Autofagia en homeostasis ósea
Las formas de vida
tienen una naturaleza dinámica. En los organismos vivos, la energía
constantemente es producida y consumida, y los compuestos químicos, incluyendo
proteínas, grasas y azúcares están en constante síntesis y degradación. Una ingesta estable de nutrientes y energía
es indispensable para la supervivencia. Por mucho tiempo se consideró que la energía o los nutrientes del ambiente
externo eran la única fuente para el mantenimiento de la homeostasis. Más
tarde, se reconoció que, en condiciones adversas, como el ayuno, el reciclaje
de los compuestos químicos, incluyendo proteínas, grasas y minerales es una
solución para mantener la mínima cantidad
de síntesis y producción de energía necesaria para la supervivencia. En este
contexto, actualmente sabemos que aún
bajo condiciones fisiológicas normales, los sustratos para la mayoría de los
procesos sintéticos intracelulares en el cuerpo derivan principalmente de la
degradación, reformación y reutilización
de los contenidos que ya están presentes. Este proceso de reciclaje es
activado principalmente a través de un proceso biológico llamado autofagia.
La autofagia es un proceso catabólico
intracelular altamente conservado durante la evolución, en el cual los
componentes citoplasmáticos son degradados para la generación de nutrientes y/o
energía. Inicialmente, la función
fisiológica de la autofagia era reconocida solamente como un medio de transporte
de componentes intracelulares hacia los lisosomas. Sin embargo, a partir de la
identificación de genes relacionados con la autofagia y moléculas involucradas
en la dinámica de las membranas durante la autofagia, han ocurrido
significativos progresos con relación a la participación de la autofagia en
casi todos los procesos biológicos. La autofagia ha sido identificada como un
factor clave en procesos fisiológicos y el inicio y progreso de condiciones
patológicas relacionadas con la desregulación metabólica, incluyendo cáncer,
desórdenes neurodegenerativos, envejecimiento y enfermedades óseas. En
condiciones fisiológicas, la autofagia es responsable de la remoción de los organelos dañados, mientras en
condiciones patológicas, la autofagia ayuda en la redistribución de nutrientes
intracelulares para satisfacer los requerimientos de energía para la
supervivencia. La autofagia controla la homeostasis química de células simples
y varios tipos de tejidos, incluyendo al tejido óseo.
En los mamíferos, el hueso asume múltiples
funciones, proporcionando protección a órganos vitales, adherencia para
músculos esqueléticos, nicho para la síntesis de células sanguíneas,
almacenamiento de iones minerales y secreción de hormonas. Para llevar a cabo
estas funciones, el hueso se mantiene en un ciclo constante de remodelación
mediada por tres diferentes tipos de células. De las “stem cells” mesenquimales (MSC) derivan los
osteoblastos que sintetizan y secretan la matriz ósea. Los osteoblastos
embebidos en la matriz se diferencian en osteocitos, los cuales forman una red
mecanosensible en el hueso. Por otra parte, los osteoclastos, multinucleados y
derivados de “stem cells” hematopoyéticas, constantemente degradan y resorben
la matriz ósea. En el inicio de la osteoclastogénesis, las células hemtopoyéticas
mononucleares se fusionan una con otra para formar células gigantes
multinucleadas. Normalmente, hay un balance dinámico y constantemente
coordinado entre formación y degradación
de hueso. De esta manera, la masa, la estructura y la función del hueso son
sensibles a estímulos intrínsecos o extrínsecos. Cuando el equilibrio entre
formación de hueso y degradación de hueso es alterado, ocurren condiciones
patológicas. La excesiva formación de hueso provoca sobre mineralización y
excesiva masa ósea, la cual es llamada osteopetrosis. Sin embargo, cuando
predomina el balance hacia la degradación de hueso, el incremento de pérdida
ósea provoca reducción de la masa ósea y una estructura indeterminada del
hueso, la cual frecuentemente es llamada osteoporosis. La osteoporosis es una
enfermedad ósea sistémica degenerativa que se caracteriza por progresiva
pérdida de masa ósea y significativa degradación de las propiedades mecánicas
del hueso, lo cual posteriormente provoca fragilidad ósea y susceptibilidad a
fracturas. Este fenómeno usualmente se correlaciona con el progreso del
envejecimiento y afecta significativamente la calidad de vida y la longevidad
de la población adulta mayor.
