Roles del intestino
en la homeostasis de la glucosa
El tracto gastrointestinal juega
roles importantes en la regulación de la glucosa postprandial. Uno de esos roles es ilustrado por el efecto
incretina, el cual indica la secreción
de sustancias insulinotrópicas (hormonas incretinas) por el intestino. La administración oral de 25 g de
glucosa activa un mecanismo que aclara
6 de los 25 g de la circulación y es
conocido como disposición de glucosa inducida gastrointestinalmente (DGIG). Con grandes cantidades de glucosa, el DGIG
aumenta significativamente y con la administración de 100 g de glucosa en sujetos sanos, el DGIG
es responsable de remover 80% de la glucosa administrada oralmente. El DGIG,
por tanto, minimiza las excursiones de glucosa sanguínea muy eficientemente
para mantener el nivel de la glucemia relativamente constate con respecto a la cantidad de glucosa ingerida.
En los pacientes con diabetes
tipo 2, las cosas son muy diferentes, el DGIG
se reduce considerablemente y puede
llegar a 0%. ¿Qué mecanismos subyacen al DGIG? En personas sanas, las cargas crecientes
de glucosa oral están asociadas con
incrementos en la secreción de insulina y esto es un mecanismo muy importante porque en los pacientes con diabetes tipo 1, deficientes en insulina, el DGIG es
usualmente cercano a 0. Por lo tanto, se puede concluir que el efecto incretina
(la amplificación de la secreción de
insulina por factores gastrointestinales) es uno de los principales
mecanismos para la tolerancia a la
glucosa normal. Estrictamente hablando, el efecto incretina se refiere al aumento de la secreción de insulina en respuesta a la glucosa oral o enteral,
pero un aumento similar se observa también
después de la ingesta oral de grasa y proteína. Entonces, aunque una comparación formal entre administración oral e intravenosa no
puede hacerse fácilmente con comidas mixtas, se puede asumir que el efecto
incretina juega un rol importante en la homeostasis de la glucosa postprandial
en general. El efecto incretina se debe
a hormonas secretadas por el epitelio intestinal, las más importantes
son el polipéptido insulinotrópico
dependiente de glucosa (GIP) y el péptido similar a glucagón 1(GLP-1).
Recientemente, sobre la base de estudios
en Drosophila, se ha propuesto la
existencia de una decretina, una hormona duodenal que inhibe la secreción de
insulina. La contraparte humana sería el péptido neuromedina U, el cual puede
inhibir la secreción de insulina.
La vista, el olfato, el gusto y los impulsos sensoriales generados por la
presentación, la masticación y la
deglución de una comida resultan en señales excitadoras del tracto
gastrointestinal. Esto ha sido estudiado en detalle con relación la secreción
de ácido gástrico. En experimentos con animales, a menudo se puede demostrar
una sustancial fase cefálica de la
secreción de insulina, pero en humanos es menos aparente. En efecto, un estudio
reciente con las concentraciones de
glucosa en un nivel permisivo (6 mmol/L,
108 mg/dl) no se pudo demostrar una respuesta de insulina, mientras la
secreción de polipéptido pancreático (fuertemente dependiente de la actividad
eferente vagal) aumentó grandemente. Asimismo, ha sido difícil demostrar una
clara fase cefálica para la secreción de
hormonas intestinales involucradas en el
efecto incretina. Aunque es fácil demostrar experimentalmente un efecto
de los nervios vagales eferentes sobre la secreción de hormonas gástricas y pancreáticas, (pero
no hormonas intestinales), este mecanismo no es claramente activado en la
respuesta inicial a las comidas.
Antes de ser absorbidos en la circulación, los nutrientes normalmente son
retenidos por algún tiempo en el
estómago. La tasa de vaciamiento
gástrico depende altamente de la
composición y el contenido de
macronutrientes de una comida. Existen
diferencias fundamentales en los
patrones de vaciamiento gástrico de líquidos y sólidos. El vaciamiento de los componentes sólidos digeribles de una
comida comprende una fase inicial de
20-40 minutos cuando los sólidos son reducidos a pequeñas partículas, seguida por una fase
de vaciamiento en un patrón aproximadamente lineal. Por el contrario, el
vaciamiento de los líquidos sigue un patrón monoexponencial, sin una significativa
fase inicial, que cambia a un patrón lineal cuando aumenta la densidad de los
nutrientes. Aunque líquidos y sólidos son ingeridos en una comida mixta, el
vaciamiento de los líquidos es preferencial con aproximadamente 80% del vaciamiento de líquidos antes del vaciamiento de los sólidos.
