Contaminantes
ambientales y células beta pancreáticas
El páncreas endocrino está formado por islotes de células conocidos como
islotes de Langerhans que tienen cinco tipos diferentes de células endocrinas:
alfa (α), beta (β), delta (δ), épsilon (ε) Y PP, las cuales producen glucagón,
insulina, somatostatina, ghrelina y polipéptido pancreático,
respectivamente. De las funciones del
páncreas, la producción de insulina por las células β ha recibido la mayor
atención debido a sus funciones
relacionadas con el control de la glucemia.
Las células β del páncreas son las única que pueden producir, almacenar
y liberar insulina, cuando estas células fallan
o son destruidas o afectadas, el metabolismo se altera y puede ocurrir
el inicio de la diabetes. Aunque las células β ocupan una gran parte del volumen en los islotes, su
capacidad para proliferar y su
neo-formación son extremadamente
reducidas en comparación con las otras células.
El control de la secreción de insulina en las células β es muy diferente del cualquier otra célula que libere hormonas o neurotransmisores.
La glucosa como principal estimulo fisiológico de la secreción de insulina,
induce una alta actividad
metabólica en la célula β, promoviendo
la producción de adenosina trifosfato
(ATP) el cual puede bloquear canales de K+ (canales KATP).
Una vez reducida la salida de K+, la célula β es despolarizada lo
cual provoca que se abran ciertos
canales de Ca2+ y por consiguiente que aumente la concentración
intracelular de Ca2+. El citoesqueleto es activado, estimulando el transporte de
vesículas que contienen insulina a la
periferia de la membrana plasmática
donde por exocitosis liberan la hormona.
En los últimos diez años se ha demostrado que la
influencia de los contaminantes ambientales como pesticidas, plásticos,
contaminantes de alimentos y compuestos
metálicos orgánicos pueden contribuir al inicio temprano de la obesidad y el malfuncionamiento de las
células β, lo cual a su vez favorece el desarrollo de la diabetes. Los contaminantes ambientales
dañan las células β pancreáticas alterando
el metabolismo, cuando la exposición ocurre en la adultez, las células β se
pueden recuperar y mejorar el
metabolismo, pero si la exposición a los contaminantes es durante la vida prenatal puede dañar las células β, lo cual provoca
disrupción del metabolismo fetal, un
estado que persiste aún en la adultez. Hay una teoría que señala que ciertas alteraciones durante el embarazo,
principalmente mal nutrición, incluyendo restricción calórica, provocan estrés
en el feto y comprometen su crecimiento y desarrollo. En esta condición, el
feto nace con bajo peso y con alto riesgo
de desarrollar desordenes cardiometabólicos como obesidad, hipertensión y diabetes. El feto estresado adopta
estrategias para maximizar su supervivencia
y crecimiento en la vida postnatal. Una de esas estrategias consiste en
adaptar su metabolismo en condiciones de restricción calórica. Estas maniobras
de supervivencia promueven el mantenimiento de tejidos nobles como el cerebro y
el corazón, pero pueden comprometer a otros tejidos como el hígado, el páncreas
y los músculos. Por otra parte, en una condición de exposición a abundancia de
alimento, el metabolismo preserva el exceso
y sobre acumula energía. Este concepto que emergió en la década de 1990 es conocido con los nombres de teoría de
Baker, programación metabólica y orígenes durante el desarrollo de la
salud y la enfermedad, entre otros. Sin
embargo, en los primeros años del siglo XXI surgió una teoría que señala que
los compuestos químicos ambientales
afectan tanto al feto como al adulto. De acuerdo con esta teoría, los
químicos ambientales son la causa de la
disrupción cardiometabólica pandémica en el mundo. Durante el embarazo, para
mantener el desarrollo del feto, aumentan los niveles sanguíneos de hormonas y
nutrientes, incluyendo insulina, leptina, estrógenos y glucosa. Entonces, el
tejido adiposo y los músculos de la madre reducen su captación de glucosa, lo
cual provoca un estado de resistencia a la insulina por un tiempo específico.
Sin embargo, cuando la secreción/sensibilidad de insulina es alterada se
dispara un incremento en la resistencia a la insulina, induciéndose la diabetes
mellitus gestacional, la cual está relacionada con recién nacido de alto peso,
inicio temprano de la obesidad y
diabetes tipo 2 en la adultez. Específicamente, la primera y la tercera partes
del embarazo son periodos críticos en el desarrollo de los islotes pancráticos en humanos y roedores, respectivamente. El
final de este proceso, donde se establece la función de los islotes
pancreáticos, ocurre durante el periodo de lactancia. Con respecto a los
contaminantes y la diabetes precoz, hay fuerte evidencia que los contaminantes
ambientales están presentes en la placenta y pueden ser transferidos al feto.
