Insulina y regulación de la ingesta de alimentos
La regulación de
la ingesta de alimentos depende de muchos factores, incluyendo ambiente,
depósitos de energía, hormonas periféricas y su retroalimentación a los
circuitos cerebrales homeostáticos y hedónicos. La disrupción del balance entre
ingesta de alimentos y gasto de energía provoca patologías relacionadas con el
peso corporal y el metabolismo, incluyendo obesidad y diabetes tipo 2 (DT2).
La insulina, una hormona pancreática
liberada en respuesta a la elevada glucosa sanguínea, fue descubierta por
Banting y Best en extractos pancreáticos de perros en 1921. La insulina es
conocida primariamente como un regulador periférico de los niveles de glucosa
sanguínea y es usada como tratamiento de la diabetes mellitus tipo 1 y 2. Con
el incremento en los niveles de glucosa sanguínea (por ejemplo, cuando se
consume una comida), se estimula la liberación de insulina, la cual circula en
la sangre y se une a receptores (IR) en la membrana de las células de tejidos
como hígado, músculo esquelético y tejido adiposo. La unión de la insulina con
sus receptores resulta en la fosforilación de proteínas sustratos del receptor
de insulina 1 y 2 (IRS1, IRS2) que activan la ruta fosfoinositido
3-quinasa/proteína quinasa B (PI3K/Akt). La activación de PI3K desencadena procesos intracelulares que
promueven la absorción de glucosa en las células blanco.
La secreción basal de insulina, la cual
ocurre en condiciones de ayuno, significa que una pequeña, pero estable,
concentración de insulina es continuamente secretada. La liberación estimulada
y basal de insulina ocurre en proporción a la grasa corporal y los individuos
que tienen grandes depósitos de grasa liberan más insulina. La insulina es
transportada en el cerebro, donde puede proporcionar retroalimentación sobre los
depósitos de energía periféricos y actúa como una señal de adiposidad. Los
cambios en los niveles periféricos de insulina pueden ser interpretados por el
cerebro como un reflejo del nivel actual de adiposidad. Al recibir esta
información, los centros neuronales pueden ajustar la ingesta de alimentos para
regular el balance energético.
Tradicionalmente se asumía que la influencia
de la insulina estaba restringida a la periferia hasta que fue observada en el
líquido cerebroespinal (LCE) de perros y
más tarde en el LCE de múltiples especies, incluyendo ratas y humanos.
Inicialmente, el origen de la insulina en el SNC era indeterminado. Mientras un
pequeño número de estudios sugieren que la insulina es producida por neuronas y
actúa localmente, actualmente es ampliamente aceptado que la mayor parte de la
insulina del cerebro deriva del páncreas. La insulina periférica es
transportada activamente al cerebro, donde actúa sobre IR para regular
numerosas funciones, incluyendo la conducta de alimentación, la homeostasis de
la glucosa, la memoria y la cognición.
Los mecanismos que subyacen la capacidad de
la insulina para pasar de la periferia al SNC han sido muy debatidos. Al
principio, se propuso que la insulina
podía entrar en LCE y el cerebro vía plexo coroideo. La alta densidad de sitios
de unión a insulina en el plexo coroideo proporcionó a poyo a esta teoría. Sin
embargo, con el uso de modelos farmacológicos de transporte de insulina se
demostró que la mayor parte de la insulina del cerebro proviene de la insulina
periférica que cruza la barrera hematoencefálica (BHE) vía IR de las células
endoteliales capilares. La tasa de transporte de insulina es regulada por
varios factores incluyendo dieta, obesidad y diabetes mellitus. Estos factores
modifican la sensibilidad a la insulina periféricamente y centralmente.
Una vez que la insulina ha cruzado la BHE,
actúa sobre IR que se encuentran en neuronas, células gliales y pericitos en el
cerebro. La acción de la insulina en el cerebro y la periferia activa rutas
similares para regular funciones metabólicas. En la periferia, la insulina es
requerida para la captación de glucosa en las células, pero el cerebro es capaz
de usar mecanismos independientes de insulina para obtener glucosa. Esto
sugiere que la señal insulina en el cerebro puede tener funciones adicionales
para mantener las demandas de energía. Varios estudios reportan una alta
densidad de IR en las áreas olfatoria y límbica. Adicionalmente, el IR se
localiza en significativa expresión en
cerebelo, hipotálamo, cerebro medio, cuerpo estriado, hipocampo y amígdala en
roedores y humanos. Los efectos de la insulina sobre las funciones
cognitivas y la memoria son atribuidas predominantemente a la corteza cerebral
y el hipocampo, mientras la conducta alimenticia y el metabolismo parecen ser
mediados principalmente por hipotálamo, cerebro anterior y amígdala.