La tasa de vaciamiento gástrico relativamente no es afectada por el volumen de la comida. Las comidas con alto
contenido de nutrientes requieren un mayor tiempo de vaciamiento, pero cuando se expresan como
kilocalorías por minuto, el vaciamiento
ocurre en una tasa similar. Por lo tanto, en experimentos con cantidades crecientes de glucosa ingerida (25-75-125 g) en el mismo volumen, el pico de
absorción de absorción se retarda de 30 a 90 y 180 minutos,
respectivamente.
La tasa de vaciamiento gástrico es un determinante principal de la
excursión de glucosa postprandial en
individuos sanos y personas con diabetes tipo 2. Consistente con el
mantenimiento de niveles de glucosa postprandial relativamente constantes, la carga
de glucosa está asociada con un incremento comparable de hormonas
incretinas. En otras palabras, el vaciamiento de nutrientes es ajustado para
que la tasa de entrada de la comida en el intestino sea relativamente constante
y resulte en una respuesta de hormonas incretinas que persista en la medida que los
nutrientes entran al intestino. Varios
estudios reportan que la relación entre la glucemia y el manejo de la glucosa
en el intestino delgado no es lineal. La
viscosidad y el estado físico de la
comida influyen en el manejo gástrico de la comida, cuando aumenta la
viscosidad (como ocurre con varios productos fermentados de la leche) se
enlentece el vaciamiento. El estado físico de algunos nutrientes puede cambiar
cuando entran en el estómago. Por ejemplo, los lípidos emulsificados (leche,
mayonesa) rápidamente forman una fase
lipídica que retarda su vaciamiento. Las proteínas dependiendo de su tasa de
digestión gástrica mediada por pepsina y la reacción con el ácido gástrico,
pueden coagular y formar sólidos (como se ha visto con las caseínas), lo cual
influye en su digestión y vaciamiento.
Los mecanismos que regulan el vaciamiento gástrico son complejos e
involucran hormonas gástricas e intestinales así como reflejos largos y
cortos. En general, los mecanismos
dominantes que regulan el vaciamiento gástrico resultan de la interacción de los nutrientes con el intestino delgado más que de mecanismos
intragástricos. La retroalimentación del
intestino delgado es mediada por
productos de la digestión de
carbohidratos, grasas y proteínas y es regulada por la longitud y la región del intestino delgado expuesta a los nutrientes.
El vaciamiento gástrico normal depende de la coordinación de la actividad contráctil del estómago proximal, el antro, el píloro y
el intestino delgado superior, a través de sistemas nerviosos extrínsecos e
intrínsecos así como rutas neurohumorales. La relajación receptiva
gástrica (y la posterior acomodación) es
un reflejo vagal que permite a las
comidas entrar al estómago sin incrementar significativamente la tensión de la pared, lo cual favorece la acomodación
de comidas de diferentes tamaños. La
actividad motora del píloro es regulada
por ramas del nervio vago en un sistema
de reflejos cortos y mecanismos hormonales que son estimulados por la
entrada de nutrientes y fluidos
gástricos en el duodeno. La introducción de ácido en el duodeno puede detener
el vaciamiento gástrico mientras excita la motilidad propulsiva duodenal. La
ghrelina, secretada por el estómago, puede acelerar el vaciamiento gástrico,
mientras la secretina, la colecistoquinina (CCK) y la somatostatina, secretadas
por el intestino delgado proximal, inhiben la secreción gástrica y el
vaciamiento gástrico. El vaciamiento gástrico también puede ser regulado por
hormonas del intestino delgado distal, incluyendo al GLP-1 y el péptido YY
(tanto la hormona intacta PYY1-36 como el metabolito PYY3-36), los cuales son
poderosos inhibidores de la secreción y
la motilidad. Cualquier
interferencia con estos mecanismos tiene
el potencial para influir en la tasa de absorción de nutrientes en el intestino delgado y por
consiguiente incrementar las concentraciones de glucosa y otros nutrientes en
la circulación.
Aunque la glucosa como monosacárido no es un componente principal de la dieta normal, si es un componente mayor
de los carbohidratos ingeridos en la
forma de almidón, lactosa y sucrosa.
