Irisina, mionectina
y resistencia a la insulina
Las mioquinas son péptidos producidos y secretados por el
músculo esquelético con acciones autocrinas, paracrinas y endocrinas. Varias
mioquinas han sido identificadas recientemente, incluyendo interleuquinas
(IL-6, IL-7, IL-8, IL-15), irisina, miostatina, mionectina, factor neurotrófico
derivado del cerebro (BDNF), factor de crecimiento similar a insulina-1
(IGF-1), factor inhibitorio de leucemia (LIF) y proteína similar a
folistatina-1 (FSTL-1). La mayoría de estos péptidos son liberados en respuesta
a la contracción muscular durante el ejercicio físico pero también en respuesta a cambios
nutricionales. Aunque el músculo responde directamente a la insulina incrementando la translocación
de GLUT4 y la síntesis de glucógeno, las mioquinas influyen en el metabolismo de la glucosa y el balance
energético con acciones en tejido adiposo, hígado, páncreas e intestino. En
este contexto, la irisina y la mionectina son importantes mioquinas, secretadas
en respuesta al ejercicio físico y diversos nutrientes, que promueven la
captación y oxidación de glucosa y
ácidos grasos en hígado y tejido adiposo y, en el caso de la irisina, la
termogénesis.
La actividad física regular tiene un rol protector contra
varias condiciones patológicas asociadas con el sedentarismo como resistencia a
la insulina, obesidad, ateroesclerosis, diabetes tipo 2, desordenes neurodegenerativos
y varios tipos de cánceres. La inactividad física favorece la acumulación de
tejido adiposo visceral y la inflamación de bajo grado, la cual está asociada
con esas patologías. El ejercicio físico
tiene efectos anti-inflamatorios directos porque disminuye la
acumulación de tejido adiposo. Sin embargo, estos eventos solos no explican los
efectos beneficiosos del ejercicio. Algunas mioquinas son liberadas durante el
ejercicio físico y actúan como mediadoras de algunos de sus beneficiosos
efectos. En particular, la irisina y la mionectina actúan sobre el tejido
adiposo y el control del metabolismo de glucosa y lípidos y pueden prevenir el
desarrollo de resistencia a la insulina.
El tejido adiposo marrón (BAT) oxida lípidos y produce calor debido a su
alto número de mitocondrias y la expresión de la proteína desacopladora 1
(UCP-1). El BAT es activado en condiciones de
temperatura baja y es muy sensible a la insulina, incrementando
dramáticamente su irrigación y la captación de glucosa. Estudios recientes
demostraron que la actividad del BAT se correlaciona con el incremento del
gasto de energía y la pérdida de peso y masa grasa. Los individuos obesos tienen
disminuida la actividad del BAT. Existe
un tipo de adipocito, beige o “brite” (brown + white) que tiene características
intermedias entre marrón y blanco. Los adipocitos beige tienen expresión de UCP-1 y la capacidad de incrementar la termogénesis cuando son estimulados por el frio o por activadores β-adrenérgicos. El proceso
de estimulación de los adipocitos beige
se conoce como “marronización” y consiste en el desarrollo de adipocitos beige en los depósitos de
tejido adiposo blanco, especialmente subcutáneos, probablemente a partir de la misma célula precursora de adipocitos blancos.
