Control neuroendocrino de la
inflamación
La respuesta inflamatoria es un proceso fisiológico que protege al
organismo contra la infección y los agentes patógenos al tiempo que repara el
tejido dañado por la lesión. Pero la inflamación no sólo es activada por las
infecciones sino también por estímulos ambientales, conductuales y psicológicos
lo que hace que la inflamación tenga un rol importante en el control del
balance entre el estrés y la salud
humana. Normalmente, la respuesta inflamatoria es beneficiosa para el
organismo, provoca la activación de varios mediadores pro-inflamatorios y
restaura la estructura y función del tejido. Biológicamente, la inflamación
comprende varios estados, a nivel celular hay una marcada respuesta al estímulo
pro-inflamatorio, lo cual inicia las cascadas de citoquinas y quimioquinas. El
incremento de estos mediadores inflamatorios –citoquinas, quimioquinas,
factores de crecimiento, receptores, enzimas y moléculas de adhesión- es clave
par el progreso y la propagación de la inflamación. A nivel molecular, el
aparecimiento de las señales pro-inflamatorias culmina principalmente con la
activación de dos factores de transcripción: el activador de proteína 1 (AP1) y
el factor nuclear-κB (NF-κB). A su vez, ambos factores de transcripción inducen la expresión de los mediadores inflamatorios. Sin embargo,
es necesario el retorno a la homeostasis –proceso en el cual el sistema
neuroendocrino tiene un rol importante-
porque si la inflamación se prolonga por mucho tiempo puede llevar a estados de inflamación crónica y
autoinmunidad. Hay mecanismos para la apropiada terminación de la respuesta
inflamatoria y las deficiencias en estos mecanismos contribuyen al
aparecimiento de enfermedades inflamatorias.
Una característica importante de la respuesta inflamatoria es la liberación
local de mediadores inflamatorios como
citoquinas (IL1, IL6) y factor de necrosis tumoral α (TNFα), los cuales actúan en el sistema
nervioso central activando el eje hipotálamo-hipófisis- adrenal, el principal
componente de la respuesta neuroendocrina al estrés. La IL1 y otras citoquinas
actúan en el cerebro a través de varias
rutas: (i) neuronas aferentes primarias que inervan la periferia; (ii) una ruta
humoral que involucra la producción de citoquinas pro-inflamatorias por los
macrófagos y su posterior difusión a través de la barrera hemato-encefálica;
(iii) receptores de citoquinas en las células endoteliales de las vénulas
cerebrales que median la producción local de prostaglandinas. Esto desencadena
la cascada neuroendocrina de señales hormonales que comienza en el cerebro y termina con la secreción de glucocorticoides (GC). Cuando las neuronas del núcleo
paraventricular del hipotálamo son estimuladas liberan hormona liberadora de
corticotropina (CRH) y arginina vasopresina. Estos factores causan en la
hipófisis la secreción de hormona adrenocorticotropica (ACTH), la cual es
liberada en la circulación sistémica y estimula en la corteza suprarrenal la
síntesis y secreción de GCs, principales
responsables de la finalización de la respuesta inflamatoria.
Los GCs pertenecen a la familia de los esteroides, un grupo de pequeños
compuestos lipofílicos derivados del colesterol, y regulan una variedad de
funciones. Entre otras, regulan el metabolismo, la respuesta inmune, la
supervivencia neuronal, la neurogénesis y la conducta. En una ruta de
retroalimentación neuroendocrina-inflamatoria, la activación del eje hipotálamo-hipófisis-adrenal
(HHA) produce un incremento en los niveles sistémicos de GC los cuales
controlan la respuesta inflamatoria. A
través de esta asa, los GCs tiene una participación activa en la interacción
entre los componentes celulares del
sistema inmune y el sistema neuroendocrino. Esto asegura el mantenimiento de la
homeostasis y evita excesivos efectos inflamatorios que podrían ser
perjudiciales. Gracias a su naturaleza lipofílica, los GCs pueden difundir
libremente a través de la membrana
celular y unirse a sus receptores
citoplasmáticos. A nivel celular, la
acción de los GCs es regulada por la
actividad de la enzima11β hidroxiesteroide deshidrogenasa tipo1 (11β-HSD1), la cual convierte GCs
inactivos en su contraparte activa. El TNFα
y la IL1β incrementan la expresión y actividad de
la 11β-HSD1. Los GCs ejercen sus efectos biológicos uniéndose al receptor de
glucocorticoide (GR), el cual es un factor de transcripción activado por
ligando que regula, positivamente o negativamente, la expresión de genes. En el
estado no inducido, el GR reside en el citoplasma en una forma inactiva formado
parte de un complejo multimérico
compuesto por varias proteínas de shock
térmico e inmunofilinas. Cuando el GC se une al GR hay un cambio conformacional
en el receptor que permite al GR disociarse
de los otros componentes del complejo y exponer la señal de localización
nuclear, así el GR es capaz de moverse libremente y trasladarse al núcleo.
