Nutrición y estrés
oxidativo
Los organismos vivos no pueden existir sin oxigeno, pero
bajo condiciones celulares
desfavorables, los derivados del oxigeno pueden interrumpir el equilibrio oxidativo, dañar proteínas,
lípidos y ácidos nucleicos, y comprometer la viabilidad de la célula. En este
contexto, el estrés oxidativo define el desbalance entre la formación excesiva de oxidantes y la
limitada presencia de defensas
antioxidantes en el cuerpo humano. La evidencia acumulada indica que aun en condiciones
fisiológicas las funciones normales del cuerpo humano, como la nutrición,
potencialmente pueden general estrés oxidativo. Los macronutrientes pueden ser
inflamatorios y posiblemente pro-oxidantes.
El nuevo termino estrés nutricional -o estrés postprandial- oxidativo describe el estado de desbalance
postprandial entre la carga
pro-oxidativa y la defensa antioxidante como consecuencia del exceso o -aporte
inadecuado- de nutrientes. El estrés
postprandial oxidativo está íntimamente relacionado con la inflamación
subclínica y la disfunción endotelial y, por tanto, podría estar involucrado en
la fisiopatología de varios desordenes metabólicos y reproductivos.
Hay dos clases principales de radicales libres u
oxidantes: especies de oxigeno reactivas (ROS) y especies de nitrógeno
reactivas (RNS). Las ROS derivan del
oxigeno molecular, en reacciones incompletas del oxigeno e incluyen el anión
superóxido (O2-),
el radical hidroxilo (OH-) y el peróxido de hidrogeno (H2O2).
Esta activación tiene lugar a través de
diferentes procesos celulares. Sin embrago, las mitocondrias son consideradas
como la principal fuente de ROS. Específicamente, en la cadena transportadora
de electrones (CTE), hay una tendencia a pasar un electrón directamente al
oxigeno y, eventualmente, generar O2-. Las RNS
constituyen una familia de compuestos químicos
que derivan del óxido nítrico (NO). Fisiológicamente, el NO es formado a
partir de L-arginina mediante la acción catalítica de la enzima sintetasa de óxido nítrico (NOS)
en presencia de cofactores catalíticos como tetrahidrobiopterina (BH4), flavina
adenina dinucleotido (FDN) y flavina
mononucleotido (FMN). Bajo ciertos estímulos, el NO reacciona con el O2-
para generar peroxinitrito (ONOO-), el cual es una de las RNS más tóxicas
producidas en el cuerpo humano y puede promover la producción de otras formas
de RNS, como dióxido de nitrógeno (NO2) y trióxido dinitrógeno (N2O3).
Además de los pro-oxidantes antes mencionados, otras
moléculas que expresan propiedades
pro-oxidantes e inflamatorias son las AGE. Las AGE o glicotóxinas constituyen
un grupo heterogéneo de más de 20
diferentes compuestos derivados de la glicación no enzimática endógena de
macromoléculas o absorbidos de fuentes exógenas. En su formación, las AGE promueven la generación
de ROS y RNS a través de múltiples mecanismos. La unión de las AGE al receptor para productos finales de glicación avanzada
(RAGE) activa al NF-κB, el cual a su vez incrementa la generación de ROS así
como también la activación de la NADPH oxidasa. En el cuerpo humano, los
antioxidantes constituyen la fuerza opuesta en el mantenimiento del equilibrio
oxidativo. Ellos pueden ser divididos en dos categorías principales:
enzimáticos y no enzimáticos. Los
antioxidantes enzimáticos constituyen enzimas claves que pueden desintoxicar el exceso de
ROS y RNS, incluyendo la
superóxido dismutasa (SOD), la catalasa (CAT) y la glutatión peroxidasa (GPX),
mientras los antioxidantes no enzimáticos
son moléculas exógenas y endógenas como el glutatión, la tioredoxina, el
selenio (Se), el cinc (Zn) y las vitaminas
A, C y E. Cuando la sobre producción de radicales libres no puede ser
compensada por el sistema de defensa antioxidante del cuerpo, domina el estrés
oxidativo y las ROS inician múltiples rutas moleculares, pero también puede ocurrir
con funciones fisiológicas normales del cuerpo humano como la nutrición. Desde el establecimiento de la asociación bidireccional entre ingesta
calórica e inflamación de bajo grado, ha
surgido la pregunta si los macronutrientes son un estimulo inflamatorio y
oxidante que pueden disparar
postprandialmente el estrés oxidativo y alterar la homeostasis del cuerpo.
