Hiperandrogenismo femenino
La proporción de
mujeres en los deportes ha aumentado dramáticamente en los últimos 50 años, lo
cual se refleja en la alta participación femenina en los Juegos Olímpicos. Por
ejemplo, en los Juegos Olímpicos de Munich, en 1972, 15% de los participantes
fueron mujeres en comparación con 44% en
2012 en Londres, los primeras Olimpíadas en las cuales las mujeres participaron
en todas las disciplinas. En efecto, la proporción de participantes femeninas
en los Juegos Olímpicos es actualmente de 50% aproximadamente. Sin embargo, las
mujeres deportistas de élite tienen mayor riesgo de lesiones que los atletas
masculinos, incluyendo fracturas por estrés y daño en las rodillas, lo cual
puede acortar la carrera deportiva de las mujeres. Por otra parte, los desórdenes endocrinos son
comunes en atletas femeninas, como lo demuestra la alta prevalencia de
desórdenes menstruales como la
amenorrea. Estas alteraciones podrían ser una consecuencia del ejercicio
físico intenso o resultado de la sobre representación de mujeres con estos
tipos de características endocrinas en los deportes de élite. El hiperandrogenismo
esencial es un ejemplo de ello por lo que ha recibido mucha atención en los
últimos años.
La amenorrea es común entre las atletas,
particularmente aquellas que participan en deportes donde un cuerpo delgado es
considerado ventajoso para el rendimiento físico, como los deportes estéticos y de resistencia.
Esta condición médica, descrita por primera vez a finales de los años 70, es conocida
como “amenorrea atlética”, es decir, pérdida de la menstruación como resultado
de un entrenamiento físico intenso. La
amenorrea atlética es considerada un disturbio funcional atribuido a la
inhibición del eje hipotálamo-hipófisis-gonadal (HHG) y es llamada amenorrea
hipotalámica funcional (AHF) por la disrupción de la liberación pulsátil de
hormona liberadora de gonadotropinas (GnRH) por el hipotálamo. Esto, a su vez,
reduce la secreción de hormona luteinizante (LH) y hormona estimulante de
folículo (FSH) por la hipófisis, lo cual resulta en disminución de la
producción de esteroides sexuales en el ovario, incluyendo estradiol,
progesterona y testosterona, así como el desarrollo de anovulación y amenorrea.
Varios mecanismos subyacen a la inhibición del eje HHG, incluyendo la
activación del eje hipotálamo-hipófisis-adrenal (HHA) inducida por ejercicio y
un consecuente incremento en la secreción hipotalámica de hormona liberadora de
corticotropina (CRH) y de cortisol por las glándulas suprarrenales. Estas
hormonas del estrés, conjuntamente con las endorfinas, también liberadas en
respuestas a la actividad física, inhiben la secreción de GnRH por el
hipotálamo.
La amenorrea atlética está asociada con un
estado hipometabólico que se refleja en bajos niveles de insulina y factor de
crecimiento similar a insulina I (IGF-I) y altos niveles de hormona de
crecimiento y proteína ligadora de IGF-I. Dado que el IGF-I estimula la
liberación de GnRH y LH, una disminución en la actividad IGF-I puede, al menos
en parte, explicar la reducción en la secreción de LH. Adicionalmente, los
niveles plasmáticos de leptina, un marcador del estatus nutricional e
involucrada también en la secreción pulsátil de GnRH, están significativamente
reducidos en las atletas amenorreicas; así como también los niveles plasmáticos
de tiroxina (T4) y triyodotironina (T3). Estos hallazgos indican que la
amenorrea atlética es debida a la inhibición central del eje reproductivo por
hormonas del estrés y endorfinas en combinación
con la atenuación de la estimulación de GnRH, como consecuencia de los
bajos niveles de IGF-I y leptina.
