Adaptaciones
fisiológicas a la pérdida de peso
La ganancia de peso es el resultado de un desbalance
entre la ingesta total de energía y el gasto total de energía. En consecuencia,
la obesidad es el resultado de la combinación de una conducta inadecuada de
ingesta de alimentos con un
desbalance en la captación y el gasto de
energía que puede ser corregida por restricción calórica e incremento de
actividad física. En este contexto, las intervenciones basadas en
modificaciones del estilo de vida son componentes integrales en el manejo de la
obesidad. Sin embargo, aunque la pérdida
de peso puede obtenerse por restricción
dietética y/o aumento de la actividad física, a largo plazo, muchos individuos
vuelven a ganar el peso que perdieron.
Dado que los efectos de la dieta y el ejercicio solos no son
suficientes para mantener por mucho
tiempo la reducción de peso, el problema se vuelve más complejo y la obesidad
puede ser considerada como una enfermedad neurobiológica con un componente
psicológico.
En condiciones de estado estacionario la energía ingerida
con los alimentos es metabolizada y usada como combustible en el metabolismo
basal, la termogénesis y el gasto de energía (actividad física). Cualquier
exceso de energía es almacenado como grasa en el tejido adiposo para ser
utilizada posteriormente. Hay un
componente genético en la determinación del peso corporal de un individuo, los eventos de la vida temprana y el tipo de crianza también tienen un rol, pero en última
instancia el peso corporal en un estado estacionario está determinado por la influencia de diferentes
factores. Hay tres grupos principales de estos factores: homeostáticos,
ambientales y conductuales que interactúan e influyen en el peso corporal. Las
alteraciones en alguno de estos factores provocan cambios del estado estacionario que podrían
terminar en la obesidad.
El peso corporal es regulado por un complejo sistema neuro-hormonal, el cual refleja la
importancia biológica fundamental del
balance energético y el aporte de nutrientes. En esencia, las señales
involucradas en la regulación homeostática de la ingesta de alimentos, el
balance energético y el peso corporal son integradas centralmente en el núcleo
arcuato del hipotálamo, el tallo cerebral caudal y partes del sistema límbico y
la corteza cerebral. Numerosos péptidos y hormonas involucrados en la
regulación del apetito funcionan centralmente
en el hipotálamo, algunos (el neuropéptido Y (NPY) y el péptido
relacionado con el agouti (AgRP), por ejemplo) son orexigénicos (estimulan la ingesta de alimentos) mientras
otros (la proopiomelanocortina (POMC) y
el transcrito regulado por cocaína y
anfetamina (CART), por ejemplo) son anorexigénicos (suprimen la ingesta de
alimentos). El hipotálamo también procesa señales periféricas que conducen
información sobre la ingesta de alimentos a corto plazo (disponibilidad de
nutrientes) o del balance energético a largo plazo (depósitos de energía) para activar la
homeostasis energética. Entre el cerebro y la periferia (tracto gastrointestinal,
páncreas, hígado, músculo y tejido adiposo) se crea un asa de
retroalimentación. Las señales de corto plazo incluyen hormonas orexigénicas
como la grelina y el polipéptido inhibitorio gástrico (GIP) y hormonas
anorexigénicas como el péptido glucagonoide 1(GLP-1), el péptido YY (PYY) y la
colecistoquinina (CCK) del tracto gastrointestinal; el polipéptido pancreático
(PP), la amilina y la insulina del páncreas y la leptina de los adipocitos. La
insulina, sin embargo, es única pues reduce la ingesta de alimentos
centralmente, pero causa ganancia de peso cuando se usa periféricamente para
tratar la diabetes. El hipotálamo también integra señales de las rutas
recompensa en el sistema corticolímbico, asociadas con la palatabilidad (vista,
olfato, gusto) de los alimentos. Estas rutas hedónicas pueden incrementar el
deseo de consumir alimentos ricos en energía
a pesar de la saciedad fisiológica y los depósitos de energía
repletos. Varios sistemas de
neurotransmisores cerebrales, incluyendo los mecanismos dopaminérgicos,
opioidérgicos y canabinoides tienen un rol en las rutas recompensas y median el
placer para comer. El control
homeostático de la ingesta de alimentos puede ser sobrepasado en algunos casos.
