Corticoesteroides y el cerebro
El cerebro
continuamente está expuesto a niveles
variables de hormonas corticoesteroideas adrenales como corticosterona en roedores y cortisol en
humanos. Las fluctuaciones naturales ocurren debido a variaciones ultradianas y
circadianas o son causadas por la exposición
a situaciones estresantes. Humanos y roedores están expuestos a situaciones estresantes que disparan una
respuesta hormonal que promueve la adaptación. Esta respuesta hormonal
involucra varias etapas. Directamente, después del estrés, los circuitos
neurales del tallo cerebral provocan la activación del sistema nervioso
simpático, causando un incremento en la liberación de adrenalina por la médula
adrenal. Indirectamente, esto resulta en un incremento en la liberación de noradrenalina
por los terminales nerviosos en el cerebro.
Más tarde, péptidos como hormona liberadora de corticotropina (CRH) y vasopresina son liberadas en la eminencia
media, lo cual causa la secreción de la hormona adrenocorticotropina (ACTH) por
la hipófisis anterior en la circulación. En la corteza adrenal, esto causa la
síntesis y liberación de cortisol en humanos o corticosterona en la mayoría
de roedores. Estas hormonas corticoesteroideas
alcanzan muchos órganos, pero el cerebro es un blanco prominente.
Las hormonas corticoesteroideas, como muchas
otras hormonas, muestran ritmos con variaciones diarias. En el caso de la
secreción del cortisol y la corticosterona, se observa un pico previo al
despertar, lo cual ayuda a coordinar procesos en anticipación a la fase activa
del día. Durante la fase activa, los niveles de corticoesteroides disminuyen
gradualmente hasta alcanzar un mínimo antes del inicio de la fase
inactiva. Los estudios de las décadas
pasadas demostraron que el ritmo diario presenta múltiples picos ultradianos
con intervalos entre los picos de aproximadamente 1 hora. Este patrón cíclico es
causado por la demora entre la
activación y la retroalimentación negativa del eje hipotálamo-hipófisis-adrenal
(HHA). Las propiedades cinéticas y dinámicas de los pulsos ultradianos no son
estáticas sino susceptibles a cambios por ejemplo en asociación con la
activación del sistema inmune y enfermedades específicas. Los patrones
ultradianos en la circulación, al menos en roedores, se mantienen en el
cerebro. La existencia de pulsos ultradianos es importante para la actividad
transcripcional óptima de las neuronas en respuesta a los corticoesteroides y
modulan el grado en el cual el organismo responde al estrés.
La exposición de células cerebrales a
hormonas del estrés resulta en alteración de la actividad neuronal, después de
la unión de la hormona a su receptor. El efecto de monoaminas y péptidos está
determinada por la localización de los terminales nerviosos por los cuales son
liberados en combinación con la distribución regional y subcelular de varios
subtipos de receptores a los que se unen las hormonas así como también las
rutas de señalización intracelular. Casi sin excepción, esto involucra
receptores acoplados a proteína G, los cuales se unen a ligandos y median
acciones que se desarrollan en minutos y generalmente son de corta duración,
debido a la disociación del ligando del receptor u otros procesos como la
internalización del receptor. Secundariamente, frecuentemente ocurren acciones
de larga duración por ejemplo a través del CREB. En el caso de las hormonas
corticoesteroideas, los potenciales efectos sobre la actividad neuronal son determinados predominantemente
por la distribución del receptor, pues los corticoesteroides atraviesan la
barrera hematoencefálica bastante bien y básicamente alcanzan todas las células
del cerebro, aunque la conversión enzimática local y el grado de accesibilidad
a la célula contribuyen a la concentración intracelular de la hormona.
Los corticoesteroides se unen a dos tipos de
receptores en el cerebro, el receptor mineralocorticoide (MR) y el receptor
glucocorticoide (GR), los cuales pertenecen
a la familia de receptores nucleares y actúan como reguladores
transcripcionales. Ellos se unen como homodímeros –y posiblemente
heterodímeros- a secuencias específicas de genes o interactúan con otros
factores transcripcionales e interfieren con la función de estos factores. A
través de ambas rutas, los receptores corticoesteroides activados alteran los perfiles de expresión de genes de
una manera lenta y persistente. De esta manera, los corticoesteroides afectan
la función cerebral en el curso de horas a días. Sin embargo, este no es el
único factor que determina la duración de las acciones de los corticoesteroides,
la molécula efectora también es importante. Los cambios transcripcionales
eventualmente alteran el nivel de moléculas importantes en las células
cerebrales, como neurotransmisores, enzimas o receptores. Esto puede ser
determinado bioquímicamente o con métodos electrofisiológicos. Cuatro
principios generales emergen de esos estudios.
