Microbiota intestinal y metabolismo de macronutrientes
La microbiota
intestinal humana es un ecosistema complejo de microorganismos que habitan y mantienen la homeostasis del tracto
gastrointestinal. La mayor parte de las contribuciones de la microbiota
intestinal a la fisiología del organismo humano está relacionada con el
metabolismo microbiano. En general, el metabolismo microbiano de sustratos
exógenos y endógenos para obtener nutrientes utilizables por el huésped es un
beneficio directo, pero los metabolitos también pueden actuar para modular el
sistema inmune impactando la fisiología y la expresión de genes de las células
del huésped. El colon es el principal sitio de esta fermentación, el tiempo de
tránsito relativamente alto y el pH acoplado con bajo recambio de células y
potencial redox son condiciones favorables para la proliferación de
bacterias. Sin embargo, esto no excluye
la importancia de la microbiota en otros sitios, como por ejemplo, la
microbiota del intestino delgado regula la absorción de nutrientes y el
metabolismo del huésped. La presencia de diversas actividades metabólicas permite
a la microbiota intestinal ocupar los nichos ecológicos disponibles e inhibir
competitivamente la colonización por patógenos. La elevada concentración de productos ácidos derivados de la
fermentación local reduce el pH y crea un ambiente inhóspito para los
microorganismos invasores. Sin embargo, las rutas específicas de fermentación
de los microbios intestinales pueden resultar en la formación de compuestos
tóxicos que tienen el potencial para
dañar el epitelio del huésped y causar inflamación.
Los tres macronutrientes consumidos en la
dieta humana, carbohidratos, proteínas y
grasas pueden alcanzar el colon escapando de la digestión primaria cuando la
cantidad consumida excede a la tasa de digestión o resisten a la digestión
primaria debido a la complejidad estructural de biomoléculas específicas.
Varios factores pueden influir en la eficiencia digestiva, lo cual a su vez
modula los sustratos disponibles para consumo de la microbiota intestinal,
incluyendo la forma y el tamaño de las partículas del alimento, la composición
de la comida (afectada por las tasas relativas de macronutrientes, y la presencia de
anti-nutrientes como inhibidores de la α-amilasa) y el tiempo de tránsito. El tiempo de tránsito
en particular altera la composición de las comunidades microbianas fecales, lo
cual es el resultado de varias variables incluyendo dieta, actividad física,
genética, drogas (por ejemplo, cafeína y alcohol) y
estatus psicológico. La biodisponibilidad de micronutrientes para el
huésped también puede ser influenciada por los procesos metabólicos de la
microbiota intestinal. Las bacterias del colon pueden sintetizar endógenamente
co-factores esenciales para el metabolismo energético del huésped y la
regulación de la expresión de genes, como las vitaminas del complejo B. Otro
ejemplo incluye la biotransformación por
la microbiota intestinal de polifenoles derivados de plantas, los cuales tienen
propiedades anti-oxidante, anti-cáncer y/o anti-inflamatoria, lo que mejora su captación por el huésped.
Los polisacáridos de la dieta pueden ser
metabolizados a través de los diversos enlaces entre las unidades de
monosacáridos por una gran cantidad de enzimas activadas por carbohidratos que
se encuentran en el microbioma intestinal humano. Por ejemplo, los Bacteroides
thetaiotaomicron posee 260 hidrolasas de glucósidos en su genoma, lo cual
enfatiza el requerimiento de adaptación a través de la evolución para maximizar la utilización del almidón y la
variedad de fibras disponibles como partes de la dieta humana. Por el
contrario, las células humanas producen muy pocas de estas enzimas (aunque
producen amilasa para remover las unidades α del almidón y pueden usar azucares
como glucosa, fructosa, sucrosa y lactosa en el intestino delgado) y dependen
de los microbios intestinales para obtener la energía del resto de
carbohidratos complejos. Sin embargo, una vez que la etapa limitante de la
degradación primaria ha sido superada, los monosacáridos resultantes pueden ser
rápidamente consumidos por la microbiota intestinal con poca interconversión de
sustratos para entrar en las rutas
Embden-Meyerhof-Parnas y Entner-Doudoroff o la ruta de las pentosas fosfato para
generar piruvato y la subsiguiente producción de ATP. Por otra parte, las
proteínas de la dieta se caracterizan por enlaces peptídicos que pueden ser
rotos por proteasas. Las bacterias intestinales pueden producir aspártico-,
cisteína-, serina- y metalo-proteinasas, pero estas enzimas bacterianas son
superadas por las proteasas procedentes de las células humanas. Sin embargo,
los veinte aminoácidos proteinogénicos requieren más etapas de interconversión
para la incorporación en rutas bioquímicas en comparación con las unidades de
monosacáridos y las especies microbianas intestinales no tienen capacidad para
fermentar todos los aminoácidos para producir energía. Adicionalmente, la
incorporación microbiana de aminoácidos del ambiente en procesos anabólicos
podría conservar más energía en comparación con su uso catabólico reduciendo la
necesidad de biosíntesis de aminoácidos. Es por esta razón que los aminoácidos,
a diferencia de los carbohidratos, generalmente no son considerados una fuente
de energía eficiente, y por tanto los microbios intestinales consumen
preferencialmente carbohidratos en lugar de proteínas. Esta jerarquía metabólica es análoga a la de
células humanas como las células epiteliales intestinales (CEI), en las cuales
incrementa la autofagia cuando los nutrientes derivados de los microbios son
escasos.