La primera observación que la insulina en el
SNC regula la ingesta de alimentos y el balance energético se hizo en la década de los años 70. El
efecto de la administración central de insulina sobre el peso corporal es
contrario a la administración periférica de insulina, la cual tiene efectos
anabólicos. Los efectos anoréxicos centrales de la insulina han sido replicados
en ratas y ratones. La administración aguda de insulina en el cerebro disminuye
la ingesta de alimentos de manera dosis-dependiente y reduce el peso corporal
por un período de 24-48 horas después de la infusión, mientras la
administración crónica de insulina cerebral reduce la ingesta de alimentos y el
peso corporal por un período más largo de tiempo. Los datos en humanos tienen
hallazgos comparables a los de animales. La administración intranasal de
insulina puede reducir la ingesta de alimentos, incrementar la sensibilidad
periférica a la insulina, suprimir la lipólisis sistémica y reducir el peso
corporal cuando es administrada por tiempo prolongado. Los efectos de la
insulina sobre la preferencia y palatabilidad de alimentos parece ser modulada
por una interacción con regiones del sistema dopamina mesolímbico, incluyendo
el núcleo accumbens y el área tegmental ventral (ATV). Los IR son expresados
significativamente en estas regiones. La infusión de insulina en el ATV puede
inhibir la liberación de dopamina en el ATV y el núcleo accumbens, lo cual
reduce el consumo de alimentos grasos dulces en animales saciados. Los individuos
con resistencia a la insulina tienen una
alta preferencia por alimentos apetitosos como resultado de la reducción en la
capacidad de la insulina para inhibir la preferencia de alimentos apetitosos.
Los IR están presentes en el hipotálamo, con
alta densidad en el núcleo arqueado (ARC) y el hipotálamo ventromedial (HVM), y
en menor extensión en hipotálamo lateral y dorsomedial. El ARC en particular
juega un rol bien establecido en el mantenimiento del balance energético. Anatómicamente,
el ARC es una pequeña región en el hipotálamo mediobasal en cercanía de los
capilares fenestrados de la eminencia media (EM), un órgano circunventricular
que carece de BHE. La infusión de insulina directamente en el ARC disminuye la
ingesta de alimentos. Los efectos anorexigénicos de la insulina son mediados,
al menos en parte, por la señal PI3K
porque la insulina incrementa la expresión de la ruta de señalización PI3K en
el ARC. El ARC contiene poblaciones neuronales heterogéneas que envían señales
orexigénicas y anorexigénicas. Los circuitos que se proyectan a partir del ARC
regulan la homeostasis de energía y el peso corporal. Las células localizadas
más lateralmente en el ARC expresan hormona estimulante de melanocitos-alfa
(α-MSH), derivada de la proopiomelanocortina (POMC) y transcrito regulado por
cocaína y anfetamina (CART). Cuando la α-MSH es liberada actúa vía receptores
melanocortina (MC3R y MC4R) para inhibir la ingesta de alimentos y promover el
gasto de energía. Las neuronas localizadas medialmente en el ARC expresan
péptido relacionado con agouti (AgRP) y neuropéptido Y (NPY) y co-liberan GABA.
La activación de estas neuronas aumenta la ingesta de alimentos mientras
disminuyen el gasto de energía. Las subpoblaciones de neuronas AgRP/NPY y POMC/CART son sensibles a señales
de adiposidad periféricas, incluyendo insulina y leptina. Las neuronas en el
ARC también son reguladas por la señal ghrelina que desencadena una respuesta
anabólica. La insulina puede regular a la baja la expresión de AgRP y NPY, lo cual
reduce los impulsos inhibidores sobre las neuronas POMC. La regulación al alza
de la señal POMC aumenta la liberación del péptido anorexigénico α-MSH a través
del sistema melanocortina. Esto demuestra que la administración de insulina en
el ARC puede disminuir la ingesta de alimentos de dos maneras: reduciendo la
activación de las neuronas anabólicas AgRP/NPY
y aumentando la actividad de la ruta catabólica α-MSH.
Las neuronas del ARC se proyectan a numerosas regiones cerebrales
incluyendo el núcleo paraventricular del hipotálamo (NPV) y el hipotálamo
ventromedial (HVM). La administración intracerebroventricular (ICV) de insulina
resulta en una regulación al alza de c-Fos (un marcador de actividad neuronal)
en el NPV, mientras la inyección de insulina directamente en el NPV disminuye
la ingesta de alimentos e incrementa el gasto de energía. Alguna evidencia
sugiere que la insulina ejerce efectos hipofágicos a través de una interacción
indirecta entre el ARC y Y1 (uno de los cinco receptores Y que median las
acciones del NPY) y receptores MC4 localizados en neuronas del NPV. La acción
de la insulina en el HVM también puede jugar un rol en la conducta alimenticia
porque la ingesta de alimentos y el peso corporal son reducidos después de una
semana de infusión de insulina en HVM.
