Control
homeostático del eje tiroides-hipófisis
La capacidad dinámica para mantener un equilibrio
homeostático flexible en respuesta a los cambios ambientales es una
característica de un estado saludable del organismo. Las hormonas tiroideas
(HT) tienen un rol dual en la regulación homeostática, actúan como elementos
controladores y controlados. Ellas tienen un amplio espectro de efectos
metabólicos pero concomitantemente son fuertemente reguladas. Un entendimiento
básico del control tiroideo involucra a la hormona tirotropina (TSH) y su
medición es un indicador indirecto de la homeostasis tiroidea. Un cambio en la
concentración de TSH puede ser un mecanismo adaptativo para restaurar el
eutiroidismo.
El concepto de un
asa de control que proporciona información acerca del estado de la relación
entre la glándula tiroides y la
hipófisis fue postulado en 1940 y experimental demostrado antes de 1950.
Inicialmente, los modelos asumían una correlación lineal inversa entre TSH y
T4, pero un análisis posterior más
detallado cambió esos modelos por uno de
relación log-lineal que aún se mantiene. Sin embargo, dado que las HT en gran
parte circulan unidas a proteínas transportadoras (TGB, transtiretina y
albúmina), la TSH está más relacionada
con la forma libre biológicamente activa de la T4 (FT4). Los estudios que han
examinado la relación TSH-FT4 sugieren que la respuesta de la TSH a los cambios
en la FT4 es curvilínea. La no linealidad de la relación TSH-FT4 ha sido
confirmada por varios grupos de investigadores. La relación TSH-FT4 no es invariable y es impactada por el estatus tiroideo, el cual actúa como
determinante principal del gradiente que relaciona la TSH y la FT4. Esta conducta proporciona una respuesta más
flexible que la simple curva log-lineal. En este sentido, puede ser concebible la acción integrada de
asas de retroalimentación que
operan en varios niveles de organización. Este control integrado involucra
varias asas de retroalimentación: (1)
control por retroalimentación de las HT
sobre la TSH hipofisiaria y la TRH hipotalámica; (2) control estimulador
positivo de la TRH sobre la TSH; (3) retroalimentación
ultracorta de la TSH sobre su propia secreción; (4) control de las desyodasas
por la TSH. Otros agonistas tirotrópicos como anticuerpos contra el receptor de
TSH y la gonadotropina coriónica humana juegan un rol importante en desordenes
como la enfermedad de Graves y el hipertiroidismo relacionado con el embarazo.
La T3 se une a receptores TR intracelulares
específicos para ejercer una acción represiva sobre varios genes, incluyendo
TSHβ y, en menor extensión, la subunidad α. Entre las isoformas de TR expresadas en varios tejidos, la TRβ2 es activa en el sistema nervioso central,
hipotálamo e hipófisis con una sensibilidad a las hormonas tiroideas 10 veces
mayor que la isoforma TRβ1. Esta respuesta diferencial permite a los tejidos
centrales anticipar la sobre producción
de T3/T4 antes que pueda afectar a los tejidos periféricos menos sensibles.
Asimismo, las desyodasas son reguladas de manera diferente en tejidos centrales
y periféricos, aumentando la conversión de T3 y proporcionando un mecanismo
diferenciado para responder a los
cambios en FT4 en el asa de retroalimentación. Específicamente, la
desyodasa tipo 2 es expresada de manera
no uniforme en los tejidos. Contrario a lo que se aceptaba inicialmente, las
hormonas T3 y T4 no difunden libremente a través de la membrana plasmática sino
que son activamente transportadas por proteínas especializadas como MCT8, MCT10
y OATP1C1. El tráfico intracelular involucra sustratos de unión de HT (CRYM,
por ejemplo). Estos transportadores son componentes necesarios del control por
retroalimentación.
La TRH es un
potente mecanismo contra la poca
producción de HT, estimulando la secreción de TSH por la hipófisis y modulando
su bioactividad. A su vez, la
estimulación de la producción de HT por la TSH es esencial, porque la capacidad
basal independiente de TSH de la glándula tiroides es limitada e incapaz de mantener el estado eutiroideo. Por otra parte, la glucosilación regula
diferencialmente la señal hormonal. En este contexto, la TSH derivada de la
pars tuberalis difiere de la hormona derivada de la pars distalis en su patrón
de glucosilación, carece de la capacidad para estimular al receptor de TSH en
la glándula tiroides y para regular la actividad de la desyodasa tipo 2
relacionada con la estacionalidad y la conducta independiente de la producción
de HT. El control de retroalimentación
de asa larga de la liberación de TRH por las HT involucra a las neuronas TRH
hipofisiotrópicas y a los tanicitos, un mecanismo que puede integrar
metabolismo energético y función tiroidea.
Adicionalmente, varios estudios proponen un asa de retroalimentación
ultra corta que involucra la
supresión de la TSH por su propia
concentración. Complementando la idea de
un control en muchas fases, recientemente se ha demostrado una relación directa
de la TSH con la actividad desyodasa y el control de la conversión de T4 en T3 en humanos. La respuesta de las
desyodasas tipo 1 y tipo 2 a la TSH
ocurre a través del receptor de TSH y un mecanismo dependiente de AMPc.
