Las adipoquinas y la acción de
la insulina
Las diversas funciones sistémicas del tejido adiposo son mediadas por
hormonas y citoquinas –colectivamente conocidas como adipoquinas- derivadas de
los adipocitos o de las células vasculares del estroma de la matriz del tejido adiposo incluyendo pre-adipocitos,
fibroblastos y macrófagos. Varias
adipoquinas han sido asociadas con el desarrollo de resistencia a la insulina y por consiguiente con la fisiopatología de la obesidad y la
diabetes mellitus tipo 2. El factor de
necrosis tumoral–α (TNF-α) es una citoquina proinflamatoria derivada
principalmente de los macrófagos y asociada con
la resistencia a la insulina en roedores y humanos. La desregulación de la señal de la insulina y del metabolismo
de los ácidos grasos son mecanismos que subyacen a la resistencia a la insulina inducida por
el TNF-α. La resistina es una hormona asociada con hiperglucemia, inflamación y
secreción de otras citoquinas como la interleuquina 6 (IL-6) que, a su
vez, es una adipoquina capaz de inducir
resistencia a la insulina in vitro e in vivo en roedores. En los humanos, el rol de la resistina es
controversial y muchos estudios han fracasado en su intento de demostrar una
asociación de los niveles circulantes de resistina con resistencia a la
insulina. Mientras estas adipoquinas pro-inflamatorias
son asociadas con la resistencia a la insulina, otras adipoquinas –leptina,
adiponectina y adipolina- son asociadas
positivamente con la sensibilidad a la
insulina.
La insulina interviene en la mayoría
de procesos metabólicos pero su principal rol es en la homeostasis de la
glucosa. La insulina, secretada en respuesta a los niveles elevados de glucosa
sanguínea por las células β del páncreas, actúa estimulando la captación de glucosa en tejidos
blanco (músculo, hígado y tejido adiposo) y suprimiendo la producción hepática
de glucosa para restablecer los valores normales de la glucemia. En el estado
fisiológico normal, la insulina se une y
activa receptores en la superficie celular lo que provoca la fosforilación de los
sustratos del receptor de insulina (IRS
1 y 2). Las proteínas IRS fosforiladas se asocian con -y activan- la fosfatidilinositol 3-kinasa (PI3K) lo que permite a la subunidad catalítica de
la kinasa convertir al IP2 en
IP3. El IP3 activa la proteína kinasa dependiente de 3-fosfoinositido-1/2 (PDK ½) para iniciar la
señal Akt dependiente de PI3K, la cual facilita la captación de glucosa en la
célula mediante la translocación de transportadores de glucosa (GLUT4) a la
membrana plasmática. La resistencia a la
insulina se caracteriza por la
incapacidad del músculo, el hígado y el tejido adiposo para responder a la inulina, lo cual resulta
en niveles elevados de glucosa sanguínea de una manera sostenida. Defectos en
la transducción de la señal de insulina y sus efectos sobre el transporte y el
metabolismo celular de la glucosa han sido asociados con el progreso de la
resistencia a la insulina.
La leptina es una proteína (16 kDa)
secretada por los adipocitos que regula la ingesta de alimentos y el gasto de
energía además de sus efectos sobre la reproducción, la regulación del sistema inmune
y de otros sistemas endocrinos. Los
ratones que carecen del gen ob (o lep)
son obesos con un peso hasta tres
veces mayor que el de ratones normales. La inyección de leptina en ratones
normales causa reducción de la ingesta de alimentos, pérdida de peso,
incremento de la actividad física y termogénesis. La leptina, es considerada un “adipostato”, por cuanto sus niveles circulantes reflejan
el grado de adiposidad y su liberación por los adipocitos induce en el cerebro
la supresión de la ingesta de alimentos
y el incremento del gasto de energía. Sin embargo, es conveniente señalar que
los niveles de leptina pueden actuar como una excelente señal de disminución de
los depósitos de energía en el ayuno, pero en el estado obeso los elevados
niveles circulantes de leptina ofrecen poca protección contra la obesidad porque
el desarrollo de resistencia a la leptina
facilita la ganancia de peso.
