El impacto del estrés sobre el envejecimiento cerebral
El envejecimiento cerebral se
acompaña de cambios fisiológicos difusos
-y a menudo dramáticos- y, como una
consecuencia de esto, de la emergencia
de un fenotipo conductual distinto. El
estrésagudo constituye una respuesta
adaptativa y representa una importante
capacidad del organismo para
responder a estímulos en su medio
externo, y por lo tanto juega un rol crucial en el mantenimiento delas principales
características de la vida. Sin embargo,
el estrés crónico es predominantemente una mala adaptación con consecuencias
perniciosas para el cerebro y la
conducta. La principal respuesta
fisiológica al estrés en humanos y
roedores es la activación del eje hipotálamo-hipófisis-adrenal (HHA) que
culmina con la liberación de glucocorticoides por las glándulas suprarrenales.
Los receptores de glucocorticoides están
ampliamente distribuidos en el organismo y por
ello el estrés puede provocar una
diversidad de efectos. La desactivación
del eje HHA ocurre a través de una asa de retroalimentación negativa, donde los
glucocorticoides actúan sobre sus
receptores a nivel de la hipófisis,
hipotálamo y regiones cognitivas superiores como hipocampo, amígdala y corteza
prefrontal.
El envejecimiento y el estrés son comparables a nivel celular y conductual.
En roedores, el envejecimiento está asociado con hiperactividad del eje HHA y
la actividad de este eje inducida por el estrés
es prolongada en animales viejos. La
reducción de la complejidad de las dendritas neuronales inducida por el
estrés en la corteza prefrontal puede
ser revertida en animales jóvenes pero
no en los viejos después de un período de recuperación post-estrés, lo que indica que el cerebro
envejecido pierde la capacidad de recuperación después del estrés. En humanos,
el impacto a largo plazo del estrés sobre la función cerebral es difícil de extrapolar a partir de estudios
de laboratorio. Sin embargo, una de las fuentes más potentes de estrés crónico en los adultos mayores es
el aislamiento social y diversos estudios han demostrado que, en adultos
mayores, el aislamiento social está asociado con actividad anormal del eje
HHA, aceleración del declive cognitivo y depresión.
Los estudios en animales adultos han
establecido que la activación
prolongada del eje HHA por el estrés
crónico induce hipertrofia suprarrenal, hipersecreción basal de corticosterona y alteración del asa de
retroalimentación negativa del eje HHA
acoplada a una disminución de la
expresión de receptores de glucocorticoides en el hipocampo y atrofia
dendrítica neuronal en varias regiones cerebrales incluyendo al hipocampo. En roedores, el estrés crónico puede inducir
alteraciones en varios sistemas de neurotransmisores e influir en la función
del sistema inmune, particularmente en relación con el estrés oxidativo y la
expresión de citoquinas inflamatorias. Adicionalmente, el estrés crónico perjudica la
comunicación normal en el eje intestino-cerebro y altera la composición de la microbiota intestinal. Las alteraciones conductuales de la exposición repetida al estrés, las
cuales pueden ser consecuencia de estos
cambios celulares incluyen aumento de la ansiedad y la conducta
depresiva, conducta social disminuida y alteraciones cognitivas. Aunque hay dificultades para determinar
relaciones causales en humanos, los estudios
en roedores indican que el estrés
crónico en los adultos provoca
disfunción del eje HHA y el sistema inmune, alteración del volumen de
materia gris en varias regiones
cerebrales incluyendo al hipocampo y
alteraciones cognitivas. Las alteraciones en el funcionamiento
social y el déficit social cognitivo son comunes
en los individuos deprimidos, lo que indica que el estrés crónico puede impactar los procesos sociales-cognitivos. En resumen,
el estrés crónico tiene múltiples efectos sobre el cerebro y la conducta y
muchos de estos efectos también se
observan durante el envejecimiento.
