Autofagia,
disglucemia e infarto de miocardio
El infarto de miocardio (IM) ocurre cuando la isquemia,
una disminución del aporte sanguíneo
del corazón, excede un umbral crítico y supera los mecanismos de
reparación celular diseñados para mantener la función normal del miocardio y la
homeostasis. La isquemia por un período extenso en este nivel crítico
resulta en daño celular irreversible. La
autofagia es un mecanismo de muerte celular
a través del cual las proteínas, macromoléculas y organelos dañados son
degradados por la maquinaria lisosomal. Estudios recientes involucran a la
autofagia en la fisiopatología del IM.
Por otra parte, la disglucemia (hiperglucemia e hipoglucemia) ha sido asociada
con alta mortalidad en pacientes con IM.
Sin embargo, pocos estudios han evaluado directamente la relación entre
autofagia, disglucemia e IM. En modelos animales de IM se ha encontrado que
tanto la hiperglucemia como la hipoglucemia, comparadas con la euglucemia,
están asociadas con un incremento de la
autofagia en la zona isquémica o
infartada del miocardio.
La degeneración celular del miocito es un fenómeno
prominente en la falla del miocardio
humano. El mecanismo por el cual los miocitos, células terminalmente
diferenciadas, mueren y eventualmente
desaparecen del tejido no está completamente claro. En los años recientes, se
ha sugerido que los mecanismos de muerte celular incluyen, además de la
apoptosis y la necrosis, a la autofagia. Sin embargo, a diferencia de la
apoptosis programada o la necrosis,
ninguna ruta específica de muerte por autofagia
ha sido identificada. Actualmente, hay considerable debate acerca de si la autofagia es un fenómeno adaptativo, mal-adaptativo o
un epifenómeno asociado con alguna
patología subyacente. La autofagia es un proceso catabólico esencial para mantener la
homeostasis del miocardio que aporta nutrientes para la síntesis de proteínas
esenciales durante el ayuno y por lo tanto ayuda a extender la supervivencia de
la célula. Aunque la autofagia no es selectiva, en condiciones de estrés
oxidativo remueve efectivamente mitocondrias dañadas oxidativamente,
peroxisomas y retículo endoplásmico. Entonces, la autofagia puede proteger a
las células de la apoptosis y otros daños, pero en exceso puede destruir componentes celulares esenciales y provocar la muerte celular. Hay tres rutas
principales de autofagia: macroautofagia, microautofagia y autofagia mediada
por chaperona. La macroautofagia (o
simplemente autofagia) es la forma más común. La microautofagia es una forma
con pocas características. La diferencia más notable entre macroautofagia y microautofagia es que
en la última el citoplasma es englobado
directamente en un lisosoma/vacuola. La
autofagia mediada por chaperona es activada por situaciones de estrés
fisiológico como el ayuno prolongado. A
diferencia de las otras dos formas de autofagia, en la autofagia mediada por
chaperona, ningún tráfico vesicular es requerido para la ruta de
degradación de proteínas.
El proceso de autofagia se divide en varias etapas,
incluyendo inducción, reconocimiento y selección de la carga, formación de la
vesícula, fusión autofagosoma-vacuola y degradación de la carga y liberación de
los productos de la degradación en el citosol. Diferentes grupos de proteína
Atg están involucrados en estas etapas. Las proteínas Beclin 1(Atg6) y PI3K
clase III son necesarias para la etapa de nucleación de la vesícula. El
proceso de alargamiento de la vesícula
comprende dos sistemas de conjugación. Una ruta involucra la conjugación de Atg12 o Atg5 con la ayuda de Atg7 y Atg10. La segunda ruta involucra la
conjugación de fosfatidiletanolamina a Atg8 (cadena liviana 3 de la proteína
asociada a microtúbulo 1, LC3) por la acción secuencial de Atg4, Atg7 y Atg3. La conjugación permite la
conversión de la forma soluble de LC3
(LC3-I) a la forma asociada a vesícula
autofágica (LC3-II), la cual es usada como marcador de autofagia.
