Función endocrina del tejido
adiposo
En 1994, la leptina fue identificada como una hormona (adipoquina)
secretada por el tejido adiposo que exhibe potentes efectos anoréxicos. Esto
definió como un órgano endocrino al tejido adiposo blanco, el más efectivo
sitio de almacenamiento de lípidos del cuerpo. En las dos décadas siguientes,
otras adipoquinas (adiponectina, resistina, etc.) fueron identificadas como
reguladores críticos de la homeostasis
de la glucosa y los lípidos. Actualmente la lista de adipoquinas continúa creciendo. Las adipoquinas median las relaciones del tejido adiposo con otros
órganos metabólicos como el hígado, el
músculo, el páncreas y el sistema nervioso central. A finales del siglo XX se demostró que el
tejido adiposo también secreta factor de necrosis tumoral α (TNFα), una
citoquina proinflamatoria típicamente producida por células inmunes, que juega
un rol directo en la resistencia a la insulina inducida por la obesidad. Este
hallazgo fue el primer vínculo funcional entre la obesidad y la inflamación,
marcando el inicio del concepto de inflamación metabólica, ampliamente aceptado
actualmente como una importante conexión entre la obesidad y sus
complicaciones. Después del TNFα, se
demostró que el tejido adiposo produce un conjunto de citoquinas y
quimioquinas como la IL6 y el MCP1 que
regulan, positivamente o negativamente, el metabolismo sistémico de la glucosa
y los lípidos. En vista de que algunas adipoquinas también exhiben
características de citoquinas, estos dos grupos
de factores derivados del tejido adiposo
a menudo son referidos colectivamente como adipocitoquinas.
En el año 2003, dos estudios simultáneos
reportaron que la obesidad, en ratones y humanos, induce la infiltración
de macrófagos en el tejido adiposo, lo cual no sólo proporcionó una explicación
para la fuente de citoquinas derivadas
del tejido adiposo sino que también demostró la asociación entre células
inmunes y células metabólicas en un órgano metabólico. Los macrófagos residentes en el tejido
adiposo son clasificados en dos subtipos muy diferentes, M1 o activados
clásicamente y M2 o activados
alternativamente. Los macrófagos M1 secretan citoquinas proinflamatorias como
el TNFα y la IL6, producen especies
reactivas de oxígeno (ROS) y causan resistencia a la insulina. Los macrófagos M2 producen IL10 y arginasa-1
que han sido implicadas en la remodelación tisular. La obesidad causa la desviación de los subtipos de macrófagos
en el tejido adiposo de M2 a M1 provocando un incremento de los niveles de
citoquinas proinflamatorias y ROS, lo cual induce resistencia a la insulina.
Por otra parte, la pérdida de ciertos efectos beneficiosos asociados con los macrófagos M2 también puede
contribuir al deterioro metabólico en la
obesidad. Por ejemplo, los macrófagos M2
producen catecolaminas que sostiene la termogénesis adaptativa, y la lipólisis durante el ayuno recluta macrófagos
que tamponan el incremento local de lípidos y protegen la función del tejido
adiposo. Casi todos los tipos de células inmunes identificados en el tejido
adiposo en los años recientes están involucrados activamente en la función
endocrina del tejido adiposo.
Hay varias causas potenciales que subyacen a la inflamación del tejido adiposo
inducida por la obesidad. La expansión del tejido adiposo en el desarrollo de
la obesidad puede causar hipoxia la cual
induce una angiogénesis compensatoria y los macrófagos son reclutados en el
sitio para facilitar el proceso de vascularización. Una función similar de las
células inmunes ha sido demostrada en otros tejidos metabólicos como el hígado
donde el TNFα y la IL6 secretados por las células de Kupffer son requeridos para la eficiente regeneración
del órgano. La infiltración de macrófagos
en el tejido adiposo también ha sido propuesta como un mecanismo para remover células
apoptóticas. Adicionalmente, la endotoxemia asociada con la alteración de la
permeabilidad del intestino y la obesidad puede potenciar la inflamación del
tejido adiposo. No toda inflamación metabólica es perjudicial para la
homeostasis metabólica. Por ejemplo, La inflamación asociada con la expansión o
reparación del tejido adiposo puede ser
necesaria para la adaptación del cuerpo al exceso de energía y al
mantenimiento de la homeostasis
metabólica. Por otra parte, ciertas
citoquinas estimulan el gasto de energía
y reducen la ingesta de alimentos, lo cual puede ayudar a contrarrestar la
obesidad.
