Neuropéptido Y, adicción al alcohol y desordenes
afectivos
El neuropéptido Y (NPY), un péptido de 36
aminoácidos aislado originalmente de cerebro porcino, pertenece a la familia polipéptido
pancreático de péptidos biológicamente activos conjuntamente con el polipéptido pancreático (PP) y el péptido
YY (PYY). La secuencia de aminoácidos del NPY porcino fue determinada en 1985 y
posteriormente se estableció que es idéntica en varias especies incluyendo
humano, rata, porcino y cobayo. Los péptidos de la familia PP son sintetizados
a partir de proteínas precursoras de gran tamaño. En el caso del NPY, el
péptido precursor de 98 aminoácidos es procesado proteolíticamente en tres productos separados, un péptido
N-terminal señal, el NPY y un péptido C-terminal de 30 aminoácidos (C-PON).
El NPY es expresado predominantemente en células que se originan de la cresta
neural y es uno de los neuropéptidos más abundantes en el sistema nervioso
central (SNC), aunque su expresión no se limita a neuronas y está presente en
tejidos periféricos como intestino y sistema cardiovascular. El NPY es
expresado en altos niveles en las regiones cerebrales involucradas en la
regulación de conductas afectivas, homeostasis energética, memoria y
plasticidad neuronal. Esto incluye al hipotálamo, (particularmente los núcleos
arcuato y paraventricular), el hipocampo, la amígdala, la porción
periacueductal gris (PAG), el septum y
el locus coeruleus (LC), entre otras regiones cerebrales. La amígdala es un sustrato neurobiológico central para la
mediación de conductas relacionadas con el estrés y la ansiedad que tiene
fuerte inervación NPYergica. La amígdala central está involucrada en las
consecuencias funcionales de la
activación de la amígdala por estímulos aterradores y, conjuntamente con el
complejo lateral/basolateral media los efectos anti-estrés del NPY. La porción
dorsolateral de la PAG es inhibida tónicamente por la amígdala. La PAG está
involucrada en la respuesta al temor con subcompartimentos involucrados
diferencialmente en conductas
defensivas. El septum es un componente clave en la regulación de los estados de
ansiedad. El hipocampo dorsal es un componente importante de los circuitos neuronales que controlan
conductas relacionada con la ansiedad y el estrés y los circuitos
septo-hipocampales son importantes para conductas relacionadas con el temor. La
expresión de NPY es alta en las regiones del hipocampo.
El NPY ejerce sus acciones a través de cuatro subtipos de receptores
(Y1, Y2, Y4 e Y5) acoplados a proteína G
pero con diferente afinidad por el ligando. El subtipo Y1 requiere al
péptido completo para ser activado, mientras el subtipo Y2 también puede unirse
a fragmentos C-terminal de NPY. El subtipo Y4 se une preferencialmente al PP y
puede ser referido como receptor PP1. El subtipo Y5 se une a los mismos ligandos de Y1. Los receptores de
NPY se acoplan a proteínas Gi/o para desencadenar varias rutas de señalización,
incluyendo la inhibición de la adenil ciclasa, la activación de la proteína
quinasa activada por mitogenos (MAPK), la regulación de la concentración
intracelular de Ca2+ y la activación
de canales de K+. En el SNC, los subtipos de receptores de
NPY son expresados en regiones involucradas en la regulación de ansiedad,
estrés, depresión, homeostasis de energía y memoria. El receptor Y1 es
predominantemente postsináptico y
requiere la secuencia intacta del
NPY para su reconocimiento y activación,
media las acciones anti-ansiedad y anti-depresión del NPY. La activación del
receptor Y1 disminuye los niveles de ansiedad experimental, alivia el
desorden de estrés posttraumático (PTSD)
y la conducta depresiva, predominantemente a través de acciones en la amígdala y el hipocampo. El
receptor Y2 presináptico es activado, además del NPY intacto, por fragmentos C-terminal del NPY, como NPY
13-36 y NPY 3-36. El subtipo Y2 funciona como un heteroreceptor que afecta la
liberación presináptica de NPY y neurotransmisores clásicos, incluyendo GABA,
glutamato y noradrenalina. El receptor Y4 tiene baja afinidad por el NPY y es
principalmente blanco del PP. Inicialmente se pensaba que el receptor Y5
era exclusivamente para regular el
efecto del NPY sobre la conducta
alimenticia; sin embargo, los efectos orexigénicos del NPY también
involucran a los receptores Y1 e Y2.