La irisina ha sido caracterizada como un producto de la
ruptura de la proteína transmembrana
conocida como proteína que contiene dominio fibronectina tipo III-5 (FNDC5). En
ratones, la FNDC5 es expresada preferencialmente en músculos oxidativos. En el
año 2012, Broström y cols demostraron que el ejercicio físico es capaz de incrementar
en el músculo esquelético la expresión
de varios genes involucrados en el gasto de energía y particularmente en el metabolismo de la
glucosa y los lípidos. Uno de esos genes
es FNDC5, localizado en el locus 1p35.1, el cual es expresado como consecuencia
de la activación del coactivador gamma
del receptor activado por el proliferador de peroxisoma 1-α (PGC-1α). La
proteína FNDC5 (32KD) es clivada y liberada en la circulación en la forma de
irisina, una proteína de 22 kD. Los niveles circulantes de irisina aumentan en
animales y humanos sometidos a ejercicio, retornando a los niveles normales
después del período de ejercicio. La irisina actúa en el tejido adiposo blanco
subcutáneo y visceral para inducir su marronización, y por consiguiente incrementa
la termogénesis y el gasto de energía. Las concentraciones de irisina en plasma
difieren en varios estudios, variando entre 0.04 ng/ml y 2,158 ng/ml,
posiblemente debido a diferencias en los kits de inmunoensayos enzimáticos
utilizados. La intensidad del ejercicio
se correlaciona positivamente con
el incremento de los niveles circulantes de irisina, independientemente del
consumo de energía. Es importante destacar
que todos los estudios se han
hecho con programas de ejercicio aeróbico, estimulando preferencialmente fibras
musculares oxidativas. Por otra parte, el ejercicio crónico no se
correlaciona con niveles circulantes
elevados de irisina, lo que sugiere la presencia de un mecanismo adaptativo que
hace a los individuos físicamente activos
menos dependiente de irisina para el metabolismo de lípidos o más
sensibles a la acción de la irisina. Los mecanismos moleculares de expresión y secreción de irisina y de sus
acciones en el tejido adiposo son sólo
parcialmente conocidos. Además de la marronización del tejido adiposo, la
irisina también actúa sobre el mismo músculo esquelético induciendo la
fosforilación de la proteína quinasa activada por AMP (AMPK) y la captación de
glucosa y ácidos grasos. La regulación y las acciones fisiológicas de la irisina no son completamente conocidas.
La mionectina, también conocida como isoforma 15 de la
proteína relacionada con CIq/TNF (CTRP15), es codificada por un gen localizado
en el locus 2q37.3. Esta mioquina fue
descubierta por Seldin y col en el año 2012 y su expresión es estimulada por
dos factores principales: ejercicio y
nutrientes. Sin embargo, no está claro si la elevación de los niveles de mionectina se debe al ejercicio
en sí o a la ingesta de glucosa o lípidos después del ejercicio. Los niveles
circulantes de mionectina en ayunas son bajos pero se incrementan dos horas
después de la ingesta de glucosa o lípidos. La activación por ejercicio y
nutrientes de mediadores desconocidos en los miocitos, los cuales pueden
incluir la ruta Akt/PI3K, incrementa la secreción de mionectina. Aparentemente,
las funciones de la mionectina están relacionadas con el metabolismo de los
lípidos y consisten en disminuir los niveles plasmáticos de ácidos grasos
libres a través de la estimulación de su
captación en hígado y tejido adiposo. Estos efectos parecen ser mediados por un
incremento de proteínas secuestradoras y transportadoras, como CD36, proteína
transportadora de ácidos grasos 1 (EATP-1) y proteína ligadora de ácidos grasos
4 (FABP-4). La mionectina no tiene efectos sobre la lipólisis en los adipocitos y la homeostasis de la glucosa. Sobre
la base de estas observaciones se ha
propuesto que la mionectina podría ser una mioquina sensora de nutrientes que
informa a otros tejidos acerca del
estatus de nutrientes y promueve su
captación y almacenamiento. La mionectina también actúa en el hígado para inhibir la autofagia a través de la
activación de la ruta PI3K/Akt/mTOR, lo cual sugiere que simultáneamente
regula y es regulada por el estado
nutricional. Sin embargo, las rutas que conducen a la expresión de mionectina en el
músculo en el período postprandial son
desconocidas. Los mecanismos moleculares
de expresión, secreción y acción de la mionectina aún no han sido identificados.
