CRH y simbiosis feto-madre
El período prenatal requiere continuos cambios adaptativos en la
fisiología materna para responder al
impacto funcional de nuevos órganos como la placenta y a las crecientes demandas en respuesta al
crecimiento, expansión y desarrollo de un nuevo organismo. Estos cambios
también son importantes para preparar a la madre para el parto y posteriormente
el cuidado materno. Una selectiva redistribución de los combustibles usados por
la madre y el feto permiten a la mujer embarazada el uso preferencial de la
grasa como combustible, preservando la
glucosa y los aminoácidos disponibles para el feto, y de esta manera minimizar el catabolismo de proteínas. Esta
interdependencia de la disponibilidad de recursos metabólicos y sustratos
energéticos puede influir en la duración
de la gestación. En este contexto, el inicio pre-término del trabajo de parto puede representar una
adaptación materna para limitar el costo metabólico de un embarazo amenazado
por condiciones adversas, o alternativamente una adaptación fetal a un ambiente intrauterino desfavorable.
Las condiciones intrauterinas en las que se
desarrolla el crecimiento del feto
tienen un rol importante en la
regulación de la función -y la
preservación de la integridad- de sus sistemas fisiológicos más tarde en la vida. Los resultados de
múltiples estudios confirman que las
perturbaciones ambientales alteran la disponibilidad intrauterina de
nutrientes, oxígeno y hormonas. Por lo
tanto, la capacidad para responder apropiadamente y contrarrestar las condiciones adversas es
esencial para minimizar los riesgos en la salud del feto. La evidencia
acumulada en los últimos años sugiere que en estos cambios inducidos por el
embarazo tiene un rol clave el eje
hipotálamo-hipófisis-adrenal (HHA), el cual regula las respuestas homeostáticas
centrales y periféricas al estrés. El eje HHA regula la relación
simbiótica de la madre y el feto en
desarrollo y también determina la duración de la gestación y el tiempo de
inicio del parto en los mamíferos. El
feto en desarrollo descodifica e integra señales ambientales a través de los
mismos sistemas biológicos de los
organismos maduros (por ejemplo, los sistemas neuroendocrinos
madre-placenta-feto) para mediar respuestas biológicas y conductuales a
estresores endógenos y exógenos. Los datos emergentes también identifican al
eje HHA como clave en el desarrollo de la progenie especialmente en los
primeros meses fuera del ambiente
intrauterino, un período crítico para el desarrollo con considerables interacciones entre genética y ambiente.
El embarazo se caracteriza por cambios
dramáticos en el sistema hormonal madre-feto que impactan sobre la función del
eje HHA materno. La placenta de los primates antropoides parece ser única en
producir hormona liberadora de corticotropina (CRH). Hay al menos dos patrones
de secreción de CRH placentaria (pCRH) a través de la gestación entre los antropoides. Ciertos monos (Papio y
Callithrix) tienen un pico en la gestación temprana a la gestación media,
seguido por una disminución a nivel plateau y
una posible elevación cerca del parto. Por el contrario, la placenta de
humanos y grandes simios secreta grandes cantidades de pCRH en la circulación
materna durante el segundo y el tercer trimestre del embarazo que aumentan
exponencialmente en el parto. La secreción de pCRH, a diferencia del péptido
hipotalámico, es aumentada por el
cortisol, lo cual proporciona un asa de retroalimentación positiva única que
mantiene altos niveles de CRH durante el embarazo.
Los tejidos feto-maternales de humanos y
roedores tienen mecanismos de defensas
que protegen al feto de la
exposición -y efectos
perjudiciales- de altos niveles de glucocorticoides maternos. Por ejemplo, una alteración de la enzima 11β-hidroxiesteroide
deshidrogenasa 2 (11β-HSD2) que previene la sobreexposición del feto a glucocorticoides, está asociada con complicaciones como bajo peso al nacer y
acortamiento de la duración de la gestación así como consecuencias a largo
plazo en la vida postnatal incluyendo la susceptibilidad a problemas en el
neurodesarrollo y enfermedades cardio-metabólicas.