Una de las primeras acciones conocidas del
NPY en el SNC es la sincronización de larga duración del patrón de electroencefalograma. Esto es similar a
los efectos de compuestos sedantes/anxiolíticos como las benzodiacepinas o los
barbitúricos. Más aún, la administración icv de NPY en roedores suprime la
actividad locomotora. Otro hallazgo temprano, la prevención de formación de
erosiones gástricas, sugiere un rol del NPY en la regulación de eventos
relacionados con el estrés y, posiblemente, conductas relacionadas con la
ansiedad. El estrés crónico, además de
ser intrínsecamente peligroso, y las alteraciones en el balance homeostático
que lo acompañan incrementan la vulnerabilidad a la adicción. La ingesta de
drogas y el síndrome de abstinencia actúan como estresores provocando una disrupción del estado
homeostático que constituye un mecanismo que subyace a la progresión del uso al
abuso de dogas/alcohol. Más aún, la exposición repetida al uso de
drogas incrementa la sensibilidad al estrés. Una característica de la adicción es el riego
de recaídas después de un período de abstinencia. Durante la progresión del uso
al abuso de drogas, las alteraciones en
hipotálamo y estructuras extra-hipotalámica, como la amígdala, provocan
un incremento en la sensibilidad al estrés.
Consistente con los efectos de la
administración de NPY, la sobreexpresión del péptido ejerce efectos
ansiolíticos. En ratas, la sobreexpresión de NPY en la amígdala disminuye la
ansiedad así como la ingesta de alcohol, lo cual sugiere un rol del NPY
endógeno en la regulación de conductas relacionadas con la ansiedad. Sin
embargo, mientras la amígdala es conocida por regular conductas relacionadas
con el temor y la ansiedad y es considerada un sitio de almacenamiento de
memorias de temor, nuevos hallazgos sugieren que la corteza prefrontal (CPF) es
esencial en la regulación de memoria
dependiente de la amígdala y la
expresión de temor. La desregulación de la memoria relacionada con el temor es
de especial importancia en los pacientes con PTSD. En la CPF, la activación de
la corteza prelímbica (prL) aumenta la expresión de temor, mientras una elevada
actividad en la corteza infralímbica (IL) aumenta la extinción de temor. Las
neuronas piramidales en la PrL reciben impulsos inhibidores directos mediados
por neuronas bipolares NPY-GABA en la IL. Adicionalmente, la infusión de NPY en
la IL afecta la recuperación de la capacidad de extinción de temor sin afectar
la conducta depresiva o la memoria de trabajo. Las conexiones amígdala-CPF son
de gran relevancia clínica en el PTSD. La administración directa en el SNC -o
la administración intranasal- de NPY contrarrestan los síntomas del PTSD.
El receptor Y1 media el efecto ansiolítico
del NPY en la amígdala. Adicionalmente, la administración de antagonistas del
receptor Y1 en los ventrículos laterales o en el núcleo basolateral de la
amígdala induce efectos ansiogénicos en ratas. Por el contrario, la activación
del receptor Y2 tiene efectos
ansiogénicos. Esto es consistente con la localización presináptica de los receptores Y2 y se ha sugerido que se debe a un mecanismo de
auto-regulación donde la activación del
receptor Y2 provoca disminución de la
liberación de NPY (y regulación de sustratos
neurobiológicos dependiente de GABA/glutamato). En línea con esto, el bloqueo
de receptores Y2 tiene un efecto ansiolítico. Por otra parte, la administración
de NPY (13-36), un agonista especifico del receptor Y2, en la vecindad del LC
produce efectos ansiolíticos, indicando diferencias regionales en los efectos
de la activación del receptor Y2. El receptor Y5 ha sido implicado en la
regulación de la conducta afectiva, pero es difícil determinar la contribución
de este receptor debido a su cercana relación con el receptor Y1. En modelos
animales, los receptores Y1 e Y5 tienen expresión y funciones sobrepuestas en
regiones que regulan la ansiedad.
