceso de tejido adiposo donde los niveles elevados de leptina fallan
en reducir el apetito e incrementar el gasto de energía. La incapacidad de la
leptina para restaurar la homeostasis metabólica en la obesidad es descrita
como estado de resistencia a la leptina. La obesidad induce señales inhibidoras
en el receptor de leptina, estimula la inflamación hipotalámica, el estrés de
retículo endoplásmico y la gliosis. Estos eventos promueven resistencia a la leptina en la obesidad. En
general, los niveles de leptina son mayores en las mujeres que en los hombres y
esta diferencia no solo se debe al mayor porcentaje de grasa corporal en las
mujeres, también es afectada por los andrógenos. La tasa de producción de
leptina por unidad de masa de tejido adiposo es mayor en mujeres que en hombres
y esta diferencia puede ser atribuida a la testosterona, la cual suprime la
síntesis de leptina. A pesar de la disminución de la grasa subcutánea que se
observa en individuos viejos, la leptina se correlaciona con la masa grasa
total a través del curso de la vida y la edad no tiene un efecto independiente
sobre la leptina y la adiposidad en hombres o mujeres. Por lo tanto, el
incremento en los niveles circulantes de leptina en los adultos viejos se debe
primariamente al incremento de la masa grasa en comparación con adultos
jóvenes. La respuesta a la leptina puede disminuir al aumentar la edad debido a
alteraciones en la señal del receptor hipotalámico de leptina, como ha sido
demostrado en ratas viejas. El mecanismo responsable de la resistencia a la
leptina relacionada con la edad en
humanos aún no ha sido demostrado. Sin embargo, la reducción de la expresión de
la forma corta del receptor de leptina (LepRa)
en monocitos de sangre periférica ha sido reportada en humanos
envejecidos. El LepRa es conocido por transportar leptina a través de la
barrera hematoencefálica
Otra adipoquina proinflamatoria que aumenta
con la obesidad es la resistina. En ratones, la resistina es producida por
tejido adiposo y monocitos. En humanos, monocitos y macrófagos, pero no adipocitos, producen esta adipoquina. La
resistina ha sido implicada como mediador proinflamatorio en la ateroesclerosis
pues induce interacciones monocito-célula endotelial mediante el aumento de la
expresión de la molécula de adhesión intracelular-1 (ICAM-1) y la molécula de
adhesión de endotelio vascular-1 (VCAM-1). Mientras la edad no parece afectar
los niveles de resistina independiente de masa grasa, los elevados niveles de
esta adipoquina están asociados con un aumento en el riesgo de enfermedad
cardiovascular y resistencia a la
insulina en hombres y mujeres viejos.
La quemerina, una hormona secretada por el
tejido adiposo, activa al receptor
similar a quimioquina-1 (CMKLR-1) para iniciar respuestas inmunes innatas y
adquiridas. Es secretada como una prohormona que requiere de la acción de una proteasa para convertirse en la forma biológicamente
activa. Esta adipoquina proinflamatoria actúa como quimioatrayente de células
dendríticas inmadura, macrófagos y células “killer” naturales que expresan
CMKLR-1. La quemerina se correlaciona con el índice de masa corporal y se
encuentra elevada en individuos con obesidad central y puede ser un enlace
entre el exceso de adiposidad y la diabetes tipo 2 porque promueve la secreción
de adipoquinas que inducen resistencia a la insulina. La quemerina está positivamente
asociada con la edad pero no está claro si el aumento de quemerina ocurre como
consecuencia del envejecimiento o de la acumulación de tejido adiposo visceral
con el paso de los años. Adicionalmente, no se conoce con certeza un rol
específico de la quemerina en las enfermedades metabólicas asociadas con exceso
de adiposidad pues la pérdida de peso corporal y la mejoría del control
metabólico están asociadas con la reducción de los niveles de quemerina. Esto
sugiere que la síntesis de quemerina es una respuesta al estatus metabólico más
que un mediador bioactivo que promueve la inflamación y la resistencia a la
insulina de una manera independiente de otros mediadores proinflamatorios.