Los datos de los estudios en roedores sugieren que el envejecimiento se
acompaña de conductas similares a la
ansiedad y que el sexo puede ser una variable importante en la expresión de
este tipo de conductas, con mayor
prevalencia en las hembras. Por otra
parte, la mayoría de los estudios en roedores demuestran que el envejecimiento
está asociado con un incremento en conductas depresivas. La depresión en
humanos también está asociada con cambios relacionados con la edad pero con
influencia de una variedad de factores ambientales y socioeconómicos. Adicionalmente,
estos desordenes depresivos comúnmente son concomitantes con desordenes médicos y neurológicos. El aprendizaje y la
memoria son particularmente sensibles al
envejecimiento. El envejecimiento en roedores está asociado con la disminución de varios aspectos de la función cognitiva
como la memoria espacial y de trabajo.
En humanos, el envejecimiento es el principal factor de riesgo para el
desarrollo de demencia en sujetos entre 65
y 90 años. Las alteraciones en la conducta social a menudo están
vinculadas a las respuestas de ansiedad
inducidas por el estrés. En roedores, un nivel alto de interacción social es indicativo de baja
ansiedad mientras que un bajo nivel de
interacción social es indicativo de alta
ansiedad. En humanos, la naturaleza
cambiante de la conducta social durante
el envejecimiento está relativamente
bien caracterizada, los datos demuestran que las relaciones sociales tienden a reducirse con el incremento de la
edad. En resumen, los estudios en animales y humanos demuestran que el
envejecimiento induce un fenotipo
conductual considerablemente diferente al de organismos jóvenes, lo cual puede incluir elevada
ansiedad o depresión, disminución de la conducta social y alteraciones
cognitivas.
En animales, la exposición prolongada del cerebro a los glucocorticoides
provoca la progresiva desregulación de los receptores de glucocorticoides en el
hipocampo y alteración del asa de retroalimentación negativa del eje HHA, lo
cual resulta en la elevación crónica de los niveles basales de
glucocorticoides, cambios en la morfología del hipocampo y disminución de la
función cognitiva. Estos estudios han identificado en el cerebro un incremento
de la 11β-hidroxiesteroide deshidrogenasa tipo 1, la enzima responsable de
catalizar la producción de glucocorticoides activos. En humanos, las concentraciones plasmáticas de
glucocorticoides muestran marcados cambios
relacionados con la edad y una
disminución en el volumen del hipocampo.
La función del eje HHA en los desordenes de ansiedad en la vejez son complejos,
mientras la disfunción del eje HHA está claramente asociada con depresión y ansiedad, no está claro si es el factor desencadénate o el resultado de otras condiciones medicas. Por otra parte,
es poco conocido el rol del eje HHA en
los cambios de conducta social y cognición social en la vejez, una elevada
actividad del eje HHA ha sido reportada en adultos mayores con aislamiento
social. Más aún, los estudios experimentales con protocolos de estrés en
adultos jóvenes han demostrado que el apoyo social puede reducir la
respuesta del eje HHA, lo que sugiere que hay una intrincada relación entre el eje HHA y las conductas
sociales.
