Incretinas, insulina y homeostasis de la glucosa
El concepto
incretina, la idea que el intestino regula los niveles de glucosa vía efectos
sobre el páncreas endocrino, es tan
viejo como la insulina misma. En 1971, Brown y Dryburgh establecieron la
secuencia de un nuevo péptido, polipéptido inhibitorio gástrico (GIP), con
efectos inhibitorios sobre la secreción ácida del estómago. En 1973, Dupre y
Brown identificaron los efectos
insulinotrópicos de GIP y lo llamaron “polipéptido insulinotrópico dependiente
de glucosa” reteniendo las iniciales GIP. Muchos estudios posteriores
confirmaron las acciones insulinotrópicas del GIP. Con el radioinmunoensayo de
insulina es posible cuantificar el efecto incretina comparando las respuestas
de la insulina a las administraciones IV y oral
de glucosa en cantidades que resultan en idénticas concentraciones de
glucosa y se puede calcular que aproximadamente 70% de la respuesta a la
glucosa oral puede ser debida al efecto incretina.
En experimentos con animales, la
neutralización de GIP no elimina el efecto incretina y en personas con eliminación
de diferentes partes del intestino delgado, no hay correlación entre el efecto
incretina y la respuesta del GIP, por lo que se investigó si había otro compuesto
en el intestino con efectos insulinotrópicos. En 2007, los investigadores
reportaron que el péptido similar a glucagón-1 (GLP-1), un producto de la
expresión intestinal del proglucagón, también tiene efecto incretina. El gen que codifica al proglucagón es expresado en las células L, células
endocrinas del epitelio intestinal donde el precursor es procesado para liberar
dos péptidos que contienen glucagón, glicentina y oxintomodulina, y dos péptidos similares a glucagón, GLP-1 y
GLP-2. De estos productos, oxintomodulina y GLP-1 son insulinotrópicos, pero
mientras las concentraciones de oxintomodulina normalmente son muy bajas para estimular la secreción de
insulina, el GLP-1 es 100 veces más potente. Actualmente, hay acuerdo que GLP-1
y GIP son las hormonas incretinas más importantes.
Una de las características de la diabetes
tipo 2 (DT2) es una pérdida más o menos completa del efecto incretina. Esto da
lugar a la pregunta si la DT2 es una enfermedad incretina, aunque la pérdida
del efecto incretina usualmente no encabeza la lista de factores patogénicos. La
respuesta de las hormonas incretinas ha sido determinada en experimentos
dosis-respuesta que demuestran que la secreción de GLP-1 muestra una relación
dosis-respuesta que se corresponde más o menos con la respuesta de la insulina.
La secreción de GIP es diferente con un aumento inicial hasta alcanzar un valor
pico, el cual es más o menos el mismo con todas las dosis, seguido por un
“plateau” cuya duración es proporcional a la dosis de glucosa. Este perfil
probablemente refleja el vaciamiento
gástrico de glucosa, el cual es regulado para asegurar una tasa de vaciamiento relativamente constante de
nutrientes que en el caso de la glucosa es aproximadamente 4 Kcal/min. Las
células L secretoras de GLP-1 y las células K secretoras de GIP expresan el
transportador de glucosa acoplado a sodio, SGLT1, y su respuesta secretora
depende de este transporte. De esta manera, la secreción de hormonas incretinas
se vuelve proporcional a la tasa de absorción de glucosa en el segmento
intestinal donde esto ocurre.
Hay fuertes indicios que la secreción de
GLP-1 está alterada en la DT2, quizás no en la fase temprana de la respuesta a
la comida, pero particularmente en la fase tardía de la respuesta y la
alteración probablemente está más relacionada con la influencia negativa de la
obesidad que con la diabetes. Sin embargo, también está claro que la alteración
de la secreción no es la explicación más importante para la disminución del
efecto incretina. La alteración del efecto incretina es un evento muy temprano
en la DT2, pero el concepto prevalente es que el defecto se desarrolla en
respuesta a la diabetes más que ser una deficiencia primaria.
La exendina-4, un péptido de 339 aminoácidos
aislado en 1992, es capaz de activar receptores en las células acinares pancreáticas, pero también se encontró que una
versión truncada, exendina 9-39 (Ex9), podía antagonizar las acciones de la
exendina-4. Poco tiempo después de su descubrimiento se demostró que la
exendina-4 es un potente agonista para el receptor de GLP-1 y que la Ex9
antagoniza las acciones del GLP-1 sobre su receptor. Numerosos experimentos se
han llevado a cabo usando Ex9 y actualmente hay un agente terapéutico
(avexitide) para prevenir la hipoglucemia postprandial reactiva después de
cirugía bariátrica, la cual parece ser debida a la exagerada secreción de GLP-1
y la respuesta exagerada de la insulina, suficientes para causar hipoglucemia
temporal. En experimentos con humanos usando infusiones de glucosa
intraduodenales, la Ex9 incrementa las excursiones plasmáticas de glucosa,
disminuye la respuesta de la insulina e incrementa la respuesta del glucagón.
