Regulación
neuroendocrina del metabolismo
El hipotálamo es un área cerebral que actúa como
regulador clave del metabolismo y mediador de numerosos procesos incluyendo la ingesta de alimentos, la
temperatura corporal, la reproducción, los ritmos circadianos y las respuestas
emocionales. El hipotálamo comprende distintos núcleos e integra
señales neurales, endocrinas y metabólicas. En este contexto, es muy
conocida la importancia del núcleo arcuato
en la regulación del balance energético. La posición del núcleo arcuato
es adyacente a la eminencia media lo que le permite procesar señales
circulantes como leptina, ghrelina e
insulina entre otras. El núcleo arcuato,
a través de cambios en la
actividad de sus poblaciones neuronales, participa en la regulación del
metabolismo energético. La regulación del balance energético no sólo es importante para la supervivencia de
un individuo, sino que también es un factor clave que asegura el
mantenimiento de las especies en
vista de la dependencia de la reproducción de los depósitos de energía. Los niveles
adecuados de energía son necesarios para
buen funcionamiento del eje hipotálamo-hipófisis- gónada. Los factores
neuroendocrinos que relacionan al balance energético con el sistema
reproductivo incluyen hormonas y neuropéptidos que actúan sobre las neuronas
que producen hormona liberadora de gonadotropinas (GnRH) en el hipotálamo. Por
ejemplo, la leptina es una hormona conocida como moduladora del eje reproductivo pero también es moduladora
del balance energético.
El sistema nervioso central (SNC) juega un rol importante en el
mantenimiento de un balance entre la
energía requerida para la supervivencia y la energía proporcionada por la alimentación.
Para entender completamente la regulación central del balance energético, es
esencial conocer el rol de los neurotransmisores involucrados. Claramente, los
péptidos liberados por las neuronas AgRP
y POMC del hipotálamo son reguladores importantes del balance energético. Estas
neuronas también utilizan aminoácidos
que impactan la regulación del balance energético. En este contexto, muchos
estudios recientes investigan la
producción, liberación y consecuencias
de los aminoácidos GABA y glutamato por las neuronas AgRP/NPY y POMC. El
rol de los neurotransmisores aminoácidos en la ingesta de alimentos y el
metabolismo fue sugerido entre 1970 y 1990 como resultado de estudios farmacológicos. Sin embargo, los
experimentos para explorar el potencial
significado de la liberación de GABA y glutamato en el balance energético no
fueron posibles hasta la utilización de la manipulación
genética. Con este procedimiento se
demostró que el balance energético podía ser mantenido por largo tiempo en ausencia de AgRP, NPY o ambos, mientras la
ablación de las neuronas AgRP/NPY en ratones adultos inhibe la ingesta de alimentos. La liberación
de GABA por las neuronas AgRP/NPY es
estimulada por el ayuno, mientras la leptina disminuye su liberación por las
neuronas AgRP. Las neuronas POMC, a
diferencia de las neuronas AgRP/NPY que
solamente usan GABA como neurotransmisor aminoácido, son heterogéneas en su fenotipo aminoácido y
aproximadamente 50% de ellas son
GABAergicas y 10-40% son glutamatérgicas. El fenotipo neurotransmisor
aminoácido de las neuronas POMC es plástico durante el desarrollo, una gran proporción de esas neuronas exhiben marcadores glutamatérgicos durante el período de desarrollo temprano
pero luego disminuye en la vida adulta. El reconocimiento que las neuronas POMC
y AgRP/NPY usan péptidos y aminoácidos con una variedad de acciones en
diferentes etapas de la vida representa
un incremento significativo en el entendimiento de este sistema.