Primero, la hormona cambia muchas
propiedades de la célula al mismo tiempo. Esto no implica que todas las
propiedades de la célula son igualmente sensibles a la administración de
corticoesteroides. Por ejemplo, la exposición a corticosterona de neuronas
piramidales CA1 del hipocampo incrementa corrientes de calcio tipo L, un efecto
que se desarrolla con una demora de más de una hora. Indirectamente esto
también incrementa una corriente de potasio dependiente de calcio, lo cual
disminuye la frecuencia de disparo durante los períodos de impulsos
excitadores. Esto puede contribuir a la
normalización de la actividad neuronal. Las señales de neurotransmisores
también son alteradas por los corticoesteroides. Por ejemplo, la
hiperpolarización causada por la activación de receptores serotonina-1a aumenta
después de la activación del receptor GR.
Segundo, los efectos de las hormonas corticoesteroideas
son región dependiente. Nuevamente, las corrientes de calcio proporcionan un
buen ejemplo. Mientras las neuronas piramidales CA1 en el hipocampo dorsal
muestran un incremento en la amplitud de la corriente de calcio tipo L una hora
después del pulso de corticosterona, las células granulosas del girus dentado
no muestran dicho incremento. A nivel transcripcional, las neuronas en las dos
áreas responden de una manera comparable. A nivel funcional, las células
granulosas no muestran ningún efecto de la exposición a corticosterona. Esto
enfatiza que: (i) las rutas de señalización desencadenadas por el GR y (ii) el
contexto celular son importantes para determinar el efecto de la
corticosterona. La información
disponible actualmente sugiere que las neuronas piramidales en el área CA1
dorsal del hipocampo y en la corteza prefrontal ventromedial responden de una
manera comparable a la activación del GR, mientras las neuronas principales en
el hipocampo ventral y en la amígdala basolateral (ABL) muestran efectos
opuestos.
Tercero, la dependencia de dosis de las acciones de los corticoesteroides está
relacionada con la afinidad de los receptores. La Kd de los MR está en el rango subnanomolar, mientras la Kd
de los GR es aproximadamente diez veces mayor. Bajas concentraciones de
corticosterona, como las circulantes durante condiciones no estresantes, son
suficientemente altas para activar una parte sustancial de los MR, pero bajas
para activar a los GR. Cuando los niveles de corticoesteroides aumentan por
ejemplo en anticipación a la fase activa, alcanzan niveles que también pueden
activar a los GR. En ausencia de corticosterona, la amplitud de la corriente de
calcio tipo L es alta. La administración de dosis bajas de corticosterona
resulta en disminución de la amplitud de la corriente de calcio. Cuando las
concentraciones de corticosterona aumentan, la amplitud de la corriente de
calcio aumenta nuevamente. Casi todas las células del cerebro expresan GR, pero
la expresión de MR es mucho más restringida.
En aquellas áreas del cerebro donde la expresión de MR es muy baja, la
dependencia de dosis de las acciones de los corticoesteroides sobre la función
celular puede ser lineal más en forma de U.
Cuarto, además de los efectos lentos de la
corticosterona, se han descrito también acciones rápidas. Los estudios
iniciales sugieren que la corticosterona puede cambiar la función celular en
minutos. En las neuronas parvocelulares del núcleo paraventricular del
hipotálamo, la corticosterona disminuye la liberación de vesículas que
contienen glutamato a través de una señal retrograda que involucra al receptor
canabinoide-1. Recientemente, varios estudios demuestran el rol del GR más que
del MR en las acciones rápidas de los corticoesteroides. Las células del hipocampo
dorsal también pueden responder rápidamente a la corticosterona. Sin embargo,
los efectos son en la dirección opuesta a los observados en el NPV e involucran
a los MR más que a los GR. Más específicamente, la corticosterona incrementa
rápidamente y reversiblemente la frecuencia
de corrientes postsinápticas excitadoras miniaturas (mEPSC), cada corriente
representa la respuesta postsináptica a una vesícula que contiene glutamato liberada
espontáneamente (presinapticamente). La concentración de corticosterona
requerida para inducir estas acciones rápidas en el hipocampo es mayor que la
requerida para las acciones mediadas por genes vía MR. Esto sugiere que el MR
puede funcionar como un sensor cerebral (al menos en el hipocampo) para los
cambios en la concentración de
corticoesteroides dependientes del estrés o ultradianos y convertir estos
cambios en la concentración de corticoesteroides en cambios funcionales. Por otra parte, los efectos rápidos de la
corticosterona en la ABL no son
idénticos a los observados en el hipocampo dorsal. En la ABL, la frecuencia
mEPSC es también rápidamente incrementada por la corticosterona, pero los
efectos son de mayor duración. Esto cambia el estado de la célula de forma tal que
un posterior pulso de corticosterona induce un efecto diferente, esto es,
disminuye la frecuencia de mEPSC. Este fenómeno es llamado
“metaplasticidad” de las acciones de los
corticoesteroides.