Considerando la propiedad de reciclaje de la
autofagia y los procesos dinámicos de síntesis y degradación en el hueso, no es
sorprendente que la autofagia esté altamente involucrada en el metabolismo
óseo. Los tres tipos de células óseas, osteoblastos, osteocitos y osteoclastos
poseen un nivel basal de actividad autofágica. Los múltiples componentes de la
ruta autofágica contribuyen a la supervivencia y funcionamiento de las células
óseas. La evidencia sugiere que un apropiado nivel de autofagia contribuye a la
supervivencia de las células óseas en ambientes hipóxicos, deficientes en
nutrientes o hipertónicos. Además de la supervivencia, el nivel de actividad
autofágica está asociado con la diferenciación de pre-osteoblastos, la
transición osteoblasto-osteocito y la génesis y función de osteoclastos. Por
otra parte, la evidencia reciente sugiere que la autofagia juega un rol
fundamental en el inicio y progreso de la osteoporosis. La relación entre
autofagia y osteoporosis fue establecida en un estudio de densidad mineral ósea
de humanos donde se identificaron correlaciones significativas entre múltiples
genes reguladores de la autofagia y la densidad mineral ósea. Adicionalmente,
la modulación selectiva de genes relacionados con la autofagia en células óseas
es suficiente para recapitular el estado osteoporótico en modelos animales. Al
mismo tiempo, la modulación de la actividad autofágica tiene un potencial valor
terapéutico para la prevención y el tratamiento de la osteoporosis.
La autofagia es una ruta lisosomal
responsable del reciclaje de organelos celulares innecesarios y el exceso de
nutrientes, y la eliminación de desechos
metabólicos y patógenos intracelulares. Este proceso de “auto-comida”
intracelular juega un rol crítico en el mantenimiento de la supervivencia de
múltiples linajes celulares. En los mamíferos, se han descrito tres tipos de
autofagia con distintas características morfológicas y diferentes mecanismos
reguladores: autofagia mediada por chaperona, microautofagia y macroautofagia. En
la autofagia mediada por chaperona, las proteínas citoplasmáticas no son
secuestradas y son llevadas a los lisosomas por proteínas chaperonas más que
por estructuras membranosas. En la microautofagia, el lisosoma captura
directamente una pequeña cantidad de citoplasma y forma invaginaciones en su
membrana, requiriendo poca asistencia de organelos fuera del lisosoma.
En la macroautofagia, la captura y el manejo de sustancias intracelulares son
simbolizadas por la formación de
autofagosomas. Los autofagosomas están constituidos por membranas de nueva
formación y pueden encerar organelos dañados, patógenos intracelulares y
agregados proteicos para activar el proceso de secuestro. Los autofagosomas son
incorporados por los lisosomas para finalizar el manejo y la digestión del
contenido. La macroautofagia es regulada por un grupo de genes, llamado genes relacionados con la autofagia (Atg),
que incluye aproximadamente 20 miembros. Entre los tres tipos de autofagia, la
macroautofagia tiene la más fuerte conexión con la biología celular, la
fisiología y las enfermedades.
La autofagia trabaja concertadamente con el
sistema ubiquitina-proteasoma (UPS) para mantener la homeostasis celular. El
proceso autofágico comprende cuatro etapas: iniciación/nucleación, elongación,
degradación y finalización. La autofagia comienza con la activación del
complejo ULK1, el cual está compuesto por ULK1, ATG13, ATG101 y FIP200. En el
inicio de la autofagia, el ULK1 es desfosforilado y el complejo ULK1 se disocia
del complejo blanco de rapamicina de mamíferos 1 (mTORC1). El complejo ULK1
activado recluta otro complejo multiproteína
conocido como complejo fosfatidilinositol 3- quinasa (PI3K) clase III al
sitio de inicio de la autofagia. El complejo PI3K está compuesto por beclin-1,
Vps15, Vps34, Ambra1, UVRAG y más. Ambra1 interactúa con TRAF6 y permite la
auto-asociación y estabilización de estos complejos. En este proceso, se forma
un fragmento de membrana usualmente conocido como fagoporo. En la próxima
etapa, las proteínas ATG participan en la elongación del fagoporo. La
agregación de proteínas ATG forma un
sistema de conjugación similar a ubiquitina: ATG12-ATG5-ATG16L, el cual
facilita el ensamble de la cadena ligera de la proteína asociada a microtúbulo
1A/1B 3 (LC3) con el fosfolípido fosfatidiletanolamina (PE). El complejo
LC3-PE, conocido también como LC3-II se incorpora en la membrana del fagoporo y
contribuye a la elongación y cierre del autofagosoma. Los autofagosomas maduran
por fusión con componentes endocíticos intracelulares, incluyendo endosomas y
lisosomas, volviendo ácido el ambiente dentro del autofagosoma. Las proteínas
involucradas en el transporte vesicular, como dineína, y la fusión de la
membrana, incluyendo Rab7, SNARES y ESCRT facilitan la maduración de los
autofagosomas. Algunas proteínas de la superficie del autofagosoma, incluyendo
p62, optineurina, NDP52, NBR1 y Alfy son responsables del secuestro y
degradación de los componentes intracelulares. Durante la etapa de degradación,
las macromoléculas intracelulares atrapadas son degradadas en aminoácidos,
lípidos, nucleótidos y energía para futuros procesos intra y extracelulares. La
finalización de la autofagia es activada a través de un mecanismo de
retroalimentación negativa. Los nutrientes producidos en el autofagosoma
reactivan la ruta mTOR, la cual genera túbulos o vesículas proto-lisosomales.