Los circuitos del SNC para activar la regulación del balance energético deben interactuar con
el sistema endocrino, el cual proporciona las señales periféricas que indican
el estatus energético del cuerpo. De las
señales periféricas, la ghrelina es
conocida por incrementar la ingesta de alimentos. Esta hormona actúa
primariamente en centros del SNC para
afectar no solo la ingesta de alimentos
manejada homeostáticamente sino
también la regulación hedónica de la alimentación. La ghrelina, un péptido de 28 aminoácidos secretado por células localizadas en el
tracto gastrointestinal, fue descubierta
inicialmente como ligando endógeno del
receptor secretagogo de hormona de crecimiento 1a (GHSR1a) con capacidad para
estimular la secreción de hormona de crecimiento por la hipófisis
anterior. Los estudios posteriores
demostraron un rol de la ghrelina en la regulación de varios procesos
incluyendo la ingesta de alimentos, el metabolismo de la glucosa, la motilidad
del tracto gastrointestinal y conductas relacionadas con el estrés, entre
otros. Los niveles plasmáticos de ghrelina aumentan antes de las comidas y
disminuyen después de la ingesta de
alimentos. Este patrón de variación ha
dado lugar a la idea de la ghrelina como
una señal “iniciadora de la comida”, aunque actualmente este
enfoque simplista comienza a ser modificado. La ghrelina actúa en el SNC a través del GHSR1a, el cual es un receptor
acoplado a proteína G altamente expresado en los centros cerebrales asociados
con la ingesta de alimentos. Los principales blancos neuronales de la acción orexigénica de la ghrelina son
el núcleo arcuato del hipotálamo y el
complejo vagal dorsal (CVD) del tallo cerebral. Estas áreas cerebrales tienen como característica
tener un órgano circunventricular asociado: la eminencia media, la cual es
adyacente al núcleo arcuato y al área postrema
que forma parte del CVD. Los órganos circunventriculares son regiones cerebrales especializadas que carecen de barrera hematoencefálica, pero
que tienen capilares fenestrados que permiten a las señales periféricas alcanzar
sus blancos neuronales. En el caso del núcleo arcuato, la ghrelina es capaz
de difundir libremente a través de la
eminencia media y alcanzar las neuronas
que expresan GHSR1a. Con relación al CVD, la ghrelina podría activar
directamente las neuronas que expresan
GHSR1a del área postrema, la cual a su vez regula sus blancos en el tallo cerebral y el
hipotálamo.
El núcleo arcuato contiene dos poblaciones
neuronales con efectos opuestos sobre la ingesta de alimentos: las neuronas
orexigénicas que expresan AgRP/NPY y las
neuronas anorexigénicas que expresan
POMC. La importancia del núcleo
arcuato como mediador de la acción orexigénica de la ghrelina emerge
a partir del hecho que la ausencia de neuronas AgRP/NPY elimina el incremento en la ingesta de alimentos disparado por la
ghrelina. Otra pieza de evidencia que apoya el rol del núcleo arcuato en los efectos orexigénicos de la ghrelina es
que las neuronas AgRP/NPY expresan altos niveles del ARNm de GHSR1a. Las
neuronas AgRP/NPY envían proyecciones a
otros núcleos hipotalámicos como el núcleo paraventricular (NPV), el núcleo
dorsomedial (NDM) y el área hipotalámica
lateral (AHL), los cuales están involucrados
en el control de la alimentación.
Estos núcleos hipotalámicos
también expresan el ARNm del GHSR1a. El CVD es otra área cerebral
importante en la acción orexigénica de
la ghrelina. Esta región cerebral tiene tres núcleos: el núcleo del tracto
solitario, el área postrema y el núcleo motor dorsal del vago. La expresión del
ARNm de GSHR1a ha sido descrita en los tres componentes del CVD, lo que sugiere
que la ghrelina puede actuar directamente sobre ellos. La administración de
ghrelina directamente en el CVD promueve la ingesta de alimentos. Sin embargo,
un estudio reciente demuestra que la administración periférica de ghrelina a ratones que selectivamente
expresan GHSR1a en el CVD no resulta en incremento de la
ingesta de alimentos. Esta evidencia sugiere que el CVD es un blanco de la ghrelina con
respecto a la regulación de la ingesta de alimentos pero no es suficiente para
mediar su acción orexigénica.
El estilo de vida de la población occidental induce un incremento en la disponibilidad y consumo de comidas ricas en grasas. Este
tipo de comida posee grandes cantidades de grasa animal, la cual contiene una mezcla de
triglicéridos, colesterol y fosfolípidos. El colesterol es necesario
para garantizar la integridad y fluidez de la membrana plasmática de las
células. Este lípido es producido por todas las células animales y también es
ingerido con la dieta. Actualmente, la cantidad de colesterol consumido representa
un relativo exceso de las necesidades del cuerpo humano. Esto
implica que el organismo debe ser capaz de metabolizarlo y una de las
rutas más importante es la oxidación a oxiesteroles. Los oxiesteroles están involucrados en diferentes mecanismos relacionados con la
remoción del colesterol de las células.