La proteína ligadora de retinol 4 (RBP4) es
miembro de la familia de proteínas lipocalina que unen ácido retinoico y lo
transportan a los tejidos periféricos y cuya expresión aumenta con el IMC, la
grasa corporal total y el tejido adiposo hepático. Además de los adipocitos, la
RBP4 puede ser sintetizada por el hígado y los macrófagos. La RBP4 promueve
directamente la inflamación del tejido adiposo y la resistencia a la insulina
en humanos. Adicionalmente, la expresión de RBP4 está asociada con el
porcentaje de grasa del tronco (adiposidad central) y resistencia a la insulina
en jóvenes pero no en sujetos viejos. En individuos viejos, los niveles de RBP4
están aumentados de manera independiente de la adiposidad central.
La lipocalina 2 (LCN2), también conocida
como lipocalina asociada a gelatinasa de neutrófilos, es otro miembro de la
familia de proteínas lipocalina que transporta en la circulación sanguínea
moléculas de lípidos como ácido retinoico, ácido araquidónico, leucotrieno B4 y
factor activador de plaquetas. Es producida en altos niveles por los adipocitos
en respuesta a estímulos inflamatorios y el impacto del envejecimiento sobre
esta adipoquina proinflamatoria es desconocido. Sin embargo, la edad puede
afectar la expresión de LCN2 e influir
en la progresión de enfermedades asociadas con la obesidad. La LCN2 derivada de
tejido adiposo promueve la patogénesis de daño renal, una condición prevalente
en individuos viejos con diabetes tipo 2. Adicionalmente, la LCN2 puede jugar
un importante rol proinflamatorio en la remodelación del tejido adiposo durante
la expansión de la grasa visceral.
Los cambios asociados con la edad en el
tejido adiposo incrementan la síntesis
de las citoquinas clásicas. Las citoquinas proinflamatorias inhiben la
diferenciación y maduración de los preadipocitos y promueven la senescencia de
adipocitos. Las citoquinas proinflamatorias (IL-1β, IL-6, TNFα) secretadas por
macrófagos del tejido adiposo reducen la expresión de PPAR-γ, un importante
factor de transcripción que induce la adipogénesis. Los monocitos son
reclutados al tejido adiposo visceral en respuesta a quimioquinas como CCL2 y
estas células se diferencian en macrófagos. Estos mediadores proinflamatorios
asociados con el fenotipo clásico M1 de macrófagos, alteran la sensibilidad a
la insulina y la tolerancia a la glucosa. En general, las adipoquinas proinflamatorias aumentan con
la edad debido al aumento de la masa de tejido adiposo o un aumento de la
inflamación que promueve su síntesis. En oposición a estas moléculas
proinflamatorias están las adipoquinas anti-inflamatorias que también aumentan
con la edad.
La adipoquina anti-inflamatoria,
adiponectina, es la más abundante de las adipoquinas circulantes. La
adiponectina es producida predominantemente por el tejido adiposo de la médula
ósea y forma agregados complejos que circulan en las formas de alto (HMW),
medio y bajo peso molecular con la forma
HMW con el mayor efecto sobre la sensibilidad a la insulina y la tolerancia a
la glucosa. Hay dos isoformas de receptor de adiponectina (AdipoR1 y AdipoR2)
que son expresadas en células endoteliales vasculares, monocitos, macrófagos, adipocitos y células musculares
esqueléticas y cardiacas. La adiponectina juega un rol protector contra la
enfermedad cardiovascular pues inhibe la expresión de moléculas de adhesión y
las interacciones célula endotelial-monocito. Esta adipoquina también inhibe la
síntesis de citoquinas proinflamatorias mediante el bloqueo de la activación de
NF-κB. La adiponectina promueve la adipogénesis y la expansión del tejido
adiposo vía hiperplasia, un mecanismo que reduce la inflamación del tejido
adiposo y mantiene la respuesta a la insulina y la homeostasis de la glucosa.