En animales con depresión
hay reducción en el volumen de
materia gris y la densidad glial en regiones que median aspectos cognitivos de
la depresión como CPF e hipocampo. Con relación a los subtipos de
receptores que median los efectos
antidepresivos del NPY, la activación del receptor Y1 tiene efectos
antidepresivos directos y también modula los efectos del tratamiento
antidepresivo. La administración intranasal de NPY o agonistas de Y1 tiene efectos
antidepresivos. Por otra parte, el tratamiento con antagonistas del receptor Y5
produce efectos antidepresivos en ratas con estrés crónico y previene la
degeneración de astrocitos en la CPF. La reducción de la expresión de NPY puede
constituir un riesgo para las conductas relacionadas con la depresión y la
ansiedad. En modelos animales de depresión, la concentración de NPY disminuye
en el hipocampo. En el hipocampo, el NPY modula la actividad sináptica e inhibe
la excitabilidad, con distintos efectos sobre la memoria. Por el contrario, la
concentración de NPY aumenta en el núcleo arcuato del hipotálamo en comparación
con animales no deprimidos.
La exposición a estrés o tratamiento con
drogas ansiolíticas o antidepresivas, afecta la expresión y función del NPY en
el SNC, la dirección es bidireccional. El estrés agudo disminuye
significativamente la expresión de NPY en la amígdala, un efecto acompañado por
conducta ansiogénica. La relación inversa se observa cuando el estresor se aplica repetidamente, indicando un
mecanismo innato para las adaptaciones en la amígdala dependientes de NPY. Con
relación a los tratamientos, la administración oral de antidepresivos en ratas
incrementa la concentración de NPY en regiones de la corteza frontal y el
hipotálamo. El tratamiento con litio incrementa los niveles de NPY en varias
regiones cerebrales de la rata como hipocampo, cuerpo estriado y corteza entorinal.
Los efectos antidepresivos del ejercicio podrían estar relacionados con
alteraciones en los niveles de NPY en el hipocampo.
El sobre consumo de alcohol comúnmente está asociado con ansiedad y
depresión. En modelos animales, la administración aguda de etanol produce
efectos ansiolíticos de corta duración. Adicionalmente, la alta ingesta de
alcohol está asociada con estado de ansiedad. La evidencia acumulada indica un
rol clave del NPY en la modulación del
desarrollo de la dependencia al alcohol. El consumo de alcohol aumenta en
ratones con mutaciones del gen NPY, pero disminuye en los animales transgénicos
que sobre expresan NPY. El soporte para el involucramiento del NPY y sus
receptores en las consecuencias
conductuales de la dependencia del alcohol
deriva de estudios con animales con historia de dependencia inducida a
través de la exposición a vapor de alcohol. Los hallazgos de estos estudios
indican que las alteraciones en los sistemas relacionados con el NPY subyacen a
algunos de los cambios conductuales inducidos por una historia de exposición a
vapor de alcohol y sugieren que el NPY puede modular las modificaciones
conductuales inducidas por alcohol. La administración de NPY en los ventrículos
cerebrales reduce la ingesta de alcohol
en ratas expuestas a vapor de alcohol, mientras este efecto está ausente en
animales sin historia de dependencia. La
reducción de la ingesta de alcohol por infusión de NPY en los animales predispuestos puede
estar relacionada con su efecto ansiolítico porque la dependencia al alcohol se
acompaña con un incremento en la sensibilidad al estrés.
La amígdala es un sustrato neurobiológico
central en la conducta relacionada con el estrés y la ansiedad, así como en la
modulación de la ingesta de alcohol. Las lesiones en la amígdala alteran la
conducta relacionada con la ansiedad y
reducen el consumo de alcohol. La infusión de NPY en el núcleo central de la
amígdala en ratas con dependencia del alcohol normaliza la conducta de ansiedad
y la ingesta de alcohol. Por el contrario, la inyección directa de NPY en el
núcleo paraventricular del hipotálamo incrementa el consumo de alcohol, un
efecto que puede ilustrar el contenido calórico del etanol. Adicionalmente, una
elevada señal NPY en el núcleo accumbens y/o el cuerpo estriado puede
contribuir a incrementar la sensibilización conductual inducida por etanol. El
retiro de la ingesta de alcohol puede afectar la expresión de NPY en la
amígdala central, lo cual contribuye a incrementar el tono GABAergico en los
animales con dependencia de alcohol. La aplicación de NPY exógeno normaliza el incremento inducido por
dependencia en la liberación de GABA en la amígdala central.