En el progreso del embarazo hacia el
término, la producción hipotalámica de
CRH en la madre es regulada hacia abajo y por consiguiente es atenuada la
respuesta del eje HHA materno al estrés fisiológico y psicológico, una
adaptación critica que proporciona protección
a la madre y el feto contra los efectos de la adversidad. Es concebible
que las mujeres sin la esperada disminución
de la reactividad del eje HHA al estrés y la ansiedad tengan mayor
riesgo de complicaciones en el embarazo incluyendo parto prematuro. En el período postparto,
después de la expulsión de la placenta y una fuerte caída en los niveles de
pCRH, los niveles plasmáticos de cortisol disminuyen y la función del eje HHA materno gradualmente retorna a su estado pre-embarazo.
El incremento en la demanda de energía de la
madre y el feto provoca un aumento de la ingesta de alimentos a través de
mecanismos centrales de control del apetito, incluyendo el desarrollo de
resistencia a la leptina y una regulación
diferencial de las acciones centrales de otras hormonas orexigénicas y
anorexigénicas y neuroesteroides que
desvían el balance energético hacia el incremento del apetito, la ingesta de
alimentos, el almacenamiento de grasa y la disminución de la termogénesis.
Estos mecanismos aseguran que haya suficientes nutrientes para el feto,
suficiente energía para eventos extra metabólicos en la madre y un mayor almacenamiento de energía. Los cambios en el estado
metabólico materno son transmitidos directamente al feto. Por ejemplo, la
hiperglucemia en mujeres embarazadas induce hiperglucemia y niveles elevados de
insulina en el feto, incrementando el riesgo de complicaciones en la vida
postnatal. Más aún, las perturbaciones en el crecimiento fetal y el desarrollo neonatal están directamente
relacionadas con el estatus nutricional materno, lo cual sugiere que los ambientes intra y extra uterino
trabajan como un continuum para determinar el estatus metabólico de la
progenie.
Las perturbaciones homeostáticas como el
estrés materno pueden programar obesidad en la progenie y riego de enfermedades
metabólicas en la adultez. Esto involucra mecanismos patogénicos que
reorganizan las rutas neurales inmaduras en el hipotálamo. En este contexto, se
ha sugerido un posible rol indirecto de la CRH en la programación de la
homeostasis del balance energético y el metabolismo en la adultez pues los
cambios en la trayectoria de crecimiento asociados con niveles alterados de
pCRH y reducción del crecimiento fetal y el tamaño al nacer son predictores de adiposidad en la niñez y
la adultez. Los altos niveles
circulantes de CRH también se correlacionan con incrementos en la adiposidad
central y en los niveles de adiponectina probablemente como mecanismo
compensatorio de la mejora en la
sensibilidad a la insulina en la niñez. La obesidad materna, otro tipo
de alteración metabólica, incrementa el riesgo de desarrollo en el feto de
obesidad, resistencia a la insulina y síndrome metabólico. Es posible que en la
obesidad materna, la CRH, regulada hacia arriba por el cortisol materno, pueda
actuar como regulador
autocrino/paracrino para incrementar la captación de glucosa y facilitar la transferencia de la madre al feto a través de la regulación
hacia arriba del transportador de
glucosa GLUT1 en la placenta. Más aún, la CRH podría interactuar con sistemas
placentarios y periféricos para aumentar la producción de citoquinas pro-inflamatorias que pueden
alcanzar al feto. El aumento de la secreción placentaria de citoquinas y adipoquinas está relacionado con estados patológicos, incluyendo diabetes
gestacional, hipertensión y restricción de crecimiento intrauterino.
Los embarazos complicados con perturbaciones
patológicas provocan parto prematuro, hipertensión y retardo en el crecimiento
fetal intrauterino asociados con incrementos en la producción de CRH por la
placenta y la secreción en la
circulación materna. La diversidad de mecanismos de señalización regulados por la CRH sugiere que los niveles
elevados de CRH controlan el sistema de “vigilancia y respuesta” placentario para
que el feto puede detectar amenazas a la supervivencia y ajustar su trayectoria de desarrollo. Cuando las señales de estrés
(ej, cortisol) del ambiente materno son detectadas por la unidad
fetoplacentaria, el “reloj placentario” puede adaptarse a través de la
alteración de la tasa de síntesis
de CRH. El rápido incremento en CRH circulante puede iniciar mecanismos
para regular la maquinaria contráctil
del miometrio y el inicio del
trabajo de parto. En paralelo, la trayectoria de desarrollo fetal es ajustada
para acelerar la maduración de órganos críticos, incluyendo la modificación de
su sistema nervioso, para asegurar la
supervivencia en un ambiente potencial
hostil.