Estos túbulos y vesículas salen de los autolisosomas y eventualmente maduran nuevamente en los lisosomas. El proceso de
finalización sirve como cierre de la maquinaria
autofágica y ha sido validado en varias especies.
Por mucho tiempo, la autofagia ha sido reconocida
como no selectiva para la degradación de sustratos. Mientras esto es a menudo
cierto cuando la autofagia es inducida en condiciones de estrés como el ayuno,
la evidencia reciente sugiere que la autofagia requerida durante el
mantenimiento de la homeostasis celular puede ser altamente específica. La
mejor demostración de la degradación autofágica selectiva es la proteína
ligadora de ubiquitina SQSTM1, también llamada p62, en la superficie del autofagosoma.
La p62 puede capturar proteínas ubiquitinizadas y unirlas al componente de
membrana LC3-II. Mientras estos sustratos son manejados en el interior del
autofagosoma, la p62 también es internalizada y degradada. La p62 es
considerada uno de los mayores sustratos digestivos para los autofagosomas y,
por tanto, el incremento en la expresión de p62 usualmente indica una
disminución en el proceso autofágico. La autofagia involucrada en la
ubiquitinización es más activa en el aclaramiento de bacterias. Cuando los
patógenos son específicamente atrapados y digeridos durante la autofagia, el
proceso es llamado xenofagia. Otro blanco selectivo para la autofagia es la
mitocondria y el proceso de degradación autofágica específico es llamado
mitofagia. La mitofagia es responsable del recambio rutinario de mitocondrias
en condiciones normales.
La autofagia es iniciada por señales
fisiológicas o estímulos patológicos. En el nivel fisiológico basal, el proceso
autofágico es constitutivo en un nivel bajo en todas las células y sirve como
un mecanismo de control de calidad para remover organelos y proteínas dañados.
El nivel basal de actividad autofágica varía entre los diferentes linajes
celulares y tipos de tejidos. Generalmente el nivel basal de autofagia es más
crítico para las células altamente o terminalmente diferenciadas, como neuronas,
miocitos y osteocitos. Un amplio rango de estresores, incluyendo ayuno de
nutrientes o energía, hipoxia, disturbios en el nivel de factores de
crecimiento o invasión de patógenos inducen un aumento en la tasa de autofagia
para reciclar componentes citoplasmáticos en
metabolitos y procesos biosintéticos, o para eliminar patógenos, permitiendo la
supervivencia celular. En la mayor parte de condiciones, la autofagia sirve
como citoprotector, pero potencialmente puede volverse perjudicial si es descontrolada.
La disfunción autofágica está asociada con una variedad de condiciones
patológicas humanas, incluyendo desórdenes y enfermedades óseas.
El desarrollo, crecimiento y mantenimiento
del esqueleto están en balances dinámicos y son altamente sensibles a factores,
incluyendo estímulos mecánicos y fluctuaciones hormonales. Entre las células con una alta capacidad de
secreción, la autofagia controla la localización espacial de complejos de
señalización críticos para la síntesis de proteínas. Esta localización espacial
intracelular ha sido revelada en la activación de las rutas de señalización Wnt
y NF-κB vía degradación autofágica de componentes específicos de tales rutas.
Dado que estas rutas son críticas para la diferenciación de osteoblastos y osteoclastos,
la importancia de la localización
espacial regulada por autofagia en la regulación de las funciones anabólicas y
catabólicas de las células óseas es aparente.