La leptina, estructuralmente similar a las citoquinas clase 1, es una de las adipocitoquinas más potentes en
la regulación metabólica, regula el peso corporal interviniendo en el estatus
metabólico de otro órganos como el hipotálamo que produce neuropéptidos y neurotransmisores
que modulan la ingesta de alimentos y el gasto de energía. La leptina también
tiene un efecto antidiabético que es independiente de la regulación del peso corporal
y la ingesta de alimentos. La leptina regula la lipogénesis hepática
suprimiendo la expresión de enzimas claves en la síntesis de ácidos grasos y
aumenta la oxidación de ácidos grasos en el músculo activando la AMPK, un
sensor energético crítico. El receptor
de leptina tiene varias isoformas pero
es la isoforma larga la que interviene en las acciones conocidas de la leptina. Este
receptor dispara varias rutas de señalización, cada una de ellas media aspectos
diferentes de las actividades de la
leptina. Sin embargo, la principal ruta
de señalización es la JAK-STAT que regula la expresión de neuropéptidos
anoréxicos. Esta ruta es esencial para
la regulación del balance energético pero no para los efectos de la leptina
sobre la reproducción. El efecto antidiabético de la leptina es mediado
centralmente a través de la
activación de la ruta
fosfatidilinositol-3-kinasa (PI3)/Akt
que estimula la sensibilidad a la insulina en los tejidos periféricos. La
expresión de leptina puede ser inducida
por endotoxinas o por el TNFα y la
leptina actúa sobre células T, macrófagos y otras células inmunes
para estimular la producción de varias citoquinas. Esta acción proinflamatoria
de la leptina puede contribuir a su efecto en la regulación del peso corporal.
Varios grupos de investigadores identificaron casi simultáneamente a la
adiponectina como una adipoquina secretada abundantemente en el tejido adiposo.
La adiponectina aumenta la acción de la insulina, tiene efectos
anti-aterogénicos y exhibe actividad cardioprotectora en la enfermedad cardíaca
isquémica a través de las rutas AMPK y
ciclooxigenasa 2. La señal adipponectina es mediada por dos receptores, adipoR1
y adipoR2. El addipoR1 es expresado ubicuamente
pero el adipoR2 es predominantemente expresado en el hígado. La
activación del adipoR1 en el hígado y el tejido muscular incrementa la
actividad AMPK, la cual media el efecto de la adiponectina sobre la
sensibilidad a la insulina y también aumenta la oxidación de ácidos
grasos. La ruta del adipoR2 en el hígado incrementa la
expresión de PPARα y sus genes blancos, lo cual resulta en un aumento de la
oxidación de ácidos grasos. La adiponectina también tiene efectos
anti-inflamatorios que contribuyen a su rol protector contra el estrés
metabólico en la obesidad. Algunos de
los efectos anti-aterogénicos de la adiponectina también son mediados por su
rol en la supresión de la respuesta inflamatoria. La adiponectina inhibe la
actividad del factor nuclear κB (NFκB) y
las móleculas de adhesión con lo que reduce la adhesión de monocitos a las células endoteliales. Adicionalmente, la adiponectina ejerce una
actividad protectora vascular
suprimiendo la apoptosis de células endoteliales.
Una proporción significativa del
TNFα del tejido adiposo deriva de los macrófagos
y otras células inmunes. Los ácidos grasos libres estimulan la producción de
TNFα en los macrófagos y a su vez, el TNFα estimula la lipólisis incrementando
la liberación de ácidos grasos de los
adipocitos. Este ciclo ácidos grasos libres-citoquina sugiere que la
inflamación metabólica, una vez iniciada, puede usar este mecanismo de auto-perpetuación para llevar a cabo sus
efectos inhibitorios sobre la señal insulina
y el metabolismo energético. Adicionalmente, el TNFα estimula
directamente la lipogénesis hepática y
también constituye un enlace entre la
obesidad y el cáncer. El TNFα ejerce sus
efectos a través de dos receptores diferentes, p55 y p75, los
cuales activan la ruta JNK1 e inhiben la ruta IκB kinasa (IKK)/NFκB. La
JNK1 puede inhibir directamente la señal insulina a través de la fosforilación de los residuos serina del sustrato del
receptor de insulina 1 (IRS1) y también puede potenciar la producción de
citoquinas inducida por ácidos grasos.
La IKK activa al NFκB en órganos metabólicos y mieloides para la
producción de citoquinas inflamatorias. EL TNFα también induce la
expresión del supresor de la señal
citoquina 3 (SOCS3) que actúa inhibiendo la señal insulina a través de la
degradación de IRS1 e IRS2. Un estudio reciente reporta que el TNFα
incrementa la expresión el receptor de
leptina, pero la relevancia fisiológica de este hallazgo aún se desconoce.
La resistina es una adipoquina que interviene en la relación de la
obesidad con la resistencia a la
insulina. En ratones, la resistina contribuye a la aterogénesis porque incrementa la expresión de citoquinas y moléculas de adhesión en las células endotelialaes vasculares. La resistina
circula en dos estados diferentes, los cuales exhiben actividades diferentes en la regulación metabólica. Sin embargo,
entender la relevancia de la resistina en la enfermedad humana es
complicado por el hecho que resistina de
roedores es producida en los adipocitos
mientras que en los humanos es producida
principalmente en los macrófagos que
invaden al tejido adiposo. La resistina
de ambas especies solamente tiene
59% de identidad a nivel de aminoácidos, un valor relativamente bajo comparado
con otras hormonas. Es interesante señalar que la resistina humana, cuando es
expresada en macrófagos de ratón, también induce resistencia a la insulina, lo
que sugiere que la resistina de ambas especies puede tener una función similar
a pesar de sus diferentes sitios de producción.