Uno de los mecanismos
que causa resistencia a la insulina es la acumulación de productos secundarios del metabolismo de
lípidos como diacilglicerol, ceramidas y acetil coenzima A. La acumulación de
estos productos en los miocitos activa quinasas serina/treonina como c-jun
N-quinasa terminal (JNK), IκB quinasa (IKK) y proteína quinasa C (PKC) que
conducen a la fosforilación de serina y
a la inactivación del receptor de insulina y sus sustratos. La resistencia a la
insulina también se correlaciona con la oxidación alterada de lípidos en las
mitocondrias causada por alteraciones de la biogénesis mitocondrial y también
por niveles disminuidos de PGC-1α y PGC-1β. Entonces, la disminución en el
número de mitocondrias y las alteraciones en los mecanismos de oxidación de
lípidos contribuyen a la acumulación de metabolitos secundarios de los lípidos
y, por consiguiente, a la inactivación
de la señal insulina. Por otra parte, el incremento de especies
reactivas de oxigeno (ROS), debido a lipotoxicidad y alteraciones de la función mitocondrial,
también causa resistencia a la insulina. El desbalance entre compuestos oxidantes
y antioxidantes provoca la activación de
rutas de estrés como JNK, IKK y
p38-proteína quinasa activada por mitogenos (p38-MAPK). Las ROS también inhiben
la función mitocondrial, lo cual produce acumulación intracelular de ácidos
grasos, creándose un círculo vicioso de lipotoxicidad y resistencia a la
insulina. Como resultado de la
activación de las rutas de estrés se activan mecanismos de inflamación celular. JNK y PKC activan a
la IKK y la translocación de NF-κB al núcleo y, por consiguiente, la expresión
de citoquinas proinflamatorias como el factor de necrosis tumoral α (TNFα) y la
interleuquina 6 (IL-6). La activación de NF-κB también favorece la expresión de factores quimioatrayentes como la proteína quimioatrayente de monocitos 1 (MCP-1) y el factor
inhibitorio de migración (MIF), los
cuales reclutan macrófagos e incrementan su permanencia en los tejidos,
especialmente en hígado y tejido adiposo. Los macrófagos constituyen una
importante fuente de citoquinas proinflamatorias. Los lípidos extracelulares, igual que los
lípidos intracelulares, también son capaces
de activar rutas inflamatorias.
Los ácidos grasos libres
extracelulares pueden ser
reconocidos por el receptor similar a
toll 4 (TLR-4). Las citoquinas proinflamatorias disparan señales que crean una retroalimentación inflamatoria.
Entonces, la obesidad está asociada con una inflamación de grado bajo, la cual
deriva de la excesiva deposición de lípidos
e inhibe la señal insulina en músculo, hígado y tejido adiposo.
La secreción de irisina y mionectina puede ser afectada
por el desarrollo de resistencia a la
insulina en el músculo. Varios estudios han demostrado la asociación entre
niveles disminuidos de irisina y
resistencia a la insulina o diabetes. Algunos de esos estudios reportan bajos
niveles circulantes de irisina en pacientes con diabetes tipo 2 y otros
encontraron una correlación negativa con los niveles de glucosa en ayunas y
HbA1c. Sin embargo, la regulación de la irisina en la obesidad (sin
dismetabolismo de la glucosa) puede ser bastante diferente. Un trabajo reciente
reporta niveles circulantes de irisina elevados en mujeres extremadamente
obesas. Los niveles de irisina se correlacionaron con el índice de masa corporal y la masa
grasa y los autores describen al tejido adiposo como la principal fuente de la
irisina circulante en esas pacientes. Los autores del trabajo proponen la hipótesis
que la obesidad puede estar relacionada con el desarrollo de resistencia a la
irisina, similar a lo que se observa con la insulina y la leptina. Por otra
parte, la elevación de los niveles circulantes de irisina en la obesidad puede ser un
mecanismo compensatorio, para inducir el metabolismo de lípidos. La irisina
también ha sido examinada como predictor de consecuencias adversas relacionadas
con el síndrome metabólico. En individuos obesos con otros factores de riesgo
cardiovascular, los altos niveles circulantes de irisina se correlacionan con
niveles bajos de HDL colesterol. La irisina también se correlaciona
positivamente con los niveles de VLDL, triglicéridos y colesterol total. Dado
que todas estas variables representan factores de riesgo cardiovascular, se
puede pensar que los elevados niveles circulantes de irisina podrían predecir
consecuencias adversas del síndrome metabólico. Sin embargo, un estudio con pacientes
diabéticos demostró que aquellos con
enfermedad macrovascular presentaron niveles bajos niveles circulantes
de irisina. En este estudio, los bajos
niveles circulantes de irisina fueron un predictor independiente de enfermedad macrovacular en pacientes con diabetes tipo 2. Estas observaciones apoyan la idea de la
regulación hacia debajo de la irisina por la resistencia a la insulina en el
músculo, correlacionándose negativamente con el dismetabolismo de la glucosa.