Los osteoblastos son los constructores primarios de hueso y su
supervivencia y funcionamiento están regulados por la autofagia. La activación
de la autofagia está correlacionada con la diferenciación osteogénica de las
MSC a través de la ruta de señalización AMPK. Un apropiado nivel de autofagia
es un prerrequisito para el mantenimiento de la homeostasis y supervivencia de
los osteoblastos. La regulación a la baja de la autofagia provoca un incremento
de estrés oxidativo en los osteoblastos, mientras la regulación al alza de la autofagia en estas células se
correlaciona con reducción del estrés oxidativo y disminución de la apoptosis. Los
datos experimentales sugieren que el daño causado por el estrés oxidativo a los
osteoblastos puede ser aliviado por el inicio temprano de la autofagia, la cual
es activada a través de la ruta de estrés de retículo endoplásmico.
Adicionalmente, la autofagia protege a los osteoblastos de varios estímulos
tóxicos. Por ejemplo, un alto nivel de
autofagia reduce la muerte de osteoblastos expuestos a cloruro de plomo.
Además de la supervivencia de los osteoblastos, la autofagia está íntimamente
relacionada con la mineralización ósea. La prueba más directa del rol de la
autofagia en la mineralización ósea es la identificación de cristales de
apatita en vacuolas autofágicas. La inhibición de la autofagia bloquea el
transporte de minerales de los osteoblastos a la matriz ósea. La autofagia
también está activamente involucrada en rutas de señalización importantes para
la osteogénesis. Por ejemplo, el factor de crecimiento similar a insulina-I
(IGF-I) estimula la diferenciación
osteogénica de osteoblastos y su función es activada, al menos en parte,
a través de la AMPK y la regulación al alza de la autofagia. Adicionalmente,
una de las cascadas pro-osteogénicas inducidas por la proteína morfogenética de
hueso-2 (BMP-2) involucra la activación del factor Atg7 relacionado con la
autofagia, el cual actúa sobre Wnt16 para activar a la metaloproteinasa 13 y
eventualmente la diferenciación osteoblástica.
Además de los osteoblastos, los condrocitos
son otra población de células crítica para el crecimiento del esqueleto.
Excepto por la región craniofacial, los huesos largos se forman y crecen vía
formación endocondral de hueso durante la cual los condrocitos muestran
hipertrofia y secreción de la matriz.
Los estudios in vitro revelan que la diferenciación y mineralización de
condrocitos se correlaciona positivamente con el nivel de actividad autofágica.
Durante el crecimiento postnatal de ratones, el nivel de autofagia se
correlaciona con la secreción de colágeno tipo II, el mayor componente de la
matriz cartilaginosa.
Por otra parte, múltiples rutas de factores
de crecimiento con evidente capacidad reguladora en el hueso están relacionadas
con la actividad autofágica. Las BMP son reconocidas como fuertes factores
osteogénicos y se unen directamente a receptores en la superficie de los
osteoblastos y activan procesos de formación de hueso a través de la señal
intracelular SMAD. La función paracrina de las BMP es ajustada por el nivel de
sus antagonistas extracelulares noggina, chordina y esclerostina. Las BMP
pueden antagonizar el efecto de la noggina sobre la cadena ligera 3 de la
proteína 1 asociada al microtúbulo (MAP1LC3)-II y posteriormente incrementar los niveles de Beclin-1y la
proteína de membrana asociada a lisosoma 2 ( Lamp2). De esta manera, los
ligandos BMP podrían estar involucrados en la regulación de los niveles de
autofagia.
La señal Wnt canónica dependiente de
β-catenina es otra ruta osteogénica que ha sido asociada con la autofagia y es
crítica para la diferenciación de osteoblastos. La ruta de señalización Wnt
está asociada negativamente con la autofagia. Más aún, la activación de la
señal Wnt puede suprimir la actividad autofágica e incrementar la apoptosis de
osteoblastos y condrocitos. Por otra parte, múltiples proteínas relacionadas
con la autofagia, como NBR y SQSTM1, tienen
influencia directa en la biología de los osteoblastos. Asimismo, dos familias
de factores de transcripción con evidentes funciones en la actividad autofágica
están involucradas en la supervivencia, diferenciación y función de los
osteoblastos. Miembros de la familia del factor de transcripción FOXO (forkhead
box O) están profundamente involucrados en la biología celular incluyendo
proliferación, diferenciación, hipertrofia, reparación de ADN, reciclaje de
energía y metabolismo de la glucosa. La activación de FOXO aumenta el nivel de
autofagia a través de la unión directa a las regiones promotoras de genes
relacionados con la autofagia. El factor de transcripción activante 4 (ATF4) de
la familia de proteínas de unión con el elemento de respuesta de cAMP (CREB)
también está relacionado con la función de los osteoblastos y la actividad
autofágica. El ATF4 es requerido en la formación de hueso y la diferenciación
terminal de osteoblastos. Al mismo tiempo, el ATF4 protege a las células del
ayuno de aminoácidos aumentando la ingesta de aminoácidos en las células y
aumenta la supervivencia y viabilidad celular, regulando al alza la
transcripción de varios genes relacionados con la autofagia.
