El esqueleto en el envejecimiento
Una de las
enfermedades más comunes asociadas con el envejecimiento es la osteoporosis, un
desorden de fragilidad del esqueleto caracterizado por reducción de la fuerza
ósea. La fuerza ósea refleja la densidad mineral ósea (BMD) y la calidad del
hueso. Las reducciones en la fuerza muscular contribuyen a la morbilidad
asociada con la edad a través de un
incremento en la susceptibilidad a las fracturas.
El hueso es un tejido único que sirve
funciones paradójicas a través de la vida. En la vejez, la forma más común de
trauma resulta del impacto asociado con insuficiencia. Cuando se aplica una fuerza que excede a la
del hueso ocurre insuficiencia estructural en
la forma de fractura. Aunque parcialmente depende de la cantidad de
hueso adquirida durante el desarrollo y crecimiento, la fuerza del esqueleto es
una función de su masa, materia (matriz y mineral), macroarquitectura y
microarquitectura (por ejemplo, conectividad trabecular, porosidad cortical). Numerosos
factores contribuyen a la máxima fuerza ósea a través de la vida, incluyendo factores genéticos,
niveles de esteroides sexuales (particularmente estrógenos), nutrición,
actividad física y estatus de vitamina D, mientras otros factores como estilo
de vida no saludable, enfermedades y ciertos medicamentos (por ejemplo,
glucocorticoides) pueden ser perjudiciales para la fuerza ósea.
El principal indicador de fragilidad del
esqueleto es la incidencia de una fractura por fragilidad definida como
cualquier fractura que sigue a una caída. Además de la edad, numerosos factores
pueden contribuir a la pérdida ósea e incrementar el riesgo de fracturas. Estos
incluyen raza y etnicidad, factores del estilo de vida (tabaquismo, alcohol),
desórdenes endocrinos (hiperparatiroidismo, hipercortisolismo), desórdenes
genéticos (fibrosis quística) y medicamentos (glucocorticoides,
anticonvulsivantes). La sarcopenia es la pérdida progresiva de masa y función
muscular. Está asociada con fragilidad y
un mayor riesgo de caídas y fracturas. Para el diagnóstico de sarcopenia son
esenciales las mediciones de masa muscular, fuerza muscular y rendimiento
físico.
A
través de la vida, el esqueleto es un órgano metabólicamente activo en
continua remodelación con remoción de hueso viejo y dañado por los osteoclastos
seguida por auto renovación y reparación por los osteoblastos. Las acciones de
osteoclastos y osteoblastos son espacial y temporalmente coordinados. A nivel celular, la
remodelación ocurre en tres fases consecutivas: resorción cuando los
osteoclastos digieren hueso viejo o dañado, reversión cuando las células
mononucleares invaden el espacio y formación cuando los osteoblastos son
reclutados al sitio de resorción para llenar con nuevo hueso y la cavidad
excavada es completamente reemplazada
por nuevo hueso. A nivel microscópico, estos ciclos de remodelación ocurren
continuamente en el esqueleto ajustando la masa, el tamaño y la forma para
enfrentar las demandas mecánicas, responder al estrés o al daño y reparar la
continua acumulación de microdaño que ocurre con el tiempo. Colectivamente
estas funciones resultan de complejas interacciones de célula en el
microambiente del hueso.
Con el envejecimiento, el desbalance de
remodelación maneja la pérdida de hueso y la alteración estructural en ambos
sexos. Si el estado de balance negativo se mantiene sin corregir (por ejemplo,
mediante intervención farmacológica), la
pérdida de hueso será continua a partir de superficies trabeculares, endocorticales e intracorticales. Resultando,
eventualmente en un esqueleto envejecido, osteoporótico. Las características
del hueso osteopórotico incluyen pérdida de conectividad trabecular,
adelgazamiento o remoción completa de
hueso trabecular, provocando en adelgazamiento cortical y aumento de
remodelación de los canales de Havers, lo cual resulta en incremento de la
porosidad trabecular. Mucho de esta pérdida de hueso refleja déficit asociado
con la edad en la formación de hueso mediada por osteoblastos.
