Inmunometabolismo
en macrófagos y células dendríticas
Los procesos metabólicos como la glucólisis, el ciclo de
Krebs y el metabolismo de ácidos grasos tienen efectos altamente
específicos sobre la función de los
macrófagos y las células dendríticas (CD). La manipulación de estas rutas puede
alterar dramáticamente el funcionamiento de estas células de manera específica.
Los macrófagos y las CD son críticos para la inmunidad innata y adquirida.
La reprogramación metabólica refleja las respuestas de las células a cambios críticos en el ambiente. Por ejemplo, en condiciones de
tensión normal de O2, las células pueden usar la fosforilación
oxidativa para generar ATP. Los
componentes críticos de la cadena transportadora de electrones usan NADH y FADH
generadas como resultado de reacciones
en el ciclo de Krebs, el cual a su vez es alimentado por la glucosa, los ácidos
grasos y la glutamina. Por el contrario, cuando la tensión de O2 es
baja, las células pueden generar ATP a través de la glucolisis,
independientemente de la fosforilación
oxidativa, pero esta ruta es altamente dependiente de la glucosa como fuente de
energía. Las rutas metabólicas son esenciales para el intercambio de carbonos
entre azucares, ácidos grasos, ácidos nucleicos y proteínas, por lo
tanto la flexibilidad metabólica puede
jugar un rol crítico cuando cambian las
condiciones de oxigenación. Esto puede
ser de gran importancia cuando una célula se enfrenta con diferentes demandas
funcionales. En este contexto, un trabajo reciente enfatiza el hecho que cambios en los eventos
metabólicos de las células inmunes
pueden ser iniciados no sólo por los nutrientes y las condiciones de
oxigeno, sino también por eventos de reprogramación. Entonces, las células
inmunes tienen el potencial para cambios
metabólicos en respuesta a las señales instruccionales recibidas de otras
células o por cambios en el ambiente no relacionados con nutrientes o disponibilidad de oxigeno,
como señales peligrosas o antígenos, por ejemplo.
El “inmunometabolismo” gobierna el fenotipo
de las células inmunes a través
del control de eventos transcripcionales
y post-transcripcionales que son centrales para la activación. Esto está muy claro en los macrófagos, aunque también es una característica de la polarización de células T y la activación de CD. Los
estudios iniciales sobre el metabolismo
de los leucocitos encontraron evidencia
de un incremento en el consumo de oxigeno durante la fagocitosis, el cual fue
identificado como el sistema NADPH oxidasa generador de radicales de oxigeno. También
se observó que los monocitos usan la
glucolisis cuando fagocitan partículas, mientras que los macrófagos usan la
fosforilación oxidativa. Más aún, el aumento en la captación de glucosa es un
hecho bastante conocido de los
macrófagos activados por lipopolisacaridos (LPS). Un trabajo más reciente ha confirmado que un cambio hacia la glucólisis
y la síntesis de ácidos grasos y ausencia de ciclo de Krebs y oxidación de
ácidos grasos, convierte en proinflamatorio a un macrófago. Esto puede ser
activado agregando LPS y el cambio metabólico es critico para aumentar la producción de
citoquinas proinflamatorias,
particularmente IL-1β. Una situación similar se observa en las células T, donde la glucólisis es necesaria para la función de Th17 (el
linfocito inflamatorio), pero si la glucólisis es bloqueada, entonces la célula
T se vuelve célula T reguladora, la cual es antiinflamatoria. El cambio hacia
la glucólisis de los macrófagos
activados por LPS y las células Th17 es llamado efecto Warbug (o glucólisis
aeróbica). La pregunta clave es cómo los cambios en el metabolismo y los cambios en los niveles de los
metabolitos son capaces de facilitar las actividades especializadas de estas
células.