El piruvato es producido principalmente a
partir de carbohidratos, pero también a partir de otros sustratos, y la
microbiota intestinal humana ha desarrollado varias estrategias para su
fermentación y generar energía. El piruvato puede ser catabolizado en
succinato, lactato o acetil-CoA. Sin embargo, estos intermediarios no alcanzan
altas concentraciones y pueden ser metabolizados para producir los ácidos grasos de cadena corta (AGCC) acetato, propionato
y butirato. Estos metabolitos son los más abundantes y mejor estudiados de los productos finales
microbianos, pues sus efectos son fisiológicamente importantes. Por ejemplo,
las CEI los utilizan como una fuente de energía. Los AGCC contribuyen con
aproximadamente 10% del contenido calórico requerido por el cuerpo humano para
su funcionamiento óptimo. El butirato es la fuente de energía preferida; su
consumo mejora la integridad de las CEI a través de la promoción de uniones
estrechas, la proliferación celular y la producción de mucina. El butirato
también exhibe efectos anti-inflamatorios a través de la estimulación de CEI y
células presentadoras de antígenos para producir las citoquinas TGF-β, IL-10 e
IL-18 e inducir la diferenciación de células T en células T reguladoras.
Acetato y propionato también pueden ser consumidos por las CEI (aunque en menor
grado que el butirato) y tienen algunos efectos anti-inflamatorios. El
propionato también puede inducir la diferenciación de células T en células T
reguladoras. El exceso de AGCC que no es metabolizado por las CEI es
transportado vía vena hepática al hígado, donde los AGCC pueden ser
incorporados como precursores en la gluconeogénesis, lipogénesis y
colesterologénesis. Específicamente, el propionato es gluconeogénico, mientras
acetato y butirato son lipogénicos. La relación de propionato a acetato es
particularmente importante, porque el propionato puede inhibir la conversión de
acetato en colesterol y grasa. El rol de los AGCC en la homeostasis de la
glucosa no está completamente dilucidado, aunque trabajos preliminares sugieren
un efecto beneficioso pues los niveles plasmáticos de insulina se relacionan
inversamente con la concentración plasmática de acetato.
Además de los AGCC, pequeñas pero significativas
cantidades de alcoholes, incluyendo etanol, propanol y 2,3- butanediol pueden
ser formados como productos finales de la fermentación del piruvato. El metanol
también es producido por la microbiota intestinal como resultado de la
degradación de la pectina, la desmetilación de proteínas celulares endógenas o
la síntesis de vitamina B12. Los alcoholes son transportados al
hígado, donde el proceso de destoxificación involucra su conversión en AGCC,
aunque a través de rutas que producen aldehídos tóxicos como precursores. En
particular, las proteobacterias son capaces de generar alcohol y están
asociadas positivamente con la disbiosis en la enfermedad intestinal
inflamatoria, una enfermedad en la cual los pacientes están predispuestos a
desarrollar hígado graso no alcohólico. Sin embargo, los alcoholes también
pueden ser destoxificados por muchos miembros de la microbiota intestinal a
través de rutas similares a las que están presentes en las células de los
mamíferos y de esta manera regulan su concentración. Adicionalmente, el metanol
puede ser usado como sustrato para acetogénesis y el etanol puede ser acoplado
al propionato para la producción de valerato, el cual inhibe el crecimiento de
células cancerosas y previene el crecimiento vegetativo de Clostridioides
difficile.