El efecto directo del NPY en la reducción de
la ingesta de alcohol se debe principalmente a la activación del receptor Y1.
Un estudio reciente reporta que la activación del receptor Y1 en el núcleo del
lecho de la estría terminal suprime la ingesta de alcohol y el mecanismo
subyacente es el aumento de la transmisión sináptica inhibitoria a través de mecanismos postsinápticos
dependientes de la proteína quinasa A (PKA). Algunos estudios indican que los
antagonistas del receptor Y2 provocan un incremento de NPY en la hendidura
sináptica, por lo que funcionan como agonistas indirectos del receptor Y1. Más aún, la administración
central de BHE0246, antagonista del receptor Y2, suprime la ingesta de alcohol
en ratas. Con relación al receptor Y5, el antagonismo de este receptor
puede reducir la ingesta de alcohol en
ratones. Una característica de la adicción al alcohol es el riesgo de
recaídas después de períodos prolongados
de abstinencia. El potencial rol del NPY así como de los ligandos de los receptores del NPY es
prevenir las recaídas en los animales con dependencia de alcohol. En este
contexto, un estudio en ratas demuestra que la administración icv de NPY bloquea el restablecimiento de la ingesta de alcohol inducida por el
estresor farmacológico yohimbina, un antagonista de receptores α2-adrenérgicos.
En pacientes con desordenes afectivos, PTSD,
demencia o historia de intentos suicidas, los niveles de NPY en el líquido
cerebroespinal (LCE) se encuentran disminuidos. En sujetos sanos, la administración
intravenosa de yohimbina induce ansiedad, recaídas en la ingesta de alcohol e
incremento en los niveles plasmáticos de NPY. Este efecto es atenuado en los
pacientes con PTSD. Los niveles de NPY también se correlacionan positivamente
con los niveles de cortisol y el rendimiento conductual en el estrés. La reducción de los niveles de NPY en LCE se acompaña con una reducción de la
inmunoreactividad del NPY en tejido de cerebro
postmorten. En un estudio con pacientes con depresión y ansiedad, los niveles plasmáticos de NPY
fueron más bajos que en los controles. Los niveles de NPY aumentaron con el
tratamiento con escitalopram y venlafaxine en los pacientes con depresión pero
no en los pacientes con ansiedad. La regulación de los niveles de NPY en la circulación
depende, en parte, de la enzima
dipeptidilpeptidasa 4 (DPP4), la cual tiene baja actividad en los pacientes deprimidos, un efecto que
puede ser revertido por el tratamiento con
antidepresivos.
En conclusión, el NPY está presente en altos
niveles en el SNC y tejidos periféricos
donde ejerce sus efectos a través de
múltiples subtipos de receptores pertenecientes a la familia de receptores
acoplados a proteína G. De estos subtipos, los receptores Y1 e Y2 son los mejor
caracterizados, seguidos por el subtipo Y5. El NPY y sus receptores son
importantes en la regulación central de los
eventos que subyacen a desórdenes
afectivos, desórdenes derivados del uso y abuso de alcohol y homeostasis energética.
En el SNC, el NPY también afecta la
regulación del sueño, los ritmos circadianos, la memoria y la plasticidad
neuronal. La evidencia acumulada sugiere un rol del NPY en la respuesta al
estrés agudo y crónico. Estas funciones del NPY sugieren que la modulación de
la actividad del sistema NPY a través de agonistas/antagonistas de los
receptores NPY puede ser un potencial mecanismo de tratamiento en los
desórdenes afectivos así como también en los desórdenes derivados del consumo
de alcohol.
Fuente: Thorsell
A y Mathé AA (2017). Neuropeptide Y in alcohol addiction and affective
disorders. Frontiers in Endocrinology 8:178.
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