Los macrófagos activados con LPS (también llamados M1 o
macrófagos activados clásicamente) son proinflamatorios y tienen un perfil
metabólico muy diferente al de los macrófagos activados con IL-4 (también
llamados M2 o macrófagos activados alternativamente), los cuales están más involucrados en la resolución de la inflamación y la resistencia a los helmintos. Los
macrófagos M1 utilizan el metabolismo de Warburg, mientras los macrófagos M2
utilizan la fosforilación oxidativa. Los procesos que manejan el cambio glucolítico en los macrófagos M1 son regulados hacia
abajo en los macrófagos M2. Un ejemplo es que los macrófagos M1 expresan
μ-PFK2, una isoforma de la fosfofructoquinasa-2 que es altamente activa en la
promoción de la glucólisis. Por el contrario, los macrófagos M2 expresan la
isoforma PFKFB1, la cual es mucho menos
activa. En los macrófagos M2, el ciclo de Krebs tiene primacía sobre la
glucólisis. En particular, la oxidación de ácidos grasos es crítica para
alimentar al ciclo de Krebs en estas células. La fuente de ácidos grasos para
la oxidación son los triglicéridos, los cuales son tomados por los macrófagos M2 vía CD36 para su hidrólisis por la lipasa ácida en los lisosomas. La IL-4
induce esta enzima, posiblemente vía
STAT6. Si la lipólisis es inhibida, el macrófago M2 se vuelve menos capaz para mediar la resistencia a la infección por
helmintos.
¿Por qué los macrófagos M1 y M2 adoptan diferentes tipos de metabolismo en su
activación? Una posibilidad es que el cambio a la glucolisis en los macrófagos
M1 puede ser el adecuado para una
activación rápida como la requerida en sitios de infección o inflamación, mientras
la oxidación de ácidos grasos en los macrófagos M2 puede ser energéticamente
mejor para la supervivencia de las células en un período de tiempo
comparativamente prolongado. Aunque esta explicación puede tener cierto peso,
un estudio reciente indica que la reprogramación de rutas metabólicas después
de la activación clásica o alternativa tiene importantes funciones adicionales.
El estudio revela que en el macrófagos M1 el ciclo de Krebs es cortado en dos
lugares: después del citrato y después del succinato, ambos metabolitos se
acumulan y tienen funciones específicas. Es bien conocido que en los macrófagos
inflamatorios hay una fuerte inducción
de la enzima citrato sintetasa, lo cual provoca la acumulación de
citrato. Por el contrario, el macrófago M2 tiene un ciclo de Krebs intacto y
está especializado en generar intermediarios para la glucosilación de
proteínas. Estos hallazgos demuestran que la reprogramación metabólica permite a las células iniciar la
síntesis de importantes y definitivas
moléculas que son esenciales para
distintas funciones celulares.
La acumulación de citrato en los macrófagos M1 es especialmente relevante para la producción
de tres mediadores que tienen una gran contribución en el rol proinflamatorio de estas células.
Estos mediadores son: NO, ROS y prostaglandinas. Los LPS inducen la expresión
del transportador de citrato en las mitocondrias y el citrato es utilizado para
sintetizar fosfolípidos, una fuente del ácido araquidónico necesario para la
síntesis de prostaglandinas. Para la producción de NO, el citrato puede generar,
vía enzima málica y piruvato, NADPH que puede
ser usada por la iNOS para generar NO. La NADPH oxidasa también usa NADPH para
generar ROS. La NADPH también puede ser
generada por la ruta pentosa fosfato, la cual es regulada hacia arriba en los
macrófagos activados por LPS. Los macrófagos M2 no producen NO debido a un
incremento en la expresión de arginasa
que disminuye los niveles de arginina necesaria para la producción de NO.
Otra consecuencia de la acumulación de citrato en los
macrófagos M1 es la síntesis de ácido itacónico. El itaconato, un ácido
orgánico nonamino, es el producto de una enzima codificada por el gen de
respuesta inmune 1 (Irg1) y convierte cis-aconitato (derivado del citrato) en
ácido itacónico. Este metabolito tiene propiedades antimicrobianas, con un
particular efecto que limita la viabilidad de Salmonella typhimurium y
Micobacterium tuberculosis. Este es uno
de los mejores ejemplos de cómo la
reprogramación metabólica influye en la
función efectora de los macrófagos: la acumulación de citrato produce ácido itáconico, el cual limita
directamente la viabilidad de agentes
patógenos.
