Regulación
pancreática de la homeostasis de la glucosa
Las células endocrinas del páncreas forman parte de los islotes de
Langerhans, pequeñas estructuras que
representan 1-2% de la glándula. Hay cinco tipos diferentes de células en los
islotes: células α que producen glucagón que representan 15-20% del total de
células del islote; células β que producen amilina, péptido C e insulina y
representan 65-80% del total de células; células γ que producen polipéptido
pancreático (PP) y comprenden 3-5% del total de células; células δ que producen
somatostatina y constituyen 3-10% del
total de células y células ε que producen grelina y comprenden <1% del total
de células. Cada una de las hormonas tiene funciones distintas. El glucagón
incrementa los niveles sanguíneos de glucosa, mientras la insulina los
disminuye. La somatostatina inhibe la liberación tanto de glucagón como de
insulina, mientras el PP regula la secreción exocrina y endocrina del
páncreas. Si bien los islotes tienen una composición celular similar entre las diferentes especies, su
citoarquitectura difiere
grandemente. Aunque los islotes en roedores están compuestos
primariamente de células β localizadas
en el centro con los demás tipos de células en la periferia, los islotes
humanos exhiben células α y β interconectadas.
El páncreas, a través de sus hormonas, particularmente
glucagón e insulina, mantiene los niveles sanguíneos de glucosa en un rango muy estrecho de 4-6 mM. Esta
preservación es posible por las acciones
opuestas y balanceadas del glucagón y la
insulina, referidas como homeostasis de la glucosa. Durante el sueño o entre las comidas, cuando los niveles
sanguíneos de glucosa son bajos, el glucagón es liberado por las células α para
promover la glucogenolisis hepática. Adicionalmente, el glucagón estimula la
gluconeogénesis hepática para incrementar los niveles sanguíneos de glucosa
durante el ayuno prolongado. Por el contrario, la secreción de insulina por las
células β es estimulada por los niveles
elevados de glucosa sanguínea, como ocurre después de una comida. La insulina
estimula la captación de glucosa en músculo y tejido adiposo y por consiguiente
disminuye los niveles sanguíneos de glucosa. Más aún, la insulina promueve la
glucogénesis, la lipogénesis y la incorporación de aminoácidos en proteína.
Entonces, la insulina es una hormona anabólica en contraste con la actividad
catabólica del glucagón.
En las células β, el principal estímulo para la
liberación de insulina es el elevado nivel sanguíneo de glucosa después de una comida. La glucosa
sanguínea circulante es tomada por el
transportador de glucosa GLUT2 que se localiza en la superficie de la célula β. Una vez dentro de la célula,
la glucosa es metabolizada a través de
la glucólisis generando adenosina
trifosfato (ATP), lo cual resulta en un incremento de la relación ATP/ADP. Esta
relación alterada provoca el cierre de canales de K+ sensibles a ATP (canales KATP).
En condiciones no estimuladas, estos camales están abiertos para asegurar el mantenimiento del potencial de reposo mediante el transporte de iones K+
cargados positivamente hacia fuera de la célula. Con el cierre de los canales KATP,
disminuye la magnitud de la corriente hacia fuera de K+ provocando
la despolarización de la membrana, seguida por la apertura de canales de Ca2+
dependientes de voltaje (VDCC). El incremento en la concentración intracelular de Ca2+
eventualmente dispara la fusión de los
gránulos que contienen insulina con la membrana plasmática y la posterior salida de su contenido. El
proceso de secreción de insulina es bifásico con una primera fase que alcanza un pico aproximadamente 5 minutos
después del estimulo de la glucosa. La mayoría de insulina es liberada
durante esta primera fase. En la segunda fase, más lenta, se secreta la
insulina restante.
La insulina es almacenada
en vesículas densas que son
reclutadas en la proximidad de la
membrana plasmática. Las moléculas claves que median la fusión de las vesículas
que contienen insulina son la proteína asociada a sinaptosomas de 25 kDa (SNAP-25), la sintaxina-1 y la sinaptobrevina
2 (o proteína de membrana asociada a vesícula, VAMP2), las cuales pertenecen
a la familia de proteínas
solubles receptor de proteína adherida
al factor sensible N-etilmaleimida (SNARE).