Estos compuestos son capaces de unirse a proteínas específicas conocidas como
LXR (Liver X Receptor). Las LXR funcionales
existen como dos isoformas, LXRα y LXRβ. La primera es expresada
principalmente en el hígado y en menor extensión en intestino, tejido adiposo,
riñón, bazo y macrófagos, mientras la LXRβ es expresada casi en todos los tejidos. En el caso
de la exposición a una excesiva acumulación intracelular de óxidos de colesterol, las
LXR activan un programa de expresión de
genes para limitar la acumulación
patológica de colesterol. En el intestino, la activación de las LXR disminuye
la absorción del colesterol de la dieta
promoviendo la expresión de
transportadores de excreción como ABCA1,
ABCG5 y ABCG8. En los macrófagos, las LXR causan un rápido incremento en la
expresión de genes involucrados en la formación de lipoproteínas de alta
densidad. En el hígado, la activación LXR promueve la conversión directa del colesterol en ácidos biliares a través de la
regulación de la enzima 7α hidroxilasa
(CYP7a). Las LXR, además de la regulación de la homeostasis del colesterol, están involucradas en el
control del metabolismo hepático de lípidos y en la regulación fisiológica del
metabolismo de carbohidratos. Las funciones metabólicas de las LXR en órganos periféricos han sido
ampliamente investigadas, pero poco se conoce acerca de la expresión y
funcionalidad de las LXR en el cerebro. La activación de LXR facilita la
excreción de colesterol en cerebelo e
hipocampo. Estudios recientes demuestran que la expresión de las LXR en el
hipotálamo es sensible a los
triglicéridos y a los niveles
plasmáticos de insulina. Los animales con intolerancia a la glucosa exhiben regulación
hacia arriba de LXRβ y regulación hacia abajo de LXRα en el hipotálamo.
Adicionalmente, se ha descrito una
correlación negativa entre la expresión
de LXR y triglicéridos o niveles de insulina.
El cerebro produce la mayor parte del 24(S)-hidroxicolesterol presente
en el cuerpo. Este metabolito actúa como agonista LXR y es producido por la
colesterol-24-hidroxilasa (CYP46A1) que convierte el colesterol de las neuronas
en 24 (S)-hidroxicolesterol, lo cual permite la remoción de colesterol del cerebro
y es inducida por el estrés oxidativo. Las LXR están involucradas en algunos de los mecanismos homeostáticos
que coordina el hipotálamo. La LXRα se
encuentra en el núcleo periventricular, el área preóptica medial (APOm) y el
núcleo ventromedial (NVM), mientras la LXRβ se encuentra en el APOm y el núcleo
arcuato. Estos núcleos contienen neuronas que reaccionan a señales relacionadas
con nutrientes e inducen respuestas neuroquímicas que regulan la homeostasis
energética. Por otra parte, estudios recientes reportan que el tratamiento in
vitro con glucosa o insulina puede alterar la expresión de las LXR en células del hipotálamo.
Concentraciones de glucosa >5,5 mM disminuyen la expresión de LXRβ, mientras
el tratamiento con insulina produce un
efecto similar solamente en presencia de glucosa 8,5 mM. En ambas condiciones, la expresión de LXRα no
es afectada. Por el contrario, el tratamiento in vitro con lípidos modifica la
expresión de LXRα, la incubación con
ácido cólico y colesterol incrementa la expresión de LXRα. Estos resultados
sugieren que en el hipotálamo la expresión de LXRβ es sensible
principalmente a cambios en los
carbohidratos, mientras LXRα responde a cambios en los lípidos.
Las adaptaciones metabólicas para almacenar energía
durante el embarazo en preparación para futuras demandas es una característica
biológica en la evolución. Las mujeres
manifiestan hiperfagia durante el embarazo y la lactancia. La
hormona prolactina puede ser un factor mediador de esta hiperfagia acompañada
con resistencia a la leptina en los centros hipotalámicos que controlan la
ingesta de alimentos. La prolactina
actúa sobre tejidos periféricos activando un receptor citoquina (PRLR) del cual
se conocen una isoforma larga y una isoforma corta. En el cerebro, el PRLR se
localiza en cuerpo estriado y núcleos
hipotalámicos asociados con la ingesta
de alimentos y el metabolismo (arcuato, NVM, NPV y NDM). La presencia de PRLR en áreas cerebrales asociadas con la regulación del balance energético y la ingesta de
alimentos, hígado, tejido adiposo blanco, tejido adiposo marrón y páncreas
sugiere que la prolactina está
involucrada en la regulación del balance energético con acciones a diferentes niveles. En consonancia con esta
hipótesis, la prolactina tiene un rol significativo en la regulación del peso corporal. En ratones, la administración de prolactina
estimula la ingesta de alimentos mientras los ratones con deficiencia de PRLR
exhiben bajo peso corporal y reducción de la masa grasa. Sin embargo, ratones hembras que carecen de receptor de dopamina
D2 (D2R) exhiben hiperprolactinemia crónica e hiperplasia de células
