Disruptores
endocrinos
En el año 2012, la Endocrine Society definió a los
disruptores endocrinos (DE) como “un químico exógeno, o mezcla de químicos, que
puede interferir con cualquier aspecto
de la acción hormonal”. Estos químicos
pueden unirse a los receptores endocrinos del cuerpo para activar, bloquear o
alterar la síntesis y la degradación de
hormonas por una diversidad de
mecanismos que resultan en señales hormonales falsas o anormales que pueden
incrementar o inhibir el funcionamiento endocrino normal. El conocimiento
científico sobre los DE comenzó en 1958 cuando Roy Hertz propuso que ciertos
químicos, usados en la alimentación del ganado, podrían encontrarse en el
cuerpo de las personas y afectar la
actividad de las hormonas. Sin embargo,
fue en la década de los años 1970 cuando los médicos e investigadores comienzan
a relacionar ciertos químicos con cánceres y efectos reproductivos en los
humanos. Hoy día, hay casi mil químicos reportados que tienen efectos endocrinos.
Los estudios epidemiológicos en humanos relacionan a los
DE con efectos reproductivos, síndrome metabólico, desordenes óseos, desordenes
inmunes, cáncer y cambios neuroconductuales. Por otra parte, los estudios con
animales demuestran asociaciones con
asma, pubertad temprana, infertilidad, cáncer de mama, cáncer de próstata,
enfermedad de Parkinson, obesidad y otras enfermedades. Los DE más estudiados
incluyen al dietilestilbestrol (DES), las dioxinas, los hidrocarburos
clorinados como el
diclorodifeniltricloroetano (DDT) y los bifenilos policlorinados (PCB), los difenil éter
polibrominados (PBDE), los ftalatos y el bisfenol A (BPA). Estos y otros
conocidos DE son productos de abundante consumo y frecuentemente son usados en
aplicaciones industriales, agrícolas y farmacéuticas.
El estudio de los DE es descrito como un campo
interdisciplinario que busca determinar
cómo influyen en la biología de los
organismos vivos a través de efectos
relacionados con el sistema endocrino. Como área del conocimiento siempre ha
sido esencialmente multidisciplinario. Como tal, su desarrollo ofrece avances
increíbles, los cuales emergen cuando los científicos alcanzan los límites
disciplinarios tradicionales en procura de nuevos descubrimientos.
El campo de la disrupción endocrina surge en el contexto del movimiento ambiental de las décadas de 1960 y 1970 en los Estados
Unidos. En 1962, el libro Silent
Spring de Rachel Carson se convirtió en
un instrumento de la comunidad científica y el público en general para crear
conciencia sobre los compuestos químicos
manufacturados, los cuales podrían
causar daño a los ecosistemas y a la salud humana. Unos años más tarde, el
gobierno de Estados Unidos estableció el National Institute of Environmental
Health Sciences (NIEHS) (1966) para estudiar
cómo el ambiente afecta la salud humana y la Environmental Protection
Agency (EPA) (1970) para implementar regulaciones para proteger la salud humana
y el ambiente. Durante el mismo período, los ecologistas proporcionan las
primeras evidencias que ciertos químicos causan daño a los animales través de
la disrupción endocrina. Estos casos tuvieron un gran impacto porque los
efectos sobre la salud se relacionaron con la reproducción, no con el cáncer,
lo cual en cierta forma restaba importancia a la hipótesis de la potencial
carcinogenicidad de los contaminantes ambientales. La alarma generada por estas
observaciones incrementó la importancia
de los estudios sobre la ecología. Ahora bien, si los químicos tenían tales
efectos sobre la fauna, ¿cuáles podrían ser los efectos en los humanos?
En los inicios de la década de 1970, una serie de
tragedias médicas involucra al DES. Diseñado como un estrógeno artificial y
consumido por millones de mujeres embarazadas entre 1940 y 1971 con el
propósito de reducir los abortos, el DES se vio involucrado en serios problemas
de salud como inusuales cánceres y malformaciones en el sistema reproductivo. Los estudios con animales confirmaron la
actividad del DES como carcinógeno transplacentario. Muchos de los cambios
observados en ratones tratados
prenatalmente también se observaron en
las mujeres que habían sido expuestas in útero al DES. Entre las lesiones
observadas en mujeres y ratones se detectaron adenocarcinoma de vagina, quistes
en los ovarios y malformaciones en las trompas de Falopio. Con esta tragedia, los médicos y los
científicos apreciaron el potencial de los químicos para causar no solamente
deformidades físicas que son obvias en el nacimiento sino también efectos que
emergen muchos años después del nacimiento. En este contexto, en 1979 el NIEHS
organizó el primer “meeting” sobre estrógenos en el ambiente para comenzar a
elaborar el cuadro de los efectos de los
DE sobre la salud. El meeting se concentró principalmente en la
identificación de las propiedades y
diversidad de estrógenos ambientales. Un aporte muy valioso fue una serie de
experimentos presentada por Robert L
Mercalf para examinar los efectos de los contaminantes ambientales en modelos de ecosistemas bajo condiciones
controladas. El trabajo de Mercalf
demostró como los químicos son bioacumulados
y biodegradados en los organismos
vivos. En 1985, un segundo meeting puso de relieve el efecto de los estrógenos
ambientales sobre la pubertad, particularmente sobre el desarrollo precoz de
las mamas en las niñas en Puerto Rico. El meeting examinó las acciones
biológicas de la exposición a estrógenos, explorando las potenciales
asociaciones con hipospadia y criptorquidia, oligoesperma, cáncer testicular y
otras condiciones.