A partir del
establecimiento de la hipótesis que postula
que el desarrollo de la vida temprana es críticamente sensible a los
estímulos ambientales ha habido creciente interés por investigar cómo los
factores ambientales que actúan durante el desarrollo temprano de los humanos
pueden afectar la salud. Entre los factores ambientales, la nutrición, un
potente promotor de modificaciones epigenéticas intrauterinas, ha sido
extensamente estudiada. Específicamente, la malnutrición in útero y el bajo
peso al nacer combinados con retardo del crecimiento durante la infancia han
sido relacionados con un mayor riesgo de obesidad, resistencia a la insulina,
enfermedad cardiovascular y
desregulación reproductiva. Asimismo, las crías
que crecen en un ambiente nutricionalmente rico tienen un incremento en
el riesgo de desordenes cardiometabólicos y fertilidad comprometida más tarde en la vida. El estrés oxidativo es
un mediador de los cambios epigéneticos inducidos por la nutrición en varios modelos
experimentales. La malnutrición materna, la obesidad o la dieta
obesogénica materna durante el embarazo han sido asociadas con un
incremento en los marcadores de estrés oxidativo y alteración de la capacidad
antioxidante en las crías, las cuales se vuelven más vulnerables a los
estímulos diabetogénicos. La suplementación antioxidante atenúa significativamente la adiposidad en
las crías. Entonces, la nutrición durante los periodos críticos de desarrollo prenatal y perinatal puede
inducir cambios epigenéticos a través de diferentes rutas, incluyendo la
generación de estrés oxidativo, un factor de riesgo para desordenes metabólicos
y reproductivos en la adultez.
En el año 2000, Mohanty y colaboradores demostraron en humanos
que la ingesta de glucosa induce
inflamación y generación de ROS a través
de leucocitos polimorfonucleares (PMN) y
mononucleares (MNC). Posteriormente, se reportaron hallazgos similares con la ingesta de lípidos y proteínas. La
ingesta aguda de grasa saturada provoca un incremento en la generación de ROS
por los leucocitos, similar en magnitud al observado con la ingesta de glucosa pero más prolongado y
persistente, mientras la ingesta de proteínas también incrementa la formación
de ROS pero en una extensión mucho menor
en comparación con la glucosa y los lípidos. Más aún, evaluando una
comida mixta en sujetos sanos se
detectaron cambios inflamatorios agudos con disminución en IκBα e incremento en NFκB, proteína C
reactiva (CRP) en plasma y la expresión de las proteínas inhibidoras IKKα y
IKKβ y la subunidad p47phox. Sobre la base de estos hallazgos se
introdujo el término estrés oxidativo nutricional postprandial.
Postprandialmente, la formación y generación de ROS por leucocitos y mitocondrias puede ser
modulada por varios factores coexistentes. La cantidad de ingesta calórica es un factor decisivo que afecta la
intensidad del estrés oxidativo
postprandial. La excesiva cantidad de
alimentos ricos en calorías resulta en
niveles sanguíneos anormales de glucosa, triglicéridos y ácidos grasos libres (AGL).
Las concentraciones elevadas de glucosa
y AGL sobrepasan la capacidad de las mitocondrias
para la fosforilación oxidativa y provocan un incremento en la transferencia de
electrones al oxigeno molecular. Como resultado, entran más aniones O2-
en la circulación. Además de las mitocondrias, la generación de ROS en los
leucocitos también es afectada por la cantidad
de calorías, como se demuestra en estudios en los cuales la restricción calórica provoca
una significativa disminución en la generación de ROS por leucocitos, la
peroxidación de lípidos y la carbonilación
de proteínas. Más aún, el tipo de micronutrientes consumidos es también catalítico en la amplitud del estrés oxidativo postprandial. En este
contexto, el tipo de grasa consumido
puede tener un rol en la
inflamación postprandial inmediata, las grasas saturadas (SFA) han sido
relacionadas con enfermedad cardiovasculares mientras las grasas
n-3poliinsaturadas (PUFA) son conocidas por su efecto anti-inflamatorio. Sin embargo, los datos científicos son
contradictorios y han fallado en demostrar un claro efecto beneficioso del
consumo de comidas ricas en PUFA sobre
las citoquinas plasmáticas proinflamatorias o un efecto perjudicial de las SFA
en un escenario de alimentación
aguda. Con relación a los carbohidratos, se han reportado
diferencias en el estrés oxidativo
postprandial en términos del índice
glucémico de los alimentos, con una mayor activación de leucocitos mononucleares y un incremento
en la concentración de NF-κB en sujetos
sanos que consumen carbohidratos de alto índice glucémico.