Hay evidencia que la ingesta en la dieta de ácidos grasos saturados induce
inflamación en el hipotálamo, un proceso mediado por células gliales, lo cual
puede producir cambios en la función neuronal que resultan en disturbios en la
respuesta a la leptina y la ingesta de alimentos. Las células gliales, por lo tanto, tienen un
rol importante en la regulación del peso
corporal, la activación crónica de células gliales está relacionada con la
perpetuación de la obesidad y el inicio de las complicaciones que la acompañan.
El ambiente en el que vivimos tiene un rol importante en
la homeostasis energética. Los niveles actuales de obesidad son atribuibles, al
menos en parte, a un ambiente “obesogénico”
que impacta áreas cerebrales cortico-límbicas relacionadas con el
aprendizaje, la memoria, la recompensa, el humor y las emociones. Los factores
que contribuyen a este ambiente incluyen al intenso mercadeo de alimentos
densos en energía, la gran disponibilidad
de estos alimentos y los grandes tamaños de las porciones que hacen que
las personas consuman grandes porciones de alimentos ricos en azúcar y grasas.
Este incremento en la ingesta de alimentos
está acoplado con la disminución
en actividad física. Otros factores ambientales que potencialmente
influyen en el peso corporal son las infecciones, las modificaciones epigenéticas del ADN, el déficit de sueño, los
disrruptores endocrinos y los efectos iatrogénicos de las farmacoterapias.
El conocimiento de que una dieta sana y el ejercicio resultarán en pérdida de peso no es
suficiente para alcanzar y mantener un
estilo de vida saludable y reducir el exceso de peso corporal. Los patrones conductuales contribuyen a la
etiología de la obesidad y por consiguiente la terapia conductual a menudo
forma parte del manejo de individuos obesos. Una buena proporción de individuos obesos
mantiene la pérdida de peso y esto está asociado con cambios específicos en la
conducta, particularmente con respecto a
la dieta y el ejercicio. La motivación personal para los cambios puede tener un
rol fundamental en la modificación de los hábitos alimenticios y el estilo de vida. En un metaanálisis de 61
estudios, cuatro técnicas de cambio conductual
(“acción planificada”, “gerencia del tiempo”, “pronto auto-monitoreo del
desenlace conductual” y “plan apoyo social/cambio social”) resultaron significativamente asociadas con
cambios positivos en la auto-eficacia. El concepto de discrepancia, la
contradicción entre cómo una persona se ve a si misma y cómo le gustaría ser para corresponder a su auto-imagen ideal,
valoración y expectativas, así como el
concepto de auto-regulación, son también reconocidos como componentes
importantes en la realización del cambio conductual.
Los cambios compensatorios en las rutas biológicas
involucradas en la regulación del apetito y la utilización de energía afectan
nuestro complejo sistema neuro-hormonal que regula la homeostasis energética,
incluyendo perturbaciones en los niveles circulantes de las hormonas
relacionadas con el apetito y la homeostasis energética así como también alteraciones
en el metabolismo de nutrientes y el apetito subjetivo. Las hormonas
relacionadas con el apetito tienen un rol clave
en la reganancia de peso después de la pérdida de peso. Con excepción
del PP, los cambios en las hormonas después de una pérdida de peso tienden a
favorecer la reganancia de peso y además
promueven el almacenamiento de energía. Por ejemplo, después de una pérdida de
peso inducida por dieta, hay incremento en los niveles de grelina y GIP con disminución en los niveles de
leptina, PYY, CCK, amilina, insulina y GLP-1. Estas alteraciones hormonales
pueden persistir hasta por un año según diversos estudios con individuos
obesos. Estos hallazgos sugieren que las alteraciones compensatorias en los
mediadores circulantes del apetito que promueven la reganancia de peso no son
una respuesta transitoria a la pérdida de peso. Después de una cirugía de
bypass gástrico, los niveles de grelina son extremadamente bajos, mientras los
de GLP-1 y PYY son elevados, lo cual podría atenuar el apetito. Estos datos aumenta la
posibilidad de que el procedimiento de
bypass gástrico reduzca el peso corporal, al menos en parte, alterando
la producción y/o liberación de estos
mediadores del apetito. Sin embargo, estudios recientes en roedores indican que
la pérdida de peso después de
gastrectomía no es mediada por cambios en la grelina y GLP-1, ni es mediada por receptores
melanocortina (MC4) en el hipotálamo. Aparentemente, esta pérdida de peso involucra al receptor nuclear de ácidos
biliares, farnesoid X. Ahora bien, el hecho que hormonas como la grelina y el
GLP-1 no estén involucradas en el mecanismo de pérdida de peso después de la
gastrectomía no significa que ellas no
sean mediadores importantes del peso
corporal. Por otra parte, un estudio
también en roedores demuestra reducción
de peso corporal y complicaciones
diabéticas con péptidos que actúan como agonistas de los receptores de tres hormonas metabólicamente relacionadas:
GLP-1, GIP y glucagón.