La TSH, como
cualquier otra hormona glucoproteica, es secretada de una manera pulsátil. Las
oscilaciones más rápidas con un pulso promedio
de 0,6 mUI/l de amplitud y una
frecuencia de 5-20/24h se superponen al
ritmo circadiano de la TSH con niveles máximos poco tiempo después de la
medianoche. Es aún motivo de debate si el pulso rápido de TSH emerge por el
impulso pulsátil de TRH. La relación directa TSH-desyodasa puede, al
menos en parte, explicar el ritmo circadiano
de la T3 que acompaña al de la TSH, mientras la FT4 no exhibe tal ritmo circadiano. Por lo tanto,
el aporte de T3 a los tejidos periféricos
no es un proceso autónomo y exclusivamente regulado localmente sino que forma parte de
un sistema integrado de control central-periférico que gobierna la señal de las HT de manera
homeostática y alostática. Esto es
particularmente relevante para una situación de tratamiento con levotiroxina.
Las HT no
clásicas como triyodotiroxina reversa (rT3), 3,5-diyodotironina (3,5-T2), yodotiroacetatos
y tironaminas juegan un rol fisiológico activo. La rT3 (3,3´,5´-T3) es un
isómero de la T3 desyodado en la posición 3´ que es regulado hacia arriba en la vida postnatal e interfiere con las características de la
señal tiroidea. La 3,5-T2 ejerce efectos agonistas en los receptores
nucleares de HT. Las concentraciones
elevadas de 3,5-T2 en el síndrome de enfermedad no tiroidea podría explicar, al
menos en parte, porque los pacientes con síndrome de baja T3 no se
benefician de la terapia de
sustitución con L-tiroxina (L-T4) o
L-triyodotironina (L-T3). Los yodotiroacetatos son variantes pequeñas y
desaminadas de las HT que tienen efectos
similares a los de las yodotironinas. Sin embargo, su vida media en plasma y la
afinidad por receptores y transportadores
son diferentes. Debido a su pequeño tamaño, el triyodotiroacetato
(TRIAC) es usado para el tratamiento de
la resistencia a HT (RTH), pero su efecto
no es beneficiosos para todas las variantes de RTH.. Aunque las
tironaminas se originan en el folículo tiroideo y estructuralmente son similares a las
yodotironinas, sus efectos biológicos son diferentes. En muchos aspectos,
tienen efectos antagónicos con las HT
clásicas. Las HT clásicas y no clásicas pueden ser interconvertidas por enzimas
en ciertos compartimentos del cuerpo. Mientras el efecto de la HT no clásicas sobre la homeostasis tiroidea aún no
está completamente dilucidado, algunas
moléculas como 3´,5´-T2, TRIAC y TETRAC tienen efectos tiromiméticos en los
receptores TR-β y por consiguiente ejercen acciones supresoras sobre la TSH.
Esto sugiere un rol de las HT no clásicas como moduladores del sistema de control
de la liberación de TSH y la conversión de las HT clásicas. La complejidad
resultante del sistema homeostático se refleja en la relación no proporcional
entre las concentraciones de FT4 y TSH.
El aporte de T3
es controlado localmente por varios mecanismos: (1) captación de HT activas; (2) expresión y actividad
–tejido específica- de dos tipos distintos de desyodasas que convierte T4 en
T3; (3) inactivación de HT por desyodación o degradación por sulfatación,
desaminación o glucoronidación. La regulación varía en cada tejido, el cerebro,
por ejemplo, expresa predominantemente desyodasa tipo 2, mientras la desyodasa tipo
1es abundante en otros tejidos del
cuerpo. El estatus tiroideo también influye, el exceso de T3 regula hacia
arriba a la desyodasa tipo 1 pero regula hacia abajo a la desyodasa tipo 2, la cual
es regulada hacia arriba en el hipotiroidismo. La desyodasa tipo 3 produce T3 en la forma inactiva, rT3. Aunque
la utilización de T3 puede ser ajustada localmente para satisfacer la demanda
especifica de cada órgano, el aporte de T3 no es autónomamente independiente
sino que está sujeto al control central.
En conclusión, el
concepto de un control por retroalimentación negativa entre las glándulas tiroides e hipófisis
requiere una reconsideración a la luz
de los estudios recientes. En este contexto, el equilibrio
homeostático depende de las interrelaciones entre las hormonas
tiroideas y la tirotropina (TSH) de la
hipófisis. Los mecanismos moleculares
involucran múltiples asas de retroalimentación
en varios niveles de
organización, diferentes escalas de tiempo y condiciones variables de su
operación óptima. Esto apoya el concepto
de una regulación en múltiples etapas con interacciones más complejas entre
TSH, FT4 y FT3. Como parámetro homeostáticamente integrado, la TSH no es un
marcador preciso de eutiroidismo. Además
de regular la producción de T4, la TSH juega un rol esencial en el mantenimiento de la homeostasis de T3
controlando directamente la actividad de las desyodasas. Mientras los datos
sobre T3 en los tejidos son escasos en humanos, los estudios en modelos de
roedores sugieren que los desequilibrios puede reflejar la deficiencia de T3 en
varios órganos. En consecuencia, en
muchas situaciones el uso de la TSH es
representativo de su interrelación con las hormonas tiroideas periféricas. Los
principios homeostáticos reúnen todos
los parámetros tiroideos en un contexto adaptativo, demandando una
interpretación más flexible en el diagnóstico y tratamiento de la disfunción
tiroidea.
Fuente: Hoermann
R et al (2016). Homeostatic control of the thyroid-pituitary axis: perspectives for diagnosis
and treatment. Frontiers in Endocrinology 6: 177.
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