Estas proteínas junto con las proteínas Sec1/similar a Munc18 (SM)
forman el complejo SNARE. Para iniciar
la fusión, la sinaptobrevina 2,
integrada en la membrana de la vesícula, se fusiona con sintaxina-1 y
SNAP-25 que se localizan en la membrana
de la célula, con el no coordinado de
mamífero (munc)-18 como regulador clave. Hasta ahora, numerosas isoformas SNARE, incluyendo sintaxina 1, 3 y 4, SNAP 25
y 23 así como sinaptobrevina 2 y 3 (VAMP2 y 3) han sido involucradas en la secreción de insulina estimulada por
glucosa, mientras VAMP8, una proteína
SNARE no esencial para la secreción de insulina, tiene un rol en la
regulación de la secreción de insulina
potenciada por GLP-1. Además de
proteínas SNARE y MS se requiere un sensor de calcio para iniciar la fusión de
membrana. Las sinaptotagminas, altamente expresadas en neuronas y células endocrinas,
participan en el proceso de exocitosis dependiente de Ca2+. Hasta el
presente, se han identificado 17 sinaptotagminas (Syt 1-17) pero sólo ocho de
ellas (Syt-1, -2, -3, -5, -6, -7, -9 y
-10) son capaces de unir calcio. Después de su unión con Ca2+, las
sinaptotagminas forman un complejo con proteínas SNARE para facilitar y
disparar la fusión vesícula-membrana. En la familia de sinaptotagminas, Syr-3,
-5. -7. -8 y -9 están implicadas en la exocitosis de insulina.
El acople estímulo-secreción en las células β incluye una
variedad
de moduladores que disparan, potencian o inhiben la secreción de
insulina estimulada por glucosa, principalmente a través de receptores
acoplados a proteína G (GPCR). El factor externo más tradicional que inicia la secreción de insulina es la glucosa.
La glucosa también induce rutas que amplifican la secreción de insulina a
través del acoplamiento metabolismo-AMPc o de las hormonas incretinas péptido similar a glucagón (GLP)-1 y péptido
insulinotrópico dependiente de glucosa
(GIP). El acoplamiento metabolismo-AMPc
se refiere a la cascada de señalización
que ocurre después de la conversión
de ATP, el cual es generado durante el metabolismo intracelular de la glucosa, en AMPc por la adenil ciclasa
(AC), lo cual a su vez activa a la
proteína quinasa A (PKA) y el factore de intercambio de nucleótidos guanina
regulado por AMPc, también conocido como proteína de intercambio activada
directamente por AMPc (Epac)2. La activación de Epac2 amplifica la secreción de
insulina incrementando los niveles de Ca2+ a partir de los depósitos intracelulares
y controlando la densidad de gránulos en
la proximidad de la membrana plasmática. La PKA activada ejerce sus efectos modulando la actividad de canales KATP
y canales de Ca2+ a través de
fosforilación y por consiguiente aumentando el número de gránulos que contienen insulina sensibles
a Ca2+ y la probabilidad de liberación de vesículas secretoras del pool de liberación rápida, respectivamente.
Las hormonas GLP-1 y GIP, secretadas en el intestino por las
células neuroendocrinas L y K respectivamente, después de la ingestión de
glucosa, fructosa, aminoácidos y ácidos grasos libres, potencian la secreción
de insulina a través del efecto incretina. Este efecto describe la
observación que la glucosa oral, pero no
la intravenosa, es responsable de
aumentar la secreción de insulina hasta 50% de la liberación total, a través de
la liberación de GLP-1 y GIP en el intestino.
El mecanismo subyacente incluye la unión de GLP-1 y GIP a sus GPCR (GLP-1R y GIPR) en las células β
del páncreas. Esta unión induce un cambio conformacional en la estructura del
receptor que es seguido por el intercambio de guanosina difosfato por guanosina
trifosfato y la posterior disociación de
la subunidad Gsα del receptor. Esta subunidad, a su vez,
activa la adenil ciclasa para convertir ATP en AMPc y desencadenar la
ruta de señalización del AMPc. Adicionalmente, el GLP-1 incrementa la
concentración intracelular de calcio movilizando Ca2+ de los
depósitos sensibles a rianodina o, en
una acción similar a la de GIP, activando canales de Ca2+
dependiente de voltaje.