Actualmente, la causa más importante de
amenorrea atlética es una ingesta de energía sustancialmente menor que el gasto
de energía, algunas veces debida al deseo de tener un cuerpo delgado. Una
cantidad de grasa corporal relativamente baja con relación a la masa muscular
es importante para el rendimiento en muchas disciplinas deportivas, incluyendo
deportes estéticos y de resistencia. Al mismo tiempo, el control estricto de la
ingesta de alimentos puede desarrollar desórdenes de la alimentación, los
cuales son más prevalentes en atletas que en la población general. La baja
disponibilidad de energía, la amenorrea y la deficiencia de estrógenos están
asociadas con pérdida rápida de masa ósea y elevado riesgo de lesiones
musculoesqueléticas. Dado que la actividad física usualmente promueve la
formación de hueso, inicialmente se consideró paradójico que las atletas de
élite exhibieran reducción de la masa ósea. Ahora, se sabe que este fenómeno proviene de
la deficiencia nutricional y sus consecuencias endocrinológicas, incluyendo
bajos niveles de estradiol, testosterona e IGF-I y niveles aumentados de
cortisol. La AHF es una condición adquirida que puede ser revertida restaurando
el balance entre la ingesta y el gasto de energía y esto debería ser la
intervención inicial para atletas con esta condición. Si la terapia nutricional
y la reducción de entrenamiento por un año
no provocan la reaparición de la menstruación, puede considerarse el tratamiento con
estrógenos.
Aunque la disponibilidad insuficiente de
energía y la resultante AHF son probablemente la causa más común de amenorrea
entre las mujeres que hacen ejercicio, no todas las mujeres deportistas con
desórdenes menstruales son hipometabólicas.
En efecto, el síndrome de ovarios poliquísticos (PCOS) ha sido
identificado como una explicación alternativa.
El PCOS es probablemente el desorden endocrino más común entre mujeres
de edad fértil, afectando aproximadamente al 10% de la población femenina. Este
síndrome se caracteriza por la elevada
producción ovárica de andrógenos, disturbios en la ovulación y hallazgos de
ovarios poliquísticos en la exploración con ultrasonido. Aunque la etiología
del PCOS es bastante desconocida, hay fuertes indicaciones de una
predisposición genética.
El hiperandrogenismo y la resistencia a la
insulina, las características endocrinas de la patogénesis del PCOS, explican varios de los síntomas asociados. La
anormalidad primaria parece ser el incremento en la producción de andrógenos por los ovarios, favorecida por la
disrupción del control por retroalimentación de la secreción pulsátil de GnRH
que resulta en elevada secreción de LH y deficiencia relativa de FSH. Las
consecuencias clínicas son la característica morfología de ovarios
poliquísticos y la anovulación que provoca desórdenes menstruales y reducción
de la fertilidad, así como hirsutismo y acné. Adicionalmente, las mujeres con
PCOS son más resistentes a la insulina, independiente de obesidad, provocando
hipersecreción secundaria de insulina, la cual estimula directamente la
producción de andrógenos por las células tecales del ovario. Por otra parte, la
insulina inhibe la síntesis hepática de la globulina ligadora de hormonas
sexuales (SHBG); elevando, por tanto, los niveles de testosterona libre y
biodisponible. Más aún, la resistencia a la insulina puede provocar cambios
metabólicos incluyendo obesidad abdominal.
El PCOS generalmente es manejado a través
del tratamiento de los síntomas, incluyendo desórdenes menstruales,
infertilidad, hirsutismo y sobrepeso/obesidad, aunque el tratamiento específico
no siempre es necesario. Sin embargo, un estilo de vida sano, es claramente
beneficioso y debe ser recomendado desde el inicio del tratamiento. La
anovulación de larga duración incrementa el riesgo de cáncer endometrial, pero
los anticonceptivos orales o los progestágenos cíclicos pueden ser usados para
regularizar la menstruación y abolir este riesgo. Los anticonceptivos orales
combinados atenúan los efectos androgénicos y contrarrestan el hirsutismo y el
acné. La actividad física usualmente
mejora el acné de mujeres con PCOS, pero la estimulación de la ovulación o la
fertilización in vitro también puede ser ofrecida a las pacientes.
El PCOS parece ser un desorden común entre
atletas femeninas de élite y la causa
más frecuente de desórdenes menstruales en las mujeres deportistas olímpicas. Las atletas con PCOS muestran elevada
secreción diurna de LH y testosterona en comparación con las atletas sin PCOS.
Por el contrario, en atletas con AHF debida a deficiencia de energía, la
pulsatilidad de LH es abolida y los niveles de testosterona son bajos.