lactotropas en la hipófisis sin afectar el peso corporal y solamente un mínimo incremento en la
ingesta de alimentos. Estos datos indican que los D2R centrales son elementos claves en la homeostasis de la
ingesta de alimentos, interactuando con los niveles de prolactina. Los altos
niveles de prolactina en el embarazo o la lactancia inducen un estado de resistencia a la leptina para enfrentar el incremento de la
demanda metabólica. La succión del pezón y la prolactina incrementan la
expresión de NPY en el NDM, lo que sugiere
que la prolactina puede estimular la ingesta de alimentos potenciando los
efectos del NPY sobre el NPV. En el tejido adiposo, la prolactina regula hacia
arriba la expresión de su receptor, estimula la diferenciación de
adipocitos e inhibe la lipólisis. Por
otra parte, la ablación de D2R en las
células lactotropas provoca, a nivel pancreático, alteración de la respuesta de la insulina a la glucosa, lo cual
resulta en intolerancia a la glucosa,
altos niveles sanguíneos de glucosa e hiperinsulinemia. El metabolismo alterado de la glucosa puede
ser responsable del incremento en el
contenido de lípidos en el hígado. Estos resultados apoyan el rol de la
prolactina como una hormona metabólica
que actúa en diferentes órganos para reforzar su rol durante el embarazo
que consiste en almacenar energía para las futuras demandas.
Los andrógenos y los estrógenos son reguladores
primarios del metabolismo en ambos
sexos. La acción reguladora de los esteroides sexuales se lleva a cabo tanto en hipotálamo como en
tejidos periféricos (músculo, hígado y tejido adiposo). Los andrógenos se
unen al receptor de andrógeno (AR) localizado
en el núcleo y el citoplasma de las células,
ambos ejercen sus acciones en el núcleo. Los estrógenos ejercen sus
efectos a través de la unión al receptor de estrógeno nuclear, isoformas α
(ERα) y β (ERβ) o al receptor de membrana acoplado a proteína G (GPR30), los
cuales activan rutas genómicas y no
genómicas, respectivamente. Modelos animales y estudios clínicos han demostrado que los andrógenos juegan roles
importantes en el control de la función metabólica en ambos sexos. En varones,
los andrógenos estimulan el crecimiento
de la masa muscular e inhiben la acumulación de grasa. Por lo tanto, no es
sorprendente que la deficiencia de
testosterona induzca obesidad,
acumulación de tejido adiposo visceral e incremente el riesgo de
desarrollar resistencia a la insulina y
diabetes mellitus. En hembras, el exceso de andrógenos provoca una condición
similar a la deficiencia de andrógenos en varones, incluyendo obesidad
abdominal, perfil pro-inflamatorio y resistencia a la insulina. Los mecanismos asociados con la resistencia a
la insulina inducida por deficiencia de andrógenos incluyen modificaciones en el transcriptoma muscular, principalmente una reducción en la expresión del factor de transcripción coactivador
del receptor γ activado por proliferador de peroxisoma-1α (PPARγ1α), el
cual juega roles importantes en la estimulación de la biogénesis de
mitocondrias y fibras oxidativas en el músculo esquelético. Más aún, la testosterona y la
dihidrotestosterona pueden modular la
adipogénesis en tejido adiposo subcutáneo y visceral en ambos sexos. Es difícil separar el rol de
los andrógenos del rol de los estrógenos con respecto a la función metabólica porque la androstenediona y la testosterona son convertidas en estrona y estradiol, respectivamente, por la P450
aromatasa. La dihidrotestosterona no es metabolizada a estrógenos, pero puede
ser reducida por la aldo-cetoreductasa 1C a androstenediol, el cual tiene
actividad similar a estrógeno vía ERβ. Sin embargo, ratones machos AR knockout (ARKO) desarrollan obesidad de
inicio tardío con un incremento de tejido subcutáneo y visceral. Los ratones
ARKO hembras carecen de este cambio pero presentan una reducción en el gasto de
energía, lo cual demuestra que los
andrógenos están directamente
involucrados en el control del peso
corporal y el metabolismo. El AR es
abundantemente expresado en el cerebro
de varones y hembras, principalmente en NVM, núcleo arcuato, núcleo anteroventral periventricular, APOm y núcleo del lecho de la estría terminal. En el
hipotálamo, el AR está asociado con la activación de la STAT3 inducida por
leptina en las neuronas del núcleo arcuato. Adicionalmente, estudios in
vitro demuestran que el AR es necesario
para mantener la sensibilidad a la insulina en el hipotálamo, lo cual es mediado por la inhibición del factor
nuclear kappa B. En ratones hembras, el incremento inducido por andrógenos de la grasa visceral es mediado por la
disminución en la expresión de POMC en el hipotálamo. Estos hallazgos indican
que el AR hipotalámico contribuye a la supresión de la ingesta de alimentos y
al control del metabolismo en hembras y varones.