El esqueleto adulto comprende
aproximadamente 20% de hueso trabecular y 80% de hueso cortical. Dado que la
pérdida de hueso trabecular generalmente ocurre más tempranamente y más
rápidamente que la pérdida de hueso
cortical, la proporción de pérdida de hueso trabecular se desacelera efectivamente
con el envejecimiento provocando una aceleración efectiva inherente de pérdida
de hueso cortical que domina con el avance de la edad. La pérdida de hueso
cortical asociada con el envejecimiento contribuye a una mayor prevalencia de
fracturas, incluyendo una mayor proporción de fracturas no vertebrales en la
vejez. Colectivamente, la pérdida de hueso trabecular y hueso cortical con el
envejecimiento contribuye a la disminución
de la calidad y fuerza del hueso colocando a los adultos mayores en
situación de alto riesgo de fracturas.
La cavidad angosta del hueso es el único
sitio de los humanos donde coexisten hueso y grasa adyacentes uno a otro. Mientras el número de osteoblastos disminuye
en la edad avanzada provocando reducción de la formación de hueso, el
envejecimiento está asociado con acumulación de tejido adiposo. Los adipocitos
se acumulan en la superficie endosteal y regiones que rodean el esqueleto
apendicular. Dado que el hueso es un tejido que debe auto renovarse, la
apoptosis es necesaria para la regeneración de nuevas células e iniciar la
remodelación ósea. En humanos, la vida media de los osteoblastos en las
superficies óseas es de 150 días y son regulados por una multitud de factores
en el microambiente óseo. El envejecimiento contribuye a incrementar la
apoptosis de osteoblastos y a reducir el número de osteoblastos, los
osteocitos, por el contrario, son células de larga vida que sobreviven bajo
circunstancias normales esencialmente hasta que su ambiente local es
remodelado. La apoptosis de osteocitos resulta en el reclutamiento de
osteoclastos para iniciar la remodelación y es exacerbada por el exceso de
glucocorticoides y el envejecimiento. En estas condiciones, la apoptosis de
osteocitos contribuye a la disrupción del sistema lacunar-canalicular,
incluyendo pérdida de la conectividad de osteocitos así como deficiencia del
flujo de líquido pericelular y resulta en deficiencia de la calidad del hueso. Por
otra parte, la alteración de la autofagia de osteocitos que ocurre con exceso
de glucocorticoides, envejecimiento del esqueleto o inflamación asociada a la
obesidad puede exacerbar la apoptosis de osteocitos. Las células senescentes se
acumulan en el microambiente óseo envejecido. Estas células dañadas contribuyen
al envejecimiento del esqueleto a través de la liberación de factores asociados
con la senescencia (por ejemplo, citoquinas inflamatorias, quimioquinas) que
actúan como factores proresortivos.
El calcio y la vitamina D juegan roles
centrales en el mantenimiento del sistema musculoesquelético. En el
envejecimiento, la hipovitaminosis D en hombres y mujeres está asociada con
disminución de la fuerza muscular e incremento en el riesgo de fracturas óseas.
El reemplazo de vitamina D mejora la densidad mineral ósea, la función muscular
y puede reducir el riesgo de fracturas óseas por caídas. Es recomendable que
todos los adultos de 70 años o más reciban 1200 mg de calcio por día y 800
UI de vitamina D por día. Las fuentes de
calcio en la dieta son diversas e incluyen productos de consumo diario y
nueces, mientras la vitamina D está limitada a aceite de pescado y jugos
fortificados. Las dosis excesivas de calcio o vitamina D pueden estar asociadas
a eventos adversos, pero la ingesta diaria de calcio hasta 2000-2500 mg y la
ingesta diaria de vitamina D hasta 4000 UI son consideradas seguras.
En conclusión, el envejecimiento representa
el principal factor de riesgo para enfermedades crónicas, incluyendo
osteoporosis. El envejecimiento exacerba la pérdida ósea en ambos sexos y
resulta en un desbalance entre resorción ósea y formación de hueso y está
asociado con incremento en la adiposidad en el hueso, apoptosis
osteoblasto/osteocito y acumulación de células senescentes. El estatus hormonal
es otro determinante importante de la salud del esqueleto, con las
concentraciones de esteroides sexuales, particularmente estrógenos, con efectos
sobre la remodelación ósea. Los mecanismos que subyacen al envejecimiento del
esqueleto son tan diversos como los factores que determinan la fuerza (y por
consiguiente la fragilidad) del hueso.
Fuente: Sfeir JG
et al (2022). Skeletal aging. Mayo
Clinic Proceedings 97:1194-1208.
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