Los efectos neuronales después del estrés
que involucran receptores MR, receptores
para monoaminas y péptidos que son liberados en respuesta al estrés difieren de
los efectos genómicos mediados por los GR. Mientras los efectos rápidos son
particularmente importantes para la activación de circuitos específicos en el
cerebro, los efectos lentos pueden contribuir a la normalización de la
actividad aumentada. Los estudios de neuroimagen en humanos demuestran que poco
tiempo después del estrés los recursos energéticos son redistribuidos en el
cerebro, a partir de áreas involucradas en funciones cognitivas superiores
hacia las redes y áreas involucradas en
estrategias habituales, como el núcleo caudado. Las observaciones conductuales
en humanos y roedores demuestran que aproximadamente 20 minutos después del
estrés se observa un pico de cortisol y
aumentan el procesamiento emocional, la atención y la vigilancia. El grado en
el cual la información está relacionada con el contexto se reduce y el
individuo recurre a estrategias estímulo-respuesta. Cuando son expuestos a
situaciones de toma de decisiones, los individuos actúan con una perspectiva a
corto plazo. Cuando los sujetos son examinados una o varias horas después del
estrés, su rendimiento es completamente diferente, el procesamiento emocional
es reprimido, aumenta la contextualización y la función ejecutiva es
facilitada. Las dos fases de la respuesta celular y conductual al estrés son
necesarias. Cuando los individuos son expuestos a situaciones potencialmente
peligrosas deben ser capaces de actuar rápidamente sobre el estímulo y escoger
estrategias simples pero efectivas para escapar. Esta fase está relacionada con
la clásica respuesta “luchar o huir”. La segunda fase ha recibido menos
atención, pero es igualmente importante: literalmente ayuda a colocar la
situación en la perspectiva correcta, racionalizar eventos y escoger soluciones
más complejas que son beneficiosas (y recordadas) a largo plazo.
La disfunción de la fase conductual de la respuesta al
estrés puede reducir la capacidad
adaptativa del individuo. Una respuesta emocional “normal” después del estrés
puede convertirse en un factor de riesgo si no es seguida por una segunda fase
completamente funcional, lo cual normalmente podría ayudar a poner las cosas en
la perspectiva correcta. Una disfunción secundaria a la fase dependiente de GR
ocurre en individuos con resistencia a los glucocorticoides o cuando la
liberación de corticoesteroides después del estrés es atenuada. Está demostrado
que esto ocurre en asociación con polimorfismo o haplotipos de GR. Esta
predisposición genética es más manifiesta cuando los disturbios del eje
HHA se combinan con múltiples exposiciones a los eventos
mayores de la vida, especialmente cuando tienen lugar durante el desarrollo del eje HHA
o durante el desarrollo cerebral. Los elementos disfuncionales en el eje HHA,
particularmente relacionados con el balance entre los eventos mediados por MR y
GR pueden predisponer al individuo a enfermedades psiquiátricas y neurológicas,
un proceso que puede ser amplificado por múltiples eventos en la vida. Esta
predisposición probablemente no se relacione solamente con desordenes
cerebrales, sino también con enfermedades que involucran a otros tejidos
blancos de las hormonas corticoesteroideas como el sistema cardiovascular y el
tejido adiposo.
En conclusión, los niveles de
corticoesteroides en el cerebro están asociados con un complejo mosaico de
cambios en la actividad neuronal dependientes de tiempo y región. Los
experimentos en humanos y roedores han revelado que estas características
celulares dependientes de tiempo y región también son reflejadas en distintos
patrones cognitivos después del estrés. En la respuesta al estrés, después de
un pico de corticoesteroides, aumentan la atención y la vigilancia, y las áreas involucradas en respuestas
emocionales y conductas simples muestran
incrementos de actividad. Después del estrés, las áreas involucradas en
funciones cognitivas superiores se vuelven activas permitiendo al individuo relacionar
los eventos estresantes a un contexto específico y almacenar información para
su uso en el futuro. Ambas fases de la respuesta cerebral al estrés son
importantes para enfrentar un ambiente continuamente cambiante y promover la adaptación en el corto y largo
plazo. Una respuesta balanceada durante las dos fases es esencial para la
resiliencia. Este balance puede estar
comprometido después de la exposición
repetida al estrés, particularmente en individuos genéticamente vulnerables.
Fuente: Joëls M
(2018). Corticosteroids and the brain. Journal of Endocrinology 238: R121-130.
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