Entonces, el perfil hormonal asociado con PCOS difiere completamente del de la
AHF. Al mismo tiempo, el nivel de testosterona en las mujeres con PCOS se
mantiene en la parte superior del rango normal. El cuerpo de tales atletas es
más anabólico, con una mayor cantidad de masa muscular y mayor densidad mineral
ósea que otras atletas. Por otra parte, el hiperandrogenismo parece proteger
efectivamente contra la pérdida ósea, a pesar de la oligomenorrea/amenorrea y
la deficiencia relativa de estrógenos. En algunas atletas con
amenorrea, la causa puede ser mixta con
disturbios hipotalámicos funcionales por deficiencia de energía y PCOS.
Algunas mujeres nacen con condiciones raras
referidas como diferencias/desórdenes del desarrollo sexual (DSD) en las cuales
el desarrollo del sexo cromosómico, gonadal y anatómico es atípico. Estas
condiciones usualmente son diagnosticadas en el nacimiento o durante la
infancia temprana a través de la presencia de genitales ambiguos o en el inicio
de la pubertad debido a la presencia de amenorrea primaria. Sin embargo, en
regiones con recursos y/o competencias médicos limitados, estas pacientes
pueden llegar a la adultez sin ser diagnosticados. Las DSD involucran un
cariotipo masculino y testículos no descendidos pero funcionales con una producción de testosterona que puede
alcanzar niveles similares a los de los hombres. Si los receptores de
andrógenos son funcionales, su masa muscular se desarrollará como en los
hombres conjuntamente con otros signos de virilización, incluyendo hirsutismo,
voz grave, atrofia de las mamas e hipertrofia del clítoris. Las mujeres con DSD
tienen un riesgo variable de desarrollar cáncer de células germinales (CCG).
La deficiencia de la enzima 5α-reductasa
tipo 2, una condición autosómica recesiva rara causada por una mutación en el
gen SRD5A2, resulta en insuficiencia para convertir testosterona en
5-dihidrotestosterona (DHT). Dado que el desarrollo de los genitales masculinos
durante la vida fetal depende de la DHT, esta condición provocará grados
variables de subvirilización a pesar de la presencia de testículos y una
producción normal de testosterona, lo cual resulta en la identificación como
hembra en el nacimiento. Sin embargo, durante la pubertad, cuando los niveles
circulantes de testosterona alcanzan los niveles normales de un hombre adulto,
las hembras exhiben virilización y más de la mitad de ellas cambian su
identidad de género y se vuelven hombres. El riesgo de CCG con esta condición
es relativamente bajo.
El síndrome de insensibilidad a los
andrógenos (SIA), causado por una mutación en el gen del receptor de andrógenos
en el cromosoma X, provoca grados variables de subvirilización en individuos
portadores de un cromosoma X y un cromosoma Y. En el caso de insensibilidad a
los andrógenos completa (SIAC), aun con testículos no descendidos y niveles
circulantes de testosterona en el rango normal para hombres, estos individuos
responden muy poco o nada a los andrógenos y, por tanto, parecen mujeres
completas. Sin embargo, con
insensibilidad a los andrógenos parcial (SIAP), el fenotipo puede variar desde
una mujer virilizada hasta un hombre subvirilizado. Si las gónadas son
intra-abdominales, el SIAP está asociado con un riesgo claramente elevado de
CCG (30-40%), y, por tanto, la gonadectomía es recomendada en este caso.
Una mutación en el gen 17β-hidroxiesteroide
deshidrogenasa tipo 3 (17β-HSD) resulta en la conversión deficiente de
androstenediona en testosterona. Clínicamente, estos individuos XY desarrollan
genitales externos subvirilizados y fenotipos variables, con algunos casos
identificados como hembra en el nacimiento. Sin embargo, como en el caso de la
deficiencia de 5α-reductasa, cuando los testículos comienzan a producir grandes
cantidades de testosterona durante la pubertad, estos individuos muestran
marcada virilización y aproximadamente la mitad cambia su identidad de género a
hombre. Esta condición está asociada con un riesgo medio alto de CCG.
Los individuos con DSD ovotesticular
(hermafroditismo verdadero), otra condición muy rara con cariotipos variables
(aunque 46XX es el más común) desarrollan tejido ovárico y testicular. Ellos
pueden tener ovario en un lado y testículo en el otro lado o tejido
combinado, llamado ovotestis.
Dependiendo de su tejido gonadal, el fenotipo clínico varía ampliamente, desde
un hombre normal hasta una mujer normal, aunque la naturaleza de los genitales
externos a menudo es ambigua. Ellos pueden ser considerados hombre o mujer y
poco se conoce acerca de su identidad de
género. El riesgo de CCG es bajo en la DSD ovotesticular.