El retardo en la maduración fetal y el
rendimiento cognitivo alterado durante la infancia provocan disminución del
volumen cerebral en áreas asociadas con
funciones cognitivas, incluyendo aprendizaje y memoria. Estos ajustes neurobiológicos fetales en el desarrollo
cerebral pueden involucrar efectos
directos de la CRH, los cuales pueden ejercer
efectos neurotóxicos sobre las neuronas
del hipocampo especialmente en el
hipocampo inmaduro. Adicionalmente, las elevadas concentraciones de CRH pueden
afectar directamente el desarrollo del cerebro a través de cambios en la sensibilidad neuronal a las acciones de
la CRH especialmente en amígdala e
hipocampo, dos regiones involucradas en la mediación de la respuesta al estrés.
La alteración en el neurodesarrollo asociada con niveles alterados de CRH puede
ser detectada tempranamente durante la
vida intrauterina. En este contexto, los estudios sugieren que niveles bajos de CRH en la
gestación temprana pueden estar
asociados con mayor madurez del SNC fetal y desarrollo neurológico acelerado.
Más aún, la exposición fetal a altos
niveles de cortisol materno entre la semana 15 y la semana19 de gestación y
niveles aumentados de CRH en la semana
31 están asociados con una disminución significativa
en la maduración física y neuromuscular del recién nacido.
Después del parto, la conexión entre neonato
y madre se desvía hacia un nuevo equilibrio fisiológico, de una completa
dependencia fisiológica se pasa a una
situación donde dos organismos individuales separados están en intimo contacto
físico y conductual. Cualquier disrupción de la interacción madre-neonato por
eventos de la vida temprana puede inducir respuestas con consecuencias de larga
duración. El sistema CRH es clave en la inducción de adaptaciones que apoyan al organismo en la defensa contra situaciones adversas, como el deterioro de la
calidad del cuidado materno, para mantener la homeostasis y la supervivencia.
Sin embargo, la inmadurez del sistema CRH en el recién nacido lo hace
vulnerable y susceptible para desarrollar anormalidades funcionales y
enfermedades más tarde en la vida. En roedores, el período de inmadurez del eje HHA, desde el nacimiento hasta la
segunda semana postnatal, se caracteriza
por una baja respuesta al estrés. Esto ha sido atribuido principalmente
a receptores glucocorticoides (GR) con baja funcionalidad en el núcleo
paraventricular (NPV) del hipotálamo, lo cual podría aumentar la expresión de
CRH, aunque el aumento de la retroalimentación negativa sobre GR en la
hipófisis podría disminuir la respuesta al estrés de los animales recién
nacidos. Una situación similar se observa en humanos durante el primer año de
vida postnatal. La lactancia y la infusión de leche pueden tener efectos beneficiosos
sobre la actividad del eje HHA y mantener bajas las concentraciones circulantes de glucocorticoides aun en ausencia de la madre. La
adquisición de nutrientes durante la lactancia representa un enlace
directo entre madre y niño en la vida temprana. La composición de la leche
puede afectar varios parámetros homeostáticos, como la tasa de crecimiento, el
metabolismo, el neurodesarrollo y la reactividad al estrés. Es considerada como
el vehículo principal por el cual los glucocorticoides pasan de la madre al
recién nacido e influye en la expresión
de CRH neonatal y, en última instancia, la maduración normal del eje
HHA. Entonces, la dieta materna juega un
rol clave en el tipo de nutrientes que son transferidos al neonato y la
posición biológica de la CRH. Por ejemplo, el consumo
de una dieta rica en grasas durante el embarazo y/o lactancia incrementa
no solo el contenido de grasa de la leche sino también los niveles de
glucocorticoides en la madre. Esto podría programar al recién nacido no solamente al sobre peso
en la adultez sino también incrementar los niveles circulantes de
glucocorticoides y el riesgo de síndrome
metabólico.