Los mecanismos por los cuales los contaminantes pueden programar al feto para
desarrollar diabetes en la adultez aún no son completamente claros.
Los químicos o contaminantes llamados disruptores endocrinos químicos (EDC) actúan
directamente sobre la función del sistema endocrino y pueden inhibir la
liberación y acción de varias hormonas
relacionadas con el metabolismo.
Originalmente, se consideró que estos
compuestos actuaban principalmente a
través de receptores hormonales nucleares, incluyendo receptor de estrógeno
(ER), receptor de andrógeno (AR), progesterona, hormonas tiroideas (TR) y
receptores retinoides, entre otros, pero en la actualidad se reconoce que los
mecanismos de acción son más amplios y se acepta que un EDC es cualquier compuesto, natural o sintético,
que a través de una exposición ambiental o inapropiada altera el sistema hormonal. Los EDC incluyen
contaminantes industriales, plásticos, contaminantes de alimentos, metales, pesticidas,
bifenoles policlorinados (PCB) y otros químicos que pueden ser acumulados en los tejidos corporales, principalmente en
el tejido adiposo debido a su naturaleza lipofílica. Los PCB pueden actuar como agonistas o
antagonistas e inhibir el eje
hipotálamo-hipófisis-tiroides o alterar algunos de los TR y afectar la señal y
acción de las hormonas tiroideas. Es bien conocido que los EDC tienen una gran
afinidad por los ER (ERα y ERβ), por lo tanto pueden alterar el sistema
hormonal principalmente durante la gestación, causando desregulación de las
funciones relacionadas con la diferenciación sexual así como afectar la
producción de –y la sensibilidad a- la insulina en la madre y el feto. Los EDC actúan
de diferentes maneras dependiendo
de la dosis, el tiempo de exposición y particularmente la ruta metabólica. En
otras palabras, un individuo expuesto a uno de estos compuestos puede o no tener una respuesta. La literatura
indica que en humanos, los EDC
pueden producir cambios biológicos con
curvas dosis-respuesta en forma de U o U
invertida. Aunque los EDC pueden provocar obesidad por acción directa sobre el
tejido adiposo, otras estructuras como cerebro, hígado, páncreas endocrino y
especialmente las células β pueden ser blancos directos de los EDC. La
evidencia acumulada indica que la exposición
a cualquier tipo de EDC puede
provocar cambios en la estructura o función
de las células β pancreáticas y jugar un rol en el inicio de la diabetes
tipo 2.
La diabetes es una situación fisiopatológica que involucra dificultad en la captación de glucosa por tejidos periféricos, debido
principalmente a alteración de la secreción de insulina y/o baja
sensibilidad a la insulina en los
tejidos que captan la glucosa. Es ampliamente aceptado que con el avance de la
edad, la diabetes puede empeorar y los contaminantes con larga vida media como
algunos metales pueden estar
involucrados en esta progresión. El cadmio
es un metal toxico no esencial presente en el ambiente. Además del
tabaco, la dieta es la principal fuente de Cd, el cual se encuentra en cereales, patatas y raíces
vegetales. El Cd ha sido identificado como un metalo-estrógeno que se acumula
gradualmente en las células β. Los
estudios demuestran que el Cd tiene una vida media de 30 años y que la exposición de larga duración induce una reducción en la secreción de insulina. Sin embargo, los
mecanismos involucrados en la
insuficiencia de células β inducida por
la exposición al Cd no son conocidos. Un
estudio reciente sugiere la reducción en la captación de Ca2+ por
las células β. Además del Cd, el arsénico también es conocido como potencial estresor de las células pancreáticas y la principal
fuente de contacto es el agua contaminada. El arsénico estimula la autofagia
debido a que incrementa las especies reactivas de oxigeno (ROS).
Alternativamente, la transcripción de genes como Pdx1, un gen involucrado en la maduración de las células pancreáticas
es regulada hacia abajo por la exposición a arsénico. El mercurio está relacionado con intolerancia a la glucosa. Sin embargo,
mucho de lo que se conoce acerca de los
efectos tóxicos del Hg está relacionado
con el desarrollo del sistema nervioso.