Los ácidos grasos libres
no solo estimulan la secreción de incretinas, también modulan la
liberación de insulina. Los ácidos
grasos de cadena larga aumentan la secreción de insulina; en cambio, los ácidos
grasos de cadena corta la inhiben. La unión y posterior interacción de los
ácidos grasos de cadena larga con su
receptor acoplado a proteína G en las células β del páncreas provoca la
activación de la fosfolipasa C (PLC), la cual hidroliza
fosfatidilinositol-4,5-bifosfato (PIP2) en diacilglicerol e inositol-1,4,5-trifosfato
(IP3) que activa canales de calcio en el retículo endoplásmico. La
liberación de Ca2+ en el citosol incrementa la concentración intracelular de Ca2+,
lo cual eventualmente disparará la
secreción de insulina. Por el contrario, los ácidos grasos de cadena corta
inhiben la secreción de insulina estimulada por glucosa debido a que disminuyen
la oxidación de la glucosa y por consiguiente la relación ATP/ADP. Otro
inhibidor de la secreción de insulina es el estrés, específicamente la noradrenalina producida en respuesta al
estrés. La noradrenalina se une a su
receptor α2-adrenérgico, lo cual resulta en la inhibición de la
adenil ciclasa y en hiperpolarización de
la membrana plasmática. Esto previene un
incremento en la concentración intracelular de Ca2+ y, por lo tanto,
la secreción de insulina.
Así como la insulina ejerce sus efectos en otros órganos
y tejidos, otros órganos interactúan con el páncreas para modular la secreción
de insulina. Uno de esos órganos es el
cerebro a través del eje cerebro-islote
que interactúa con el páncreas y
viceversa. El páncreas es inervado por fibras parasimpáticas y simpáticas del
sistema nervioso autónomo. Al mismo tiempo, los receptores de insulina son
expresados en muchas regiones del cerebro humano, incluyendo hipotálamo, corteza cerebral, cerebelo e hipocampo. Las lesiones en estas áreas afectan la secreción de hormonas
pancreáticas. Por ejemplo, la destrucción del hipotálamo ventromedial resulta
en hipersecreción de insulina y en altos
niveles circulantes de glucagón. La secreción de glucagón también puede ser modulada por el factor
neurotrófico derivado del cerebro (BDNF) a través de nervios eferentes,
mientras el sistema melanocortina reduce
directamente los niveles basales de insulina por estimulación de las fibras nerviosas simpáticas vía
receptores α-adrenérgicos. El neurotrasmisor
neuropéptido Y (NPY), el cual es expresado principalmente en las fibras
nerviosas simpáticas, también bloquea la liberación de insulina y la pérdida de
esta inhibición resulta en elevada
secreción de insulina, basal y estimulada por glucosa, y en incremento de la
masa de islotes. La unión del NPY a su GPCR Y1 causa la
activación de la subunidad Giα
para bloquear la adenil ciclasa, lo cual a su vez inhibe la ruta del AMPc. Por otra parte, la
acetilcolina a través de receptores muscarínicos M3 estimula la
secreción de insulina. Adicionalmente,
la hormona concentrante de melanina (MCH), el polipéptido activante de adenil ciclasa hipofisiaria (PACAP) y el
péptido liberador de gastrina también
promueven la liberación de insulina. El VIP y el PACAP también liberan
glucagón. Los neuropéptidos ejercen sus efectos a través de varias rutas de señalización,
incluyendo la ruta quinasa regulada por señal extracelular (ERK)/Akt, modulación de la entrada de Ca2+,
AMPc y, en menor extensión, la ruta
PI3K/PKC y la movilización de Ca2+ de los depósitos intracelulares.
La liberación de insulina es estimulada por la llamada
fase cefálica que representa un reflejo condicionado de incremento de la
secreción hormonal aun en ausencia de
nutrientes/glucosa, como cuando se anticipa una comida, preparando al
organismo para que responda
adecuadamente a la ingesta de
nutrientes. La respuesta a la fase cefálica
es importante para asegurar el manejo normal de la glucosa postprandial.