Una consecuencia de la acumulación de succinato en los macrófagos
activados por LPS es la inducción de IL-1β, un mediador inflamatorio. La
producción de IL-1β en los macrófagos M1 necesita del efecto Warburg. Para ello
se requieren dos señales. La señal 1, manejada por receptores inmunes innatos,
induce la transcripción de pro-IL-1β. La
señal 2 activa el inflamasoma y es manejada por múltiples estímulos, incluyendo
ATP y varios materiales que son fagocitados. Ambas señales están involucradas
en la reprogramación metabólica. Primero, en la señal 1, la acumulación de succinato
(posiblemente causada por la inhibición de la succinato deshidrogenasa por el
itaconato) provoca la activación de HIF1α (a través de la inhibición de la
prolil hidroxilasa). El HIF1α induce directamente a la IL-1β porque el gen
promotor para la IL-1β contiene un sitio para la unión con HIF1α. Segundo, el inflamasoma NLRP3 necesita
la glucólisis para su función. La hexoquinasa regula la activación de NLRP3
posiblemente a través de efectos sobre las mitocondrias.
Los macrófagos experimentan cambios epigenéticos durante
la estimulación, los cuales producen la
preparación para una estimulación posterior. Los cambios metabólicos permiten
los cambios epigenéticos que constituyen la base para la preparación. Esto es
llamado “inmunidad entrenada” o “memoria inmune innata”. La glucólisis es un proceso fundamental en la inmunidad entrenada. Por otra parte, un
hallazgo reciente relaciona al receptor nuclear ERRα, un regulador del
metabolismo energético y la biogénesis mitocondrial, con la enzima A20, un
regulador negativo de la inflamación en múltiples enfermedades humanas como la
artritis reumatoidea y el asma. El ERRα se une directamente al promotor del gen
A20 e incrementa su expresión. Los ratones con deficiencia de ERRα son
altamente susceptibles al shock séptico inducido por LPS y tienen elevada la
glucólisis y disminuida la fosforilación oxidativa. El perfil metabólico de los macrófagos activados por IL-1β es muy distinto al de los macrófagos
activados por LPS/interferón γ, pues el ciclo de Krebs está intacto en esas
células. Una característica importante
es el metabolismo de glutamina a
UDP-GlcNAC necesario para la glucosilación
de receptores lectina o manosa, lo cual es requerido para el
reconocimiento de los agentes patógenos. La privación de glutamina o la
inhibición de la N-glucosilación
disminuyen la polarización de los
macrófagos M2.
Las CD producen
mediadores, como quimioquinas o citoquinas,
que afectan la biología de otras células
en el ambiente. Es decir, son capaces de degradar proteínas que toman
del ambiente para presentar epítopes en el contexto de MHC I o MHC II para
estimular células T e iniciar la inmunidad adaptativa. El cambio de célula en reposo a célula activada es muy marcado e involucra una transición en la cual la célula se vuelve más dendrítica,
más secretora y más interactiva con otras células. Estos cambios en la biología
de las CD son acompañados por cambios
profundos en el metabolismo celular que
son esenciales para el proceso de activación. La activación de las CD en
respuesta a agonistas TLR causa un
marcado incremento en el consumo de glucosa y la producción de ácido láctico. La
importancia de la glucosa para la activación de las CD es ilustrada por el hallazgo que la inhibición de la hexoquinasa, la
primera enzima en la ruta de la glucólisis,
bloquea fuertemente el proceso de activación. En las CD, la producción
de lactato después de la activación no
refleja que el metabolismo de Warburg sea el mecanismo de producción de ATP porque durante ese tiempo el ATP es
proporcionado por la fosforilación oxidativa. Más bien, la glucolisis satisface
la necesidad citrato de las CD activada. El citrato de las mitocondrias llega
al citoplasma a través de
transportadores SLC25A y es importante para la síntesis de ácidos grasos, los
cuales están relacionados con el requerimiento
de las CD activadas de incrementar el tamaño de los organelos
involucrados en la síntesis y secreción
de proteínas como el retículo endoplasmático y el aparato de Golgi.