Hay otras regiones cerebrales, como el
cerebro anterior, que pueden trabajar conjuntamente con, o independientemente
del, hipotálamo para regular la ingesta
de alimentos. Por ejemplo, con la ingesta de una comida, neuronas del núcleo
del tracto solitario (NTS) y el núcleo motor dorsal del vago (MDV) reciben
señales de saciedad postprandial como colecistoquinina y péptido similar a
glucagón-1 (GLP-1), las cuales son liberadas por el tracto gastrointestinal.
Las aferentes del nervio vago transmiten información relacionada con el estatus
de nutrientes al tallo cerebral, desde donde son enviadas a otras regiones para
regular la alimentación. Esta modulación vía tallo cerebral puede, a su vez,
ser influenciada por la actividad en el hipotálamo. Se ha sugerido que las
proyecciones del NTS al hipotálamo
provocan la integración de señales de saciedad y adiposidad que recibe el ARC,
propiamente insulina y leptina, para regular la ingesta de alimentos. En el
tallo cerebral, los IR están presentes en neuronas de varios sitios como NTS y
MDV. Estos sitios exhiben sustratos de señales intracelulares, incluyendo IRS1
y PI3K, y la inyección de insulina directamente en el NTS puede regular a la
baja la actividad de las neuronas del tallo cerebral y por consiguiente
disminuir la ingesta de alimentos y el peso corporal.
Por décadas, el hipotálamo y el tallo cerebral
han sido considerados como las regiones primarias responsables de la regulación
de la ingesta de alimentos. Sin embargo, la alimentación y la homeostasis
energética también son afectadas por otras regiones del cerebro como resultado
de factores hedónicos y homeostáticos. Una de las regiones cerebrales que puede
jugar un rol en la regulación de la ingesta de alimentos mediada por insulina
es la amígdala. Típicamente, la amígdala está asociada con las conductas de
temor y ansiedad, pero también juega un rol importante en la regulación del
balance energético. La amígdala forma parte de un circuito de alimentación que
integra estímulos sensoriales y hormonales con señales neuronales del
hipotálamo y áreas corticales. La amígdala contiene una densa expresión de IR,
incluyendo neuronas NPY. Existen varios subnúcleos en la amígdala, incluyendo
la amígdala medial, la amígdala basolateral (ABL) y la amígdala central (ACe).
La ABL y la ACe tienen roles bien definidos en la conducta alimenticia. Más
específicamente, la ABL puede incrementar la ingesta de alimentos en
condiciones de saciedad. La ACe contiene una red interconectada de neuronas
predominantemente inhibidoras que pueden mediar positivamente o negativamente
la ingesta de alimentos. La ACe puede enviar -y recibir- señales de importantes
centros como ARC, NPV y cerebro anterior para regular la homeostasis
energética. La ACe expresan una alta densidad de IR, es altamente sensible a
los efectos de la señal cerebral de insulina y está involucrada en la saciedad
y la supresión del apetito. La infusión de insulina en la ACe reduce la ingesta
de alimentos e incrementa el gasto de energía en ratas, un efecto mediado, al
menos en parte, a través de la ruta PI3K. Por otra parte, la amígdala contiene
neuronas que producen hormona liberadora de corticotropina (CRH), la cual
inicia la respuesta neuroendocrina al estrés y puede modular la homeostasis
energética.
En conclusión, la señal insulina en el SNC
actúa para regular la ingesta de alimentos. La insulina tiene acciones
catabólicas en el cerebro y la administración central de insulina puede
disminuir la ingesta de alimentos y si es administrada por mucho tiempo, reduce
el peso corporal. Tradicionalmente, se asume que la insulina regula la
homeostasis energética modulando la expresión de neuropéptidos orexigénicos y
anorexigénicos en el ARC. Sin embargo, los IR en las neuronas AgRP y POMC no
son necesarios para la regulación de la ingesta de alimentos y el peso
corporal. Las acciones de la insulina en la conducta alimenticia pueden ser reguladas
predominantemente en regiones no hipotalámicas. La ACe tiene densa expresión de
IR y juega roles importantes en la modulación de la ingesta de alimentos y el
balance energético. Por tanto, la ACe puede ser parte de un complejo
neurocircuito que incluye regiones hipotalámicas y del tallo cerebral para
coordinar la homeostasis energética. La señal insulina en el SNC es crítica
para el mantenimiento del balance energético y la desregulación de la señal
insulina en el circuito de alimentación hipotálamo-amígdala puede provocar obesidad y desórdenes
metabólicos.
Fuente: Mitchell
CS, Begg DP (2021). The regulation of food intake by insulin in the central
nervous system. Journal of Neuroendocrinology 33:e12952.
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