En humanos, los estudios epidemiológicos han asociado los elevados niveles
circulantes de resistina con un mayor riesgo de diabetes tipo 2, infarto de miocardio y
ateroesclerosis. Estos datos apoyan la propuesta que los niveles de resisitina
podrían servir como marcador informativo de enfermedad metabólica en los humanos.
La IL6 es una citoquina
pro-inflamatoria cuyo nivel de
expresión aumenta en el tejido adiposo
de las personas obesas y es requerida
para el mantenimiento del metabolismo de la glucosa y la homeostasis metabólica. Durante el
ejercicio, la IL6 es liberada en el músculo esquelético y promueve algunos de los
efectos beneficiosos asociados con el ejercicio, incluyendo la captación de
glucosa y la oxidación de ácidos grasos,
a través de la activación de la
AMPK. En estudios con pacientes, los
niveles elevados de IL6 se correlacionan con obesidad y resistencia a la
insulina. Sin embargo, el mecanismo de acción de la IL6 en el metabolismo humano requiere de más
estudio para entender su potencial terapéutico, debido en gran parte a la baja similitud entre la IL6 de humano y de
ratón. Por lo tanto, la información generada a partir de estudios con
ratones no puede ser aplicada
rápidamente a los humanos.
El Rbp4 es una proteína transportadora
de retinol en la circulación sistémica. Es producido principalmente por
el hígado pero también es expresado en
el tejido adiposo blanco. En humanos,
los niveles elevados de Rbp4 están asociados
con resistencia a la insulina en
sujetos adultos obesos y diabéticos. Sin embargo, los estudios clínicos con
niños y adolecentes han sido más consistentes en apoyar un rol del Rbp4 en la
obesidad y la resistencia a la insulina, lo que sugiere que esta
adipoquina puede estar involucrada en los estadios iniciales del
síndrome metabólico.
Recientemente, la proteína secretada relacionada con “frizzled” 5 (Sfrp5)
ha sido identificada como una adipocitoquina anti-inflamatoria. Los resultados
de los estudios en humanos sobre la
función de la Sfrp5 en la enfermedad metabólica son conflictivos. No obstante,
está claro que la Sfrp5 regula múltiples proteínas Wnt que juegan un papel
crucial en la adipogénesis. La red Sfrp5/Wnt en el tejido adiposo podría ayudar
a explicar el mecanismo autocrino/paracrino
de la inflamación metabólica, el cual es aún pobremente entendido.
La aP2 ha sido extensamente estudiada en las dos últimas décadas como un regulador intracelular del
metabolismo de los lípidos y de la inflamación en la enfermedad
metabólica. Su identificación como adipoquina activada por lípidos ha sido un hallazgo sorprendente y excitante.
La aP2 es un miembro de la familia de
proteínas ligadoras de ácidos grasos y su secreción por los adipocitos es regulada
por la lipólisis, lo cual podría explicar los elevados niveles circulantes de
aP2 en la obesidad. La aP2
circulante actúa sobre el hígado para
estimular la gluconeogénesis y por consiguiente aumenta la producción hepática de
glucosa. La aP2 es la primera adipoquina cuya secreción es fuertemente regulada
por los ácidos grasos liberados por
lipólisis, lo cual sugiere que puede funcionar como un sensor de lípidos en el
adipocito y puede también llevar lípidos en el plasma hacia órganos
específicos. Por lo tanto, como ocurre
con otras adipocitoquinas, es posible que la aP2 secretada pueda actuar sobre
otros órganos como cerebro y corazón para
regular la homeostasis metabólica. La evidencia acumulada sugiere que la aP2 circulante está implicada en el
síndrome metabólico en humanos. Adicionalmente, la aP2 circulante ha sido
asociada con la ateroesclerosis y con el hígado grasos no alcohólico.
En conclusión, hay evidencia de que el tejido adiposo secreta un conjunto de hormonas que actúan sobre
órganos claves de la homeostasis metabólica.
Estas adipocitoquinas juegan un rol principal en la homeostasis metabólica
de sujetos sanos y la deficiencia de
estos factores, causada por exceso de adiposidad y disfunción del adipocito es un componente central en la patogénesis de la constelación de enfermedades asociadas
con la obesidad. La obesidad induce la producción de citoquinas proinflamatorias
y la infiltración de células inmunes en
el tejido adiposo, lo cual crea un estado de inflamación
crónica. La inflamación metabólica ha sido reconocida como un mecanismo que relación a la obesidad con un amplio
espectro de condiciones patológicas.
Fuente: Cao H (2014). Adipocytokines in obesity and
metabolic disease. Journal of Endocrinology 220: T47-T59.
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