La incidencia de 46XY DSD en la población
general es estimada en 1 por cada 20000 nacimientos. En comparación, la
prevalencia de esta condición entre las atletas femeninas que participan en los
campeonatos mundiales que es de 7 en 1000, es decir, 140 veces mayor. Dado que
las formas leve y severa de hiperandrogenismo parecen ser particularmente
comunes entre las atletas femeninas, se ha sugerido que tales condiciones
podrían aumentar el rendimiento atlético y jugar un rol en la decisión de las
mujeres de participar en deportes competitivos.
El sexo biológico es uno de los
determinantes más decisivos del rendimiento atlético. En los deportes de
fuerza, los hombres tienen, en general 10-20% de ventaja sobre las mujeres, con
la diferencia más pronunciada en los deportes que involucran primariamente la
fuerza muscular. Esta diferencia sexual obvia aún se mantiene, aunque el
rendimiento de las mujeres ha mejorado considerablemente con el tiempo, dando
lugar a la conclusión que la competición entre mujeres y hombres podría no ser
significativa y, por tanto, muchos deportes involucran competiciones femeninas
y masculinas. Las diferencias promedio en las características físicas que
podrían conferir una ventaja masculina incluyen: mayor talla (lo cual es
beneficioso en algunos deportes), una composición corporal más anabólica
(relativamente más masa muscular que grasa corporal) y mayor fuerza muscular.
Adicionalmente, las diferencias sexuales en los niveles de hemoglobina y los
patrones conductuales, incluyendo competitividad, pueden dar a los hombres una
ventaja sobre las mujeres.
Entre todas las variables que pueden jugar
un rol en el rendimiento atlético, la explicación de la diferencia sexual que
es más aceptada involucra los niveles circulantes de testosterona, los cuales
son, en promedio, 10-20 veces mayores en hombres que en mujeres. Las mediciones
disponibles indican que el rango femenino normal es 0,1-1,8 nmol/l y el rango
masculino normal es 7,7-29,4 nmol/l. Aun cuando las mujeres con
hiperandrogenismo leve, como PCOS, sean incluidas, el límite superior femenino
es 3,1 nmol/l o 4,8 nmol/l.
En mujeres de edad fértil, aproximadamente
50% de la testosterona circulante es secretada directamente, y en partes
iguales, por los ovarios y las glándulas adrenales. El 50% restante es
producido por la conversión periférica de precursores de andrógenos derivados
de los ovarios y las adrenales. La androstenediona producida por el ovario, un
precursor de estrógenos y andrógeno, puede ser convertida en testosterona, la
cual es convertida posteriormente en DHT, un andrógeno mucho más potente, por
la enzima 5α-reductasa localizada en el ovario y otros tejidos periféricos (hígado,
riñón, músculo, tejido adiposo y piel). La glándula adrenal produce dehidroepiandrosterona
(DHEA), dehidroepiandrosterona sulfato (DHEAS), androstenediona, testosterona y
pequeñas cantidades de DHT. En los tejidos periféricos que expresan enzimas
esteroidogénicas, los precursores DHEA y DHEAS pueden ser convertidos en
estradiol, testosterona y DHT. En las mujeres, la DHEA es considerada una
fuente mayor tejido-específica de testosterona y DHT.
En la circulación sanguínea, aproximadamente
65-70% de la testosterona está unida a
SHBG, una proteína secretada por el hígado, 30-35% de la testosterona está
unida a albúmina y solamente 0,5-3% es
testosterona libre. Las fracciones libre y unida a albúmina son consideradas
testosterona biodisponible. Sin embargo, el índice andrógeno libre, es decir,
la relación de testosterona total a SHBG multiplicada por 100, es usado como
una medida de testosterona libre circulante.
La DHT en la circulación está unida a más fuertemente a la SHBG que la
testosterona. La cromatografía de líquido (o gas)-espectrometría de masa es
considerada la técnica más adecuado para el análisis de testosterona en suero,
pues los métodos inmunológicos son limitados por la reactividad cruzada con
otros esteroides y la sensibilidad insuficiente.
La testosterona y la DHT son los dos
andrógenos que claramente se unen al receptor de andrógenos y por tanto ejercen
actividad anabólica. Aunque la evidencia reciente indica que la
11-cetotestosterona y la 11-cetodihidrotestosterona, derivados de andrógenos
producidos por la glándula adrenal son también potentes agonistas del receptor
de andrógenos humano, su potencial rol biológico aún no está dilucidado.
