Microbiota intestinal y homeostasis energética
El término
microbiota se refiere a todos los microorganismos presentes en varios
ecosistemas en el cuerpo humano. Las diversas comunidades de microorganismos
están localizadas a través del cuerpo humano, incluyendo intestino, pulmón,
vagina, tracto urinario y piel. La microbiota está compuesta por varios tipos
de microorganismos: bacterias, virus, levaduras y hongos. El cuerpo humano
tiene aproximadamente 3,9x1013 células bacterianas con la mayor
cantidad en el intestino grueso. De acuerdo con las estimaciones más recientes,
en el intestino humano se han identificado casi 10 millones de genes
bacterianos. Este número es 150 veces mayor que el número de genes en el genoma
humano. Por lo tanto, la capacidad metabólica de la microbiota intestinal
excede grandemente la capacidad metabólica de las células humanas. La
investigación sobre los genes bacterianos (referido como microbioma) que están
presentes en el huésped genera información complementaria con relación al
potencial metabólico de la microbiota intestinal. En este contexto, el número
de genes microbianos intestinales se correlaciona positivamente con un estatus
metabólico sano. Por ejemplo, individuos con bajo número de
genes bacterianos tienen adiposidad, resistencia a la insulina, dislipidemia y
un pronunciado fenotipo inflamatorio.
El complejo y dinámico ecosistema de la
microbiota intestinal contribuye al metabolismo de varios compuestos,
provocando la producción de numerosos metabolitos. La microbiota intestinal
contribuye al metabolismo energético a través de una interacción directa con el
tracto digestivo. Los ratones libres de gérmenes exhiben un bajo nivel fecal de
ácidos grasos de cadena corta (acetato, propionato, butirato) en comparación
con los ratones convencionales, lo cual sugiere que las bacterias intestinales
contribuyen directamente a la absorción de energía proporcionando sustratos
energéticos al huésped. La relación entre microbiota y la presencia de
ácidos grasos de cadena corta (AGCC) en el intestino ha sido corroborada por
estudios en ratones y humanos obesos y por el análisis metagenómico de la
microbiota, los cuales revelaron un incremento en la capacidad para la degradación
(fermentación) de varios carbohidratos, lo cual sugiere un incremento en la
producción de AGCC. Más aún, la proporción de AGCC que entra a la circulación y
alcanza órganos específicos es probablemente más importante que los niveles de AGCC
intestinales. Entonces, los AGCC son usados como fuentes de energía y pueden
contribuir a varias rutas metabólicas, incluyendo gluconeogénesis y lipogénesis
y, por tanto, a la homeostasis energética del cuerpo.
La microbiota intestinal regula el eje
somatotrópico. El factor de crecimiento similar a insulina 1 (IGF-1) y sus
efectores, la proteína ligadora de IGF-1 3 (IGFBP3) y la proteína quinasa B
(también conocida como Akt) están alterados en ratones libres de gérmenes. En
efecto, estos componentes del eje somatotrópico están involucrados en el
crecimiento postnatal y se encuentran disminuidos en ratones libres de
gérmenes, contribuyendo a la disminución de la ganancia de peso corporal que se
observa en ausencia de microbios intestinales. Adicionalmente, la colonización
de ratones libres de gérmenes con cepas de Lactobacillus plantarum compensa
parcialmente el déficit a través de la
activación del eje somatotrópico. Este hallazgo demuestra que los AGCC pueden
tener roles en situaciones opuestas, es
decir, durante el balance energético positivo como la obesidad, pero también en
condiciones como la malnutrición en niños. Varios estudios con niños
desnutridos reportan un incremento en la abundancia de proteobacterias (por
ejemplo, Helicobacter, Campilobacter, Klebsiella y Escherichia) con una
disminución en la diversidad y cantidad de Firmicutes. Aunque el impacto
directo de AGCC y bacterias específicas
durante la sobre nutrición está actualmente en discusión, hay estudios que
demuestran que la contribución de la microbiota intestinal a la regulación de
la homeostasis energética no solamente depende de la bacteria presente en el
intestino sino que también está asociada con la fuente de nutrientes
proporcionada por la dieta.