El consumo de nutrientes antioxidantes y antiinflamatorios
influye en el medio oxidativo en el estado postprandial. Por ejemplo, la
ingesta de jugo de naranja combinado con una comida rica en grasas y
carbohidratos previene el estrés oxidativo e inflamatorio inducido por la
comida en sujetos normales, con una inhibición total de la generación de ROS y una disminución en
la expresión de genes pro-inflamatorios. De manera similar, el vino tinto, el
cual tiene un efecto protector contra la ateroesclerosis y las enfermedades
cardiovasculares, previene el estrés
oxidativo inducido por comida y mitiga el incremento postprandial de LDL. Las
características del estilo de vida del individuo, como la presencia de obesidad o inactividad física, también
pueden afectar la generación de ROS en el estado postprandial. Los sujetos
obesos experimentan un estrés oxidativo
más persistente en respuesta a una comida rica en grasas en comparación
con los individuos sanos no obesos. Con
relación al ejercicio, prevalecen los datos contradictorios en la literatura,
aunque el ejercicio es considerado una
poderosa herramienta de regulación hacia arriba
de las defensas antioxidantes endógenas, varios estudios han
fallado en demostrado un efecto
beneficioso del estado de entrenamiento
en el estrés oxidativo postprandial. Finalmente, los métodos de cocción también pueden tener un impacto agravante sobre el metabolismo oxidativo
postprandial. Los alimentos, ricos en
proteínas y grasas, cocidos por corto
tiempo a alta temperatura provocan la formación de AGE, las cuales
postprandialmente provocan disfunción endotelial aguda. Entonces, la evidencia acumulada indica que la nutrición induce inflamación y estrés oxidativo en el
estado postprandial. La hiperglucemia y la hiperlipidemia
postprandiales (o dismetabolismo
postprandial) son factores de riesgo en varias enfermedades. La incesante
acumulación de estos trastornos durante los continuos estados postprandiales
que caracterizan al estilo de vida moderno puede contribuir a la fisiopatología de desordenes metabólicos y reproductivos.
La ingesta de nutrientes dispara una respuesta
inflamatoria y oxidativa a nivel celular que altera el estatus metabólico de los tejidos. El estrés oxidativo
postprandial después de la ingesta de
carbohidratos, lípidos y proteínas provoca cambios en diferentes tejidos incluyendo tejido
adiposo, músculo esquelético, hígado y células β pancreáticas. La
interacción entre un tejido
metabólicamente alterado y los nutrientes agrava el estrés oxidativo y, en
última instancia, inicia un interminable ciclo vicioso. El tejido adiposo es un
órgano endocrino con múltiples acciones metabólicas y hormonales, con un rol
central en la captación de glucosa
mediada por insulina que contribuye al balance metabólico del cuerpo
humano. El metabolismo oxidativo y la
producción de ROS tienen sus roles en la función del tejido adiposo. Hay diferentes fuentes intracelulares de ROS en los adipocitos. En
primer lugar, aunque los adipocitos no son considerados células puras de producción de energía, las ROS pueden derivar de las
mitocondrias y la sobrecarga de
sustratos de la CTE. Adicionalmente, varias enzimas pueden promover la
producción de ROS en los adipocitos, incluyendo a la NADPH oxidasa. La NADPH oxidasa 4 (NOX4) es la principal isoforma
de la enzima en los adipocitos y su expresión aumenta en las células grasas
expuestas a un exceso de derivados de nutrientes como glucosa o palmitato. La inhibición de la
NOX4 impide la generación de ROS estimulada
por palmitato y glucosa, lo cual subraya la importancia de fuentes extra-mitocondriales de ROS en los
adipocitos. Por otra parte, la NOS
contribuye significativamente a la generación de ROS. La NOS endotelial (eNOS)
y la NOS inducible (iNOS) son abundantes
en los adipocitos y su expresión
es particularmente alta en el tejido adiposo blanco de pacientes obesos,
lo que sugiere que la obesidad es
acompañada por un estatus oxidativo alterado que tiene un impacto desfavorable sobre la utilización
postprandial de nutrientes.