El mecanismo neural que subyace a la fase cefálica incluye procesos
colinérgicos y no colinérgicos así como al complejo dorsal del nervio vago
localizado en la médula oblongata. Por
otro lado, la insulina liberada en
respuesta a una comida entra al cerebro vía barrera hematoencefálica para
disminuir la ingesta de alimentos a través de la estimulación de las neuronas
pro-opiomelanocortina (POMC) y la ruta de señalización PI3K en el hipotálamo,
al tiempo que inhibe las neuronas
AgRP/NPY que secretan los neuropéptidos orexigénicos NPY y péptido relacionado
con el Agouti (AgRP).
El hígado tiene un rol clave en la homeostasis de la
glucosa almacenando (glucogénesis) o liberando (glucogenolisis/gluconeogénesis)
glucosa bajo la acción de la insulina y
el glucagón, respectivamente. La unión del glucagón a su GPCR hepático inicia
la cascada de señalización que eventualmente resulta en la activación de la
PKA, la cual a su vez estimula dos procesos: promueve la
glucogenolisis/gluconeogénesis e inhibe la glucólisis/glucogénesis. La
glucogenolisis es un proceso de varias etapas
que incluye la fosforilación mediada por PKA de la quinasa fosforilasa,
la formación de glucosa-1-fosfato (G-1-P) a partir de glucógeno por la
fosforilasa a y la conversión de G-1-P en G-6-P que eventualmente es convertida
en fosfato y glucosa libre. La gluconeogénesis hepática es promovida por la fosforilación mediada por
PKA de la proteína que se une al
elemento de respuesta del AMPc (CREB), el cual a su vez regula
positivamente al coactivador del
receptor activado por el proliferador de peroxisoma (PGC)-1. EL PGC-1,
conjuntamente con el factor nuclear del hepatocito (HNF)-4, induce la
transcripción de la fosfoenolpiruvato carboxiquinasa que cataliza la conversión de
oxaloacetato en fosfoenolpiruvato, una
etapa limitante de la gluconeogénesis.
Esto es seguido por la reversión de la glucólisis durante la cual la
estimulación de la bifuncional PFK-2/FBPasa-2 provoca un incremento de la
gluconeogénesis a través de la
inutilización de la fructosa-1,6-bifosfatasa (FBPasa)-1, lo cual facilita la sucesiva conversión de sustratos
en G-6-P y la supresión de la glucólisis. Más adelante, la glucólisis
es inhibida por la inactivación mediada por PKA de la piruvato quinasa, lo cual resulta
en la producción de glucosa en vez de
piruvato. Adicionalmente, el glucagón suprime la expresión del gen de la piruvato quinasa y aumenta la degradación del ARNm de la
piruvato quinasa. Por otra parte, la inactivación inducida por PKA de la
sintetasa de glucógeno disminuye la síntesis de glucógeno y
concomitantemente incrementa el
“pool” hepático de glucosa.
En oposición al glucagón, la insulina estimula la glucolisis
aumentando la expresión del gen de la glucoquinasa hepática, una enzima clave
que convierte la glucosa en G-6-P. Este
incremento es iniciado por la proteína
que se une al elemento regulador de esterol-1c y requiere la ausencia de AMPc.
Más aún, la insulina inactiva la glucógeno fosforilasa y la glucógeno sintetasa
quinasa (GSK)-3 a través de la ruta
PI3K, lo cual a su vez activa la glucógeno sintetasa. El segundo efecto
especifico de la insulina en el hígado es reprimir la expresión de los genes de la fosfoenolpiruvato
carboxiquinasa y la G-6-Pasa; la primera por disrupción de la asociación de CREB y ARN polimerasa II con el gen
promotor de la fosfoenolpiruvato
carboquinasa, mientras la supresión de
G-6-Pasa requiere PKBα/Akt y el factor de transcripción FOXO1, cuya expresión
disminuye por la inhibición de GSK-3.
