Hormonas sexuales, obesidad y diabetes tipo 2
Hay creciente
evidencia que las diferencias en sexo y género influyen en la epidemiología,
fisiopatología, tratamiento y consecuencias de muchas enfermedades incluyendo
diabetes mellitus tipo 2 (DMT2). El término sexo es usado primariamente para
indicar diferencias biológicas y el término género predominantemente describe
las diferencias psicosociales entre los sexos. Las diferencias sexuales entre
mujeres y hombres incluyen diferencias en hormonas sexuales y sus efectos en
los órganos y sistemas. Las diferencias
en el género provienen de procesos socioculturales e incluyen las diferentes
formas de nutrición, estilos de vida o actitudes hacia tratamientos y
prevención de enfermedades. Por otra parte, hay un acuerdo general que la
obesidad es el mayor factor de riesgo para la DMT2 en ambos sexos. Los datos de
los patrones de prevalencia de DMT2 a través de las regiones se asemejan a los
de la obesidad.
Varones y hembras producen las mismas
hormonas esteroides. Con relación a los andrógenos, en ambos sexos, hay
diferentes rutas de síntesis; una ruta clásica donde la testosterona es
sintetizada directamente en las células de Leydig del testículo en los varones
y en las células tecales del ovario en las hembras. Los andrógenos son
producidos a partir de precursores ∆5 y ∆4, y pueden ser convertidos en tejidos
periféricos en el andrógeno más potente 5α-dihidrotestosterona (DHT) por la
enzima 5α-reductasa. Sin embargo, también es posible que la testosterona sea sintetizada
localmente en órganos periféricos. Por ejemplo, en el tejido adiposo, la
androstenediona (A4) es convertida en testosterona por la enzima
17β-hidroxiesteroide deshidrogenasa tipo 5 (17β-HSD5) y, posteriormente, la
testosterona puede ser convertida en DHT por la isoforma tipo 1 de la
5α-reductasa. Adicionalmente, hay varias rutas alternas de síntesis de DHT como
la ruta 5α-dione que sintetiza DHT en los tejidos directamente de precursores
circulantes. Hay también una ruta
adrenal que convierte A4 en 11β-hidroxiandrostenediona (11OHA4) y testosterona
en 11-ceto-testosterona (11CT) y 11-ceto-dihidrotestosterona (11CDHT) por la enzima adrenal
11β-hidroxilasa (CYP11β1). Estos son andrógenos activos 11-oxigenados. En
particular, 11CT y 11CDHT son capaces de activar el receptor de andrógenos (AR)
humano con la misma potencia que la testosterona y la DHT. A4 y testosterona pueden ser convertidos en
los estrógenos estrona (E1) y estradiol (E2), respectivamente, por la enzima
aromatasa (CYP19A1), la cual se encuentra en ovario y testículo así como en
muchos tejidos extragonadales,
incluyendo cerebro, próstata, mama, hueso, músculo, hígado y tejido
adiposo.
El hecho que ambos sexos produzcan las
mismas hormonas esteroides de una manera similar significa que las diferencias
fisiológicas son cuantitativas en términos de (i) cuánto andrógeno se produce,
y (ii) qué porcentaje de esa cantidad de andrógeno es convertida en estrógeno.