El cuerpo humano puede absorber rápidamente
AGCC y alcoholes, lo cual ayuda a reducir sus concentraciones en el colon,
permitiendo reacciones cinéticas favorables. La fermentación gaseosa por
productos, dióxido de carbono e hidrógeno, también debe ser removida para
ayudar al metabolismo. La utilización de estos sustratos es el resultado de la
actividad de los miembros de la microbiota intestinal más que de la absorción
del huésped. En el intestino humano existen tres estrategias para esta
actividad, (1) acetógenos, por ejemplo, Blautia sp convierte dióxido de carbono más hidrógeno en acetato;
(2) metanógenos, Mehtanobrevibacter sp convierte dióxido de carbono más
hidrogeno en metano; (3) bacterias que reducen sulfato incluyendo Desulfovibrio,
convierten sulfato más hidrógeno en sulfuro de hidrógeno. Una alta abundancia
de estas bacterias puede mejorar la eficiencia del metabolismo en el intestino.
Por ejemplo, un incremento en metanógenos se observa en el tracto
gastrointestinal de pacientes con anorexia nerviosa, lo cual puede ser una
estrategia de la microbiota intestinal en respuesta a la carencia de alimentos.
Las bacterias que reducen sulfato son las más eficientes de las
hidrogenotropas, pero requieren una fuente de sulfato y en el intestino, la
fuente más prominente de sulfato son los glucanos sulfatados. Aunque algunos de
estos glucanos se pueden obtener en la dieta, la fuente más accesible es la
mucina producida por el huésped. Las bacterias que reducen sulfato, como las Bacteroides, obtienen el sulfato a partir
de estos sustratos mediante la producción de sulfatasas. El sulfuro de
hidrógeno tiene un efecto tóxico para las CEI a través de la inhibición de la
citocromo C oxidasa mitocondrial y un efecto pro-inflamatorio a través de la
activación de células T helper 17. El sulfuro de hidrógeno también actúa
directamente sobre los enlaces disulfuro de la mucina facilitando su
degradación. Elevadas concentraciones de sulfuro de hidrógeno y proporciones
aumentadas de bacterias que reducen sulfuro han sido reportadas en pacientes
con enfermedad intestinal inflamatoria.
La digestión de las proteínas por el huésped
es más variable que la de carbohidratos y grasas y es influenciada por factores
como las tasas de macronutrientes, el tiempo de tránsito y la fuente (vegetal o
animal), lo cual provoca diferencias en la composición de aminoácidos
disponibles para la microbiota intestinal. Las etapas extras de interconversión
requeridas para la fermentación de aminoácidos provocan una diversidad de
productos. El catabolismo de proteínas en el intestino generalmente tiene una
connotación negativa porque en este proceso pueden resultar compuestos que son
tóxicos para el huésped, incluyendo aminas, fenoles/índoles y sulfuros. Sin
embargo, no todos los aminoácidos son fermentados a productos tóxicos como
resultado de la actividad de la microbiota intestinal. En efecto, los productos
finales más abundantes son los AGCC. Un microbio puede exhibir una de dos
estrategias para la etapa inicial del catabolismo de aminoácidos, desaminación
para producir ácido carboxílico más amonio o desaminación para producir amina
más dióxido de carbono. El amonio puede
inhibir el consumo de oxigeno mitocondrial y disminuir el catabolismo de AGCC
por las CEI, por lo que la producción excesiva de amonio impacta negativamente
al huésped. Sin embargo, la microbiota intestinal asimila rápidamente el amonio
en procesos de biosíntesis de aminoácidos y, adicionalmente, las CEI pueden
controlar la concentración de amonio a través de su conversión en citrulina y
glutamina o a través de su liberación lenta en la circulación sanguínea. La
desaminación parece ser la estrategia más común del catabolismo de aminoácidos
por la microbiota intestinal, pues altas concentraciones de AGCC son producidas
a partir de la degradación de aminoácidos a través de esta ruta. Las próximas
etapas dependen de la clase de aminoácidos y eventualmente resultan en
intermediarios del ciclo de ácido tricarboxílico, piruvato o precursores de
AGCC relacionados con coenzima A. Algunas especies microbianas, principalmente
de la clase Bacilli, también poseen deshidrogenasas de ácidos ceto de cadena
ramificada para generar energía a partir de la forma oxidada de aminoácidos de
cadena ramificada, lo cual provoca la formación de ácidos grasos de cadena
ramificada (AGCR) como isovalerato e isobutirato. Los AGCR son capaces de
modular el metabolismo de la glucosa y los lípidos en el hígado y el
isobutirato puede ser usado como fuente de energía por las CEI cuando el
butirato es escaso.