La autofagia también es esencial cuando los
osteoblastos son incorporados en la matriz ósea y terminan diferenciándose en
osteocitos. Los osteocitos son células de muy larga vida, terminalmente
diferenciadas y embebidas en nichos delimitados por matriz ósea mineralizada.
Morfológicamente, los osteocitos están más cercanos a las neuronas que a otras
células óseas. La principal función fisiológica de los osteocitos es actuar
como el sistema mecanosensible del esqueleto. Los procesos similares a
dendritas de los osteocitos forman una red y convierten los estímulos mecánicos
en el hueso en señales biológicas que posteriormente regulan la remodelación
ósea. La autofagia tiene varios roles en la diferenciación de los osteocitos.
Primero, los osteoblastos tienen una transición en la morfología y composición
que requiere del reciclaje activo de organelos. Segundo, con la limitada
perfusión sanguínea en la matriz mineralizada, los osteocitos son más
susceptibles a la hipoxia y al estrés oxidativo, lo cual requiere actividad
autofágica. Específicamente, los
osteocitos dependen de la autofagia para sobrevivir a múltiples factores
adversos, incluyendo altos niveles de ROS e hipoxia. Más aún, la evidencia
reciente sugiere que los osteocitos demuestran mayor actividad autofágica que
sus progenitores. El nivel de expresión de LC3 en los osteocitos es
significativamente mayor que en los osteoblastos.
La resorción ósea es conducida por los
osteoclastos, los cuales se polarizan para formar un borde fruncido en la
interfase célula-hueso. Numerosos compartimentos se forman debajo del borde
fruncido, a través del cual las enzimas degradativas son secretadas en la
superficie ósea. La matriz ósea degradada es transportada a los osteoclastos
vía endocitosis para su reciclaje. La autofagia está activamente involucrada en
la diferenciación y función de los osteoclastos. Cuando se activa la resorción
ósea, los osteoclastos terminalmente diferenciados se adhieren a la superficie
ósea y tal adherencia es activada a través de estructuras especializadas
formadas en el lado de contacto de los osteoclastos llamadas podosomas. Las
proteínas funcionales incluyendo los filamentos de actina, actina F y monómeros
de actina, sirven como anclas para la adherencia de los osteoclastos. La
resorción ósea es acompañada por la generación y secreción de lisosomas que
contienen ácido y proteasas. Los lisosomas migran al borde fruncido entre
osteoclasto y superficie ósea, se fusionan con la membrana celular en los
podosomas y externalizan HCl y proteasas. El ácido disuelve el contenido
mineral del hueso y las proteasas, incluyendo metaloproteínasas de la matriz,
descomponen la matriz de colágeno. Las proteínas relacionadas con la autofagia
ATG5, ATG7, ATG4B y MAP1LC3 juegan roles críticos en la activación de la
función de los osteoclastos en la resorción ósea. Por ejemplo, los datos in
vivo e in vitro sugieren que ATG5 y ATG7 promueven la función de los
osteoclastos y guían a los lisosomas hasta el anillo de actina. Adicionalmente,
la modulación de MAP1LC3 por ATG4B bloquea la expresión y actividad de
catepsina K.
En conclusión, la autofagia es un proceso
intracelular, en el cual componentes celulares son selectivamente digeridos
para el reciclaje de nutrientes y energía. El catabolismo autofágico modula el
mantenimiento y la función de osteoblastos, osteocitos y osteoclastos y es
crítico para el mantenimiento de la homeostasis del esqueleto. La actividad
autofágica aberrante provoca la disrupción del balance formación-resorción en
el hueso, lo cual se manifiesta como estados patológicos, incluyendo
osteoporosis y osteopetrosis.
Fuente: Yin X et
al (2019). Autophagy in bone homeostasis and the onset of osteoporosis. Bone
Research 7: 28.