Para estos nutrientes se requiere clivaje enzimático. La amilasa salival contribuye mínimamente a la digestión de carbohidratos que depende
principalmente de la amilasa pancreática conjuntamente con las enzimas lactasa, maltasa, isomaltasa y sucrasa. Estos
mecanismos normalmente no son
limitantes para la absorción de
glucosa. Por ejemplo, la sucrosa es digerida y absorbida en una tasa proporcional a su carga en el
intestino delgado. Sin embargo, para muchos carbohidratos complejos, la
digestión enzimática es más compleja. En
condiciones normales, una cantidad sustancial de los carbohidratos de la dieta
escapa de la absorción en el intestino delgado
y es presentada en el colon para fermentación bacteriana. El colon puede
absorber glucosa, pero esta capacidad es poco explotada porque la fermentación
procede rápidamente. Un resultado de la fermentación de carbohidratos es la
producción de ácidos grasos volátiles (acetato, propionato y butirato), los
cuales son importantes para el metabolismo del colon, pero también son
absorbidos y pueden ser usados para combustión y gluconeogénesis hepática
(particularmente el propionato). La gluconeogénesis también puede ocurrir en el
intestino pero su contribución a la homeostasis de la glucosa en humanos es
desconocida.
La siguiente etapa en el manejo
intestinal de la glucosa después de la digestión es el transporte a través del
co-transportador de sodio-glucosa 1 (SGLT1). La fructosa, transportada a través
de GLUT5, es parcialmente metabolizada en el intestino antes de alcanzar el hígado para su metabolismo adicional y la
regulación de su producción de glucosa.
Por lo tanto, la fructosa también puede influir en el metabolismo de la
glucosa. El transporte de glucosa a
través de SGLT1 ocurre en co-transporte con dos moléculas de sodio y es muy
eficiente. Alguna absorción de glucosa
también puede ocurrir después de
la translocación de GLUT2 a la membrana
apical. La tasa absoluta de absorción de
glucosa depende de la tasa de
exposición del intestino delgado a la
glucosa, la región y la longitud de intestino delgado expuesta y el número de enterocitos funcionales y su expresión de transportadores de glucosa (y, por lo
tanto, la disponibilidad de sodio luminal). Más aún, la motilidad del intestino
delgado y el flujo de contenido luminal
son determinantes de la absorción de glucosa. La cirugía
bariátrica/metabólica induce un crecimiento adaptativo, lo cual facilita la
absorción. La absorción después de la cirugía
es extremadamente rápida y la absorción completa se obtiene más rápidamente que en los individuos sanos. El incremento en
el flujo sanguíneo intestinal durante la ingestión de comida también es
importante para el transporte de glucosa
a la circulación sistémica. Parte de la glucosa
es metabolizada y usada para
combustión en el intestino, pero la mayor
parte pasa al hígado donde una proporción es tomada y usada para combustión o almacenada como glucógeno.
Estos procesos son altamente regulados por la insulina. El hígado es el principal blanco para la acción de la insulina y,
postprandialmente, la producción hepática de glucosa es efectivamente disminuida mientras la
captación hepática de glucosa es aumentada. Sin embargo, una parte considerable
de la glucosa absorbida pasa a través del hígado y aumenta la
concentración plasmática de glucosa. Simultáneamente, la captación de
glucosa en los tejidos que expresan
transportadores de glucosa (GLUT1-4) aumenta como función del incremento en la
concentración de glucosa. Con el aumento de la concentración de insulina y el
aumento de la translocación de GLUT4
estimulada por insulina, el transporte periférico de glucosa también aumenta. Después
de la ingestión de glucosa, la secreción de glucagón normalmente disminuye, lo
cual conjuntamente con el aumento en las
concentraciones de glucosa e insulina provocan la disminución de la producción
hepática de glucosa (la cual en el estado de ayuno es mantenida por los niveles
basales de glucagón que alcanzan el hígado).
¿En qué extensión el manejo hepático de la glucosa es influenciado por el
sistema nervioso? El hígado humano tiene fibras vagales y simpáticas. El
sistema simpático aumenta la producción hepática de glucosa través de las
acciones de las catecolaminas sobre la glucogenolisis, pero las acciones del
vago no son muy claras. La actividad del sistema simpático es regulada por el hipotálamo como parte de
la reacción al estrés pero también puede recibir impulsos del intestino. Las
fibras nerviosas sensibles a glucosa en la mucosa intestinal y el sistema porta
hepático envían impulsos al cerebro. Estas señales viajan por las aferentes
vagales o por las neuronas simpáticas sensoriales que entran en la medula
espinal y activan tractos ascendentes hacia el cerebro, pero la evidencia
sugiere que predominan los mecanismos vagales.