Las ROS tienen un potencial rol fisiológico en la función metabólica del
tejido adiposo. Varios estudios reportan que la insulina puede provocar la producción de H2O2
en los adipocitos. Esta producción transitoria de H2O2
amplifica la cascada de señalización de la insulina, aumenta la translocación
de transportadores GLUT y por
consiguiente la captación de glucosa. Adicionalmente promueve la
síntesis de lípidos e inhibe la lipólisis. Por otra parte, después de la ingesta de una
comida mixta tiene lugar una respuesta inflamatoria en el tejido adiposo. Esto ha sido demostrado
en ratas y humanos. Más aún, los sujetos con síndrome metabólico que consumen
por mucho tiempo una dieta rica en grasas monosaturadas tienen atenuada la
respuesta inflamatoria postprandial en el tejido adiposo en comparación con los
sujetos que consumen una dieta rica en grasas saturadas. Además
de la estimulación directa de rutas inflamatorias, una dieta rica en
grasas puede inducir inflamación local
en el tejido adiposo a través de la liberación
de un exceso de AGL. Los efectos
de los AGL sobre las rutas inflamatorias
son mediados por receptores
similares a Toll (TLR-4), los cuales promueven la acumulación de macrófagos en
el tejido adiposo y la secreción de citoquinas. Los elevados niveles de AGL
resultan en un incremento del estrés oxidativo, vía activación de la NADPH
oxidasa. El estrés oxidativo, a su vez, provoca una desregulación de la
secreción de adipoquinas. Por lo tanto, el estrés oxidativo inducido por
nutrición provoca un estatus redox adverso
que puede interferir en el rol de
los radicales libres en el tejido adiposo.
El músculo esquelético es considerado un órgano puro de
producción de energía y posee gran cantidad de mitocondrias que ejercen un rol
regulador en la homeostasis energética. Después de la ingesta de nutrientes, la
insulina promueve la captación de glucosa
en el músculo esquelético a través de transportadores GLUT4. Esto es una etapa critica en las rutas metabólicas del
cuerpo, pues la utilización de combustible debe ajustarse a la
disponibilidad del mismo. La capacidad
del músculo esquelético para cambiar su
condición metabólica de un órgano con mucha
oxidación de lípidos y altas
tasas de captación de ácidos grasos durante la condición de ayuno por la
supresión de la oxidación de lípidos y una alta tasa de captación, oxidación y
almacenamiento de glucosa bajo
condiciones estimuladas por la insulina es conocida como flexibilidad
metabólica. La incapacidad para cambiar
el uso de lípidos por carbohidratos (inflexibilidad metabólica) se observa en
pacientes obesos y está asociada con la
acumulación intramiocelular de lípidos y resistencia a la insulina. Varios factores determinan la flexibilidad
metabólica de un organismo, incluyendo la disponibilidad de nutrientes, los
niveles plasmáticos de AGL, la disponibilidad del tejido adiposo para almacenar
lípidos y el estatus de actividad física. Otro factor que puede estar implicado en la
flexibilidad metabólica es la capacidad
oxidativa mitocondrial. Aunque los datos en la literatura son contradictorios,
se ha propuesto que las anormalidades mitocondriales del músculo
influyen en la flexibilidad metabólica para los lípidos e inducen resistencia a la insulina.
Cuando la ingesta de calorías excede al gasto de energía como consecuencia de una comida rica en grasas, o por sobrealimentación, altas
concentraciones de sustratos energéticos, como glucosa y AGL, se acumulan
intracelularmente en el músculo
esquelético. La alta entrada de glucosa
resulta en un aumento del flujo glucolítico y la oxidación de la glucosa
que sobrepasa al ciclo de Krebs y
la capacidad de la CTE provocando en última instancia un
aumento de la formación de O2- y estrés oxidativo. Este
exceso de ROS promueve la inhibición de la enzima glucolítica sensible a redox
gliceraldehido 3-fosfato deshidrogenasa (GADPH). El resultado de la inhibición de la GADPH es
el aumento del flujo de metabolitos de la glucosa a través de múltiples rutas
metabólicas, incluyendo formación de AGE, biosíntesis de hexosaminas y síntesis
de DAG vía activación de la PKC provocando exacerbación del estrés oxidativo e
interferencia con la señal insulina. Los elevados niveles plasmáticos de AGL
también alteran la señal insulina en el músculo esquelético. Adicionalmente,
los AGL activan rutas inflamatorias. La lipotoxicidad también está
asociada con estrés del retículo
endoplasmático (RE). Los hábitos dietéticos
también pueden afectar los procesos metabólicos fisiológicos en el
músculo esquelético a través de alteraciones de la biología y función de las
mitocondrias. Por ejemplo, la sobrealimentación y las dietas ricas en grasas
promueven disfunción mitocondrial, con disminución de la síntesis de ATP,
alteración de la expresión de genes mitocondriales e incremento de la formación
de ROS. Como resultado, se inicia un ciclo vicioso en el cual las anormalidades
mitocondriales exacerban la disfunción metabólica del músculo esquelético.