La relación precisa entre leptina y
sensibilidad a la insulina es todavía incierta a pesar de que en los últimos años se han obtenido avances
significativos. Insulina y leptina
constituyen el eje adipo-insular que contribuye a la regulación de los
nutrientes y el balance energético en el cuerpo. La leptina ejerce un efecto
positivo, similar a la insulina, sobre el metabolismo de la glucosa y suprime
la secreción de insulina en un asa de retroalimentación negativa donde la
insulina estimula la liberación de leptina. Por tanto, la desregulación del eje
adipo-insular puede contribuir a la progresión
de la resistencia a la insulina.
Los estudios con roedores han demostrado que la leptina es un potente supresor del apetito lo que resulta
en una considerable pérdida de peso. Varios estudios han demostrado que la
administración aguda de leptina en ratones mejora el metabolismo de la glucosa
y la sensibilidad a la insulina bajo condiciones diversas, incluyendo ayuno e
hiperinsulinemia. Por otra parte, la terapia crónica de leptina en humanos con
lipodistrofia severa y resistencia a la insulina restaura la acción de la insulina y reduce
marcadamente los niveles intracelulares de lípidos en hígado y músculo. Ahora bien, ¿cuánto del efecto de la leptina
sobre la sensibilización a la insulina
es mediado centralmente? Un estudio
reciente reporta que la alteración de la
señal PI3K en el hipotálamo podría ser
el mecanismo que subyace al efecto de la leptina sobre la sensibilidad a la insulina. Adicionalmente, es bastante conocido que la activación de la
proteína kinasa activada por AMP (AMPK) por la leptina, particularmente en
músculo, contribuye significativamente
al mecanismo de sensibilización a la insulina y los efectos centrales de la
leptina sobre el balance energético están asociados con la activación de la AMPK
hipotalámica. La AMPK es un sensor metabólico regulado a través del estado
redox de la célula y su activación es estimulada en el estado de
ayuno, el ejercicio o el estrés celular por el incremento de la relación
AMP/ATP. La AMPK inhibe rutas anabólicas (consumen ATP) a través de la
fosforilación de enzimas metabólicas y
la regulación de la expresión de
proteínas y genes. La acción de la
leptina de reducir los niveles
de lípidos plasmáticos y de los depósitos
de lípidos en los tejidos no adiposos
implica un rol de la leptina en
la prevención de la acumulación ectópica de lípidos que también puede estar
involucrado en el mecanismo de mejora de la sensibilidad a la inulina.
La adiponectina es codificada por el gen ADIPOQ y la forma de alto peso
molecular es conocida como una importante hormona sensibilizadora de la insulina que actúa a través de dos
receptores distintos AdipoR1 y adipoR2. Los estudios en roedores han
revelado que la adiponectina tiene funciones anti-aterogénica, anti-inflamatoria
y sensibilizadora de la insulina. La adiponectina es la adipoquina de mayor
expresión en el plasma, sin embargo, los
individuos obesos más que altas concentraciones exhiben niveles relativamente
bajos de adiponectina. Esto constituye una paradoja, pues cabría esperar que una hormona secretada sólo
por el tejido adiposo aumentara en la medida que crece la masa de tejido
adiposo. La desregulación de la adiponectina en la obesidad sugiere una
relación de la hormona con la sensibilidad a la insulina. En efecto, la
hipoadiponectinemia está fuertemente
relacionada con la incidencia de
dislipidemia, resistencia a la insulina y diabetes mellitus tipo 2. La
adiponectina funciona en un asa de
retroalimentación con citoquinas pro-inflamatorias
como TNF-α e IL-6 en la que cada uno
regula la expresión de los otros.
La sobre nutrición y la hiperglucemia pueden provocar la activación de la señal inflamatoria
alterando la delicada regulación de
moléculas pro y anti-inflamatorias. El incremento de TNF-α e IL-6 puede reducir
la liberación de adiponectina, generando mayor
susceptibilidad al desarrollo de
resistencia a la insulina.