Los factores derivados del hepatocito influyen en la
secreción de insulina. Aunque el HNF3β ha sido propuesto como responsable de la transcripción del gen
factor promotor de insulina-1 (IPF-1), un factor de transcripción que regula el desarrollo pancreático, es la
pérdida de HNF1α la que resulta en la
abolición casi total de la secreción de insulina debido a una disminución de la
respuesta al calcio intracelular. La hepatoquina betatrofina, también conocida como lipasina o
similar a angiopoyetina (ANGPTL) 8, fue inicialmente identificada como un
factor que maneja la proliferación de células β y el incremento de la masa de
células β en modelos animales de resistencia a la insulina. Sin embargo,
estudios posteriores no revelaron alteración en la homeostasis de la glucosa o
la expansión de células β en ratones Angptl8 “knockout”. Más aún, la
betatrofina no tiene efecto sobre la replicación de células β en humanos.
El intestino libera varias hormonas con la ingestión de nutrientes, incluyendo
GLP-1 y GIP que se unen a sus
respectivos receptores en las células β
del páncreas para potenciar la secreción de insulina. Adicionalmente, ambas
hormonas ejercen efectos pancreáticos como la expresión del gen de la insulina
estimulada por GLP-1, la neogénesis, proliferación y supervivencia de células β inducida por incretinas, la
prevención de la apoptosis de células β en general y en respuesta a la
glucolipotoxicidad. Las acciones extrapancreáticas del GLP-1incluyen la
supresión de la producción endógena de
glucosa/glucogenolisis, la secreción de glucagón y el apetito, así como un
retardo en el vaciamiento gástrico, mientras el GIP afecta positivamente el
metabolismo óseo y el de los lípidos. La
insulina, por su parte, modula la liberación de GIP y GLP-1 a través de las rutas PI3K/Akt y proteína quinasa activada por mitogenos (MAPK)/ERK1/2.
Además de incretinas, hay también hormonas decretinas como la
neuromedina U (NmU) y la limostatina, las cuales son secretadas durante
el ayuno para suprimir la liberación de insulina. La NmU, un neuropéptido que media la
contracción de músculo liso en el útero, fue aislada inicialmente de médula espina
de cerdo, pero los estudios posteriores revelaron que es altamente expresada en
duodeno y yeyuno. La NmU se localiza principalmente en células submucosas y
mientéricas, lo que sugiere un posible
papel en el control de la función del tracto gastrointestinal. Adicionalmente,
la NmU regula la secreción de insulina, el GPCP de la NmU (NmUR1) es expresado
en los islotes pancreáticos y su estimulación
disminuye la liberación de insulina. El mecanismo subyacente involucra
la liberación simultánea de somatostatina, un modulador de la secreción de
insulina. El péptido limostatina también reduce la secreción de insulina y su
ausencia causa hiperinsulinemia, hipoglucemia y obesidad. La liberación de
limostatina se inicia con la depleción
de alimento y representa un nuevo mecanismo para modular la secreción de
insulina durante el ayuno.
Otras hormonas gastrointestinales que interactúan con el
páncreas son la gastrina y la colecistoquinina (CCK). La gastrina, secretada
por las células G en estómago y duodeno, actúa como factor de crecimiento de
los islotes, y junto con el factor de crecimiento transformante-α promueve la
diferenciación de las células precursoras de los conductos, la neogénesis de células β y el incremento de la masa de
islotes a partir de la transdiferenciación del tejido pancreático exocrino. La gastrina también induce la expresión del
gen del glucagón en las células α. La
CCK, sintetizada y liberada por las células L del duodeno, potencia la
secreción de insulina (basal e inducida
por aminoácidos) y aumenta la secreción de glucagón.
La microbiota intestinal
es un factor importante en
desordenes metabólicos como obesidad, diabetes mellitus tipo 1 y tipo 2. Los
pacientes con estos desordenes presentan
alteraciones en la composición de su microbiota que pueden iniciar y/o
promover los respectivos desordenes
metabólicos. Hallazgos recientes
relacionan un microbioma aberrante
con el desarrollo de autoinmunidad en la diabetes mellitus tipo 1.
