Antipsicóticos y metabolismo de la glucosa
El conocimiento de
los serios efectos adversos metabólicos asociados con las medicaciones antipsicóticas (AP) ha dado lugar a la
introducción en la práctica clínica de los llamados antipsicóticos atípicos o
de segunda generación (ASG). La clozapina (CLZ), el prototipo de esta nueva clase de medicamentos, ha sido utilizada
durante varios años y ha generado la producción de una nueva generación de AP clínicamente similares a CLZ pero sin
algunos de sus efectos colaterales (por ejemplo, riesgo de agranulocitosis). En
Norte América, la lista de ASG que han sido aprobados para uso clínico incluye
a risperidona, olanzapina (OLA), quetiapina, ziprasidona, aripiprazole,
lurasidona, paliperidona, iloperidona y asenapina. Los ASG, a diferencia de los
AP típicos que actúan sobre receptores de dopamina (D2), antagonizan una
combinación de receptores, en particular D2 y receptores de serotonina (5-HT2),
aunque también impactan otros receptores como histamina y acetilcolina. Estas
modificaciones están asociadas con una eficacia clínica superior, pero también
están asociadas con significativos
efectos colaterales metabólicos, incluyendo un mayor riesgo de diabetes tipo 2.
En el año 2000, Canadá, Japón y Gran Bretaña
advirtieron sobre el desarrollo de
diabetes, cetoacidosis y muerte en conjunción con el uso de ASG y, en 2003, la
United States Food and Drug Administration señaló la relación entre ASG y
riesgo de anormalidades de la glucosa. Inicialmente, se consideraba que el
riesgo de desregulación de la glucosa se expresaba a través de una
significativa ganancia de peso debida a estos agentes. Sin embargo, la
evidencia clínica emergente apoyó el desarrollo de desregulación de la glucosa
aún en ausencia de ganancia de peso. Aunque es ampliamente aceptado que estos
agentes difieren en términos de riesgo metabólico, la evidencia reciente sugiere un incremento en el riesgo de diabetes
tipo 2 con agentes de primera y segunda generación, incluyendo drogas
inicialmente considerados metabólicamente neutras. Por otra parte, reportes
aislados sobre los ASG sugieren que puede existir una relación entre
esquizofrenia y diabetes. Más recientemente, algunos estudios también sugieren
un riesgo subyacente de diabetes en individuos en el primer episodio de consumo
de estos agentes. Este riesgo adicional puede involucrar una predisposición
genética así como factores diabetogénicos en
el estilo de vida, incluyendo estrés, pobres hábitos dietéticos, estatus
socioeconómico bajo, inactividad y tabaquismo, los cuales son sobre expresados
en la población con esquizofrenia.
El concepto de desregulación de la glucosa
independiente de ganancia de peso fue
introducido en los reportes sobre cetoacidosis diabética inducida por ASG. El
desarrollo de cetoacidosis diabética (la cual representa insuficiencia aguda de
células β del páncreas, en diabetes tipo 2 a menudo inducida por resistencia a
la insulina extrema) fue reportado en el tratamiento con ASG, sin ganancia de
peso. Los estudios prospectivos que han examinado pacientes con esquizofrenia
tratados con AP o pacientes que han pasado del tratamiento con AP
“convencionales” a tratamiento con ASG, reportan un incremento en los
marcadores convencionales de diabetes tipo 2, incluyendo glucosa sanguínea en
ayunas elevada y/o intolerancia a la
glucosa en estos individuos. El riesgo diabetogénico en estos pacientes ha sido
atribuido, en parte, a incrementos en la resistencia a la insulina y/o
alteraciones en la función de las células β del páncreas.