La sobrealimentación o las dietas ricas en grasas
provocan un incremento en al aporte de
AGL en el hígado y la acumulación
intracelular de lípidos, lo cual tiene un efecto perjudicial en el
metabolismo hepático. Los niveles
aumentados de malonil CoA en el hígado promueven la síntesis de novo de ácidos
grasos e inhiben la actividad de la carnitina palmitoiltransferasa-1 (CPT-1).
Como resultado, los ácidos grasos no pueden ser oxidados en las mitocondrias y
son desviados a otras rutas
biosintéticas, provocando la formación
de TAG, DAG y ceramidas. Estos lípidos inician varias cascadas
inflamatorias que desregulan la señal insulina, incluyendo las rutas PKC y c-jun NH-terminal quinasa (JNK). La
sobrealimentación y el aporte masivo de sustratos exponen al RE a una pesada
carga anabólica que promueve
alteraciones de las proteínas y estrés del RE, lo cual a su vez promueve la
producción de ROS y la activación de
señales inflamatorias. Por otra parte, la acumulación intrahepatocelular de
lípidos resulta en alteración de la producción hepática de glucosa mediada por
insulina y dislipidemia que se caracteriza por una elevada secreción de
VLDL-triglicéridos combinada con un elevado aclaramiento de
HDL-colesterol.
El estrés oxidativo puede comprometer significativamente
la función de las células β del páncreas porque innatamente son muy sensibles
al estrés oxidativo. En un experimento con ratas, las células β expuestas a H2O2
activaron la producción del inhibidor
de la quinasa dependiente de ciclina p21 y disminuyeron el ARNm de insulina al tiempo que redujeron
el flujo de ATP y calcio en mitocondrias
y citoplasma. Por otra parte, las
células β tienen bajos niveles de enzimas antioxidantes (SOD, catalasa y
glutatión peroxidasa) y son más sensibles a la acción adversa de las ROS. Por
lo tanto, el estrés oxidativo, inducido por los elevados niveles de glucosa y
AGL, la inflamación crónica y la resistencia a la insulina actúan directamente
en las células pancreáticas y alteran la secreción de insulina. En los pacientes diabéticos, la elevación
crónica de los niveles plasmáticos de glucosa y AGL tienen efectos
perjudiciales en la función de las células pancreáticas. El estrés oxidativo y la generación aberrante
de radicales libres pueden ser uno de los mecanismos que subyacen
a estos daños. Adicionalmente, la hiperglucemia por si misma puede disparar la formación mitocondrial de ROS en las
células β pancreáticas y promover un microambiente local oxidativo, el cual a
su vez activa múltiples rutas metabólicas
que exacerban el estrés oxidativo, incluyendo la inflamación de bajo
grado crónica y la producción de AGE que deterioran la función de la célula β.
En conclusión, la nutrición puede generar estrés oxidativo y disparar una cascada de eventos moleculares que alteran el balance
oxidativo y hormonal. La ingesta de nutrientes promueve una respuesta inflamatoria y oxidativa a nivel
celular en el estado postprandial que altera el estatus metabólico de los tejidos. Como resultado, se genera una
serie de cambios metabólicos
desfavorables en los principales órganos
metabólicos, incluyendo tejido adiposo, músculo esquelético, hígado y
páncreas. En estos órganos puede tener
lugar inflamación subclínica, disfunción endotelial, desregulación mitocondrial y alteración en la respuesta a -y la secreción de- insulina. En este
contexto, la nutrición y su acompañante el estrés oxidativo postprandial, pueden
potencialmente comprometer las funciones metabólicas normales y actuar
como un mediador de varios desordenes
metabólicos.
Fuente: Diamanti-Kandarakis E et al (2017). Nutrition as a mediator of oxidative stress in
metabolic and reproductive disorders in women. European Journal of Endocrinology 176:
R79-R95.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario