El tejido
adiposo y la reganancia de peso
El control biológico del peso corporal involucra una
compleja asa de retroalimentación entre
el cerebro y la periferia. Este sistema de retroalimentación se adapta cuando
la ingesta de energía es restringida. La
respuesta adaptativa involucra cambios coordinados en cerebro, intestino, músculo, hígado, tejido
adiposo y sistema neuroendocrino que culminan
en un efecto concertado sobre el
balance energético. Las adaptaciones homeostáticas de la pérdida de peso involucran señales neuroendocrinas de la periferia al cerebro que conducen un mensaje de depleción de energía y baja
disponibilidad de nutrientes. Las señales
de depleción de energía y
privación de nutrientes crean un perfil
neural “anabólico” en el hipotálamo y el cerebro anterior que incrementa el
apetito y envía señales eferentes para
aumentar la eficiencia metabólica en los tejidos periféricos. La respuesta a estas señales integradas es que aumenta el
apetito y disminuye el gasto de energía.
Entre el apetito y el gasto de energía se crea un “gap” energético y para mantener la
disminución en el peso corporal, la ingesta de alimentos debe ser
cognitivamente (en humanos) o
forzadamente (en animales) restringida. Después
de la pérdida de peso, y durante el mantenimiento del nuevo peso, el “gap”
energético refleja la magnitud de los esfuerzos diarios para mantener el peso
reducido. Cuando los esfuerzos para
restringir la ingesta fallan, ocurre una sobrealimentación y los nutrientes en exceso son rápidamente aclarados y almacenados con
lo cual comienza un nuevo estado de sobrepeso. La presión para continuar la
sobrealimentación persiste hasta que se
decide una nueva pérdida de peso. En
algunos casos, las presiones biológicas pueden llevar a una ganancia de
peso que sobrepasa el peso original.
El entendimiento del “gap” energético, provocado por presiones
biológicas, surge a partir de estudios
preclínicos de reganancia de peso en
modelos de obesidad inducida por dieta. El “gap” energético es influenciado de
manera predecible por la composición de la dieta, la duración del tiempo de
mantenimiento del nuevo peso después de la pérdida de peso y los niveles de
actividad física. La reganancia de peso,
producto únicamente de presiones biológicas, refleja una curva de crecimiento
de primer orden, en la cual el “gap” energético
disminuye en la medida que la obesidad progresa. En este contexto, la
magnitud del “gap” energético será mayor
en el nadir del nuevo peso después de la pérdida de peso. Los estudios indican que la magnitud del “gap” energético aumenta gradualmente en
la medida que el animal mantiene reducido su peso con una dieta baja en
energía.
El tejido adiposo blanco
es un nodo crítico en el sistema
homeostático que controla el peso
corporal y juega un rol importante en el proceso biológico de la reganancia de peso después de una pérdida de peso. El
tejido adiposo es un órgano dinámico y multifuncional con diferentes tipos de
células. En el tejido adiposo, la mayor parte de la energía es almacenada en
forma de triglicéridos, los cuales
constituyen el principal parámetro para la regulación a largo plazo de
la homeostasis energética. En el proceso de ganancia, pérdida y reganancia de
peso, los adipocitos y las células de soporte
experimentan remodelaciones sustanciales para acomodar la ganancia o la
pérdida de energía. Como integrante del
sistema de retroalimentación, el tejido adiposo
interactúa con el cerebro y los tejidos
periféricos para ajustar apropiadamente el nivel de energía almacenada.
La pérdida de peso es acompañada por una dramática
reducción en el tamaño de los adipocitos, la cual es revertida con la
reganancia de peso. Los estudios en humanos y roedores sugieren que el tamaño del
adipocito es el aspecto más cambiante de
las características de celularidad de la pérdida y reganancia de peso. Durante
la pérdida de peso, los depósitos de energía son movilizados de los adipocitos
y éstos se vuelven más pequeños. Por el
contrario, durante la ganancia y reganancia de peso, la energía es acumulada y
los adipocitos se vuelven más grandes. El amplio rango de tamaño del adipocito
proporciona mucha flexibilidad para la cantidad de energía que puede ser
almacenada. Sin embargo, cuando el
adipocito cambia de tamaño por
movilización o acumulación de energía, la matriz extracelular debe ser remodelada
para acomodarse al cambio de tamaño. La
pérdida de peso causa un estrés celular en los adipocitos que resulta en un
perfil metabólico alterado y ese estrés podría ser liberado a través del incremento en el almacenamiento
de lípidos.
La pérdida de peso
no produce cambios significativos en el número de adipocitos en el
tejido adiposo. Por mucho tiempo se ha aceptado que los adipocitos producidos en la pubertad representan la población de células que persiste por el resto de la
vida. Por lo tanto, el número de
adipocitos en individuos normales y
sanos debería mantenerse relativamente constante a través de la vida adulta Sin
embargo, hay condiciones en las cuales
puede aumentar el número de adipocitos. En roedores, en la etapa inicial de la
obesidad reincidente se observa la
emergencia de una población de adipocitos muy pequeños (<20μm) que
aumenta el número total de adipocitos. Este
incremento en el número de células
persiste durante todo el proceso de reincidencia de la obesidad y acompaña al aumento de tamaño de los
adipocitos. Por otra parte, estudios
recientes han revelado que se producen nuevos adipocitos en los adultos y que los adipocitos maduros son aclarados con alguna regularidad. La
generación de nuevos adipocitos comprende dos etapas: (i) la proliferación de
preadipocitos y (ii) la diferenciación de los preadipocitos en adipocitos funcionales, capaces de almacenar y liberar energía. El aclaramiento de los adipocitos maduros es
menos conocido pero se piensa que podría involucrar el reclutamiento de
macrófagos. La generación de nuevas células y el aclaramiento de células
maduras se mantienen, en general, en un alto nivel de balance en los individuos
obesos.
En los sujetos obesos, en respuesta a la pérdida de peso,
el tejido adiposo experimenta una regulación negativa de la expresión de genes
que incluye a casi toda las rutas metabólicas. Este efecto es parcialmente
revertido en la transición hacia el mantenimiento del peso y durante la
reganancia de peso por la expresión de un perfil que aumenta la conservación
de energía y la disminución de los
marcadores del estrés oxidativo y las citoquinas inflamatorias, conocidos por
su efecto inhibidor del apetito y por
aumentar el gasto energético.
La sensibilidad a la insulina tiene una relación inversa
con el tamaño del adipocito. Los
adipocitos pequeños exhiben mayor tasa
de captación de glucosa estimulada por insulina, mayores niveles de
oxidación de la glucosa y menor
sensibilidad a la acción anti-lipolítica de la insulina. Adicionalmente, los
adipocitos más pequeños expresan genes
que favorecen el almacenamiento de energía, exhiben menos lipólisis inducida por catecolaminas y una tasa más
baja de recambio de los lípidos almacenados. La mayor capacidad lipolítica y de
recambio de triglicéridos en los adipocitos más grandes está asociada
con mayores niveles de lipasa de triglicéridos, lipasa sensible a
hormonas y lipoproteína lipasa. La lipogénesis de novo es regulada negativamente en la medida que
los adipocitos aumentan de tamaño. Un estudio reciente sugiere que esta relación entre tamaño celular y función metabólica sirve para proteger al adipocito de una sobrecarga
de lípidos y una expansión continua, lo cual podría tener consecuencias
perjudiciales para la salud de la célula. En otro estudio, se postula que
cuando el tamaño del adipocito alcanza
un umbral crítico (100μm), la capacidad
para tomar y almacenar nutrientes
circulantes disminuye. Si realmente ese
umbral existe, la implicación es que el tejido adiposo tiene una capacidad
limitada para almacenar energía, en base
al número de adipocitos que contiene. Una vez que se alcanza esa capacidad, la generación de nuevos
adipocitos es la única vía para
almacenar más energía.
Los adipocitos tiene la capacidad de alterar sus perfiles metabólicos y por lo
tanto de cambiar su función. Por ejemplo, los adipocitos blancos por un proceso
de transdiferenciación pueden
convertirse en adipocitos marrones, los cuales en vez de almacenar, disipan
energía y, en la glándula mamaria, los adipocitos blancos también por
transdiferenciación se convierten en células epiteliales productoras de leche
durante la lactancia, un efecto que se
revierte después de la
involución de la glándula mamaria. La
versatilidad de perfiles metabólicos de
los adipocitos en ambientes cambiantes depende, al menos en parte, del origen de los adipocitos. Primariamente, los adipocitos pueden
derivar de preadipocitos residentes y
progenitores de la línea mesenquimal. Sin embargo, hallazgos recientes
demuestran que los progenitores de la
línea hematopoyética derivados de la
médula ósea, pueden migrar fuera del esqueleto y diferenciarse en adipocitos.
Aunque este fenómeno necesita ser demostrado en humanos, puede tener un rol
importante durante la reganancia de peso, especialmente cuando ocurre
hiperplasia del tejido adiposo. Por ejemplo, los adipocitos derivados de
precursores derivados de la médula ósea en los depósitos viscerales tienen
menor expresión de leptina que los adipocitos blancos, lo cual sugiere que
tales adipocitos podrían tener un efecto
perjudicial para el balance energético y la salud metabólica.
La pérdida de peso por restricción de energía en la
obesidad es acompañada por una reducción
del tono simpático y de los niveles de
hormonas tiroideas. A diferencia de los
efectos del sistema nervioso simpático,
el efecto de las hormonas tiroideas es
menos consistente y/o más transitorio en los estados iniciales de la
pérdida de peso. Colectivamente, estos cambios neuroendocrinos pueden actuar en
el tejido adiposo para afectar el tamaño y el número de los adipocitos residentes. La disminución en el tono simpático en el
tejido adiposo podría explicar el “shift” hacia un estado metabólico que
favorece la captación y deposición de la energía ingerida, así como la
hiperplasia. Por otra parte, se ha demostrado que los preadipocitos y los
adipocitos responden a las hormonas
tiroideas de una manera similar. El sistema nervioso simpático y las hormonas
tiroideas tienen efectos inhibitorios sobre la proliferación de los
preadipocitos y efectos estimuladores sobre la diferenciación de los mismos.
Por lo tanto, una disminución en el tono simpático y en la actividad de las hormonas
tiroideas durante el mantenimiento del
peso corporal puede favorecer el establecimiento de condiciones permisivas para
la proliferación de preadipocitos y, durante
la reganancia de peso, para la
hiperplasia del tejido adiposo.
La hipótesis del “aclaramiento de nutrientes” sugiere que
el “gap” energético entre apetito y requerimientos metabólicos persiste durante la reganancia de peso como
una función de la capacidad del tejido
adiposo para aclarar y almacenar el exceso
de energía. A medida que la reganancia de peso progresa, los adipocitos
incrementan gradualmente su tamaño y disminuyen su capacidad para aclarar el exceso de energía. Una vez que el
adipocito alcanza el umbral critico de tamaño y la capacidad máxima para
almacenar energía, la tasa de reganancia de peso podría disminuir. Cuando se
llega nuevamente al peso corporal que el sujeto tenía antes de la pérdida de
peso, los niveles en ayuno -y postprandiales- de nutrientes circulantes podrían reflejar los altos niveles
observados en un estado de resistencia a
la insulina. Esta hipótesis integra las señales de larga duración del tejido
adiposo que reflejan el nivel de energía almacenada con las señales de corta
duración que reflejan la capacidad de
almacenar energía (disponibilidad de nutrientes). Conceptualmente, las señales de larga
duración proporcionadas por la leptina y
la insulina podrían establecer el tono “anabólico” en hipotálamo, cerebro
anterior y tejidos periféricos. En este
contexto anabólico, los nutrientes circulantes y sus correspondientes señales
neuroendocrinas podrían ser más importantes bajo condiciones postprandiales y
de sobrealimentación mientras se lleva a cabo la reganancia de peso. La
convergencia de señales de larga y corta duración en los circuitos homeostáticos del cerebro podría dictar la magnitud y
persistencia del “gap” energético. Las
ideas fundamentales de esta hipótesis
presentan ciertamente un cuadro simplificado del sistema de retroalimentación.
El cuadro se vuelve mucho más complejo
en la medida que se integran señales de
retroalimentación de tejidos adiposos que tienen diferentes características metabólicas y de
celularidad, pues la reganancia de peso tiende a alterar más al tejido adiposo
visceral que al subcutáneo. Por otra parte, hay mucha variación entre los individuos con respecto a las características
metabólicas y de celularidad de sus tejidos adiposos. Esta variación puede traducirse en diferentes umbrales para el tamaño del adipocito y por
consiguiente en diferente capacidad máxima
para un número dado de adipocitos. Aún así, el valor de esta hipótesis
es que proporciona una explicación
básica para la persistencia del “gap”
energético en las fases estática
(durante el mantenimiento del peso) y dinámica (durante la reganacia de peso)
de la reinstalación de la obesidad.
En conclusión, el tejido adiposo representa un nodo clave
en el sistema homeostático que regula el peso corporal. Los cambios en la
celularidad y las características metabólicas del tejido adiposo pueden facilitar la reganancia de peso en un
sujeto después de la pérdida de peso. La pérdida de peso por restricción
calórica resulta en cambios sustanciales
para la captación y almacenamiento de energía en el tejido adiposo. La
perdida de peso provoca una reducción en el tamaño de los adipocitos que altera sus características metabólicas de
manera tal que facilita el aclaramiento
y el almacenamiento de la energía ingerida. Las señales de larga
duración que reflejan la energía almacenada y las señales de corta
duración que reflejan la disponibilidad
de nutrientes, derivan de las
características de celularidad del tejido adiposo. Estas señales son recibidas
e integradas en el hipotálamo y el cerebro anterior y emerge un gap entre apetito y
requerimientos metabólicos al tiempo que se promueve un desbalance
positivo de energía y la reganancia de
peso. Las características metabólicas y de celularidad del tejido adiposo después de la perdida de peso podrían
explicar la persistencia de condiciones favorables para la reganancia de peso.
Fuente:
MacLean PS et al (2015). The
role for adipose tissue in weight regain after weight loss. Obesity 16 (Suppl.
1): 45-54.
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