Los AGCC, además de su impacto sobre la
gluconeogénesis y la lipogénesis, tienen otros roles específicos. Estos efectos
van desde la estimulación de la liberación péptidos intestinales como el
péptido similar a glucagón 1 (GLP-1) y péptido YY (PYY) involucrados en el
control de la homeostasis energética hasta la regulación de la inmunidad, la
adipogénesis, la inflamación y el cáncer. La mayoría de estos efectos
metabólicos son mediados a través de la activación de receptores acoplados a
proteína G (GPR41, GPR43 y GPR109A) y el receptor nuclear, receptor activado
por proliferador de peroxisoma-γ (PPAR-γ) en los colonocitos, el cual a su vez
regula la expresión de genes involucrados en la β-oxidación. Estos datos
sugieren que las bacterias intestinales actúan en la homeostasis energética del
huésped y eventualmente en la composición del cuerpo y el crecimiento.
Las investigaciones recientes revelan que el
efecto anorexigénico de la fibra dietética está asociado con un incremento en
la diferenciación de las células L en el colon proximal. Las células L, expresan los receptores GPR 41 y GPR43 y, una
vez activadas, secretan PYY y GLP-1. Por
otra parte, aunque no está claro como los AGCC colónicos modulan la producción
gástrica de ghrelina, algunas líneas de evidencia sugieren que el GLP-1 y la
ghrelina se influyen mutuamente una con otra en los niveles y la actividad de
cada una. PYY, GLP-1 y ghrelina modulan el apetito a través de una acción
endocrina (alcanzan el cerebro a través de la circulación sanguínea) y una
acción paracrina (alcanzan el cerebro a través del nervio vago) por activación
directa de aferentes vagales en la lámina propia del intestino. Varios estudios
han confirmado el efecto supresor del apetito de los AGCC por administración
directa de estos compuestos en ratones y humanos. Más aún, el rol de las
aferentes vagales en la acción anorexigénica de los AGCC ha sido confirmado en
un estudio reciente. En otro estudio, la administración intraperitoneal de
acetato incrementa la actividad neuronal en el núcleo arcuato del hipotálamo,
incrementa la expresión de pro-opiomelanocortina (POMC) y reduce la expresión
de (proteína relacionada con el agouti (AgRP), apoyando el rol anorexigénico
mediado centralmente del acetato. La ingesta de alimentos, además de compuestos
derivados de la microbiota intestinal, puede ser modulada por componentes
microbianos, incluyendo la proteína chaperona ClpB, la cual se encuentra en
varias bacterias comensales y patógenas. La ClpB remeda los efectos
anorexigénicos de la hormona estimulante de melanocitos-α (MSH-α) derivada de
la POMC, la cual juega un rol en el control del apetito del huésped. En efecto,
los ratones tratados con una cepa débil de Escherichia coli tienen una conducta
alimenticia diferente a la de los animales tratados con E coli deficiente en
ClpB.
Los neurotransmisores juegan un rol en el
eje intestino-cerebro. Las bacterias intestinales pueden regular los niveles de
neurotransmisores directamente o través de la modulación de las rutas
biosintéticas de estos compuestos. Este fenómeno ha sido demostrado en el
intestino y en otros órganos. Las bacterias intestinales son capaces de
producir y metabolizar numerosos neurotransmisores. Microbios intestinales
específicos también estimulan parcialmente la producción de neurotransmisores por
el intestino del huésped y modular los niveles de neurotransmisores en la
sangre y el cerebro. Estos efectos de la
microbiota intestinal influyen en varias patologías humanas, incluyendo
depresión, ansiedad, enfermedad de Parkinson, enfermedad de Alzheimer,
esclerosis múltiple y sintomatología de desórdenes del espectro autista. La
microbiota intestinal también puede modular el eje intestino-cerebro
controlando las respuestas hedónicas y recompensa a la ingesta de alimentos en
condiciones fisiológicas y patológicas como la obesidad. Un neurotransmisor muy
particular es el óxido nítrico (NO), una molécula gaseosa producida por las
neuronas entéricas por activación del receptor de GLP-1 (GLP-1R). La producción
de NO mediada por GLP-1 es modulada por la microbiota intestinal. La relación
entre microbiota intestinal, NO y metabolismo del huésped ha sido sugerida por
un trabajo reciente. Este trabajo demuestra que la suplementación con
prebióticos (por ejemplo, fructanos tipo
inulina) revierte la disfunción endotelial a través de la activación de la ruta
sintetasa NO-NO del huésped y la síntesis bacteriana de NO.