La expresión del gen ADIPOQ es regulada por el PPARγ (peroxisome
proliferator activating receptor γ). La regulación del gen de la adiponectina,
vía PPARγ, por drogas anti-diabéticas como las tiazolidinedionas (TZDs) es un mecanismo que contribuye a mejorar la sensibilidad a la insulina como
ha sido demostrado en roedores y humanos tratados con TZDs. La adiponectina,
igual que la leptina, estimula la actividad AMPK y la oxidación de ácidos
grasos. La adiponectina regula proteínas involucradas en la oxidación y el transporte de los ácidos
grasos lo cual resulta en la disminución
de los triglicéridos en músculo e hígado. La pérdida de
adiponectina esta asociada con una
reducción de la oxidación de ácidos
grasos y por consiguiente con un incremento de los niveles plasmáticos y
tisulares de ceramidas y diacilglicerol, compuestos que han sido involucrados en la inhibición de la señal de la insulina. La adiponectina, además de sus efectos
beneficiosos sobre la acción de la insulina, también actúa sobre las células β
del páncreas promoviendo su función y supervivencia.
La adipolina (gen FAM132A/TRP12), conocida también como factor derivado del
tejido adiposo sensibilizador de la insulina, es una adipoquina recientemente caracterizada
con roles en el control de la glucemia y la sensibilidad a la insulina. La
administración de adipolina produce mejora de la sensibilidad a la insulina y
la tolerancia a la glucosa, así como también reducción de la adiposidad y la
inflamación en animales obesos y diabéticos. Adicionalmente,
la adipolina reduce la acumulación de
macrófagos en el tejido adiposo y disminuye la presencia de citoquinas
pro-inflamatorias implicadas en el desarrollo de resistencia a la insulina.
Esto sugiere una acción anti-inflamatoria de la adipolina, contrarrestando la
inflamación crónica que a menudo acompaña a la obesidad y la resistencia a la
insulina. Los ratones con obesidad inducida por dieta exhiben niveles elevados de la pro.proteína convertasa, furina, asociada con la inflamación crónica de la
obesidad. El incremento de furina en el
tejido adiposo de ratones obesos resulta
en una mayor proporción de la forma
clivada de la adipolina, la cual es
menos efectiva en estimular la señal insulina y por tanto menos efectiva en mejorar la sensibilidad a la inulina. Es
de hacer notar que la citoquina pro-inflamatoria TNF-α es procesada por una enzima
convertasa (TACE) que depende de la furina para su maduración. Entonces, los
elevados niveles de furina en los ratones obesos facilitan el incremento de la producción de TNF-α mediada por la TACE, provocando un estado de
inflamación crónica y menor liberación de adipolina y adiponectina. Esto podría
ayudar a explicar los sorprendentes bajos niveles circulantes de adiponectina y
adipolina en los individuos obesos.
Existen muy pocos estudios sobre los niveles de adipolina en humanos. Un
estudio con niños pre-puberales reporta la reducción de la expresión del gen FAM132A asociada con
obesidad. Otro estudio revela la
disminución de los niveles circulantes
-y la expresión en el tejido adiposo- de adipolina en mujeres con ovarios poliquísticos, una condición asociada
con obesidad y diabetes mellitus tipo 2. La adipolina aumenta la señal de la insulina dependiente de PI3K
incrementando la fosforilación de las proteínas
IRS, Akt y MAPK. Mientras las
rutas de señalización que median la acción de la adipolina son cada vez
más conocidas, menos se sabe acerca del
control de los niveles sistémicos de la hormona. Un estudio reciente describe que
el promotor FAM132A está unido y
regulado in vivo por el represor transcripcional KLF3 (Krüppel-like Factor 3)
por lo que los ratones deficientes en KLF3 exhiben niveles significativamente
elevados de adipolina. El KLF3, como la
AMPK, es regulado fuertemente por el estado redox de la célula, por lo que el
estímulo de la expresión y secreción de adipolina mediado por la inhibición del KLF3 puede no
ser una simple coincidencia.
Knights AJ et al (2014). Adipokines and insulin
action. A sensitive issue. Adipocyte 3
(2): 1-9.
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