Los neurotransmisores monoaminérgicos como 5-hidroxitriptamina (5-HT o serotonina), dopamina (DA) y noradrenalina (NA) tienen un
rol clave en la cognición y la conducta
emocional. Las concentraciones de estos tres neurotransmisores disminuyen con la edad en el cerebro de la
rata. La concentración de glutamato, el principal neurotransmisor
excitador en el cerebro, disminuye
progresivamente a partir de la edad
media. Los estudios en humanos utilizando resonancia magnética han revelado una disminución de los niveles de glutamato en el
cuerpo estriado de adultos mayores. Además de su rol fundamental en los
procesos cognitivos, el sistema glutamatérgico
está implicado en la fisiopatología de los desordenes de ansiedad. El ácido
γ-aminobutírico (GABA), el principal neurotransmisor inhibidor en el cerebro, disminuye progresivamente
durante el envejecimiento en animales y humanos. La disfunción del sistema GABAergico está
implicada en la ansiedad y la depresión. Por lo tanto, la disminución de GABA
en el cerebro puede contribuir a los síntomas de la ansiedad durante el
envejecimiento. Por otra parte, está bien documentada la disfunción del sistema
colinérgico y la disminución de la
transmisión colinérgica en el cerebro
durante el envejecimiento que resulta en alteraciones de la memoria. Otros neurotransmisores y
neuromoduladores con cambios
relacionados con la edad en el cerebro son la somatostatina, la taquikinina y
el neuropéptido Y cuya expresión disminuye
durante el envejecimiento cerebral, mientras que los niveles de hormona liberadora de corticotropina (CRH) aumentan en los desordenes neurológicos
relacionados con la edad como la enfermedad de Alzheimer y trastornos psiquiátricos relacionados con el estrés, particularmente
en la depresión.
Los factores neurotróficos constituyen otro grupo de moléculas neuromoduladoras que pueden
mediar los cambios conductuales relacionados con la edad. El factor
neurotrófico derivado del cerebro (BNDF) juega un rol crucial en la función cerebral, a nivel celular regula la supervivencia, el crecimiento y la
plasticidad de las neuronas; y a nivel
conductual modula la cognición y la emoción. La expresión de BNDF y su receptor
TrkB (tropomyosinrelatedkinase B)
disminuyen en hipocampo y corteza prefrontal durante el envejecimiento
cerebral de la rata. En humanos, la expresión de BNDF en el cerebro
disminuye 60% aproximadamente entre los
20 y los 60 años de edad, esta disminución relacionada con la edad también se
observa en los niveles plasmáticos. El BDNF
juega un rol clave en el aprendizaje y la memoria. En adultos mayores,
la disminución de TrkB en la corteza prefrontal
está asociada con déficit de la memoria de trabajo y en ratas
envejecidas se ha identificado una relación entre disminución de BDNF en
el hipocampo y déficit de aprendizaje
espacial. El BDNF es un gen
multi-exon y al parecer la disminución
relacionada con la edad de BDNF total se debe a la disminución de la transcripción del ARNm exón IV. Varios
estudios sugieren que la expresión de BNDF
está involucrada en la fisiopatología
de la depresión. La expresión de
otros factores neurotróficos como el
factor de crecimiento del endotelio vascular (VEGF), el cual está involucrado
en la depresión, el aprendizaje y la memoria, también es afectada negativamente
por el envejecimiento.
Numerosos estudios han reportado niveles circulantes elevados de citoquinas proinflamatorias (IL-1, IL-6, IL-8 y TNFα) en adultos mayores
en comparación con sujetos jóvenes. Los
estudios longitudinales con grandes poblaciones han documentado una
asociación entre los niveles plasmáticos
elevados de IL-6 e IL-8 y la disminución cognitiva durante el envejecimiento.
Asimismo, los niveles de IL-6 e IL-8 se consideran predictivos del inicio
de la depresión en la vejez. El incremento de las concentraciones de
citoquinas proinflamatorias induce alteraciones cognitivas además de conductas
similares a la depresión y la ansiedad
en roedores. Más aún, la
activación dela ruta kinurenina mediada
por el TNFα puede tener un impacto dual en el cerebro, por una parte limita la
disponibilidad de triptófano para la
síntesis de serotonina y por la otra incrementa los niveles de ácido kinurénico
y ácido quinolínico, los cuales pueden modular la actividad de glutamato y
acetilcolina y por lo tanto pueden influir en la emergencia de depresión y
disfunción cognitiva.