Estos mecanismos han sido estudiados en animales y su importancia en
humanos es desconocida. La regulación de la producción hepática de glucosa por
el sistema nervioso central es ejercida principalmente a través de la inervación simpática del
hígado, la cual puede ser activada por neuronas hipotalámicas sensibles a glucosa. Sin embargo, el rol de estos sistemas en la homeostasis normal de
la glucosa en humanos es desconocido. Los nutrientes intestinales sensados por una variedad de mecanismos
regulan la producción hepática de glucosa a través de una ruta refleja
que comprende aferentes vagales ascendentes a los núcleos hipotalámicos, los
cuales a su vez regulan la producción hepática de glucosa. Las principales
señales intestinales son la CCK y la
leptina derivada del estómago, pero los efectos inconsistentes de la CCK en la glucorregulación
humana y la limitada supervivencia de la
leptina en la luz del tracto gastrointestinal limitan la importancia de estas
señales. Aunque los mecanismos sensoriales aferentes juegan un importante en la regulación de la ingesta de alimentos,
el soporte experimental para un mecanismo reflejo similar para la regulación de la producción hepática
de glucosa en humanos es débil.
El intestino delgado, además de regular los niveles postprandiales de la
glucosa sanguínea a través del control de la tasa de vaciamiento gástrico,
modula el apetito y la secreción de hormonas pancreáticas a través de la
liberación de hormonas intestinales. El
control endocrino del apetito es mediado por hormonas como GLP-1, PYY y CCK,
las cuales son producidas por células enteroendocrinas dispersas en ele epitelio intestinal. La
acción anorexigénica de estas hormonas
es mediada a través de al menos
dos rutas distintas: la actividad alterada
de los nervios sensoriales intestinales (particularmente el nervio vago)
es transmitida al hipotálamo a través del
tallo cerebral y señales directas de hormonas intestinales en el tallo cerebral y/o hipotálamo. Las
hormonas intestinales, a través del control del apetito y la ingesta de
energía, influyen en el tamaño de los depósitos de tejido adiposo, los cuales
son los determinantes principales la sensibilidad periférica a la insulina. El control de la secreción de hormonas
pancreáticas por las hormonas intestinales subyace al efecto incretina mediado
por GIP y GLP-1. Ambas hormonas son producidas por células enteroendocrinas,
pero mientras el GIP se encuentra predominantemente en células K localizadas en
el duodeno e intestino delgado proximal, el GLP-1 es producido por células
L localizadas principalmente en yeyuno,
ileum y colon. Las células K y L responden a las tasas de absorción de
nutrientes y son capaces de “sensar” una
variedad de componentes
nutricionales ingeridos, incluyendo carbohidratos, grasas y proteínas. Debido a
que las células K están localizadas en el duodeno, su exposición a nutrientes, y por lo tanto, su tasa de
secreción depende altamente de la tasa de vaciamiento gástrico. La localización más distal de las células L agrega complejidad al perfil
postprandial de las concentraciones de
GLP-1. El pico inicial en la secreción de GLP-1 disparado por la presencia de
nutrientes en el yeyuno está asociado con enlentecimiento del vaciamiento
gástrico.