Generalmente, el microbioma aberrante está representado por una disminución de
la diversidad de microorganismos,
incluyendo cantidades muy pequeñas de
las bacterias que producen butirato, el cual
dispara la producción de mucina y por consiguiente la integridad del
intestino. La alteración de la composición de la microbiota también puede contribuir a la obesidad y a la diabetes mellitus tipo 2, su corrección
con probióticos o prebióticos causa un
incremento estimulado por ácido grasos en los niveles de GLP-1 que puede
mejorar la enfermedad.
Las adipoquinas y mioquinas secretadas por tejido adiposo y músculo
esquelético, respectivamente, modulan la liberación de insulina. Como parte del eje adipoinsular, la leptina,
la adipoquina más conocida, actúa sobre el núcleo arqueado del hipotálamo para
inhibir la ingesta de alimentos y controlar la homeostasis del cuerpo. El
receptor de leptina (Ob-R) es expresado
en los islotes pancreáticos y su estimulación causa una reducción en la
secreción de insulina debida a la activación de canales KATP, lo
cual a su vez previene la entrada de Ca2+.
La leptina también suprime la expresión del gen de insulina en un asa de
retroalimentación negativa. Por el
contrario, la insulina aumenta la expresión del gen ob y la secreción de
leptina. La insulina también modula la expresión y secreción de otra
adipoquina, la adiponectina. La adiponectina no sólo está involucrada en el metabolismo de
glucosa y ácidos grasos sino también induce la expresión del gen de insulina y
su liberación al tiempo que inhibe la apoptosis de células β. Otras adipoquinas como apelina, quemerina,
omentina, resistina y visfatina interactúan directamente con la insulina,
mientras la pproteína relacionada con retinol-4, el factor de necrosis
tumoral-α y la vaspina se relacionan con la insulina de una manera indirecta.
Los miocitos
liberan citoquinas conocidas como
mioquinas. El factor de crecimiento fibroblástico 21 (FGF21) es una proteína
con un amplio modo de acción, incluyendo la regulación del metabolismo de
carbohidratos y ácidos grasos y puede ser considerado como una mioquina debido
a su secreción por las células musculares. El FGF21 es regulado por la insulina
a través de la ruta de señalización PI3K/Akt.
La interleuquina 6 (IL-6) es al
mismo tiempo adipoquina y mioquina e influye en el páncreas controlando la expresión
de proglucagón y la secreción de
glucagón. La IL-6 incrementa la proliferación de células α y la masa de islotes
al tiempo que protege al páncreas de la
apoptosis inducida por estrés metabólico. Adicionalmente, la IL-6 incrementa la
producción de GLP-1 a partir de proglucagón y su secreción en las células α del páncreas
y en las células L del intestino, lo cual eventualmente resulta en un
incremento de la secreción de insulina mediada por GLP-1.
En conclusión, el páncreas tiene roles claves en el
mantenimiento de los niveles normales de glucosa en sangre a través de la
producción y liberación de insulina y glucagón. Estas hormonas no solo
interactúan una con otra en los islotes pancreáticos sino también con otros órganos/tejidos como cerebro,
hígado, intestino tejido adiposo y músculo esquelético. Los ejes islote-órgano/tejido
forman una red altamente sofisticada que incluye varias moléculas de señalización: neuropéptidos
(factor neurotrófico derivado del
cerebro, NPY, hormona concentrante de melanina, péptido liberador de gastrina,
VIP y PACAP), hepatoquinas (betatrofina y HNF), hormonas enteroendocrinas (GIP, GLP-1, NmU, limostatina, gastrina y
CCK), adipoquinas (leptina y adiponectina) y mioquinas (FGF21 e IL-6) que interactúan
principalmente a través de GPCR y rutas
de señalización como la cascada de AMPc. En las personas sanas, el buen
funcionamiento de las interacciones entre todos los órganos y tejidos
involucrados asegura la homeostasis de la glucosa. Sin embargo, las
alteraciones en la secreción y/o sensibilidad
a la insulina pueden resultar en enfermedades metabólicas como la
diabetes mellitus tipo 2.
Fuente:
Röder PV et al (2016). Pancreatic
regulation of glucose homeostasis. Experimental & Molecular medicine 48: 1-19.