En julio de 1991, científicos de una variedad de campos
se reunieron en el Wingspread Conference Center en Racine, Wisconsin. El meeting de Wingspread fue clave en el desarrollo del campo de la
disrupción endocrina. En este encuentro fueron acuñados los términos
“disrupción endocrina” y “disruptores endocrinos”. Una de las conclusiones del
meeting señala “Un gran numero de químicos hechos por el hombre que son
liberados en el ambiente, así como unos pocos químicos naturales, tiene el
potencial para la disrupción del sistema endocrino de animales, incluyendo
humanos”. Otro punto importante abordado en el meeting fue la revisión de
algunos aspectos de la doctrina científica. Por ejemplo, los efectos de los DE
sobre los receptores hormonales, hasta ese momento considerados específicos
para las hormonas naturales. Asimismo, fue examinado el “paradigma cáncer”
asumiendo la carcinogenicidad de los DE como incuestionable.
En los años de la década de 1990 y en los primeros
años del siglo XXI, una serie de
estudios establecieron las propiedades únicas de los DE. Por ejemplo, en
tortugas, la exposición a estrógenos
durante una ventana gestacional específica influye en el sexo de las
crías; más tarde se demostró que ciertos PCB tienen efectos similares. Con el
desarrollo de las investigaciones, la lista de los DE aumentó rápidamente
pasando de unos pocos pesticidas (como DDT, clordecona y metoxicloro) y
químicos industriales (como los PCB) a
nuevos compuestos con actividad
estrogénica presentes en plásticos, desinfectantes y productos de cuidado
personal. Los estudios comienzan a sugerir
que los DE podrían causar efectos sobre la salud aun en dosis
extremadamente bajas y presentaron curvas dosis-respuesta no monotónicas. En
uno de esos estudios, se demostró que dosis bajas de los DE estimulan el
crecimiento de la próstata, mientras las dosis altas tienen el efecto opuesto.
Con la evidencia acumulada, los investigadores
atravesaron el espectro de la endocrinología, la ecología de la fauna, la
toxicología y otros campos y trabajaron en procura de un consenso en el marco
de los DE en el ambiente. El tercer meeting sobre estrógenos en el ambiente, en
1994, exploró los efectos en la fauna y
la relación entre exposición a estrógenos y enfermedades humanas. La conexión
humana comienza a llamar la atención con
los estudios de Niels Skakkebaek que
asocian la disminución en la cantidad de
espermatozoides con la exposición
ambiental en hombres escandinavos. En
1996, el Congreso de Estados Unidos incluyó la investigación relacionada con DE
en la Food Quality Protection Act y recomendó a la EPA investigar la
actividad hormonal de más de 70000
compuestos. En respuesta, ese mismo año,
un comité federal, el Endocrine Disruptor Screening and Testing Advisory
Committee, elaboró las recomendaciones a la EPA sobre como desarrollar un
programa para investigar y examinar DE.
Los DE también han sido tema de estudio en otros países.
Por ejemplo, la Agencia Ambiental de Japón inició en 1998 el Programa
Estratégico sobre Disruptores Endocrinos Ambientales (SPEED 98) para el
monitoreo ambiental de los DE en agua de ríos, aire, alimentos, fauna y
sedimentos. En Europa, en 1996 se llevó a cabo en Weybridge, Reino Unido, el
primer Taller Europeo sobre el
Impacto de los Disruptores
Endocrinos en la Salud Humana y la
Fauna. Diez años después, en 2006, se llevó a cabo el segundo taller
(Weybridge+10). En 2012, un reporte de la European Environment Agency se
refiere a los DE como “un fenómeno real que afecta globalmente poblaciones humanas y
animales” al tiempo que identifica las áreas de investigación y sugiere
limitar la exposición a los DE aun antes
de obtener un conocimiento
científico completo de ellos.