En el inicio y maduración de la autofagia están
involucrados varios complejos y rutas de
señalización. Las principales ruta de
señalización son nutriente insulina/factor de crecimiento, sensores
de energía, respuesta al estrés e infección por patógenos. El elemento central en la ruta nutriente insulina/factor de
crecimiento es TOR/mTOR. TOR (blanco de rapamicina) es una
serina/treonina quinasa involucrada en la mayoría de las rutas reguladoras que controlan la respuesta a los
cambios en las condiciones de
nutrientes y metabolismo energético. El TOR ejerce un efecto inhibitorio sobre la
autofagia y, en presencia de factores de crecimiento y abundancia de
nutrientes, es la principal señal
inhibitoria. La ruta mTOR es
regulada por la proteína quinasa activada por 5`-AMP (AMPK). Por otra parte, se
ha reportado que un contenido reducido de ATP podría inducir la autofagia. En
cultivos de miocitos cardiacos, la deprivación de glucosa causa una significativa reducción en los niveles de ATP. Más aún, una caída en
los niveles de ATP a menudo está asociada con un incremento en AMP. La AMPK, la
cual sirve como integrador general de
respuestas metabólicas a los cambios de
disponibilidad de energía, es activada
en respuesta a las elevaciones de la relación AMP/ATP. Por lo tanto, la
autofagia puede ser regulada hacia arriba por el AMP a través de la activación de la AMPK. Otra ruta de regulación de la autofagia es la FoxO
(Forkhead box transcription factor class O) que funciona en paralelo con la
ruta mTOR. Ambas rutas son reguladas hacia abajo por la señal
IGF-1/insulina-Ptdins-PKT/Akt. Entonces, la autofagia es regulada por dos mecanismos diferentes: inhibición no transcripcional por
mTOR y regulación hacia arriba dependiente de transcripción a través de FoxO.
El IM causado por la oclusión de una arteria coronaria
epicárdica provoca en pocas horas la
muerte irreversible de los
cardiomiocitos en el tejido irrigado por
la arteria. El IM también inicia una cascada
de cambios neurohormonales como
la remodelación del miocardio que tiende
a compensar la carencia de la función
contráctil causada por el infarto. Esto inicialmente mantiene el gasto cardiaco
y la perfusión de órganos vitales, pero
con el tiempo, estos mecanismo compensatorios fallan y hay un progresivo
deterioro de la función cardiaca. El
resultado final es un ventrículo izquierdo dilatado con pobre funcionamiento y
el síndrome clínico de insuficiencia
cardiaca. Entonces, uno de los factores más importantes para mejorar el
pronóstico después de un IM es la
atenuación de la remodelación miocárdica adversa. La inducción de autofagia por
inhibición de mTOR con everolimus (RAD) previene la remodelación del ventrículo izquierdo y limita el tamaño
del infarto. Ratas Wistar tratadas con
RAD (3,0 mg/kg/día) uno o tres días después del IM exhibieron, un mes después
del tratamiento, una significativa disminución del tamaño del infarto, mejoría
de la función sistólica y diastólica del ventrículo izquierdo y dimensiones
reducidas del ventrículo izquierdo en comparación con las ratas tratadas con vehículo. En los
estudios clínicos también se ha observado una significativa atenuación de la remodelación miocárdica en el grupo tratado con RAD. Por lo tanto, la
inhibición de mTOR reduce la remodelación post-IM y limita el tamaño del
infarto. La inhibición de mTOR incrementa
la autofagia y concomitantemente disminuye la actividad proteasoma especialmente en la zona de los bordes del miocardio infartado.
La autofagia también promueve la supervivencia de los cardiomiocitos. En corazones sometidos
a IM reperfundido, la autofagia es
activada primero por mecanismos
dependientes de AMPK durante el período isquémico, seguida por autofagia
dependiente de Beclin-1 después del establecimiento del reflujo. En este modelo, la
autofagia promueve la supervivencia de los cardiomiocitos durante la fase (isquémica) dependiente de AMPK, pero
se vuelve perjudicial durante la fase
(reflujo) dependiente de Beclin-1. La autofagia también es
cardioprotectora porque el complejo
autofagosoma-lisosoma degrada proteínas, lo cual genera una gran cantidad de aminoácidos
libres y ácidos grasos para mantener el
aporte de energía mitocondrial y mejorar la supervivencia celular. En
segundo lugar, la autofagia protege a los miocitos cardiacos de la necrosis
removiendo mitocondrias dañados. En
tercer lugar, la autofagia protege los
miocitos cardiacos degradando
proteínas estructurales desordenadas, las cuales son peligrosas para los
cardiomiocitos. Adicionalmente, la autofagia mantiene la función del ventrículo
izquierdo durante el ayuno a través de
un FoxO funcional. Muchos estudios
reportan que la autofagia tiene un efecto cardioprotector durante el IM. Sin embargo, algunos
estudios han demostrado que la
regulación hacia arriba de la autofagia puede
provocar la muerte de los miocitos
después de la isquemia/reperfusión, la excesiva autofagia puede facilitar
la muerte de los miocitos durante el IM.