Los niveles plasmáticos de adiponectina aumentan con la edad, el ayuno, el
tratamiento con glucocorticoides y las condiciones que incrementan la expansión
del tejido adiposo de la médula ósea. Por el contrario, los niveles bajos de
adiponectina están asociados con obesidad y estrés oxidativo. Los individuos
centenarios tienen altos niveles de adiponectina y esto puede estar asociado con
longevidad y mejoría del estatus metabólico en la vejez.
La serpina derivada del tejido adiposo
visceral (vaspina), un miembro de la familia de inhibidores de serinas
proteasas, es expresada por la grasa visceral en ratas y humanos. La vaspina
está asociada con obesidad y sensibilidad a la insulina, con mayores niveles en
mujeres que en hombres. Los niveles de vaspina aumentan con el ejercicio
aeróbico en individuos no entrenados. En ratones, además del tejido adiposo, la
vaspina es producida por células β del páncreas, piel e hipotálamo. La vaspina
disminuye con el envejecimiento y la sensibilidad a la insulina pero aumenta
con el tratamiento con insulina.
La SFPR5 (Secreted-frizzled-related protein
5) es una adipoquina anti-inflamatoria y sensibilizadora a la insulina que
promueve la adipogénesis y suprime la síntesis de TNF-α, IL-1β yCCL2. La
producción de SFRP5 en el tejido adiposo promueve su expansión vía hiperplasia.
Los niveles de SFRP5 son bajos en individuos con obesidad, diabetes, hipertensión
arterial y enfermedad hepática no alcohólica. Por el contrario, los niveles de
SFRP5 aumentan con la edad y son mayores en ratas y humanos.
La omentina-1 es una citoquina
anti-inflamatoria expresada en la grasa de los epiplones y el epicardio (compartimento
adiposo visceral), así como también en células bronquiales, mesoteliales,
vasculares y células de Paneth en intestino. En general, los bajos niveles de
omentina-1 están asociados con inflamación sistémica, obesidad, diabetes,
síndrome metabólico, esteatosis hepática y enfermedad arterial coronaria. Los
niveles de omentina-1 aumentan con la edad, pérdida de peso, dietas ricas en
aceite de oliva, ejercicio aeróbico y tratamiento con drogas que mejoran la
respuesta a la insulina.
Las proteínas relacionadas con C1q/TNF
(CTRP), son adipoquinas anti-inflamatorias estructuralmente similares a la adiponectina, de las cuales se han
identificado 15 isoformas diferentes. Las CTRP activan eventos de señalización
intracelular vía AMPK que inhiben la producción de citoquinas proinflamatorias
y aumentan la respuesta a la insulina y la tolerancia a la glucosa después de
intervalos de ejercicio de alta
intensidad. CTRP1, CTRP9 y CTRP12 incrementan la sensibilidad a la
insulina y promueven la captación de glucosa.
La CTRP1es diferente a los otros miembros de la familia CTRP pues es producida
por células no adipocitos de la fracción vascular estromal del tejido adiposo e
incrementa con la obesidad y la hipertensión arterial.
En conclusión, el envejecimiento promueve la
redistribución de lípidos del compartimento subcutáneo al compartimento
visceral abdominal. La inflamación que
ocurre en el envejecimiento es exacerbada por el exceso de adiposidad, lo cual
contribuye a aumentar el riesgo de diabetes tipo 2, enfermedad cardiovascular y
otras enfermedades asociadas con la obesidad. Los cambios en la función y
distribución del tejido adiposo influyen en la secreción de hormonas derivadas
del tejido adiposo, o adipoquinas, que promueven un estado crónico de
inflamación sistémica de bajo grado.
Fuente: Mancuso P,
Bouchard B (2019). The impact of aging on adipose function and adipokine
synthesis. Frontiers in Endocrinology 10:137.
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