Deficiencia de yodo en el embarazo
El yodo de la
dieta es un micronutriente esencial para la síntesis de hormonas tiroideas y
una adecuada producción de hormonas tiroideas es esencial para el desarrollo
humano. En consecuencia, la deficiencia sostenida de ingesta de yodo resulta en
una reducción de la producción y acción de las hormonas tiroideas, lo cual
tiene significativos efectos adversos para la salud, especialmente en mujeres
embrazadas y sus crías. Adicionalmente, el yodo tiene un rol central en el
desarrollo postnatal y la plasticidad del tejido neural. Por tanto, la
deficiencia de yodo puede afectar la programación fetal a través de
alteraciones del sistema nervioso central y ejercer efectos postnatales. Estos
efectos adversos son manejados a través del rol de las hormonas tiroideas
(tiroxina (T4) y triyodotironina (T3)) en el desarrollo neurológico, pues son
requeridas para la migración neuronal normal, la mielinización y la transmisión
y plasticidad sináptica durante la vida fetal y postnatal temprana.
La deficiencia severa de yodo (DSY) durante
el embarazo y el período neonatal está asociada con muchos efectos adversos
irreversibles, incluyendo un aumento en el riesgo de pérdida del embarazo y
mortalidad infantil, hipotiroidismo neonatal, cretinismo y retardo
neuropsicomotor. Actualmente, a pesar de las estrategias para la prevención y
el control, la deficiencia de yodo es
todavía un problema de salud pública en muchos países.
La concentración media de yodo en orina (CYO)
es la prueba recomendada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para
explorar el estatus de la ingesta de yodo en las poblaciones. Debido a que
>90% del yodo ingerido es excretado en la orina, la CYO es una excelente
medida de la ingesta de yodo. Cuando la CYO media de niños en edad escolar es
<20 μg/l una población es considerada con DSY, cuando tiene valores de 20-90
μg/l una población es considerada con leve a moderada deficiencia de yodo. En
2007, fue establecido por decisión de un comité técnico de la OMS un criterio
epidemiológico para el estatus nutricional de yodo en la mujer embarazada. Este
criterio recomienda una CYO media <150 μg/l para definir la deficiencia de
yodo en cualquier trimestre del embarazo. Este valor está 50 μg/l por arriba de la CYO media de niños
en edad escolar y adultos, reflejando la mayor demanda y recomendación de
ingesta de yodo en el embarazo. Sin embargo, todavía no se ha propuesto un
valor de corte para la DSY en el embarazo. Entonces, para propósitos de
investigación, usualmente se asume que la severidad de la deficiencia de yodo
en la mujer embarazada es definida de manera similar a la de los niños y
corresponde a la severidad de la deficiencia de yodo observada en niños y
adultos que viven en la misma región.
Históricamente, se ha considerado que la
deficiencia de yodo es más común en las regiones montañosas y las áreas
expuestas a deslaves frecuentes. Sin embargo, los datos de las últimas dos
décadas demuestran que la deficiencia de yodo no está restringida a esas áreas y ha sido registrada
en diferentes lugares del mundo, incluyendo países industrializados. Como
resultado, estrategias universales han sido recomendadas para mitigar este
problema de salud. En este contexto, un comité UNICEF-OMS identificó y
recomendó la estrategia universal de yodación de la sal para prevenir los
trastornos derivados de la deficiencia de yodo. Si bien no se ha alcanzado la
erradicación completa de la deficiencia de yodo, hay una considerable reducción
de las áreas con deficiencia de yodo y de acuerdo con los datos recientes en
más del 70% de los hogares se consume
una cantidad suficiente de sal yodada. No obstante, la deficiencia de yodo es
todavía un problema prevalente, particularmente durante el embarazo. Los datos
del US National Health and Nutrition Examination Survey (NHANES) demuestran que
la CYO media de las participantes embarazadas es de 129 μg/l, lo que sugiere un
estatus deficiente de yodo. En Europa, un estudio de 2015 reporta que las mujeres
de aproximadamente 2/3 de los países presentan deficiencia de yodo en el
embarazo. En 2017, la Iodine Global Network publicó la Global Scorecard of
Iodine Nutrition, la cual reporta como insuficiente la ingesta de yodo de las
mujeres embarazadas en más de la mitad de los países incluidos en el estudio.