El uso de participantes sanos ha sido una
estrategia relevante en la investigación de los efectos de los AP sobre el
metabolismo de la glucosa. Varios estudios han examinado la administración de
agentes AP en individuos sanos, con duración de 1 a 21 días. Al menos nueve
reportes han publicado los efectos tempranos de los AP (la mayoría relacionados
con la OLA) sobre el metabolismo de la glucosa. El estudio del metabolismo de
la glucosa se ha hecho desde mediciones simples de glucosa e
insulina en ayunas, con o sin cálculo de HOMA-IR (modelo homeostático de
resistencia a la insulina) hasta la tolerancia a la glucosa después de una
carga estandarizada de glucosa [oral (OGTT) o intravenosa (IVGTT)], con o sin
medición de la respuesta de la insulina plasmática a la glucosa. La sensibilidad
a la insulina ha sido medida usando clamp hiperinsulinémico-euglucémico (HIEC),
el cual, si se combina con métodos trazadores, permite medir por separado la
sensibilidad a la insulina hepática y periférica (por ejemplo, músculo
esquelético). La función secretora de la célula β ha sido medida como secreción
de insulina absoluta (respuesta a péptido C) y relativa [índice de disposición,
el cual representa la capacidad de la célula β para compensar la resistencia a
la insulina usando el test de tolerancia a la glucosa intravenosa con muestras
frecuentes (FSIVGTT) o el clamp hiperglucémico]. El FSIVGTT y el clamp
hiperglucémico permiten también el cálculo del índice de sensibilidad a la
insulina (menos seguro que los índices
derivados del HIEC). Específicamente, los estudios de dosis corta duración
(1-21 días) demuestran que el tratamiento con AP está asociado con reducción de
tolerancia a la glucosa y la sensibilidad a la insulina medidas a través de la
pruebas tolerancia a la glucosa, HOMA-IR y HIEC.
El efecto de los AP sobre la función de las
células β no está muy claro. En general, la respuesta a la insulina parece aumentar
durante el clamp hiperglucémico, aunque esto puede reflejar disminución del
aclaramiento de insulina. Sin embargo, está alterada la capacidad de las
células β para compensar la resistencia a la insulina durante el clamp
hiperglucémico o la respuesta a la elevación de la glucosa plasmática durante
una OGTT. Adicionalmente, la evidencia sugiere perturbaciones en los mecanismos
de captación de glucosa independientes de insulina (efectividad de la glucosa).
El uso de roedores permite llevar a cabo
procedimientos invasivos como la inyección central de una droga (por ejemplo,
en hipotálamo o hígado), técnicas inaccesibles en humanos. Varios estudios en
roedores han investigado un posible efecto directo de los AP sobre el
metabolismo de la glucosa usando el paradigma de dosis única. Los estudios han
examinado efectos de los AP sobre insulina y glucosa en ayunas y reportan
incrementos en ambas con CLZ, OLA, haloperidol y aripiprazole. Estos estudios
de dosis aguda en roedores consistentemente demuestran un rápido y pronunciado
efecto de la medicación AP sobre el
metabolismo de la glucosa que ocurre de una manera dependiente de dosis y
tiempo. Los datos también sugieren que los disturbios inducidos por droga en el
metabolismo de la glucosa a menudo ocurren en paralelo con la propensión
clínica de ganancia de peso. Las pruebas de tolerancia a la glucosa parecen ser
el método más sensible para detectar los
efectos inducidos por los AP sobre el metabolismo de la glucosa. Los estudios
usando HIEC demuestran que el hígado es un órgano blanco para la desregulación de
la glucosa inducida por CLZ y OLA. La sensibilidad periférica a la insulina
consistentemente es disminuida por OLA, CLZ y risperidona. Los estudios que han
investigado los efectos sobre la función
de células β/respuesta de insulina usando clamp hiperglucémico demuestran
alteraciones en la secreción de insulina estimulada por glucosa, inducidas por CLZ y OLA. Adicionalmente, una
investigación reciente sugiere la participación del sistema nervioso central en
estas perturbaciones.
Las investigaciones en roedores y humanos
(voluntarios sanos y pacientes con esquizofrenia) proporcionan sustancial
evidencia que los AP causan desregulación de la glucosa y que esto puede
ocurrir independientemente de la adiposidad o la ganancia de peso inducida por
AP. En general, los estudios en roedores y humanos demuestran cambios en la
sensibilidad a la insulina con el tratamiento con AP independientemente de los cambios
en el peso y la adiposidad. En roedores, hay consistente evidencia de la
disminución inducida por AP de la sensibilidad a la insulina en el hígado,
mientras hasta la fecha no hay estudios que demuestren este efecto en humanos.
Un estudio reciente demuestra que la infusión intracerebroventricular (icv) de
insulina en roedores disminuye la producción hepática de glucosa, un efecto que
es abolido por la administración periférica de OLA. Otro estudio demuestra que
la infusión icv de OLA incrementa la producción hepática de glucosa durante un
HIEC, lo cual sugiere que la OLA bloquea la acción central de la insulina. Si
la OLA altera la homeostasis hepática de glucosa interfiriendo con la acción
central de la insulina, existe la posibilidad que la acción central de la
insulina sea menos efectiva en humanos que en roedores o que las cinética de la
acción central de la insulina sobre la producción hepática de glucosa es
diferente en humanos y roedores. En
ratas, el metabolismo es más rápido que en humanos, una infusión central de
insulina es suficiente para inducir la supresión de la producción hepática de
glucosa con un efecto observable a los 150 minutos. En humanos, la
administración intranasal de insulina
durante un clamp euglucémico pancreático, análogo a la administración icv de
insulina en roedores, impacta la producción endógena de glucosa después de 3 a
6 horas. Otra diferencia importante entre roedores y humanos involucra los
efectos de los AP sobre los niveles de insulina estimulados por glucosa. En
roedores, OLA y CLZ causan alteraciones agudas en la respuesta de la insulina,
mientras la secreción absoluta de insulina no es reducida en humanos sanos,
aunque puede ser afectada la capacidad de la célula β para compensar la
resistencia a la insulina o mantener la euglucemia. Dado el hecho que los
efectos de CLZ y OLA sobre la secreción de insulina en roedores parecen ser
mediados centralmente, las discrepancias con humanos pueden ser debidas a diferencias
en la regulación central de la secreción de insulina.
La homeostasis de la glucosa involucra
varios órganos, incluyendo hígado, páncreas, tejido adiposo, músculo
esquelético y cerebro. Los efectos son
coordinados a través de múltiples sistemas hormonales periféricos y centrales,
neurotransmisores y nutrientes, los cuales se comunican con el sistema nervioso
autónomo. Los AP pueden perturbar esta red a nivel del SNC y/o a través de
efectos directos sobre los tejidos periféricos que expresan neurotransmisores
modulados por estos compuestos. Las
divisiones simpática y parasimpática del
sistema nervioso autónomo son reguladas por el SNC e inervan al hígado,
páncreas, músculo esquelético y tejido adiposo. La activación del sistema
nervioso simpático está asociada con incrementos en los niveles de adrenalina y
noradrenalina, secreción de glucagón, inhibición de la secreción de insulina,
aumento de la producción hepática de glucosa que provoca hiperglucemia e
incremento de la lipólisis que provoca disminución de la utilización de la
glucosa. Por el contrario, la activación del sistema nervioso parasimpático
incrementa la secreción de insulina y suprime la producción de glucosa (efecto
hipotalámico de la insulina y nutrientes que activan el sistema nervioso
parasimpático para inhibir la producción hepática de glucosa). La evidencia acumulada sugiere que algunos de
estos procesos, a través del SNC y/o sistema nervioso autónomo, pueden ser
alterados por los AP, aunque no se sabe si los AP influyen directamente en el
tono del sistema nervioso simpático (SNS) para afectar la homeostasis de la
glucosa. En este contexto, un estudio demuestra que la hiperglucemia inducida
por CLZ en ratones puede ser prevenida por un pretratamiento con un bloqueador
ganglionar o un antagonista de receptor adrenérgico-α2. Otro estudio
demuestra un efecto protector del antagonista adrenérgico-β, propranolol,
contra el incremento de la glucosa sanguínea inducido por OLA.
Los AP antagonizan al receptor de dopamina,
el cual entre otras acciones, está involucrado en la homeostasis de la glucosa.
Los niveles bajos de dopamina, o la destrucción de las neuronas dopaminérgicas
en regiones específicas del hipotálamo, han sido asociados con estados de
resistencia a la insulina en ratones. Más aún, el agonista D2 bromocriptina es
usado en pacientes con diabetes tipo 2 y su acción puede, al menos en parte,
ser atribuida al mejoramiento de la sensibilidad a la insulina por reducción
del tono simpático. Entonces, existe la posibilidad que los AP, vía bloqueo de
receptores D2, puedan activar el SNS. Adicionalmente, el bloqueo D2 puede
ejercer efectos directos sobre las
células β pancreáticas, incrementando agudamente la respuesta de insulina a la
carga de glucosa. Por lo tanto, es posible especular que el antagonismo D2
asociado con AP durante un tratamiento crónico puede predisponer al agotamiento
de las células β e inducir resistencia a la insulina además de su efecto
directo sobre la secreción de insulina. Por otra parte, los AP también antagonizan
receptores de histamina y serotonina (5HT), los cuales han sido asociados con
regulación de la homeostasis energética. Hay estudios que sugieren que el
receptor H1 tiene un rol directo en la desregulación de la glucosa inducida por
AP, independiente de ganancia de peso. El agonismo central de receptor de 5HT
ha sido asociado con mejoría de la tolerancia a la glucosa y la insulina y
disminución de la expresión de enzimas gluconeogénicas independiente de
ganancia de peso. Asimismo, el agonismo periférico de receptor 5HT2A
puede incrementar la captación de glucosa en el músculo esquelético. En el
páncreas, la 5HT intracelular es requerida para estimular la secreción de
insulina. El antagonismo del receptor 5HT2A en voluntarios sanos ha
sido implicado en alteración de la sensibilidad a la insulina medida en un
HIEC. Por otra parte, la administración de un antagonista 5HT2A
selectivo resulta en una disminución significativa de la respuesta a la
insulina durante un clamp hiperglucémico en ratas. Estos datos sugieren que los
AP pueden causar disrupción en el sistema serotonérgico provocando alteraciones
en la sensibilidad a la insulina y la secreción de insulina en respuesta a la
glucosa.
Las alteraciones en neurotransmisores
hipotalámicos, incluyendo neuropéptido Y (NPY), proteína relacionada con el
agouti (AgRP) y proopiomelanocortina (POMC), pueden estar involucradas en la
desregulación de la glucosa inducida por AP. La administración central de OLA
regula al alza agudamente la expresión de NPY y AgRP y concomitantemente la
resistencia a la insulina en el hígado durante un HIEC. La infusión central de
NPY bloquea la capacidad de la insulina para suprimir la producción hepática de
glucosa. Algunos estudios sugieren que los AP incrementan la expresión de NPY y
AgRP a través de la regulación al alza de la proteína quinasa activada por AMP
(AMPK) hipotalámica, un factor clave en la regulación energética. La activación
de la AMPK hipotalámica resulta en un incremento en la producción hepática de glucosa. Múltiples estudios demuestran que
la activación de la AMPK hipotalámica aumenta en roedores en respuesta al
tratamiento con AP. Por ejemplo, la administración central de OLA durante el
HIEC incrementa la activación de la AMPK hipotalámica en asociación con
resistencia a la insulina en el hígado.
La inducción de AMPK inducida por la OLA ha sido relacionada con el
antagonismo de receptores H1.
La captación de glucosa por el músculo
esquelético vía translocación del transportador GLUT4 a la membrana plasmática
estimulada por insulina representa una proporción significativa de la
disposición periférica de glucosa. La CLZ disminuye el transporte de glucosa en
músculo de rata vía inactivación de la actividad del GLUT4. El mecanismo por el
cual los AP disminuyen el transporte de glucosa ha sido poco explorado, aunque
es posible que estén involucrados receptores de neurotransmisores en tejidos
periféricos o en el SNC.
En conclusión, los estudios en pacientes,
controles sanos y modelos animales apoyan un efecto directo de los AP sobre el
metabolismo de la glucosa. El paradigma de dosis de corta duración apoya la
noción que este efecto ocurre independientemente de incrementos en el peso
corporal y la adiposidad. La evidencia preclínica y clínica sugiere que estas
drogas pueden rápida y directamente influir en las rutas del metabolismo de la
glucosa independientemente de la ganancia de peso aun en ausencia de enfermedad
psiquiátrica. Los mecanismos de estos efectos directos permanecen pobremente
dilucidados, pero pueden involucrar el antagonismo central y periférico de los
neurotransmisores implicados no solo en los efectos terapéuticos de los AP sino
también en la homeostasis de la glucosa, posiblemente vía efectos sobre el
sistema nervioso autónomo.
Fuente: Kowalchuk
C et al (2019). Antipsychotics and glucose metabolism: how brain and body
collide. American Journal of Physiology Endocrinology and Metabolism 316:
E1-E15.
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