El crecimiento celular
requiere un metabolismo anabólico
y esto puede ser regulado por mTORC1 y receptores de factores de crecimiento.
En este contexto, se ha demostrado que el inhibidor de mTOR, rapamicina,
actúa sobre CD derivadas de monocitos
humanos para inhibir selectivamente la expresión de IL-6, IL-10 y posiblemente
TNF para disminuir su inmunogenicidad. No obstante, en algunas circunstancias,
la rapamicina puede promover la inmunogenicidad de las CD extendiendo su
longevidad. La AMPK, la cual es activada por AMP, antagoniza al mTOR y promueve
un metabolismo catabólico, en parte induciendo la expresión de PGC-1α, un
regulador clave del metabolismo energético que promueve la biogénesis mitocondrial y por lo tanto la capacidad de las células para oxidar ácidos grasos,
aminoácidos y glucosa y generar ATP. La
AMPK también promueve la autofagia que es un proceso catabólico. Por otra
parte, la activación de la AMPK puede disminuir la capacidad de las células para producir y presentar
complejos péptido antigénico-MHC a las células T, lo que las convierte en
tolerogénicas más que antígénicas. La
AMPK puede ser activada no solamente por cambios en la relación AMP/ATP, sino
también por cambios a nivel de los receptores de superficie, lo que indica que
las señales extracelulares pueden inducir cambios en el metabolismo que dictan
la función celular. Por ejemplo, la adiponectina es capaz de inhibir la
activación de CD promoviendo la producción de la citoquina antiinflamatoria
IL-10 a través de una ruta dependiente de AMPK.
Estos hallazgos indican que el
balance de inmunogenicidad versus
tolerogenicidad de las CD refleja el balance de metabolismo anabólico versus
metabolismo catabólico. En esencia, el
metabolismo anabólico puede ser inmunogénico y proinflamatorio mientras el
metabolismo catabólico puede ser tolerogénico y antiinflamatorio.
Las
CD son capaces de sensar el succinato extracelular a través del receptor de succinato
GPR91y aumentar el Ca2+ intracelular para promover su activación y
su habilidad migratoria. Las CD también pueden responder a través de receptores acoplados a proteína G
específicos al ácido graso de cadena
corta butirato, el cual es un producto de la microbiota intestinal, a la
adenosina y al ácido láctico. Estos metabolitos generalmente promueven la producción de IL-10 por las CD e
incrementan la tolerogenicidad.
En
conclusión, los macrófagos y las CD
llevan a cabo reprogramación metabólica
en respuesta a factores ambientales como la hipoxia o las alteraciones
de nutrientes, y también en respuesta a
señales peligrosas y citoquinas. Por lo tanto, la reprogramación
metabólica no es solamente una
consecuencia del nivel de oxígeno y nutrientes, también es manejada por señales
inmunes. Está claro que las señales extrínsecas e intrínsecas pueden regular rutas metabólicas y la
disponibilidad de metabolitos afectar cambios
en la función celular. Los metabolitos como el citrato y el succinato tienen un impacto directo sobre el funcionamiento
de los macrófagos. La inmunogenicidad y la tolerogenicidad de las CD son determinadas por procesos
anabólicos y catabólicos, respectivamente.
Las citoquinas y los niveles de nutrientes y oxígeno pueden influir en
el balance de metabolismo anabólico y
metabolismo catabólico. El mTOR y la AMPK son importantes reguladores de este
balance metabólico. La glucólisis y el ciclo de Krebs apoyan procesos biosintéticos que son críticos para
la activación de las CD. Por el contrario, la autofagia y
la oxidación de ácidos grasos pueden
crear un estado en el cual las CD son tolerogénicas.
Fuente:
O`Neill LAJ y Pearce EJ (2016). Immunometabolism
governs dendritic cell and macrophage function. Journal of Experimental Medicine 213: 15-23.
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