En el año 2000, los investigadores ya habían demostrado que los DE pueden
interferir con procesos biológicos a
través de la imitación de hormonas, activación o bloqueo de los receptores
hormonales, interferencia con la síntesis de hormonas o alteración de su
degradación. También se había avanzado en la
relación de los DE con una
variedad de cánceres y efectos reproductivos y metabólicos. Los investigadores
también habían encontrado evidencia que muchas enfermedades humanas tienen
origen en la exposición a los DE en el desarrollo temprano. Asimismo,
emergieron conexiones entre los DE y la epigenética. En este periodo, los estudios comienzan a
demostrar que DE como DES, DDT y BPA podrían tener
efectos aun con dosis muy bajas. Dado que las hormonas operan en el cuerpo en
niveles extremadamente bajos, los químicos que imitan hormonas potencialmente
también pueden interferir con los
sistemas naturales del cuerpo en dosis bajas. Los investigadores comenzaron a
examinar los efectos de los DE con dosis
más bajas que empleadas anteriormente, reportando curvas dosis-respuesta
inusuales, en las cuales los químicos tenían efectos con dosis extremadamente
bajas , así como con dosis altas, mientras con las dosis de nivel medio tenían
poco efecto. Sin embargo, aunque la no
monotonicidad es un hallazgo común entre las hormonas naturales, los toxicólogos
están entrenados para ver curvas dosis- respuesta lineales, desde dosis bajas
hasta dosis altas, por lo que esa curvas inusuales fueron en su mayoría
ignoradas. Por el contrario, los experimentos con radiaciones, vitaminas y
químicos liderados por Edward Calabrese comenzaron a abonar el terreno para el
fenómeno conocido como hormesis, el cual
postula que algunas exposiciones son peligrosas en dosis altas, pero
beneficiosas en dosis bajas.
La investigación sobre los DE ha generado mucha
controversia en las comunidades científicas, médicas y políticas, particularmente
en aquellas áreas donde la investigación básica interfiere con la toxicología.
Debido a sus múltiples mecanismos de acción, los DE pueden actuar
simultáneamente a nivel de receptor,
síntesis y degradación de hormonas. Esto puede permitir, por ejemplo, efectos
estrogénicos o antiandrogénicos, creando a veces señales erróneas no previstas
por los estudios dedicados a una sola acción de los DE. Es el caso de los
compuestos que alteran la señal tiroidea que pueden afectar las acciones de otras hormonas u otros DE. Aunque este nivel de complejidad
es común en los sistemas endocrino y nervioso, es pobremente entendido en el
marco del manejo de riesgos, especialmente cuando se trata de calcular el nivel
umbral de exposición a un DE. En este sentido, la investigación toxicológica
enfocada en dosis altas, como la exposición ocupacional, no es particularmente
relevante en la exposición a niveles
bajos de DE.
La naturaleza multidisciplinaria de la investigación
sobre los DE es su fortaleza más grande pero al mismo tiempo es su mayor debilidad. El campo se ha
beneficiado enormemente de las
conexiones y sinergias entre campos
dispares. A pesar de su enfoque sobre el
impacto de los químicos sobre los sistemas vivos, la investigación
sobre DE no creció a partir de la toxicología como se esperaba sino que emergió
de las intersecciones de muchos
campos en los cuales los investigadores examinaron los efectos de los DE. Por
ejemplo, en los últimos años de la década de 1980, mientras se investigaba la
sensibilidad a los estrógenos en
cultivos de células de mama humana, Soto-Sonnenschein encontró accidentalmente
la actividad estrógenica del compuesto p-nonilfenol presente en el plástico de
los tubos de centrifuga. Por otra parte, toxicólogos y endocrinólogos
frecuentemente fallan en la interpretación de un mismo fenómeno, simplemente
porque no hablan el mismo lenguaje o porque subestiman el campo del otro. En la
toxicología, el objetivo generalmente es establecer la dosis umbral que separa
los niveles de exposición segura de la exposición insegura. Desde la
perspectiva endocrinológica, los efectos sobre la salud de una cierta dosis
pueden variar dependiendo de las hormonas afectadas, la edad, la etapa del
desarrollo y otros factores durante ciertas ventanas de susceptibilidad;
cualquier dosis podría tener un efecto, mientras en otras condiciones, una
dosis alta podría tener poco o ningún efecto.
Quizá ningún DE ha sido más ampliamente usado o ha recibido más atención que el BPA.