Los andrógenos pueden aumentar el
rendimiento atlético a través de sus efectos sobre el tejido muscular, la masa
ósea, la eritropoyetina, el sistema inmune y patrones conductuales, aunque la
mayor parte de los estudios en este contexto se han realizado en hombres. En el
tejido muscular, los andrógenos incrementan el número de fibras musculares,
células satélites y mionúcleos, así como también el tamaño de las neuronas
motoras. Más aún, los hallazgos experimentales indican que en el músculo
esquelético, la testosterona eleva la
expresión de miostatina, la biogénesis mitocondrial, la expresión de mioglobina
y el contenido de IGF, lo cual resulta en aumenta de la actividad del músculo
esquelético. Obviamente, el crecimiento muscular y el incremento en fuerza y
potencia pueden aumentar el rendimiento. Adicionalmente, los andrógenos
estimulan la formación de hueso, directamente y a través de su aromatización
local en estrógenos. Más aún, el incremento en fuerza y masa muscular
estimulado por los andrógenos promueve la formación de hueso. La testosterona
también estimula la formación de nuevos eritrocitos y eleva los niveles
circulantes de hemoglobina, aparentemente como resultado de la secreción de más
eritropoyetina y menos hepcidina. Los experimentos revelan una relación lineal
entre los niveles de hemoglobina y el consumo máximo de oxígeno durante el
ejercicio. Los andrógenos también
pueden ejercer efectos conductuales y psicológicos que influyen en el
rendimiento atlético. La administración de testosterona exógena en hombres
aumenta la conducta competitiva y dominante, reduce el temor y promueve la
conducta de alto riesgo.
La influencia de los niveles endógenos de
andrógenos en el rango normal sobre el rendimiento atlético ha sido muy poco
estudiada en mujeres, mientras en hombres hay evidencia de una asociación entre
niveles normales de testosterona
endógena y rendimiento físico en atletas y no atletas. Una razón para la
carencia de tal investigación en mujeres podría ser las complicaciones
introducidas por las variaciones hormonales
durante el ciclo menstrual y el uso de anticonceptivos. Un estudio que
incluye atletas femeninas (n=22) demostró que los niveles plasmáticos de testosterona
en reposo se correlacionan positivamente con el rendimiento explosivo. En otro
estudio, se examinaron más de 100 atletas olímpicas suecas y controles
sedentarios de la misma edad e IMC con respecto a masa muscular y ósea, fuerza
muscular y perfil de andrógenos en suero y orina. Aunque las atletas exhibieron
niveles de andrógenos en suero en el rango normal, sus niveles de precursores
de andrógenos, incluyendo DHEA, fueron mayores y los niveles de estrona menores
que los correspondientes a los controles. Adicionalmente, los niveles de DHT y
DHEA en suero se correlacionaron positivamente con el rendimiento físico de las
atletas. Esta observación es importante porque la evidencia acumulada indica
que, en las mujeres, la DHEA es el mayor precursor de andrógenos bioactivos al
ser convertida intracelularmente en testosterona y DHT, las cuales se unen al
receptor de andrógenos. Estos hallazgos indican que, en atletas femeninas, aun
los niveles normales de andrógenos endógenos se correlacionan positivamente con
la masa magra y el rendimiento físico.
En conclusión, la evidencia emergente indica
que la testosterona incrementa la masa y fuerza musculares, estimula la
eritropoyesis, promueve la conducta competitiva y aumenta el rendimiento físico
de las mujeres. Adicionalmente, los niveles de testosterona en el rango normal
se correlacionan con la masa muscular y el rendimiento físico en atletas
femeninas. Más aún, entre estas atletas, la prevalencia de condiciones hiperandrogénicas,
incluyendo PCOS y DSD, las cuales incrementan grandemente la producción de
testosterona, es elevada. Estos hallazgos han dado lugar a la propuesta que el
hiperandrogenismo esencial es beneficioso para el rendimiento atlético y juega
un rol en la decisión de las mujeres para competir en actividades
atléticas. La testosterona circulante es
considerada el factor más fuerte para explicar la ventaja masculina en el
rendimiento deportivo.
Hirschberg AL
(2020). Female hyperandrogenism and elite sport. Endocrine Connections 9:
R81-R92.
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