Durante el embarazo hay un incremento en la
demanda de yodo y la producción de hormonas tiroideas debido a varios factores,
incluyendo un aumento en el nivel de gonadotropina coriónica, los niveles elevados
de estrógenos circulantes que resultan en un incremento progresivo en los
niveles de la globulina ligadora de tiroxina, la presencia de las desyodasas 2
y 3 en la placenta y un aumento en la excreción renal materna de yodo. Por
tanto, la adecuada ingesta de yodo en el embarazo es crucial para la salud
materna y el desarrollo fetal óptimo. Desde el comienzo del estado embrionario
hasta la mitad del embarazo (20 semanas), el feto depende completamente de las
hormonas tiroideas maternas y el aporte de yodo. La T4 materna es convertida a
través de la desyodación placentaria en T3, la cual juega un rol importante en
el neurodesarrollo fetal. Específicamente, la T3 se une a su receptor en
células del sistema nervioso central y activa la transcripción y expresión de
genes involucrados en el crecimiento axonal y dendrítico, la migración celular,
la formación de sinapsis y la mielinización. Entonces, el desarrollo fetal
depende de una adecuada cantidad de hormona tiroidea y la DSY está asociada con
serios e irreversibles daños en el feto.
La DSY está asociada con alteraciones en el
embarazo, incluyendo aborto, muerte fetal in útero, mortalidad neonatal y
retardo en el crecimiento. Otro impacto frecuentemente atribuido a la DSY es la
inducción de hipotiroxemia materna. Aunque no hay evidencia directa que apoye
el rol de la deficiencia de yodo como causa de hipotiroxemia materna o fetal en
humanos, esto ha sido sugerido por
algunos estudios clínicos que demuestran que la suplementación de yodo durante
el embarazo reduce el riesgo de hipotiroxemia materna. La hipotiroxemia es
definida por niveles de T4 libre significativamente por debajo de aquellos
considerados ideales para una determinada edad gestacional. En estos casos, los
niveles bajos de T4 libre provocan un incremento de la estimulación de la
tiroides a través de mecanismos de
retroalimentación (secreción de TSH por la hipófisis) y, en última instancia,
la formación de bocio en la madre y el feto. En áreas de DSY, el aumento en la
tasa de bocio y nódulos tiroideos durante el embarazo ha sido reportado y la
suplementación de yodo ha sido asociada con reducción del tamaño de la tiroides materna.
La DSY también afecta parámetros
neonatales/antropométricos infantiles, la función tiroidea, el estatus nutricional
y la mortalidad. Sin embargo, es posible que la mujer embarazada con adecuada
ingesta de yodo tenga un mejor estatus socioeconómico y nutricional, lo cual
puede resultar en mejores índices antropométricos en su descendencia. Las
mediciones ultrasonográficas de volumen tiroideo en neonatos demuestran que el
tamaño de la glándula tiroides es 40% más grande en los recién nacidos de
madres no suplementadas con yodo en comparación con los recién nacidos de
madres suplementados con yodo. Más aún, la hiperplasia glandular ya está
presente en 10% de estos neonatos, en comparación con ninguno en el grupo cuyas
madres recibieron yodo. La tasa de supervivencia neonatal e infantil mejora en
niños nacidos de mujeres cuya deficiencia de yodo fue corregida antes o durante
el embarazo.