Charles Dodds, investigador médico británico, mientras estaba en la búsqueda de
un estrógeno sintético, identificó las propiedades estrogénicas del BPA en los
años de la década de 1930. Aunque el BPA nunca tuvo uso como droga, desde 1970
se sabe que se encuentra virtualmente en
todos los envases de alimentos y agua y actualmente es uno de los químicos más
comunes producidos en todo el mundo. En
1990, los endocrinólogos de Stanford determinaron que el BPA, aislado de
frascos de plástico, es capaz de activar
la respuesta a los estrógenos en células
de cáncer de mama. Impulsados por la idea que los químicos en el ambiente
pueden producir disrupción del sistema endocrino de humanos y animales, los
investigadores comenzaron a examinar hormonas sintéticas en organismos en
desarrollo. En este contexto, Fred von Saal de la Universidad de Missouri,
descubrió que los ratones expuestos a dosis bajas de BPA exhibían respuestas
estrogénicas, incluyendo un incremento
del peso de la próstata. Por otra parte, investigadores de la
Universidad de Tuffs reportaron efectos de dosis bajas de BPA en glándula
mamaria, glándulas reproductivas e hipotálamo. En 2004, el National Health and Nutrition Examination Survey
reportó que 93% de la población de estados Unidos tiene cantidades medibles de BPA en su orina.
Aunque el uso del BPA no ha sido
formalmente limitado en los Estados
Unidos, en el año 2012 la Food and Drug Administration en sus regulaciones
sobre el uso de aditivos en alimentos recomendó el no uso de resinas de policarbonatos en las
botellas y tazas para niños.
Muchos DE han sido producidos y liberados en el ambiente
por “accidente”, es decir, sus fabricantes no intentaron o no sabían que
producían químicos con las propiedades de los DE. Sin embargo, algunos químicos
han sido diseñados intencionalmente para alterar el sistema endocrino. Dos
ejemplos de esos químicos ofrecen lecciones a cerca de la naturaleza de los DE
y sus consecuencias. Un DE cuidadosamente diseñado es el 17β-etinilestradiol
(EE2), el ingrediente activo en la mayoría de las píldoras usadas para control
natal. El EE2, a través de la disrupción de las fluctuaciones hormonales
naturales que hacen posible la ovulación, es usado para impedir deliberadamente
la fertilidad de la mujer. Las concentraciones excepcionalmente bajas del EE2,
10-50 μg, es una clara demostración de la capacidad de los DE para causar efectos
significativos aun en pequeñas cantidades. Una porción del EE2 que entra en el
cuerpo de la mujer es excretada en la
orina y luego a través de las aguas residuales llega a las plantas. Aunque
solamente una pequeña fracción finaliza en los cuerpos de agua, el EE2 se
acumula en concentraciones capaces de
feminizar peces machos, haciendo del EE2 un DE con significativos daños
ecológicos. Por el contrario, algunos DE han sido producidos como pesticidas
con la intención de dañar la fauna. Sin embargo, algunos de estos químicos
causan disrupción endocrina y efectos adversos
en la salud de las personas. Por ejemplo, el pesticida DDT contribuye a
un inicio temprano de la pubertad y la menopausia en humanos así como efectos críticos en
mujeres embarazadas y lactantes. El atrazine, uno de los herbicidas más usados
en los Estados Unidos, está asociado con ciclos menstruales prolongados y
sangramientos anormales en mujeres.
Algunos químicos, incluyendo DE, tienen el potencial para
causar efectos en las crías de los
individuos expuestos a través de modificaciones epigenéticas inducidas
ambientalmente. Los experimentos de Michael Skinner demostraron que ratas machos
cuyos ancestros fueron expuestos al
fungicida -y DE- vinclozolin presentaron un inicio acelerado de cáncer, enfermedad de la próstata,
enfermedad renal y defectos inmunes. Otros estudios demostraron que altas dosis
de una variedad de DE producen efectos transgeneracionales en animales hasta en
las crías de tercera generación.
En conclusión, hoy día está claro que algunas sustancias
ambientales contribuyen al desarrollo de
enfermedades interfiriendo con el sistema endocrino humano y que ellos son
poderosos componentes de la modificación
epigenética del genoma. Casi 1000 químicos presentes en nuestro ambiente han
sido clasificados como De. Para algunos químicos, como DES, DDT, PCB y dioxina,
con efectos demostrados sobre la salud, se han diseñado acciones reguladoras
para restringir la exposición humana.
Muchos otros potenciales DE, incluyendo mezclas de químicos y
exposiciones a químicos a través del
estrés y cambios en la dieta, aún están en estudio pero actualmente son usados en la elaboración de
productos para el consumo humano. Un creciente movimiento de investigación en
Estados Unidos, Europa, Japón y otros países, incluyendo países en desarrollo
identifica DE y determina el grado de daño derivado de su exposición en humanos.
Fuente: SchugTT et al (2016). Endocrine disruptors:
past lessons and future directions. Molecular Endocrinology 30: 833-847.
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