Los niveles circulantes de mionectina disminuyen en ratas
alimentadas con una dieta rica en grasas. Este resultado sugiere que la
disminución de los niveles circulantes de mionectina podría contribuir a
disminuir la captación de ácidos grasos libres en el tejido adiposo y por lo
tanto a la elevación de sus niveles circulantes
y a la acumulación ectópica en
otros tejidos. Sin embargo, varios estudios han demostrado incrementos en los
niveles circulantes de mionectina en ratas Zucker obesas. Dado que las ratas Zucker tienen un defecto genético en el receptor de leptina y consistentemente
presentan hiperleptinemia, tales efectos pueden ser causados por estimulación crónica de los miocitos por
la leptina. En efecto, un estudio reciente demuestra que la leptina actúa sobre
el miocito para inducir la expresión del
gen de la mionectina. Los datos
disponibles sugieren que la expresión de mionectina en el músculo puede ser regulada por la
leptina, pero su secreción puede ser disparada por el estado nutricional, como
lo demuestra el incremento en la
secreción después de ejercicio físico.
Los estudios sobre los efectos de la resistencia a la insulina en los niveles
de mionectina son escasos. Un estudio reciente con cultivos de miotúbulos de
ratón con resistencia a la insulina
inducida por palmitato reporta niveles bajos de expresión de mionectina y
FNDC5. Los autores del estudio observaron una disminución de la activación de
Akt y sugieren que la expresión del gen de
mionectina en el músculo puede ser aumentada por PI3K y disminuida por p38MAPK. El palmitato
disminuye la expresión de PI3K e incrementa la de p38, provocando la
disminución de la expresión de mionectina.
En conclusión, la irisina induce la marronización de
adipocitos e incrementa la oxidación de lípidos y la termogénesis. Los estudios
iniciales sobre la mionectina revelan
un rol en la captación y oxidación
de ácidos grasos en hígado y
tejido adiposo. Sin embargo, los mecanismos de su regulación por el ejercicio no están completamente establecidos.
El músculo esquelético es uno de los principales blancos de la insulina y uno de
los primeros tejidos que desarrolla resistencia a la insulina en condiciones de
obesidad y dismetabolismo de lípidos. Dada su función endocrina de secreción de factores que controlan el metabolismo de la glucosa y
los lípidos en respuesta al ejercicio y
las alteraciones del estado nutricional, es de esperar que el desarrollo de
resistencia a la insulina pueda producir
algunos cambios en las secreciones del músculo esquelético. Estos
cambios pueden tener impacto sobre los órganos y tejidos involucrados en la homeostasis de la glucosa
y los lípidos, como el tejido adiposo. Sin embargo, no está claro si la
alteración en la secreción de las mioquinas
ocurre como resultado de la
resistencia a la insulina como un evento
paralelo.
Fuente:
Gamas L et al (2015). Irisin and
myonectin regulation in the insulin resistant muscle: implications to adipose
tissue: muscle crosstalk. Journal of Diabetes Research: Article ID359159.
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