En los períodos críticos del desarrollo
cerebral, cualquier grado de deficiencia de yodo puede producir daño cerebral
irreversible y, consecuentemente, retardo neurocognitivo y anormalidades
neurológicas en las crías. La extensión de estas consecuencias depende del
tiempo y la severidad de la hipotiroxemia. La manifestación más severa de la
deficiencia de yodo in útero es el cretinismo, el cual ha sido descrito en dos
formas: neurológico y mixedematoso (hipotiroidismo). Aproximadamente 4-10% de
las mujeres embarazadas con DSY tienen un niño con cretinismo. El cretinismo
neurológico es la forma más común y sus características clínicas incluyen
retardo neurocognitivo, defectos de la audición y el lenguaje, anormalidades en
la actividad motora voluntaria (parálisis espástica de extremidades inferiores)
y desórdenes de la postura (ataxia). El cretinismo mixedematoso se caracteriza por
un hipotiroidismo severo o de larga
duración con las siguientes manifestaciones clínicas: mixedema, retardo en la
maduración de las partes del cuerpo, retardo esquelético, sequedad, piel
gruesa, retardo del desarrollo sexual, reflejos tendinosos retardados, cabello
y uñas escasos y pobre función intestinal. Aunque algún grado de bocio puede ser
observado en niños con cretinismo mixedematoso, la atrofia tiroidea es un
hallazgo común. A pesar que los dos tipos de cretinismo tienen distintas
manifestaciones clínicas, comparten algunas características neurológicas,
incluyendo retardo neurocognitivo, disfunción piramidal/extrapiramidal, sordera
y reflejos primitivos. Por lo tanto, las dos formas de cretinismo pueden ser
parte de un espectro de daño difuso en el desarrollo del sistema nervioso
fetal, donde la deficiencia postnatal de hormona tiroidea, en el caso del
cretinismo mixedematoso, puede resultar en sus manifestaciones características.
La evidencia acumulada sugiere que la suplementación de yodo antes del comienzo
del tercer trimestre del embarazo puede reducir la influencia negativa de la
DSY sobre el sistema nervioso, mientras la intervención después de ese tiempo
podría no revertir las alteraciones del estatus neurológico. Por otra parte,
los resultados de diversos estudios hacen ver la importancia de la suplementación
de yodo durante el período neonatal y la infancia, primariamente a través de su
suplementación de yodo en la madre lactante, pues la suplementación directa de
yodo en neonatos es menos efectiva para mejorar el estatus infantil de yodo.
En el año 2007, la OMS y la International
Council for Control of Iodine Deficiency Disorders recomendaron una ingesta de
yodo de 200-300 μg/día para la mujer embarazada y la mujer lactante. Por otra
parte, la Endocrine Society recomienda que la mujer tenga una ingesta promedio
de yodo de 150 μg/día, la cual debe ser
aumentada a 250 μg/día durante el embarazo y la lactancia. La guía más reciente
de la American Thyroid Association sugiere que toda mujer embarazada debe
ingerir al menos 250 μg de yodo
diariamente y debe agregar a su dieta diaria
un suplemento oral que contenga 150 μg de yodo. A pesar de algunas
discrepancias en estas guías, en general, hay acuerdo en la necesidad de
incrementar la ingesta de yodo durante el embarazo y en el uso de suplementos
diarios de yodo durante el embarazo y la lactancia.
En conclusión, en muchos países, la
deficiencia de yodo es todavía un problema de salud pública prevalente, especialmente en mujeres embarazadas. La DSY
durante el embarazo y el período neonatal está asociada con muchos e
irreversibles efectos adversos, incluyendo un incremento en el riesgo de
pérdida del embarazo, mortalidad
infantil, hipotiroidismo neonatal, cretinismo y retardo neuropsicomotor. El
aumento en los requerimientos de la ingesta de yodo y la suplementación oral de
yodo durante el embarazo son recomendables.
Fuente: Toloza FJK
et al (2020). Consequences of severe iodine deficiency in pregnancy: evidence
in humans. Frontiers in Endocrinology 11: 409.
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