La
activación del promotor de los blancos transcripcionales del GR puede ser
desencadenada por diferentes mecanismos: unión del GR dimérico activado en los elementos de respuesta a los GC; unión del GR al
ADN de una manera concertada con
factores de transcripción; o unión del GR a un factor de transcripción por
medio de un mecanismo de atadura. La transactivación resulta en la expresión de
proteínas anti-inflamatorias como el inhibidor del NF-κB, el “zipper” de
leucina inducido por GC (GILZ), la fosfatasa de especificidad dual (DUSP) y la
IL10. Sin embargo, los efectos anti-inflamatorios de los GC son mediados
principalmente por la interferencia
provocada por un GR monomérico con la capacidad de transactivación de factores de transcripción como NF-κB y el
AP1, a través de un mecanismo de atadura conocido como transrepresión: el GR
activado ata al factor de transcripción,
modulando la transrepresión de los genes
blanco, inhibiendo por tanto la expresión de genes. El GR también puede regular negativamente la
transcripción compitiendo con otro factor de transcripción por un sitio de
unión con el ADN o secuestrando un factor
de transcripción unido al ADN. Entonces, varios factores de transcripción -NF-κB,
AP1, Sp1, STAT3 entre otros- pueden trabajar concertadamente con el GR
en la regulación de la transcripción,
positivamente o negativamente. Los
efectos anti-inflamatorios más prominentes de los GC consisten principalmente
en inhibir la actividad de factores de
transcripción como el AP1 y el NF-κB, los cuales están involucrados en la
activación de genes proinflamatorios e inmunoreguladores, indispensables para
la propagación de la inflamación, como citoquinas inflamatorias (IL1β, IL6 y
TNFα), receptores de citoquinas, moléculas de adhesión (ICAM1, VCAM y
E-selectina) y proteínas quimiotácticas. Todos estos genes tienen en sus
promotores uno o más elementos de respuesta
al NF-κB y/o AP1. La primera actividad anti-inflamatoria descrita de los GC que
involucra la transrepresión fue la interacción física entre el GR y el AP1, lo cual provoca la
inhibición de la expresión de la citoquina inflamatoria H2. El NF-κB regula
citoquinas inflamatorias como el TNFα y la IL1β. La inhibición de la actividad
del NF-κB mediada por los GCs es una
característica de la acción
anti-inflamatoria disparada por el GR. El GR no inhibe la unión
de NF-κB o AP1 a sus elementos de respuesta en el promotor del gen sino que interactúa
con estos factores. Por ejemplo, la interacción del GR con el dominio
C-terminal del NF-κB es determinante
para su efecto represivo sobre la expresión de genes regulada por este factor.
Las
enzimas PARP (poly ADP-ribose polymerase) conforman una familia de 18 proteínas que conservan la actividad
PARP en su dominio catalítico. Estas enzimas catalizan la adición de PAR en las
proteínas blanco. El PAR es un polímero
grande cargado negativamente que trabaja
como una modificación post-translacional. El contenido celular de PAR es
producido por la actividad catalítica de la PARP, la cual polimeriza las
unidades ADP-ribosa de moléculas NAD+ donadoras
sobre las proteínas blanco. Esta
modificación generalmente ocurre en los residuos glutamato, aspartato y lisina.
La unión covalente de PAR altera la actividad
de las proteínas modificadas en las interacciones proteína-proteína, las
interacciones ácido nucleico-proteína, la actividad enzimática y la
localización subcelular. El miembro más estudiado de la familia es la PARP1,
una enzima nuclear con una amplia variedad de funciones. Originalmente, fue descrita
por su capacidad de activar al ADN
dañado, pero en la última década se
demostró que no sólo media la reparación
del ADN sino que también tiene importantes roles en diferentes procesos nucleares como
replicación, transcripción, remodelación de la cromatina y mantenimiento de la estabilidad genómica.