La mayor fuente de Hg es el consumo de productos del mar. Con relación a
la insuficiencia de las células β
pancreáticas, algunos estudios reportan
que el Hg en dosis bajas puede
inducir estrés y muerte celular y causar disfunción de células β lo cual puede
favorecer el desarrollo de la diabetes.
En roedores, una dosis baja de Hg es capaz
de incrementar el estrés oxidativo y activar la ruta de señalización de fosfatidilinositol
3-quinasa (PI3K)-Akt, la cual está relacionada
con alteración de la secreción de
insulina. De acuerdo con otros estudios,
el exceso o la deficiencia de ciertos
metales trazas como cinc y níquel pueden
jugar un rol importante en el mal
funcionamiento de las células β. En efecto, la evidencia disponible demuestra
que estos elementos se encuentran en grandes cantidades en las personas
diabéticas.
La exposición a pesticidas (Ps) ha sido relacionada con
neurotoxicidad, pero hay evidencia que también pueden inducir enfermedades metabólicas como obesidad y
diabetes tipo 2. En efecto, los Ps son considerados EDC carcinogénicos que
interactúan con los estrógenos e incrementan la expresión de genes que
responden a los estrógenos. Ps como los organofosforados atacan las conexiones neurales
y bloquean la actividad de la
acetilcolinesterasa, pero también pueden inducir pancreatitis y dañar las células β. Más aún, la exposición a Ps
frecuentemente está asociada con hiperglucemia. Aunque es poco lo que se
conoce acerca de cómo los Ps pueden
inducir hiperglucemia, se ha sugerido que la inhibición de la
acetilcolinesterasa puede incrementar los niveles de ROS y provocar muerte
celular. El malatión, un Ps usado como insecticida en la agricultura, ha sido
asociado con desordenes metabólicos como obesidad y diabetes tipo 2. Con
relación a la diabetes tipo 2, el malatión causa un incremento de Ca2+ intracelular en las células β,
lo cual podría provocar una pérdida de la función de la proteína quinasa
dependiente de Ca2+/calmodulina
involucrada en la regulación de la secreción de insulina. Más aún, el malatión está asociado con un incremento en la apoptosis debido a los efectos tóxicos sobre las
mitocondrias que incrementan la
producción de ROS. El diazinón, otros Ps empleado en la agricultura, está asociado con alteración en la captación
de glucosa y la secreción de insulina.
la ruta sugerida de este desorden metabólico es a través de la
estimulación de receptores muscarínicos involucrados en el proceso de la
secreción de insulina inducida por
glucosa. Como agonista de la acetilcolina, el diazinón potencia la secreción de
insulina inducida por glucosa. Altas dosis de -y/o exposición de larga duración
a- Ps pueden agotar las células β
pancreáticas y favorecer el inicio de la diabetes. En otras palabras, la
exposición a Ps puede resultar en sobre estimulación de la acetilcolinesterasa,
regulación hacia abajo de receptores muscarínicos y más comúnmente disminución de la producción de insulina.
Es bastante bien conocido que los contaminantes
ambientales están relacionados con el
incremento epidémico de la diabetes y que las especies reactivas aceptadas
como contaminantes son producidas
en el almacenamiento o
preparación de los alimentos. Los
ejemplos de estos contaminantes incluyen a los productos finales de la glicación avanzada (AGE) de la reacción de Maillard. La reacción
de Maillard es una reducción de carbohidratos con compuestos amino responsable
del aroma, gusto y apariencia de
alimentos procesados térmicamente. Los
productos AGE mejor conocidos son el metilglioxal (MG), la acrilamida (AA) y la
N(ε)-(carboximetil) lisina (CML), los cuales en niveles elevados están asociados con intolerancia a la glucosa
y resistencia a la insulina. El exceso
de glucosa es aceptado como
precursor del daño de las células β
(glucotoxicidad). En efecto, la toxicidad debido a la hiperglucemia a largo
plazo, puede incrementar los niveles de ROS y el estrés del retículo
endoplásmico, los cuales están relacionados con altos niveles de Ca2+
y la ocurrencia de la reacción de glicación. La reacción de glicación ha sido
relacionada con la producción irreversible y heterogénea de especies o productos de los dicarbonilos reactivos, en otras
palabras, la unión no enzimática de la glucosa con un grupo amino. Los
productos de esta reacción son llamados AGE. La principal fuente de AGE es un incremento en la ingesta de alimentos procesados térmicamente. La
hiperglucemia sostenida es otra causa
(glucotoxicidad). La glucotoxicidad es
identificada como una característica importante de problemas relacionados con la insuficiencia de células β y diabetes
tipo 2 porque contribuye a incrementar la producción de ROS, el estrés del
retículo endoplásmico y la formación
intracelular y extracelular de AGE. La
acción de los AGE es disparada por la
unión entre un AGE y su receptor (RAGE). Los productos AGE sobre estimulan los
RAGE lo cual resulta en una disminución
de la secreción de insulina estimulada por glucosa y alta apoptosis de células β debido a los elevados niveles de ROS. Los islotes
pancreáticos aislados de ratas adultas
normales con MG por 24 horas muestran
una secreción de insulina estimulada por glucosa alterada,
lo cual sugiere que las células β son un blanco de las sustancias AGE.