El rol metabólico de los estrógenos es mejor entendido en la fisiología femenina. Está claro que el
declive de la función ovárica induce importantes cambios en la composición del cuerpo, incrementa la
acumulación de grasa, provoca obesidad
abdominal y reduce el gasto de energía. Los modelos animales demuestran que los
estrógenos mejoran la sensibilidad a la insulina, la composición del cuerpo y
el perfil lipídico en ambos sexos. ERα y ERβ están involucrados en la función
metabólica de los estrógenos. Sin embargo, estos receptores pueden tener
algunas veces acciones antagónicas, y generalmente el ERα es más relevante que el ERβ. La
alteración del ERα induce resistencia a
la insulina, dislipidemia, disfunción de las células β pancreáticas e
intolerancia a la glucosa. El ERβ podría tener acciones anti-obesidad en
ratones alimentados con dietas ricas en grasas, lo cual está asociado con la inhibición de la
adipogénesis inducida por PPARγ como se
ha demostrado en ratones ERβ KO. En el
hipotálamo, la expresión de ERα es marcadamente mayor que la expresión de ERβ
en NVM, NPV, APOm, AHL y núcleo arcuato. Por otra parte, la expresión
hipotalámica de receptores de estrógenos y andrógenos es dependiente de sexo y edad, lo que indica la importancia
del metabolismo en la función reproductiva.
La alteración del ERα
cerebral induce hiperfagia y
disminución del gasto de energía y la
actividad locomotora, lo cual provoca acumulación de grasa visceral. Aunque
estas funciones son determinadas por
diferentes áreas hipotalámicas, la inyección directa de estradiol en el núcleo
arcuato, NPV y NVM es el método más efectivo de reducir la ingesta de alimentos
y el peso corporal e incrementar la
actividad locomotora, especialmente en las hembras. En este sentido, la pérdida
específica de ERα en las neuronas POMC del núcleo arcuato incrementa la ingesta
de alimentos pero no afecta directamente el gasto de energía mientras la alteración de ERα en las neuronas del NVM disminuye el gasto
de energía pero no afecta la ingesta de
alimentos. Además de los efectos metabólicos ejercidos por los receptores
nucleares, se ha observado que la alteración
del GPR30 incrementa el peso corporal.
En conclusión, la regulación de la homeostasis energética
por el SNC es mediada principalmente por el hipotálamo, el cual contiene
poblaciones de neuronas con la capacidad
para “sensar” señales relacionadas con nutrientes y afectar la ingesta de alimentos. Los
estudios recientes indican que las neuronas hipotalámicas AgRP/NPY y POMC utilizan neurotransmisores peptídicos para ejercer sus roles y también
neurotransmisores aminoácidos (GABA y
glutamato) y esta utilización puede ser
dinámicamente regulada dependiendo del estatus energético del cuerpo. El rol
regulador del hipotálamo es influenciado por la acción de hormonas y metabolitos producidos por
diferentes órganos como tracto gastrointestinal, hipófisis anterior, tejido
adiposo y gónadas. Aunque estas moléculas afectan la homeostasis de energía y tienen sus blancos
neuronales localizados
principalmente en el hipotálamo, su
rol se vuelve relevante en diferentes estados. La ghrelina es
importante cuando el balance negativo está presente,
estimulando la ingesta de alimentos y preparando al cuerpo para la ingesta de alimentos. La prolactina tiene un rol prominente en el embarazo y la lactancia, promoviendo la
ingesta de alimentos con el objetivo de
almacenar energía para las futuras demandas. Los oxiesteroles y sus receptores están involucrados en la excreción de colesterol cuando está presente en exceso
en las células, aunque algunos estudios
sugieren que también están implicados en la regulación hipotalámica del
metabolismo de carbohidratos y lípidos. Por otra parte, los esteroides sexuales
son reguladores centrales de la función metabólica. Los andrógenos y los estrógenos actúan coordinadamente en diferentes órganos como cerebro, hígado, músculo esquelético y
tejido adiposo.
Fuente: Cornejo
MP et al (2016). Neuroendocrine regulation of metabolism. Journal of
Neuroendocrinology 28: 1-12.
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