El número de proteínas blanco de la PARP1 es cada vez mayor e incluye factores
de transcripción, enzimas nucleares y proteínas nucleares estructurales. En
particular, el rol de la PARP1 en la regulación de genes ha recibido
considerable atención y se ha establecido que puede modular la expresión de
genes a diferentes niveles: (i) modulando la estructura de la cromatina, (ii)
sirviendo como un coregulador con los factores de transcripción unidos al ADN y (iii) modulando la metilación del
ADN.
Las
respuestas inflamatoria e inmune son las
acciones biológicas dependientes de la PARP1 mejor caracterizadas. Sin embargo,
las respuestas pro-inflamatorias dependientes de PARP1 no se limitan a las células del sistema
inmune, la PARP1 también está implicada en la respuesta pro-inflamatoria al
estrés en células del sistema nervioso
central. La activación de PARP1 en las
células gliales media la función de factores de transcripción que controlan la expresión de genes de la
respuesta inflamatoria, como el NF-κB y
el AP1. Estos hallazgos colocan a la
PARP1 como un importante mediador de la respuesta inflamatoria en células
sometidas a diferentes estímulos. En este sentido, es bien conocido que los
inhibidores de la PARP1 tienen propiedades anti-inflamatorias. Un
considerable número de factores de
transcripción involucrados en la regulación de la expresión de mediadores inflamatorios interactúan con
la PARP1. El primero en ser identificado fue el NF-κB, posteriormente se identificaron otros factores de
transcripción y cofactores como el AP1, el NFAT y el Sp1. Aunque el mecanismo
preciso de regulación de estos factores
es aún motivo de investigación, un punto común es el hecho que la actividad
PARP1 aumenta la capacidad de los factores de transcripción de unirse al ADN.
La PARP1 regula la expresión de citoquinas pro-inflamatorias como TNFα, IL1β e IL12, las cuales a su vez
activan la expresión de otras citoquinas, lo cual sugiere que la PARP1 juega un importante rol en las
respuestas inflamatorias fisiológicas y patológicas.
En el
sistema nervioso central, la PARP1 está
involucrada en diferentes mecanismos que afectan las neuronas. La muerte celular mediada por la PARP1 es uno
de los procesos dominantes en muchas enfermedades. Estudios recientes reportan
que los niveles elevados de PARP1 son suficientes para la muerte celular. La
activación de la PARP1 ha sido detectada en varios desordenes
neurodegenerativos. Muestras de
autopsias de pacientes con enfermedad de Alzheimer exhibieron acumulación de
PAR en neuronas piramidales corticales y astrocitos, lo cual sugiere la
implicación de la PARP1 en la patogénesis de dicha enfermedad. La activación de la PARP1 en los astrocitos
es una característica común de los desordenes neurodegenerativos crónicos.
La
interacción entre el GH y la PARP1 puede
estar involucrada en los mecanismos anti-inflamatorios disparados por el GR. A través de la unión
del ligando y la posterior translocación al núcleo, el GR puede reducir los
efectos inflamatorios mediados por la
PARP1 sobre el NF-κB. Un posible mecanismo podría ser que esa interacción reduzca la actividad de la PARP1 sobre el
NF-κB o que el GR compita con la PARP1 por la unión con el NF-κB. Otra
posibilidad es que la PARP1 pueda modular la actividad del GR sobre la
activación de NF-κB.
En
conclusión, el sistema neuroendocrino tiene un rol determinante en el control de
los mecanismos inflamatorios para permitir que el organismo retorne a la
homeostasis y evitar situaciones
patológicas de inflamación exacerbada. El GR y la PARP1 tiene roles antagónicos en la regulación del proceso
inflamatorio. El GR y la PARP1 tiene blancos comunes involucrados en las
respuestas inflamatoria, por lo que es posible que la PARP1 pueda tener un rol
en la regulación de la expresión de
citoquinas y otros mediadores inflamatorios mediada por GCs en el sistema
nervioso central.
Fuente:
Aprile-García F et al (2014). Novel insights
into the neuroendocrine control of inflammation: the role of GR and PARP1. Endocrine Connections 3: R1-R12.
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