Varios estudios de
los años 1980-1990 reportan que la
hiperglucemia está relacionada con una mayor incidencia de mortalidad. Los
resultados de estos estudios demuestran
que el riesgo relativo de mortalidad en pacientes no diabéticos con IM con
nivel de glucosa en la admisión >6,1 mmol/L fue de 3,9 en comparación con
pacientes euglucémicos. Entre los pacientes IM con diabetes, aquellos con niveles >10,0 mmol/L en la admisión
tenían un incremento de 70% en el riesgo
relativo de mortalidad en comparación con pacientes no diabéticos
euglucémicos. Estudios más recientes han confirmados estos hallazgos y demuestran incrementos significativos en el
riesgo de mortalidad así como de
insuficiencia cardiaca en pacientes IM
hiperglucémicos. Por otra parte, hay evidencia que la hipoglucemia (nivel de
glucosa en admisión <3,3 mmol/L) está
asociada con mayor mortalidad en pacientes con IM. En este contexto, la
investigación DIGAMI-2 (diabetes mellitus, infusión insulina glucosa en infarto
de miocardio agudo) demostró que la hipoglucemia (nivel de glucosa <3,0
mmol/L en admisión) durante la hospitalización inicial no fue un factor de
riesgo independiente para la futura
morbilidad o mortalidad en pacientes con
diabetes tipo 2 e IM. Los mecanismos exactos que subyacen a la asociación de hiper/hipoglucemia y mayor mortalidad no
han sido definitivamente establecidos. Sin embargo, estudios fisiológicos
demuestran que niveles altos de glucosa
en pacientes con IM están asociados con
mayor concentración de ácidos grasos, resistencia a la insulina y alteración en
el uso de la glucosa en el miocardio, por lo que aumenta el consumo de oxígeno
y potencialmente el empeoramiento de la isquemia. La hipoglucemia y los cambios
rápidos en la glucosa sanguínea incrementan los niveles de las hormonas
contrarreguladoras como adrenalina y
noradrenalina, lo cual puede inducir vasoconstricción, agregación plaquetaria e
isquemia. Más aún, se ha demostrado que
la deprivación de glucosa induce autofagia a través de la activación de la AMPK
en miocitos cardiacos. Un estudio reciente reporta que la deprivación de
glucosa induce la translocación de FoxO1
en el núcleo donde activa la transcripción de genes involucrados en la autofagia. FoxO1 es altamente expresado en el corazón y regula
la autofagia activando la transcripción de genes Atg. Otro estudio reporta que la
desacetilación de FoxO1 por Sirt1 es una
etapa esencial para la autofagia en los miocitos cardiacos privados de glucosa. En las ratas con
mutación de FoxO1 no ocurre la desacetilación
por Sirt1 y por lo tanto no se puede
inducir la autofagia. Estos hallazgos
sugieren que el FoxO1 es requerido para
la autofagia inducida por la
deprivación de glucosa.
En conclusión, la autofagia surge como un novel mecanismo de muerte celular involucrado en el proceso fisiopatológico del
IM y la modulación de la autofagia puede
ser considerada como una prometedora
modalidad de tratamiento para el IM. Por otra parte, la disglucemia ha sido
asociada con mayor mortalidad en pacientes con IM y la autofagia puede ser
una potencial ruta a través de la cual la disglucemia tiene un impacto sobre el
desenlace del IM. La autofagia puede tener cuatro impactos principales sobre el
IM en condiciones de disglucemia. El primero es que la autofagia limita el tamaño del infarto vía inhibición de mTOR.
El segundo es que la autofagia promueve la supervivencia de los cardiomiocitos
a través de la depleción de ATP. El tercero es que la autofagia protege a los
cardiomiocitos del daño por degradación. El cuarto es que la autofagia mantiene
la función del ventrículo izquierdo a través de FoxO1. Por lo tanto, la
capacidad para modular la autofagia
puede representar una potencial estrategia terapéutica para el IM. Sin
embargo, dilucidar las rutas precisas de autofagia así cómo y cuándo manipular
la autofagia son tareas pendientes.
Fuente: Xiao-Fang T et al (2017). Autophagy, dysglycemia and myocardial infarction.
IJC
Metabolic & Endocrine 14: 40-44.
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