En el caso de testosterona y E2, los dos representantes más potentes de su clase
y las principales hormonas sintetizadas en las gónadas, las dos diferencias son
evidentes. El testículo produce aproximadamente 7000 µg de testosterona por día
y convierte 0,25% en E2, mientras el ovario produce solo 300 µg de testosterona
por día y convierte la mitad en E2. Entonces, los hombres producen al menos 20
veces más testosterona que las mujeres; pero el porcentaje de testosterona que una
mujer convierte en E2 es 200 veces más
que en un hombre. En ambos sexos, la testosterona induce la estrógeno
sulfotransferasa (EST) que inactiva E2 en E2 sulfato (E2-S). Por lo tanto, a
mayores niveles de testosterona, mayor inactivación de E2 en E2-S, lo cual
contribuye a las diferencias cuantitativas en esteroides sexuales entre los
sexos. Sin embargo, hay también una diferencia cualitativa entre los sexos que
depende del sitio de producción de E2. En mujeres premenopáusicas sanas, el E2
es producido principalmente por los ovarios y funciona como una hormona
circulante que actúa sobre tejidos distantes. En hombres y mujeres
postmenopáusicas, el E2 no funciona como hormona circulante, es sintetizado
principalmente en sitios extragonadales y actúa como un factor paracrino e
intracrino. Parte de las diferencias de las hormonas sexuales entre los sexos
también depende de la globulina ligadora de hormonas sexuales (SHBG), la cual
regula el efecto biológico de los esteroides sexuales. Andrógenos y estrógenos
son transportados en la sangre por proteínas, particularmente SHBG y albúmina,
las cuales regulan el acceso de las hormonas esteroides a sus células
blanco. Estas proteínas tienen
diferentes afinidades por el ligando, la albúmina se une a las hormonas
sexuales indistintamente y con baja
afinidad, mientras la SHBG se une a las hormonas sexuales con gran afinidad,
pero la afinidad por la testosterona es
dos veces mayor que por el E2 y distinta entre los sexos. En las
hembras, la cantidad de testosterona que es unida a la SHBG es significativamente
mayor que en los varones (77 vs 53%). Por lo tanto, los cambios en los niveles
de SHBG tienen un mayor efecto sobre el nivel de testosterona libre (y su
expresión biológica) que sobre el nivel de E2 y esto es particularmente
evidente en el nivel de testosterona libre de las hembras con respecto a los
varones. Entonces, el transporte en sangre de andrógenos y estrógenos
contribuye a las diferencias basadas en el
sexo regulando los niveles de hormona libre disponible para el tejido
blanco.
La asociación dimórfica sexual entre
testosterona y DMT2, consistentemente observada en grupos raciales y étnicos,
es particularmente evidente en estudios clínicos. Hay muchos estudios que
demuestran que bajos niveles de testosterona en hombres y altos niveles de
testosterona en mujeres están asociados con DMT2, mientras los bajos niveles de
SHBG están asociados con DMT2 particularmente en mujeres. Algunos estudios
prospectivos indican que la testosterona endógena puede influir
diferencialmente en el riesgo de DMT2 en hombres y mujeres. En efecto, los
niveles reducidos de testosterona (total y libre) en hombres están asociados
con un mayor riesgo de DMT2, mientras los niveles elevados de testosterona
(total y libre) así como niveles bajos de SHBG en mujeres están asociados con
mayor riesgo de DMT2. Los estudios prospectivos en hombres también demuestran
que la relación inversa entre testosterona y el riesgo de diabetes depende
principalmente del fenotipo de obesidad abdominal. En mujeres, el riesgo de
DMT2 aumenta con la agravación del hiperandrogenismo, lo cual se vuelve
particularmente evidente en desordenes hiperandrogénicos como el síndrome de
ovarios poliquísticos (PCOS). Varios estudios prospectivos demuestran que la
incidencia de DMT2 en mujeres con PCOS es muy alta, confirmando que el PCOS es
un factor de riesgo para la DMT2. Estos
estudios también apoyan la evidencia que la ganancia de peso especialmente
durante la adultez temprana es un factor de riesgo crucial para el desarrollo
de DMT2 en mujeres con PCOS. Estos datos apoyan la hipótesis ampliamente
aceptada que el aumento en el riesgo de DMT2 en mujeres con PCOS está
relacionado principalmente con la interacción entre andrógenos, obesidad y
resistencia periférica a la insulina.
Hallazgos similares pero con una relación
inversa han sido propuestos en hombres. Aproximadamente un tercio de los
hombres con DMT2 o síndrome metabólico muestran niveles subnormales de
testosterona total o libre asociados con bajas concentraciones de LH y FSH.
Esta condición ha sido definida como hipogonadismo funcional caracterizado por
niveles hormonales compatibles con hipogonadismo hipogonadotrópico, respuesta
normal de LH y FSH a la estimulación de la GnRH y ninguna anormalidad anatómica
del eje hipotálamo-hipófisis-testículo. Aunque el hipogonadismo
hipogonadotrópico es la condición dominante asociada con DMT2, solo un mínimo
porcentaje de sujetos diabéticos tienen bajos niveles de testosterona con altas
concentraciones de gonadotropina. En cualquier caso, independientemente de la
forma bioquímica de hipogonadismo asociada con DMT2 en hombres, esto es,
hiper-o hipogonadotrópico, todos los pacientes diabéticos con niveles bajos de
testosterona usualmente experimentan síntomas sugestivos de hipogonadismo como
fatiga y disfunción eréctil. La asociación entre bajos niveles de testosterona
y DMT2 en hombres ha sido completamente establecida y considerada bidireccional.
La posibilidad que los hombres con bajos niveles de testosterona estén
predispuestos a la DMT2 ha sido confirmada por estudios longitudinales.
Por otra parte, varios estudios demuestran
que la duración y severidad de la hiperglucemia no es responsable de los bajos
niveles de testosterona en los pacientes con DMT2, sino la adiposidad y la
resistencia a la insulina. Esto es apoyado por la relación inversa entre los
niveles circulantes de testosterona total y libre con el índice de masa
corporal (IMC). Adicionalmente, las citoquinas producidas por el tejido adiposo
pueden contribuir directamente a la supresión del eje
hipotálamo-hipófisis-gónada y, por lo tanto, al desarrollo de hipogonadismo
hipogonadotrópico. La asociación entre testosterona o SHBG y niveles de glucosa
en hombres con hipogonadismo y DMT2 es significativamente atenuada después de
regular la adiposidad. Aunque la obesidad juega un rol importante en la
reducción de los niveles de testosterona en la DMT2, algunos pacientes
diabéticos con IMC normal pueden tener hipogonadismo hipogonadotrópico, lo cual
sugiere un rol clave y directo de la resistencia a la insulina. Algunos
estudios en animales y humanos han demostrado la asociación inversa entre
testosterona y resistencia a la insulina. En apoyo a esta asociación, los
estudios en pacientes con cáncer de próstata sometidos a terapia de privación
de andrógenos (TPA) demuestran que la carencia de producción de testosterona es
responsable de efectos metabólicos como cambios en la composición del cuerpo, resistencia a la insulina y perfiles
lipídicos que empeoran con el tiempo. En particular, la TPA induce acumulación
de grasa que, a diferencia de la observada en el síndrome metabólico, es
predominantemente subcutánea con reducción de la masa magra corporal.
Adicionalmente, los pacientes con TPA usualmente presentan un perfil lipídico
anormal y un empeoramiento de la sensibilidad a la insulina con incremento del
riesgo de DMT2, infarto de miocardio y muerte súbita cardiaca.
Los andrógenos ejercen efectos claves en dos
tejidos metabólicos -el tejido adiposo y el músculo esquelético- en hombres y
mujeres. A nivel de músculo esquelético, los andrógenos aumentan la
diferenciación de stem cells de miotubos, así como también la síntesis de proteínas y por consiguiente el
crecimiento muscular. Adicionalmente, los andrógenos mejoran la sensibilidad a
la insulina interfiriendo directamente con la señal de insulina y aumentando la
expresión y translocación de GLUT4 a la membrana celular. Los andrógenos estimulan
la oxidación de lípidos, la utilización de glucosa y la función mitocondrial. En
el tejido adiposo, los andrógenos alteran la adipogénesis inhibiendo la
proliferación y diferenciación de células mesenquimales y preadipocitos. La DHT
y la testosterona tienen efectos inhibitorios sobre las stem cells
multipotenciales y la diferenciación de adipocitos en ambos sexos. Una
alteración en la proliferación y diferenciación de adipocitos puede provocar
hipertrofia de adipocitos como mecanismo compensatorio, lo cual se manifiesta
por la acumulación de lípidos en adipocitos diferenciados. La hipertrofia induce disfunción en los adipocitos. En
efecto, el tejido adiposo hipertrófico es resistente a la insulina, produce una
alta cantidad de ácidos grasos libres (AGL) e induce reclutamiento y activación
de macrófagos. Los macrófagos activados secretan citoquinas proinflamatorias
como TNF-α e IL-6, las cuales empeoran la sensibilidad a la insulina provocando
mayor liberación de AGL y el bloqueo del reclutamiento de preadipocitos, lo
cual genera adipocitos aún más grandes, produciéndose, entonces, un círculo
vicioso. Los andrógenos también influyen en la sensibilidad a la insulina en
los adipocitos. En particular, la testosterona induce resistencia a la insulina
en adipocitos subcutáneos e inhibe la captación de glucosa estimulada por
insulina a través de la alteración de la fosforilación de la proteína quinasa
C. Adicionalmente, los andrógenos disminuyen la la actividad de la lipoproteína
lipasa y, por tanto, disminuye el almacenamiento de lípidos e incrementa la
lipólisis. La hipótesis propuesta es que con niveles fisiológicos de
andrógenos, el efecto neto sobre los miocitos predomina en hombres y mujeres,
mientras con niveles patológicos de andrógenos (hipogonadismo en hombres e
hiperandrogenismo en mujeres), el efecto neto sobre el tejido adiposo maneja el
fenotipo sistémico y da origen a enfermedades metabólicas.
Varios estudios en roedores y primates
demuestran que los andrógenos actúan directamente sobre el sistema nervioso
central e influyen en el metabolismo de una manera sexualmente dimórfica, Los
andrógenos regulan directamente la inervación simpática del tejido adiposo blanco (TAB) y la ingesta
de alimentos a través de la regulación del péptido orexigénico pro-opiomelanocortina
(POMC), la sensibilidad a la leptina y el gasto de energía de una manera
sexualmente dimórfica. En hembras, los andrógenos incrementan el flujo
simpático en el TAB, producen resistencia a la leptina y disminuyen el gasto de
energía, mientras tienen el efecto opuesto en hombres. Este efecto dimórfico
sexual central de los andrógenos probablemente contribuye a la obesidad
abdominal, la resistencia a la insulina y la DMT2 en condiciones
hiperandogénicas e hipogonádicas en mujeres y hombres, respectivamente.
Los estrógenos están involucrados en la
regulación de diferentes tejidos metabólicos en ambos sexos. En el tejido
adiposo, los estrógenos reducen la acumulación de TAB disminuyendo la captación
de ácidos grasos y la lipogénesis; y son capaces de disminuir la lipólisis a
través de la inhibición de la actividad de la lipoproteína lipasa, lo cual
reduce la hipertrofia de adipocitos y la acumulación ectópica de lípidos. En el
músculo esquelético, los estrógenos disminuyen la captación de ácidos grasos,
incrementan la oxidación de ácidos grasos y la lipólisis estimulada por
catecolaminas. Adicionalmente, los estrógenos mantienen la acción de la
insulina en músculo esquelético e hígado. Los estrógenos también protegen las
células β del páncreas contra el estrés oxidativo, la toxicidad del polipéptido
amiloide, la lipotoxicidad y la apoptosis; ellos también estimulan la
biosíntesis de insulina estimulada por glucosa. Los estrógenos también actúan
sobre los macrófagos disminuyendo la inflamación tisular y mejorando la
sensibilidad periférica a la insulina. Por otra parte, los estrógenos actúan en
el SNC a nivel de hipotálamo, particularmente en el núcleo arquedo (ARC), donde
disminuyen la ingesta de alimentos a través de un efecto directo y un efecto
indirecto mediado por leptina y NPY. En efecto, los estrógenos incrementan la
sensibilidad del núcleo ARC al NPY. Los estrógenos también actúan sobre las
neuronas del núcleo ventromedial (NVM), reduciendo la ingesta de alimentos e
incrementando el gasto de energía a través de la estimulación de la actividad
física y la termogénesis y regulando la distribución de la grasa corporal
(menos grasa intraabdominal y más depósitos subcutáneos y gluteal/femoral). Los
estrógenos, actuando a nivel del núcleo del tracto solitario, también reducen
la ingesta de alimentos. Teniendo en cuenta estos efectos metabólicos positivos
de los estrógenos, se ha propuesto la hipótesis que la condición
hipoestrogénica que caracteriza al hipogonadismo en hombres puede participar en
la producción y/o agravamiento de la DMT2 a través de su impacto sobre tejidos
metabólicos, particularmente tejido adiposo.
La expansión del tejido adiposo no es
ilimitada y varía entre los individuos dependiendo de factores genéticos y
ambientales. Cuando se alcanzan los límites de expansión del tejido adiposo, se
desarrolla la acumulación de tejido adiposo ectópico, causando resistencia a la
insulina, inflamación en tejidos periféricos y diabetes. Esto es
particularmente evidente en el tejido adiposo visceral (TAV) por muchas
razones. El TAV es menos expandible que
el tejido adiposo subcutáneo (TAS), lo cual significa que el TAV tiene menos
depósitos que el TAS y como consecuencia mayor acumulación de grasa ectópica.
El TAV se localiza principalmente en la cavidad intraperitoneal, drenando
directamente en el hígado a través de la circulación porta, lo cual facilita la
influencia de sus productos secretados sobre el hígado. El TAV es más irrigado
e inervado que el TAS y es más sensible a la lipólisis porque tiene más
receptores adrenérgicos β3, los cuales son mediadores de la
lipolisis inducida por catecolaminas. El TAV contiene más células inflamatorias
e inmunes y es más resistente a la insulina que el TAS. El TAV tiene mayor
expresión de la enzima 11β-hidroxiesteroide deshidrogenasa tipo 1, la cual
convierte la cortisona inactiva en cortisol activo y tiene una mayor densidad
de receptores para glucocorticoides que el TAS. El TAV también está más
expuesto a la acción de los andrógenos porque tiene mayor densidad de AR y
menor expresión de las enzimas aldo-ceto reductasa 1c, las cuales están
involucradas en el metabolismo de los andrógenos. Por otra parte, el TAV está
menos expuesto a la acción de los estrógenos porque tiene menor densidad de
receptores para estrógenos. Por lo tanto, el TAV está más expuesto que el TAS a
un desbalance de esteroides sexuales en hembras y varones. Esto apoya la
asociación entre disfunciones de los esteroides sexuales (hiperandrogenismo en
mujeres e hipogonadismo en varones), adiposidad visceral y DMT2 en ambos sexos.
En conclusión, un desbalance en las hormonas
sexuales tiene un importante impacto sobre la diabetes mellitus tipo 2
principalmente a través de los tejidos metabólicos, particularmente el tejido
adiposo visceral. Los andrógenos tienen una asociación dimórfica sexual con la
DMT2, pues el hiperandrogenismo en mujeres y el hipogonadismo en hombres son
factores de riesgo de la DMT2. Los altos niveles de testosterona (total y libre)
en mujeres están asociados con un mayor riesgo de DMT2. En hombres hay también
una fuerte pero opuesta relación entre niveles de testosterona, obesidad y
resistencia a la insulina, lo cual apoya la interrelación entre hipogonadismo
masculino y DMT2.
Fuente: Gambineri
A, Pelusi C (2019). Sex hormones, obesity and type 2 diabetes: is there a link?
Endocrine Connections 8: R1-R9.