El gasto de energía varía de acuerdo con los cambios en
el peso corporal, y el balance entre la energía ingerida (en la forma de
calorías) y la demanda de energía del cuerpo es un determinante fundamental en
el control del peso corporal. El mantenimiento
de un peso corporal reducido está
asociado con cambios compensatorios en
el gasto de energía, lo cual tiende a favorecer la ganancia de peso. La pérdida
de peso inducida por dieta provoca una
disminución en el gasto total de energía, el gasto de energía en reposo (la
energía necesaria para las funciones celulares) y el gasto de energía durante
la actividad física. Los mecanismos involucrados en la disminución del gasto
total de energía después de la pérdida de peso están relacionados con una
reducción de la masa corporal y un incremento de la eficiencia metabólica. La
disminución del gasto de energía después de la pérdida de peso podría ser menos
importante si la ingesta de energía disminuye
proporcionalmente. Sin embargo, durante el mantenimiento de la pérdida de peso
puede ocurrir una desconexión entre la
ingesta y la salida de energía que
favorece la reganancia de peso. La
persistencia de esta adaptación metabólica
durante el mantenimiento de la pérdida de peso podría predisponer a los individuos para reganar peso. Si
después de una pérdida de peso los individuos regresan a su dieta original y al estilo de vida sedentario se
estimula una lenta tasa de ganancia de
peso consistente con los hallazgos que sugieren que la respuesta del peso
corporal a un cambio en la ingesta de
energía es lenta. Por otra parte, un estudio reciente demuestra que tanto el
gasto de energía como la ingesta de
energía son influenciados por la respuesta metabólica adaptativa de la pérdida
de peso inducida por el ejercicio.
La composición de la dieta usada para la pérdida de peso
puede influir en la reganancia de peso. Los efectos biológicos, incluyendo al
gasto de energía, de la composición de la dieta durante el mantenimiento de la
pérdida de peso fueron investigados en un estudio de 21 adultos obesos o con sobrepeso. Entre
los individuos que perdieron 10-15% del peso corporal después recibir durante cuatro semanas una dieta baja en grasas y una dieta de bajo
índice glucémico o muy baja en
carbohidratos, el gasto de energía total y el gasto de energía en reposo
disminuyeron más en el grupo de la dieta
baja en grasas y menos en el grupo de
la dieta muy baja en carbohidratos. Estos hallazgos sugieren que una dieta baja
en carbohidratos puede ayudar a
proteger contra la reganancia de
peso. Los estudios en ratas obesas demostraron que la pérdida de
peso por restricción de energía en la dieta
se acompaña con una preferencia por la utilización de lípidos sobre carbohidratos. Sin embargo,
en el mantenimiento de la pérdida de peso hay un cambio en la utilización de
combustible hacia la oxidación de carbohidratos que continúa durante la
reganancia de peso. Los estudios en
roedores también demostraron una
supresión de la oxidación de las grasas
de la dieta durante la reganancia de peso después de una reducción de peso
sostenida. El incremento en la utilización de carbohidratos podría disminuir la
oxidación de las grasas de la dieta, las cuales son almacenadas en el tejido
adiposo. Por otra parte, los estudios en humanos demostraron que los individuos
post-obesos tienen bajas tasas de oxidación de grasas y particularmente, la oxidación postprandial de grasas, lo cual
puede explicar la propensión a la reganancia de peso después de la pérdida de
peso.