La termogénesis es un importante componente
del gasto energético que es regulada por la microbiota intestinal a través de
diferentes mediadores bajo la influencia de factores endógenos y exógenos. Los
ácidos biliares pueden influir en la diversidad y proliferación de la
microbiota intestinal. A su vez, bacterias intestinales específicas, como
Acetatifactor y Bacteroides son capaces de transformar ácidos biliares
primarios (por ejemplo, ácido cólico (AC) y ácido quenodeoxicólico (AQDC) en
ácidos biliares secundarios (por ejemplo, ácido deoxicólico (ADC) y ácido
litocólico (ALC)). Aunque los ácidos biliares son conocidos por su rol en la
absorción de lípidos, también actúan como lípidos bioactivos y moléculas de
señalización que activan receptores como el receptor farnesoid X (FXR) y el
TGR5, un receptor acoplado a proteína G. La estimulación de TGR5 provoca la
acumulación intracelular de cAMP, el cual activa a la proteína quinasa A (PKA).
La PKA fosforila a la proteína de unión del co-activador del elemento de
respuesta del cAMP (CREB), el cual induce la transcripción de Dio2 en los
tejidos termogénicamente competentes como el tejido adiposo marrón (TAM) y el
tejido adiposo blanco (TAB). El producto de este gen es la enzima
2-yodotironina desyodasa (D2) que convierte la tiroxina (T4) inactiva en
3,3´,5-triyodotironina (T3), la forma activa de la hormona tiroidea, la cual incrementa
la termogénesis. Por otra parte, la
activación del FXR intestinal incrementa la producción de ALC por la microbiota
intestinal. El ALC actúa como un agonista del TGR5, con alta afinidad, y
estimula la “marronización” en el TAB. Estos hallazgos sugieren que la
microbiota intestinal puede modular la termogénesis vía metabolismo de ácidos
biliares.
Las situaciones específicas que promueven la
termogénesis, como la exposición al frío, pueden inducir marcados cambios en la
composición de la microbiota intestinal. Varios trabajos proporcionan
evidencias que este cambio composicional ocurre como una respuesta adaptativa
al frío ambiental. Por ejemplo, la depleción de la microbiota intestinal en
ratones expuestos al frío provoca pérdida de peso, disminución de la glucosa
sanguínea y alto contenido calórico fecal. Un trabajo reciente propone la
hipótesis que esta conducta termorreguladora social puede implicar una
recomposición de la microbiota intestinal como una manera de potenciar la
conservación de energía. En este contexto, la Akkermansia muciniphila, cuya
presencia o ausencia depende del estatus nutricional del huésped o la
temperatura ambiental, actúa como sensor de energía. Esta bacteria
Gram-negativa reside en la mucosa intestinal y representa 1-5% de la comunidad
microbiana. Una reducida cantidad de A muciniphila ha sido correlacionada con
obesidad, diabetes, resistencia a la insulina y desordenes cardiometabólicos en
humanos y roedores. Por el contrario, la administración de A
muciniphila en ratones retarda el desarrollo de obesidad inducida por dieta y
resistencia a la insulina a través de la modulación de la homeostasis
energética y el reforzamiento de la función de barrera del intestino. Más aún,
la administración de A muciniphila en ratones alimentados con una dieta rica en
grasas provoca una reducida eficiencia energética y un incremento en la
marronización del TAB. La literatura reciente sugiere que la A muciniphila, en
un ambiente de temperatura controlada (22-24oC), promueve la
marronización del TAB. Este fenómeno involucra mecanismos de acción diferentes
a los iniciados por la exposición al frío, aguda o crónica, la cual induce la
depleción de la cepa bacteriana para optimizar la captación calórica a través
de modificaciones de la morfología intestinal. El metabolismo del huésped
también puede provocar un cambio en la microbiota intestinal como estrategia
para mejorar la adaptación a bajas temperaturas. Por ejemplo, la conversión
hepática de colesterol en ácidos biliares durante la exposición al frío resulta
en un importante incremento en ácidos biliares fecales y, en última instancia,
un cambio de la composición de la microbiota intestinal. Además de la
exposición al frío, el ayuno intermitente se caracteriza por una marcada
variación de la microbiota intestinal y los correspondientes incrementos en los
niveles circulantes de acetato y lactato favorecen la marronización del TAB.
Varios estudios han demostrado que el ayuno prolongado está asociado con un
incremento en la población de A muciniphila en humanos y roedores. Esta
observación ha sido propuesta como una respuesta adaptativa a la carencia de
nutrientes derivados de los alimentos.