Con relación al desarrollo de la diabetes mellitus
gestacional (DMG), la resistencia a la insulina aumenta durante la gestación
debido a los requerimientos de glucosa por el feto. Por otra parte, el
incremento de estrógenos parece estar relacionado con la secreción y sensibilidad de la insulina
así como con la DMG. En efecto, varios estudios demuestran que durante el embarazo, los islotes
pancreáticos se adaptan a la alta demanda de insulina. Durante este periodo, los islotes aumentan en
tamaño y número y la proliferación y
neogénesis de células β incrementan dramáticamente. En el pasado, este
incremento era atribuido a las hormonas lactogénicas, pero en la actualidad, el
incremento en la secreción y sensibilidad de insulina parece estar asociado con
los estrógenos. Estas hormonas promueven un efecto protector contra el estrés oxidativo y la apoptosis inducida
por citoquinas pro-inflamatorias en las células β pancreáticas. En apoyo a esta
hipótesis, es conocido que los bajos niveles de estrógenos en ratas
ovariectomizadas o envejecidas están asociados
con intolerancia a la glucosa, resistencia a la insulina,
dislipidemia y obesidad, pero el exceso
de estrógenos también induce disrupción
metabólica causando obesidad. Los ratones ErαKO exhiben una reducción en el transportador de glucosa tipo 4 (GLUT4), mientras los ratones ErβKO no
presentan la alteración a pesar estar el
ERβ involucrado en la distribución de la
grasa en el cuerpo. Estas observaciones
proporcionan evidencia que los estrógenos pueden influir en la función de la célula β. En este
contexto, es aceptado que los xenoestrógenos
como el bisfenol A (BPA), un contaminante asociado con envases plásticos, pueden
estimular una alta producción de
estrógenos en hembras y varones con
sustanciales efectos. La elevación de estrógenos induce un aumento de Ca2+ en las células β, debido
al cierre de los canales KATP, provocando un incremento en la
secreción de insulina. En sinergia con la glucosa, cuando el estradiol se une
al ERβ se activa el receptor guanil ciclasa a través de una ruta desconocida.
Como consecuencia, la actividad de los KATP
disminuye de una manera dependiente de la proteína quinasa dependiente de GMPc
(GMPc/PKG) y este efecto finalmente potencia
el aumento de la secreción de insulina. Sin embargo, es importante
enfatizar que los estrógenos causan
resistencia a la insulina, la cual a su vez provoca sobre secreción de insulina.
Los estrógenos también están asociados directamente con la liberación de
insulina por las células β. Entonces, los estrógenos por diferentes rutas
provocan inhibición de la proliferación
y muerte de las células β contribuyendo al inicio de la diabetes tipo 2.
En el crecimiento de la epidemia de diabetes tipo 2
muchos estudios reportan la
influencia de los contaminantes orgánicos
persistentes (COP). La exposición a este tipo de contaminantes durante la
gestación y la lactancia causa intolerancia a la glucosa en las crías apoyando
la existencia de un potencial mecanismo
para disparar la diabetes en el adulto. Los COP están diseminados en el
ambiente y en altas dosis pueden
provocar toxicidad en animales y humanos, principalmente en las funciones
neuroendocrinas. Entre los COP, el 2,3,7,8-tetraclorodibenzo-p-dioxina (TCDD),
usado como herbicida, es uno de los más tóxicos y ejerce sus efectos a través de la activación de un receptor
citoplasmático, el receptor aril hidrocarbono (AhR). Los animales expuestos a
TCDD se caracterizan por pérdida de peso corporal o reducida ganancia de
peso debido a la dificultad para
utilizar los nutrientes sanguíneos, una condición también asociada con
hiperglucemia. El TCDD también reduce la captación de glucosa en tejido
adiposo, páncreas e hígado. Las células β pueden ser un importante blanco para
la acción de este contaminante. En efecto, el TCDD estimula la autofagia en las células y, en los estadios avanzados
de la diabetes tipo 2, la autofagia en las células β ocurre debido al incremento de señales inflamatorias que
contribuyen a la disminución de la
secreción de insulina. Otra ruta para el
inicio de la diabetes mediado por TCDD
es la entrada de Ca2+ a
través de canales tipo T. El incremento
de Ca2+ está relacionado con despolarización de la célula β, disminución de la actividad de los canales KATP,
incremento de la secreción de insulina y
agotamiento de las células β.