El catabolismo de los aminoácidos que
contienen azufre, cisteína y metionina, resulta en la producción de sulfuro de
hidrógeno y metanediol, respectivamente. Un gran número de especies
bacterianas, incluyendo Proteobacteria, Bacilli, Clostridium y
Bifidobacterium contienen las enzimas
degradativas para este proceso. El sulfuro de hidrógeno puede ser metilado a
metanediol, el cual a su vez puede ser metilado para formar dimetil sulfuro.
Esta metilación es considerada parte del
proceso de destoxificación debido a la naturaleza progresivamente menos tóxica
de estos compuestos. Sin embargo, el metanediol también puede ser convertido en
sulfuro de hidrógeno y posteriormente oxidado a sulfato, el cual puede ser
utilizado por las bacterias que reducen sulfato.
Una gran diversidad de especies bacterianas
de la microbiota intestinal incluyendo bifidobacterias, clostridium,
lactobacilos, enterococos, estreptococos y miembros de la familia
Enterobacteriaceae, pueden descarboxilar aminoácidos básicos y formar
aminas. El catabolismo de arginina puede
producir agmatina por desaminación y/o putrescina, espermidina y espermina como
parte de la ruta de síntesis de poliaminas. La agmatina inhibe la proliferación
de CEI, también tiene efectos anti-inflamatorios a través de la inhibición de
la sintetasa de óxido nítrico y es un potencial neurotransmisor con agonismo
por receptores adrenérgicos α2 y sitios de unión imidazolina,
mientras simultáneamente bloquea canales de cationes disparado por ligando
(clase NMDA). La putrescina es esencial para la proliferación de CEI. Es el
precursor de espermidina/espermina, las cuales son capaces de reducir el estrés
oxidativo y promover la longevidad celular a través de la estimulación de la
autofagia. Las tres poliaminas mejoran la integridad del intestino porque
incrementan la expresión de proteínas de las uniones estrechas, promueven la
restitución intestinal e incrementan la secreción de mucus. La putrescina y la
espermina son capaces de inhibir la producción de citoquinas pro-inflamatorias
como IL-1, IL-6 y TNF-α. La arginina también puede ser convertida en glutamato,
el cual puede ser desaminado para producir GABA, el principal neurotransmisor
inhibidor del sistema nervioso central. Por otra parte, el catabolismo de la
histidina produce histamina, la cual previene la translocación bacteriana en el
intestino, mientras el catabolismo de la lisina puede producir cadaverina que
en altas cantidades puede ser tóxica.
La degradación de aminoácidos aromáticos (triptófano, tirosina,
fenilalanina) genera una diversidad de
compuestos indólicos y fenólicos que pueden actuar como toxinas o
neurotransmisores. El catabolismo del triptófano puede producir triptamina e
índoles. La triptamina es un neurotransmisor que juega un rol en regulación de
la motilidad intestinal y la función inmune.
En particular, es capaz de interactuar con la indolamina 2,3-dioxigenasa
y el receptor aril hidrocarbono para promover la supervivencia inmune y reducir
la expresión de citoquinas pro-inflamatorias, respectivamente. La triptamina
también puede inducir la liberación de
serotonina por las células enteroendocrinas. La descarboxilación del triptófano
es una actividad rara entre las especies de la microbiota intestinal, pero
ciertos Firmicutes son capaces de hacerla. Por otra parte, el indol es un
metabolito del triptófano producido por muchas especies de Bacteroides y
Enterobacteriaceae que juega un importante rol en la defensa del huésped
interactuando con el receptor pregnano X y el receptor aril hidrocarbono. Esta
actividad fortifica la barrera intestinal incrementando la expresión de
proteínas de las uniones estrechas y regulando a la baja la expresión de
citoquinas pro-inflamatorias. El indol también induce la secreción de péptido
similar a glucagón 1 (GLP1) por las células enteroendocrinas e inhibe la
motilidad y secreción gástrica para promover saciedad. Sin embargo, la sobre
producción de indol puede incrementar su exportación al hígado, donde es
sulfatado a indoxil sulfato, una toxina urémica asociada con la enfermedad
renal crónica.