Los AGCC actúan como mediadores de la
relación entre intestino y tejido adiposo. Por ejemplo, la administración oral
de butirato en ratones aumenta la eficiencia mitocondrial y la β-oxidación de
ácidos grasos. En ratones diabéticos obesos, el acetato inicia la adipogénesis
beige a partir de cambios en la morfología de los adipocitos blancos y la
expresión de genes. Adicionalmente, el acetato suprime la lipólisis en el
tejido adiposo. En humanos, la relación entre AGCC y el proceso de
marronización en el TAB es menos consistente. Otro mecanismo por el cual la
función termogénica del tejido adiposo es regulada es la modulación del sistema
canabinoide endógeno (SCE). El SCE comprende los receptores canabinoides, los
ligandos endógenos de estos receptores y las enzimas que metabolizan los
ligandos. Los compuestos relacionados con los endocanabinoides derivados de los
adipocitos contribuyen a cambios en la microbiota intestinal, los cuales a su
vez afectan las funciones y el metabolismo del tejido adiposo. Los datos de los
estudios en animales indican que la relación entre el SCE y la microbiota
intestinal es recíproca. Por ejemplo, la presencia de la cepa bacteriana
Lactobacillus acidophilus induce la expresión de receptores canabinoides en las
células intestinales, los cuales al ser activados inducen cambios en la
permeabilidad intestinal. En humanos, aun no se ha demostrado claramente una
relación entre los cambios en la microbiota intestinal y el tono del SCE.
Los estudios epidemiológicos han relacionado
el uso de antibióticos con varias condiciones crónicas, incluyendo obesidad y
diabetes. Aunque más relevante en niños, en quienes la microbiota intestinal
aún no está completamente establecida, el uso de antibióticos también puede
tener efectos negativos sobre el microbioma y la salud del huésped en los
adultos. Dado que los microbios asociados al huésped llevan a cabo varias
funciones importantes, la recomposición de la comunidad microbiana por los antibióticos podría tener
consecuencias funcionales sobre los parámetros metabólicos. Esta hipótesis es
apoyada por estudios que usaron ratones libres de gérmenes, ratones con
obesidad inducida por dieta y ratones sanos. Si los hallazgos de tales estudios
pueden ser extrapolados a humanos no está claro y no hay consenso sobre si los
antibióticos realmente pueden afectar el metabolismo del huésped. Por ejemplo,
en dos estudios, uno en hombres obesos y otro en hombres jóvenes sanos, el
cambio en la microbiota intestinal inducido por antibióticos no afectó el
metabolismo del huésped. Otro factor a tener en cuenta es la selectividad de
los antibióticos, lo cual, al menos en teoría, puede alterar la composición de
la microbiota intestinal causando efectos beneficiosos si se usa la combinación
correcta de antibióticos. Por ejemplo, la concentración de Fecalibacterium
prausnitzii, un probiótico anti-inflamatorio, incrementa con el tratamiento con
ampicilina, pero disminuye en respuesta a otros antibióticos como
ciprofloxacina o tetraciclina.
Los humanos, además de los
antibióticos, están expuestos a otros
xenobióticos (por ejemplo, contaminantes ambientales, pesticidas y drogas). Es
cada vez más evidente que el microbioma intestinal juega un rol en el
metabolismo de los xenobióticos cambiando su toxicidad y biodisponibilidad.
Esta interacción es bidireccional y la microbiota intestinal se adapta a tales
influencias exógenas, lo cual resulta en una modificación en la actividad
metabólica microbiana. Varios estudios recientes han demostrado que muchos
medicamentos de uso común como anti-depresivos y estatinas alteran la
microbiota intestinal con consecuencias para el metabolismo del huésped. La
mayoría de los efectos de las drogas sobre la microbiota intestinal son
perjudiciales para la salud. Las estatinas, por ejemplo, han sido asociadas con
una remodelación profunda de la microbiota intestinal y un mayor riesgo de
diabetes. Sin embargo, otras drogas, como la metformina, ha sido asociada positivamente
con un incremento en A muciniphila y varias bacterias productoras de butirato.
Esta observación sugiere que la microbiota intestinal puede participar
activamente en el mejoramiento del metabolismo de la glucosa.
De acuerdo con los estudios recientes en
humanos y roedores, otro importante factor que modula, a corto y largo plazo,
la composición y diversidad de la microbiota intestinal es el ejercicio.
Actualmente, los mecanismos por los cuales el ejercicio causa cambios en la
microbiota intestinal no son conocidos completamente, pero hay probablemente varios
factores y rutas involucrados. Un estudio en humanos proporciona evidencia que
seis semanas de ejercicio alteran la microbiota intestinal en adultos delgados
y obesos previamente sedentarios y sin cambios en los patrones dietéticos.