Sin embargo, los resultados de la infusión de Ex9 en el estado de ayuno y
durante la administración oral de glucosa son menos fáciles de entender. Las
infusiones de Ex9 invariablemente elevan la concentración de glucosa e
incrementan la concentración de glucagón, pero la respuesta de la insulina es
más variable. El incremento en glucagón podría ser asumido como debido al
antagonismo de receptores de GLP-1, pero ¿dónde? Las células α no expresan receptores
de GLP-1 (o al menos muy pocos) por lo que la inhibición podría ser de la
somatostatina producida por las células δ vecinas, las cuales expresan
receptores de GLP-1. La Ex9 bloquea al GLP-1R de las células δ y previene el
efecto inhibidor de la somatostatina sobre las
células α y por consiguiente aumenta la liberación de glucagón.
El GIP 1-30 NH2, una forma
truncada de GIP, es un péptido con alta afinidad por receptores GIP, lo cual a
su vez lo convierte en un potente antagonista. El GIP1-30 NH2 se
encuentra en la circulación en concentraciones picomolares. Sin embargo, la
infusión de GIP1-30 NH2 en cantidades suficientes bloquea las
acciones del GIP sobre la secreción de insulina, estimula el flujo sanguíneo y
la captación de triglicéridos en el
tejido adiposo e inhibe la resorción ósea. El sistema GIP muestra claras
diferencias entre las especies necesitando agonistas y antagonistas
especie-específicos de las actividades mediadas por el receptor de GIP.
En un estudio reciente, los antagonistas de
GIP y GLP-1 fueron combinados para definir las acciones incretinas de las dos
hormonas durante una prueba de tolerancia a la glucosa oral en voluntarios
sanos. Como era de esperar, los dos antagonistas alteraron significativamente la tolerancia a la glucosa y cuando fueron
administrados juntos su efecto fue aditivo, llevando la respuesta a la glucosa
en el rango patológico de la alteración de la tolerancia a la glucosa (el nivel
pico aumentó 3 mmol/L y el valor a las dos horas fue de 6,4-7,5 mmol/L),
confirmando la importancia de las hormonas incretinas para la tolerancia a la
glucosa postprandial. Los investigadores calcularon las contribuciones
individuales a los efectos y concluyeron que el efecto incretina, deducido de
las contribuciones de cada uno de los
componentes, fue distribuido con 26% de
la glucosa sola, 45% del GIP y 29% del GLP-1. Estos datos fueron confirmados
posteriormente a partir de datos individuales. Entonces, se puede concluir que en
individuos sanos, el GIP es la hormona
incretina más importante, posiblemente consistente con la localización
proximal de las células K (duodeno y yeyuno proximal) y su dependencia
inmediata de la salida de carbohidratos del estómago, mientras el efecto del
GLP-1 se observa cuando la glucosa ingerida
alcanza la parte baja del intestino.
En pacientes con DT2, administración
suprafisiológica de GLP-1 puede mejorar la secreción de las células β hasta
niveles similares a los de la respuesta a la glucosa sola en controles sanos.
Este efecto del GLP-1 favorece su uso terapéutico en pacientes con DT2, en
quienes la infusión de GLP-1 puede restaurar los niveles de glucosa en ayunas a
los niveles normales. Sin embargo, la respuesta de las células β de pacientes
con DT2 depende fuertemente de la función residual de las células β y en
pacientes con pobre reserva de células β puede no ser suficiente para
normalizar los niveles de glucosa. Algunos experimentos indican que la mejoría
en el control glucémico en los pacientes puede provocar la recuperación de algunos
de los efectos insulinotrópicos del GIP. Sin embargo, esta mejoría es muy
pequeña y está lejos de los niveles que podrían ser relevantes
terapéuticamente. En este contexto, recientemente se han desarrollado co-agonistas
de receptor GIP/GLP-1 y uno de ellos, tirzepatide, muestra fuertes propiedades
anti-diabéticas que exceden a las del agonista de receptor de GLP-1
(dulaglutide) y se ha sugerido que su efectividad se debe a la combinación de efectos
de GIP y GLP-1. El co-agonista también tiene fuerte efecto inhibidor sobre el
apetito y la ingesta de alimentos (y eventualmente el peso corporal).
En conclusión, en individuos sanos las células β no trabajan
solas, para la tolerancia normal a la glucosa, el tracto gastrointestinal y las
hormonas incretinas GIP y GLP-1 son absolutamente indispensables. Los
experimentos fisiológicos demuestran que, debido al efecto incretina, podemos
ingerir cantidades crecientes de glucosa (carbohidratos) sin incrementar las
excursiones de glucosa. El mecanismo subyacente es la secreción de insulina
estimulada por incretinas. La
disponibilidad de antagonistas para GLP-1 y más recientemente para GIP ha hecho
posible estimar directamente las contribuciones individuales en la secreción
postprandial de insulina de (a) glucosa sola: 26%, (b) GIP: 45%, (c) GLP-1:
29%. El sistema incretina también juega
un rol importante en la regulación de la ingesta de alimentos y las
investigaciones más recientes demuestran que agonistas del receptor de GLP-1 y los
co-agonistas de receptor GIP/GLP-1 tienen poderosos efectos sobre el
tratamiento no solo de la diabetes sino también de la obesidad. La pérdida del
efecto incretina en la DT2 contribuye grandemente a la alteración del control
de la glucosa postprandial.
Fuente: Holst JJ
et al (2021). The role of incretins on insulin function and glucose
homeostasis. Endocrinology 162: 1-10.
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