El
catabolismo de la tirosina puede producir tiramina, fenol y p-cresol. La
tiramina es un neurotransmisor que puede ser producido por ciertas bacterias
intestinales vía descarboxilación, incluyendo Enterococcus y Enterobacteriaceae,
y facilita la liberación de noradrenalina que induce vasoconstricción
periférica, eleva los niveles sanguíneos de glucosa e incrementa el gasto
cardiaco y la respiración. Adicionalmente, la tiramina incrementa la síntesis
de serotonina por las células enteroendocrinas en el intestino y aumenta su liberación
en la circulación sanguínea. El fenol y el p-cresol son metabolitos fenólicos
que disminuyen la integridad del epitelio intestinal y la viabilidad de las
CEI, y pueden ser producidos por muchas especies bacterianas intestinales,
incluyendo Enterobacteriaceae y Clostridium. En particular, el p-cresol es
genotóxico, eleva la producción de superóxido e inhibe la proliferación de CEI.
Adicionalmente, el p-cresol puede ser sulfatado para producir cresil sulfato,
el cual está asociado con enfermedad renal crónica. El catabolismo de
fenilalanina puede producir feniletilamina y ácido trans-cinámico. La
feniletilamina facilita la liberación de catecolaminas y serotonina y está
asociada positivamente con la enfermedad
de Crohn. La conversión de fenilalanina en trans-cinamato y tirosina en ácido p-coumárico
resulta en un incremento en las concentraciones de fenilpropionato y 4-hidrofenilpropionato,
los cuales a su vez producen metabolitos urinarios asociados con el fenotipo
ácido clorogénico. Estas rutas metabólicas ocurren con especies de Clostridium
y Peptostreptococcus, respectivamente.
Una proporción muy pequeña de la grasa de la
dieta alcanza el colon. Los microorganismos en el intestino poseen lipasas, las
cuales pueden degradar triglicéridos y fosfolípidos. Los triglicéridos
representan 95% de la grasa total de la dieta, mientras los fosfolípidos,
principalmente en la forma de fosfatidilcolina constituyen una porción menor,
pero también derivan endógenamente a partir de ácidos biliares. Ciertas bacterias
que habitan en el tracto gastrointestinal, incluyendo especies de Lactobacilos,
Enterococcus, Clostridia y Proteobacteria pueden utilizar los triglicéridos y
reducir el glicerol a 1,3-propanediol. El 3-hidroxipropanal (reuterin) es un
intermediario de este proceso que tiene propiedades anti-microbianas contra
microorganismos patógenos y comensales, pero también puede ser deshidratado
espontáneamente para formar acroleína. La acroleína es una genotoxina altamente
reactiva con una potencia mutagénica equivalente a la del formaldehído. Por
otra parte, la colina puede ser metabolizada a trimetilamina por especies de la
microbiota intestinal, particularmente Clostridia y Proteobacteria. La
trimetilamina es oxidada en el hígado a trimetilamina N-oxido, el cual exacerba
la ateroesclerosis promoviendo la formación de macrófagos y alterando el
transporte de colesterol. Los lípidos libres
pueden interactuar directamente con receptores del huésped.
Particularmente, los ácidos grasos saturados son agonistas del TLR4 y promueven
la inflamación, mientras los ácidos grasos insaturados omega-3 son antagonistas
del TLR4 y previenen la inflamación. La grasa de la dieta también puede alterar
el perfil de ácidos biliares. Los lípidos saturados incrementan la cantidad relativa
de taurina conjugada y este compuesto que contiene sulfuro provoca la expansión
de bacterias que reducen sulfato en el intestino.
En conclusión, la microbiota intestinal
humana es un componente crítico de la digestión, degradando carbohidratos complejos,
proteínas y, en menor extensión, grasas que alcanzan el tracto gastrointestinal
inferior. Este proceso resulta en una multitud de metabolitos microbianos que
pueden actuar localmente y
sistemáticamente (después de ser absorbidos en la circulación sanguínea). Los
metabolitos resultantes incluyen principalmente ácidos grasos de cadena corta y
alcoholes (formados principalmente a partir de monosacáridos), amonio, ácidos
grasos de cadena ramificada, aminas, compuestos que contienen sulfuro, fenoles
e índoles (derivados de aminoácidos), glicerol y colina (derivados de lípidos),
dióxido de carbono e hidrógeno. El
impacto de estos metabolitos sobre la salud humana es complejo con compuestos
potencial beneficiosos y compuestos potencialmente tóxicos.
Fuente: Oliphant
K, Allen-Vercoen E (2019). Macronutrient metabolism by the human gut
microbiome: major fermentation by products and their impact on host health.
Microbiome 7:91.
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