Las células enteroendocrinas
detectan la tasa de absorción de nutrientes a través de una variedad de mecanismos. La
captación de glucosa dependiente de SGLT1por las células K y L genera directamente una señal eléctrica a través de la captación concomitante de
iones Na+ que a su vez dispara la apertura de canales de Ca2+
dependientes de voltaje y la liberación de hormonas dependiente de Ca2+. Las tasas de
secreción de GIP y GLP-1por las células K y L están relacionadas con las tasas de absorción de glucosa por los enterocitos vecinos. La detección de
la grasa ingerida depende
grandemente de receptores acoplados a
proteína G (GPR) que detectan los productos de la digestión de triacilglicerol,
ácidos grasos (sensados por GPR40 y GPR120) y monoacilgliceroles (sensados por GPR119). La detección de ácidos
grasos dependiente de GPR40 por las
células L también depende de la tasa de absorción de nutrientes. Algunos de los
más prominentes efectos metabólicos de las
incretinas GIP y GLP-1son mediados a través de sus acciones directas sobre las
células β pancreáticas, productoras de insulina. Los receptores que detectan
GIP y GLP-1son altamente expresados en la superficie de las células β y la
unión de la hormona a su receptor dispara una cascada de señalización intracelular
que eleva la concentración citoplasmática de AMPc, el cual a su vez aumenta la
liberación de insulina. Una característica fundamental de la secreción de
insulina disparada por las hormonas incretinas es su dependencia de glucosa:
cuando la concentración glucosa está en -o arriba de- los niveles normales, la
señal AMPc es inefectiva en la célula
β. La importancia de este hallazgo se
observa en pacientes con diabetes tipo 2
tratados con miméticos del GLP-1, los
cuales a diferencia de las sulfonilureas
o la insulina, no están asociados con un incremento en el riesgo de
hipoglucemia. Las incretinas, al mismo
tiempo que incrementan la secreción de insulina, modulan la liberación de otras
hormonas pancreáticas, glucagón y
somatostatina. Mientras el GIP aumenta
la liberación de glucagón, el GLP-1 la suprime. El mecanismo por el cual el
GLP-1 suprime la liberación de glucagón es un misterio porque el GLP1R
solamente es expresado por el 10% o menos
de las células α que producen glucagón. Una ruta indirecta involucra la
estimulación de la secreción de somatostatina dependiente de GLP1R porque los
receptores de somatostatina generalmente
están acoplados con la inhibición de sus
células blanco. Este concepto es apoyado
por estudios en páncreas perfundido que demuestran que, en presencia de inhibidores de receptor
de somatostatina, se pierde el efecto inhibitorio del GLP-1 sobre la liberación de glucagón.
Las alteraciones de la microbiota intestinal han sido observadas en
numerosas enfermedades, incluyendo enfermedades metabólicas como obesidad,
diabetes tipo 2 y síndrome de colon irritable, y algunos experimentos en
animales sugieren causalidad. Sin
embargo, pocos estudios han validado la causalidad en humanos y los mecanismos
subyacentes aun no han sido dilucidados. En estudios del microbioma de
pacientes con bypass gástrico en Y de Roux o gastroplastía en banda vertical,
los cambios similares en el microbioma
intestinal resultaron en niveles
alterados de metabolitos fecales o circulantes. Los experimentos en ratones
sugieren que la microbiota intestinal juega un rol directo en la reducción de
la adiposidad observada después de
cirugía bariátrica y que los cambios se deben principalmente a la pérdida de
peso. Por otra parte, la eliminación de
la microbiota del colon tiene poco o ningún efecto sobre el metabolismo de la
glucosa en humanos.
En conclusión, de los factores del tracto gastrointestinal para la
regulación de la glucosa en humanos,
algunos son intrínsecos del intestino y son forman parte esencial del proceso de absorción de nutrientes,
incluyendo la actividad propulsiva, el incremento de la exposición de
nutrientes en la mucosa intestinal, los mecanismos de digestión y absorción y
el flujo sanguíneo intestinal. El vaciamiento del estómago, quizá representa el
más poderoso de los mecanismos de regulación
de la concentración postprandial de glucosa. La función gastrointestinal a su vez es regulada por señales metabólicas,
endocrinas y neuronales generadas en el
intestino o asociadas con la actividad del nervio vago, estas señales influyen
en la secreción de hormonas intestinales que regulan el apetito, la motilidad
gastrointestinal y las funciones endocrinas del páncreas. Entre las hormonas
intestinales están las incretinas que, a través de acciones sobre la secreción
de insulina y la motilidad intestinal, aseguran que las excursiones
postprandiales de glucosa sean relativamente constantes a pesar de las
cantidades variables de carbohidratos ingeridas. La regulación prandial de la
producción hepática de glucosa resulta
principalmente de las acciones de la
glucosa portal y las hormonas pancreáticas, aunque los estudios en animales
sugieren que la regulación central puede
también jugar un rol. Estudios recientes demuestran que la microbiota
intestinal también puede influir en el
metabolismo a través, por ejemplo, de la
producción de ácidos grasos de cadena
corta y el metabolismo de ácidos biliares.
Fuente:
Holst JJ et al (2016). Roles of the gut
in glucose homeostasis. Diabetes Care 39: 884-892.
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