La
ingesta de alimentos estimula los centros cerebrales involucrados en el placer y la recompensa, lo
cual explica la motivación para consumir alimentos a pesar del estado de
saciedad. La sobrealimentación refleja
un desbalance en el control ejercido por el hipotálamo versus los circuitos
recompensa, y/o un desvío en el “set point” hedónico para recompensa de
alimentos. En los individuos obesos se ha demostrado una reducción de
receptores de dopamina D2 en el cuerpo estriado, lo cual puede provocar el alto
consumo de alimento como una manera de
compensar la disminuida actividad de la ruta dopaminérgica. El antagonista
opiode naltrexone y el antidepresivo bupriopon, los cuales inhiben la
recaptación de dopamina pueden influir en la ingesta de alimentos y el peso
corporal a través del sistema recompensa. La evidencia acumulada demuestra que la pérdida de peso inducida por
dieta se acompaña de un incremento en todos los componentes del apetito
subjetivo (deseo de comer, hambre y consumo prospectivo de alimentos). Más aún,
un estudio a largo plazo en 50 individuos obesos o con sobrepeso demostró
que los tres componentes del apetito se
mantienen elevados aproximadamente por un año. Un estudios con imágenes de
resonancia magnética funcional en
individuos obesos demostró que los
cambios en la actividad neural durante el mantenimiento de la pérdida de peso
consisten en un incremento en la actividad de los sistemas relacionados con las
respuestas sensoriales al alimento y una disminución en los sistemas relacionados con el control cognitivo de la
ingesta de alimentos. Estos cambios pueden ser revertidos con inyecciones de
leptina.
En
conclusión, el peso corporal es
regulado por la interacción de procesos
homeostáticos, ambientales y conductuales. El mantenimiento de la pérdida de
peso es una etapa crucial en la reversión del alarmante incremento de
personas obesas y por consiguiente en la reducción de la morbilidad relacionada con la
obesidad. La restricción de la ingesta
de alimentos a través de la dieta
generalmente produce una reducción del peso corporal a corto plazo, pero a
largo plazo, muchos individuos vuelven a ganar el peso perdido. Los individuos
que viven en un ambiente “obesogénico”
encuentran muchas oportunidades para la sobrealimentación. Más aún, las adaptaciones fisiológicas
compensatorias que siguen a la pérdida de peso
inducida por dieta como las disminuciones en el gasto de energía, la oxidación de
grasas y los niveles de hormonas anorexigénicas (leptina, por ejemplo) y los
incrementos en el apetito y los niveles
de hormonas orexigénicas (grelina, por ejemplo), promueven la reganancia de peso. Hay también evidencias con respecto al
rol de
los factores hedónicos y la actividad de las células gliales en las asas
de retroalimentación que controlan el peso corporal. Para mantener la pérdida de peso, los
individuos deben adquirir conductas que contrarresten las adaptaciones
fisiológicas y otros factores que favorecen
la reganancia de peso. El uso de medicación anti-obesidad y/o cirugía
bariátrica son intervenciones
útiles que ayudan a “resetear” la
fisiología individual. A largo plazo, las intervenciones que alteran la
fisiología del control del peso corporal son más eficaces que las
intervenciones conductuales. El bypass
gástrico, el cual modifica la fisiología de la regulación del peso corporal, es
actualmente el tratamiento más eficiente para la obesidad. El control de la fisiología del peso corporal
permitirá la adopción de modificaciones
del estilo de vida, incluyendo una dieta baja en caloría y mayor actividad
física.
Fuente: Greenway
FL (2015). Physiological adaptations to weight loss and factors favouring
weight regain. International Journal of Obesity 39: 1188-1196.
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