En roedores, a los 14 días de gestación y en respuesta a
la influencia de diferentes factores de crecimiento, las stem cells no
diferenciadas promueven la
emergencia de diferentes tipos de
células que representan un estadio de
maduración precoz de los islotes
pancreáticos. En humanos, ocurre el mismo proceso en el primer trimestre de
gestación, más específicamente en las
primeras 10 semanas de vida. En los roedores, el páncreas inmaduro presenta
unas pocas células que producen
glucagón, el cual parece ser el responsable
de estimular la producción inicial
de las células que secretan insulina. Sin embargo, este estadio no representa aun la verdadera secreción de insulina. En los
humanos, la secreción de insulina comienza
durante la gestación, pero en la rata, ocurre solo durante la lactancia.
En el proceso de formación de los islotes pancreáticos son indispensables
varios factores de transcripción para promover la maduración y definir la futura función de las células. La
expresión de factores de transcripción como Pax4 y 6, Fox01 y A2, neurogenina 3
y Pdx-1, entre otros, contribuye al crecimiento y supervivencia de las células
β a través de la vida. Durante el
desarrollo del páncreas y posteriormente es normal la apoptosis de células β,
aunque esta pérdida es compensada por neogénesis de células β
pre-existentes o por transdiferenciación de células acinares. Es importante
enfatizar que fuera del período durante el cual el páncreas es formado, la
cantidad de células β puede aumentar o disminuir y este proceso es dependiente
de la forma como ha ocurrido la formación de células β, en otras palabras, si
fue estresada o no. En este contexto, es
aceptado que durante la vida fetal el individuo es más susceptible a los EDC y estos daños pueden provocar alteraciones irreversibles en la expresión de
genes. La programación metabólica desarrolla modulación epigenética, la cual es definida como cambios heredables en la expresión de genes que no son debidos a alteración en las
secuencias primarias de ADN. Los mecanismos epigenéticos incluyen metilación de
ADN, modificación de histonas y regulación
por ARN no codificantes. La manera como el genoma interactúa con –y responde a-
el ambiente y potencialmente la manera
como el genoma puede influir en su propio ambiente a través de su efecto o conducta son controladas por cambios genéticos. Los
cambios epigenéticos, particularmente en la metilación del ADN, proporcionan
una “memoria” de respuestas plásticas de
desarrollo al ambiente inicial y son centrales en la generación de fenotipos
y su estabilidad a través de la
vida.
En conclusión, la diabetes tipo 2 involucra el
malfuncionamiento de las células β pancreáticas, usualmente atribuido a daño local. Sin embargo, este
daño puede estar asociado con agentes estresantes ambientales como los contaminantes químicos de los
alimentos, los plásticos y los pesticidas, entre otros. La exposición a estos
agentes químicos durante la vida
perinatal y la adolescencia incrementa el riesgo de desarrollar enfermedades
cardiometabólicas más tarde en la vida. Sin embargo, es importante enfatizar que el individuo está en constante contacto con el ambiente y recibe continuamente
diferentes estímulos. Entonces, es común que
muchos EDC actúen juntos porque
es muy raro que la contaminación
ambiental sea debida a un compuesto
único y los efectos de las diferentes
clases de EDC pueden ser aditivos o aun
sinérgicos. Normalmente, los humanos
están expuestos a una gran
variedad de contaminantes, conocidos y desconocidos, durante la vida y los individuos tienen diferencias en el metabolismo,
la composición corporal y la expresión de genes que pueden incrementar o
disminuir la vida media de los contaminantes, lo cual puede influir en que produzcan o no sus potenciales efectos.
Fuente: Fabricio
G et al (2016). Environmental contaminants
and pancreatic beta-cells. Journal of Clinical Research in Pediatric Endocrinology 8: 257-263.