El envejecimiento está asociado con cambios metabólicos y el desarrollo de
síndrome metabólico. Los mecanismos involucrados en estos problemas
relacionados con la edad no son completamente entendidos, pero se ha
identificado una relación entre síndrome
metabólico y disfunción mitocondrial en
monos Rhesus. La mitocondria juega un rol clave en la respiración celular y una
disminución de su función repercute
significativamente en la energética
cerebral y, por consiguiente, en la función celular. Una consecuencia de la respiración celular
normal es la producción de radicales libres, generalmente especies reactivas de
oxígeno, capaces de inducir daño oxidativo. La disfunción de este proceso
provoca el estrés oxidativo que tiene un papel importante en el proceso de
envejecimiento. El estrés oxidativo
también ha sido implicado en la conducta
similar a la depresión.
Los cambios genéticos y epigenéticos
que ocurren como consecuencia del envejecimiento contribuyen a las
alteraciones de la función cerebral. En el cerebro de ratón se han identificado alteraciones en aproximadamente 1-2% de los genes dependiendo de la región cerebral. En la corteza prefrontal de humanos
aproximadamente 7,5% de los genes son sometidos a cambios relacionados con la
edad. Muchos de los genes disminuidos identificados en estos estudios están asociados con la estructura sináptica, la regulación
del calcio intracelular y la señalización de neurotransmisores y factores neurotróficos. Por el contrario, los genes que aumentan están asociados con gliosis y señales
inflamatorias, lo que sugiere que cambios modestos en la expresión de genes
pueden tener un efecto considerable sobre la función cerebral con cambios
genéticos que favorecen un fenotipo
inflamatorio. La metilación del ADN de
genes relacionados con el crecimiento y
desarrollo de tejido cortical humano es
notablemente alterada en la vejez. La metilación de ADN es también una
característica de desordenes psiquiátricos
asociados con estrés postraumático.
La composición de la microbiota intestinal puede influir en la cognición y
la conducta. Los ratones adultos mantenidos en un ambiente interno o externo sin gérmenes (ratones
libres de gérmenes) tienen niveles disminuidos de BDNF en hipocampo y
corteza, respuesta exagerada del eje HHA al estrés, déficit de memoria de
trabajo y déficit social-cognitivo. La
infección del tracto gastrointestinal produce consistentemente conducta como ansiedad en ratones y especies bacterianas probióticas
especificas muestran propiedades
antidepresivas. La extensión de estos
hallazgos a los humanos ha sido limitada. Sin embargo, un estudio sugiere que algunas especies probióticas
pueden tener propiedades antidepresivas en sujetos sanos. En otro estudio se encontró que los adultos
mayores tienen una composición de la microbiota
intestinal distinta a la de
sujetos jóvenes y que esa composición está relacionada con depresión e
inflamación. Dado que la microbiota
intestinal regula la función inmune y
la respuesta inflamatoria, un cambio en la composición de la microbiota intestinal durante el
envejecimiento puede jugar un rol importante en la manifestación de la disminución cognitiva y los desordenes psiquiátricos.
En conclusión, el envejecimiento y la disminución de la función
cerebral son procesos conjuntos. El
envejecimiento está asociado con un
incremento generalizado y progresivo en el estatus inflamatorio debido al
deterioro de la función inmune en la vejez. El incremento en la expresión de
citoquinas inflamatorias y el estrés oxidativo pueden tener un efecto profundo
sobre el sistema inmune del cerebro. Estos cambios celulares pueden tener un
efecto significativo sobre la conducta,
la cognición y la sociabilidad. Los cambios celulares y conductuales
relacionados con la edad son similares a los observados con el estrés crónico. Tanto
el envejecimiento como el estrés crónico están asociados con alteraciones en la
plasticidad cerebral, desregulación de la función inmune y alteraciones cognitivas
y emocionales. En roedores y humanos viejos, el estrés activa a un ya
hiperactivo eje HHA y aumenta el riesgo de desarrollo de
trastornos psiquiátricos y neurodegenerativos.
Fuente:
Prenderville JA et al (2015). Adding fuel to
the fire: the impact of stress on the ageing brain. Trends in Neurosciences 38:
13-24.
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