Estos efectos fueron grandemente revertidos con el cese
del entrenamiento de ejercicio. Si la microbiota intestinal puede
contribuir al rendimiento de un individuo que realiza ejercicio se mantiene aún
en investigación. Algunos investigadores sostienen que el estatus de la
microbiota intestinal y su capacidad antioxidante podrían ser cruciales para el
rendimiento en el ejercicio. Otra potencial contribución de la microbiota
intestinal podría ser la producción de AGCC, los cuales entre otras cosas
estimulan la ruta de la proteína quinasa activada por 5´AMP (AMPK) que controla
varios factores implicados en el metabolismo de lípidos y glucosa en el músculo
esquelético. Adicionalmente, el microbioma intestinal regula co-activadores
transcripcionales, factores de transcripción y enzimas involucrados en la biogénesis mitocondrial,
incluyendo al co-activador del receptor activado por proliferador de peroxisoma
1α (PGC-1α) y la sirtuina 1 (SIRT1). Estos datos apoyan la hipótesis que la
adaptación al ejercicio puede ser influenciada por la microbiota intestinal y
que modificar su composición puede ser una herramienta terapéutica útil para mejorar el rendimiento
atlético y la salud general.
Varios estudios reportan una significativa
relación entre una alta proporción de aminoácidos de cadena ramificada (AACR)
en el plasma y la microbiota intestinal. Un ejemplo de esto es la relación
entre AACR y Prevotella copri o Bacteroides vulgatus. La presencia de estas
especies en el intestino aumenta la síntesis de AACR. Los niveles aumentados de
AACR en el músculo esquelético provocan la activación del blanco de rapamicina
de mamíferos (mTOR) y la fosforilación de la proteína sustrato del receptor de insulina-1 (IRS1), lo cual resulta en una
alteración de la sensibilidad a la insulina que favorece la resistencia a la
insulina. Por otra parte, el glutamato también ha sido asociado con complicaciones
metabólicas. En este contexto, hay reportes que señalan que los individuos
obesos exhiben mayores niveles de glutamato que los individuos delgados. Esto
ha sido correlacionado con un menor contenido de Bacteroides thetaiotaomicron,
una bacteria intestinal que fermenta glutamato. Para probar la causalidad, hay
estudios que indican que los ratones con B thetaiotaomicron tienen
protección contra la obesidad inducida
por dieta y exhiben una disminuida concentración plasmática de glutamato,
apoyando la hipótesis que la elevación de este aminoácido se correlaciona
negativamente con un estado saludable. Sin embargo, otros estudios indican que
la administración por larga duración de ácido γ-aminobutírico (GABA),
sintetizado a partir del glutamato por la descarboxilasa de ácido glutámico
(GAD), induce la conversión de células α en células β en el páncreas,
incrementando la secreción de insulina. Esta evidencia sugiere que aunque una
elevación de glutamato está asociada con efectos negativos para la
salud, inhibir su producción podría ser perjudicial. El trimetilamina N-oxido
(TMAO) es un metabolito bacteriano asociado con riesgo cardiovascular en
humanos y animales. La colina y la L-carnitina,
precursores de TMAO, son muy abundantes en la dieta occidental. Estas
moléculas son transformadas por los microorganismos intestinales en
γ-butirobetaína (γBB) y trimetilamina (TMA), respectivamente. Una vez que la
TMA alcanza el hígado, es convertida en TMAO por la enzima que contiene flavina
monooxigenasa-3. La evidencia acumulada sugiere que los elevados niveles de
TMAO, o sus precursores, así como de γBB están relacionados con complicaciones
metabólicas. Por otra parte, los metabolitos derivados del triptófano (por
ejemplo, ácido indol propiónico, AIP), producidos por algunas bacterias
intestinales como Clostridium sporogenes
y Clostridium botulinum, contribuyen a reforzar la función de barrera
intestinal. En humanos, los datos recientes indican que el AIP puede disminuir
el riesgo de diabetes tipo 2 ejerciendo un efecto protector sobre la función de
las células β del páncreas.
En conclusión, entre los más importantes
metabolitos producidos por las bacterias intestinales están los AGCC, los
cuales sirven como fuente de energía para las células del huésped, estimulan la
producción de hormonas intestinales y actúan en el cerebro para regular la
ingesta de alimentos. Otros metabolitos (ácidos biliares, AACR,
endocanabinoides), producidos por las bacterias intestinales, afectan el gasto
energético sistémico influyendo en la termogénesis y la marronización del
tejido adiposo.
Fuente: Cani PD et
al (2019). Microbial regulation of organismal energy homeostasis. Nature
Metabolism 1: 34-46.
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