La disrupción del cuidado materno promueve
distintas respuestas endocrinas, metabólicas y conductuales en la cría. Las
piezas emergentes de evidencia sugieren una interacción inducida por estrés en
la vida temprana entre el eje HHA y los
mecanismos de balance energético provocando un perfil metabólico asociado con
resistencia a la insulina más tarde en la vida. Una interesante hipótesis
identifica interacciones entre la 11β-HSD1 y el eje HHA como una potencial ruta en los disturbios
metabólicos mediados por estrés en la vida temprana, particularmente
sensibilidad a la insulina, metabolismo de glucosa, síntesis y movilización de
lípidos que involucran cambios en el metabolismo y la señalización de los glucocorticoides. Las conductas
maternas que resultan en crías que exhiben disminuida respuesta del eje HHA al estrés en la adultez
generalmente son manejadas por un incremento en la sensibilidad a los
glucocorticoides en el hipocampo. Esto involucra modificaciones
epigenéticas de NR3C1, el gen que
codifica al GR. Por el contrario, la
disrupción del cuidado materno durante el período de baja respuesta podría dañar
la expresión de genes por mecanismos epigenéticos opuestos.
La expresión del gen CRH en el
hipotálamo también es regulada por el cuidado materno y el estrés en la vida
temprana a través de mecanismos
epigenéticos. Asimismo, el incremento en la acetilación de histona H3 y la
disminución de la metilación de citosina
en la región promotora del gen CRH en la
capa CA1 del hipocampo promueve la expresión del ARNm de CRH inducida por el mismo paradigma de estrés. La
carencia de cuidado materno, la ingesta de leche y la hipotermia, incrementan
los niveles de glucocorticoides y alteran crónicamente la retroalimentación,
manteniendo aumentada la síntesis de CRH y los niveles en líquido
cerebroespinal (LCE). En algunos ejemplos del impacto del estrés neonatal en la
vida adulta, los machos adultos muestran incremento en la expresión de CRH en
hipotálamo e hipocampo, déficit de memoria, atrofia dendrítica y alteración de
la neurogénesis en el hipocampo, mientras las hembras adultas muestran
incremento en la liberación de corticosterona en respuesta al estrés, ansiedad
y preferencia por alimentos palatables. La conducta hiperfágica de los animales
con separación materna tempranamente en la vida podría ser causada por un
incremento en la expresión hipotalámica de NPY asociada con una disminución en
la señal de receptores CRH-R2 en el NPV del hipotálamo. El incremento en los
niveles basales de glucocorticoides, la retroalimentación de glucocorticoides
alterada y la presencia de altas concentraciones de CRH en el LCE también son
observados en humanos adultos sometidos a estrés durante la niñez. Esta hiperactividad del eje
HHA promueve el desarrollo de obesidad y síndrome metabólico.
En conclusión, una interacción balanceada
entre los mecanismos homeostáticos de la madre y el organismo en desarrollo
durante el embarazo y la vida neonatal es esencial para asegurar el desarrollo
fetal óptimo, la capacidad para responder a retos externos e internos, la protección
contra una programación adversa y la disponibilidad de cuidado materno después
del parto. La mayoría de estos mecanismos adaptativos son controlados por
hormonas del eje HHA bajo la influencia de péptidos y esteroides placentarios.
En particular, la CRH juega un rol clave en la comunicación feto-madre
orquestando e integrando una serie de respuestas neuroendocrinas, inmunes,
metabólicas y conductuales. En el organismo en desarrollo, la CRH y el eje HHA
son muy sensibles a la exposición a señales del ambiente materno.
Fuente:
Alcántara-Alonso V et al (2017). Corticotropin-releasing hormone as the
homeostatic rheostat of feto-maternal symbiosis and developmental programming
in utero and neonatal life. Frontiers in Endocrinology 8:161.
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